De senderismo con los amigos
Relato real sobre una acampada que se nos fue un poco de las manos.
En mi segundo relato para la comunidad he decidido escribir una historia cien por cien real. Sé que a la mayoría de los lectores les gustará menos que mi primer relato, pues la imaginación nos permite ciertas licencias que son imposibles si nos ceñimos a la realidad, pero tanto a Sofía como a mí nos volvía locos la idea de compartir con la comunidad una de nuestras experiencias, sin ningún tipo de añadido o modificación.
La historia ocurre a mediados de octubre de un año realmente cálido. A pesar de las fechas, el calor del verano seguía presente y sólo desaparecía con la frescura de las noches. Los universitarios, entre los que me encontraba, habían acabado sus exámenes de septiembre y apenas habían comenzado el curso. El clima cálido, junto con las ganas de ocio que teníamos tras los exámenes, propiciaron que un grupo de amigos nos juntáramos y propusiéramos planes con los que evadirnos de la monotonía diaria. Finalmente, se decidió que pasaríamos dos días completos en la naturaleza; estaríamos dos días perdidos por la sierra, sin cobertura y tan solo acompañados por nuestras mochilas y nuestros sacos de dormir.
Por aquel entonces, hacía un par de meses que Sofía había pasado a formar parte de nuestro grupo y hacía aún menos tiempo que habíamos intimado, de hecho, nadie de nuestro grupo conocía ese detalle, lo único que sabían era que nos llevábamos realmente bien.
Después de unos días seleccionando la ruta a seguir y haciendo los preparativos necesarios, por fin fijamos la fecha y aguardamos su llegada. Para entonces, la lista de senderistas se había reducido drásticamente y, finalmente, sólo quedamos cuatro; Fernando y Laura y Sofía y yo. Respecto a Fernando y a Laura sólo os quiero aclarar que, aunque no eran pareja, todos sabíamos que se tenían ganas, de hecho, a día de hoy, aún no puedo asegurar si hubo realmente algo entre ellos o si ya lo había en el momento de nuestra historia.
Por fin llegó la fecha y nos pusimos en marcha. Tras un corto trayecto en coche desde la capital, nos echamos las mochilas a la espalda y comenzamos el ascenso. La primera parte de nuestra travesía consistía en un ascenso extremadamente duro debido a las fuertes pendientes. Después de estar toda la mañana andando, el paisaje cambió y las pendientes se suavizaron un poco. En ese momento entramos en un entorno idílico en el que las grandes arboledas nos protegían del calor del sol del mediodía. Fue en este entorno tan excepcional dónde paramos para comer.
Tras la comida y las fotos de rigor, realizadas siempre por Laura, nuestra fotógrafa amateur, nos pusimos de nuevo en camino hacia la cima. De nuevo las pendientes se endurecieron, hasta el punto de que Sofía y yo nos quedamos atrás, ya que estábamos en peor forma física que Fernando y Laura.
Al principio esto me molestó, porque nuestros amigos no nos esperaron, pero en seguida se me pasó el enfado cuando Sofía se puso delante de mí para continuar el ascenso. Esto hizo que durante el resto del ascenso yo tuviera unas vistas magnificas de su trasero, apretado en unas mallas deportivas. Cuando se dio cuenta de lo que me distraía no se conformó con ir delante, sino que se paraba bruscamente para que yo chocara con ella, momento que aprovechaba para manosearme por encima de los pantalones. Esto ocurrió varias veces hasta que en una de ellas, en vez de volver a hacer lo mismo, decidió bajarse las mallas hasta dejar su culito al aire, para después continuar con el ascenso con las mallas en esa posición. Después de un rato con estas increíbles vistas el bulto de mi pantalón era claramente visible, por lo que decidí alcanzarla, la sujeté del trasero, la obligué a darse la vuelta y la besé. Cuando el beso terminó le pasé una mano por la nuca y la invité a arrodillarse, mientras me aseguraba de que nuestros amigos no aparecían sendero arriba. Inmediatamente, las manos de Sofía buscaron en mi pantalón aquello que querían con urgencia y su boca se puso manos a la obra. No hubo ningún tipo de juego previo sino que cogió mi polla y se la metió en la boca con urgencia, comenzando un movimiento rápido de vaivén en el que mi polla desaparecía en su boca una y otra vez, hasta el fondo. Mientras Sofía mamaba yo estaba pendiente del sendero, por si aparecían nuestros amigos, y tras unos minutos de mamada magnífica en un entorno insuperable apareció una figura a lo lejos en el sendero, por lo que avisé a Sofía y me guardé la polla mientras ella se levantaba.
Seguimos el sendero hasta alcanzar a la figura, que resultó ser Laura, la cual estaba preocupada porque no aparecíamos y había decidido retroceder un poco para buscarnos y de paso hacer fotos de todo lo que encontraba. Al parecer, no se había dado cuenta de lo que en realidad estaba ocurriendo, pues estaba demasiado lejos, y creyó que el retraso se debía a nuestro cansancio.
Seguimos la ruta hasta alcanzar a Fernando que nos esperaba sentado sobre una roca. Cuando llegamos nos dijo que debíamos de habernos pasado el refugio, pues según la información que teníamos había una cueva que nos tenía que servir de refugio para la noche pero debería estar más lejos de la cima. Teníamos pues dos opciones, volver para buscar la cueva o bien seguir ascendiendo hasta encontrar algo que nos sirviera de refugio.
Como el tiempo era favorable, nos decidimos por la segunda opción y seguimos con nuestra ruta, hasta que, con el sol ya bajo en el horizonte, llegamos a unas peñas enormes, en una de las cuales había dos oquedades. Estaban a ras de suelo, una frente a la otra, distanciadas unos cuatro metros y con el tamaño suficiente como para alojar a dos personas tumbadas o en cuclillas.
