De secretaria a puta y a esclava (6)

De como trancurre mi vida tratando de adaptarme al ritmo de la casa donde los cambios se producen constantemente a un ritmo insospechado

El pequeño despertador sonó como siempre a las 5 y media de la mañana.

Rápidamente salté de mi camastro, como siempre completamente desnuda, y sin siquiera lavarme o hacer mis primeras necesidades me fui a la cocina para cumplir con la rutina que venía desempeñando desde hacía ya tres semanas. Exprimí varias naranjas y con el zumo en sendos vasos me dirigí rauda a la habitación de mis amos.

Una vez allí los desperté suavemente por el procedimiento de acariciar y lamerles sus genitales, tal y como me habían enseñado a hacer.

Una vez hubieron tomado sus zumos, ellos mismos fueron quienes me prodigaron mi desayuno habitual desde que empecé a servir en la casa, sus propios orines los cuales tomaba directamente de la verga de mi amo y del coño de mi señora.

El sabor de ésta siempre era ligeramente mas dulce y menos ácido, nunca supe porque.

Luego me apresuraba a ir a todo correr al jardín y allí les llenaba el comedero de pienso y les cambiaba el agua a los dos impresionantes perrazos de una raza que nunca conseguí pronunciar y que pese a que nunca se habían mostrado agresivos conmigo me inspiraban un respeto y temor reverencial, desde niña nunca me habían gustado los perros.

Y después de esto, me volvía rápidamente a mi cuarto a vestirme con mi traje de ejecutiva.

Cuando salía, Teco ya estaba elegantemente vestido esperándome y ambos salíamos rumbo a la oficina.

Ese era el periodo del día en que me sentía menos esclava, pues vestía casi normalmente y la mayor parte de la jornada la pasaba haciendo los deberes propiamente dichos de una secretaria administrativa, aunque a veces, bueno, bastante a menudo, tenia que ejercer también de puta sin sueldo, pues cuando Mi jefe y amo recibía alguna visita de algún cliente o colega de negocios no era raro que me hiciera hacerles una mamada a ambos independientemente del sexo del visitante.

Entonces yo obedientemente me desnudaba completamente, me arrodillaba a los pies del hombre o la mujer de turno, y me esmeraba lo mejor que sabía en hacer que se fueran satisfechos y felices.

La orina y el semen eran pues parte muy importante en mi dieta y nutrición, ya que aparte de ello eran muy pocos los alimentos sólidos que tomaba, a causa de lo cual mi cuerpo mostraba una marcada delgadez.

Para contrarrestarla, mi señora, que por cierto es farmacéutica, me recetó una serie de sueros y complejos vitamínicos que ella misma se encargaba de aplicarme por el doloroso método de inyectarme enormes inyecciones en el culo.

No se de que estarían compuestas pero el dolor cada vez que me pinchaba era atroz y apenas podía caminar durante unas horas después de aplicármelas.

Por esto me las ponía siempre el sábado por la noche, antes de enviarme a dormir.

Como iba contando, después de salir de la oficina, habitualmente a las tres de la tarde salvo imprevistos, volvía a la casa de la sierra con mi amo, y una vez allí, me convertía de nuevo en una esclava total, sin ningún derecho salvo el de obedecer incondicionalmente cualquier orden de mis señores, aunque en realidad Teco solía desentenderse bastante de mi, y prácticamente era la esclava de Marga, quien se había convertido en mi verdadera Ama.

Era entonces cuando Lizette, la joven cocinera, una vez cumplidas sus obligaciones cotidianas se marchaba y yo tomaba el relevo en las tareas domesticas.

Me caía muy bien Lizette, y me sentía muy identificada con ella ya que ambas sufríamos parecido tratamiento bajo la férrea disciplina de la señora.

No se los motivos, pero Marga era especialmente cruel con ella, y mas de una vez cuando Teco y yo regresábamos del trabajo nos topábamos con la escena de verla arrodillada con las manos esposadas a la espalda y con sus enormes y habituales consoladores bien adentro de sus agujeros comiéndole el coño o el culo a la señora, mientras esta le retorcía con fiereza sus maltrechos pezones o le daba furiosos latigazos en el trasero, que Lizette aceptaba si emitir el mas mínimo gemido aunque gruesos lagrimones corrían por sus mejillas.

Ambas éramos cruelmente castigadas ante la mas mínima falta a veces casi inexistente, creo que Marga era una sádica patológica que disfrutaba infligiendo dolor a las personas que sabía no podían defenderse, aunque a algunas veces, las menos, también solía mostrarse extremadamente tierna y delicada, y entonces me acariciaba y me masturbaba con una dulzura que compensaba con creces todos los dolores pasados y futuros que fuera a padecer en sus manos.

La semana anterior, mientras mis amos comían la sopa que yo les había servido, como siempre completamente desnuda, Marga descubrió un pelo negro y largo en ella.

De inmediato le dio un manotazo al plato que derramó todo su contenido en el suelo.

De alguna manera fue una suerte para mi pues fui obligada a limpiar el suelo con la lengua, pero al menos pude saborear aunque de manera harto desagradable la apetecible comida de Lizette, que era un magnifica cocinera, y rompí así con la monótona e insípida dieta a que era sometida.

Pero mi suerte fue la maldición de Lizette, Marga ni hizo ningún comentario sobre el incidente pero al día siguiente cuando regresamos del trabajo la encontramos atada en el suelo del jardín totalmente espatarrada en forma de cruz, con el pelo rapado al cero y la barriga hinchada a punto de estallarle.

