De recatados a swingers en solo una semana - 09

Empezó de mañana en la piscina de la urbanización y a la noche ocurre de todo en el club, ya liberados de prejuicios y dispuestos a pasarlo bien, sin importar con quien. Fue una noche de sexo sin frenos.

Sentí que me faltaba el aire, que no podía respirar, notaba un gran peso sobre mí, también podía sentir la ropa interior roja y pequeñita de mujer que me había obligado a poner ayer. Sus brazos me aprisionaban y sentí el cuerpo enorme de Jan que me aplastaba intentando forzarme, como un rato antes había hecho con mi mujer. Me despertó esa angustia, ya había luz lo que indicaba que hacía rato que había pasado mi hora habitual de levantarme. Mi mente se iba aclarando pero ese peso sobre mi persistía, aunque ya lo sentía más ligero, y al fin me acordé de Jan y de todo lo que ocurrió anoche en aquella cama, y abrí los ojos sobresaltado.

No, Jan no era, anoche se despidió y nos quedamos solos, y nos dormimos casi enseguida, pero si estaba cubierto en un costado por un cuerpo ligero, nada de la angustiosa presión que soñé un rato antes, y un brazo cruzaba mi pecho hasta el costado.

Olí el pelo, era el perfume de María José, sentí el seno aplastado contra mi pecho, y el respirar cerca de mi cara, y algo mas mundano: un vacio en el estomago que me acusaba de tenerlo desatendido desde hacía varias horas.

Intenté separarme, ya totalmente despierto, y salir de la cama para preparar el café, pero ese brazo se agarraba más fuerte y no quería despertarla. Un poco más allá, el sonido de los otros dos durmientes se percibía también como ruido de fondo, un respirar acompasado y tranquilo, reparador de una noche que suponía había sido movida.

Pasé mi mano por su espalda, y la bajé hasta encontrar el obstáculo de sus bragas, que atravesé para plantar la palma sobre ese suave y delicado montículo de carne, que cabía casi en mi mano extendida. Un suspiro sonó cerca de mi oído, y un besito en el cuello, un ronroneo mimoso y la quietud de nuevo. Volví a dormirme en esta posición, acariciando su culito y extendiendo la mano para abarcarlo todo.

Volvió a despertarme el ruido de las cacharros en la cocina: alguien había decidido ser el primero, hoy se me habían adelantado, y María José se había separado ya y dormía plácidamente boca arriba, mi mano seguía aprisionada en una postura forzada al quedar atrapada entre la bragas y su culo, y me dolía el brazo.

Una sombra presentida me hizo abrir los ojos y vi que era Clara, que venía haciendo ruido aposta para ver si con eso despertábamos.

  • venga perezosos, irse levantando que hace un día esplendido, arriba.

Y se retiró cuando me vio abrir los ojos y sonreírla. Volví a meter la mano por las bragas, esta vez por delante, tocando el ligero montículo y el suave pelito que lo cubría, mi dedo se dirigía hacia el hueco entre ambos muslos, y traté de separarlos un poco para jugar con el húmedo y caliente espacio entre ellos, su cara se iluminó con una sonrisa, y sentí una mano buscar por ahí abajo hasta que encontró mi polla enardecida, rodeándola apenas mientras apretaba y sentía su palpitar y notaba como crecía con esa caricia.

  • me muero de hambre

  • sí, ya vino Clara para que fuéramos bajando

Nos pusimos lo primero que encontramos, yo me puse el pantalón de un pijama que estaba sobre la silla y le ofrecí a ella la camisa.

Estaban esperándonos ya con todo preparado, el café humeante, y el pan tostado listo para que nos sirviéramos, todos ya más despiertos con ese olorcillo que removía el estomago y nos alimentaba con solo sentirlo.

