De una vez por todas
Julieta y Romina. Dos compañeras de trabajo que llevan una rivalidad, deciden llevarla al siguiente nivel.
DE UNA VEZ POR TODAS
Romina tocó el timbre a la hora indicada. Esperó durante lo que pudo ser una eternidad, hasta que la morocha atendió. Vestida en una bata de seda, Julieta abrió la puerta y la dejó pasar. “Te estuve esperando” le dijo. “Nos vamos a divertir”.
Romina le echó un vistazo mientras recorrían los pasillos de la casa y respondió “No me lo perdería por nada del mundo”.
Finalmente alcanzaron el dormitorio. Julieta cerró la puerta con llave. Se lamió los labios en anticipación de lo que vendría. Romina desvistió, quedando completamente desnuda. Julieta se quitó la bata imitándola.
Una guerra de palabras tuvo lugar entre las dos mujeres durante un rato. El problema llegó a su punto crítico y ambas decidieron terminar la discusión de una vez por todas. De cualquier manera, ninguna pensó que la idea de someter sus cuerpos a un extremo abuso físico fuera tan excitante. Por ello optaron por una lucha sexual. Usarían sus cuerpos para provocar a la otra tantos orgasmos como sea posible. La vencedora sería quien resista más. Ambas hermosas mujeres pensaban ganar. Soñaban con convertir a la otra en su juguete sexual.
Mirándose a los ojos mientras se arrodillaron en la cama, las dos mujeres comenzaron a besarse, con sus manos explorando cada parte del cuerpo de su rival. Sus lenguas luchaban su propio duelo dentro de sus bocas mientras los pezones se erectaban y endurecían a medida que sus senos se apretaban. Forzando a la morocha sobre su espalda, Romina comenzó a frotar su concha con la de Julieta mientras gemían de placer. Julieta, en tanto, disfrutaba de estar debajo y respondió también frotando su concha buscando hacer desbordar a la colorada. Sus labios vaginales fueron presionados firmemente juntos y sus clítoris se alargaron. En cuanto estuvieron en contacto, ambas mujeres jadearon de placer. Romina comenzó a girar y el cuerpo de la morocha se endureció en respuesta mientras ella gemía cada vez más alto.
Casi sin aliento, la morocha comenzó a succionar los pezones y senos de Romina, usando sus manos para masajear las firmes nalgas de la colorada. Romina intentó mantener el control pero Julieta, que era experta usando su lengua, la volvía loca de placer y sus sensitivos pezones la iban llevando al orgasmo. Desesperada por inclinar la balanza en su favor, Romina deslizó una mano entre sus conchas y comenzó a masturbar a la morocha. Julieta gritó y se sintió caer en el orgasmo. Intentó combatirlo pero Romina trabajándole las tetas redujo toda ofensiva por parte suya. Separándose, Romina descendió y abrió las piernas de Julieta.
Los ojos de ésta se abrieron en cuanto comprendió qué estaba ocurriendo, pero era incapaz de resistir. La lengua de Romina invadió la concha de Julieta mientras hacía su trabajo con vida propia, lamiendo el interior de la morocha. Julieta intentó ignorarla pero era incapaz y se limitó a gritar fuertemente. Finalmente, Julieta no pudo resistirlo más y su cuerpo se estremeció mientras acababa, derramando sus fluidos por doquier. Julieta, lentamente se recuperó de su orgasmo, pero la colorada todavía tenía resto.
Romina bajó su cabeza nuevamente retomando el fragor de la batalla. Estaba en buena forma y no se iba a rendir. Sosteniendo las piernas de Julieta en posición, comenzó a lamer lentamente sus rosados labios haciéndola gemir como loca. Su lengua penetró profundamente en la húmeda concha de la morena y se concentró en su enhiesto clítoris, juegueteando con él. Julieta no gemía más. En vez de eso gritaba en éxtasis, sus aullidos podían ser oídos en toda la casa. Nunca la habían devorado de esa manera. Bajo el dominio de la colorada, Julieta gritó mientras su cuerpo se estremecía y alcanzaba el segundo orgasmo de la noche.