A su lado estaba Marga, quien le acercaba sus propios mechones de pelo a la boca obligándola a comérselos acompañados de largos tragos de agua.

A tenor del pequeño montoncito de pelo que quedaba a su lado y la enorme y tupida melena negra que hasta entonces había lucido, no fue difícil adivinar el enorme suplicio que llevaría sufriendo la muchacha, quizás durante horas a manos de su sádica dueña, que no remitió hasta que el ultimo de los pelos de su cabello fue a parar a su estómago.

Supuse que habían estado con el proceso durante toda la mañana, pues ese día no había nada preparado para comer, y yo misma fui la encargada de preparar una comida fría a base de latas y salazones.

Esa fue la última vez Lizette preparó una comida en la casa.

Seguramente su destino fue ser cedida a otro Amo o quizás todavía peor. Tal vez no lo sabría nunca pues a mi jamás me contaban nada de lo que ocurría y tenia tajantemente prohibido hablar si no se me interpelaba y muchísimo menos hacer pregunta alguna sobre cualquier tema por trivial que fuera.

El caso es que al día siguiente ya había una sustituta en su puesto, y por descontado estaba cocinado tan desnuda como ella y con unos nuevos consoladores tan monstruosos como los que Lizette había llevado, que hacían que la nueva muchacha permanentemente tuviera una mueca de dolor en su rostro pues sin duda sus agujeros no habían dilatado aun lo suficiente y sufría tremendas molestias.

Me consolé pensando en que se acostumbraría en poco tiempo. Y una vez más acerté pues a los pocos días ya los soportaba con normalidad como si siempre los hubiera llevado.

Quiso el destino o la casualidad que a las dos semanas escuchara por azar una conversación que mi ama mantenía con uno de sus amigos, y entre una palabra suelta aquí y allá, pude deducir que el destino de la infortunada Lizette no había sido otro que entrar a trabajar en un club de carretera.

Me estremecí de pavor imaginando las cosas a las que sería sometida allí, pues conociendo los sádicos instintos de mi ama, seguro que no habría elegido un club cualquiera, sino el mas cruel y depravado que pudo encontrar, y que mi pobre amiga estaría siendo sometida a vejaciones y crueles torturas de sol a sol los siete días de la semana, al capricho de cualquier degenerado o pervertido que tuviera las monedas para pagar sus servicios.

Me juré a mi misma no hacer contrariar jamás a Marga, a quien había aprendido a temer mas que al propio Satanás.

Mi vida mientras tanto transcurría en una tranquila y placidez monotonía por decirlo de algún modo. Ya llevaba dos meses de esclavitud en aquella casa, y pese a que la señora seguía disfrutando inventando nuevas travesuras para humillarme y hacerme sentir como lo mas bajo del escalafón, alarmantemente comencé a notar que Teco parecía que estaba empezando a perder progresivamente su interés sexual por mi, apenas eran pequeños indicios y detalles, al principio siempre me hacia mamarle la polla nada mas llegara a la oficina mientras el tomaba un café solo y sin azúcar tal y como a él le gustaba, pero estos últimos días cuando yo se lo servía e inmediatamente me arrodillaba a sus pies lista para chupársela me interrumpía con un suave ademán y me decía educadamente pero con cierta frialdad

Esto es todo por ahora, Azucena.

Vuelve con tus obligaciones- y me hacia salir de su espacioso despacho y dirigirme al pequeño saloncito donde yo misma tenía dispuesta mi mesa que hacía a la vez de recepción del mismo.

Apenas me tocaba ocasionalmente y se limitaba solo a ofrecerme a sus frecuentes clientes y colegas.

Yo sentía un creciente temor a ser cedida o traspasada y trataba de ser lo mas servil y eficiente que podía con él. Y constantemente me devanaba los sesos ideando nuevas formas de complacerle. Pero nada parecía dar resultado y poco a poco y fatalmente comencé a prepararme resignadamente a la no muy remota posibilidad de, una vez mas cambiar de destino y de dueño.

Mi única esperanza, me dije después de mucho meditarlo, era que mi Ama se hubiera encaprichado de mi. De momento no había notado ningún cambio en su trato hacia mi, sus desprecios y castigos eran constantes, que creo que, aunque les cueste creerlo, era su personal manera de demostrarme lo satisfecha que estaba conmigo. Y quizás, después de todo, la actitud de Teco fuera meramente transitoria, debida a alguna preocupación de la que yo no tuviera conocimiento o simplemente estuviera atravesando una fase de inapetencia sexual.

Al fin y al cabo, mi amo se había tomado muchas molestias conmigo, primero para captarme y abducirme, luego para domarme en aquella dura y solitaria hacienda, y mas tarde para hacerme dejar mi apartamento y mis escasas posesiones para llevarme a su casa a vivir a jornada completa.

La solución a mis problemas llegó una vez mas de la forma mas inesperada.

Este es un relato ficticio aunque basado en ciertos aspectos reales de la vida.

Agradecería cualquier comentario y opinión que os haya merecido, especialmente de las mujeres, señoras, y señoritas que se hayan sentido identificadas de algún modo con la sufrida protagonista.

Me gustaría me hicieran participe de sus confidencias, fantasías, y anhelos mas íntimos y secretos, y si de alguna manera puedo ayudarlas a hacer realidad dichas fantasías, ni que decir tiene que estaré encantado en satisfacerlas.