De recatados a swingers en solo una semana - 07

La caída del recato. Cada vez estamos más próximos y aquellas creencias que creíamos consolidadas, se caen en apenas una semana. Ya somos swingers!!!!

Aunque me desperté el primero como de costumbre era ya bastante tarde, la tenue luz que dejaban pasar las cortinas iluminaba todo el dormitorio, lo que me permitió ver la escena de los demás dormidos sobre la cama, en posturas de lo más sugerentes.

María José estaba pegada a mí, boca arriba, la sábana le llegaba justo por debajo del pecho dejándome ver sus dos tetitas, más planas y el pezón que siempre estaba de punta y gordito era solo un pequeño brote en la parte superior. Mi polla sentía la caricia de su mano, algo floja como si hubiera dormido agarrado a ella, y la cara vuelta hacia el otro lado no me dejaba ver si estaba despierta o no, pero su respiración sosegada y su quietud era de una mujer dormida y feliz.

Un poco más allá, pero casi pegados a nosotros, Clara estaba frente a Jorge, dormidos los dos también, ella con la mano en su cadera, y él posada la suya sobre su amplio pecho, redondito y casi aplastado contra su cuerpo. Suponía que estarían desnudos también, aunque la sabana solo dejase ver la parte superior de ambos.

Intenté soltarme de la mano que sujetaba mi pene y me fui deslizando a un lado sigilosamente, hasta quedar fuera y al fin enderezarme y poder ver la hora. Era tardísimo para mi costumbre, mi estomago pedía algo sólido y bajé a la cocina para ir preparando las cosas y desayunar yo primero; no quería hacer ruido y despertarlos por lo que dejé la ducha para cuando estuvieran levantados todos.

Más tranquilo el estomago y despierta la mente, hice mis rutinas, leer el correo, ver las noticias, y disfrutar de una mañana en la que el sol prometía calentar hoy algo más. Oí caer agua, algún ligero ruido y después solo el chapoteo de la ducha. Pensé que uno de los tres se había despertado y no pudo aguantar a limpiarse primero, antes de desayunar y subí a ver quién era. Clara y Jorge seguían tumbados y dormidos, o sea que era María José.

Seguí oyendo el agua caer y no lo pude resistir, me acerqué al baño donde se oía, y la puerta medio abierta me permitió, ver tras los cristales de la mampara el cuerpo desnudo que se frotaba con jabón y cerraba los ojos para evitar el agua. Llevaba el móvil en la mano y no tuve que  pensarlo mucho, lo puse en Cam y empecé a filmar.

Seguí jugando a ser voyeur hasta que cerró el agua y me retiré hacia mi cuarto de puntillas y cuando la vi entrar en su dormitorio me acerqué de nuevo con el teléfono en la mano y dispuesto. Se acabó de secar allí enseñando partes de su cuerpo según yo iba sacando fotos, dejó la toalla sobre la cama y ya desnuda y de espaldas a mi empezó a buscar ropa interior en uno de los cajones.

La depositó sobre la cama y comenzó a ponerse por las piernas y los muslos la crema hidratante, luego siguió por el pecho, y yo quería decirle que me dejase hacerlo a mí, como en la playa, pero seguí filmando todo para recrearme más tarde con la ceremonia a solas. Acabó después en los brazos, se levantó, depositó el tarro de crema en la mesita y agarró la ropa que tenía preparada. Yo estaba embobado, tocándome la polla por encima del pantalón del pijama y atendiendo más a su cara que solo se veía lateralmente y olvidándome por completo de la cámara que tenía en la mano.

Era una situación que si hubiese estado a su lado semejaría una situación normal de una pareja y eso me excitaba sobremanera, porque para mí era más intimo que cuando la veía en los vestuarios del club, solo por el hecho de ir poniéndose esas finas bragas de seda, cómo se las colocaba y ajustaba, y luego el sujetador, echando las manos a la espalda con ese gesto exclusivamente femenino para abrocharlo al tacto.

