De todo menos inocentes y puros IV
Cuarto y último capítulo. El próximo relato... la primera vez de Ikki.
- Sí, por favor, maaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssss... - la respiración era entrecortada. Narrar y follar estaba empezando a darse cuenta de que no eran actividades que se complementasen muy bien...
- Sigue... no dejes de contarme... si lo haces pararé...
- ¡¡¡Serás hijo de @#~!!! Ikki, por favor... necesito que sigas follándome...
- Y yo que sigas con tu historia porque jamás había estado tan extraordinariamente duro... - Ikki se inclinó sobre la espalda del rubio al que estaba penetrando desde atrás y le mordió con algo de brusquedad. El rubio gritó, Ikki saboreó la sangre... y le lamió la herida. - Sigue o saldré de esta habitación y deberás rogarme mucho pero mucho para que te vuelva a permitir que pruebes mi polla...
- Confirmado, eres un cabrón... - jadeo de nuevo Hyoga. Reunió toda la escasa coherencia que le quedaba y siguió.
El rubio caballero de Atenea gimió estruendosamente ante los vaivenes de las caderas de Hagen.
- Hageeeeeeeeeeeeeeeeen!!!
- Dime, capullo... - le respondió el otro jadeando con esfuerzo. Bañado en sudor y separando sus labios de los pezones de Fler.
- Déjame follarte... Fler, déjame que me folle a tu novio.
- Solo si el a su vez me folla a mi... y como yo mando, yo ordeno... ya sabéis...
Hagen salió del cuerpo de su masculino amante casi con reticencia. La estrechez de Hyoga era tan sublime que le resultaba casi desconcertante tener que dejar tal paraíso. Pero también si era sincero consigo mismo se moría por sentirle dentro de él. Pero eso era alguien que jamás reconocería ante nadie... Odiaba a Hyoga... aunque también sabía que eso era completamente falso...
El intercambio de posiciones fue rápido y fluido. Fler en el suelo medio sentada, su chico sobre ella sin perder tiempo y adueñándose de la vagina de ella, tan inundada por las atenciones bucales del ruso como por su propios jugos. Y el otro procediendo a dilatar el virgen esfinter del guerrero de Odín. Hagen echó la cabeza para atrás buscando los labios de su “enemigo”...
- Quiero beber de ti, caballerete... - Hyoga se abalanzó sobre él para devorarle y adentrarse en su boca de la misma manera que se adentraba con sus dedos y de manera suave pero segura por la parte más baja. - Me estás volviendo loco... jodido cisne...
- Y tu a mi... pero no dejes desatendida a tu princesa... Déjame ver como le vibra el cuerpo mientras la haces tuya... hazla tocar el cielo con esa polla tan extraordinaria que tu dios te ha dado.
- ¿No era que yo decidía... - intervino la muchacha con los ojos brillantes, la piel sonrosada y los labios enrojecidos de tantos besos.
- ¿Acaso nos vas a decir que no es lo que quieres? Te vamos a hacer tocar el cielo con las manos... si nos dejas, mi amor. Hyoga y yo... - ella asintió ansiosa. - Bien... - Fler enlazó las piernas entorno a las caderas de Hagen pero se dio cuenta de que al hacer esto también abrazaba a Hyoga. No era mala posición, desde luego que no...
- Asgardiano... si en algún momento...
- Te lo haré saber, ruso. - le confirmó sabiendo por donde iba. - Y ahora evitemos que esto se enfríe... Hazme tuyo, cisne... y tu, Fler... hazte a la idea... eres mía, únicamente mía. - Ella sonrió lascivamente mientras enlazaba también sus brazos entorno al cuello de su chico y unía sus labios a los suyos al mismo tiempo que él la penetraba.
Hyoga había sido virgen hasta hacia unos minutos pero no era la primera vez que entraba en el trasero de otro. Nadie hubiera dicho que un lobo como Nachi se dejara poseer de esa manera pero eso si que era algo que quedaría entre ellos. Porque la situación fue demasiado estresante para su compañero de la orden de bronce. Y bastantes problemas tenía ya en aquellos momentos el chaval como para ir proclamando que era un maricón como se había llamado así mismo despreciativamente.
El ruso siempre supo que dar la espalda, aunque no hubiera sido intencionado, a los otros miembros de la guardia de Atenea había estando definitivamente mal. Y peor había sido no haber sabido como ayudarle. Tenía una deuda pendiente con él.
