De Rusia con Amor (I)

Relato de una familia "convencional" con oscuros secretos

Bienvenido a esta historia que será contada por tres de sus protagonistas, en varios capítulos.

Sin más preámbulo. Comencemos:

Relato de Carlos.

Hoy vamos a visitar a mi tío y es el momento para poner en marcha mi plan.

¿Dónde están mis modales? Primero debo presentarme. Mi nombre es Carlos y soy un joven como cualquier otro. No soy muy dado al ejercicio físico sin embargo no soy obeso, me encanta el ajedrez y soy muy bueno en ello; por eso me dicen que suelo ser muy calculador. Tengo el cabello negro y mido un metro setenta, lo cual es un poco alto para el promedio del país.

Ahora voy a presentar a mi familia y haciendo una descripción de cada uno de nosotros.

La familia está compuesta por Fernanda, mi hermana mayor. Jenny que es mi hermana melliza, mi madre y yo.

Mi madre, Verónica. Tiene cuarenta pero muy bien llevados. Tiene un par de tetas grandes aunque un tanto colgadas por haber amamantado a sus tres hijos y su trasero es de buen tamaño. No menciono el color de su cabello ya que suele variarlo, ha sido rubia, morena, pelirroja y varios más, aunque su color natural es el castaño. La nariz respingada y boca pequeña. Honestamente no es una mujer de otro mundo pero al menos se mantiene de buen ver.

Fernanda luce su cabello ondulado y de color castaño que le da un toque angelical a su rostro. Su nariz pequeña y respingada (herencia de la familia de nuestro padre). Sus ojos son lo que más llama la atención y es que son grandes y de un color avellana claro que en ocasiones parecen ser color miel. Sus tetas son de tamaño normal. No son muy grandes pero se notan muy paraditas, muy probablemente por los casi veintidós años que cuenta. Lo que en realidad hace destacar a mi hermana son sus piernas y trasero. Ella juega voleibol por lo que tiene piernas gruesas y unas nalgas paradas y redondas que son el objetivo de las miradas de todos los hombres que se cruzan en su camino.

Jenny es una chica como cualquier otra. No es muy alta, su cabello lacio color negro acentúa sus facciones y la hace ver de más edad de la que en realidad tiene. De su cuerpo puedo decir que dista mucho de ser como el de Fernanda ya que sus piernas y nalgas son un tanto normales pero en dónde destaca es en sus tetas, y es que desde que cumplió once años, comenzaron a ser unos pequeños brotes en su cuerpo; ahora a los dieciséis casi son del mismo tamaño que las de mi madre.

Desde hace diez años que nuestro padre falleció hemos vivido los cuatro en la misma casa y mi madre, que es secretaria de un bufete de abogados, ha sido quien ha mantenido a la familia. Al principio fue algo difícil y fue cuando conocí a mi tío, hermano de mi madre. Luis es su nombre.

Antes de la muerte de papá no lo había visto, de hecho no sabía de su existencia pero en el funeral de papá se apareció y después de abrazar a mi madre fue ella quien nos lo presentó.

Resulta que Luis es el hermano menor de mi madre y que hacía mucho tiempo que había emigrado a otro país y ahora volvía para ayudar a la familia. No puedo decir mucho sobre cómo era ya que no le presté atención. Antes de morir mi padre, mi mamá no trabajaba por lo que se vio en apuros económicos y mi tío nos ayudó a vivir los primeros meses. Después del funeral solo estuvo una semana y se volvió a largar sin que nadie, que no fuese mi madre, supiera a dónde. Él mandaba dinero que mi madre administraba y cuando encontró el trabajo de secretaria mi tío hizo más esporádicas sus ayudas pero siempre en los cumpleaños de cada quién mandaba dinero suficiente para que nos diéramos ciertos lujos.

Pero no debo adelantarme tanto.

Antes de que mi padre muriera, la relación que tenía con Jenny era muy estrecha. Siempre andábamos juntos aunque en ocasiones eso derivaba en peleas entre ambos. Sin embargo, recuerdo mucho que nuestros padres nos permitían bañarnos juntos cuando aún éramos muy niños; pero siempre he sido curioso y me preguntaba ¿Por qué su cuerpo era diferente del mío? Con todo eso, el tiempo de bañarnos siempre me las arreglaba para convencerla  y que me enseñase lo que tenía entre sus piernas.

No hay nada que ver en una niña de cuatro o cinco años. Pero me encantaba darle besitos porque a ella le daban cosquillas y solía retribuirme dándole besos a mi pene que por aquellos tiempos ni se inmutaba.

