De repente...una extraña 2

Capítulo final.

De repente...una extraña ll (final)

Menos mal, el infarto que había sufrido no fue severo y al ser tratado con rapidez, los médicos consiguieron que la porción dañada del músculo cardiaco fuera ínfima. Soy ateo, pero juro que en esos momentos hasta di gracias a Dios por mi buena suerte, dentro de la desgracia vivida había salido casi indemne.

Mi hermana a pesar de mis variadas objeciones insistió en hacerme compañía durante la convalecencia y me cuido con mucho mimo las dos semanas de estancia pasadas en el hospital, mientras, mi ¿sobrina?...la verdad no sabía muy bien como definirla, con un interés nada habitual, me visitaba diariamente y se pasaba horas sentada junto a mi haciendo ver que estudiaba pero cuando por fin me armaba de valor y me atrevía a mirarla, aunque solo fuera de reojo, siempre la pillaba pendiente de mis reacciones, con una expresión tan embobaba en su cara de chica dura que me acojonaba bastante, me sentía incómodo, estaba claro que me negaba obstinadamente en asimilar que Clara era mi hija, que me la había follado tratándola como a una vulgar buscona, me comportaba como el niño que no quiere mirar bajo la cama para evitar enfrentarse a sus miedos nocturnos, cada vez que pensaba en como la había tratado se me revolvían las tripas.

Sorprendido también por la generosidad de mi hermana, quizás porque siempre he vivido solo y rodeado de gente bastante egoísta, me conmovió su insistencia y sus ganas de estar junto a mi en estos momentos, con decisión, muy propia de ella se puso manos a la obra y gestionó hacer sus vacaciones pendientes para estar a mi lado.

  • Carlos...¿como te encuentras hoy? Te veo con muy buena cara y eso me alegra el corazón, te estás recuperando muy bien. - Me cogió la mano con afecto y me dio un beso.

  • Cristina estoy cada día mejor, de verdad, además, me mimas tanto que seguro que me dan el alta en cuatro días. – Se inclinó coquetamente y apoyó su cara sobre mi pecho, aprovechando que estábamos solos, me dio un suave beso en la boca que hizo ponerme colorado como un tomate. Ella no sabía que mi turbación no la había producido su caricia, simplemente era un síntoma más de la vergüenza que sentía por mi trato aberrante con Clara y mi incapacidad para confesárselo todo a su madre.

  • A buenas horas te comportas con timidez hermanito, después de todo lo que hemos pasado juntos, sabes, tu carita ruborizada me hace feliz. Veo que sigo poniéndote nervioso. – Me sonreía divertida y me acariciaba el pecho tirándome de los pelos, rozaba intencionadamente con la yema de sus dedos mis sensibles pezones, caricia que sabía me excitaba mucho, Cristina seguía siendo una mujer hermosa y sensual. Siempre la he amado y tenerla tan cerca de mí me hacía recordar nuestros encuentros en otros momentos más felices y despreocupados.

Cuando Clara se presentaba en mi habitación, mi expresión y mi lenguaje corporal se alteraban de forma radical e inmediata. Rehuía su mirada y me encerraba en un silencio hosco e incómodo que las tenía bastante mosqueadas a las dos. Creo que mi hermana pensaba cándidamente que aun no había aceptado a su hija, que no me gustaba su aspecto ni su forma de vivir, amén de tener que asimilar que era su padre biológico. Mejor así, si Cristina sospechara lo que había pasado estos días entre nosotros...mejor no pensarlo, la máquina comenzaba a disparar todas las alarmas ante el aumento repentino de mis pulsaciones cardiacas.

Mi hermana se tuvo que desplazar a Madrid para realizar unas gestiones y dar una vuelta por su abandonada casa. Estaría dos o tres días fuera, yo la animé para que no tuviera prisa en volver, me sentía culpable de haber alterado su rutina y su vida, estaba a punto de ser dado de alta y Clara me podría ayudar en lo que fuera menester. Se marchó con la promesa de volver lo antes posible.

