De recatados a swingers en solo una semana - 06

Los Celos. Cuando aparecen los celos, afloran los detalles y esas pequeñas cosas, aunque detrás de todo ya se empieza a notar que hay algo más.

La luz del día me despertó, y me sorprendí al estar abrazado a María José, ella llevaba aquellas braguitas blancas que se puso en el club y yo hice realidad mi sueño de despertar abrazado a ella y acariciando el vello recortadito de su pubis, que tanto me excitaba y el sueño del despertar matutino, con notable erección, se cumplió aquella mañana, junto a Clara y Jorge que dormían plácidamente al lado nuestro. María José abrió los ojos y me regaló su sonrisa, mientras jugaba con los pelitos cortitos del monte de Venus

Saqué mi mano para voltear su cara y besar sus labios y sus ojos cerrados y regresé disimuladamente para acariciar la barriguita y meter de nuevo mi mano entre sus bragas, acariciando luego y bajando despacio, rozando casi sin tocar ese sabroso bulto que formaba su vientre en la parte inferior mientras la yema del dedo medio roza los pliegues superiores y da vueltas y más vueltas

Me separo de ella y retiro sus bragas, recorriendo con mis manos sus muslos, las finas piernas hasta conseguir sacarlas por los pies. La miro así, desnuda, mientras los otros dos duermen plácidamente al otro lado de la cama.

“Regreso del baño y te mueves ligeramente, no puedo dejar de observarte, dormir tan plácidamente, aunque sé que me sientes y me ves un poco en la semioscuridad, con los ojos dibujando una fina línea, por la que observas mi cuerpo desnudo frente a ti”.

En  eso que estiras una pierna y se pone de lado, lanzándome un beso con los labios en un frunce apenas esbozado y entonces me levanto del borde de la cama y su cuerpo se estira en el lecho, los músculos tensos, y dándome la espalda se coloca en diagonal; la cubro un poco con la sábana arrugada a sus pies y antes de cerrar la puerta ya se ha vuelto a dormir.

Le deseo mentalmente unos buenos días, y desearía seguir a su lado, dándole multitud de besitos, de esos que van en rosario y que pasaría uno a uno en su espalda desnuda.

La casa seguía en silencio un buen rato después, cuando  Jorge aun con cara de sueño, y se sentó a mi lado mientras desayunaba. Vaciló un poco pero al fin me contó lo que le pasaba por la cabeza y era algo que no entendía de Clara, algo que ocurrió ayer al entrar en el club: al darnos las llaves, nos ofrecieron también una cajita con condones, el los recogió, pero Clara los rehuyó, como si no estuviera en sus planes hacer nada. Pensaba que en los intercambios, si se tiene sexo siempre se usa condón, luego al rechazarlos era como si le dijera que ella no tenía esa intención, con lo cual le dejó un poco descolocado. María José si los había aceptado también, igual que yo.

  • Bueno, es cierto, creo que te comenté que nosotros nos habíamos puesto una condición: podíamos hacer lo que quisiéramos con otro u otros en el terreno sexual, excepto la penetración. Eso aun lo tenemos que decidir, pero hasta que no estemos de acuerdo los dos en hacerlo, y lo decidamos en pareja, es nuestro único límite.

  • Eso mismo me contó ella y también me contó varias de las experiencias que habíais tenido sin penetración.

  • Bueno, algo os hemos comentado ya sobre el código swinger, y pensé que María José te habría contado algo de lo que yo le iba explicando.

  • Si, me contó algunas cosas en el tren que había hablado contigo cuando veníamos a Barcelona, pero era algo que no me interesaba entonces y no presté mucha atención a los detalles, ni se me ocurrió nunca entonces que podía llegar este momento.

  • Bien, pues ese código consiste principalmente en utilizar siempre el condón si hay penetración, pero tanto la penetración de cualquier modo, como cualquier otra cosa que no se esté de acuerdo antes, no se debe hacer nunca sin estar los dos conformes de antemano, y todos lo demás, los terceros siempre han de respetar esa decisión.

  • Quieres decir entonces en que todo este juego va a ser sin follar intercambiados?

  • Espero que no, todavía no lo he hablado con Clara, pero en este momento en que estamos ya tan compenetrados con vosotros, quiero suponer que ella lo espera tanto como yo, e imagino que a ti por lo menos también te parece bien, si no lo estas ya deseando.

Creo que entendió nuestra postura y el que estábamos ya a punto de dar ese paso, al igual que ellos, pero que no debía haber traiciones ni malentendidos, y le pareció una buena forma de llevar las cosas entre parejas que se meten en este mundo del intercambio.

