De regreso a México (capítulo 15)

Narrado por Luna

Encontré fin a mi descanso en el momento menos deseado, a la fecha sigo maldiciendo ese día que tanto me marcó.

Susurros detrás de la puerta me esperaban, gritos ahogados y una escena que no sé definir qué me provocó en amor cantidad, miedo o tristeza.

Supongo que al final la vida es eso, y si bien, jamás podré pedirle a alguien que me asegure sus sentimientos, tampoco podemos vivir con la incertidumbre.

Mi cabeza dio vueltas después de mirar aquella cabellera negra rozando la piel de Ileana fue lo que me hizo estallar. Para mi sorpresa ni siquiera lloré, al menos no en ese momento.

No había algo que aclarar, perfectamente vi los brazos de Ileana rodearle por la cintura mientras devoraba sus labios. Traté de guardar silencio, mi cerebro registraba perfectamente aquella imagen incluso con curiosidad, esto para efectos de calidad en mis acciones.

Sin hacer ruido me vestí en la habitación, a la salida no me las topé, al parecer hablaban en la cocina del apartamento.

En el trayecto a casa iba tranquila, obtuve lo que deseaba, un alma que se sentía viva gracias al temor de morir, gracias a su naturaleza deleble.

Jamás odiaría a alguien que me rompiera el corazón, esa promesa me la hice años atrás cuando conocí a Carmen.

Fue mi mejor amiga durante la escuela secundaria, compartíamos mucho tiempo juntas, un día nos besamos y ahí supe que no solo me gustaban las mujeres, además deseaba una vida con una. Solo con una.

Cada amor fallido es uno menos para llegar al definitivo. Una lágrima rodó por mi mejilla y vio su fin en mi oscuro pantalón.

Y como en todas las despedidas amorosas, sabía que era solo el comienzo, claro que iba a doler, de hecho sería tan cruel que no me mataría, me dejaría al limite de la muerte para de ahí recuperarme y armarme poco a poco.

Decidí tomarme mi tiempo a solas, apenas llegue a casa les avise a mis padres que cerraría algunos días el hospital veterinario y me iría a pasar tiempo alejada de la gente, pero sobre todo de Ileana.

Quizá lo más tonto que se puede hacer es huir, pero cuando el corazón se cierra por derribo, vale más huir de todo antes de que te alcance.

Conduje algunas horas, ya por la noche decidí quedarme en un pequeño poblado, ni siquiera vale la pena comentar donde fue, de hecho, quisiera olvidarlo.  Ileana no me destruyó, solo destruyó el espacio único que le había otorgado en mi ser. Alió la pena de todas formas, la amé por las dos.

Trataba de disfrutar el dolor que sentía, de tardar registro de toda sensación, si el dolor físico tenía una escala, el mental debería tenerlo. Quizá de podría comparar con cien cuchillos en el pecho, quizá con piedras en la cabeza o un intento fallido y agonizante de asfixia.

Era consciente de no haber pedido explicaciones, pero no eran necesarias. Después de una larga sesión de llanto me di un baño caliente y cené en la oscuridad de la habitación que esa noche intentaría ser mi refugio.

Los días transcurrieron, sabía que tenía que regresar al pueblo, no se puede vivir como fugitivo cuando solo fuiste una tonta, o quizá auténtica pendeja.

A mi llegada al pueblo supe que Ileana me había buscado tanto en casa como en el hospital veterinario.  Regresé a mis actividades cotidianas, de alguna forma esperaba que algún día se apareciera por ahí. En ese momento estaría preparada para ello.

Pasaron dos semanas desde aquella imagen, grabada en mi cabeza, donde Ileana besaba a otra mujer. Ni siquiera sabía su nombre, sólo me bastó con mirar a Ileana cerca de ella para querer desaparecer.

En las noches aún la soñaba, era recurrente el estar más que feliz, quizá esos recuerdos me mantenían viva, de alguna forma encontré un alivio.

Ileana se apareció un miércoles, salí en cuanto entro, me gritó fuera del coche mientras lo encendía. Unos metros después de comenzar a avanzarse me atravesó a mitad de la calle.

—Luna— bajó del auto y se acercó a mí ventanilla

—¿qué quieres?—

—Necesitamos hablar, hay un mal entendido Luna no es lo que tu crees—

—Ileana—traté de guardar la calma— tú no sabes lo que yo siento o pienso, y la verdad no es tu problema— suspiré— gracias Ileana, me hiciste sentir muchas cosas que creía ya olvidadas— lágrimas brotaron de sus ojos.

Metí reversa y lentamente avancé hacia atrás, Ileana se separó del auto y me fui sin más.

Fue la última vez que la miré, rápidamente pasaron otras dos semanas, los fines de semana los pase en la ciudad con mis amigas bebiendo, entre semana atendía en el consultorio con la esperanza de no volver a sabe más de Ileana.

Gracias a quienes se toman la molestia de enciarme sus emails, a quienes no, los invito hacerlos, adoro leerles.

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