De secretaria a puta y a esclava (5)
Comienza una nueva etapa en mi progresivo descenso a la sumisión mas absoluta.
Pero Teco tenía otros planes para mi, lo primero que me dijo en cuanto por fin me dirigió la palabra, fue que había decidido que me fuera a vivir a su casa con él. Y argumentó que ya que era su esclava lo mas natural es que estuviera las 24 horas bajo su control y a su servicio.
Por supuesto, en un principio tal idea me llenó de estupor, pues sabía que estaba casado y no se me ocurría como reaccionaría su mujer al enterarse que su marido tenía una esclava. Aunque naturalmente lo único que dije fue con toda la humildad de la que pude hacer gala.
-Lo que mi señor disponga será bien recibido por esta su humilde esclava.
A Teco parecieron gustarle mis palabras pues me acarició el cabello levemente y solo dijo.
- Esta es mi chica
Luego ya no cruzamos una sola palabra en las horas que duró el trayecto a casa.
Lo primero que hicimos al llegar fue ir a mi apartamento, donde el mismo supervisó mi equipaje seleccionando que prendas y utensilios me estaba permitido llevarme y tener en su casa.
En realidad fueron muy pocas cosas, un par de vestidos y trajes para el trabajo, útiles de aseo, y un par de objetos personales.
La mayoría de mi ropa y la totalidad de mis prendas íntimas quedaron abandonadas en los cajones.
Luego, montamos de nuevo en el coche y nos dirigimos a su casa donde una nueva etapa de mi vida estaba a punto de empezar.
Yo estaba muy nerviosa y expectante, como he dicho temía la reacción de su esposa, pero Teco intuyéndolo, me apretó cariñosamente la muñeca y me dijo.
-Tranquilízate, pequeña, estás a mi cuidado y no tienes que preocuparte de nada.
-Deja que yo me ocupe de todo y tu limítate a comportarte como una niña buena ¿de acuerdo?
Y con esas palabras se zanjó el tema.
Lentamente abandonamos la ciudad y nos internamos en una exclusiva urbanización repleta de lujosas y señoriales casas, más bien mansiones rurales, donde sin duda Teco tenía su residencia.
Efectivamente al poco guió el automóvil por una gran parcela rodeada de un seto altísimo y aparcó en una cochera donde había varios coches parados.
Sin duda mi señor era un hombre muy adinerado.
Yo tenía los ojos bien abiertos tratando de embeberme de tal lujo: el enorme jardín, la piscina, la enorme fachada de dos pisos.... Todo era muy hermoso y estaba muy bien cuidado. Me hacia sentirme muy poca cosa, rodeada de tanto lujo. La actitud de Teco no hizo sino acrecentar mi nerviosismo, pues antes de bajar del coche hizo que me quitara de nuevo los zapatos y el abrigo, y saliera completamente desnuda. No lo esperaba aunque por supuesto obedecí inmediatamente, y así, toda en cueros salvo un collar de perro que Teco me había hecho poner en mi apartamento, inicié la marcha sumisamente tras los pasos de mi amo.
Ya en el interior Teco llamó a su mujer y a los pocos instantes una estupenda mujer de treinta y tantos, morena, y expresión dura y seria, apareció en la estancia.
Si yo esperaba alguna reacción de sorpresa o de enfado por su parte quedé completamente defraudada.
Se limitó a quedarse mirándome fijamente durante unos instantes para luego comenzar a manosearme y a palparme por todo mi desnudo cuerpo tal y como si valorase la adquisición de un nuevo animal de compañía o de granja.
Me sopesó los senos, me metió los dedos por el coño y el culo y luego me abrió la boca y examinó mi dentadura.
Era muy humillante, pero inexplicablemente mi coño estaba completamente mojado, me estaba excitando ante tal denigrante trato.
La señora debió darse cuanta porque le dijo a su marido que parecía que le había traído una perra en celo, una cerda de primera división, y añadió.
-Espero que esta puta sea más complaciente que Susanita.
Pese a la tensa situación, no pude por menos recordar que en la oficina se había comentado el repentino traslado de Susana, mi antecesora como secretaria personal de Teco, a otra sucursal de la empresa. Nadie se había podido explicar los motivos que hubieran podido ser la causa de ello, pues Susana era una chica que se hacia querer por todo el mundo. Joven, bonita, simpática, amable, y buena compañera, se desvivía por hacer la vida de los demás mas agradable y como es natural era muy querida y apreciada por sus compañeros. Además tenía entendido que estaba altamente cualificada y era muy eficiente en todas sus tareas. Por el tono en que mi nueva señora había pronunciado tales palabras, sin duda ahora yo conocía los motivos de primera mano, y quizás fuera la única en saberlos, seguramente había sido traspasada o cedida a otro ejecutivo como esclava.
Y ese sería mi destino tarde o temprano, si no conseguía que aquella altiva y hermosa señora se sintiera satisfecha de mis servicios.
Ya que ahora había comprendido que ella era también un Ama, o quizás ella fuera la verdadera Ama de la casa. Sin duda muy pronto iba a tener ocasión de comprobarlo.
