De recatados a swingers en solo una semana - 08

Todos queremos más. El placer no tiene fin y ahora no basta con dejarse llevar, hay que buscar un giro de tuerca más.

Entraba la luz por las cortinas cerradas y empecé a sentir hambre, mientras iba abriendo los ojos y acababa de despertarme del todo. Ella estaba a mi lado, boca arriba con su mano sobre mi muslo y la respiración tranquila que elevaba su pecho suavemente cada vez que inspiraba aire.

Me la quedé mirando un rato, me gustaba así, tranquila y relajada y sin saber que la estaba mirando, el pecho un poco aplanado por la posición, el vientre redondito que se elevaba al tiempo que el pecho, y luego la sabana que me impedía ver más abajo.

Mi mano se deslizó lentamente hasta que llegó a su piel, y luego la bajé hasta encontrar el elástico de la cintura, y separando un poco metí la mano por dentro de las bragas, buscando su pelito, que me encantaba acariciar y juguetear con él.

El pubis en esa posición hacia una montaña que me gustaba abarcar con la palma de la mano, y mi dedo índice buscaba entre los suaves pliegues la hendidura húmeda. No quise entrar para no despertarla, pero lo dejé ahí, separando los pliegues a cada lado y muy quieto justo en la entrada.

Un suspiro, y una mano se colocó sobre la mía, por encima de la braga, sujetándola para que no siguiera. No era mi intención, pero tampoco quise despertarla con mis juegos, y la fui retirándo despacio, para dejarla dormir más tiempo y poder levantarme a empezar el día, pero no pude: según la dejaba libre y me separaba ligeramente, su cuerpo se pegó a mí, pasando la pierna sobre mi muslo, y su cuerpo se puso encima, su cabeza en mi pecho y la mano en mi costado.

Me quedé en esta posición, sintiendo su peso ligero sobre mí, era agradable, apenas sentía presión pero si el placer de su piel contra la mía, el bulto de su pecho aplastado contra el mío, y su pubis cubierto con la braguita sobre mi muslo. La mano me recorría el costado, en una caricia interminable desde la axila hasta la cadera, como entre sueños, y notaba la excitación que provocaba este contacto.

  • es tarde? – me preguntó bajito al oído.

  • no, pero ya iba a levantarme, llevo despierto un rato

  • sí, ya lo he notado. Vas preparando el desayuno mientras yo me ducho?

Deshicimos el abrazo y me levanté, con el calzoncillo en la mano mientras ella se desperezaba como una gata, con gestos exagerados, para después levantarse, deshacerse de las bragas con las que durmió y dirigirse hacia el baño junto a su habitación.

El agua hirviendo terminó de salir a borbotones con tosido bruscos, y el aroma del café llenó la cocina, y allá arriba dejó de oírse el agua de la ducha caer. Apareció con la bata roja de siempre, abierta y dejando ver su ropa interior blanca, las braguitas solo mas bien, y el pecho desnudo, y se sentó frente a mí, con la cara despejada ya.

Hablamos poco mientras íbamos tomando las tostadas y el café, pero en un momento de las confidencias al repasar los sucesos de estos días, me atreví a decirle algo, que me rondaba la cabeza. Le hablé de lo mucho que había llegado a quererla y como ya era algo muy importante para mí, ella y Jorge, mi cómplice en todo esto, y como me gustaba quererla, tocarla y hacer el amor con ella, pero había algo que me faltaba.

Le dije que en los primeros días al igual que ella, había sentido celos por Clara, pero que ya estaba acostumbrado a ello, luego por Jorge, cuando le veía sobre mí, y luego por los otros que me tocaban en el club, pero que luego descubrí dos cosas: una que mas que celos era excitación al ver como respondía yo a las caricias de los demás, y sobre todo ver su cara de felicidad y la otra cosa: que nunca había podido gozar de mi cara, de mi expresión, cuando sentía el orgasmo y que era algo en lo que pensaba continuamente.