Preguntaron a María José, si ya se encontraba mejor, nos habían echado de menos anoche en el club, y nos contaron un poco como había ido la noche. Les dijimos que habíamos preparado una cena ligera pero gourmet y que nuestro placer había sido gastronómico principalmente. Crucé la mirada con María José, pensando en que la verdad es que los dos habíamos comido bien, aunque fuera otra cosa diferente a lo que ellos pudieran pensar en ese momento y ellos nos explicaron que habían participado en una especie de orgia.

No quisieron dar muchos detalles, pero por lo visto o lo que yo entendí, era que en el jacuzzi les abordaron más gente, se habían separado por un momento y cuando se volvieron a ver entre el vapor del agua y las tenues luces, estaban en una especie de trenecito, en el que las mujeres se quedaban quietas, y los hombres por detrás se la metían, donde podían, comentó Clara mientras reía, luego el hombre seguía adelante a por otra y así iban pasando por detrás de cada mujer, todos los hombre que formaban el tren.

Clara, que seguía riendo dijo que esa noche había sentido por lo menos cinco o seis pollas diferentes, y que al final, cuando estaba ya a punto, al fin se puso detrás alguien conocido y de ahí ya no se movieron.

  • Que barbaridad – comentó María José - menos mal que nosotros no fuimos.

  • no – terció Jorge – no era mas que un juego, fue muy divertido, te hubiera gustado, no es lo mismo contarlo que vivirlo.

Creo que no la convencieron pero yo pensaba que podía ser una etapa más en mi estrategia, ver que se sentía al tener un encuentro no ya con un desconocido, como anoche, sino con más gente sexo con más de cuatro participantes, con muchos más participantes, pero no era fácil plantearlo ni siquiera insinuarlo. Clara parecía que ya estaba desatada, Jorge pudiera ser que según probaba de todo, o lo iba aceptando o le iba gustando también, y María José… no las tenía yo todas conmigo.

Pero en cuanto se levantaron las chicas para recoger lo del desayuno y arreglarse un poco, Jorge me sorprendió:

  • Anoche nos invitaron a una orgia en una casa particular. Tú qué opinas de eso?

  • pues no sé qué decirte, la verdad, sin saber de quién es la invitación, puede ser arriesgado, hay mucha gente rara en estas cosas.

  • Bueno, ahora que lo dices… la verdad es que tenía un poco pinta de macarra. O eso me parece ahora, ayer todo era tan exagerado que no me fije mucho en él.

  • creo que lo mejor es volver al club, y ver de hacer allí algo grupal, como vosotros anoche, a ver qué les parece a las chicas.

  • Por cierto, quería ir a comprar algunas cosas para llevar para la familia. Me dijo Clara que ella sabía de varios sitios por aquí y que me acompañaría, voy a arreglarme.

Cuando apareció María José, ataviada con un vestido cortito y la espalda al aire, la cara lavada y fresca, los otros cerraban justo la puerta de la calle. Le comenté que iban de compras, y afirmó que eso le había comentado Jorge, pero pensaba que irían por la tarde.

  • y ahora? Que hacemos nosotros?

  • pues hacer… yo puedo sugerir unas cuantas cosas…

  • Noooo, no empecemos, un poco de tranquilidad. No tuviste suficiente anoche?

  • bueno, es que yo anoche, pues la verdad, excepto mirar y masturbarme, apenas hice nada mas.

  • jajajaja, es verdad, pero bien que mirabas. Te gustó ver como follaba con otro?

  • si, por supuesto, pero la pregunta no es esa. Te gustó a ti follar con otro?

  • ni me di cuenta, con toda esa puesta en escena, tú con las braguitas rojas, el Jan con ese cipote enorme, los preparativos…

  • venga, no te vayas por las ramas. Si o no?

  • síiiii, vale, me gustó hacerlo; de hecho cuando empezamos y le sentí dentro, ni me volví a mirar qué hacías tu.

  • pero… eso es una crueldad, yo creo que deberías pedir perdón y compensarme por todo.