Después de la muerte de nuestro padre, eso de bañarnos juntos se terminó y la relación entre ambos se enfrío.

Cuando cumplimos catorce años, su cuerpo ya llevaba todas las hechuras de una mujer lo cual me mantenía en estado constante de excitación ya que compartíamos habitación porque la casa que habitábamos no era muy espaciosa. Ella siempre se cuidó en que no la viese ni siquiera en ropa interior. Por aquel entonces mis hormonas estaban a tope y quería ver los cuerpos de las tres mujeres con las que vivía, pero sin ropa. Ellas jamás lo permitieron pero siempre hay una manera.

Con el tiempo descubrí que la puerta del baño tenía una apertura en la parte superior. Era un pequeño resquicio en donde se podía ver el interior.

Tuve que tener mucha paciencia ya que tenía que estudiar los movimientos de todos para saber cuándo no corría peligro en mis actividades voyeristas

No sé si deba agradecer a mi buena técnica del ajedrez pero en todos los aspectos de mi vida, siempre he sido muy cuidadoso por ello quería ver los cuerpos de las mujeres pero sin correr riesgos ya que no deseaba que la diversión terminara antes de iniciar.

No fue muy difícil aprender la rutina de la familia. Mi madre se bañaba primero para dejar preparada la comida y salía a trabajar antes que todos. Los fines de semana mantenía la misma rutina. Nos dejaba ya despiertos y la siguiente en bañarse era Fernanda que se bañaba rápido pero los fines de semana lo hacía por las tardes, después de sus partidos de voleibol. Jenny o yo nos bañábamos hasta volver de la escuela así que los tiempos eran muy complicados. Pero poco a poco las cosas se fueron reacomodando a mi favor, mientras, memoricé el tiempo que hacía cada una al bañarse.

Mi madre tuvo una promoción en el trabajo por lo que su horario se recorrió unas horas. Ahora entraba más tarde y salía más tarde por lo que se bañaba cuando todos estábamos en la escuela. Fernanda fue seleccionada al equipo de su instituto por lo que pasaba algunas tardes entre semana fuera de casa y solía bañarse en las mañanas antes que todos. Jenny y yo mantuvimos la costumbre de bañános por las tardes por lo que el primer cuerpo que vi fue el de mi hermana melliza.

-Me voy a bañar ¿Vas a usar el baño? –Me preguntó esa vez.

-No “manita”. Báñate tú. –Respondí después de pensarlo un poco.

-Ya estás. Nada más voy por mi toalla.

Era común avisar cuando te ibas a demorar un poco en usar el baño para evitar fricciones después. Yo estaba viendo la televisión y en mi cerebro se encendió la señal de que está era la oportunidad que esperaba pues Fernanda estaba en una práctica e iba a volver un poco más tarde. Aguardé un poco hasta que la vi pasar con rumbo al baño. Tan pronto cerró la puerta corrí para llegar lo antes posible. Acerqué un mueble que, por cuestiones dudosas del destino, había quedado acomodado ahí. El mueble me permitía estar a la altura justa para poder ver lo que sucedía en el interior del baño.

Tenía los latidos de mi corazón tan acelerados que comencé a sudar y a temblar por el exceso de adrenalina. Estaba a punto de ver el primer cuerpo de una mujer desnuda en vivo y era el de mi hermana melliza.

Ella estaba sentada, orinando en el escusado por lo que aún estaba vestida. Terminó pronto y se incorporó sin subirse la ropa interior ni los pantalones por lo que pude ver por primera vez su vagina, ahora que era una señorita. La recordaba de otra manera pero ahora estaba poblada de un  pequeño tapete color oscuro. Mientras se quitaba la blusa y su sostén notaba el sudor corriendo por mi espalda y las ganas de tocarme eran enormes pero quería aguantar hasta ver a mi hermana completamente desnuda. El tiempo llegó. No podía creerlo pero sus tetas eran más grandes de lo que aparentaban con ropa. Sus pezones oscuros de inmediato demostraron que hacía frío ya que adquirieron una dureza que era evidente. Comencé a jalármela poco a poco y mientras ella se bañaba yo me entregaba al placer, proporcionado por mí mismo.

Por primera vez había visto el cuerpo de una mujer completamente desnudo ante mí.

