De saga de periodistas a puta

Necesitaba un giro en mi carrera profesional y decidí meterme a puta para escribir un articulo desde dentro, un articulo que azotase conciencias.

Desde pequeña siempre quise ser periodista.  Mi padre y mi abuelo fueron directores de importantes periódicos en el país y ahora yo era la responsable de mantener vivo el legado de una saga de periodistas de raza.

Me educaron de acuerdo a la ideología conservadora de mi familia.  Colegio de monjas, universidad de jesuitas, veranos en Biarritz, la comunidad de la parroquia, ayuda a los pobres, misa los domingo, en fin, una chica pija.

A mis 27 años seguía siendo virgen.  Mis amigas fueron perdiendo la honra unas tras otras a lo largo de los años.  Desde que Isabel con 20 años volvió con una sonrisa de oreja a oreja de la playa con un danés que había conocido la noche antes hasta Leti que se había casado hacía dos semanas y en su noche de boda la había desflorado, todas habían ido cayendo una a una, toda menos yo.

Algunas lo habían hecho con novios, otras en noches locas, las más atrevidas.  Yo nunca había encontrado al hombre con el que quisiese compartir mi vida y realmente yo no era de esas que ven el sexo por el sexo.

Me imagino que todo cambió cuando empecé a darme cuenta que mi carrera profesional no avanzaba como habían avanzado las de mi padre y mi abuelo. Necesitaba buscar una historia, una historia que fuese una catarsis de mi carrera.  Algo rompedor, que rompiese los cimientos de la sociedad y que me hiciesen ser alguien en el mundo periodístico español

Empecé a buscar historias que me interesaban y que creía que al pueblo le podía interesar.  Entendí que tenía que vivir yo mi historia para poder contarla en primera persona. Pensé en el mundo de las drogas, pero no daba el perfil, pensé en el mundo de los embarazos subrogados, pero en España era ilegales, pensé en la prostitución, pero era virgen, pensé en el trafico de armas, era demasiado delicada para ello, pensé en la corrupción en el mundo del futbol, no entendía la regla del fuera de fuego…

Pase meses pensando y cada vez me quedaba más claro que el mundo de la prostitución , le di muchas vueltas, muchísimas y pensando más en mi carrera que en mi misma, estaba decidido, me haría puta durante unos meses.

Empecé a investigar y después de muchas entrevistas me di cuenta que debería empezar en un puticlub de carreteras, lo más sórdido de la prostitución.

Mi gran problema no solo es que fuese virgen sino que no tenía ni idea ni de sexo ni de todo su mundo.

Estuve pensando en quien me podría ayudar y finalmente me decidí por Ernesto un buen amigo que por lo que sabía y él contaba, era un follarín de los bosques.

Ernesto no daba crédito cuando le comenté mis planes y menos cuando le dije que necesitaba a alguien que me iniciase en el sexo.

-       pero…, ¿pero como que necesitas que te enseñe todo lo que se de sexo?

-       Si Ernesto, me tengo que meter a puta por un articulo y necesito estar al nivel.

-       Pero bueno Rebecca, estoy seguro que con lo que sabes te llegará.  No te voy a preguntar si estas segura de hacer lo que vas  hacer, pero tampoco creo que ninguna de las que se mete a puta tenga más experiencia que tu.

-       Ernesto, soy virgen.

-       Venga hombre

-       Te lo juro

-       Ósea que es verdad.

-       ¿Como que es verdad?

-       Si, siempre se ha comentado, pero siempre pensé que eran habladurías y que las matarías callando.

-       Pues ya ves chico.

-       ¿Y como pretendes hacer?

-       Muy fácil, nos cogemos un fin de semana, nos encerramos en la finca de mis padres y ahí nos pasamos el fin de semana aprendiendo.

-       ¿Y que van a decir tus padres?

-       Imbécil, no estarán.

-       ¿Y hasta donde quieres llegar?

-       Hasta donde haga falta.

-       ¿Qué tipo de puta quieres ser?

-       Las más puta – Ernesto se quedó con la cara alucinada.

Ernesto me recogió en mi redacción el viernes y nos dirigimos hacía Ruiduera, donde mi familia tenía la finca de caza.

Llegamos y preparé la cena.  Pretendí tomarme una copa de vino en la sobremesa, pero Ernesto me puso un copazo, luego otro, y por ultimo otro.

-       A ver, Rebe.  ¿Tu te masturbas?

-       ¿Y eso que tiene que ver?

-       Tiene mucho, quiero saber que sabes de sexo.

-       Pues a veces.

-       Y, ¿cómo?

-       Con la ducha.

