De ruta por Europa

Estaba allí plantado a unos metros de la puerta sin saber aún si entraría o no.

La empresa me había seleccionado junto a Manuel para hacer una especie de ruta por Europa en busca de nuevos clientes. Entre los dos dominábamos unos cuantos idiomas, de manera que iban a ser dos semanas de continuas reuniones con potenciales clientes  en Inglaterra, Francia, Holanda y Alemania. Cuando ocurrió lo que voy a contar a continuación estábamos en Ámsterdam, capital de Holanda, una ciudad de la que yo me considero enamorado desde que la conocí en mi juventud, a causa de este gusto mío había convencido a Manolo para pasar aquí el fin de semana que cortaba las dos semanas de nuestra ruta.

Yo ya lo tenía todo planeado, aquel era un viejo deseo que yo tenía y estaba decidido a hacerlo aquella noche. Era viernes y estábamos en el bar del hotel dando debida cuenta de unas merecidas copas, las cosas habían ido muy bien con los franceses y sobre todo con los alemanes y las expectativas con los holandeses e ingleses para la semana siguiente también pintaban bastante prometedoras. Pero ya se hacía tarde y mi plan tenía que dar comienzo.

-Macho, yo me retiro, me voy a la cama.- Le dije tras el último sorbo.

-¡Venga ya! Es temprano y tenemos mucho que celebrar. Además mañana no tenemos nada que hacer, los flecos que nos quedan los podemos terminar el domingo.

-Si ya, pero mañana me quiero levantar temprano para dar una vuelta en bici por la ciudad.- Era una escusa, pero también era verdad. Quería recorrer las calles y los canales de esa mágica ciudad. -Quédate tú si quieres. Seguro que puedes ligarte a alguna de esas y ya no duermes solito. Que sé que eso no te gusta.- Había un grupito de ejecutivas sentadas en una mesa detrás de nosotros, no paraban de mirarnos y soltar risitas desde hacía un buen rato y a Manuel la fama de mujeriego le persigue de siempre, fama más que merecida, por otra parte.

-No, paso, me voy yo también.- Aquello me sorprendió un poco, estaba claro que podía pillar cacho y aún así se iba. Había estado muy raro, en este sentido, durante todo el viaje pero tampoco le di mucha importancia, mi mente estaba en otras en ese momento.

Me metí en mi habitación tras rechazar una última copa que, insistentemente, me proponía Manolo que tomáramos en su habitación. Realmente estaba pesadito pero, tras cerrar la puerta, me sentí libre. Me quité el traje que aún llevaba puesto de la última reunión, para ponerme algo más cómodo e informal, pedí un taxi a recepción para veinte minutos más tarde y me dispuse a meterme en la ducha. Mientras hacía la llamada vi mi cuerpo desnudo en el espejo que hacía de pared a los pies de la cama. Me gusta verme desnudo, me gusta la desnudez en general y aunque esta feo que yo lo diga, tengo un buen físico, me había depilado una amiga justo antes del viaje y en mi cuerpo tan solo se veía un poco de vello muy corto sobre el pene. No me gusta verme esta zona depilada de manera que solo me la pelo cortito.

Me recreé un poco en el reflejo, me comencé a acariciar notando la suavidad de la piel de mi pecho y mi abdomen en contraste con la firmeza que estos muestran. El gimnasio y la piscina se notaban en mi cuerpo. Luego bajé una mano hasta mis huevos y otra la metí entre mis nalgas, siempre me fascina la suavidad de estas partes del cuerpo cuando están depiladas. Tenía los huevos llenitos y aquellas caricias que yo mismo me estaba dando, habían hecho que se me comenzara a poner dura. Pensé en masturbarme pero de refilón vi el reloj y caí en la cuenta. ¡El taxi llegaría en diez minutos!

Me di una ducha rápida y me vestí. Unos bóxer de buena marca, comprados para la ocasión, unos tejanos bien ajustados y una camisa negra entallada. La noche estaba muy buena así que tan solo cogí una chaquetita fina e informal. Cuando me vi de nuevo en el espejo preparado para salir no puede evitar soltar una sonrisa. Parecía que iba a salir a ligar.

Salí de la habitación con mucho cuidado y sin hacer ruido, mi compañero podía seguir despierto. Incluso pensé en salir sin calzado pero, me pareció ridículo.

-El taxi le espera señor López.- Aquella voz de la recepcionista en el silencio de la noche me sobresaltó al pisar el hall del hotel. Temí que Manolo la pudiera haber escuchado, pero todo era fruto de la excitación que tenía en esos momentos. Dormíamos en la planta siete de aquel edificio, de manera que podéis imaginaros hasta que punto era imposible que hubiera escuchado algo.