  • Pero entonces mírame cuando lo hacemos, no?

  • sí, te miro, no pierdo detalle, pero… en el momento del orgasmo me resulta imposible verte, estamos los dos tan…

  • jajajaja, pues eso yo no lo puedo remediar

  • No, ya lo sé, pero se me ha ocurrido una cosa, solo que tú tienes que decidir si quisieras hacerlo por mí, aunque sea una vez solamente.

Total, que le expliqué que me gustaría verla haciéndolo con otro, verla follar y estar atento solo a ella, no perder detalle de todo, sentir en mi cabeza lo que es ver a la mujer que amas teniendo un orgasmo. Ella dijo que se lo diría a Jorge, pero que no se qué tal le parecería.

  • no, no debemos mezclarles a ellos en esto, prefiero con alguien de fuera, alguien que yo conozco del club y sé que aceptaría encantado, por supuesto.

  • no será por dinero?

  • nooo, jajaja, aunque sí que pagarían muchos por hacerlo contigo; no, es porque le gusta hacerlo con el marido presente, debe ser por la humillación que supone para ellos, o no sé.

  • y tu sería capaz de verme follando con él?

  • sí, necesito saber cómo es, si tú aceptases me daría igual la humillación, los celos y el dolor de verte con otro, pero si no te lo pido, lo tendré siempre en la cabeza.

  • pero me daría una vergüenza tremenda que Jorge se enterase, o que supiese o viese lo que he hecho…

Bien, le expliqué que se podía hacer solos los dos, hablaría con Jorge para que nos separásemos esa noche por parejas, para hacer algo nuevo, sin decirle lo que teníamos planeado ni que pudiese sospechar nada, y que mientras ellos estaban en el club, nosotros podíamos hacerlo todo en casa.

Luego le expliqué que conocía a dos o tres hombres, bien dotados por supuesto, que alguna vez nos habían dicho de hacerlo con ellos, pero por la limitación que nos habíamos puesto Clara y yo, no aceptamos. Y que el más adecuado podía ser un holandés, que al conocer poco el idioma, no daría mucha conversación, y además sería más discreto, se llamaba Jan, y si aceptaba le llamaría a la tarde, cuando lo arreglásemos con los otros.

  • y qué tal está de herramienta? Me gusta como la tuya

  • bueno, es un poco mayor que la mía, te gustará, ya verás, además es una persona muy limpia y discreta, y según dicen, lo hace muy bien.

  • pues no sé qué decirte, la verdad es que no me convence, me parece una barbaridad, ir por ahí acostándome con cualquiera.

  • sí, te comprendo, solo pensé en poner un poco de variedad y hacer algo distinto, y además, de verdad, tengo tantas ganas de verte así… eso, ya sabes.

  • Bueno, dame un poco de tiempo para pensarlo, a la tarde te lo digo.

Estaba hecho, era algo muy claro, eso de me lo voy a pensar en vez de un no rotundo, era su forma de decir que tenía ganas también, pero por un poco de pudor, o por guardar las formas no lo podía confesar en el momento, tenía que hacerse de rogar, así que empecé a preparar mi estrategia con la otra pareja.

La mañana la dedicamos a ver la parte modernista de la ciudad, cámara de fotos en mano, ropa ligera y a caminar, y esperé la ocasión, que se presentó cuando las chicas se metieron en una galería a ver ropa y zapatos, y les dijimos que les esperábamos en la cafetería.

Allí le comenté a Jorge que no nos vendría mal ir por libre esta noche, María José me dijo que estaba cansada y no quería ir al club, y era mejor que ellos fueran por su cuenta, se lo pasaran bien sin tener que estar pendientes de nosotros, y tendrían más libertad para hacer algún trío, o encontrarse con más gente y tener un poco de sexo grupal sin estar mirándonos unos a otros.

