De secretaria a puta y a esclava (7)
Una nueva esclava esta a punto de unirse a nuestra particular familia
Como comenté, había empezado a sentir una creciente inquietud por el inusual y despreciativo trato que me daba Teco durante los últimos días y que me hacía temer por mi continuidad como esclava en su hacienda.
Había asimilado mi condición sumisa por completo, pese a llevar relativamente poco tiempo viviendo como tal, y ya no imaginaba otra vida que la de servir con la mayor eficacia a mis señores. No quería otros amos, y la idea de ser cedida o traspasada me llenaba de temor. Eso hacia que tratara de ser lo mas complaciente y eficiente que podía, tanto en la oficina como en la misma casa. Pero en mi interior no sabía si lo estaba logrando o si sería suficiente para ganarme el puesto, que yo no había pedido, pero del que ya no podía prescindir.
Fue entonces cuando una mañana, acompañado del numeroso correo que llegaba al despacho llego una carta del pueblo.
En ella mi madre, me notificaba las malas noticias que se habían producido en el seno de mi familia.
Mi padre, quien siempre había sido un poco cabeza loca, ahora a sus sesenta y tantos años, se había liado con un jovencito a quien doblaba la edad y mi madre no había tenido mas remedio que pedir el divorcio.
Me contaba que se sentía sola y deprimida y había decidido venir a pasar unos días a la ciudad para verme, pasar un tiempo juntas y decidir sobre su futuro.
La noticia me causó un tremendo shock, primero por lo inesperado e impactante del cambio de gustos sexuales de mi padre, luego tristeza por la separación de dos personas a quienes quería por encima de todo y que habían vivido en común durante mas de 30 años, y luego, ya mas calmada, por como iba a solucionar el problema de que mi madre se viniera a vivir conmigo unos días.
Por más que me devané los sesos tratando de encontrar una solución factible no la encontraba.
Yo ya no tenía casa , y ni siquiera tenia una vida privada y propia.
¿Cómo iba a decirle a mi madre que su única hija se había emputecido hasta el extremo de perder sus derechos como ser humano y convertirse en una sumisa, prácticamente una esclava al servicio de los placeres ajenos de un matrimonio, que me trataban poco menos que como una perra?
No me quedó más remedio que enseñarle la carta a Teco, quien después de leerla detenidamente, me dijo que no me preocupara.
Por unos días, bien podrían alojar a tu madre en su casa y darle a mi apariencia cierto grado de normalidad, explicándole a mi madre que yo aparte de secretaria ejercía de criada domestica a jornada completa en su casa.
Me tranquilizó diciendo que él mismo hablaría con su mujer para explicarle la situación y trataría de suavizar el asunto para que mi madre no sospechara ni quedara defraudada con su hija.
Inmediatamente me postré de rodillas ante él y comencé a lamerle los zapatos como muestra de agradecimiento y devoción, aunque un nuevo y cierto temor irracional comenzó a germinar desde mis entrañas. Algo en el tono de su voz y en su mirada me hacía presagiar que Teco tenía algún plan o idea que desde luego no iba a compartir conmigo pero que sin duda no presagiaba nada bueno para la inminente visita de mi madre.
El mismo fue quien se encargó de recoger a mi madre en la estación de autobuses y de informarle de todas las novedades que se habían producido en mi vida.
Yo mientras tanto la esperaba en casa vistiendo casi por primera vez mi flamante uniforme de doncella francesa.
A mi madre le asignaron uno de los cuartos para invitados de que disponía la casa y mientras se instalaba y en uno de los momentos en que nos encontrábamos a solas con cierta intimidad me confesó la grata impresión que le había causado mi jefe y la suerte que tenía de haberle encontrado.
Naturalmente yo le seguí la corriente, sabía que Teco podía ser irresistiblemente encantador cuando las circunstancias los requerían, aunque para adentro pensaba lo que pasaría por su mente si imaginara remotamente las verdaderas circunstancias de mi trabajo.
Afortunadamente eso no pasaría nunca, los pocos días que estuviera de visita bien podríamos mantener la ficción y las apariencias de que yo era una empleada del hogar normal y corriente.
En realidad, su visita no interfería demasiado en mi rutina diaria, y la única precaución que había de tener era asegurarme de que nunca entrara en la cocina antes de las tres de la tarde y se topara con la nueva cocinera-esclava y se la encontrara como habitualmente vestía, es decir, completamente desnuda y con los enormes consoladores perforando unos agujeros que ya se iban acostumbrando a su desacostumbrado tamaño.
Los dos primeros días transcurrieron con normalidad e incluso llegué a pensar que todo saldría a pedir de boca y mi madre acabaría su visita y se marcharía sin sospechar nada de lo que acontecía en la casa. pero al tercer día y cuando me metí en la cocina como acostumbraba a hacer nada mas llegar de la oficina, me encontré con mi madre, que vestía un delantal de cocina y se encontraba rodeada de humeantes cacerolas.
Al verme me dedicó una de sus flamantes sonrisas y antes de que pudiera preguntarle me explicó que la cocinera no había aparecido ese día, parecía que estaba enferma, y ella había querido agradecer la hospitalidad de mi jefe ocupándose de sus quehaceres hasta que se restableciera.
Me comentó que había mantenido una larga conversación con Marga, y que incluso estaba barajando la posibilidad de quedarse indefinidamente a vivir conmigo, pues según me dijo, Marga amablemente le había sugerido tal idea y le había ofrecido el puesto de cocinera.