-¿Ha vuelto a bajar el hombre con el que vengo?- Le pregunté a la señorita gritona que, por cierto, hablaba un muy buen español.

-No señor. Desde que subieron los dos juntos no le he vuelto a ver ¿Desea el señor que lo llame a su habitación?

-¡No, no! Al contrario. Si le ve, hágame el favor de no decirle que he salido.- Seguía sin fiarme, pensé que aún podía bajar a tomarse esa última copa que tanto deseaba.

-Sí señor, por supuesto. Que tenga una buena noche.- No me gustó demasiado el tonillo de la chica cuando decía aquello, pero seguro que cumpliría con su obligación de ser discreta con los clientes.

-Igualmente, que pase buena noche.- Cuando le contesté esto de camino a la salida, me pareció oírla cuchichear algo, o fue fruto de mi psicosis, no lo sé pero ni tan siquiera me giré.

Entre en la parte trasera del taxi y le extendí la tarjeta que Pedro, mi buen amigo, me había dado. –Si pasas por Ámsterdam no puedes dejar de ir, hay de todo.- fueron sus palabras. Veinte minutos después, y sin cruzar una sola palabra con el chofer, estaba delante de aquel edificio a las afueras, cerca del aeropuerto. Tenía unas cinco o seis plantas y un gran corazón de neón en la azotea. Era un edificio muy sobrio, solo las ventanas rompían la sencillez de la fachada, también había una escalinata que conducía a la entrada escoltada por un fornido hombre de color.

Estaba allí plantado a unos metros de la puerta sin saber aún si entraría o no. Nunca he estado en un prostíbulo y no era algo que me gustara demasiado, se que muchas de aquellas mujeres están forzadas a hacer aquello por mafias y aunque algunas lo hicieran por decisión propia, cómo las distinguiría. El seguridad de la puerta me miraba fijamente y el taxista esperaba aún detrás de mí. Muchas ideas tropezaban en mi mente pero al fin las inmensas ganas que tenía de probar aquello que rondaba mi mente desde hacía tanto tiempo y el hecho de que aquel local tuviera una reconocida fama en toda Europa, hicieron que diera el paso.

Tras pasar la puerta di las buenas noche en ingles al hombre que estaba detrás de la pequeña barra que hacía de recepción. El recepcionista me contestó, también en ingles y acto seguido me preguntó si era la primera vez que iba allí. Seguramente se me notaba en la cara. Tras una breve explicación sobre cómo funcionaba el local y después de abonar la cuantiosa suma que costaba la estrada pasé al pub.

Era enorme y estaba muy animado, parejas donde la mujer agasajaba insistentemente al hombre, grupos de hombres muy bien vestidos y riendo en conversaciones entre ellos, o con algunas otras prostitutas y sobre todo muchísimas de ellas por todas partes, a la espera de clientes. Yo no me entretuve, busque con la mirada, y casi sin detenerme me dirigí a la estancia apartada y más iluminada donde el recepcionista me dijo que estaban los ascensores y las escaleras. Pulsé el botón de la cuarta plata e intenté calmar mi acelerado corazón. –No tienes por qué hacer nada, puedes tomarte la copa incluida en la entrada e irte sin más.- Me decía a mí mismo para tranquilizarme. Las puertas del ascensor se abrieron dándome paso a una salita idéntica a la de la plata baja, una pareja salía por una de las puertas opuestas a la que parecía dar al pub de esta plata. De espalda, mientras tomaban el largo pasillo que descubrió la puerta al abrirse, me parecieron un hombre y una mujer, ella más alta que él y con unas curvas y un trasero de infarto, tanto que me hizo dudar si aquel era el lugar que yo buscaba pero, un pequeño cartel en una de las paredes, me sacó de toda duda. TRANS FLOOR. SINGLE MEN WITH NO COMPLEX.

El pub era mucho más pequeño he íntimo que el primero, una barra americana a la derecha forrada de cuero rojo con varios bancos altos y frente a esta una sala con unas cuantas mesitas rodeadas de sillones y sofás en el mismo tono que la barra. Solo habían unas seis o siete mujeres y tan solo una de ellas estaba acompaña sentada en uno de las mesas, el resto hablaban entre ellas o bebían tranquilamente en la barra. Me senté en la barra y pedí mi copa -whisky solo doble,- Lo dije inconscientemente en español pero el camarero me entendió sirviéndome un generoso vaso de Jack Daniel´s con algo de hielo. A partir de aquí pase un buen rato solo, durante el que fui templándome los nervios con ayuda de la relajante música y sintiéndome cada vez más cómodo. Durante este rato tan solo se me acercó una señorita que, siendo sincero, no me gustó nada, se le notaba a leguas que era, o había sido un hombre y que estaba deseosa simplemente de ganar dinero. Su Ingles no era nada bueno, creo que era brasileña, y esto junto con mi desdén hizo que pronto desistiera regresando al grupo de mujeres del que había salido.