Serían las once cuando bajaron las chicas y pensamos que hoy ya no iríamos a la playa, sería mejor  un bañito en la piscina, o irnos al gimnasio Jorge y yo mientras ellas descansaban y de allí  irnos a comer una paella en algún sitio no muy lejos, conocíamos varios por allí, que servían un arroz decente.

Volvimos una hora después y seguían dentro del agua, charlando, parecían muy serias las dos, Clara era la que llevaba la voz cantante y María José, asentía de vez en cuando. Callaron cuando nos acercamos a darles un beso, y de nuevo no pude disimular una ligera erección cuando María José salió del agua, con un bikini mínimo, las tetas de punta, y chorreando agua por todo el cuerpo y supongo que igual le pasó a Jorge cuando Clara se quitó el bikini húmedo en un segundo y se envolvió en la toalla.

Los dos subieron a su habitación a cambiarse mientras Clara me comentaba el por qué de esas caras raras cuando aparecimos y de que habían hablado. Según le confesó María José, había sentido unos celos terribles cuando les vio juntos en la cabina, y ella le tuvo que explicar de nuevo, que para ella solo era un hombre con quien pasarlo bien, que su marido era yo, y que todo era un juego, un juego sexual y divertido de parejas del que no tenía nada que temer, pero si mucho de pasarlo bien y disfrutar si dejaba a un lado esos tontos temores de infidelidades y demás cosas que no tenía nada que ver con la relación swinger.

Se la veía tan animada según me lo explicaba, y segura de sus argumentos, que me pareció el momento oportuno de plantear el famoso límite, quería saber si estaría dispuesta a traspasarlo con Jorge, si pensaba que ya podía ser el momento con nosotros, que después de todo ya hasta vivamos en la misma casa.

  • Déjame que lo piense a lo largo del día, pero creo que sí que lo haría con Jorge, si a ti no te pareciese mal, por supuesto.

  • Y a ti no te parecería mal que yo lo hiciese con María José?

  • Te lo diré a lo largo del día, pero así, de pronto, está claro que si yo decido hacerlo, tu también lo harías, no?

Saqué el tema en la sobremesa, creo que los cuatro queríamos ya pasar a la siguiente etapa, pero alguno tenía que ser el primero en plantearlo y ese era mi papel, después de todo había sido yo quien inició todo aquello.

Hablamos mucho, y de muchas cosas, cada uno puso sus reparos, y sorprendentemente la que menos objetó fue María José, siempre la más reticente, que ni accedía ni negaba, solo planteaba sus dudas y escuchaba. No llegamos a ninguna conclusión definitiva, pero quedamos más o menos de acuerdo en que era el momento de ir rompiendo los tabúes, los límites autoimpuestos, y aunque solo fuera por una vez, probar, ver que se sentía, experimentar y después decidiríamos si continuábamos intercambiando o seguíamos como hasta ahora.

Y a todos nos pareció perfecto ver qué pasaba esta noche en el club, y si se daban las circunstancias, saltar la barrera definitiva.

Todo transcurrió como las noches anteriores, llaves en recepción, todos aceptamos los condones esta vez, cena con otras parejas, charla distendida, algunos toques disimulados en la cola del buffet y también como siempre, con la polla tiesa ahí abajo, oculta por el mantel por suerte, cada vez que nos rozábamos o pasaba mi mano por la pierna de ella, y no hacía nada por retirarla, como si el cenar con mi mano por debajo, tocando, fuera ya una rutina agradable.

La oí suspirar un par de veces, una ya casi en los postres y la observé un poco mejor, mirándole a la cara aprovechando que charlaba con el otro hombre a su lado y la vi encendida, y yo quise pensar que era por mí, por mis caricias, mas que por el vino que tomábamos o los licores de la sobremesa. Decidí comprobar que pasaba por abajo con un poco más de detalle, y mi mano ascendió algo mas, subiendo ligeramente la falda por los muslos hasta que llegó al fin de estos y encontró el elástico de la braga que me impedía seguir y me anunciaba que había llegado a la meta y apunté con dos dedos en el centro de esos muslos suaves y calentitos.

La braga cedió en el centro ante la presión de los dedos, y sentí el tacto blando y esponjoso de su coñito, que se cerraba como un resorte cuando apreté un poco más, y cuando los retiré se apreciaba claramente la humedad que empapaba la protección de algodón, y que denotaba que mis caricias surtían efecto.