Serían las cinco de la mañana cuando de nuevo subí otro escalón en dirección al precipicio. Estaba dormido profundamente, pero poco a poco la conciencia volvió perezosamente y mis sentidos se activaron al notar como alguien me estaba acariciando mi pecho y estómago con suavidad. La penumbra me permitió abrir ligeramente los párpados y vi que era Clara inclinada sobre mí. Me quedé bloqueado, la quería apartar de mi, pero o no quise no supe que hacer, mi polla de forma repentina empezó a crecer sin hacer caso alguno a mis ruegos desesperados por mantener la calma, mientras, Clarita deslizaba la mano entre las sábanas y se apoderaba con firmeza de mi miembro.

  • Se que no debo hacerlo aun Carlos, pero seguro que una pajilla te va a sentar de maravilla, iré con cuidado, tu disfruta y procura no alterarte mucho, no sea que nos pillen. – Se puso de rodillas en la silla, levantó la sábana que me cubría y lentamente metió la cabeza entre mis temblorosas piernas, mi verga totalmente encabritada parecía esperarla con ansia. Noté la calidez líquida de su boca posada en mi inflamado capullo. Tenía que detenerla, pero...la voluntad es débil, sobre todo si te la están comiendo tan bien como era capaz de hacerlo mi hermosa y destartalada hija punky. La chupaba con mucha suavidad, demasiada para lo impaciente que acostumbra ser, lentamente pero de forma rítmica, sin sacársela de la boca, notaba como se contenía a duras penas las ganas de mamarla en plan suicida como a ella realmente le gustaba hacerlo, hincándosela a un ritmo frenético todo lo que su garganta daba de si y la verdad...yo ya había comprobado su capacidad de engullirla hasta las mismísimas pelotas. Duré menos que un pastel en la puerta de un colegio. Mi abstinencia forzada hizo que mi rabo expulsara varios potentes chorros de semen que Clarita intentaba desesperadamente tragar, escuchaba fascinado el sonido de sus gruñidos, mezclados con alguna arcada, mira que era burra, aun seguía chupándola con gula cuando los dos dimos un respingo al unísono.

La dichosa alarma saltó de repente cuando mi ritmo cardiaco se alteró en medio del placentero orgasmo. Clara se retiró alarmada riéndose bajito como una loca y se sentó de nuevo mientras se pasaba la mano apresuradamente por la boca para quitarse los restos de mi corrida. Tenía la cara sonrosada y el aspecto de una niña pícara que acaba de hacer una buena trastada. Al momento se abrió la puerta y la enfermera entró de forma acelerada, encendiendo precipitadamente la luz. A penas nos dio tiempo a adecentarnos, me observó con atención y comprobó todos los datos que aparecían en la pantalla.

  • Creo que tenía una pesadilla y se ha despertado. – Le dijo Clara de espaldas a ella mientras terminaba de limpiarse con disimulo la boca, desde mi perspectiva, un brillo extendido en la cara y algunos goterones sospechosos en su mentón delataban lo que había saboreado con tanta gula hacía escasos segundos. La enfermera, ajena a la situación vivida, con su habitual y acostumbrado aburrimiento asintió a su comentario sin apenas mirarla y volvió a comprobar mi pulso y mi estado general. Hizo una anotación en una ficha y nos deseó buenas noches.

Mi mente era un torbellino, había vuelto a pasar lo que intentaba evitar desde que mi paternidad me había sido revelada, estaba metido en una encerrona que no sabía como solucionar. Clara se había encaprichado conmigo o quizás algo aun peor, eso estaba claro, es más, daba por sentado que nuestra desviada relación continuaría a poco que yo me recuperara. Estaba acojonado, siempre me he considerado un hombre valiente aunque no temerario, pero lo suficientemente sincero y resuelto para encarar cualquier problema. ¿Como se lo hacía saber? ¿Era ella consciente de que nunca había sido mi sobrina? Solo pensar que estaba al corriente de la verdad y a pesar de saberlo..., me ponía los pelos de punta.

-Clara...quiero hacerte una pregunta íntima sobre tus padres, es necesaria para comprender unas dudas que me atormentan desde hace tiempo. ¿Sabes el motivo real de la separación? -Me miró con su antigua cara de pasar de todo y solo se encogió de hombros.