Había pasado una hora escasa desde mi entrada y ya le había dado cuenta a un par de vasos sin ningún resultado. Parecía que aquella no sería mi noche, o que aquel lugar no era para mí, de manera que me dispuse a irme, pagé la segunda copa y cogí mi chaqueta del asiento donde la había dejado

-¿Ya te vas a ir? ¿Así, sin más? Aquí no se viene a beber guapo.- La voz sonó detrás de mí y sonó dulce, tremendamente femenina… totalmente femenina y en un perfecto español con cierto acento catalán.  Me giré pensando -¿Una mujer aquí?

-Hola soy Alicia, soy de Barcelona y tú ¿Me ha parecido que pedías en castellano?- Me tendía la mano y no se me tiró directamente a darme dos besos como había hecho la otra. Aquel detalle me gustó.

-Vengo de Madrid aunque soy un poco de todas partes.- Le estreché la mano y comenzó una divertida charla que me hizo quedarme un buen rato y alguna copas más.

Llevábamos como una media hora charlando un poco de todo; de nuestras procedencias, de España a la que ella echaba mucho de menos, de que hacía yo en Holanda, incluso de futbol, era una culé convencida. Pero lo más curioso es que en todo este tiempo no se me había insinuado ni una sola vez y que yo seguía sin estar seguro de que fuera travesti. Era toda una mujer ¡Y qué mujer!

Más de un metro ochenta de altura, era como yo o incluso más alta con los tacones. Pelo largo rubio, mechado y rizado, unos impresionantes ojos azules que nunca dejaban de mirarte directamente y unas facciones suaves y delicadas, tenía la cara muy dulce. Su cuerpo era estirado y esbelto, como el de una muñeca, con unos pechos redonditos e insinuantes detrás de su generoso escote y unas piernas que llegaban desde su minifalda, suelta y tableteada, hasta el infinito.

-Bueno y tú a que has venido aquí. Por qué no creo que hayas venido a pelearte de futbol con una catalana.- Al final llego la inevitable pregunta-insinuación. Pero hasta en esto tuvo simpatía.

-No, pero bueno, tampoco está mal ¿No?

-La verdad es que no. Estaba la noche muy aburrida, contigo por lo menos me estoy entreteniendo.- Tenía mucha razón, en el tiempo que llevaba allí los únicos movimientos habían sido; la entrada de un hombre, que se fue muy poco después con una chica a la que claramente conocía de antes y la salida juntos de la pareja que vi al entrar.

-Es verdad, esperaba yo más gente al ser viernes.

-Bueno la verdad es que los fines de semana siempre son lo más tranquilo de la semana, nuestros clientes suelen ser ejecutivos y hombre reprimidos que pasan los fines de semana felizmente con su familia. -Aquello me hizo mucha gracia.

-Bueno yo vengo en fin de semana de manera que según tú, estoy soltero ¿No?

-¿No es así?

-Sí, soltero y sin compromiso y además nada reprimido. Soy bisexual.

-Esto se pone interesante. De manera que eres abiertamente bi.

-Bueno abiertamente tampoco, lo sabe la gente que lo tiene que saber. Que tampoco me hace falta más.

-Entonces sí que has venido a follar. Tu quieres a una mujer con… - No termino la frase, solo se miró picarona entre las piernas.

-¿Tú tienes? No sé, pareces… tan mujer.

-¡Y soy mujer!- Se le torció un poco el rostro, aquello le había molestado.

-Si… lo siento… no sé… -Me puse de nuevo un poco nervioso y eso la hizo relajarse comprensiva.

-Tranquilo, no pasa nada. De siempre he sabido que era mujer, siempre tuve facciones de mujer, manos pequeñas, cintura estrecha, el trasero muy ancho… en fin todo… o casi todo, algo falló.- Abrió las piernas que tenía cruzadas en aquella banqueta alta y se levantó un poco la falda, pude ver un importante bulto debajo de sus braguitas negras.

-Y no has pensado en…- No sabía muy bien como decirlo, no sabía si le molestaría pero la curiosidad pudo. Ella entendió lo que yo quería decirle y no se molestó.

-Lo he pensado, pero por ahora no voy a hacerlo. Es una parte de mi cuerpo que me da mucho placer.- Los dos nos echamos a reír

-¿Pero…? Bueno… lo siento… ya no te pregunto más, que esto se está pareciendo a un interrogatorio.- Miré la hora, eran más de las dos de la madrugada. –Creo que me voy a ir ya.

-Bueno es una pena. Tenía esperanza en… ya sabes. Me has gustado mucho… estas como un queso.

