De tiendas
Siempre me volvió loco aquella joven dependienta. Solo Sara era capaz de convencerla para que hiciera lo que yo quería.
Otra de esas tardes que quedé con Sara decidimos irnos de tiendas. Nos gustaba salir a dar vueltas, ver gente y reírnos. Me encantaba Sara, era mi mejor amiga, mucho más que mi mujer. Con ella salíamos, hablábamos de cualquier cosa y nunca nada nos parecía malo.
Yo tengo 35 años y Sara 24, un día me metí en un chat de lesbianas y me puse a hablar con ella haciéndome pasar por una morenaza cañón. Después de tener cybersexo con ella se lo expliqué y aunque al principio se cabreó, a los pocos días me reconoció lo que había hecho y que ella alguna vez también se había hecho pasar por otras personas para conseguir lo que quería.
Su juventud y su desparpajo la hacían mirada de todos los hombres, deseo de todas las mentes perversas y objeto de deseo de cualquier masturbación masculina o femenina. No era morbo lo que tenía, pero sabía lucirse. Esa tarde de verano se puso una falda con mucho vuelo y que le tapaba la mitad del muslo y una camiseta de tirantes con unas mangas tan anchas que dejaban ver que no llevaba sujetador.
Mientras íbamos andando pasamos por delante de una tienda, un chino que tenía de todo, ropa, juguetes, flores,... Lo que tienen todos los chinos. Le expliqué que la dependienta de esa tienda me volvía loco. Era una chica joven tendría unos 19 años, no sé de qué nacionalidad, pero eso no importaba, era pecado toda ella. Un cuerpo dulce con unas curvas apasionantes. Además como normalmente en estas tiendas no ponen aire acondicionado, casi siempre lleva unos pantalones tan minúsculos y unas piernas tan suaves que no hay mente que no intente terminar de desnudarla.
Según se lo iba explicándole a Sara, ella se moría más de ganas de verla. Me dijo que entráramos y que ella me daría su sincera opinión de mujer, de mujer ardiente claro.
Entramos hasta el fondo de la tienda y allí estaba ella colocando unas velas, con una camiseta totalmente pegada al cuerpo, marcando los sujetadores que parecían habérsele quedado pequeños, con sus pechos que se le salían por arriba del sujetador y hacían un bulto extraño en la camiseta. La camiseta no le llagaba al ombligo, mostrando una tripa de niña que nunca ha roto un plato, lisa y suave, sin ningún musculo que la deformase.
Sara se fue hacía ella, sin decir más que un corto: - Espera.
Se acercó a la chica y le dijo en voz baja al oído:
Perdona, guapa. Yo de tú me colocaría mejor el sujetador que te queda muy feo.
Si, gracias - se ruborizó un poco -. Es que se me ha quedado pequeño.
Tranquila, eso nos ha pasado a todas - y le guiñó un ojo y se sonrió.
Vio que la chica también se sonrió denotando confianza en Sara. Sara se dio la vuelta y se vino hacía mi.
Es un tesoro, dan ganas de comerle el coño mientras ella sonríe con esa dulzura. Que cabrón que eres, ¿cómo no me habías hablado antes de ella?
Sí, y que me la quitaras.
No, ya sabes que yo no soy así. Es más, quiero ayudarte. Seguramente yo también sacaré tajada, pero me parece que esta chica le gustan más los hombres que las piruletas. Vamos a los bañadores.
Sara me llevó a la zona de bañadores y miró un par que fueran finos y de colores claros. Luego cogió un pañuelo y me llevó a los probadores.
- Rápido, quítate la ropa y pruébate este.
Le hice caso sin dudarlo.
Cuando lo llevaba puesto Sara abrió la cortina y me hizo salir un poco al pasillo, esperamos unos segundos hasta que pasó la dependienta y Sara disimuló.
- Este no te queda mal, pruébate el otro.
Entramos dentro de nuevo.
- Quítatelo, siéntate en la banqueta y ponte el pañuelo en los ojos. Yo enseguida vuelvo!