Sacudió la cabeza. Sabía como hacer que el momento no fuera doloroso y Hagen se merecía el esfuerzo de disfrutar de lo que quizá fuera su primera y última vez probando el sexo homosexual.
- Relájate, guardián de Hilda... vas a rogarme que no pare.
Poco a poco fue dilatándolo, lubricando ese camino que notaba sublime y estrecho. La sola idea de adentrase en él le hacia temblar de deseo. Y en un par de minutos situó la cabeza de su polla y empezó a presionar. El otro estaba tan enfrascado follando a Fler que apenas puso resistencia...
Hyoga, por si acaso, iba regando de pequeños besos la espalda de su amante. Besos y diminutos movimientos sinuosos de lengua por la columna vertebral. Hagen gimió con profundidad...
- Hyogaaaaaaaaaaa... no te demores, por tu diosa... no tardes...
- Tus deseos, como los de Fler... son órdenes. Eso sí... - se detuvo un momento y emitió una suave risa. - … no te acostumbres... - Pocas estocadas más, y estuvo por completo dentro. Abrumado por las sensaciones, extasiado por la mano del rubio aferrada a la suya, había echado el brazo hacia atrás buscándole y le había encontrado... Y el movimiento de las caderas, de las penetraciones, del placer se sincronizó y se convirtieron en uno. Los tres un solo cuerpo, un solo corazón... Uno solo.
La cabaña hacia rato que olía a sexo. A sudor. Hacia tiempo que las paredes encerraban jadeos, gemidos, gritos y exclamaciones de frenesí. Ruegos de que alguno de los amantes no parasen. Ojos ardientes, piel brillante, cabellos mojados y pegados a la epidermis. Manos agarrando para no perderse.
- Os necesito... - murmuró Fler... Hyoga no supo como pero se encontraron uniendo las bocas, juntando las lenguas, probando el sabor de sus cuerpos, de su sudor... la chica gritó... su cuerpo tembló poderosamente mientras el orgasmo la recorría de arriba abajo.
- ¡¡¡Fleeeeeeeeeeeeeeerrrrr!!! - Hagen se retiró precipitadamente de ella para evitar males mayores, tan solo segundos después su semen bañaba el abdomen de la muchacha. Y fue el turno de Hyoga quien se aferró como a un clavo ardiendo a las caderas del rubio y rugió poderosamente al correrse dentro del muchacho.
Los tres cayeron desmadejados los unos sobre los otros. Un mar de piernas, brazos, cabellos y respiraciones entrecortadas. Poco a poco Fler los fue envolviendo en la enorme y suave alfombra que les había servido de tablero de juegos.
- Gracias... - la oyeron murmurar. Ambos la estrecharon contra ellos y depositaron suaves besos sobre su frente. Los ojos de Hagen y Hyoga se encontraron.
- La próxima vez tu y yo solos, asgardiano.
- Ni en tus mejores sueños, ruso. Recuerda que te odio.
- Ya... - Hyoga se incorporó levemente para ser ahora quien depositaba un leve beso en los labios del otro que se lo devolvió sin ambages. - Ni en tus mejores sueños, Merak... pero sí, yo también te odio.
Diez minutos después el silencio se apoderó del lugar mientras tres agotados cuerpos se dejaban acunar por un bien recibido sueño.
- Ikkiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... - el nombre rebotó en las paredes del cuarto mientras el nórdico se corría sobre la sábanas de la cama y notaba como su moreno novio le secundaba pero en su interior. El musculoso caballero del Fénix atrapó con su cuerpo el del otro contra el colchón. Hyoga le oyó susurrar junto a su oído.
- Tus mejores sueños soy yo, rubio.
- Capullo...
- Sabes que precisamente eso y lo que tengo aún enterrado en tu culo, son las cosas que más te gustan de mi. - luego tras unos segundos de silencio en los que se iba retirando de forma lenta volvió a hablarle en susurros. - Te quiero.
Hyoga sonrió suavemente. Sí, aquella tarde noche en Asgard había sido memorable y guardaba un grato recuerdo de ella. Pero nada... absolutamente nada le hacía sentir mejor, tan seguro, tan a salvo y tan amado como el olor de ese icono del amor incondicional que era Ikki.
Cerrando los ojos y dejándose llevar por el sueño dio gracias a los dioses porque le hubieran concedido tras tantos desvelos su mayor y más anhelado sueño. Ser amado de forma total y absoluta por el caballero del Fénix.
No había mejor destino que ese.