Lo primero que hizo fue llevarme a lo que sería a partir de ahora mi vivienda, una mísera y desnuda habitación de ínfimas proporciones provista tan solo de un incomodo camastro, una cubo de metal a modo de Wc para hacer mis necesidades, y una percha para colgar mi ropa, los dos únicos trajes que yo llevaría a partir de entonces: Un traje de secretaria compuesto de minifalda, una blusa blanca muy escotada y casi transparente, y una chaquetita, para ir a la oficina, y un minúsculo vestido de doncella francesa, negro, para las raras ocasiones especiales en que me ordenaran llevarlo, pues ya me adelantó mi nueva señora que la mayoría del tiempo yo andaría siempre desnuda por la casa. Asimismo me informó brevemente y por encima cuales serían mis obligaciones en la casa que se componían de la casi totalidad de labores domesticas, salvo la preparación de la comida del mediodía, ya que yo estaría trabajando con mi amo y no me daría tiempo. A tal fin me dijo tenían contratada una cocinera a media jornada. Una jovencita de apenas 20 años que apenas la vi supe de inmediato que también la tenían mas o menos en régimen de esclavitud ya que se encontraba completamente desnuda ,al igual que yo, y mientras preparaba la comida sendos consoladores de tamaño monstruoso le sobresalían del agujero del coño y del culo, abriéndoselos de manera completamente antinatural.
Llevaba un collar similar al mío, y mostraba numerosas marcas de azotes, sobre todo en el trasero y en sus grandes y blanquecinas tetas.
Una vez entendidas mis obligaciones, mi ama, la señora Marga creyó conveniente darme un baño para quitarme toda la mugre y el olor que había acumulado durante mi periodo de doma, al fin iba a tomar mi ansiado baño aunque claro está no fue ni mucho menos como yo había imaginado.
Me llevó al jardín y me colgó por los brazos de un árbol, dejándome totalmente indefensa y muy estirada ya que mis pies no tocaban el suelo.
Luego cogió una manguera y me regó todo el cuerpo con agua helada.
Afortunadamente yo ya estaba acostumbrada al agua helada incluso en pleno invierno, pues mi entrenamiento había sido muy duro, y apenas me causó más que una pequeña molestia.
Cuando me hubo remojado bien, cogió un cepillo de cerdas muy duras y ásperas, y frotó y frotó con energía, sin ningún cuidado ni delicadeza, y solo paró cuando todo mi cuerpo estaba completamente enrojecido e irritado. Eso si me causó dolor.
Luego me enjabonó con un esparto similar a los usados para fregar cacerolas y finalmente volvió a enjuagarme con la manguera.
Una vez terminó el proceso de limpieza a su satisfacción me dejó secando como si fuera ropa tendida durante una media hora y transcurrido ese tiempo volvió y me descolgó.
Por supuesto me caí al suelo de inmediato como un pesado saco, estaba anquilosada y dolorida por el brutal tratamiento y mis piernas apenas me sostenían.
Pero Marga dándome unos fuertes latigazos con una pequeña fusta que siempre llevaba consigo me obligó a levantarme rápidamente.
Después de eso, me dijo que me fuera a mi habitación a descansar.
-Mañana empiezas en tus nuevas obligaciones. Te recomiendo que descanses todo lo que puedas. No podrás hacerlo muy a menudo y dicho esto me dejó sola con mis nuevas circunstancias.
Pese a que me encontraba exhausta y llevaba un cansancio terrible acumulado por los terribles días en los que consistió mi doma, y que ojala pudiera olvidar o esconder en el fondo de mi mente, pues había sometido a cosas que el ser humano mas depravado incluso le costaría creer, no podía conciliar el sueño.
Quizás se debiera al a incomodo y todavía extraño camastro donde me habían indicado dormir, y que se componía apenas de un duro somier de muelles del año de Maricastaña, y un fino jergón relleno de plumas que hacia las funciones de colchón, aunque llamarlo así no dejaba de ser un irónico eufemismo.
Aunque tal vez la razón principal fuera el frenético rumbo que había tomado mi vida en apenas un par de semanas y que aun estaba tratando de asimilar y comprender.
¿Cómo me había dejado envolver en este extraño mundo de sensaciones y pasiones extremas?
¿Por qué disfrutaba siendo tratada como una zorra, como un objeto sin voluntad?
-Dios mío, ¿en que me estoy convirtiendo?
Estaba muy asustada, pero no de Teco, ni de su mujer, ni de cualquier otro que fuera a usarme y a utilizarme de cualquier forma. Me temía a mi misma, de lo que estaba dispuesta a hacer para conseguir ese morboso y prohibido placer que día a día empezaba a necesitar en dosis cada vez mayores como la más dependiente de las drogas.
Este es un relato ficticio aunque basado en ciertos aspectos reales de la vida.
Agradecería cualquier comentario y opinión que os haya merecido, especialmente de las mujeres, señoras, y señoritas que se hayan sentido identificadas de algún modo con la sufrida protagonista.
Me gustaría me hicieran participe de sus confidencias, fantasías, y anhelos mas íntimos y secretos, y si de alguna manera puedo ayudarlas a hacer realidad dichas fantasías, ni que decir tiene que estaré encantado en satisfacerlas.