Total, que con estas y otras razones, acabó si no convencido, por lo menos pensando que nosotros queríamos tener una noche libre y un poco de intimidad, y me dijo que lo hablara yo con Clara, pero que por su parte no había problema, Clara conocía allí a más gente, y sí, le pareció que se fijaba en alguna pareja algo mas, por lo que había posibilidades de hacer algo más atrevido y de esa manera no veía la mirada de María José, observándole y dándole apuro si se metían en algo más duro.

A la vuelta en el tren a casa, le pregunté a María José, qué había decidido. Solo me dijo: de acuerdo, haz lo que quieras, así que mientras los otros se duchaban y arreglaban, llamé a Jan, que accedió a venir a la noche después de cenar. Cenar para un holandés era las ocho como muy tarde, de modo que preparé unos canapés, algo para pinchar, y bebidas frías, y cuando se fueron los dos, preparé todo en el salón, coloqué las luces tenues y música ambiental y nos sentamos a tomar algo mientras esperábamos que Jan llamase para avisarnos que salía de casa.

Nada mas recibir la llamada de Jan, María José subió a prepararse, ya estaba lista casi, solo ponerse algo para recibirle un poco mejor vestida que con la bata ligera de siempre, y supongo que ponerse un poco de perfume, estaba descubriendo que era muy presumida y no podía presentarse sin ese toque de carmín y su perfume favorito. Yo, mientras tomábamos algo y rompía la espera, le comenté alguna rareza que suele ocurrir en estos casos, porque el corneador, palabra que le pareció feísima, a veces pedía algún capricho, para dar ambiente, y le comenté que me había pedido al llamar que tuviese preparado para ponerme yo algo de lencería femenina, prefería tener esa noche dos mujeres, una para follar y otra para servirle.

María José se partía de risa cuando se lo comentaba, incluso me pidió ver si lo tenía preparado y como era. Le enseñé un conjunto de Clara, de color lila, muy pequeñito, pero como hacía mucho que no lo usaba, no lo echaría en falta, y se rió más aun al ver la mínima braga, casi un tanga, diciéndome que era imposible que ahí cupiera toda mi impedimenta, algo así dijo, y que al dar el primer paso se saldría todo fuera.

Le recibimos ambos a la entrada, María José encantadora con un vestido cortito, ligero y claro, abrochado por delante, según me fijé, supongo que para que fuera más fácil desabrochar, unas bailarinas plateadas y una enrome sonrisa, que a mi parecer ocultaba su tremendo nerviosismo.

Jan era encantador, ya le había advertido de la timidez de ella, y se deshizo en elogios, que por lo demás eran merecidísimos, estaba realmente preciosa, y el rubor por la vergüenza de lo que iba a hacer le coloreaba las mejillas.

Abrí la botella de cava, y ellos se sentaron, y ahí es donde Jan me dijo que quería mejor una sirvienta que no un tío andando por allí, y que cuando trajese la siguiente bandeja con cosas, que hiciera el favor de venir vestido de chica de servir, pero que no me pusiese vestido , con la ropa interior era suficiente.

María José se quedó callada esperando mi aparición, y no soltó la carcajada allí mismo tal vez por el apuro en que me vio, o por lo ridículo que estaba al aparecer allí, con sujetador y bragas, y una bandeja en la mano.

Bailaron un poco, él tocándole el culo o más bien rozándolo, con mucha delicadeza, como yo le había pedido, sonriendo y seductor como sabía estar cuando la ocasión se le presentaba. Su afición era poner los cuernos a los hombres que se lo pedían, y a muchos que no se lo pedían y que él se procuraba por su cuenta y era todo un maestro; pero si el marido estaba delante, no podía evitar humillarle porque según él, ese hombre disfrutaría mas con una humillación doble,  verse degradado de alguna manera y observar cómo se follaban a su esposa.

Al parecer su sonrisa y su comportamiento educado y galante, agradaron a María José, que apenas me miraba ya, entre los brazos de Jan, que nunca se pasaba, solo se atrevió a desabrocharle dos o tres botones de la blusa, para ver el sujetador, de color negro, igual que las bragas, por lo que había yo visto mientras cenábamos.