Los saqué y esperé que me mirase, entre molesta y ruborizada aun, y cuando los llevé a la nariz suspirando y luego me los chupé con todo el gusto del mundo, su cara casi toma un color carmesí que me encantó y que dio un nuevo empuje a mi polla que ya casi pegaba con el bajo de la mesa.

No parecía enfadada, como me temí por un instante, supongo que la había hecho pasar un mal rato, cualquiera podía ver su rubor, y en ese sitio podía suponerse a que se debía, porque su reacción fue más sorprendente aún, por la novedad. Bajó la mano a su vez por dentro del mantel y alcanzó a estas alturas mi ya enorme bulto, rodeó mi polla con la mano que apenas podía abarcar y apretó, masajeandola y dejándola al cabo de unos segundos a punto de correrme dentro de los pantalones.

Habíamos acordado en casa que nos separaríamos por parejas, para darnos libertad, y también un poco para evitar escenas de celos, al no ver lo que hacían los otros y de esta manera sería más natural y propio lo que fuéramos sintiendo, que fuera una noche más íntima para cada uno, disfrutar de nosotros mismos, ver sin ser vistos, por lo que sin esperar a los otros que se dirigían a ver cómo estaba la pista de baile, nosotros nos encaminamos a los vestuarios.

Desnudarnos allí fue más bien rápido, teníamos prisa por seguir descubriendo aquello y sentir más sensaciones, pero aun así, ella acabó antes que yo, porque además de no llevar nada debajo, solo las bragas de color blanco, con encajes y casi grandes para mi gusto, yo no podía evitar mirarla como un bobo mientras se iba despojando de la ropa y la colocaba meticulosamente en la taquilla.

Y salimos a ver que nos ofrecía el club esta noche, y sin pareos, chales ni nada, cogidos de la mano avanzamos por los pasillos de luz tenue y malva que impedía que nos perdiéramos y que dejaba ver lo justo para seguir avanzando.

Atravesamos la sala oscura casi rápido, ya la conocíamos y solo al final debió de gustarle algo y frenó un poco, y en esta ocasión en vez de ir cogidos de la mano, se agarró a mi polla y yo la seguía detrás, casi pegado a su culo, y notaba como me apretaba más fuerte cuando alguien le hacía algo que la excitaba. Cuando llegamos a una que tenía dos puertas casi juntas, le expliqué que eso era el “glory hole”. No entendía muy bien la traducción, no se le ocurría que podía querer decir, así que le expliqué lo de los agujeros en la pared.

Casi se mea de risa allí, pero me propuso un reto: yo entraría en una y sacaría la polla por el agujero y ella entraba en la otra, buscaría la mía y me la chuparía hasta que dijera basta. Acepté, por supuesto; que me propusiera eso era toda una declaración de intenciones y no iba a dejar pasar la oportunidad de sentir su boquita en mi polla, y su lengua dándome placer.

Entramos según lo convenido, ella tenía que esperar un poco para que yo me situase; vi más gente y me puse muy cerca de un cachas que suponía la tendría pequeña y esperé. Se sentía al otro lado movimiento, mujeres supongo que entraban, miraban y se quedaban o se iban después de ver de qué iba aquello.

Esperé un poco, y nada, alguna me tocó, como de paso, otra mano me cogió bien la polla, pero me pareció una mano algo grande para ser la de ella, y en eso noto que mi compañero de al lado se envara un poco y se pega más a la pared para que su polla sobresaliera más: alguien le estaba haciendo la mamada que yo esperaba y no llegaba. No habría entrado todavía? Se habría arrepentido al final? Mi vecino suspiraba y se movía, con el gusto que le debía estar dando esa boca juguetona, y yo pensaba que ya casi seguro se había sentido confundida y había decidido no entrar, no había sido capaz de atravesar la puerta y ver todo lo que se le ofrecía allí dentro.

Esperé cinco minutos más, en los que alguien me dio algún piquito, un chupetón, y cuando mi amigo y convecino se retiró para eyacular en una toallita de papel, pude comprobar que era el chulin del otro día del jacuzzi, que le habían dejado al borde del orgasmo y ahora lo concluía como podía.

Salí un poco frustrado y allí estaba esperando, con la barbilla aún húmeda y limpiándose la boca como podía, con papeles que había encontrado dentro. La miré con los ojos interrogadores: ¿qué ha pasado? No me viste?

  • Sí, creo que enseguida descubrí cual era la tuya, pero justo al lado había una tan bonita que no pude resistir y me la metí en la boca. Apenas me cabía y sabía muy bien, me estaba gustando pero cuando noté que se quería correr en mi boca, me salí corriendo.