Yo le hice caso, me senté, me puse el pañuelo y me acosté hacia atrás. Mi pene ya estaba tieso, solo de los nervios de la situación me provocaba unas ansias que no podía frenar el enorme crecimiento de mi miembro.
Sara se fue de nuevo hacía la zona de bañadores y llamó a la dependienta. Disimuladamente le preguntaba si tenían de un tipo u otro, de un color u otro. Mientras los elegía se los iba poniendo a la chica en los brazos y cuando ya tenía 5 o 6 le dijo a la chica si le ayudaba a llevarlos.
La chica era muy dulce, muy sumisa, muy confiada. Así que le hizo caso. Cuando llegaron al probador y me vieron así, Sara empujó a la chica para dentro y se puso a hablar enseguida para dominar la situación.
Pero que cochino que eres. Que haces ahí con ese bicho fuera.
¿Qué no lo ves?
Podía haber entrado cualquier otra persona y verte así. Con semejante verga en las manos que dan ganas de comérsela.
Sara miró a la chica y le hizo un gesto de silencio. La miraba a los ojos y veía lo que buscaba. La niña no podía dejar de mirar ese precioso falo erecto. Ver como mis manos lo acariciaban dejando ver el capullo rojo y hermoso y ocultándolo segundos después. Viendo como una pequeña gota de semen sobresalía ligeramente y en la siguiente subida se pegaba a mi mano.
Volvía a bajar mi mano y brillaba de nuevo con esa preciosa gotita repartida por el glande rojo y ardiente. Es como si no hubiera visto ninguno en su vida. Estaba paralizada. Mirándolo y tragando saliva de cuando en cuando.
Yo seguía moviendo mi mano arriba y abajo, suponiendo lo que estaba ocurriendo. Imaginándome a la dependiente de mis sueños morbosos mirando mi falo. Me estremecía en la silla mientras pensaba en ella, en cómo me estaría mirando y se mantenía en silencio. En qué clase de sucios pensamientos pasarían por su mente durante esos largos segundos.
Sara se acercó a la chica y la dijo al oído si no quería tocarla. La chica apenas pudo mover la cabeza arriba y abajo mientras seguía mis movimientos hipnóticos.
- Cariño, estate quieto, déjame a mí.
Sara agachó a la chica delante del taburete le cogió las manos y las colocó en mi erecto falo. La chica con mucho miedo la cogió. Sara le puso la mano derecha en el centro de mi pene, tiró hacia abajo lentamente hasta que su mano se encontró con mis testículos y luego le puso la mano izquierda delante de la otra. Con sus dos manos sobre mi verga Sara empezó a mover las manos de mi dulce niña. Muy lentamente, para que pudiera ver el capullo bien hermoso desaparecer entre sus manos y volver a aparecer.
Sara le apretó un poco más las manos para que la agarrara más fuerte y empezó a darle más impulso. Sus manos me golpeaban en los huevos, los hacían botar y volver a subir en el siguiente movimiento.
- Ahora sigue tu sola - le susurró Sara a la chica dulcemente al oído.
Soltó poco a poco sus manos y la chica siguió con su movimiento. No tan brusco como Sara, a veces parece que no se acuerde de que somos amigos y me trata como a uno de esos tíos que le pagan por un orgasmo con ella.
Se mantuvo detrás de la chica y empezó a hablar de la dependienta. Mientras que yo solo asentía y gemía.
- ¿Así que no te hubiera importado que hubiera entrado la dependienta en mi lugar? ¿O que hubiera entrado conmigo? Seguro que te has pajeado mil veces pensando en ella. Como yo te lo hago ahora. Seguro que has soñado con ese cuerpo tan juvenil y suave.
Sara pensó que ese era por fin su momento y decidió hacer lo que me iba contando.
- Habrás deseado acariciar esos brazos tan suaves como la piel de una niña. Le habrás desabrochado el sujetador para que no le apretara tanto esos preciosos senos. Firmes y dulces como su juventud.