Le hice algunas fotos más de la cara, distraída y distante, pero yo solo tenía ojos para esa expresión que me atrapaba sin poder remediarlo. Al fin se levantó para buscar el vestido o la bata, y yo finalicé mi experiencia de voyeur, para bajar en silencio a preparar el desayuno antes de que bajase ya arreglada.

Con todo listo, agarré el teléfono para ver que tal habían salido las fotos: bueno, me tengo por buen fotógrafo, y las fotos eran en verdad increíbles, aunque el merito lo tenía exclusivamente la modelo. Tendría que verlas tranquilamente, porque salía desde que estaba desnuda debajo del agua, hasta que empezó a ponerse las bragas, el resto eran casi todas de su rostro.

Me pegó un susto que casi se me cae el teléfono al suelo, cuando me abrazó desde atrás y me estampó un par de besos en la nuca. Lo guardé a toda velocidad, sin cerrarlo ni nada, solo faltaría que viera lo que había hecho, y me di la vuelta para darle yo también mi beso de buenos días.

Aparecieron los otros dos al rato, casi juntitos, y les comunique a todos que hoy tocaba playa, pero que para no perder mucho tiempo con la comida, o por si queríamos venir más tarde, llevaríamos unos bocadillos y cervezas, o lo que quisieran. Así era como recordaba yo los días de playa de mi niñez, cuando íbamos toda la familia a pasar el día, y lo pasábamos jugando en la arena y bañándonos sin ninguna preocupación.

Colocábamos Jorge y yo  las sombrillas cuando ya las dos chicas se habían desnudado, y María José que acabó antes, se fue corriendo hacia la orilla. Nos quedamos los dos mirando cómo se alejaban y creo que los dos pensábamos lo mismo. No hacia ni una semana que no se atrevía a desnudarse delante de nosotros, estaba siempre con la braga puesta, y hoy era la primera en quitarse todo sin pensárselo dos veces.

No nos metimos demasiado, empezamos a jugar los cuatro, como niños, unos con otros sin reparar más que en divertirnos, nos empujábamos, nos tocábamos, aprovechábamos para tener más contacto con las chicas cuando se pegaban a nosotros, pero más de una vez sentí la polla de Jorge pegada a mí, como imagino que él sentiría la mía pero siempre que María José se pegaba a mi aprovechaba para tocar más de lo debido, o acercar mi polla bien erecta a su culito o a ese chochito que me atraía como un imán.

Pero en ese momento era pura diversión, nos lo estábamos pasando bien, no teníamos ningún reparo en lo que hacíamos o en si nos pasábamos, era lo más natural y los cuatro coincidíamos en que habíamos vuelto  a la pubertad, había vuelto la ilusión, las ganas de vivir aquellas primeras experiencias sexuales, las mariposas en el estómago, todo lo que habíamos perdido hace ya unos cuantos años y que recobrábamos y volvíamos a encontrar.

Sin embargo, cuando ya tumbadas les fuimos poniendo el protector solar como todos los días, desapareció la inocencia de unos minutos antes y los toque y caricias se volvieron mas íntimos y morbosos, con mas intención, como venía ocurriendo desde que empezamos con este juego, y yo no miraba a la otra pareja, pero estoy seguro que Jorge pondría sus dedos en las partes intimas de Clara, y sus dedos se mojarían como los míos, y sentiría como su excitación crecería al ritmo de esas maniobras y la respuesta sensual de ellas ante estos tocamientos y notaria el calor y la suavidad de la delicada y suave parte interior de la vulva y le entrarían las mismas ganas que a mí de tirarme encima de ella y follarla sin más, de meter la polla en ese agujerito que se presentía ya dispuesto a recibirme.

Después de ducharnos y asearnos un poco en casa charlábamos en la terraza, y recordábamos todo lo vivido estos últimos días, y nos parecía mentira el punto de unión y compenetración al que habíamos llegado, éramos no ya dos parejas, sino un cuarteto, bien avenido y con un grado de intimidad impensable cuando nos conocimos y saludamos tan formales al bajar del tren en aquella estación de Sants.