-Gracias pero creo que esto ha sido un error. Esto no es para mí.

-Por qué dices eso.

-No sé. A mí me gusta hacer disfrutar tanto o más que disfrutar yo, y bueno… es complicado. Seguro que me siento mal.

-Te aseguro que no y además, ya te he dicho que esto me hace disfrutar mucho.- Se hecho la mano al paquete. Yo le respondí con una sonrisilla que sonaba a incredulidad. -¿Qué? ¿Qué no te lo crees? Mira, podemos hacer una cosa, pagas solo la habitación y pasamos la noche allí, sin ningún compromiso a nada y si por la mañana crees que tienes que pagarme por algo pues lo haces y si no, pues nada. Imagínate que esto es un bar normal, que has ligado y que nos vamos a un hotel. Yo te aseguro que por mi parte es como si hubiera sido así. Me has gustado y caído bien de verdad.

Aquella propuesta me sorprendió a la par que me agradó. Parecía que era sincera y hablaba en serio y que realmente tenía ganas de acostarse con migo. Ya estaba convencido. Salimos del pub y entramos por la puerta por la que antes yo había visto perderse a aquella pareja. Al entrar vi una pequeña recepción a la izquierda, ahí fue donde pagué la habitación y ella cogió la tarjeta y un gran bolso que la recepcionista de dio sin que ella ni tan siquiera se lo pidiera, luego enfilamos el pasillo. Era largo y lleno de puertas de caoba a los dos lados, cada puerta con su número en caracteres dorados, todo muy clásico, con pinturas eróticas antiguas, lámparas de época y suelo totalmente enmoquetado. Parecía cualquier pasillo de un buen hotel. Tras la puerta que abrió la tarjeta pude comprobar cómo la decoración era constante. Tras una pequeña entrada que dejaba a un lado el baño se entraba el dormitorio, prácticamente abarcado por una gran cama centrada sobre la pared del fondo y bajo una de las ventanas que yo había podido ver desde fuera. Un sillón y un par de mesillas, una a cada lado de la cama y una con el mini-bar debajo constituían el resto del mobiliario del la habitación.

Yo de nuevo me encontraba algo nervioso pese a toda la confianza que ella me daba. No sabía qué hacer, como comenzar, todo me seguía pareciendo muy artificial. -¿Y ahora qué? Nos ponemos al tema sin más.- Yo estaba parado de pié mientras ella iba de un lado a otro, poniendo la calefacción, algo de música en el hilo musical… cuando dije esto se giró y me miró, pensativa.

-Vamos a hacer una cosa. Nos ponemos cómodos, nos servimos unas copas y seguimos charlando tranquilamente como antes y… bueno… dejemos que la situación fluya. Pasara nada más que lo que tenga que pasar.

Me gustó la idea. Ella entró en el baño y yo serví las dos botellitas de whisky que había en la neverita. Me quité los zapatos, era agradable el tacto descalzo de la moqueta, me quité también la camisa dejándola en el sillón, junto a la chaqueta, la calefacción comenzaba a hacer efecto. Luego cogí las dos copas y me fui a darle a ella la suya. Al entrar en el baño, que permaneció en todo momento con la puerta abierta, ella estaba frente al espejo recogiéndose el pelo en una cola, su bolso estaba abierto de par en par sobre el lavabo. Se había cambiado de ropa, ahora llevaba un pijama formado por un pequeño culote blanco con los filos en rosa bajo el que se le transparentaban sus negras braguitas y una camiseta sin mangas a juego, en este caso sin más transparencia que la de sus propios pechos tan firmes como si llevara sujetador, una delicia, también se había desmaquillado y aún con la cara limpia seguían sin aparecer signos de masculinidad.

-¡Joder! Si que vienes preparada.

Me miro sonriente. -¿Te importa?-

-¡Para nada! Yo voy a hacer lo mismo.- Le di su copa y tras un leve brindis los dos le dimos un buen sorbo al licor. Luego me quité los pantalones quedándome en calzoncillos y me giré para ir a dejarlos junto al resto de mi ropa, ella salió tras de mí.

-¡Pero qué culito más rico!- A la vez que escuchaba esto noté sus manos posarse sobre mis nalgas. –Y que duro ¡Me encanta!- Fue un gesto simpático.