  • Bueno, me lo pensaré, pero antes dime que hacemos ahora.

Lo cierto es que teníamos tarea, habíamos quedado en hacer una barbacoa en la zona del jardín comunal, aprovechando que hoy domingo estaban prácticamente todos los vecinos en la playa, y molestaríamos menos, y nuestra tarea era ir encendiendo y preparando la brasa para cuando ellos volvieran de comprar y trajeran la carne.

Metí la vajilla, las bebidas, cubiertos y demás enseres y un saco de carbón mientras ella se cambiaba con ropa más de trabajo para no mancharse y volvía para ayudarme a bajar todo. Daba igual lo que se pusiese, con aquel vestido por debajo de la rodilla, cerrado por delante con botones hasta la mitad del muslo y el pelo recogido con una cinta, estaba igual de impresionante que con cualquier vestido de noche que se pusiera en días anteriores. Era la sonrisa, esa sonrisa siempre en la boca, alegre y confiada, de niña inocente, esa expresión de contento, daba igual lo que hiciéramos siempre daba la sensación de estar feliz.

Colocamos todo en la mesa de piedra, y yo fui preparando el fuego, hasta que la llama prendió, echamos el carbón, y lo dejamos que fuera encendiendo despacio, primero abanicándolo con unos papeles, y luego ahogándolo un poco para que la llama fuera lo justo y no se agotara el carbón, que se convirtiera lentamente en brasa incandescente.

Ella participaba en todo, me acercaba el saco, agitaba los papeles por encima, recolocaba las brasas repartiéndolas, roja por el fuego, sudando y corriendo de acá para allá, su falda al vuelo, y la cara feliz por el esfuerzo.

Cuando decidí que ya se podía dejar, y que se fuera haciendo solo, nos quedamos mirando: ella con la cara encendida, la frente sudorosa y con las manos agitando el borde de la falda para que entrase el aire.

  • estamos sudorosos y sucios de tanta ceniza. Nos bañamos?

  • Subo a por el bikini?

La piscina estaba ahí justo a unos metros, tranquila y refrescante, nosotros acalorados, una tentación difícil de aguantar. Unas miradas alrededor, las persianas bajadas, nadie aparentemente en los alrededores, no lo dudé, que quité la ropa, me bajé los calzoncillos y me deslicé dentro del agua desde el borde.

Se me quedó mirando, entre asombrada y risueña, desconcertada por la rapidez con que me decidí, y después de hacer lo mismo que yo, mirar alrededor para ver que no había nadie esa mañana en ninguna ventana, se fue desabrochando el vestido, lo colocó encima de uno de los bancos, soltó las hebillas de las sandalias, y se quedó mirándome con lo único que llevaba puesto: las bragas.

Para mi sorpresa, y con gran agilidad, se las bajó en un santiamén, y dando saltitos se acercó a la escalerilla y se metió a mi lado, aferrándose a mi cuello, tiritando.

  • esta helada ¡¡¡¡

  • ven acércate mas, yo te caliento.

Sus piernas se enlazaron en mi cintura, sin soltarme del cuello, sentí el pelito de su vientre haciéndome cosquillas en la tripa y lo imaginaba abierto totalmente por la postura, indecente y expuesto, sonrosado y tierno, y solo con tener esa idea algo creció repentinamente ahí abajo.

Notaba el redondo pecho pegado a mí, dos bultos suaves, tiernos, aplastados contra mi torso, restregándonos con el movimiento y la dejé caer un poco, resbalar al cuerpo hacia abajo hasta que chocó con mi polla enhiesta que quedó atrapada entre ambos cachetes. Ella se movía para sentirlo cerca, se separaba de mi, para acercarse más a mi polla, intentando sentirla en otro sitio más intimo, y yo estaba al borde del orgasmo con esos movimientos, a la vez que intranquilo de que algún vecino nos pudiera ver follando en la piscina.

