De reina a puta... capítulo 7

Roberto, después de disfrutar humillándome, me comparte, me regala...

CAPÍTULO SÉPTIMO

Exhausta, cubierta de sudor, con el lápiz de labios y la máscara de pestañas corridas emborronando mi cara, con el semen de Roberto deslizándose por mi culo, por mis muslos y el reseco de las anteriores penetraciones por todo mi cuerpo, con la sensación lubricante de la mantequilla que había esparcido por mi culo, vagina y pechos, con mi blusa abierta mostrando mis pechos, sin ropa interior, mi falda subida hasta la cintura mostrando mi culo expuesto y recientemente violado, mi pelo alborotado… así, sobre el sofá, mis rodillas apoyadas en el suelo, sin fuerzas, dolorida y aún sintiendo palpitar mi sexo por el placer del brutal orgasmo… ¡Que extraña sensación mezcla de dolor y placer!... Había gozado, estaba gozando, no lo podía negar… por encima del maltrato, de la humillación, disfrutaba como una perra, como un animal, de aquella situación que aún vivía como una pesadilla, como el sueño de una fantasía inconfesable e inconfesada.

¿Qué me está pasando?¿Soy realmente esa puta que proclama una y otra vez Roberto?¿Disfruto con esta sensación animal de placer o es todo fruto del enorme bloqueo emocional que esta inesperada situación me provoca?¿Fruto de mi sensación de culpa?.

-Límpiame la polla, como tú sabes-la voz de Roberto resonó a mi espalda-con esa boca sucia que ya empieza a ser el estercolero en que quiero convertirlo.

Me volví sumisa y aún de rodillas frente a él, procedí a cumplir sus órdenes, pasando mi lengua con parsimonia, con una lentitud extrema, por aquel pene que me acababa de llenar de placer. Lo saboreaba con ganas, con deseo, quería volver a sentirlo duro, erecto…

Roberto mantenía su mirada fría, de desprecio, pero no podía evitar que percibiera algún brillo de placer y deseo en ella. Me esforzaba en darle placer, se la estaba mamando como nunca lo había hecho, quería hacerle sucumbir al deseo…

De repente el sonido de la puerta al abrirse me sobresaltó. Eran Lolo y Rosco que, como habían concertado con Roberto, se reunían con nosotros. Venían solos, sin Alex, provocando en mí los más trágicos presentimientos…

-¡Venid!, uníos a la fiesta…

No lo podía creer. Roberto me estaba ofreciendo a sus matones como se ofrece… No, no quería ni pensarlo… ¡Que humillación!

Lolo y Rosco se miraron con cierto asombro. Hasta para ellos aquello era excesivamente grotesco: don Roberto les animaba a follarse entre los tres a doña Alicia… ¡Joder!, la estaba tratando como a la peor de las putas…

-¡Venga! ¿A que estáis esperando?...

Obedientes se acercaron hacia nosotros. Ambos soltaron sus cinturones y dejaron caer sus pantalones…

-Ya sabes lo que tienes que buscar, puta-dijo Roberto-, ponme a tono a los muchachos…

Sumisa, sin dejar de mamar su polla, bajé sus boxer hasta agarrar con mis manos sus pollas. Ya estaban semierectas, sin duda fruto de la excitación que la morbosa situación les estaba produciendo, mostrando el enorme potencial de sus herramientas. Trabajé sus pollas con firmeza y suavidad, iniciando la masturbación…

-Te vamos a desencajar la mandíbula, mamona de mierda-dijo Roberto a la vez que con sus dos manos agarraba mi nuca y marcaba un feroz ritmo de penetración en mi boca.

Sentía su polla terriblemente excitada, enorme, durísima. Me estaba casi ahogando con sus embestidas, pero no me atrevía a dejar de sobar las pollas de Lolo y Rosco que, ahora sí, estaban completa y terriblemente erectas.

Aquello, aquella situación, por absurdo que pudiera parecer, me estaba excitando. Las terribles embestidas, mi sofoco-casi sin poder respirar-atragantada por aquel trozo de carne, las pollas palpitantes en mis manos, el deseo animal-de macho lujurioso-de los tres hombres, sus respiraciones cada vez más profundas, hacían que sintiera mi vagina cada vez más húmeda, ya chorreando, mis pezones-expuestos a sus miradas-cada vez más y más duros, mi piel erizada, marcando mis poros, mi respiración también más profunda… ¡Sí!, me estaba excitando y quería que se corrieran, que me follaran… la boca, el coño, el culo… ¡Todo, por Dios!... ¡TODOOOOOO!

-Tranquilos chicos, me estáis poniendo cachonda a la puta, comentó socarronamente Roberto. No quiero que se nos corra tan pronto, añadió con “ganas de joder”, provocando o intentando provocar que me sintiera humillada.

-No se preocupe jefe, contestó el tonto de Rosco como un autómata.