  • Si, se más o menos lo que paso, un tema de cuernos, mi vieja se la pegó con otro quedándose preñada, yo fui el resultado. Mi padre se enteró de que era un cornudo cuando yo estaba a punto de cumplir los dos años. Padeció una infección en los testículos y entonces descubrió por los análisis que siempre había sido estéril. Estaba claro que yo no venía de su leche, imagina la bronca y las consecuencias para los dos. Se rebotó mucho con mi madre y la dejó plantada por ser tan zorra. Pero quiero que sepas también que nunca nos ha faltado de nada. El colega siempre se ha comportado como si yo fuera hija suya y a mi me mola que se preocupe tanto por mi. Yo lo quiero...a mi manera, pero lo quiero. - Se sentó de nuevo en el sillón y cerró los ojos, como si quisiera llorar. La vi cansada y aun más pálida de lo normal en ella.

Su respuesta me confirmó que no era consciente de la terrible situación en la que todos nos habíamos metido. Esto se había convertido en una pesadilla incestuosa que empeoraba por momentos. Debía actuar de inmediato o me volvería loco de remate. Con ese firme propósito me dormí bastante inquieto.

Que iluso soy, durante las siguientes dos noches se repitió puntualmente la misma historia y mi consiguiente pasividad absurda ante sus calientes caricias. También, como no, cada noche saltó la maldita alarma y al final, la enfermera me hizo una velada advertencia sobre los riesgos de practicar sexo con la lesión tan reciente aun. Lo comentó como de pasada, mientras miraba de reojo a mi desconocida hija con cara de no aprobar su comportamiento ni su vestimenta. Por su expresión me pareció que sospechaba que algo pasaba entre nosotros cuando estábamos a solas en la habitación.

Cristina llegó al tercer día y preparó la casa para mi próxima alta médica. Una ambulancia me trasladó a mi domicilio y suspiré con satisfacción cuando me sentí en mis dominios, lo de la ambulancia, reconozco que me había tocado bastante los cojones. Me encontraba bien y tanta tontería médica frente a mis curiosos vecinos me puso de los nervios. Mientras un enfermero me trasladaba en una silla de ruedas, fui consciente de que ahora comenzaba realmente la situación más delicada. Las dos mujeres más importantes de mi vida durmiendo en mi casa. Menudo papelón tendría que hacer y yo convaleciente...hay que joderse, menuda suerte la mía.

Me encontraba acostado leyendo un best seller de moda cuando escuché entrar a mi hermana. Llevaba puesto una especie de pijama ajustado que resaltaba sus abundantes y sensuales encantos. Se había recogido su largo y negro cabello en una cola de caballo y se tumbó a mi lado con una revista en sus manos. La miré con cara de interrogación y me sonrió mientras desplegaba la revista de moda.

  • Estoy aburrida y he venido a hacerte compañía un ratito.

Se recostó sobre mi abdomen, se puso sus coquetas gafas y empezó a hojearla distraidamente. Me sentía muy excitado con su presencia y su familiar olor, sus lindas y cuidadas manos pasaban las hojas con una parsimonia que me tenía embobado. Me empecé a excitar de nuevo mientras la observaba con disimulo, mi verga comenzó a levantar una carpa de circo bastante evidente tanto en su altura como por su falta de oportunidad. Situé el libro encima del promontorio intentando disimular lo evidente con bastante poca fortuna. Cristina se percató al instante de la situación y apartando el ejemplar la apretó con descaro, me miró con vicio, dejó la revista de lado y se encaramó descaradamente sobre mi pecho desnudo.

  • Carlos, no veas... la tienes súper dura, sabes...así es como a mi me gusta que se te ponga siempre que estés conmigo. Ya sabes que durante algún tiempo deberías intentar no excitarte demasiado, pero ya que estás así de duro, supongo que una ducha templada y una buena paja te sentarían bien, vamos que te enfriarán un poco los ánimos, ¿como lo ves?...si quieres, te puedo ayudar hermanito. – Que lista que era mi Cristina, recordé nuestras pasadas duchas conjuntas y como acababan siempre de bien.