Me quedé entre asombrado y regocijado, y le pregunté si había reconocido a su dueño. No, me dijo ella, pero me gustó su polla. Nos reímos los dos sin poder evitarlo cuando le confesé de quien era la herramienta que tanto le había gustado, y le dije que todavía me debía una mamada por haberme hecho entrar y tenerme allí esperando para nada.

  • ¿Te parece bien aquí ahora?

Vi clarísimo que era capaz de hacérmelo allí mismo, donde nos encontrábamos, no parecía ya importarle ni la gente que pasaba ni las manos que la tocaban el culo al pasar, se había olvidado de todo lo que no fuéramos nosotros, allí no había nadie más, solo nosotros dos, pero yo quería hacerlo más tranquilamente, más cómodos y sin estorbos. Arrojó el papel a un rincón cuando la agarré de la mano y me siguió de nuevo.

Entramos en la sala de cine, buscamos alguna camilla libre y nos tumbamos allí, entre un montón de gente que miraba la pantalla, se tocaban entre sí, o directamente follaban sin perder de vista las escenas que proyectaban. Me dijo bajito que no la gustaba, que era todo muy artificial y exagerado, pero la convencí de que aguantase cinco minutos mas y que disfrutase conmigo mientras veíamos al fondo una escena de un negro enorme, con un pollón más grueso que mi brazo, follarse casi de una forma bestial a una rubia, de piel blanquísima que se retorcía de placer al sentir aquel monstruo en su interior.

María José se montó encima de mí, sentí su chochito en mi muslo y su pierna entre las mías y sus tetas aplastadas en mi espalda, la humedad de ese coño pegado a mí me excitaba, y ella debía tener su parte más sensible en contacto con mi pierna porque sentía como se restregaba sobre ella y se movía y apretaba a mi mientras jadeaba a mi espalda y su aliento me calentaba la nuca.

Estaba corriéndose con su coñito restregándose contra mis muslo, tumbada sobre mi espalda mientras yo sentía sus movimientos convulsos,  la tremenda humedad en mi piel, y la dureza de su vientre frotándose contra mí, al tiempo que una mano extraña a veces llegaba hasta mi piel, rozándome al moverse. Giré un poco la cabeza y descubrí a una pareja a menos de un palmo de nosotros, él la follaba en la postura clásica mientras ella se retorcía y daba grititos, y la mano de él manoseaba el culito de María José, los dedos en su raja y pasando de un glúteo a otro mientras apretaba en cada empujón que le daba a su pareja.

Sonaba el plas plas característico que parecía que calentaba mas a María José, y esa mano se aferró de golpe, con fuerza a su culo y vi como él se corría en la mujer mientras María José, tuvo un orgasmo tremendo frotándose y frotándose hasta quedar derrengada sobre mi espalda.

La limpié un poquito con unos papeles, y mi lengua, intentando sentir su flujo, el sabor de su corrida, pero debía estar muy sensible porque cada vez que mi lengua llegaba a la parte interna de su coñito, ella pegaba un pequeño bote. Cuando se recompuso un poco salimos de allí, cogidos de la mano, ella aun con cara medio culpable y yo con una erección también, que apenas podía aguantar. Cuando vimos un cuarto vacío al pasar, ella tiró de mí, nos metimos dentro y me tumbó en el lecho, bajando hasta que su boca llegó a mi polla.

Ahí se dedicó a una chupada increíble, con no mucha maestría pero desde luego, con mucha dedicación, porque entre su lengua paseando por mi glande y el estado casi febril que yo arrastraba desde hace ya un buen rato, hicieron que me corriera en su mano y en su cara, mientras la aferraba de la cabeza contra mi vientre. - te lo debía – me dijo simplemente.

Aparecieron en las duchas cuando nosotros ya nos estábamos secando, y se les veía tan alegres y satisfechos por lo menos como nosotros, algo sudorosos, cogidos de la mano, que soltaron cuando nos vieron allí a medio vestir. Jorge se acercó a su mujer, y la abrazó con cariño, un beso en los labios y un te quiero bajito e íntimo.

Silencio en casa, los cuatro sentados en ropa de dormir, mientras saboreábamos el cava fresquito. Comentarios inocentes y sosos sobre alguna cosa del club, alguna anécdota y más silencio. Me levanté a poner un poco de música, mientras Clara se dirigía a la cocina a por unas servilletas, nuestras miradas se encontraron, fijos los ojos, y ella con un gesto extraño negó con la cabeza.