La chica también se estaba volviendo loca con la sobada de tetas de Sara, notaba como su ritmo firme y enérgico iba siendo cada vez más arrítmico. Tuvo que unir sus dos manos en el centro de mi falo y agarrarse bien para no caerse. Así sus movimientos en mi verga se volvieron más fuertes, al tener más recorrido. Subían y bajaban más.
Habrás soñado con jugar con sus pezones, agarrarlos y tirar suavemente de ellos mientras crecen entre tus dedos. Agarrarlas bien sus tetas y apretarlas hacia ella. Sus dos preciosas y enormes tetas que se aguantan solas los pocos segundos que las sueltas.
Por favor, Sara. Chúpamela, me queda el capullo, me arde de tanto sube-baja. Apiádate de mí y dale un chupetón que sacie su calor.
La chica en esta ocasión ya no pidió la conformidad de Sara. Se moría de ganas de poder metérsela en la boca y lo hizo tan rápido que hasta me clavó los dientes en mitad de la polla y como una dulce golosina empezó a chuparla. La rodeaba con la lengua y el paladar. Estaba como una fiera en celo, jamás hubiera soñado que pudiera ansiar una chica tan dulce comerse mi polla y degustarla con toda su boca. Me moría de ganas de correrme dentro de ella, pero tenía que aguantar como fuera.
- ¿Sara? ¿Por qué te has callado?
Era lógico, si me la estaba chupando no podía estar hablando. Pero lo entendió perfectamente. Cogió a la chica y tiró de ella hacía atrás. Con el movimiento brusco hacia atrás cerró los dientes pensando que se iba a caer, o pensando que no iba a poder volver a comer de aquel manjar.
¿Que pasa cielo? ¿Que no aguanta más tu semen ahí dentro?
No, que me gusta saber que más haría con mi dulce dependienta.
La chiquilla no sabía qué era lo que estaba pasando, por primera vez veía un pene erecto y por poco se lo traga entero.
- Pues con lo que más sueñas, el resto de su cuerpo.
Sara empujó la chica hacía delante, quedando su cabeza entre mis piernas y quedando el culo delante de los ojos de Sara.
- Con pasarle las manos por sus piernas, subirlas cada una por una pierna y buscar por donde se unían. Al llegar al pantalón tendrías que meter los deditos por dentro para ver que había. Encontrarte que debajo había una finas braguitas que también son fáciles de apartar, hasta que llegan a los labios húmedos y empapados de la niña.
Yo seguía masturbándome más lentamente, imaginadme que era lo que Sara estaba viendo en esos momentos, sintiendo con sus dedos rozando aquellos labios que, aunque ella no me lo contara, seguro que estarían depilados o de tan joven que era aun no tendrían mucho bello.
Sara mientras tanto le desabrochó el botón del micro vaquero y se lo bajó hasta dejarlo en el suelo, entre las rodillas de la chica.
- Le tocaras las braguitas empapadas por encima, dejándolas tan empapadas que casi quedaría trasparente la fina tela. Empujarías tu dedo hacía dentro de su coño y sentirías como la braguita se deshacía dentro de ella. Se las separarías hacia un lado para poder seguir acariciándola y no rompérselas. Encontrándote sin tela un dulce coñito virgen. Un coñito que no ha visto nunca la luz del sol, ni la fortaleza de un miembro viril.
Le bajó las braguitas para que hicieran compañía a los pantaloncitos.
- Después temerías un poquito tus deditos en cada uno de sus agujeritos. Y con el pulgar le acariciarías el clítoris.
La dependienta ya no pudo más y tuvo un orgasmo que por poco la hace gritar. Agarró lo primero que encontró a mano, se lo puso en la boca y lo mordió para que no la oyeran.
Sara le ayudó a levantarse, se le cayeron los pantaloncillos y las braguitas al suelo. Le dio la vuelta colocándola cara a ella y la besó con toda la pasión del mundo. Sara la echo hacia atrás y la sentó encima de mí.
- Cariño, déjame descansar, no me penetres ahora, por favor. Solo abrázame con dulzura.
Yo como siempre hice lo que me decía, al sentarse encima de mí quedó su conchita húmeda encima de mi polla. Aún no había podido correrme y seguía teniéndola firme como los senos de mi dulce chiquilla que por fin podía tocar.