Viendo cuán efectiva era, Romina continuó lamiendo la empapada concha de Julieta. Cargándola con relativa facilidad, Romina continuó lamiéndola mientras su rival jadeaba una y otra vez. A medida que la lengua de Romina la sumergía en un indescriptible placer, Julieta comprendió que tenía que hacer algo. Si continuaba, la perra colorada sería capaz de lamerla hasta rendirla a sus pies.
Finalmente, Julieta se la ingenió para mover su pelvis y sacarla del alcance de Romina. Tackleando a su enemiga, Julieta rápidamente tiró a la colorada sobre la cama. Bajando su cabeza, Julieta comenzó a lamer uno de los hermoso pechos de Romina, mientras ésta cerraba los ojos y se dejaba hacer. Julieta lamió expertamente cada poro de sus tetas y comenzó a succionarle los pezones.
Quitándose, y adoptando una nueva posición, Julieta lentamente comenzó a masajear sus tetas contra las de Romina. Sus tetas eran muy sensitivas y la colorada jadeaba en éxtasis mientras las tetas de la morena masajeaban las suyas, excitándola indescriptiblemente. Las magníficas tetas de Julieta controlaban. De todos modos, Julieta era una experta y continuó masajeando mientras los gemidos de la colorada aumentaban. Sabiendo que estaba a punto de perder el control, Julieta descendió y comenzó a probar la concha de la colorada, masturbándola. Romina gritó mientras su concha explotaba y se desbordaba.
Sonriendo socarronamente, Julieta la provocó “¿Qué pasa putita? ¿Una buen acogida te supera?”
La morocha apoyó su concha en la de Romina y comenzó a frotársela. Romina jadeó al sentir su clítoris hacer contacto con el de Julieta. Julieta frotó su clítoris contra el de su rival alternando movimientos constantemente hasta que Romina gritó. Sonriendo, comenzó a masajear los senos de la colorada con los propios calentándola aún más. Julieta comenzó a mover su pecho rítmicamente buscando que los pezones de ambas se encontraran. Romina gimió cuando Julieta le apoyó las tetas más fuertemente y se vio al borde del clímax. Julieta la quería volver loca de placer y volvió a frotarle la concha.
Romina comprendió que debía hacer algo. Intentó contraatacar tomando la iniciativa en la guerra de conchas, pero Julieta le ganó de mano y aumentó la presión haciéndola gritar de placer.
Romina estaba peleando para no desbordarse pero sentir a Juleita tan cerca y cogiéndola así se lo hacía difícil. Por cada sacudida de Romina, Julieta le devolvía dos. Los ojos claros de la colorada se abrieron mientras acababa. El trabajo de la morocha había dado sus frutos.
Julieta sonrió y suspiró al oído de Romina “Sos mía, putita. Te voy a coger como la putita que sos!”.
Romina estaba desesperada. Le dolía todo el cuerpo. Aferrando a Julieta por el culo empezó a cogerla violentamente y rápido con todo lo que tenía. Perdiendo el control, Julieta gritó y trató de aprovechar que estaba encima pero fue inútil. Finalmente, gritó desbordada de placer.
Romina le sonrió totalmente exhausta. Sabiendo que Julieta no continuaría, se recostó sobre ella y le apoyó la concha salvajemente estampándola contra la cama.
“Por favor! Basta” Julieta suplicaba sollozando quedamente. Totalmente agotada e indefensa no tenía forma de quitarse a su rival de encima. Extasiada, Romina continuó “¿Qué te pasa? ¿Te sentís como una virgen de nuevo? ¿Quién es la pendejita ahora?”
Las mejillas rodaron por la mejilla de la morocha mientras imploraba clemencia débilmente. Desesperada, le dio un trompazo en la nariz, quitándosela de encima.
“¿Qué haces, hija de puta? Te voy a hacer mierda!” Amenazó Romina mientras le devolvía el golpe.
Y dicho esto último, comenzó a magrear los senos de Romina, clavándole las uñas y haciéndola aullar de dolor. Romina le aferró las muñecas intentando liberar sus senos. Forcejearon unos instantes pero finalmente Romina logró quitarle la mano izquierda de su seno derecho pero la morocha le daba trompada tras trompada en la cara, aturdiéndola.