Nos tiramos los dos de costado en la cama y comenzamos de nuevo a charlar. Ella me contó cómo había llegado hasta allí, al parecer tras tomar la decisión de cambiar de sexo y comenzar con el tratamiento con apenas diecisiete años, comenzó a entrar en la prostitución aún en Barcelona a través de contactos en revistas, según sus propias palabras –Me harté de comer pollas de gratis y terminé poniendo una tarifa.- Más tarde y después de sus operaciones, las cuales no me quiso detallar, la de pechos era evidente pero por lo visto había habido alguna más, se vino a Holanda. Entró en este local a través de una amiga, donde ganaba mucho más que por libre y con todas las seguridades. Llevaba unos tres años y, según me dijo, pensaba "jubilarse" en otros dos, ¡increíble! Me entraron ganas de prostituirme yo también. A la vez yo le conté un poco mi vida, mis primeras relaciones con otros hombres y tuvimos un interesante coloquio sobre las distintas tendencias sexuales.

Cada vez me sentía más cómodo incluso creo que comencé a olvidarme de la situación que nos había llevado a esa cama.

-La verdad es que por lo que me cuentas no te pega nada haber venido a un lugar de este.

-Todo viene de algunas películas que he visto donde salían mujeres como tú; con unos cuerpos espectaculares y a la vez con unos buenos aparatos, y me dije. Eso tengo que probarlo. Pero nunca me he cruzado con una a la que me pudiera ligar, de manera, que lo que me quedaba era probar en un sitio de estos.

-¿De manera que te gustan las mujeres con polla?

-Me parece muy exótico, es la combinación perfecta.- Aquello le hizo mucha gracia.

-Gracias hombre. Me estas poniendo la autoestima por las nubes. Al final te voy a tener que pagar yo a ti.

-No hablemos de pagar. Te he ligado ¿no?

-Es verdad. Bueno… ¿quieres ver uno de esos cuerpos en vivo?

Mi repuesta fue un silencio y fue más que suficiente. Se levantó de la cama y se quitó la camiseta dejando sus tetas a mi vista. Ya casi se puede decir que las había visto debido a la ligereza de su camiseta, pero ahora las tenía delante de mí en todo su esplendor, eran muy redondas y con unas areolas enormes color café, no demasiado grandes.

-Son preciosas.

-A que sí. Mi buen dinero me costó.- Los dos nos reímos con aquel comentario. El ambiente era genial.

Luego se quitó el pantalón, su figura era espectacular con una cinturita bien estrecha y un fantástico trasero, el colofón era aquel formidable paquete que se le marcaba descaradamente en sus bragas de encaje negro, incluso pensé que estaba un poco excitada, o eso, o la tenía enorme.

-¿Quieres descubrir tu el regalo?- Yo seguía recostado en la cama embobado con el espectáculo. Me incorporé y me senté en el filo de cama quedándome delante de ella, a la altura del único trozo de tela que le quedaba por quitarse.

Le puse la mano suavemente sobre el paquete, aquello ya se había convertido del todo en un encuentro sexual fortuito, ya me sentía bien, en mi ambiente, estaba lanzado. Le palpé todo su paquete mientas notaba como este iba creciendo entre mis manos y a la vez la aguantaba a ella hacia mí con la otra mano sobre su trasero. Pronto aquel trozo se vio aprisionado en la prenda que lo contenía, estaba ladeado por la presión y el prepucio comenzó a asomar.

-¿Puedo hacer realmente lo que me apetezca? Como si fueras mi novio.- Aquella pregunta me sacó por un segundo de la situación.

-Si no lo haces, o vuelves a preguntar algo parecido; me voy.

-Voy a pasármelo muy bien.

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Por fin le bajé las bragas. Tenía una polla curiosa; no muy larga, poco más de quince centímetros, bastante ancha por la base y cada vez más estrecha, era como la punta de una lanza y, como me esperaba, sin un solo signo de bello por ninguna parte. Ya estaba casi dura del todo, igual que la mía por otra parte. Mientras ella se terminaba de sacar las braguitas me levanté y me aparté a un lado, quería verla de cuerpo entero, admirarla para que se me quedara bien en las retinas. Sigo poniéndome cachondo solo de recordarlo, aquella mujer alta, estilizada, con unos pechos formidables, una cintura de avispa, unas piernas de infarto y ahí en el centro de aquel monumento una polla dura y gorda que me miraba desafiantemente.

Espero unos instantes dejándose admirarla hasta que se acercó a mí y agachándose me bajo los bóxer hasta los tobillos -¡Guau! ¡Qué aparato! Me vas a destrozar.

-Y tú a mí.- Aquello era toda una declaración de intenciones, quería ser follado por una mujer.