Mi glande le tocaba el clítoris que seguía hinchado de placer y sus labios rodeaban mi pene empapándolo entero. Unos labios inflados de calor que me quería meter en la boca. Tenía más pelos de los que había imaginado, pero no los suficientes como para que no deseara comérmelo entero.
Mis manos empezaron le quitaron la camiseta. Ella seguía callada sin saber si yo sabría que ella no era Sara. Le rodeé la cintura con mis manos hasta cruzarla completamente. Tenía una piel muy suave. Empecé a acariciarla con dulzura, subiendo mis manos desde su ombligo hasta sus hombros, acariciándole todo ese pecho tan suave y hermoso y disfrutando de que por fin era mía. Cada vez que mis manos subían le levantaban los pechos y luego los dejaba caer. Cada vez que bajaba pasaba las puntas de los dedos suavemente alrededor de aquellos pezones tan preciosos.
Sus pezones se volvieron a poner duros y sus pechos parecían hasta hacharse, ella se estiró hacía atrás quedando totalmente tumbada sobre mi pecho. Se estaba excitando de nuevo y yo no había dejado de estarlo. Le empecé a agarrar más fuerte sus pechos, a darles vueltas, eran unos pechos preciosos, suaves, tersos y ella cada vez se movía más encima de mí.
Sus manos bajaron a su entre pierna y acarició mi pene, paso toda su mano por debajo de él y lo apretó hacía ella, se reclinó un poco hacía adelante para poder moverse y comenzó a bajar y subir resbalándose sobre mis piernas, recorriendo su ardiente coño por todo mi falo. Era increíble, me estaba masturbando con su concha húmeda, con la mano me apretaba entre sus labios y sentía como hasta su clítoris recorría mi glande y parte de mi pene.
La agarré de las caderas para ayudarla y que no se hiciera daño. Hasta su cintura tenía la piel como el terciopelo. Los dos coordinados con movimientos acompasados nos movíamos hacía adelante y hacia atrás. Ella se lo apretaba más hacía dentro, apretándose, masturbándose como si yo fuera un consolador para su clítoris. En algunos movimientos parecía que hasta llegara a meterse la punta en su coñito, posiblemente lo hiciera y de tan caliente que estaba no nos habíamos dado ni cuenta.
Entonces hoy que Sara había entrado de nuevo. Vio el panorama y no dijo nada. Miraba como aquella dulce hembra retozaba con mi polla entre sus piernas, pero sabía que yo no la penetraría habiéndomelo pedido ella.
Sara se bajó las bragas y me las puso en la cara. Seguía sin decir nada, solo se sentó delante de nosotros, abrió sus piernas y empezó a masturbarse.
La niña, cachonda pérdida, con aquel apasionado movimiento bajó un poco la mirada, nunca había visto más que el coño peludo de su madre. Con lo cual se sorprendió bastante al ver un coño completamente rasurado. Siguió mirándolo y Sara esto le puso más cachonda. Así que dio más ímpetu a sus movimientos.
Miraba a la chica a los ojos, mientras ella subía y bajaba la mirada, mantenía más tiempo los ojos en su coño húmedo, aprendiendo de cómo debía tratarse a sí misma cuando estuviera sola.
Sara había salido a por juguetes y cogió el primero, era un bate de baseball para niños, de unos 40 centímetros, pero con el ancho que a ella le gustaba. Lo colocó en el suelo y se lo fue acercando hacia el coño. Cuando ya lo tenía a la altura del culo, lo levantó se lo puso en las puertas del coñito y lo metió un poco.
Miraba como la chica se movía y como la miraba, le encantaba sentirse deseada por otras mujeres. Empezó a masturbarse el clítoris, buscaba con la yema de los dedos la ranura justa donde se encontraba el placer y cuando la encontró empezó a tocarla. Solo entonces y por apenas unos segundos la perdió de vista a su mirona. Entonces se empezó a meter el bate un poco hacía dentro y a sacarlo. Mojado de ella misma. Lo metió una segunda vez y lo volvió a sacar. Se lo introdujo otra vez más, a penas lo metía unos 10 centímetros, pero el simple hecho de que le abriera el coño y se lo volviera a cerrar ya le ponía a mil.