  • Vale, me apetece, pero...¿a que te refieres con ayudarme? Me piensas enjabonar la espalda o tienes alguna otra idea en tu mente aun más interesante, te aviso que no se si podré controlarme estando tu tan cerca, entre unas cosas y otras, follo menos que un gato de yeso, luego no te quejes si te pongo perdida, no soy de piedra y seguro que me vas a calentar, te lo veo en la cara. – Se rió coqueta y me dio la mano para que se la cogiera y me levantara de la cama.

Vestido solo con mi pequeño slip entré en el baño seguido de cerca por mi hermana. Me desnudé dándole la espalda, que ridículos somos a veces, después de todo lo que había pasado entre nosotros y ahora me estaba comportando como un niño avergonzado. Sentía detrás mío como Cristina se quitaba la poca ropa que llevaba puesta.

Entré en la ducha y al instante noté la presión de sus pechos contra mi espalda, sus pezones estaban duros como piedras, no me atreví a girarme, mi erección era ya de juzgado de guardia. Lentamente y con movimientos calculados comenzó a enjabonarme toda la espalda con parsimonia, siempre bajando en dirección a mis nalgas, mientras, de forma coloquial, me comentaba que estaba más delgado y que tenía que recuperarme pronto, que ella se encargaría de ponerme de nuevo en circulación. Cuando llegó a mi trasero se puso de rodillas y continuó pasándome la esponja por toda la delicada zona. Recordé de repente cuales eran seguramente sus intenciones, me agarré a la barra de la ducha y me tensé inquieto, sabía lo que estaba pasando en esos momentos por la cabeza de mi caliente hermana. Ha sido la única mujer a la que he permitido penetrar mi ano con los dedos mientras me masturbaba o me hacía una mamada. Esa caricia la aprendí a disfrutar con Cristina cuando era aun un adolescente. No perdió el tiempo en preliminares, siempre iba directa al grano, ayudándose del jabón esparcido me empezó a introducir su dedo índice mientras su otra mano agarraba con firmeza mi manubrio y empezaba a tocar la zambomba con su peculiar forma de pajearme. Me retiraba la piel y me masajeaba con las yemas de los dedos toda la superficie de mi sensible prepucio, esa caricia sabía que me ponía a mil por hora. Se dedicó a estimularme la próstata frotando de forma acelerada y con mucha fuerza el dedo que tenía incrustado en el fondo de mi recto. La pared de la ducha recibió mis descontrolados chorros mientras cerraba los ojos y también mis dientes para ahogar un gemido de puro placer. Joder...estaba hasta mareado, era la mejor...Cristina era una experta en dejarme seco de una sola tacada, hasta me tuve que agarrar con la otra mano a la barra de la ducha para no caerme allí mismo como un saco.

  • Venga...tigre, limpia con la manguera el desastre que has pintado en la pared. ¿A que ahora estás mucho más relajado?, ves como tu hermana sabe lo que realmente te gusta sinvergüenza, ¿quien mejor que yo te va a cuidar? – Me atizó una palmada en el culo que me dejó la marca en la nalga. Cuando terminé de secarme, Cristina se había marchado de la habitación. Entreabrí la puerta y escuché el murmullo lejano de una conversación entre las dos. Por más que me esforcé, no puede entender el contenido. Me tumbé con la toalla anudada a la cintura y me dormí.

Serían las cinco de la mañana, me desperté de repente cuando un susurro en mi oreja me sobresaltó, era Clara y por la claridad nocturna que entraba por las ventanas vi horrorizado que estaba totalmente desnuda...y recién duchada, olía a mucho a jabón, se ve que se había tomado al pie de la letra mis manías personales sobre la higiene en general y la suya muy en particular.

  • Pero...¿te has vuelto totalmente loca Clara? Tu madre puede oír ruido y con su manía de cuidarme noche y día se presentará aquí como un rayo. Joder...venga vístete y vete a tu cuarto coño, ¿no ves en el lío que nos podemos meter?. – Se lo dije junto a su oído, procurando no levantar la voz, vaya una papeleta y yo en plena convalecencia, seguro que entre las dos se encargarían sin proponérselo de que me repitiera el ataque al corazón.

