De reina a puta... 3

Empieza mi adiestramiento, mi "calvario", como puta...

CAPÍTULO TERCERO

Alejandro estaba rebobinando, a marchas forzadas, los últimos meses de su vida, como buscando, analizando, lo que le había llevado a esta penosa situación en la que se encontraba.

De clase media y apasionado desde su infancia por el deporte había conseguido, no sin esfuerzo, licenciarse en educación física. Era un tenista aceptable, además de “manejarse” en otras disciplinas deportivas, hablaba con fluidez inglés y francés (“chapurreaba” lo básico de alemán), tenía un aspecto físico distinguido y cuidado, a la vez que sus “formas” en la relación que eran extremadamente correctas… Todo ello le permitió acceder a un puesto de trabajo como monitor deportivo staff y profesor de tenis en el más prestigioso club del que, lógicamente, eran miembros las familias de Roberto y Alicia y ellos mismos.

Estaba encantado, tenía un buen sueldo-completado por algún que otro plus de productividad en función de sus clases de tenis que iban “viento en popa”-, un ambiente de trabajo agradable, un entorno distinguidísimo, una clientela hipercorrecta… ¡Estaba simplemente feliz!

Su desempeño, a pesar que dentro de sus alumnos abundaban más las alumnas (y que alumnas, ¡Dios mío!... estaban de “toma pan y moja”… auténticas diosas…), era absolutamente profesional, agradable pero muy correcto, sin dar lugar-ni de lejos-a interpretaciones equívocas, muy eficiente en su desempeño, lo que redundaba en una excelente conceptuación por parte de la dirección y los socios… En definitiva todo era como un sueño hecho realidad

Todo era perfecto hasta aquella mañana en que-ahora pensaba-le presentaron a su nueva alumna, hacía ya seis meses, Doña Alicia Quirós, Señora de Vielma, para unas inocentes clases de perfeccionamiento de tenis (saque y resto) que habían acabado con él como invitado a esta enloquecida danza con Roberto y su faca

Alicia fue calando en su alma como el agua en la roca, poco a poco, gota a gota… con una paciencia infinita, con un tesón sabio

Un café después de la clase, inocente, público, en la cafetería del club… un comentario sobre el último fin de semana, la última película, el último libro… la última canción… una sonrisa, un hola, un hasta mañana… una mirada… un suspiro, un jadeo-en un revés-… y luego… una petición más arriesgada: una clase particular en su pista particular… ¡Sí!, allí empezó todo… o ya había empezado sin que él lo percibiera… gota a gota… como el agua, con su infinita paciencia, con sabio tesón, perfora, día a día, poco a poco-incansable-la roca más persistente

Podía sentir la navaja afilada en su piel. No quería ni respirar por miedo a cualquier pequeño movimiento.

-Sería muy sencillo, dijo Roberto, extirparte esa polla que no me ha creado más que problemas, mutilarte vergonzosamente y dejar que te desangraras lentamente delante de esa puta… Una imagen, una escena que ella no olvidaría jamás… ¡Sí!, ella sufriría… además el remordimiento, para siempre, de haber contribuido de alguna forma aunque involuntariamente a tu horrible muerte… y tú, Alex, te aseguro que es una muerte dolorosa… Pero, ¿qué gano yo con ello?... Es una satisfacción, una forma de satisfacer mi venganza, pero arriesgada, muy arriesgada

Todos seguíamos el discurso-monólogo de Roberto-con extrema ansiedad. Lolo y Rosco más bien expectantes, Alejandro y yo sin duda horrorizados… las imágenes se sucedían como a cámara lenta, como congeladas… sin duda fruto del exceso de adrenalina

-¡No!... No me malinterpretes, tú de aquí no te vas de rositas, como si no hubiese pasado nada… ¡No!, de eso nada… ¡Tú me pagas hasta el último instante que has disfrutado de esa puta!¡Joder, ponerme los cuernos a mí!¡Ni eres capaz de imaginar lo putas que lo vas a pasar!¡No te haces NI PUTA IDEA!