Lolo callaba. Callaba y respiraba cada vez más profundamente. Él aún no me había catado, aún no me había manoseado, aún no me había follado y se notaba en él, más que en ninguno, la ansiedad, las ganas… el deseo…

-Te la paso Rosco, dijo Roberto sacando su polla de mi boca, sigue follando esta boca de puta… ¡Ahógala con esa pija que Dios te dio!

Obediente y sumiso como sólo él sabía serlo, Rosco agarró mi cabeza y casi me ahoga al meterme aquel pedazo de polla. Inició un brutal metesaca que me estaba literalmente destrozando. Yo, también sumisa, agarré con mi mano libre la polla de Roberto que-sin duda para aparentar la más cruel de las indiferencias-se encendió un cigarro.

Lolo seguía callado y, por lo que podía percibir por mis manoseos, tenía la herramienta más dotada que había podido conocer en mi vida. No sólo era de una longitud apreciable y un grosor exagerado, sino que además podía percibirse como extraordinariamente vigorosa, rotunda, brutal… Sólo pensar en metérmela en mi boca me producía escalofríos mezcla de temor y deseo. ¡Cómo me gustaría disfrutarte a solas Lolo!

-¡Dios, cómo la mamas guarra!-exclamó Rosco-¡Me corrrooooooo!¡Diosssssss!

Me llenó con su leche. Me llenó, esa era la expresión más exacta, y me desbordó.

Roberto y Lolo estallaron en sonoras risotadas. Yo… me atragantaba.

-No dejes caer ni una puta gota, puta. ¿Me has oido?

-SgggSíii, Rogbgertoff, sígggff… logf…hggh… tgragggoff togdfdo…

Nuevas risotadas, esta vez también de Rosco. Que humillante. Mi marido compartiéndome así con, al fin y al cabo dos empleados, más criados que empleados. Yo, teniendo que responder así mientras tragaba la mierda del subnormal de Rosco y él estallaba en risotadas… ¡Sí, se estaba riendo de mí! Se estaba riendo de doña Alicia, delante de don Roberto, mientras doña Alicia intentaba tragarse todo el semen que ese animal había derramado en su boca.

-Así me gusta guarra. Eso quiero… que le vayas cogiendo el gusto a tu nueva profesión. Alicia hoy estás pasando de “puta amateur” a “puta profesional”. ¿Estarás contenta, no?

-¡Sí!, lo estoy. No sabes cuanto “cariño”-respondí intentando provocarle-, me encanta que me folléis. Tocar vuestras pollas, beber vuestra leche. Me gusta “amor”…

-Pues aún te queda lo mejor, zorra. El Lolo tiene una herramienta descomunal y creo que unas ganas de follarte aún más descomunales. Creo que hoy pasarás la noche con él y mañana quiero verte pero que muy bien jodida. Será una noche larga, cacho puta.

-No te mosquees corazón y déjame seguir mamando tu polla-añadí con ganas de provocarle aún más-mientras metía su polla en mi boca.

Sentí o creí percibir como un latigazo (no sabía si por su natural excitación o porque efectivamente había conseguido irritarle) y la punta de su pene, su glande, a punto de reventar, se hizo notar en mi garganta, casi en la campanilla. Volvió a bombear con fiereza y, tras cuatro o cinco envites, comenzó a eyacular abundantemente esparciendo su cálido semen dentro de mí. Fui incapaz de tragar todo aquello con la velocidad necesaria y mientras el aún gemía yo babeaba aquel espeso líquido mezclado con mi saliva y los restos de la mamada a Rosco. Desde luego, pensé, ahora si que debía tener el aspecto de la más guarra de las putas…

¡Qué buena está la muy puta! Lolo no pudo reprimir esta exclamación interior. Además-pensó-va a ser mía toda la noche y, desde luego, no será hoy que me dedique a dormir. No, de eso nada, me la voy a follar una y mil veces. Va a gritar de placer, va a bramar de dolor… ¿Bien follada?¿Es eso lo que ha dicho don Roberto?... Ya lo creo que mañana la va a encontrar bien jodida, bien y muy jodida. A cuatro patas y arrastrándose le voy a dejar a esta guarra de doña Alicia. ¿Doña Alicia? Ya veremos donde le dejo yo el “doña”…

Y como le estaba poniendo la polla con tanto manoseo, joder. Tranquilidad, ahora nada de correrse, mejor luego… en la intimidad, pensó mientras sonreía mentalmente.

De pronto percibí que a pesar de las dos brutales folladas orales que me habían propinado Roberto y Rosco, a pesar de los babeos, de la excitación, de las dificultades respiratorias y atragantamientos, en ningún momento había dejado de manosear la herramienta de Lolo. Ahora, mientras Roberto y Rosco recomponían su indumentaria y el primero encendía otro cigarrillo, pude apreciar con más detalle sus características. Sin duda era brutal: larga y gruesa como nunca había visto ninguna, claramente vigorosa como quedaba patente fruto de la estimulación a la que le había sometido desde hacia bastantes minutos. Parecía imposible que pudiera contener la eyaculación, sencillamente tenía aspecto de estar a punto de reventar, joder, menudo autocontrol.

