De todo menos inocentes y puros II
Continuación del relato de Ikki, Hyoga, Hagen y Fler.
Así que ahí estaba. En medio de una cabaña en el bosque. Como el lobo de Caperucita. Dispuesto a comer y dejarse comer. Pero por ahora con más ropa de la que se suponía que más adelante tendría. La figura de rubio asgardiano se recorta contra el fuego de la chimenea. Se acercó a él.
- ¿Vamos a necesitarlo? - le mira enarcando las cejas. Le sonrió con suficiencia. - Te prometo una cosa, Hagen... el fuego que ahí arde te va a sobrar...
- ¿Vas a provocarme una combustión espontánea? - la mirada fría del que pronto, sino cambian los planes, le va a desvirgar se clava en él. - ¿Cómo puedes ser tan arrogante?
Porque puedo... - resopla hastiado al escucharle. - De hecho ya te estoy haciendo hervir la sangre...
Eres un capullo, ruso... - rió por lo bajo Ikki divertido. - lo que estabas es poniéndole a mil por hora... pero por estar tocándole las pelotas a dos manos.
- Ná... lo de tocar las pelotas vendría después. - fue la sarcástica respuesta del nórdico mientras tiraba de la sábana para cubrir su desnuda anatomía. El Fénix le detuvo, cuando le vio fruncir el ceño una sonrisilla asomó a los labios del mayor de los Kido.
- Es de mal gusto ocultar las obras de arte... - así que esta vez fue él quien tiró de nuevo la ropa pero en sentido contrario. Le encantaba tener a Hyoga desnudo para él. Vulnerable, hermoso, provocativo y tan endemoniadamente sexy.
Los dos se volvieron al oír la puerta abrirse. Fler, la que ha promovido todo aquello entra refunfuñando.
- Adoro a mi hermana... pero la próxima vez que se interponga entre mi sagrada labor de echaros un polvo se va a arrepentir de hacerme perder el tiempo. - cerró tras ella. Sus pupilas azules brillaban divertidas. Llevaba puesta una falda gruesa y larga de color blanco y un jersey entallado del mismo color que resaltaba su esbelta figura. El largo y rizado cabello rubio le caía por la espalda. Hyoga se reconoció así mismo que de ser hetero Fler sería una tía de lo más follable. Más ahora que se había descubierto con una vena “degenerada” de las que a él le gustaba cultivar. La chica se acercó a ellos levantando una mano para acariciar el rostro de su novio y depositando otra en el firme trasero del santo de Atenea.
- ¿Sin preámbulos, reina? - oyó como susurraba el Cisne al oído de la joven, Hagen.
- Unos besos estarían bien... ¿no crees? ¿Os habéis besado ya vosotros? - el ruso apunto estuvo de estallar en carcajadas al comprobar el inusitado color rojo que adoptaba el rostro del otro. Pero le vio negar con la cabeza. - Cariño, me prometiste que hoy pondría yo las pautas... - Fler se mordió juguetonamente el labio inferior. Luego se movió hacia una butaca que había junto a la hoguera sentándose en ella. - Por ahora observaré y, vosotros, seguiréis y obedeceréis todo lo que os ordene.
- ¿Todo, Fler? - habló por primera vez Hyoga desde que ella llegase.
- Todo, guapo... por cierto... - le miró suavizando su expresión. - Muchas gracias por acceder... - el de Atenea se acercó a ella, y le golpeó con delicadeza la punta de la nariz.
- Me conoces, niña... mejor de lo que creo que yo me conozco a mi mismo... Y ya te dije, en su momento, que si necesitabas ayuda para cualquier cosa no tenías nada más que pedirla... - Se volvió hacia Hagen. - … para algo somos amigos. - ahora estaba a escasos centímetros del novio de ella. Pasó un brazo por su cintura y le atrajo con un solo movimiento hacia él. - Y tu... ¿no la has oído decir que me debes un beso?
- ¿No me lo debes tu a m... ? - la voz de Hagen murió en los labios del otro. Sus ojos se abrieron de golpe. Fler observó divertida como las pupilas del chico se expandían.
- Hagen, amor... saca a pasear esa bendita lengua que Odín te concedió... deja que Hyoga la pruebe.
Y efectivamente, esa lengua era un portentoso regalo del dios nórdico. Pronto Hyoga notó como se enzarzaban en un duelo sin tregua. Los primeros besos titubeantes de su “odiado” parteneir fueron ganando en confianza. El ruso sabía muy bien porqué... él también sabía usar muy bien su propia lengua pero se le daba mejor restregar la pelvis contra la del otro. Pronto la erección se hizo notable.
- Le debe estar doliendo, Hoyga... ¿no crees que estaría bien que le aliviases un poco? - les llegó la voz tras ellos. Era también muy evidente, porque sonaba algo agitada, que Fler estaba disfrutando del espectáculo.
- ¿Puedo pedirte ayuda, preciosa? - le preguntó dejando brevemente de devorar los labios del otro.
- Claro. - la joven abandonó su cómoda posición para pegarse a la espalda de su chico. Las manos blancas y hábiles se deslizaron hacia el cinturón que le sujetaba los pantalones. La hebilla fue desabrochada, el botón desabotonado y la cremallera bajada. Seguidamente le cogió la mano a Hyoga por la muñeca y con una sonrisa picaruela se la introdujo ella misma en la entrepierna del muchacho. - ¿Podrías darme un piquito a mi también?
- Por supuesto... como ha quedado claro... tus deseos son órdenes esta noche... - Hyoga se aferró a la polla de Hagen que gimió sin contención al ver también como su masculino amante probaba la dulce boca que hasta ahora había sido de su única propiedad. El de Merak pensó que jamás hubiera creído posible que ver como su chica intercambiaba fluidos con otro tipo le pusiera tan increíblemente caliente... y que la mano de otro tío en su pene le estuviera dando escalofríos de placer. Echó la cabeza para atrás para apoyarla en el hombro de la chica.
- De... masiada... ropa... - logró balbucear.
- Son las primeras palabras coherentes que dices en mucho tiempo, Hagen. - río suavemente Hyoga.
- Cállate la boca, imbécil... y déjame verte esa polla que dices que me va a hacer arder...
- Hagen... yo doy las órdenes... - le susurró la rubia al oído mientras le mordía suavemente el lóbulo de la oreja. Le notó asentir casi imperceptiblemente. - No estoy segura de que lo hayas entendido, arrodíllate ante él, corazón... - El la miró fijamente. - Hazlo, Hagen... o dormirás lejos de mi cama durante muchas noches... - él sabía que lo decía en serio. - arrodíllate ante él... quiero que te tragues su polla hasta que te den arcadas... quiero que se la llenes de saliva... - la hermana de Hilda volvió a ocupar su posición de espectadora. La única variante es que la falda había abandonado su cuerpo, se sentó de manera lánguida con las piernas ligeramente abiertas. Su ropa interior empezaba a mostrar una ligera mancha de humedad... las mejillas comenzaban a ruborizarse...