  • ¿Que coño te pasa últimamente conmigo "tito"? – Remarcó descarada nuestro parentesco -Tan jodido te ha dejado el infarto que te has vuelto impotente o es que tienes tanto miedo a palmarla que te acojona estar conmigo. Antes eras mucho más divertido, me gustaba como me tratabas y ahora ya ves...te asustas como un mierda en vez de follarme en condiciones. – Su cara era de enfado y su actitud totalmente provocadora. Le cogí la muñeca con fuerza y nos quedamos mirándonos cara a cara.

  • ¿Como me has llamado? ¿"impotente"? ¿"mierda"?, veo que no has aprendido nada a pesar de vivir conmigo. Si escucho un solo gemido o grito te juro que te zurro el pandero a conciencia. - Me levanté y cerré la puerta con llave. –Ven guapa... ¿no quieres rabo?, pues toma rabo - La cogí del pelo y apartando la toalla se la hice tragar hasta que sus labios rozaron mis pelotas. Se encogió convulsionada y empezó a sufrir una arcada tras otra, no le di tregua alguna, se la sacó segundos más tarde de su garganta como buenamente pudo y se apretó la almohada contra la cara para amortiguar las arcadas y toses convulsivas que a punto estuvieron de hacerla vomitar.

Esperé a que se recuperara un poco y volví a hundírsela sin compasión. Se acomodó al tamaño y con nuevos bríos me la comió con su habitual vicio, ya no se acordaba de mi estado ni de sus vómitos, o como a ella tanto le gustaba decir "le importaba una mierda". Me la puso tan dura que podría abrir las latas de cerveza con la punta, la ice inclinarse y mientras con una mano le tapaba la boca, con la otra le masajeaba su empapado coño, Clara estaba chorreando de calentura. Aproveché el lubricante natural y le introduje poco a poco dos dedos en su elástico ano.

Dio un respingo y tuve que apretar la mano que tapaba su boca para silenciar el gemido de dolor. Le introduje un tercero y cuando me pareció que estaba la cosa a punto, comencé a sodomizarla hasta sentir como sus labios vaginales rozaban mis pelotas, el método era duro pero así es como le gustaba a ella, en ningún momento rehuía o intentaba escapar, se mantenía pasiva y siempre accesible. La muy...me atizó un mordisco descomunal en la mano, la retiré con premura del alcance de sus peligrosos dientes, no veas la leona lo peligrosa que era cuando copulaba, un poco más y se queda con el trozo en la boca. Cabreado, le propiné varios pollazos profundos que la hizo enterrar aun más la cara en la empapada almohada. No duró la cosa mucho rato, se corrió sofocadamente mientras apretaba sus fuertes nalgas contra mi dolorida cintura. Mi semen bañaba el interior de su recto hasta, Clara con la cara hundida en mi cojín gemía entrecortadamente, me salí de ella, de su dilatado ano bajó un hilo de semen que se depositó mansamente sobre la superficie de la sábana. Me tumbé de espaldas resoplando como un viejo buey, estaba claro que mi forma física no se encontraba en su mejor momento. Me estaba en cierta forma jugando la vida, de hecho, no debería aun practicar estos tórridos encuentros, pero...la lujuria es así de cabrona, no solo me follaba a mi propia hija, sino que arriesgaba mi existencia solo para complacer mis más bajos instintos. En resumen, estaba hecho un verdadero degenerado. Volvieron de nuevo los dichosos remordimientos. Alcé un poco la cabeza y vi que aun se encontraba como la había dejado antes, con el culo en pompa y gimiendo con su cara enterrada en el almohadón. Poco a poco se empezó a incorporar con algo de dificultad. Se giró y me miró como si yo fuera el único y verdadero amor de su vida. Se acercó tumbándose encima y me besó con verdadera furia, su lengua me repasaba el interior de mi boca como si buscara un tesoro. Se levantó satisfecha, saltó de la cama y me hizo un gesto de despedida con su mano, sin recoger prenda alguna se dirigió bamboleando su bonito culo en dirección la puerta, la muy viciosa había entrado en mi habitación como su madre la trajo al mundo, se giró mientras la aferraba por el pomo y me miró con picardía.