La escena era de una morbosidad increíble, estaba viendo a una mujer que hace menos de una semana era solo de su marido, primero entregarse a mí, y ahora estar dispuesta, y así lo parecía por su languidez y la vista algo turbia que se adivinaba en su mirada, a tener sexo con un perfecto desconocido, un hombre que acababa de conocer hace menos de una hora.

Cuando Jan decidió que era el momento, me ordenó trajera dos bebidas más fuertes, mientras él se desnudaba y que luego recogiera la ropa que iba dejando sobre el diván. Regresé con las bebidas, y él, que ya estaba en calzoncillos, me rogó esta vez, que la desnudase a ella, pero por detrás, para que no le quitase la vista. Me acerqué por su espalda, y acabé de desabrochar los botones que quedaban, mientras ella separaba los brazos muy quieta, con un ligero temblor que delataba su nerviosismo pero que solo yo podía apreciar al estar tan cerca.

Coloqué el vestido sobre una silla, y él se me quedó mirando – a qué esperas – me soltó, y con toda rapidez, como buen esclavo, desenganché los broches del sujetador, se lo retiré sintiendo de nuevo su temblor al rozar los pezones y como estos se encogían poniéndose de punta al sentir el aire más fresco, y otro ligero temblor y un ademan apenas perceptible de cubrirse con las manos el pecho.

Me hizo una seña y yo le acerqué a una mujer medio en trance, seria y algo aturdida aun  por los acontecimientos increíbles que estaba viviendo, pero dócil y desde luego increíblemente bella en su pudorosa actitud ante la desnudez.

La fue acariciando, era todo suavidad y galantería, sabía cómo hacerla sentir, sus dedos se movían gráciles por su cuerpo, tocaban aquí y allí, y se notaba la relajación de los músculos de ella por esos sabios toques, siguió acercándola con una mano en sus glúteos, hasta que la tuvo contra su cara, los labios besando el pubis ligero, los muslos suaves y la barriguita redonda.

Se dirigió a mi bruscamente, ordenando de nuevo: sube a preparar la cama, cornudo, no nos hagas esperar, y regresó a comerse ese chochito la lengua entre los labios y hasta casi la nariz dentro de la cuevita estrecha.

Corrí hacia arriba, la polla fuera de la mínima braga, y la tira trasera metida en mi culo, Mientras María José, me veía apurado obedeciendo las órdenes y su cara mostraba el regocijo al verme tan apurado de nuevo, y sobre todo, tan obediente. Abrí la cama, coloqué las almohadas y esperé, oyendo los pies posándose en cada escalón, ella venia delante, con las bragas negras que parece que le había hecho poner antes de subir, y él completamente desnudo con un cipote de un tamaño más que regular, morcillón todavía, brincando entre sus muslos y casi golpeando la espalda de ella. La depositó en la cama, boca arriba, y se plantó delante de mí, ordenando de nuevo: - no tengo mucho tiempo, pónmela en forma con esa boquita de cornudo.

No recuerdo que nunca hubiera comida la polla a un tío, me parecía embarazoso y mas con María José allí mirando, pero si quería seguir, debía de hacerlo. Me la metí en la boca y comencé a absorber, chupar y dar lengüetazos por ese aparato que iba creciendo y golpeándome el paladar, atragantándome conforme se ponía dura. No es que me gustase, pero la verdad es que tenía una herramienta bonita, y debí ser hábil a pesar de lo novato, porque cuando la saqué era todo un instrumento precioso y brillante.

  • y ahora prepáramela a ella – Nueva orden esta vez obedecida con mas agrado. Seguía tumbada en la cama, viendo toda la maniobra y mi nueva humillación, pero no perdí el tiempo, le bajé las bragas así como estaba tumbada y metí mi lengua en su chochito, sintiendo la mezcla de su sabor y el de él, hasta que los líquidos esta vez suyos y míos me resbalaron por la barbilla.