-       Eso no vale para nada.  Quítate los pantalones y las bragas y vuelve a sentarte, ni te levantes – me quedé de piedra, nunca antes me habían visto el coño nadie.  Aun así lo hice.

-       Antes de irnos a la cama te voy a afeitar esa manta de pelo que tiene ahí.

Ernesto puso la mano en mi sexo y empezó a masturbarme flotando mi clítoris y cuando la cosa empezó a funcionar metiéndome un dedo en mi coño.  Al principio me sentí muy apurada, pero según el placer iba aumentando me iba liberando y para cuando me di cuenta había abierto mis piernas a más no poder y dejé caer mi cabeza para atrás dejándome ir y viendo como llegaba el primer orgasmo propiamente dicho de mi vida.  Intenté no gemir, pero gemí.

Ernesto dejó que me relajase y cuando recuperaba la respiración me dijo.

-       ahora mastúrbate tu

-       no puedo con mi alma.

-       Hoy seguramente no duermas.  Coge estos dos dedos – me dijo cogiendo mi mano – y dale.

Y le di.  Me costó un montón hacerlo delante de él, pero empecé poco a poco.  Debido a mi orgasmo anterior me costó muy poco coger el hilo y no tarde en empezar a llegar mi segundo orgasmo de la noche.

Ernesto no me dejó descansar.

-       recoge esto – señalando a la mesa donde habíamos cenado -  y vente al salón.

Recogí la mesa y cuando llegué aun con el culo al aire al salón, el suelo enfrente del sofá estaba lleno de juguetes sexuales.

-       Rebe, esta noche vas a jugar tu sola, yo te voy a ayudar, pero vas a jugar tu sola.   He traído toda clase de juguetes que quiero que uses poco a poco.  ¿Te parece?

-       Si.

Pues coge este primer vibrador.   En unas horas lo veras como una broma, pero si eres virgen, en lo mejor que podemos usar.  Métetelo y quiero que te lo metas durante los próximos 45 minutos.

Me hizo tumbarme en el sofá, puso en mi mano un vibrador de unos ocho centímetros de largo y como un dedo de gordo y me fue ayudando a metérmelo en mi coño y empezar a moverlo.  Me dolió una barbaridad pero ya dentro y según iba moviéndolo me empezó a gustar, me gustó mucho, pero aunque estuve a punto, no logré alcanzar el orgasmo.

A los 45 minutos exactos, Ernesto me paró en seco, acompañó mi mano me retiro el vibrador pequeño de la mano y me puso uno ya encendido en la misma.  No hizó falta que me dijese nada.  Me lo volví a metir.

Fue maravilloso y en pocos segundos llegué al orgasmo entre espasmos de mi cuerpo.

-       quítate la camiseta y el sujetador – me dijo al oído

Me desnudé del todo.  Nunca antes un hombre me había visto desnuda.

-       sigue, quiero que sigas 36 minutos más.

Tuve dos orgasmos más hasta que me volvió a cambiar el vibrador por uno de muy buen tamaño que no me dolió absolutamente nada.  De nuevo fueron 45 minutos de placer.  Me dolía el coño, pero aguanté para correrme tres veces más.

-       vaya por dios Rebequita, resulta que eres multiorgasmica.

-       Joder Ernesto, me has tenido casi tres horas masturbándome.

-       Dos horas y cuarto.  Pero aun así es tu primera vez y te has corrido no se cuantas veces.  Cuando le cojas la cosa te vas a correr, correr y correr.  Descansa un poco

Y me puso una copa.

Me la tomé mientras charlavamos.

-       ¿Te has comido alguna vez una polla?

-       No – me dijo con un poco de vergüenza

-       No pasa nada.

Me dio el vibrador grande y me dijo, chúpalo, me da igual la técnica, pero quiero que te lo metas hasta el fondo, sencillamente acostúmbrate a chupar y respirar, tienes 30 minutos.

Ernesto al principio me observó luego se fue al baño, ponerse otra copa y por ultimo me paró.

-       espera, espera.  Mas despacio y más dentro.  Acostúmbrate a las arcadas.

Y seguí chupando hasta que me dolía la mandíbula.

-       Bueno, son las cuatro de la mañana y tengo sueño.  Quiero que cojas este bote de aceite de bebe y quiero que te metas este plug en el culo.

-       ¿cómo que en el culo?

-       Pues si, en el culo

-       ¿y encima ese calibre?

-       Pues si reina, ¿qué te has pensado?, ¿que los que se van de putas no quieren sexo anal?, ¿te piensas que la gente llega con pollas tipo tu sobrino?.  La gente quiere hacerles a las putas lo que no puede hacer en su casa y eso sobre todo es dar por el culo – miré a Ernesto, cogí ambas cosas y me levanté para ir al baño a metérmelo – no, no, no, no, aquí.