Se me ocurrió que ella necesitaba más tiempo, que tenía que asumir la entrega a otro hombre como algo más que sexo, no amor, pero si deseo, o por lo menos como algo más que sexo del que tanto habíamos hablado, o tal vez necesitaba asimilar que yo lo hiciese con otra.

En cualquier caso, estaba claro, esta noche no habría intercambio, pero siempre estaba la puerta abierta para mañana u otro día, solo era cuestión de esperar a que ella estuviera preparada, aunque también se me ocurrió que ella, como mujer, entendía mejor las dudas de María José, y lo hacía por ella, por darle tiempo a pensar y no tener sexo conmigo y que luego se arrepintiese al día siguiente y se rompiera la relación tan bonita que habíamos conseguido.

Cuando Clara se acercó a Jorge tomándole de la mano e invitándole a seguirla, vi como María José permanecía con la cabeza algo baja en actitud pensativa, distraída, mirándoles a los dos que se levantaron y abandonaron el salón

Y yo decidí darles un poco de intimidad y que las cosas siguieran su curso, tenía confianza en Clara y sabía que si me había dicho que no, no haría nada esa noche más que jugar, y dirigí mi vista a maría José, que al fin volvió su rostro hacia mí, y entonces alargué el brazo hacia ella, ofreciéndole mi  mano. Se levantó casi automáticamente, apretándome fuerte y se quedó mirándome a los ojos, sin decir una palabra.

Se quedó quieta allí en pie, dejándose hacer, mientras yo soltaba el cinturón de su bata roja y la abría para deleitarme con su pecho, y luego la dejaba caer a los pies, mi cara se pegó a sus tetas y mis labios besaron el oscuro pezón, que se irguió amenazante, y después fui bajando mi boca en pequeños besitos por la tripa, llegué al vientre, y una tela fina y suave se interpuso en mi camino,

Mis manos agarraron el borde superior y la retiraron despacio, mientras ella como una autómata levantaba primero un pie y luego el otro para facilitar mi tarea. La recosté en el diván, sus ojos no dejaban de mirarme y después los dirigió al techo, cuando volví a descender entre ligeros bocados a su piel, hasta encontrar de nuevo el bulto de su vientre y el pelillo suave que me decía que había llegado a mi meta , esta vez sin obstáculos.

Mi lengua se recreó en esa carne suave del interior, un bultito apareció al fin al tacto de mi lengua y ahí me dediqué sorbiendo y acariciando con la boca hasta que noté como se envaraba y unos escalofríos delataban su excitación. Entonces subí de nuevo hacia su rostro, mi polla iba dejando un rastro húmedo entre sus muslos y al fin encontró el tesoro.

Sus ojos brillantes y esa mirada fija en los míos era de entrega, de deseo, en ese momento sabía que podía ser mía, y solo la negativa de Clara me frenaba. Tenía sus razones, con toda seguridad, de modo que me tumbé a su lado, invitándola a que tomara ella la iniciativa.

Parece que también comprendió que no era el momento para entregarse por fin, de follar y unirnos como tanto deseábamos, o su antiguo pudor la venció en ese instante, pero su deseo aun la dominaba, necesitaba desahogarse, estaba pidiendo sexo y al ver que yo me retiraba, decidió tomárselo ella misma.

Se sentó a horcajadas sobre mí, con la mano se abrió un poco el húmedo coñito y lo colocó sobre mi polla horizontal, frotándose contra ella, como una horas antes lo había hecho sobre mi pierna, masturbándose utilizándome a mí para ello, y lo más cercano posible a una penetración.

Estaba en un estado de excitación total, yo solo tenía que bajar un poco el vientre y mi polla entraría inmediatamente en ella, pero me contuve, y la deje hacer, sujetándola por las cadera, o pasando mi mano por sus pechos mientras seguía restregándose sobre mí, mojando los huevos con su flujo, y con movimientos cada vez mas frenéticos acabar corriéndose así, en esa postura en la que casi sentía mi pene dentro.

Se acabó de tumbar sobre mi pecho, satisfecha y yo la abrace por la espalda para que no resbalase, su respiración se fue calmando y en ese momento, mi pene que ya aflojaba un poco, quedó justo a su entrada, con la cabeza redondita engullida por unos instantes. Un empujón y estaría dentro de ella, las ganas de hacerlo me volvían loco, pero... ella fue más sensata, metió un poco la mano entre los dos cuerpos y la bajó para colocarla entre sus piernas y allí, de golpe y sin que pudiera hacer nada para evitarlo, de la pura excitación que llevaba aguantando todo ese rato, empecé a arrojar chorros de esperma que iban golpeando en sus muslos casi cerrados.