Un cumulo de sensaciones me asaltaron cuando acerqué mi cara a su vientre, primero su olor, mezcla de su perfume y de sexo, un olor fuerte que aceleró mi ritmo cardiaco, y que me hizo casi perder el sentido cuando mi nariz se humedeció al contacto de su rajita. La sumergí un poco, para sentir más ese aroma increíble, y después fui sacando la lengua para entrar como un cuchillo en su hendidura. La suave piel del interior era como nata, pensaba que se estaba deshaciendo cuando la tocaba, pero enseguida la dirigí hacia el centro de su rajita y busqué entre los pliegues el botoncito del placer, que al fin cayó prisionero de mis labios.

Chupé y mordí, mi lengua lo recorría y con las manos le abría el coñito para poder llegar más adentro, quisiera poder entrar por ese túnel y seguirlo hasta el final. Unas manos en mi cabeza, queriendo apartarme, empujarme más contra ella, y un movimiento involuntario, un espasmo rápido, como un latigazo me dijo que iba bien.

Sus manos apretaban mi cabeza, se enroscaban y tiraban del pelo, gimiendo y retorciéndose, mientras que yo implacable seguía chupando y chupando ese néctar, ya sin perfume apenas, solo sexo, sexo concentrado.

Una mano me retiró con ademán firme y con la polla en ristre, acercó aquello apuntando entre las piernas de mi querida María José . - venga, no te quedes ahí mirando, echa una mano – y me agaché presto metiendo mi mano entre los dos, agarré aquella polla que aun estaba empapada de mi saliva y con la otra mano abrí un poco aquel precioso coñito, y fui colocando el enorme armatoste a la entrada. Tuve que soltarlo para abrir más los labios de ella, era demasiado grande, pero al fin y casi de par en par, vi como el glande desaparecía en su interior, quedándose quieto a continuación, esperando que ella soltase el aire y se relajase. María José, parece que ya estaba dispuesta, sus brazos le engancharon por las caderas, más abajo, casi en el culo y le atrajeron, pareciendo como que era ella quien se  introducía la su polla, exigiendo que la penetrase de una vez.

Me retiré a un lado para verla mejor, ese era mi objetivo aquella noche, observar su rostro, sentir su placer, verla entregada a otro, y ver que otra polla entraba en aquel coño que casi consideraba mío, y era follada por un desconocido mientras yo lo observaba y miraba sin perder detalle.

Realmente era algo increíble, ahora entendía a los cuckold, a los maridos que disfrutaban entregando a sus esposas, la cara de María José estaba en trance, su rostro sudoroso, la boca abierta en continuo éxtasis, y gemidos y grititos incontrolados se escapaban de su garganta, mientras su cuerpo se movía arriba y abajo, sufriendo los empujes del cuerpo de Jan, que resoplaba a su vez como un coche asmático, bronco y regular, cada vez que empujaba la polla dentro de ella.

Y luego una especie de alarido, un gemido que iba subiendo en volumen, continuo, largo, éxtasis puro, la boca abierta, los ojos cerrados, la nariz y la frente perlada de gotitas de sudor, y la respiración contenida, aguantando el aire para poder sentir mejor.

Me corrí justo en aquel momento, no supe ni como había aguantado hasta entonces, ni donde caía, ni qué me había ocurrido, o cómo lo había hecho, solo sentí salir la leche a borbotones y caer desmadejado al suelo, mientras ellos comenzaban a respirar de nuevo, y sus cuerpos iban separándose casi sin fuerzas.

Le ofrecí a él una toalla, y agarré otra para limpiar a María José, pero apenas pude, cada vez que la rizada tela la rozaba un poco en la zona sensible, pegaba un respingo y un ligero ay salía de su boca. Jan se levantó desnudo como estaba, se acercó a ella, le dio un beso en la boca y bajó a la sala a por su ropa para vestirse. La cubrí un poco con la sabana, me puse el calzoncillo encima de las bragas, y bajé a despedirle.

