De recatados a swingers en solo una semana - 05

El cuarto oscuro. Los toques en el cuarto oscuro nos facilitan el intercambio, se caen algunos mitos y también algunas bragas.

El tiempo mejoró bastante y decidimos que ir a la playa sería lo mejor, nos relajaría y ahí podíamos pensar en el plan de la noche. Nos desnudamos nada mas llegar y Clara y Jorge se fueron al agua, y yo me dediqué con todas las ganas del mundo a esparcir la crema bronceadora en ese cuerpo desnudo que tanto deseaba tocar con cualquier pretexto y después me tumbé a su lado a recibir el sol que aun no calentaba excesivamente.

  • Me parece que anoche si os afectó un poco lo vivido en el club, se os oía muy entusiasmados.

  • Nos oísteis… hacerlo?

  • Ja ja ja, nosotros y media vecindad.

  • Por favor… que vergüenza.

  • Por qué vergüenza? No me digas que no nos oíais a nosotros hacer lo mismo?

  • Pufff, ya lo creo, casi empezamos otra vez. Ja ja ja

  • Bueno, eso era un poco lo que pretendía explicarte en los correos cuando hablábamos de estas cosas, y el otro día en casa, que nuestro propósito cuando empezamos con estas prácticas era este, que nos sirviera para despertar de nuevo el apetito y las ganas. Y está claro que a vosotros también os ha funcionado.

Coincidió conmigo en que la noche había sido provechosa, que no se había sentido amenazada ni nada por el estilo, y que en realidad la había excitado sobremanera los toques en el cuarto oscuro, ese morbo de sentir a otros sin verlos, de saber que puedes tocar, donde sea y a quien sea, sin sentir vergüenza porque nadie te ve y tu no ves a nadie. Y al final, no le quedó más remedio que confesar que si hubiéramos seguido en el jacuzzi, hubiera sido capaz de follar ahí mismo.

  • Conmigo o con Jorge?

  • O con el chulito que quería meterme mano debajo del agua, estaba, pufff, a tope

  • No me has contestado, no te distraigas: conmigo lo harías?

  • Supongo que anoche... pudiera ser, tal vez, pero me hubiera sentido muy avergonzada después y culpable. Me hubiera muerto de vergüenza al recuperar la cordura.

Poco mas había que decir, y ahora sabiendo cual era su punto débil, la culpabilidad del hecho, no la realización del mismo, podía ya ir pensando cual sería mi estrategia, el siguiente paso, pero estaba claro que tenía que ir con pies de plomo y con mucha calma, sin precipitaciones, si quería conseguirlo.

Nos tiramos al agua y jugamos, los cuatro juntos, unos con otros, sin vergüenza ya en ver los pechos de ellas flotar en el agua y nuestros penes saltar con nosotros al votar sobre la arena para salvar la ola, nadamos sujetando por debajo del pecho a María José que aun tenía miedo de alejarse demasiado y no hacer pie y embobado al ver ese culito salir del agua justo debajo de mi cara.

Clara se dejaba tocar las tetas y magrear el cuerpo redondito por las manos ávidas y ansiosas de Jorge que se lo pasaba bomba también contemplando como nosotros entrabamos ya en confianza y su polla crecía casi más al vernos a nosotros que por los juegos con ella.

Las dejamos paseando por la arena, para secarnos un poco al sol, antes de recoger las cosas para regresar a comer.

  • No sé si te excita mas jugar con Clara o vernos a nosotros hacer lo mismo?

  • Creí que me darían celos al veros juntos y sentir como la tocas y la manoseas, pero la verdad es que me entra una excitación tremenda, me da casi rubor, me caliento al verla en tus brazos, verla tan contenta, tan suelta, y sobre todo, tan lanzada. No se lo quería decir ayer, pero os vi en el jacuzzi, y vi al otro como la sobaba y metía mano, como le agarraba el pecho, y lamia su espalda, y mi polla dio un brinco tremendo, casi sentí llegar tan pronto y no dejar que acabarais.

Estaba claro que por esa parte seria muy fácil continuar, a Jorge le gustaba lo que hacía y veía hacer a su mujer, le excitaba, y no nos cortaría llegado el caso. Le propuse regresar al club esta noche, pero solo a bailar, al jacuzzi, o lo que fuera, según viéramos como venia la cosa, que no hiciéramos allí nada más que excitarnos como anoche, intentar que se soltara mas, y que yo por mi parte hablaría con Clara sobre la segunda parte, si a él le parecía bien.

Y esa segunda parte consistía en follar los cuatro en el jardín al regreso, o en nuestro dormitorio, pero los cuatro en el mismo sitio, que nos viéramos unos a otros aunque la luz estuviera apagada, que ella y Clara fueran capaces de tener sexo con nosotros, pero con la otra pareja delante.

Pensaba que si lográbamos esto, muchas de las barreras y miedos de las dos se desvanecerían, atentas solo a su placer, que igual que anoche nosotros nos excitamos al oírles al otro lado de la pared, esta vez podíamos excitarnos igual pero sin pared por medio, y quién sabe si mas tarde, en la misma oscuridad, permitían que fuera el otro quien las poseyera.

