De reina a puta... 6

Primeros momentos a solas con Roberto... ¿Qué quiere?¿No parará con esta locura?...

CAPÍTULO SEXTO

Roberto guiaba el coche con precisión, una conducción más bien deportiva pero no alocada, por aquellas carreteras de montaña que ya no me eran conocidas. Yo seguía como el me había dicho, mostrándole el coño, acariciando de vez en cuando su cuello como una puta zalamera acaricia a su cliente, alguna sonrisa, alguna mirada insinuante… Me comportaba como él quería, como me había ordenado, como la puta que era

La música seguía sonando en el equipo, sólo música, sólo silencio… Él, de vez en cuando, me miraba con aquella mirada fría, llena de desprecio, llena de odio… Aquella mirada que me humillaba más que nada, como nunca me había sentido, como nada ni nadie me habían hecho sentirme jamás. Roberto, si bien hacía tiempo-al menos los dos últimos años-no había sido especialmente apasionado, aunque nuestro matrimonio había naufragado en la rutina, en la dejadez, siempre se había mostrado conmigo complaciente, cariñoso, respetuoso. Siempre había cuidado de mí, en todo momento pendiente no sólo de mis necesidades, sino del más pequeño de mis caprichos. Este cambio de actitud-tenía que reconocer que aunque locamente exagerado, absolutamente justificado: ¡Por Dios! le había puesto los cuernos en su propia casa y con el profesor de tenis del club que él pagaba-me hacía sentir lo que había perdido, como había cambiado mi vida en un instante, como de alguna forma había pasado de reina a puta

En medio de una recta y sin previo aviso, Roberto detuvo el coche y giró a la izquierda introduciéndose a través de una cancela que había abierto con el mando incorporado en su vehículo. Entró despacio mostrándome una construcción que no había visto en mi vida. Era una vivienda amplia, de una sola planta. En una construcción aislada había un garaje cubierto y cerrado, para cinco o seis vehículos, donde-también a golpe de mando a distancia-introdujo el BMW.

-¿Ya llegamos cariño?, dije como habría dicho una puta-¿No era así como quería que me comportara?-.

-Sí, ya llegamos… Por cierto, ¿sabes que nunca estuvo aquí una puta?, eres la primera… ¡Felicidades!

-Gracias cariño, es un honor… Espero no defraudarte

-No, no lo harás… tengo preparadas muchas cosas para ese coñito, tu alma de puta va a disfrutar aquí… conocerás gente… disfrutarás de experiencias… va a ser divertido Alicia

Iba caminando junto a él, hacía la entrada, contoneando algo exageradamente mis caderas, cuando sentí que introducía su mano bajo mi falda y agarraba mi coño.

-¿Me echabas de menos, putilla?¿Te gusta más así, verdad?

-Sí cariño, me gusta que me sobes… ¿Soy tu puta, no?

Me introdujo dos dedos con violencia, haciéndome daño, mientras seguíamos caminando… Los notaba, me dolía y me humillaba. Estaba intentando reducir al absurdo aquella situación, comportarme como la caricatura de la prostituta más tirada y barata, todo con la esperanza de que Roberto se diera por vencido, que reflexionara, que percibiera lo absurdo de aquella situación… que diera fin a aquel horror, asqueado, y adoptara una postura más racional: un divorcio, cada uno por su lado y a correr… Pero él seguía, sin mostrar la menor vacilación, sin dudas… absolutamente fiel a su plan: se había propuesto hacerme sentir una puta y desde luego me hacía sentir como la peor.

Siento una rabia inmensa, eso es lo que siento… ¿Cómo ha podido hacerme esto?¿Cómo se ha atrevido a traicionarme así?... A duras penas me controlo para no dejarme llevar, para no matarla a golpes aquí mismo… ¡Qué deseo de capar a ese hijo puta!... Que incontrolable impulso de rajar a la puta de Alicia he sentido… Pero, no, es mejor así… le dolerá más y yo, poco a poco, en mi lenta venganza acabaré por matar esta rabia. Y esta actitud de puta redomada que tan rápida y fácilmente ha adoptado… ¿qué pretende con ello?¿ridiculizarme... o simplemente está horrorizada?¿se ha dejado vencer y decidido entregarse dócilmente a su destino?...

Lo descubrí por casualidad, como se suelen descubrir siempre estas cosas creo, había olvidado aquella documentación y decidí volver personalmente a recogerla, ella iba a pasar el día en casa-eso me dijo mientras desayunábamos-no se sentía bien, pero nada alarmante… ¿Qué hacía entonces saliendo en su coche?... ¿Se habría sentido realmente mal?¿Había que alarmarse?... Y, caramba, ¿por qué no se había hecho llevar por uno de los empleados en vez de ir ella misma conduciendo?... Esta Alicia, nunca cambiará, pensé mientras giraba el coche y comenzaba a seguirla, ingenuamente preocupado, la llamaré al teléfono

-Hola querida, ¿cómo te encuentras?