Entramos en el club cada uno con su nueva pareja del brazo, y cuando el camarero nos dijo: - usted y su esposa aquí – María José me dio un apretón cómplice y una sonrisa iluminó su rostro. Las otras dos parejas eran, Joan, medico en Sabadell y Rosa, algo más jóvenes que nosotros y con los que habíamos coincidido en unas pocas ocasiones y la otra pareja, desconocida en esta ocasión, era francesa, pero frecuentaban este local u otros similares con cierta asiduidad, y cuando decían: - su mujer, esto, o lo otro - refiriéndose a María José y a mí, nos hacía gracia y nos dábamos un toque cómplice por debajo de la mesa.

La cena trascurrió de forma agradable, con algunas insinuaciones sobre todo de los franceses, más directos, y mucho más discretas de la otra pareja, que si no llega a ser porque nuestra intención esta noche era hacerlo allí, ya definitivamente intercambiados, la hubiéramos considerado, porque Rosa era una mujer muy guapa, con un cuerpo escultural y sensual, que desnuda debía ser digno de ver y de tocar.

Clara y Jorge, también parecían una pareja más, hablaban con los franceses, reían mientras el francés no perdía detalle del escote de Clara ni la francesa del bulto de Jorge, que sobaba tímidamente por debajo de la mesa y supongo que alguna vez se toparía con la mano de Clara, pero así vistos eran una matrimonio perfecto.

Pero como he dicho, no queríamos distracciones esta noche, teníamos una idea muy clara de que esta era nuestra gran noche, en la que al fin traspasaríamos los limites los cuatro, nosotros romperíamos los impuestos por nosotros mismo hace ya mucho tiempo, y María José y Jorge los que nunca se habían fijado porque nuca habían siquiera imaginado que llegaría a estar en esta situación de intercambio.

Nosotros nos levantamos para ir a la disco y Jorge y Clara nos imitaron, despidiéndose  de las otras dos parejas y asegurando que nos veríamos en algún cabina y a ver si había suerte. Sentados en una mesa próxima a la pista, pedimos unos gin tonics y hablamos de varios temas banales, tópicos, la conversación con los otros, las parejas que bailaban, las tetas de aquella otra que se le salían a cada vuelta que daba…

Ninguno mencionó lo que iba a ocurrir, lo que teníamos ya pactado para esta noche, bien por nervios, bien por pudor, la conversación, fue decayendo hasta que decidí que teníamos que ir empezando a entrar en calor, a excitarnos para terminar lo convenido, y les invité a bajar a los vestuarios cuando quisieran. La iniciativa tenía que ser mía, ya que después de todo yo fui quien convenció  a Jorge y María José de venir, quien les fue metiendo el gusanillo en el cuerpo y quien venció las últimas reservas de Clara.

En el vestuario me volví a quedar mirando como un tonto la operación de desvestirse de María José, como iba desvelando su increíble cuerpo y como iba apareciendo ante mis ojos, como se deshacía de su ropa interior, que si me preguntan en ese mismo instante no podría describir como era, porque solo tenía ojos para ver como su cuerpo iba apareciendo ante mí, desnudo y voluptuoso, y como se alzaba sobre las puntas de los pies, los músculos en tensión, para colgar la ropa en la taquilla.

Tanto que cuando cogió la toalla y salimos apenas conseguí recordar que los otros nos dijeron que nos veríamos en una hora en alguna cabina. Según avanzábamos cogidos de la mano, recordé lo hablado con Jorge y como me confesó que uno de sus mayores deseos era ver a María José haciendo el amor, ver como otro la penetraba y la hacía suya, su cara de placer cuando sintiera el orgasmo delante de él, y en brazos de otro hombre que la llevara al paroxismo como él había hecho tantas veces sin poder verlo.

María José no había dicho nada, ni en privado, pero estaba seguro que ella deseaba ya hacer el amor conmigo y al punto de que no le importaba lo que hiciera Jorge a su vez; quería sentirme y ser poseída, y el lugar o el escenario ya tampoco la importaba mucho, más bien era un aliciente y el saber que otros estaban al lado haciendo lo mismo le quitaba parte de ese pudor o vergüenza que era tan propio de ella.