Me miró un instante, como para confirmar que me había entendido, y se metió toda mi polla en la boca metiéndosela y sacándosela hasta que terminó de ponerse dura. Parecía que ya no podía con toda ella pero hizo algo que me dejó perplejo, abrió bien la boca y fue metiéndosela poco a poco, muy profundo hasta conseguir casi abarcarla entera. Yo notaba su garganta en mi prepucio, pensé que pudiera llagar a vomitar pero para nada, tras mantenerla unos segundos, la sacó lento, recorriéndola toda con sus labios hasta llegar al prepucio, lo chupo un poco, lo recorrió con su lengua y de nuevo otra vez para dentro, hasta la campanilla. Era un sensación nueva, la primera vez que alguien me la chupaba así, lo repitió varias veces, incluso una de las veces cuando la tenía dentro del todo, hizo unos pequeños movimientos, con la garganta creo, o con la cabeza, no lo sé, pero que me produjeron una especie de vibración sobre el prepucio enterrado en su garganta que me hizo ver las estrellas.

-¡Dios! ¿Cómo haces eso?

Se la sacó y tragó saliva. –Son muchos años comiendo pollas. ¿Quieres qué siga con esto?

-Un poco más por favor.

-Está bien. Pero no te vayas a correr cuando esta dentro del todo. Puedes hacerme vomitar.

-Tranquila, me queda un rato.

Así lo hizo. De nuevo poco a poco, colocándosela en sus adentros de manera que no le incomodara hasta dar con su nariz en mi ingle. Y de nuevo aquella vibración sobre mi desnudo prepucio. La sacaba, chupaba un par de veces metiéndosela normalmente, un poco el prepucio, bajaba por el tallo hasta los huevos, volvía a subir chupándome todo el largo y de nuevo hasta el fondo. Ese rato que le dije que me quedaba cada vez se hacía más pequeño más rápidamente, aquella fantástica mamada podía hacerme correrme en un tiempo récor, tenía que pararlo de alguna manera y entonces fue cuando de refilón le vi su polla que había perdido gran parte de su dureza.

La levanté y la conduje lentamente hasta tumbarla en a la cama. Comencé a comerle los pezones mientras le masajeaba los pechos, tenían un tacto y un movimiento curioso, eran como globos de agua pero más estables, nunca perdían su forma. Ella estaba dejada, sin hacer nada. Fui bajando besando su abdomen hasta su ombligo donde mi barbilla tropezó con su polla que de nuevo estaba dura y levantada. La pajee un poco, en su parte más ancha mi mano no abarcaba todo su contorno, era realmente ancha. Con este primer masaje su prepucio quedo descubierto y con un brillito húmedo, no fingía, realmente estaba bien cachonda, aquel brillo de precum lo confirmaba. Lo estaba desenado y no lo dude en ningún momento, me metí ese brillante prepucio en la boca y lo lamí con labios y lengua, luego tragué todo lo que pude, no tanto como ella pero haciendo un buen uso de mi lengua. Intenté estar a su altura pero a mi manera, centrándome bien en la parte de arriba mientras pajeaba lentamente el tallo y a juzgar por sus gemidos parecía gustarle.

Cuando miraba hacia arriba, hacia su cuerpo, la imagen era muy curiosa, le veía su carita entre los pecho, la imagen típica de cuando haces una lamida a un mujer pero lo que tenía entre las manos y entre los labios era una buena polla. Seguí mamando un buen rato, me gustaba aquello, a ratos paseaba mis manos por sus piernas, su cuerpo y hasta sus pechos. Era fantástico, en mi boca una polla y en mi mano un gran seno, que más se puede pedir. Pasados unos minutos ella abrió sus piernas, estaba extasiada, abandonada a su suerte o mejor dicho; a mis habilidades, yo aproveché el gesto para introducirle mis dedos por detrás, dedos que entraron con toda soltura en aquel agujero de seguro ya curtido en mil batallas.

Yo no pensaba parar, lo estaba disfrutando tanto como ella, y ya tenía ganas de saborear la corrida de una mujer en mi lengua pero de todas formas ella no hizo ningún ademan de aviso. Su placer se derramó dentro de mi boca, como una ola de levante, solamente anticipado por un encogimiento general de todos los músculos de su cuerpo que no supe interpretar a tiempo. Segundos después se sobresaltó, como arrepintiéndose de lo que había hecho. –Perdón… es que…- Su voz sonó entrecortada, extasiado aún de placer. Le puse la mano suavemente sobre el abdomen en un gesto tranquilizador, mientras, no paraba de lamer tranquilamente. Ella me entendió y relajó todo su cuerpo sobre la cama.

-Gracias. Hacía años que nadie me daba placer sin más.- Dijo como al aire, mirando al techo.

Seguí un poco más tiempo lamiendo y besando relajadamente todo su pubis, la parte baja del torso, su entrepierna… fui bajando tranquilamente mientras le acariciaba las piernas, suaves como el terciopelo. Yo estaba a cien, deseando follármela pero a la vez sin ninguna prisa, quería saborear cada momento y cada palmo de su cuerpo, tenía ese sabor dulce y caliente de hembra entregada al sexo. Se acomodó siguiendo mi lenta bajada abriendo y elevando un poco las piernas para darme vía libre hacia su trasera.