-Aquí, en casa, distrayendo el aburrimiento… no te preocupes amor, no es nada grave, de verdad.

¿En casa?... comprobé la matrícula como un estúpido… ¿Por qué me mentía descaradamente?... Decidí disimular

-Me alegro que estés mejor, cariño, me dejaste un poco preocupado… Aprovecha y descansa, un día de vagueo no viene mal de vez en cuando… Besos.

-Besos amor y gracias. Que vaya bien tu día

La seguí a cierta distancia, por zonas de la ciudad cada vez menos habituales, barrios que no solíamos frecuentar. Un negro presentimiento se iba adueñando de mí aquella mañana estúpida de primavera. Desde luego no iba, para nada, a nuestra clínica habitual, ni a ninguna otra… ¡No!, no era zona donde se ubicase ninguna clínica… Era una zona residencial, de clase media, algunas tiendas, algunos negocios

Alicia aminoró la marcha y estacionó frente a una pequeña cafetería. Yo, con cuidado de no mostrarme-ni a mí, ni a mi coche-estacioné en una calle lateral… ¡Ahora si que estaba preocupado!

No sabía muy bien que hacer. Entrar en la cafetería era absurdo: un encuentro casual en aquel barrio era sencillamente imposible… Pero quería verla, saber que hacía… ¿Estaría sola?¿Acompañada?¿Por quién?

En medio de mi ansiedad vi acercarse a la cafetería a un joven que creí reconocer, pero ¿de qué?¿de donde?... ¡Sí!, del club, claro está es, es… es uno de los monitores… ¡Sí!, el profesor de tenis de Alicia, claro, me lo presentó un día que fui a recogerla… Pero, ¿es casualidad?... ¡No!, absolutamente improbable… ¡es una cita!... se han citado, se han citado a escondidas, a mis espaldas

Decidí arriesgarme. La cafetería era acristalada pero con multitud de motivos que dificultaban la observación directa. Pasaría rápido con la esperanza de observarles, aunque fuera furtivamente, captar algún detalle, alguna confirmación… Y claro que lo confirmé, por supuesto, abrazados como dos adolescentes y fundidos en un beso que no dejaba lugar a dudas

Me controlé y absolutamente fuera de mí volví al coche. No iba a decidir en caliente, en absoluto… ¡No!, Alicia no iba a notar ningún cambio en mi actitud-costara lo que costase-, una discreta vigilancia… se lo encargaré a Lolo, que confirme, con discreción, con cuidado: rutinas, hábitos, encuentros, lugares… y, cuando menos se lo espere, el golpe final… la venganza… el castigo… ¡Por Dios!, ¿cómo ha podido?¿cómo se ha atrevido?... ¿Por qué?

Entramos en la casa. En un recibidor que conectaba directamente con un enorme salón-precioso, como siempre-al que me hizo pasar sacando por fin sus dedos de mi vagina.

-¿Te gusta puta?

-Si cariño, siempre has tenido muy buen gusto.

-Bien, aún tenemos tiempo antes de que vuelvan tus dos clientes de hoy. Habrá que aprovecharlo, ¿no te parece?

-Como tu digas amor, respondí con una de mis sonrisas de puta… ¿Se te ocurre algo, cariño?

-La verdad es que tengo algo pensado para ti, zorrita. Que yo sepa, salvo que ya se lo hayas dado a tu Alex, nunca te rompieron el culo, ¿no?...

-¡Por Dios, Roberto!, eso no… Por favor, te lo suplico… eso no, por favor… (estaba horrorizada, no podía evitar las lágrimas)… Pídeme lo que quieras, pero te suplico, eso no, por favor, por lo que hemos sido… Por favor, Roberto

-Alicia, eres sólo una puta, es lo que has sido siempre… ¿lo que hemos sido?... Te diré lo que hemos sido: yo un cabrón, tú la zorra que me ha puesto los cuernos con un niñato de mierda, que además pagaba yo… Eso somos, eso hemos sido… Ahora te voy a utilizar como lo que eres… Eso es lo que voy a hacer… Puede ser más fácil o más difícil, más o menos doloroso… eso va a depender sobre todo de ti, pero-no lo dudes-te voy a romper ese culo de puta, luego vendrán los demás

En su mirada fría noté un punto de sadismo, estaba satisfecho de mi reacción, disfrutaba con mis lágrimas, con mi miedo, con mi horror, con mi humillación

-Ve a la cocina, por aquella puerta del fondo podrás acceder a ella a través de un pasillo, la puerta del fondo, en la nevera encontrarás mantequilla. Quiero hacerlo en plan clásico… ¿Recuerdas a Marlon Brando?... Ya sabes… El último tango en París… Te gustará, la peli te gustó, ¿no?...