Como por inercia, como un equipo bien entrenado que juega “de oído”, Rosco y Lolo propiciaron a Alejandro una importante salva de golpes en perfecta sincronización. Roberto observaba imperturbable aún con su paquete en la mano. Alejandro no pudo evitar algunos jadeos y yo sentí como un par de lágrimas rodaban silenciosa y lentamente por mis mejillas

-Bueno chicos, parad de una puta vez que nos tiene que durar

-Jefe se nos van las manos, es un puto arrogante de mierda-comentó Lolo-y sólo de pensar en los cuernos que le ha puesto

-Vamos a lo nuestro, amarradme a este mierda a la silla, como está, quiero que vea bien como empezamos a adiestrar a la puta, su puta o, mejor dicho, mi puta y, a partir de ahora, la puta de todos

-¡NOOOOO! Ni se te ocurra tocar un pelo de Alicia, ¡maricón!...

Seguramente Alejandro habría querido seguir con la frase pero una nueva y aún más aplastante oleada de golpes de Rosco y Lolo le cortaron el resuello instantáneamente. Luego, con parsimonia, cumplieron la orden de Roberto asegurándole concienzudamente con una cuerda a su asiento. Ni podía moverse ni dejar de ver, aunque lo intentase, la escena que sin duda pretendía representar, conmigo como protagonista principal, en aquel dormitorio. Mi estado de ánimo era algo contradictorio: por una parte me sentía absolutamente aliviada porque de alguna forma veía libre a Alejandro de la humillante amputación que casi había dado por segura unos minutos antes-aquellos ojos enajenados de Roberto hacían presagiar lo peor-pero por otra, sin poder evitarlo, sentía como de pronto el objeto de su ira más inmediata había pasado a ser yo… ¿Qué estaría pasando por la cabeza de aquel enloquecido Roberto que apenas podía reconocer?¿Qué estaría tramando?...

-Bien, añadió Roberto, traedme esa puta, la quiero aquí cerquita.

Rosco me agarró y de nuevo en volandas me acerco a la mesa que compartían Roberto y Alejandro. Yo había vuelto a intentar cubrir mi desnudez con la sábana que sostenía entre mis crispadas e involuntariamente temblorosas manos.

-¿Ahora te haces la “modosita”, pedazo de puta?¡Suelta esa sábana queremos verte absolutamente desnuda, zorra!

-¿Por qué me haces esto Roberto?¿Por qué humillarme delante de tus zafios matones? A mí, a tu mujer… ¡Por Dios!, arreglemos esto entre nosotros

Vi un relámpago de ira y odio en su mirada, una indignación infinita justo antes de recibir de su propia mano un impresionante bofetón que me tumbó de espaldas y me hizo soltar la sábana con que torpemente intentaba cubrirme.

-¡Que porqué esta humillación delante de mis zafios matones!-dijo mientras volvía a sujetarme violentamente del cabello haciendo aproximar mi cara a la suya-¡Que eres “ahora” mi fiel y respetada esposa!¡Que arreglemos esto entre nosotros!... ¿Te das cuenta, aunque sea por un instante, de lo que estás diciendo?¿Respetaste a tu marido cuando te revolcabas como la puta que eres, que siempre has sido, con este maricón de mierda?¿Viniste acaso a “arreglarlo” entre nosotros?¿Tuviste la decencia de pensar en la situación en que me dejaba tu infidelidad, tu sucia y repugnante traición?...

Estaba otra vez absolutamente fuera de sí, otra vez absolutamente enloquecido, con las venas de sus sienes y cuello casi a punto de estallar, descontrolado, violento como jamás le había visto, como jamás había imaginado. Sin duda mis palabras habían hecho saltar el resorte interior que a duras penas le hacía mantener un cierto autocontrol. ¿Cómo había sido tan torpe?¿Estaba tonta?¿Aún no me había dado cuenta del extremo peligro de la situación en que me encontraba? Con un titánico esfuerzo que se podía sentir, Roberto consiguió a duras penas serenarse, adoptó una postura de absoluta y calculadora frialdad, lo vi-también como un relámpago-en el cambio del brillo de su mirada, tan cerca de la mía, tan avasalladora.