Retrocediendo, Julieta tironeó de su vello púbico haciéndola gritar en total agonía. Romina, totalmente desesperada, comenzó a atacar las tetas de Julieta, quien también gritaba de dolor. La morocha logró encontrar su clítoris y comenzó a tironear y retorcérselo. La colorada aulló dolorosamente mientras se debatía febrilmente llorando de dolor.
Acostándose de espaldas y atrayendo a la colorada encima suyo Julieta rodeó las caderas de Romina con sus piernas estrujándola. Al mismo tiempo comenzó a golpearla en los senos haciéndola llorar de dolor.
Desesperada, Romina descendió y estrujó las tetas de Juliieta haciéndola aullar también. Julieta le dio un puñetazo en el rostro, sacudiendo su cabeza y aturdiéndola el tiempo suficiente para liberar sus doloridas tetas. Con una cruel sonrisa en sus labios continuó la presión a ambos lados de la oelirroja.
“Puta de mierda! ¿No podés más? Me encanta que las putitas como vos se mojen conmigo!” se mofó Julieta.
Romina comenzó a forcejear desesperadamente hasta que encontró lo que buscaba. La snrisa burlona de Julieta se desvaneció. Gritando como loca Romina comenzó a arañarle los labios. “Tramposa de mierda! Te destrocé sexualmente y ahora te voy a matar físicamente! Empecemos con esa conchita adolescente que tenés!”
La colorada comenzó a tironear de la mata negra de vello púbico quedándose con un par de puñados. Luego le deslizó las uñas dentro de la concha mientras Julieta trataba vanamente de quitársela de encima. Regocijándose en los lamentos de Julieta, Romina continuó, encontró el clítoris y comenzó a manoseárselo. Los ojos de Julieta se abrieron de par en par mientras gritaba en agonía hasta que finalmente abrió sus piernas.
Recuperando el control, Romina continuó atacándole la concha con una mano mientras le arañaba las tetas con la otra. Julieta comenzó a reaccionar de la misma manera. Ambas mujeres lloraban de dolor, pero era obvio que Julieta llevaba la peor parte. Mientras la morocha intentaba arrancarle puñados de vello púbico, Romina le golpeaba las tetas amoratándoselas.
Desesperada, Juliera abandonó su ataque vaginal y se posesionó de las tetas de Romina clavándole las uñas y retoricéndoselas tanto como pudo. La colorada gritó pero le devolvió el gesto dispuesta a probar que sus tetas eran mejores.
Juieta se las ingenió para quitarse a la colorada de encima, pero Romina aprovechó el momento y continuó moviéndose mientras las dos rodaban en la cama. Se revolcaban sudorosas llorando y escupiéndose en el rostro mientras se insultaban violentamente.
Ambas cayeron de la cama y aprovechando su confusión, Romina agarró a Julieta por el cabello y le golpeó la cabeza en el suelo un par de veces atontándola. Le agarró los pezones y se los retorció hasta que Julieta pidió clemencia.
Al ver que no daba resultado, Julieta clavó sus uñas en las tetas de su rival intentando liberarse. Romina liberó una mano y comenzó a propinarle puñetazos en el rostro hasta que Julieta le soltó los senos.
Jadeando y viendo su rendición, la dejó caer.
Se quedaron en silencio y una vez que recuperó el aliento recostó a Julieta sobre la cama. La morocha no dejaba de quejarse.
Disfrutando de las lágrimas de su enemiga, Romina la gozó “Puta tramposa! ¿Qué se siente que te cague a palos una mina de verdad?”
Se dejó caer sobre la morocha y abrió sus labios con los dedos. Comenzó a moverse buscando la posición en la cual los labios se besaban y los clítoris se encontraban. Ambas comenzaron con la danza sexual aumentando el ritmo a media que aumentaba la calentura.
Cuando estuvieron al borde del orgasmo, se estrujaron en un abrazo de oso y se desbordaron gritando y llorando. Estuvieron largos instantes sacudiéndose y jadeando mientras disfrutaban de su orgasmo.
Tras unos instantes de silencio, la tensión aflojó y rompieron en sollozos. Romina chupó las lágrimas de Julieta consolándola y pasaron el resto de la noche lamiendo sus heridas de guerra como dos gatas. .