  • maravilloso- me dijo – gracias. Un apretón de manos, un saludo con la mano y se fue.

La ayudé a llegar al cuarto de baño y a ducharse, mi polla volvió a crecer de nuevo al tocar aquel cuerpo y recordar todo lo que pasó allí hace unos escasos minutos, intenté tocarla un poco ahí abajo, meter mi lengua para saborearla de nuevo, pero era imposible, seguía con el interior de su coñito excesivamente sensible.

Caídos los dos en la cama, juntitos pero sin atreverme a tocarla aún, al final nuestras miradas se encontraron.

  • estas bien?

  • pufff, hecha polvo, ha sido demasiado intenso.

  • la tenía un poco grande, verdad?

  • un poco bastante, si

  • pero te ha gustado? Te ha hecho daño?

  • si me ha gustado, y no me ha hecho daño, me ha dado mucho placer, pero había algo que me hizo sentir todo mas intensamente.

  • ¿?

  • verte a ti mirando, la cara como un bobo, la boca abierta y la mirada fija en nosotros, tu polla tan grande como no la había visto hasta ahora, y... te has corrido?

  • sí, no pude aguantar más, cuando llegasteis vosotros, me corrí como un enano loco, y eso que tenía pensado hacerlo ahora contigo, después de él, pero…

  • casi mejor que no, hasta que no se me pase un poco esta sensibilidad, no creo que permita entrar ahí nada de nada.

  • lo siento, no pensé que te fuera a hacer daño.

  • no es daño, jajaja, acaso exceso de placer, pero ahora déjame descansar un poco.

La tapé con la sábana y bajé a recoger un poco todo lo de la cocina, fregué los platos, dejé todo en su sitio, las toallas sucias al lavadero.  No era muy tarde pero decidí no esperar a los otros dos, lo mismo se retrasaban demasiado y la verdad es que estaba cansado, habían sido muchas emociones.

Seguía tumbada como la dejé hace un rato, tapada hasta el cuello con la sábana, y me desnudé colocándome a su lado, pegado a su cuerpo calentito y suave. Olía a jabón de la ducha, metí mi cabeza entre su pelo y mi mano bajó por sus caderas hasta encontrar la tela que cubría su intimidad. Se movió un poco al sentir mi mano y se me ocurrió que aún no debía tocarla, a ver mañana que tal estaba, de modo que me puse boca arriba con las manos detrás de la cabeza, pensando.

Quedaban solo dos días para que volvieran a  su casa, me sentía triste por un lado y contento por otro. Nos habíamos conocido al fin, había conseguido todas mis fantasías con ella, Jorge había colaborado mucho, pero pensaba que le debía una, le debía que él sintiera también ver a su mujer en brazos de otro, apreciar lo mismo que sentí yo hoy al verla follar con otro, debía intentar conseguirlo mañana.

Intentaría levantarme pronto y hablar con él cómodamente y confesarnos como veíamos las cosas hasta ese momento, pero creo que no le diría nada de lo ocurrido aquí esta noche. Ya se lo contaría María José si le parecía bien. Y también esperaba que él me relatase su noche a solas con Clara, la verdad es que la tenía un poco abandonada, pero parecía feliz con su nueva y temporal pareja.

Y yo… me gustaba María José, me estaba enamorando como un crio, y sin embargo la estaba compartiendo con otros, aunque parecía que le estaba gustando, porque pienso que aunque ella no lo sabía o intentara dominarlo, era una mujer bastante ardiente.

Justo en ese momento se dio la vuelta, pasó una pierna sobre mi muslo, que debía ser su postura habitual, y llevó la mano a mi costado, sobre mi pecho, runruneando como mi gatita, y siguió durmiendo. Supongo que así nos descubrirían los otros dos cuando llegaron.