-Bueno zorra, Rosco y yo te dejamos con Lolo. Espero que lo pases bien, te garantizo que sabe como tratar a una puta, ¿verdad Lolo?

-Se hace lo que se puede, respondió Lolo con una sonrisa cómplice.

-Bueno, mañana nos vemos. Dispón de la casa y de la puta a tu antojo.

-Gracias don Roberto, procuraré disfrutar de las dos. Hasta mañana.

Roberto y Rosco salieron e instantes después escuchamos como ponían en marcha el coche y abandonaban el refugio. De pronto me sentí estúpida agarrando absurdamente la polla de Lolo. Ni él ni yo hablábamos. Él me miraba, de pié frente a mí, observando con detalle como le acariciaba. Aquel silencio me hizo sentir terriblemente incómoda, su mirada aún me alteraba más. Quería hablar, decir algo o, aún mejor, que lo dijera él. Nada, no hablaba, sólo me miraba, fijamente, observando cada detalle. Me centré en lo que estaba haciendo, quería que se corriera, pondría todo mi empeño en ello, le masturbaría a conciencia, hasta que perdiera aquel jodido control.

-Quien te iba a decir que acabarías haciéndome una paja, ¿verdad? Debe de ser terriblemente humillante para ti. Tú, una señora, babeando lefa como la puta más tirada. Deseando que me corra, que esto acabe cuanto antes… Pues tenemos toda la noche y, te aseguro, va a ser larga. Si piensas que el ingenuo de Rosco o el cabrón de tu marido te han follado, no tienes ni puta idea de lo que es follar. Conmigo vas a saber lo que es gozar y sufrir, te voy a hacer pasar una noche que no olvidarás con facilidad. Te voy a penetrar por todas partes, vas a pedir que pare para luego suplicar que siga… Ahora acércate más, voy a correrme en esas tetas, embadurnada como estás en mantequilla, con ese aspecto de puta, de guarra, rebozada en la leche de esos dos, sólo mereces que me folle tus tetas. Tu boca da asco. Tu coño y tu culo también.

Con parsimonia se sentó en uno de los sofás de la sala. Su virilidad se mostraba más rotunda que nunca, marcadas las venas en su miembro y con voz suave pero enérgica me ordenó que me aproximara a él. Obedecí con diligencia, sin la más mínima demora y me arrodillé frente a él. Podía imaginar, aunque no lo hubiese realizado nunca, lo que sin duda pretendía de mí. Una extraña mezcla de sentimientos-miedo, vergüenza, ansiedad, deseo, expectación…-se agolpaban dentro de mí, confundiéndome aún más.

-Muéstrame esas tetas.

Obedecí abriendo mi camisa y mostrándome, absolutamente expuesta, dejando ver mis pezones endurecidos por el deseo y la excitación. No conseguía mirarle directamente a los ojos pero creí apreciar el esbozo de una sonrisa, ligeramente perversa, pintado en su rostro. Agarró mis hombros y me acercó a su pene que quedó alojado en el canalillo que separa mis pechos. Lo sentí cálido, palpitante, vigoroso…

-Buen tamaño, puta. Ideal para una buena “cubana” que es lo que me vas a hacer. Mastúrbame con esas tetas, quiero sentirlas hasta correrme.

Inicié el masaje como me había ordenado. Procurando ser suave, ayudada por la mantequilla que aún permanecía esparcida por ellas, con rítmico vaivén, sosteniendo mis pechos lateralmente con mis manos. Los primeros gemidos, la respiración profunda, me indicaban que estaba consiguiendo darle placer. Lo sentía duro, muy duro, entre mis pechos, cada vez más vigoroso.

-Sigue así zorra, sigue, sigue hasta que estalle sobre ti.

Me sentí húmeda. Chorreando fluidos, con mi clítoris a punto de estallar. Me estaba excitando terriblemente sólo con su contacto y, como una posesa, aceleré el ritmo de la masturbación. Yo también gemía, también mi respiración se hacía más profunda e inicié mis primeros jadeos.

Aquello pareció ser una señal. Lolo comenzó a excitarse perdiendo el control del que hasta el momento había hecho gala. Prorrumpió en sonoros alaridos y, entre violentos espasmos de su miembro, literalmente se derramó sobre mis senos. Tres, cuatro, cinco sacudidas llenaron mis tetas de su cálida leche. No pude evitarlo y con mis manos la acaricié-agradecida-y, en su glande, deposité mi más dulce y cariñoso beso.

(CONTINUARÁ…)