Naturalmente, traté de disuadirla con todos los argumentos que se me ocurrieron hasta que mi madre me dijo que ahora ella no tenia a nadie salvo a mi, y ninguna obligación que le esperara en el pueblo, y ante mi reticencia a tal idea, que le había sorprendido desfavorablemente, me preguntó porque quería deshacerme de ella.
Por supuesto, el único argumento que me quedaba por esgrimir no podía exponérselo, hiciera o dijera lo que fuera, la haría daño.
La disyuntiva era difícil, que creyera que su hija quería librarse de ella, o que descubriera, como así seria si se quedaba, mi verdadera condición en la casa.
Inocente de mi, ni siquiera se me pasó por la cabeza que la idea de mis amos fuera esclavizarla también a ella, como en realidad tenían pensado hacer desde el mismo momento en que supieron de su llegada.
El momento que me temía sucedió al día siguiente. Estaba terminado de vestirme para ir a la oficina cuando escuche unos fuertes exabruptos e improperios que venían desde la cocina.
Al parecer mi madre había bajado a hacerse el desayuno y se había topado de bruces con la joven cocinera toda desnudita y con sus acostumbrados consoladores.
Esta, aun con su fuerte catarro había decidido ir a servir en la casa y había llegado unas horas antes de lo habitual, pues temía la reacción de Marga al faltar a un día de trabajo y de esta manera quería congraciarse con ella.
Al parecer Marga había "olvidado" de forma conveniente comunicarle que el puesto ya había sido de nuevo cubierto por mi madre.
Al poco de llegar yo a la cocina y antes de que pudiera abrir la boca oí los pasos apresurados de Teco y los de la propia Marga que sorprendidos por los gritos, o mas seguro, esperando oírlos, se habían acercado a ver que pasaba.
De inmediato mi madre se encaró con Teco, pidiéndole todo tipo de explicaciones y amenazándolo con denunciarlo a la policía por el trato que daba a su empleada.
Estuvo varios largos y tensos minutos expresando su indignación hasta que poco a poco fue perdiendo fuelle y energías. Ese fue el momento elegido por mi Amo para poner las cartas sobre la mesa.
Le explicó de la manera mas cruda y con todo lujo de detalles mi verdadera condición en la casa, y que por él podía ir a la policía o a donde mejor le viniera en gana, nada iba a conseguir pues tanto la cocinera como yo misma teníamos firmados contratos perfectamente legales y estábamos allí libremente y sin ningún tipo de coacción, y éramos pagadas generosamente por nuestros servicios, lo cual era completamente cierto.
Mientras Teco proseguía con sus aplastantes argumentos pronunciados con voz tranquila y sin levantar apenas el tono de voz, vi como la expresión de mi madre iba transformándose de amenazadora a alarmantemente preocupada para acabar reconociendo la derrota nada mas empezada la batalla.,mientras yo , impotente y avergonzada era testigo muda de los acontecimientos.
-Y al extremo al que han llegado las cosas, me temo que usted solo tiene dos opciones continuaba Teco
-Abandonar esta casa inmediatamente y despedirse de su hija definitivamente o callarse la boca y cumplir eficiente y sin chistar con sus obligaciones de cocinera.
Ante los aplastantes e irrefutables argumentos, mi madre incapaz de reaccionar me lanzó una breve mirada cargada de pena, vergüenza y derrota y casi como una autómata, incapaz de reaccionar, tratando aun de asimilar las duras palabras de Teco, hizo ademán de acercarse al fogón a retirar el cazo de leche que empezaba a hervir peligrosamente.
-Un momento- la interrumpió Teco, quien no había cambiado un músculo de su cara , aunque el brillo de sus ojos anunciaba claramente su victoria sobre mi madre.
-Si vas a quedarte como cocinera, ya sabes el uniforme que lleva el servicio en esta casa, así que ¡ Desnúdate!- le disparó a bocajarro tuteándola por primera vez de forma deliberada.
Mi madre incapaz de reaccionar y ya derrotada del todo, lenta y parsimoniosamente, con las manos temblándole empezó a desprenderse de sus vestimentas, prenda a prenda, ante la atenta mirada de mis Amos que visiblemente estaban disfrutando de la situación.
Nada mas se bajó la bragas y su vagina quedo a la vista de todos, Marga clavó la puntilla con su crueldad y sadismo habituales, y ya sin ningún disimulo.
-Mira Teco, mucha indignación y reparo, y la muy guarra tiene todo el coño depilado.
-Ja ja ja ja rieron a coro los dos.
Mientras tanto, mi madre roja como la grana continuó con su strip tease particular hasta que la ultima prenda abandonó su aun atractivo aunque gastado cuerpo y quedó completamente desnuda en medio de la cocina.
Teco ya no quiso esperar mas, había vencido y todos lo sabíamos. Dándole un corto beso a su mujer se despidió diciéndole.
-Me voy a la oficina, querida. Dejo a la nueva puta en tus manos.
Y salió de la cocina seguido sumisamente de mi, que aun trataba de asimilar el nuevo rumbo que había tomado mi vida apenas hacia unos segundos.
Este es un relato ficticio aunque basado en ciertos aspectos reales de la vida.
Agradecería cualquier comentario y opinión que os haya merecido, especialmente de las mujeres, señoras, y señoritas que se hayan sentido identificadas de algún modo con la sufrida protagonista.
Me gustaría me hicieran participe de sus confidencias, fantasías, y anhelos mas íntimos y secretos, y si de alguna manera puedo ayudarlas a hacer realidad dichas fantasías, ni que decir tiene que estaré encantado en satisfacerlas.