Y Clara, me confesó también que le gustaba Jorge, que nunca había sentido la tentación de hacerlo con nadie más que conmigo, incluso desde que empezamos con esto de los intercambios, y que su intención había sido siempre respetar nuestros límites, pero que en estos días había empezado a sentir una atracción, ella creía que solo física, por aquel hombre y que al ver la rapidez con que todo evolucionó en esos días, estaba ya dispuesta a todo, si yo lo estaba.

Necesitaba ir preparando a Maria José, tenerla lista para cuando nos viéramos los cuatro y que mas que dudar entre hacerlo o no, lo desease, y decidí empezar por el cuarto oscuro, pero esta vez con más calma, que sintiera todo el erotismo de ser tocada en la oscuridad, que mil manos la sobasen y hasta llegasen a dar placer.

Entramos como siempre, cogidos de la mano y avanzando despacio para acostumbrarnos un poco a movernos por la oscuridad entre ese mar de manos, que ya habían sentido abrirse la puerta y que carne fresca se iba a poner pronto al alcance de sus manos.

Ella daba grititos y se reía y pegaba a mí cuando alguna mano traviesa la tocaba en algún sitio un poco más sensible, se retiraba hacia atrás y su culo se pegaba a mi polla rígida que la recibía con agrado y se restregaba contra su rajita que sentía cada vez más caliente, y para tranquilizarla le daba besitos por la nuca y el cuello, y le apretaba un poco mas contra mí.

En un momento dado que parecía que sentía menos manos asomadas, la obligué a acercarse a la reja, para que fuera todo más tranquilo, y el poseedor de aquellas manos pudiera tener el gusto de la exclusividad de aquel cuerpo que yo le ofrecía.

Sentí en primer lugar dos manos en mi culo, que se movieron un poco tanteando hasta darse cuenta de que eso no era lo esperado y cuando se percataron de que su objetivo estaba mucho más cerca, fueron resbalando por mi piel y se introdujeron entre ambos, estrujando el culito de ella y golpeando con mi polla enorme ya de la excitación. Me separé un poco, pero casi no hizo falta demasiado porque aquellas manos atrajeron el cuerpo deseado contra la reja y ahí ya empezó un movimiento y unos ruidos y chapoteos fáciles de identificar.

Cuando ella giró un poco la cabeza y me dijo bajito: - me está comiendo el coño ¡¡¡ - yo ya lo sabía, y no la dejé retirase hasta que sentí que daba unos estremecimientos de placer y sus piernas se aflojaban lánguidamente. Pero yo no quería que tuviera allí un orgasmo, lo tenía reservado para mí un poco más tarde y la fui separando, haciendo un poco de fuerza cuando vi que el otro no quería perder la golosina.

Su cuerpo se separó casi bruscamente y chocó contra el mío, y me entraron unas ganas tremendas de metérsela allí mismo y follarla y follarla sin parar aprovechando el momento y la tremenda excitación que se apreciaba perfectamente en los temblores y ese andar lento del que apenas tiene fuerzas para sostenerse.

Ya era hora cuando salimos de allí y nos fuimos a buscar a la otra pareja entre los cuartillos iluminados, abriendo puertas que al vernos nos hacían señas para que entrásemos y nos uniésemos a ellos y pasando de largo por otras cerradas con candado, hasta que al abrir una de ellas allí estaban en una escena tremendamente excitante: Las chicas estaban casi pegadas, acariciándose y los hombre las tocaban a ambas por igual y jugaban con las tetas de Clara eran el manjar de Joan, nuestro compañero de mesa en la cena, y Jorge se perdía en el increíble culo de Rosa. Nos quedamos mirándolos un poco hasta que cambiaron y los dos hombres se dedicaron a comerse el chochito a la mujer del otro. Y nos colocamos al lado de la cama que estaba un poco libre.

Nos hicieron sitio, pero Joan y Rosa se levantaron y abandonaron el cuartito, supongo que era algo pactado que nos dejarían solos cuando llegásemos nosotros. Estaba bien , porque entre nosotros ya estaba todo dicho y dispuesto, y eso haría que nos soltásemos mas, ya llegaría el momento de hacer algo más atrevido una vez que se diera el primer paso que estaba a punto de ocurrir.