  • Así es como me mola que me trates tito, con autoridad, ya sabes que necesito que me eduques, tu me entiendes... – me guiñó un ojo y cerró la puerta con suavidad, me dejó solo, con todos mis sentimientos a flor de piel.

Cristina estaba tomándose un café en la cocina cuando entré a desayunar. Me miró con una expresión en su rostro que me hizo pensar en lo peor. Procure disimular mi turbación y me puse a untar una tostada frente a ella.

  • ¿Carlos, no crees que deberíamos hablar de lo que está pasando en esta casa? ¿Que coño haces follándote a mi hija que es también la tuya? Carlos...me has roto el corazón, como te atreves a acostarte con ella, sabiendo lo que sabes, ¿como has podido?...serás cabrón. -Se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar desconsolada. Continué untando mi rebanada mientras la miraba de hito en hito.

  • Lo siento...Cris, no se que decirte, la verdad...ni yo mismo acabo de entender lo que está pasando con mi vida, pero no tengo excusa alguna que te pueda servir de consuelo. – Dejé lo que estaba haciendo y me incorporé para abrazarla, me rechazó de un manotazo y visto lo visto, me serví una taza de café que bebí de un precipitado trago. La deje a solas, estaba encogida sobre la silla, llorando amargamente, sabía que cualquiera que fuese mi respuesta no cambiaría su forma de ver las cosa en estos momentos.

Paseé sin rumbo durante horas, cansado al fin, casi oscureciendo, volví con el temor de que la tercera guerra mundial me estuviera esperando tras la puerta de mi casa.

Entré con algo de aprensión, las luces estaban todas apagadas, mal asunto. Miré en las estancias y nada. La casa estaba parecía vacía. Ves a saber la que se había organizado allí mientras yo estaba fuera, roto no se veía nada a la vista, la discusión debió ser educada o simplemente no discutieron. Bastante deprimido por todo lo sucedido me dirigí arrastrando los pies hasta mi habitación. Necesitaba una buena ducha y dormir un rato. Mi cuerpo iba recuperando el tono pero notaba como el hecho de andar errante durante horas me había agotado totalmente. Acostumbrado a andar subiendo y bajando escaleras durante todo el día en las obras, ahora me sentía como un sesentón reumático.

Entré sin encender la luz y me dirigí al baño donde me desnudé abriendo la ducha. No llevaba ni cinco minutos bajo el agua caliente cuando escuché como la puerta se abría y alguien entraba en la estancia. Cerré el grifo y limpié con mi mano el vaho del cristal. Era Clara, llevaba una bolsa en la mano y me miraba intensamente. Estaba vestida con su habitual parafernalia, pero sorprendentemente se había cortado la cresta dejándose el pelo corto, tenía más la pinta de una recluta militar que de una punky desmadrada. Bajé la mirada avergonzado, estaba convencido de que Cristina la había puesto al corriente de nuestro parentesco, suspirando, me preparé para lo peor. Sin duda alguna volvería a estar solo y la poca familia que me quedaba me rechazaría hasta el fin de los tiempos.

  • Clara...lo siento. – No supe que decirle, creo que sobraban las palabras.

  • ¿Lo sientes? Vaya Carlos, ¿todo lo que se te ocurre es decir que lo sientes? Que original eres papá, sabes...mi vieja me lo ha contado todo. Resulta gracioso...mi propio padre me ha estado follando todo este tiempo y yo sin enterarme. ¿Desde cuando sabes que soy tu hija?

  • Lo se desde que tu madre me lo confesó volviendo juntos del aeropuerto. Creo que fue lo que me produjo el ataque al corazón, como puedes ver, además de lamentarlo mucho como te he dicho antes, he pagado también un precio por mi comportamiento. Dejémoslo aquí...por cierto ¿Donde está tu madre ahora?