Aquel agujerito se abría ante mí cómodo y holgado, preparado para recibirme y hacerme ver el cielo. Pase mi lengua lentamente por su exterior, recorriendo todo su contorno y erizándole la piel de las piernas, donde descansaban mis manos. Luego aventuré mi lengua a su interior lentamente, todo lo profundo que pude varias veces, cada vez aquella entrada se dilataba más dejándome mayor maniobrabilidad mientras su cuerpo se estremecía deseoso y expectante.

Ya no pude más el liquidillo de mi excitación ya me chorreaba por el tronco de manera que me incorporé delante de ella, me la masajeé un poco lubricándome con mi propio precum y posé mi punta sobre la entrada. Ella cerró los ojos y suspiró, al incorporarme pude ver como su verga de nuevo lucía firme y dura.

La cogí de la cintura y la traje fuerte hacia mí, al mismo tiempo que yo empujaba hacía ella. Fui entrando el ella lenta pero decididamente, no había demasiada resistencia pero la cosa era disfrutar ese momento de invasión de su cuerpo. Ella seguía con los ojos cerrados y la boca entre abierta, inhalando aire lentamente mientras recibía en su interior todo el ancho y largo de mi placer, así permaneció hasta que nuestros cuerpos se unieron en uno solo, cuando soltó todo el aire en una exhalación de placer. Había entrado toda a la primera sin duda debido en parte a la buena lubricación pero sin duda también a causa de las veces que de seguro la habían invadido por aquel lugar, aquel agujero de seguro era asiduo de muchos… en estas cosas estuvo mi mente unos segundo en los que permanecí inmóvil, pegado a ella, siendo parte de ella. Creo que por un momento me dio pena y regresaron a mí los fantasmas de los inicios de esta noche... pero pronto los difumino ella misma. Haciendo un hábil gesto desde su posición consiguió sacarse parte de mi polla para rápidamente volver a metérsela de un golpe. Nuestras miradas se cruzaron, vi brillo y felicidad en ellos, no mentían, me deseaban, y tampoco podía mentir su polla aún dura de excitación.

En ese momento comenzó el baile, mis embestidas pasaron a ser brutales sacando casi todo el largo de mi verga y empujando fuerte hasta chocar con ella mientras ella hacía el recorrido contrario para darle más energía aun a la follada, en cada choque nuestros gemidos se entremezclaban en el ambiente. Todo su sudado cuerpo se movía de una manera espectacular, su pelo, sus pechos, su abdomen y por supuesto su rabo que saltaba incesante de un lado a otro mientras sus piernas elevadas y aguantadas por mí, parecían estar realmente bailando con el aire. Pronto la danza fue frenética, mis envestidas cada vez eran más cortas y más rápidas, sentía esa maravillosa sensación de estremecimiento que anuncia lo inevitable, apretaba el escroto para intentar alargar aquel placer todo lo posible, pero no sería mucho más. El movimiento ya era de locura, tan rápido como mis músculos en tensión me lo permitían. Estaba ya a punto de rendirme cuando

-¡Ven aquí!- Me miraba fijamente mientras apretaba sus pechos fuertes uno contra el otro a las espera de algo que apretar en medio.

Salté sobre ella como un cosaco, miedoso de ni tan siquiera llegar a tiempo, y perdí mi nabo entre aquellas dos imponentes montañas, viéndolo aparecer por el otro lado del túnel que formaban sus pechos. Me follé unos instantes sus tetas mientras ella se las masajeaba incesantemente, el placer era increíble, indescriptible, insoportable… Un primer cañonazo de leche chocó contra su barbilla salpicándole el cuello y la cara y la abundante corrida que siguió le inundó todo el canalillo. Aunque mis movimientos se relajaron muchísimo no llegué a parar, seguí restregándome sobre su cuerpo como un perro en celo, intentando que aquella incomparable sensación no desapareciera nunca. Pese a la majestuosa corrida tenía la sensación de que aún tenía más dentro de mí, que necesitaba seguir follando.

Una rápida mirada atrás me bastó para comprobar que Alicia seguía empalmado y suavemente se pajeaba, sus ojos desvelaban que, al igual que yo, ella tampoco se había dado por satisfecha, lo que me produjo una gran alegría. Pensé en cómo seguir y la propia postura en la que nos encontrábamos, yo a horcajadas sobre ella y mi culo abierto a unos centímetros de su polla, me dieron la respuesta.