Antes de volver a metérselo, se lo llevó a la boca y mirándola fijamente a su niña masturbona, lo chupó y puso una cara de viciosa salvaje. Su mano izquierda mientras separó sus labios nuevamente y empezó a acariciarse por el interior. Una vez que los tenía bien empapados se los volvió a poner en el clítoris y a buscar su máxima satisfacción en él.
La chica también debió entrarle curiosidad con el saber que podía tener el sexo de una mujer, así que cambió su mano y con la que había estado todo el rato metiéndose mi pene por su raja se la llevó a la lengua. Lamió su dedo y volvió a ponerla entre las piernas.
Sara le hizo un gesto de negación con la cara como queriendo decirle que no era lo mismo con mi polla en medio. Se levantó del suelo con dos dedos dentro de su coño, se los metió bien adentro. Los sacó y se los puso a la chica en la boca. Esta puso cara de gustarle mucho más, la miró a Sara a los ojos y le deleitó con una de sus preciosas sonrisas.
Sara, con sus dos manos mojadas, se las puso en las tetas. La chica soltó un suspiro y siguió moviéndose. Soltó una de sus manos de mi pene. No pasaba nada, no se iba a caer tal y como estaba de cachondo. Ella acercó su mano al coño de Sara y empezó a acariciarlo. Sara cerró los ojos y le dejó a ella sola. La chica empezó a tocarla por su coño. Pasando toda su mano por dentro de los labios, metiéndole tres de sus pequeños deditos en aquel ahuero empapado. Sacó sus mano y la colocó sobre su clítoris y lo movió más rápido.
Sara entonces se dirigió a mí.
Cariño, ¿quieres un juguetito?
Ya sabes que sí!
Sara levantó a la chica de encima de mí. Mi polla seguía completamente erguida y estaba súper excitado pensando en que había sido capaz de inventarse ahora Sara.
Me pidió que me levantara un poco de la silla, colocó algo sobre ella y me dijo que me volviera a sentar.
- Eh!, quita esa mano, que tienes que adivinar que es sin manos.
Empecé a bajar hasta que noté una cosa redondita, ella me dijo que echara un poquito más para atrás el culo hasta que lo noté en la punta del ano. Estaba empapado de aceite y entró enseguida, pero a los dos o tres centímetros encontré otra cosa redonda, no eran bolas porque aun no se había cerrado mi ano cuando noté que empezaba la siguiente, un poquito más grande.
Mi polla tenía el semen en la punta, estaba tan excitado que no me hubiera extrañado que en aquel mismo momento me diera un ataque al corazón.
De depende, cuando creía que ya estaba dentro, noté como de nuevo se volvía a ampliar el circulo y volvía a abrirse mi culo. Y pensaba, si aun no toco la silla, lo menos me faltan 10 centímetros más.
Mientras tanto las dos chicas se masturbaban mutuamente, Sara es como si ya no estuviera, pero mi dulce chiquilla sí que miraba lo que hacía.
Necesitaba que mi culo se dilatara más para poder seguir bajando, así que me levanté y el juguetito se levantó conmigo, me puse en cuclillas y presioné para que entrara un trozo más. Era increíble, estaba loco, follado por algo metálico y resta balizo, noté como no había más, se metió todo dentro de mí.
- Ya está mi vida.
Sara me dijo que me tenía que volver a sentar en la silla como antes. Que me iba a correr dentro de ella y con eso dentro.
Le dijo a la dependienta que era su momento de gloria. Hacer que se corriera su primer hombre. La verdad es que estaba muy excitado, pero tenía que aguantar todo lo que pudiera.
Al sentarme sentí de nuevo como entraba, la polla se me puso más firme aun.
- Levántate un poco - me dijo Sara de nuevo.
Noté como dos manos agarraban el juguetito y tiraban de él para abajo. Mi dulce chiquilla se metió mi polla en la boca, se la metió hasta el fondo y me empujó para que volviera a sentarme de nuevo. Volví a notar cómo me penetraba el ano aquella cuarta bola placentera del juguete.