  • Se ha marchado a Madrid y me ha pedido que me busque hoy mismo un hostal para dormir lejos de ti, como comprenderás no le mola nada que nos acostemos juntos, supongo que pensaba ser ella la que te calentara la cama por las noches. – Se sentó en el taburete y me enseño un sobre. – Te ha dejado una carta. ¿La abro?

  • No...déjalo, es personal y creo que es mejor que solo yo lea el contenido. Seguro no pondrá nada agradable. ¿Has preparado ya tu equipaje? Si tu quieres, te llevo a algún hotel que sea de confianza. No te preocupes por el gasto, me haré cargo de todo hasta que encuentres algún piso compartido que te interese, al fin y al cabo no he contribuido nunca a la crianza de mi hija y va siendo hora de que me ponga al día. – Estaba triste. Volvía a quedarme solo y la verdad, no me gustaba nada la idea, además mi propia estupidez había alejado de mi a las dos mujeres más importantes de mi vida.

-¿Equipaje, que equipaje? No pienso preparar ninguno. No tengo previsto marcharme de aquí en mucho tiempo. Además, tú estás aun convaleciente y necesitas a alguien que te vigile de cerca, mi madre se ha pirao escandalizada, ya ves...la cosa tiene su guasa, pero me juego lo que quieras a que vuelve arrepentida en cuatro días. Papi, esta choza me mola cantidad y pienso vivir en ella mucho tiempo contigo. Mi madre se ha largado porque es una cobarde y una celosa, ¿quien coño se cree que es ella para juzgarte a ti o a mí? Se que te sedujo siendo un adolescente y durante muchos años te metió en su cama sin importarle que fueras su hermano. Eso es lo que le he soltado a la cara cuando ha empezado con el rollo de las relaciones parentales. No pienso marcharme por mucho que ella insista, soy mayor de edad y haré mi santa voluntad.- Bajó la mirada como si fuera una niña tímida y cambió el tono de voz. - ¿papi, cuando acabes, puedes subir un momento a la sala de estar? Tengo algo que quiero que veas.- ¿Papi?, joder, Clara no dejaba nunca de sorprenderme.

Se marchó y me quedé aun más confundido. Reconozco que ella me excitaba mucho y además su imagen iba cambiando a mejor de forma muy sutil, me gustaba más rapada que con la cresta, cuando la miraba antes parecía que estaba viendo una gallina. Los colores de sus uñas eran menos oscuros, se maquillaba con más coherencia, pero...era mi hija y nos estábamos acostando como una pareja, amén de que a ella le gustaba la sumisión y que la tratara con cierta dureza. Yo en estos momentos, solo pensar en pegarle un cachete ya me ponía enfermo. Como había cambiado mi percepción de las cosas.

Subí a la buhardilla y al entrar me apoyé en el marco de la puerta. La observe con deseo y también con remordimiento, que complicados somos a veces . Clara había encendido varias velas para dar luz de ambiente y estaba totalmente espatarrada frente a mi en la peluda alfombra, testigo mudo de mis encuentros pasados y presentes, estaba la muy... como su madre la trajo al mundo. Me miraba con cara de ansia, madre mía, mi vida giraba como una peonza, siempre metido en relaciones poco naturales. Primero mi hermana, ahora Clara..., los pecados de los padres los pagan los hijos.

  • Clara ¿tu crees que estamos locos?

  • Ni puta idea papi, pero a mi personalmente me importa un carajo. Yo lo tengo muy claro y quiero vivir contigo. – Miró sugestivamente la bolsa que antes había traído al baño y volvió a mirarme con su mejor cara de golfa, su gesto me obligó inconscientemente a fijar mi atención en ese objeto.

  • ¿Que era lo que me querías enseñar? ¿Lo que hay metido en la bolsa? o simplemente querías que te viera en pelotas.

  • Papi...papi, que poca memoria tienes, ¿tú que crees que hay dentro de la bolsa?. Las putas cuerdas...las cuerdas...coño, recuerdas ahora ¿no?, Carlos veo que no te acuerdas...me prometiste que me atarías.

Capítulo final.

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