¿Qué hago?¿me revelo?¿intento huir?... Absurdo, me violará, empleará toda su fuerza, disfrutará con ello, violándome como a una perra

Alicia en silencio, un silencio sólo interrumpido por sus lágrimas, obedeció.

-Perfecto, zorra, veo que has decidido ser complaciente. Así me gusta. Ven aquí, arrodíllate frente a mí. Una profesional como tú sabrá lo que tiene que hacer para poner a punto a un hombre.

Me acerqué, solté su cinturón, los botones de su pantalón que calló hasta sus tobillos, bajé despacio su boxer, acaricié-primero con mis manos, luego con mi lengua, con mis labios, con mi boca-su pene. Fui notando su erección

-¡Mírame mientras lo haces!... me gusta ver esa mirada, ese deseo… Lo deseas ¿verdad?

-Claro que lo deseo, cariño… Deseo todo lo que me das… Soy tu puta

-¡Sí!, me gusta como lo haces… Lo que habría disfrutado de ti estos años, casi me alegro de descubrir lo puta que eres

Seguí mamando en silencio, mirándole, sintiéndome humillada, sucia… Él estaba cada vez más excitado, su miembro rotundo y duro

Me agarró del cabello, pasó su polla por toda mi cara, corriendo mi rimel, mi lápiz de labios

-Así, sucia, me gustas más… ¿No es la cara el espejo del alma?

Me hizo incorporarme, aún agarrada por los cabellos, me acercó hacia un sofá y, de un empujón, me arrojó de bruces sobre él. Le sentí a mi espalda, sentí como subía mi falda, dejando expuesto mi culo. Noté como tomaba en los dedos de su mano derecha una porción de la mantequilla que yo había traído. Los acercó a mi ano y con uno de ellos lubricó mi orificio.

-¿Lo notas?

-¡Sí!, por favor Roberto, por favor, para

Noté como su dedo forzaba mi esfínter, despacio, lubricándolo con la mantequilla, casi con suavidad… Luego fueron dos: sentí una extraña mezcla de dolor y placer…Mis pezones duros… ¿Me estaba excitando?, ¡no!, no podía ser

Roberto recargó ambas manos con mantequilla. Volvió a repetir el ritual en mi ano con los dedos de su mano derecha y también embadurnó mi coño de mantequilla con su mano izquierda, frotando mi clítoris, a la vez que metía y sacaba dos dedos de mi culo, aumentando el ritmo, poco a poco, con una maestría que jamás adiviné en el. Me estaba excitando mucho, él sin duda lo notaba en mi húmedo coño… No pude evitar un gemido de placer

-Te gusta, sabía que te iba a gustar… Eres una puta, no lo puedes evitar

Sacó sus dedos y aproximó su polla. La noté deslizándose por mi vagina hasta que apoyó su cabeza en mi ano, la introdujo-sólo la punta, su glande-en mi orificio generosamente lubricado. El dolor se hizo más intenso. Embadurnó el tronco con más mantequilla y entró. Despacio, muy despacio, haciéndome sentir cada centímetro de aquel miembro duro y grueso… y largo

Con sus manos se hizo espacio entre mi blusa hasta mis pechos. Los agarró fuerte, muy fuerte, con sus dedos llenos de lubricante y empezó un vaivén dentro de mí. ¡Dios!, ¡cómo le sentía!... dentro y fuera, y otra vez hasta dentro, hasta el fondo… El dolor y el placer se fundían… era una locura… gritaba de dolor, de placer… Él me estaba follando como un poseso, como nunca lo había hecho. Notaba el choque de su cuerpo en mi culo, una y otra vez, cada vez más excitado, cada vez más rotundo, cada vez… más dolor, más… mucho más placer

Sus embestidas se prolongaron durante dos, tres, cuatro minutos… jadeaba él, yo también… gemía yo, también él

-Más, dame más… dámelo todo-me sorprendí gritando-.

-¡Síiii!, tómalo!-gritó él a la vez que descargaba una, dos, tres… más, más emboladas de su semen en mi culo-.

Creí morir… de placer… de dolor… y me dejé ir… fundidos los dos en un brutal orgasmo

(CONTINUARÁ…)