Y no me quedó más remedio que penetrar mi ano allí mismo.

Me costó dormir con aquello invadiendo mi recto, y no me desperté hasta que la polla de Ernestó entró en mi boca.

-       quiero que chupes, simplemente déjate llevar y lame – y durante media hora chupé,  Ernesto iba parando para no correrse y para corregirme, pero creo que lo hice realmente bien.  Al principio le daba con mis dientes en su capullo pero luego empecé a mamar como una experta chupapollas.

Ernesto no se corrió, me hizo ponerme a cuatro patas, se untó la polla con aceite de niño, sacó el plug de mi culo y me metió un vibrador que nada más entrar conecto. No me dolió nada.  Empezó a darme caña hasta que sin darme cuenta mi cuerpo empezó a vibrar y me corrí como una cría.  Noté como mi esfínter se contraía y se dilataba.  Ernesto sacó el vibrador y metió su polla en mi ya muy dilatado culo

-       no te preocupes cielo, no eres la primera que desvirgan el culo antes que el coño.

Me estaba encantando, no me dolía nada, evidentemente el pasar una noche con el plug en el ano había cumplido su misión.

-       cielo esta bien eso de que lo disfrutes – me dijo cuando vació sus huevos en mi culete – pero vamos a practicarlo más.  Quiero conseguir que tu culo reaccione a las estimulaciones y en menos de dos minutos estés dispuesta a ser penetradas, solo lo he conseguido con dos o tres amantes, pero tu vas a ser puta y ellas no lo eran, por lo que tu vas a tener que espabilarte en esto.

Ernesto se tomó un pastilla azul, me comentó que no la necesitaba, pero que no podíamos depender de su polla funcionase o no para llevar a acabo sus enseñanzas.

Nos levantamos de la cama a las 12 y nos fuimos a tomar el aperitivo en la terraza, nunca me había imaginado estar en pelotas por la casa de mis padres con un vermut en la mano y con un tío en pelotas a mi lado.

Comimos, de nuevo en pelotas, le puse una copa a Ernesto y me hizo arrodillarme y chupársela durante un rato, la verdad es que no me daba ningún corte ya.  No llegó a correrse, pero en un momento dado, sacó su polla de mi boca, me empujó sobre la mesa del comedor y me penetró mi virginal coño sin ningún miramiento.  Me molestó un poco de saque, pero luego entro como cuchillo caliente en mantequilla.  Me dio la vuelta.

-       no quiero que recuerdes tu desvirgamiento mirando una tabla de madera, quiero que veas quien te folla.

Y subiendo mis tobillos sobre sus hombros empezó a darme.

-       mueve la cadera a mi compas, no cierres las piernas, no te quedes parada, tócame – me iba dando instrucciones.

Finalmente después de una hora larga de mete y saca, sacó su polla de mi coño, me cogió por la cadera y se corrió en mi cara.

-       vete acostumbrándote, eso es algo que nos gusta hacer mucho a los hombres.

Ernesto me folló por todos mis agujeros, en todas las posturas incluso el lunes a las cinco de la mañana antes de salir directamente cada uno a su trabajo.  Cuando llegué a Madrid era una mujer nueva, con los agujeros acondicionados, habiendo sida atada, habiendo tragado lefa, en fin… según Ernesto estaba preparada para ser una buena puta, ya lo era de hecho me dijo, algo que no me sentó bien, por cierto.

Entré en la redacción con un espíritu nuevo, casi altivo.  Por algún motivo cuando fui a pasar el torno después de pasar la tarjeta de empleado, esta no funcionó.  Fui a donde el chico de seguridad a comentarlo y me quedé de piedra cuando me indicó que había sido despedida, que mis cosas me las mandarían a casa esa tarde junto a los papeles de despido, que lo sentía que no podía darme más explicaciones.

Cogí un taxi a casa y fui llorando todo el camino.  Cuando llegué tuve fuerzas para llamar a Ernesto y entre sollozos comentárselo.

Ernesto quedó en pasar po mi casa al mediodía para consolarme, consuelo que consistió finalmente en sodomizarme, era algo que no sabía yo que la gente curaba sus penas follando.  Cuando estaba siendo sometida a cuatro patas intentando no darme con la cara contra el cabecero de la cama, decidí que si no era con el periódico, me metería a puta igual, haría el reportaje como freelance y ya vería de que vivía.

Cuando aún jadeando se lo dije a Ernesto, me dijo

-       ¿qué de vas a vivir?, pues de ser puta, o ¿te crees que lo hacen gratis?.

Continuará.