Mi polla estaba ya prácticamente en los labios de su vulva, los dos estábamos calientes a tope y seguíamos besándonos y manoseándonos sin importarnos ya los vecinos

  • quiero follarte ahora?

  • no, ahora no quiero follar contigo.

  • pero todavía falta para que vengan...

  • ya lo sé.

  • te encuentras mal? Tienes frío?

  • no, me encuentro ahora muy bien

  • entonces que es lo que pasa?

  • tengo ganas que me comas el chochito.

  • yo tengo otra idea

  • no, no quiero que me la metas. Quiero que acabes lo que empezaste anoche.

Yo esperaba excitarla y que me dijera que sí, ponerla tan caliente que pidiera que la follase allí mismo, así que no insistí mas, la icé hasta el borde de piedra y me metí entre sus piernas, abriendo sus muslos para ver el tesoro. Se me estaba mostrando en la postura más cochina y más expuesta, los bordes aun goteaban agua, los labios entreabiertos, separados, dejando ver el interior, carne lisa y sonrosada, entre los labios mayores arrugados y de color mas oscuro, un agujerito casi cerrado un poco más adelante y arriba de esa cavidad, otros pequeñísimos pliegues en v dejaban apenas entrever la meta donde debía llegar mi boca.

Comencé despacio, acariciando y pasando mi lengua por la piel aun mojada de sus muslos, la suave cara interior era un manjar, y ella se abría mas para facilitarme el trabajo, mi nariz entró en su gruta, como la otra noche y el olor suave esta vez, me dejó trastornado, a punto del orgasmo sin apenas haberla tocado. Y al fin, mi boca besó esos labios, esa boca rica y expectante y mi lengua se introdujo y busqué con la punta el relieve redondo que sabía estaría por allí, escondido muy cerca.

Una serie de movimientos convulsos la delató y me indicaron que iba por buen camino, me centré en ese punto y pronto la puntita que yo besaba con la lengua se hizo más prominente, mas identificable, y sorbí con los labios y apreté con la lengua, y luego volví a posar mi boca con dulzura, chupando y absorbiendo, acariciando con la lengua, mientras se descontrolaba y caía de espaldas en medio de un tremendo orgasmo al tiempo que trataba de retirar mi cabeza de su interior, tirando de mi cabello hacia afuera.

La oía gritar casi para ella misma, sorbiendo el aire en vez de exhalarlo, muda y rendida: basta, basta… Y la solté, la boca y la barbilla empapada, la lengua con todo su sabor y mi nariz plena de su olor, de ese olor a sexo inconfundible. Me lavé un poco la cara, pringosa, mientras mi polla daba saltitos allí abajo, dentro del agua, y cuando mire hacia ella, tumbada con las piernas colgadas del borde, los pies en el agua y su coño abierto de par en par, sonrosado y expuesto en su totalidad, sentí que me corría sin remedio, chorros y chorros salieron sin poder evitarlo, sin que yo tuviera el control, y se me nubló la mente, teniendo que agarrarme a la barandilla de la escalera.

Se fue recuperando poco a poco, y se deslizó de nuevo dentro del agua, se lavó un poco también y se acercó a mí. En eso, oímos la puerta del jardín, nos ocultamos como pudimos y asomamos justo los ojos para ver quién era el intruso. Jorge y Clara aparecieron por la puerta, con la ropa de sport, o sea que se habían cambiado en casa antes de bajar, y vieron la barbacoa dispuesta, pero no a nosotros, hasta que levanté un poco la mano y les saludé.

Salí del agua y me vestí corriendo para ayudar a Jorge, que ya estaba sacando la carne que habían comprado. Clara puso mala cara mientras veía salir a María José, desnuda y frágil, que se dirigió en busca de la toalla y de su ropa.

  • estáis locos ¡¡¡ os podía haber visto cualquier vecino.