-No, Alicia, no. Sería muy fácil, muy sencillo para ti que me dejara llevar por la ira. Eso te ahorraría mucho sufrimiento, muchas humillaciones… Te aseguro que te espera un auténtico “calvario”, un “vía crucis” con bastante más de catorce estaciones hasta convertirte en la puta más rebajada que puedas imaginar… ¡Mis zafios matones!¡Habrase visto la insolencia!¿Sabes que te diferencia de ellos? Ellos son leales, no me traicionan, nunca lo han hecho, ni lo harán… Por eso, sólo por eso, ellos van a ser los primeros en disfrutarte y lo harán delante de este mierda con el que has consumado tu traición… Para que él lo vea, para que sea consciente de que te entregas con igual placer a cualquiera, para que sepa que su único mérito fue descubrir el primero el alma de puta que escondías… Luego, no te preocupes, vendrá otro y otro, decenas, centenas, miles de hombres que te usarán como a una mierda, como un animal hermoso-mientras lo seas-o como un puto coño, una puta boca, un puto culo

-Rosco es tu turno, disfruta de mi puta, la quiero oír berrear de placer o de dolor, eso me da igual, pero que grite, que llore, que suplique, que gima, que haga mucho mucho ruido para que este tarado de Alex lo recuerde siempre

Rosco, obediente, se desnudó completamente, con rapidez y unos movimientos ágiles que jamás habría imaginado en él. Aún sujeta por Roberto pude observarle como nunca había hecho. Era un auténtico coloso de más de uno noventa de altura, extremadamente musculoso-sin duda sometía su cuerpo a una diaria rutina en el gimnasio-no muy velludo, más bien todo lo contrario, pero sin que eso se debiera a una depilación artificial, era sencillamente y de nacimiento más bien imberbe. Para mi alarma y ante su aún incipiente erección, pude comprobar que estaba bastante bien dotado, su aparato era sin duda el de mayores proporciones que hasta la fecha había disfrutado o más bien iba a disfrutar-si bien mi experiencia se limitaba a Alex, Roberto y escasas ocasiones previas a mi noviazgo con éste último, a lo sumo cinco o seis experiencias. La situación, comprobé asombrada, además de pánico, me estaba produciendo una cierta excitación… ¿Cómo podía ser?¿Sería, como había dicho Roberto, una puta?

Me agarró, simplemente así, me cogió como si fuera una muñeca, me tumbó sobre la cama-boca abajo-como si fuera una perra, hundió mi cara contra el colchón de forma que mi culo y coño quedaran expuestos-ofrecidos-agarró con sus manazas mis tetas, con brusquedad y torpeza, las amasó torpemente y comencé a sentir extremamente próxima su virilidad, ¡ya!, de pronto, inesperadamente, absolutamente erecta, esplendorosa-diría yo-sin participación o colaboración alguna por mi parte. Me penetró de forma rápida, profunda, contundente… de un solo empellón que sentí como jamás había sentido

-¡OHHHHHH!-grité-no pude reprimirlo.

-Sigue Rosco, sigue… ¡Dale bien a mi puta!

Empezó a bombear con energía-¡Dios que energía!-una energía que, curiosamente, entregaba con suavidad, con nobleza… ¡No lo podía creer!¡Me estaba excitando!... Era sólo un polvo-me estaba sencillamente follando-sin preliminares, ni físicos, ni mentales… Era sólo una polla-rotunda-que me penetraba, sin palabras, sin besos, sin nada… y me excitaba… ¡Por Dios como me excitaba!... ¡No me lo podía creer!... ¿Cómo podía ser?¿Sería, como había dicho Roberto, una puta?...

(CONTINUARÁ…)