Paseé mis dedos por su cuello recogiendo mi semen y lentamente, sosteniéndonos la mirada y la sonrisa, me lubriqué el culo con mi propio semen, la postura era ideal y pronto mis dedos entraban y salían de mí con total soltura esperando ya algo mejor que lo penetrara. Ella no hacía nada, esperaba expectante y deseosa mientras seguía meneándosela. Me desplace un poco hacia tras y rápidamente su polla encontró mi entrada y se encajó en ella, sentí su prepucio caliente y húmedo y bajé hasta que de un tirón se acopló dentro de mí. Ya no lo veía pero tenía muy presente su forma, sabía que aquella primera facilidad con la que había entrado era solo un espejismo y que cuanto más bajara, cuanto más me taladrara, mayor sería el ancho de su verga y por tanto, mayor la dificultar y el placel.

Así fue, a cada centímetro mi agujero se abría más y más, fui lento, sintiendo la tensión y el dolor y, esperando que se fuera mitigando antes de seguir bajando. Por momentos parecía que me fuera a romper en dos pero, esas punzadas que me recorrían todo el cuerpo llegaban hasta mi interior convertidas en oleadas de placer. No puede llegar a notarla toda dentro cuando tuve que elevarme un poco dándonos un pequeño respiro, cogí aire y volví a empujar más fuerte ganando unos centímetros más, un nuevo respiro, cerré los ojos y por fin hasta el final. Estaba más abierto de lo que había estado nunca sentado sobre su ingle y lleno de aquella mujer de pechos turgentes y mirada felina. Mantuve unos momentos la postura mientras mi interior se acomodaba mientras acariciaba su torso y sus pechos, aún no terminaba de encajar en mi subconsciente como alguien se semejantes tetas y cinturita de avispa podía tener aquel pedazo de polla dentro de mí.

Cundo me noté a gusto y seguro comencé a subir y bajar sin dejar de sobarle las tetas, el anillo de mi ano se ajustaba dilatándose y estrechándose hasta que salía demasiado y me notaba abierto como nunca, en ese momento creo que me podría haber entrado cualquier cosa por el culo. Me vinieron a la mente aquellas películas porno donde alguien es penetrado a las vez por dos polla, hasta ese momento había creído que eso era imposible.

Estuve saltando un buen rato sobre ella cada vez más fuerte, gemíamos y sudábamos, estaba cansado, mis músculos tensos comenzaban a dar signos de agotamiento pero el placer me daba una energía especial que me hacía sacar fuerzas del propio dolor. Casi inconscientemente me fui inclinado sobre ella y puse mis manos a sus lados apoyadas en la cama y torcí mis piernas apoyándome en las rodillas, quede como a cuatro patas con ella debajo. Es esa postura mis movimientos eran muy limitados pero ella fue tomando la iniciativa en mi lugar y, apoyada sobre las manos, fue elevando y bajando la pelvis para que las envestidas no se relajasen, al contrario, ahora eran más rápidas y contundentes. Yo, que prácticamente en ningún momento había dejado de estar empalmado, pensé que me iba a correr sin, ni siquiera, tocármela. Pero de repente bajó de velocidad hasta quedarse parada con su polla toda dentro de mí y con un fuerte gemido, casi un grito, note como mi culo chorreaba de su placer. Yo estaba a punto también de nuevo. Al relajarse sobre la cama me volví a incorporar sentado sobre su verga y me pajeé hasta terminar echando un pequeño chorro de semen sobre su ombligo.

Me tengo que ir. En unas horas tendré que estar despertándome en el hotel para no levantar sospechas.- Pensé.

Eso fue lo último que recuerdo hasta que a las ocho de la mañana el sol que entraba por la ventana de la habitación del prostíbulo me despertó. Alicia dormía plácidamente a mi lado, casi sobre mí, desnuda, cubriéndome con un brazo y una pierna. La aparté lentamente sin despertarla me vestí y me fui, no sin antes dejar sobre la mesilla de noche y junto con doscientos euros, una tarjetita mía en la que puse simplemente -Gracias.- Dudé sobre si dejarle mis datos, que estaban en la tarjeta, pero al contemplarla desnuda sobre la cama no pude evitarlo. –Quizás si regresa a España…- Pensé.

Regresé al hotel y me aposté en el bar que había enfrente del hotel. Veinte minutos más tarde vi como mi compañero de viaje salía y se montaba en un taxi sin percatarse de mi presencia.

Regrese a mi habitación donde me duche y cambie antes de dirigirme al centro de la ciudad sin más. No tenía nada de sueño, me sentía energizado y fuerte pese a las eminentes agujetas que ya notaba que comenzaban a salirme en las piernas. Luego, una vez en el centro, conecté el móvil y tras comprobar las numerosas llamadas perdidas que tenía de Manuel, contacté y quede con él con el que pase el resto del día.

Que despiste el mío. ¡Mira que dejarme el móvil apagado!