  • es que hacia tanto calor junto al fuego, que no nos quedó más remedio…

La verdad es que la brasa encendida e incandescente irradiaba fuego hasta casi un metro de distancia, y cuando se acercó a ayudar, lo pudo comprobar, pero aun así…

  • pues sí, pero podíais haber subido a por el bañador, no??

  • chica, por no dejar el fuego solo y desatendido, fue solo un momento, refrescarnos y salir.

En fin, comimos e hicimos una sobremesa larga, contándonos cosas sobre lo que habían comprado, hasta que alguien mencionó cual sería el plan para la tarde noche. Los tres pares de ojos se volvieron hacia mí, yo era el director, el que todos los días proponía el programa.

Mi idea era aceptar la idea de Jorge de una orgia, hacerla como suya, pero cuando me dieron una descripción del tipo que hizo la invitación me pareció saber sin apenas duda que se trataba de un tal Raimundo, que se decía era proxeneta y ponía como mujer a una de sus pupilas cada día para atraer carne fresca, otros matrimonios incautos que se dejaban engañar. Eran rumores tan generales y la pinta del tío tan peculiar, que no me cabía ninguna duda de que todo lo que se comentaba de él era cierto. Decidimos pues volver al club, ver qué tal se daba allí la noche y tratar de hacer una orgia con alguien más conocido, aunque solo fuera de vista, alguien más de confianza.

Llegamos al club algo tarde, en el restaurante apenas quedaba gente y no teníamos ganas de bailar, de modo que nos dirigimos directamente al vestuario, para empezar la noche de verdad.

Como siempre miré y me solacé con toda la ceremonia de desvestirse, era como un striptease, privado, daba igual cuanta gente estuviera allí, mirando o a lo suyo, se había dado cuenta de mi placer al verla y me lo dedicaba cada vez que íbamos allí.

No me preguntó esta vez, con la toalla por encima de un hombro, cubriéndose un poco el pecho, me fue llevando hacia el cuarto oscuro, y entró con decisión, esperándome una vez dentro para cogerse de mi mano.

Paseábamos muy cerca de los barrotes, me daba cuenta de que no rehuía los contactos, mas bien los buscaba, se dejaba tocar despacio, sin correr, notaba como las manos pasaban desde mis piernas a la suyas y ahí se quedaban y entretenían, hurgando por todas partes, buscando los pliegues ocultos, los muslos redonditos y tibios, y el vientre sobresaliente.

Yo me pegaba a ella, según avanzábamos, para protegerla y para que no nos separásemos, y en una de esas, la mano que normalmente se retiraba de mi pierna para buscar carne más suave, se quedó allí, buscando algo en mí, alcanzó mi polla medio morcillona y se dedicó a ella con gran maestría.

Me estaba tocando y casi masturbando un tío, y además uno muy experto, retiró el poco capuchón que aun le cubría y agarró con toda la mano, apretando y subiendo y bajando, mientras la punta golpeaba el culo de María José pegada a mí. Sentí una excitación tremenda, era muy hábil  y yo estaba excitado pegado a la espalda de ella, y entonces busqué su chochito para sentirlo mientras aquella mano seguía con su trabajo, pero solo encontré una mano ruda y fuerte, a la que faltaba un dedo, que debía estar oculto dentro de su coñito.

Quise sentir su excitación todo lo mas que pude y giré un poco su cara hacia mí y puse mis labios sobre los suyos. Era un placer excepcional besar a una mujer excitada y tener las manos libres para acariciarla y la mente ocupada en ella solamente, mientras otro hacia el trabajo de calentarla para mí. Notaba en mi boca el sudor de su rostro, sus jadeos me llegaban directamente al rostro, olía y recibía su aliento agitado, el temblor de su cuerpo, y entonces me di cuenta de que estaba a punto de tener un orgasmo.