Unos meses después, me enfermé por lo que tuve que faltar a clases, al menos ese día así que me quedé con mi madre. Al no estar enfermo de gravedad, mi madre decidió que su vida tenía que seguir y ella no se iba a quedar a cuidarme. Lo que al principio me pareció un insulto, terminó siendo una de las mejores recompensas.

-Charlie. –Comenzó a decirme antes de meterse al baño. –Ya se me hizo tarde. Me voy a bañar rápido.

-Sí, má. –Respondí yo sin muchas ganas de tener una plática.

-Ya dejé la comida en la estufa. Nada más la calientan.

-Má, no es la primera vez que nos quedamos solos. Ya sabemos que hacer.

-Bueno, hijo. Me voy a bañar entonces.

-De acuerdo, má.

Cuando por fin se metió al baño volví a aplicar la misma estrategia: correr hasta el mueble y asomarme sobre la puerta para ver ese cuerpo.

Para la edad que tenía mi madre, treinta y ocho en ese tiempo, su cuerpo era mucho mejor que el de mi hermana. Sus tetas, aunque un poco caídas, eran más voluminosas y contrario a Jenny, sus pezones y areolas formaban un triángulo hermoso con el resto de su teta. La piel de su vientre lucía unas pequeñas estrías que lejos de quitarle lo atractivo, para mí, eran una delicia visual. Su pubis se veía fino y solamente tenía una ligera línea de ese vello púbico en el medio y los labios asomaban un poco por entre sus piernas. Desde mi posición era muy complicado poder ver esa belleza en todo su esplendor pero con lo que veía era suficiente para comenzar una paja de campeonato. Cuando me llegó el momento de mi orgasmo, fue el más delicioso de toda mi vida.

De esa manera, vi el segundo cuerpo de las mujeres de mi familia, desnudo.

Pero quería más.

Tener una visión aérea no era suficiente. Quería ver sus cuerpos pero más de cerca y desde otro ángulo. Estaba obsesionado por saber cómo se veía una vagina.

Con ese pensamiento pasé muchas noches pero no encontraba la manera de lograrlo.

Pensé muchos planes, tan descabellados que de inmediato los rechazaba. Pensé en colocar cámaras pero no tenía ni una y comprarlas era algo que estaba fuera de mi alcance.

Además, los triunfos siempre nos impulsan a alcanzar nuevos niveles. Ahora quería saber lo que se sentía al tocar esos cuerpos. Ninguna de ellas me iba a permitir tocar sus tetas ni sus nalgas solo para complacer mi curiosidad por lo que tenía que ingeniármelas.

Si a mis hormonas desbocadas le sumamos el impedimento de ver esos cuerpos desnudos a pesar de verlos a cada momento con ropa, pues tenemos la mezcla perfecta para matarse a pajas. Pajas que tenía que hacer mientras me bañaba ya que era el único momento en que gozaba de intimidad.

Un día que estaba pajeándome en el baño, escuché un ruido en la puerta.

-¿Quién está ahí? –Pregunté mientras dejaba de meneármela pero sin soltarla.

-¿Ya mero sales? –Preguntó Jenny desde fuera del baño. –Me estoy haciendo y tú no sales del baño. –Suplicó.

A pesar de que se podía escuchar la angustia en su voz, me molestó que me interrumpiera mientras me la jalaba.

-Yo te avisé que me iba a bañar. –Respondí claramente molesto.

-Por favor, apúrate. –Dijo con el mismo tono.

Decidí ignorarla y seguir con lo mío.

Me demoré lo que tenía que demorar. No más, no menos. En cuánto salí del baño esperé ver a mi hermana con cara de odio pero no la encontré en mi camino a mi habitación. Lo que si escuché fue la puerta del baño cerrarse de manera violenta. No le di más importancia.

Lo que cambió a partir de ese día es que ella siempre se metía a bañar antes que yo. Algo que lejos de molestarme, me encantaba, ya que lo hacía tan pronto llegábamos de la escuela y la casa estaba sola; diario veía su cuerpo desnudo cuando se bañaba y varias ocasiones la vi cuando comenzaba a acariciarse las tetas, en lo que era un claro inicio de que se iba a pajear ella sola; desgraciadamente jamás lo hizo mientras se bañaba. Cuando era mi turno de bañarme las pajas eran de campeonato recordando las caricias que se daba mi hermana cuando pensaba que nadie la veía. La observaba del diario por lo que aprendí las rutas que recorría con sus dedos antes de llegar a su sexo.

Fin del primer capítulo. Espero tus valoraciones apreciable lector o lectora, ya que gracias a ellas, los escritores podemos mejorar.