Ellos ya estaban calientes  de la sesión con nuestros amigos y solo estaban esperándonos para empezar la fiesta juntos así que cuando nos vieron tumbados a su lado, se desentendieron y siguieron como si estuvieran solos. Clara seguía tumbada y Jorge abandonó el placer de comerse aquella almeja ya encharcada a estas alturas y fue subiendo por su cuerpo, se entretuvo un rato largo con las abundantes tetas, besó ese pezón pequeñito en medio de una aureola que cubría casi todo el frente del pecho y siguió subiendo hasta llegar a su cara, para meter la lengua en la boca de ella que ya le esperaba ansiosa.

Al llegar a este punto y previendo que esta vez era definitivo por parte de ellos dos, María José dejo de mirarles y empezó a jugar conmigo como el otro día. Se subió a horcajadas encima de mí, las piernas a ambos lados de mi cuerpo y fue jugueteando con mi polla, la pegó a mi tripa y se monto encima de ella, así de lado, sin permitirle que se enderezase para entrar en su chochito, que abrió para sentir el tronco de la polla rozando lo sonrosado de su interior. Sus jugos empezaron a manar, mi polla enorme los sentía resbalar hasta bajar por mis piernas y en ese momento dio su primer suspiro cerrando los ojos y la boca abierta. Un escalofrío la recorrió y se trasmitió por todo mi cuerpo. El clítoris rozando contra mi polla estaba haciendo estragos en su libido, y de pronto se alzó un poco para dejar libre mi polla que inmediatamente se puso vertical, y ella al sentirla en la entrada solo tuvo que dejarse caer despacio para que entrase toda entera.

La sentí abrazada por su carne suave y húmeda que me apretaba por completo, era como una funda, pegada a mi carne sin dejar un resquicio. Alcé la vista y vi su cara trasfigurada, mientras me follaba ella entrando y saliendo, llevando el ritmo de la operación, jugando con su placer y reteniéndolo cuando veía que estaba a punto, haciendo que durase, mientras yo apenas aguantaba para soltar todo en su interior, y procurando que llegásemos al tiempo.

Sentí una mano cerca de mí, Clara estaba gimiendo de placer y buscaba mi contacto para sentirme cerca en su próxima corrida, y ahí ya no pude aguantar más y al sentir los espasmos y botes de María José encima de mí, sollozando y gimiendo entrecortadamente, descargué todo sin poderlo evitar, acompañando su gozo y sintiendo los dos al tiempo, y la mano de Clara me apretó con fuerza cuando ellos llegaron también.

Cuando me relajé un poco y abrí los ojos, el cuerpo de María José seguía tumbado encima del mío, recuperándose, un leve peso que apenas sentía con los ojos cerrados y una sonrisa apenas perceptible en su rostro, Y dos pares de manos entrelazadas en medio de las dos parejas. Habíamos hecho el amor con otros que no eran nuestros cónyuges, pero en el momento del placer habíamos buscado sin premeditarlo el contacto con ellos.

No hubo charla aquella noche al regresar a casa, ni ese ratito de conversación antes de irnos a dormir, veníamos agotados de las emociones vividas esa noche, del sexo y los preliminares, y además, tal vez teníamos poco que decir. No era un psicoanálisis en el que cada uno cuenta sus impresiones, simplemente había sucedido y estábamos satisfechos y creo que por parte de ellos, convencidos, sin traumas ni remordimientos.

Solo una cosa cambió aquella noche: nos fuimos sin preguntar nada los cuatro a nuestro dormitorio, cada uno se duchó en su cuarto, pero aparecimos todos desnudos sin más y nos metimos juntos en la cama, y la novedad fue que Clara buscó el cuerpo de Jorge para dormir acurrucada a su lado, y María José, sin mirarles siquiera, se colocó casi encima de mi, pasó una pierna por encima, su muslo sobre mi vientre y se quedó dormida casi al instante.

Mi boca se pegó a su frente un beso largo y delicado que no sé lo que duró porque yo también me quedé dormido, sintiendo su cuerpo calentito a mi lado.