La retiré de la valla casi con prisas, estaba medio desmayada, su mano se dirigió a mi polla, súper caliente y rígida después del trabajo que me acababan de hacer también a mí, y ella se puso la punta a la entrada del chochito, húmedo y totalmente abierto por la manaza del tío de la verja.

Salimos a toda velocidad de aquel lugar, buscando algún sitio más cómodo para seguir con la faena y entramos sin mirar en una sala grande, con una cama que abarcaba casi toda la superficie, donde había más parejas, jugando entremezclados.

Nos tumbamos en el único sitio que había un poco de espacio, junto a una pareja muy joven, escasamente llegarían a los veinte años, él desnudo y ella con una braguita lisa, pequeñita. Me fijé un poco más en esas cosas, porque era muy guapa, pero apenas tenía pecho, era prácticamente lisa. No les hice mas caso y allí tumbados me lancé de nuevo a besar a María José y seguir con lo nuestro.

Nuestros vecinos se acercaron, y al no ser rechazados, comenzaron a intervenir en nuestra meleé. Nos separamos un poco, dejando nuestro beso para ver qué pasaba. María José que venía excitadísima de la sala oscura se dejaba tocar el pecho por el hombre, que lucía una tranca fenomenal y en tan evidente estado de rigidez que no pudo menos que atraer su mirada, y girándose un poco más, la tocó con delicadeza, como absorta por su tamaño y dureza.

Mientras, la chica guapa y delgada se acercó a mí, felinamente, hasta quedar a la altura de mi vientre para agarrar con toda su manita mi polla que ya venía también crecida desde el episodio anterior. Se la metió en la boca y empezó una felación de una maestría increíble, chupando y aspirando, apretando al llegar al glande y soltándolo despacio ahí, como descorchando y yo sintiendo su boca en todo mi ser, era como si me tragase entero, todo mi cuerpo.

Al verme María José en ese estado y con la vista desviada, supongo que quiso imitar a la chica, y poniéndose de rodillas entre las piernas de él, comenzó también su labor de chupar y sacarle el jugo a aquel instrumento que apenas cabía en su boca, mientras él la tocaba las tetas con una mano y la otra desde atrás pasaba del culo al chochito que debería ya tener encharcado y sabroso.

Mi calentura era enorme y supuse que la otra pareja no tardaría mucho en ponerse en posición para follar, de modo que imité a hombre, metiendo la mano por las bragas desde atrás, y fui bajando hacia dentro, hasta que mi mano se encontró con el bulto de unos huevos y un poco más arriba una tranca casi tan grande como la mía.

La sorpresa me dejó descolocado y me separé inmediatamente de ella, o él, que al darse cuenta, y con la polla ya fuera, se acercó por detrás a María José intentando follarla a lo perrito, y cuando consiguió metérsela hasta dentro, cosa facilísima por lo excitada que ya se encontraba María José, comenzó a follarla con ganas, golpeándole el culo mientras el otro lo hacía con la boca, una doble penetración que no me quise perder, después de todo, yo lo había iniciado y mi posición era inmejorable para no perder detalle.

Cuando su cuerpo empezó a arquearse al sentir llegar el orgasmo, soltó la polla del tío para poder respirar, la apretaba con la mano, aunque no conseguía abarcarla toda y pegó su cara a la base, frotándola contra su cara, mientras yo veía la trasfiguración de ese rostro querido y los chorros de leche salir verticales hacia mi lado, cayendo como pesadas gota de lluvia tan cerca que me tuve apartar un poco y a la “chica”, salir de su coño con la gomita llena y rendido de placer, separarse al fin, dejándola medio derribada a mi lado.

Otra pareja que hasta entonces había estado mirando, se aproximó mas a ella, allí tumbada boca arriba, mientras los dos anteriores, conseguido su propósito se retiraban. El hombre comenzó a chupar su chochito, que apenas debía sentir nada ya, y la mujer se puso sobre mi y al ver mi polla exagerada después del espectáculo, se arrojó sobre ella con ganas, empezando a chupar.