Luego Sara le levantó la boca un poco hasta que la colocó sobre mi glande. Con su lengua jugaba alrededor de él. La tocaba ligeramente con la punta de la lengua. Le daba vueltas, la besaba con los labios, pero no bajaba.
Entonces lo entendí. Lo que quería era que yo subiera, que le metiera mi falo en su boca mientras sentía como mi ano se abría y cerraba al pasar por aquellas bolas.
Me agarré con las dos manos del taburete y tiré para arriba. Notaba como salía de mi interior al juguete de Sara y como entraba mi polla por el paladar de mi dependienta. De nuevo su cabeza bajó, metiéndose mi polla hasta la garganta, sintiendo como se habría mi ano y el roce por dentro de cada una de las curvas.
Por primera vez grité, alguien podría haberme oído. Sara olvidándose ya de si el juego salía bien o mal me metió sus braguitas que aun tenía en la cara dentro de la boca para que no gritara más y volvió a levantarle la cabeza.
Yo, volví a subir de nuevo, pero ahora ya no me empujaron, tenía que ser yo quien marcara el ritmo que necesitara. Y así lo hice. Bajé un poco dejando abrir mi esfínter con la tercera bola que mejor me hacía sentir, notaba la lengua como recorría mi capullo y volví a subir buscando que lamiera más de mi falo, sintiendo como se cerraba mi culo y como por dentro se movían todas las curvas por todas mis paredes. Sentí la garganta de mi niña y volví a irme hacia abajo alejándole el caramelo de su boca y dejando que entrara otro sabroso en mi culo.
Mientras tanto Sara se divertía con mi niña del mismo modo, cogió otro juguete, dos bolas unidas por una cuerda, las untó con el aceite y empezó a metérselas por el culo. Mientras con la otra mano le masturbada toda su vulva y le masajeaba el clítoris de forma salvaje.
Notaba como su culo tiraba de las bolas hacia dentro y Sara se las sacaba. Le producían más placer aún, y mordía mi polla con más fuerza. Yo también tuve que aumentar el ritmo, no podía más era la mejor felación que me habían hecho.
Me corrí en su boca y ella la abrió dejando caer el semen y su saliva por toda mi polla. Mientras ella también tenía otro orgasmo que la dejó allí a cuatro patas en el suelo temblando de placer.
Nela?
Ostias mi jefe.
La ayudamos a que se vistiera rápidamente, salió y nos quedamos Sara y yo allí arreglando las cosas y hablando, contándonos cada uno al otro lo que había pasado mientras no estaba.
¿Ahora te toca a tú? - me dijo Sara.
¿A mí qué?
Yo ya he conseguido lo que tú querías. Ahora eres tu el que tienes que conseguir que yo también me corra con ella.
Creamos un plan y salimos del probador.
Yo me acerqué a la chica y le susurré al oído.
- Perdona princesa, ¿puedes ayudarme?
Ella nerviosa y con la voz entrecortada me dijo que qué quería.
Verás, es el cumpleaños de mi amiga dentro de una semana y quería darle una sorpresa. Pero es que si le compro yo el regalo ahora es demasiado descarado.
Dígame en que puedo ayudarle, tranquilo.
Quería comprar un par de películas pornográficas y verlas con ella. ¿Tú podrías el jueves cuando acabes de trabajar venir por mi casa a traerlas?
La sonrió de nuevo y dijo un sí que parecía que fuera a tener otro orgasmo. Dios con la niña, que morbo.
- De acuerdo, muchas gracias.
Nos fuimos hablando hacía la puerta.
¿Han encontrado algo que les guste?
Si, pero además es que como algunas cosas las hemos ensuciado al romperte un tarro de aceite encima, nos las vamos a llevar.
¿Que cosas?
Estas juguete de bolas y este adorno plateado. Seguramente nos servirán para algo.
Le sonreímos los dos. Ella nos devolvió la sonrisa y nos fuimos para casa a esperar al siguiente jueves.