Dado que parecían un buen refugio para pasar la noche y ya no quedaba mucho rato de luz optamos por quedarnos y nos adjudicamos cada pareja su refugio. Nos preparamos para pasar la noche despejando la zona de piedras, asegurándonos de que no había obstáculos que pudieran propiciar caídas en mitad de la noche y sacando los sacos de dormir y la ropa de abrigo.
Nos acomodamos en nuestros pequeños refugios, tomamos algo de cenar y nos quedamos de cháchara hasta bien entrada la noche, hasta que nuestras siluetas eran apenas visibles en la creciente oscuridad, entonces nos fuimos a dormir, dando inicio a la parte divertida de la historia.
Estábamos a apenas cuatro metros de Laura y Fernando pero eso a Sofía no le importó en absoluto. Amparada en esa oscuridad casi absoluta, en la que apenas era capaz de distinguir su silueta a pesar de estar junto a mí, se deslizó en mi saco de dormir, abriéndolo por completo, y aferró con ganas mi miembro.
Haciendo el menor ruido posible se afanó en desnudarme de cintura para abajo y, cuando lo consiguió, continuó con la mamada que había dejado a medias esa misma tarde. Mientras Sofía seguía a lo suyo, yo intentaba no hacer ruido y afinaba el oído para controlar los movimientos de nuestros amigos. Desde mi posición, escuchaba claramente los sonidos debidos al roce de sus sacos de dormir y a sus movimientos, sin embargo, no había ruidos de conversación. No puedo decir qué estaban haciendo, pues los sonidos que escuchaba podían deberse simplemente a que estuviesen acomodándose para dormir, pero lo que sí puedo decir es que estos sonidos llegaban a mí con claridad, por lo que ellos debían de escucharnos a nosotros perfectamente, y eso hizo que tanto Sofía como yo nos pusiéramos a mil.
Al principio, estábamos en tensión, por si se daban cuenta de lo que hacíamos y de alguna forma les sentaba mal y nos llamaban la atención. Pero después de un rato, al ver que los sonidos que escuchábamos no cambiaban, nos tranquilizamos y decidimos disfrutar de esta situación.
Al poco, Sofía decidió subir la apuesta, por lo que comenzó a añadir a los sonidos anteriores sonidos de succión intercalados con algún que otro sonido debido a salivazos. Mientras tanto, yo estaba que no podía más, intentaba no hacer ruido pero los chupetones de Sofía eran claramente audibles, esto hacía que yo me pusiera aún más cachondo y no pudiera evitar producir algún sonido. En cuanto a Laura y Fernando, se les seguía oyendo igual que antes, sin ninguna modificación en los sonidos que percibíamos.
Al cabo de un rato, cuando ya estaba a punto de reventar gracias al morbo de la situación, Sofía dejó lo que estaba haciendo y se deslizó hasta tumbarse encima de mí. En esta posición, se desnudó de cintura para abajo, tras lo cual se situó a horcajadas sobre mí, tomó mi miembro, lo posicionó correctamente y comenzó a deslizarse hasta que lo tuvo completamente a su interior. Al parecer, ella estaba tan cachonda como yo, pues pocas veces la he notado tan húmeda como en esa ocasión.
En esta posición, Sofía comenzó a moverse, cabalgando ágilmente sobre mi miembro a punto de explotar. Durante un rato los únicos sonidos perceptibles fueron los debidos a los roces de los sacos de dormir. Tras unos minutos así, me percaté de que ya no escuchaba a Fernando ni a Laura, que, o se habían dormido al fin, o habían terminado con lo que estaban haciendo y ahora se limitaban a escuchar nuestra actuación. Al pensar en esto último no pude controlarme más, y ya estaba a punto de correrme cuando Sofía se me adelantó, corriéndose sobre mí e intentando en vano contener un gemido. Se recuperó en seguida, descabalgó y puso su boca a trabajar rápidamente, para no dar tiempo a que ese momento de éxtasis por el que yo estaba pasando se desvaneciera.
Bajo estas circunstancias era imposible que aguantara durante más tiempo, por lo que no habían pasado ni veinte segundos cuando al fin estallé en una corrida abundante que Sofía recibió gustosamente en el interior de su boca. Sofía continuó un rato con lo que estaba haciendo, hasta que la última gota de mi semen se deslizó por su garganta.
Al terminar, se deslizó a mi lado y nos arrebujamos con los dos sacos de dormir para pasar la noche. Al poco, nos quedamos dormidos, sin habernos percatado de ningún sonido más procedente de nuestros silenciosos espectadores.
A la mañana siguiente fueron Fernando y Laura los que nos despertaron. Habíamos dormido demasiado y debíamos continuar con nuestra ruta, por lo que recuperamos nuestra ropa interior y nuestros pantalones del fondo de nuestros sacos, nos los pusimos y emprendimos la marcha en cuanto terminamos de recoger el campamento.
Durante el resto del día no se comentó nada de lo ocurrido durante la noche, pero a los cuatro se nos notaba más enérgicos, cómo más ligeros y con más ganas de continuar la ruta. Desde luego, esta fue una de las mejores rutas de senderismo que he realizado nunca.
Para terminar, sólo os quiero comentar que sigo recordando la mamada aquí descrita como una de las más morbosas y tiernas que me han hecho nunca. No sólo por la situación en la que se dio, que aumentó considerablemente el morbo, sino porque la persona que me la hizo es la persona con la que quiero compartir mi vida, y en esta ocasión compartimos un momento íntimo (a pesar de ser “en público”) aumentando nuestra confianza mutua. De hecho, fue la primera vez que Sofía decidió tragarse todo mi semen, dejándome estupefacto ya de paso.