Otro cuerpo se pegó a mí, besando mis muslos y pegándose con la mujer por mi polla, yo tocaba a las dos, mientras dos lenguas  se afanaban por sacarle brillo y algo mas y mi mano seguía buscando entre las dos su coño, para jugar yo también.

Y de nuevo me equivoqué: lo que encontré fue otra vez la polla del tío, que se acercó más a mi dejándome en manos de la mujer, mientras su pareja estaba ya entrando en María José, que seguía tumbada a mi lado. Bueno, ya puestos, decidí seguir, y mientras la mujer soplaba y soplaba, casi adorando mi pene dolorido ya, agarré con más fuerza la del hombre que ya se había puesto en posición y me dediqué a masturbarlo lo mejor que pude, sin perder de vista como mi pareja era de nuevo poseída por otro hombre, aunque creo que ella no era ya muy consciente de ello. Sentí otra polla cerca de mi culo, pero por mi posición no podía hacer nada más que restregarse contra mí, así que le dejé hacer, hasta que el otro soltó todo a mi lado, y se fue separando despacio.

Acabamos derrengados los dos, yo la miraba a la cara, encendida y sudorosa y ella me sonreía feliz, como agradeciéndome todo aquello. Se acercaron más mirones, esta vez era un negro enorme, con una polla fina y larga, preparándose para entrar en el juego. Lo normal era que el premio fuera para María José, pero pensé que ya había tenido bastante y además, lo mismo podía ser yo el objetivo; después de lo que pasó hace un momento todo podía ser, de modo que les negué con la cabeza, la agarré de la mano para ir a ducharnos y limpiarnos un poco.

  • espera - me dijo cuando la quise levantar - quiero compensarte un poco, tú aun no te has corrido.

Yo aun estaba del todo a punto después de lo que me habían hecho hace unos minutos y, aunque tener aquella polla en la mano me había bajado un poco el tono, la vista de ella siendo follada me tenia aun excitado, necesitaba desahogarme y ella se dio cuenta. Se colocó a horcajadas a ambos lados de mi cuerpo y fue bajando, sujetándomela para que no se desviara, hasta que se la encajó de un solo intento.

Debía de tenerlo muy dilatado, levemente sentí como entraba hasta que llegó al final, pero cuando empezó a cabalgar apretando con sus muslos, apenas conseguir aguantar unos segundos para liberarme al fin y correrme entre botes de placer, gemidos de ella y mis manos aferradas a sus caderas para que no se moviera mucho cuando llegué al clímax.

Pasé de largo por el jacuzzi porque me pareció ver el pelo de Clara entre un grupo de personas haciendo de todo y se me ocurrió que Jorge no debería estar lejos y preferí dejarlos tranquilos y que acabasen lo que se traían entre manos, o más bien debería decir entre piernas, porque aquello era una orgia fenomenal, y si no hubiésemos acabado de follar hace escasos momentos, nos hubiéramos añadido al jaleo ese de buena gana.

Cuando estuvimos algo más limpios y decentes, ella con el pelo recogido con una cinta que encontró entre su ropa de la taquilla y toalla limpias, regresamos a ver si seguían donde les vi yo antes.

Les encontramos muy cariñosos, descansando y con una gran sonrisa en el rostro cuando nos vieron aparecer. Esta vez me senté junto a Clara y le di un gran abrazo y un beso. No es que me sintiera culpable, pero la verdad es que la tenía algo abandonada, aunque estaba seguro que en los brazos de Jorge no me había echado de menos precisamente.

Pero noté su alegría por el gesto, su abrazo fue cariñoso y agradecido por el detalle, y nuestras bocas se unieron para darnos la paz. Habíamos hecho muchas cosas estos días, pero los dos nos queríamos como siempre, como hace ya un montón de años y como esperábamos que siguiéramos otro buen número de años más.