Callamos reflexionando, con una señal suya con la cabeza asintiendo cuando ya estaban casi a nuestro lado.

Al acercarse la noche de nuevo los preparativos para pasar una nueva velada en el club, vestidos cortos por parte de ambas, con una especie de gasa sobre la falda de María José, que según se movía pensaba que era para tapar un poco las aberturas que la falda interior de seda tenía en cuatro o cinco sitios, y pensamientos pecaminosos y elucubraciones sobre la ropa interior que esta noche se habría colocado.

Salí de dudas en el vestuario y de nuevo me quedé embobado, o mejor diría, nos quedamos, viendo como se iban despojando de la ropa, paso a paso, como en un striptease particular y privado, sin percatarnos del resto de la gente que estaba por allí desnudándose también.

Supongo que al igual que yo solo tenía ojos para María José, Jorge no perdía detalle de Clara, de sus gestos, de cómo iba soltando las prendas una a una, y esta vez quedándose totalmente desnuda, sin ponerse el chal o pareo que habían vuelto a traer.

Esta vez era la sencillez del conjunto lo que me dejó boquiabierto. De un blanco brillante, un sujetador normal, solido y con cierre delantero, que cubría hasta la mitad el pecho permitiendo que las dos esferas sobresalieran casi hasta dejar a la vista el redondelito más oscuro que rodeaba el pezón y por abajo… unas bragas diminutas, o eso me parecía, un triangulito mínimo, blanco y liso como el sujetador, que justo tapaba la parte intima y en la cintura dos cintas delgadísimas casi trasparentes que hacían sus muslos más altos y las piernas más largas. Casi me dio pena cuando se lo quitó para cubrirse después con el pareo y dirigirnos al jacuzzi.

Clara y Jorge desaparecieron antes de que llegásemos, así que bajamos solos al agua caliente, después de despojarse del pareo y colgarlo por allí junto con las toallas. Los mismos chicos jóvenes y cachas que parecían los mismos del día anterior le ofrecieron las manos para ayudarla en la escalones mientras yo descendía tras de ella, observando como uno de ellos la agarró por la cintura y la depositó en el suelo, medio cuerpo fuera del agua esperándome hasta que llegué a su lado y nos sentamos en los banquillos, disfrutando de las burbujas.

Puse la mano en su muslo, jugando con él y con la otra recorría el pecho, pequeños besitos en el centro, mordisquitos, hasta que sentí su mano descender por mi pecho para llegar a la meta, un pene erecto y palpitante que agradeció inmediatamente la caricia.

No quise ser menos y yo también fui bajando por su vientre y ahí, sorpresa, otra mano acariciaba y se adentraba en ese terreno que ya consideraba mío. La miré a los ojos y le hice una señal, interrogadora: que pasa ahí abajo? Se encogió de hombros: que hago? Me susurró al oído. - te gusta? - No sé, sí, me gusta, pero prefiero la tuya. - déjale que disfrute un poco, luego le retiras y ya está.

Nos besamos profundamente mientras yo sentía en su rostro pegado al mío los pequeños sobresaltos que la mano o supongo que el dedo intruso producía en su sexo y que hacía que de vez en cuando unos movimientos rápidos y nerviosos recorriesen todo su cuerpo.

Separé mi cara de la suya cuando noté que ardía, se la veía sofocada y yo no era el causante. Esta vez sí que sentí celos, la mire con el ceño fruncido y ella retiró suave pero firme esa mano que ya la tenía caliente y casi expectante.

Era el momento de salir de allí y tranquilizarnos un poco, porque la verdad es que verla en ese estado y saber que otro estaba a punto de producirla un orgasmo, ver su cara colorada y llena de deseo, y sentirla tan entregada, además de los celos, me había producido una excitación increíble y mi polla no podía aguantar más ese espectáculo sin dar otro a su vez.

Se puso en pie, dándome el frente para ofrecerme su mano y dejándome una vista de su cuerpo desnudo y mojado que entendí fuera irresistible también para nuestros vecinos de banco.

Volvimos a pasear, viendo las salas de ayer medio vacías esta vez, algunas cabinas con cristaleras en alguna de las cuales se veía una que otra pareja follando tranquilamente, a la vista de los que pasábamos por allí y para sorpresa mía esta vez fue ella la que sugirió que pasásemos de nuevo por la sala oscura, pero que no la soltase de la mano.

  • Tú agárrate bien de mi mano o de donde puedas, y sígueme.

Pensé que lo que la excitaba de aquel lugar era el anonimato, el dejarse tocar por otros hombres, otras manos sin ver a su propietario, el sentirse deseada, cosa propia de casi todas las mujeres y sin embargo saber de antemano que de ahí no podrían pasar, que una berrera física la separaba de los otros cuerpos y que ella era la que mandaba. Eso tenía que apuntarlo, podía servir para más adelante.

Nos adentramos en la oscuridad, con su mano aferrando la mía que casi me cortaba la circulación, y enseguida empezaron a surgir manos por todas partes, manos que me llegaban, tocaban un poco y se separaban rápido, otra que continuaban sobre mi cuerpo, me acariciaban y hasta llegaron hasta mi pene, que ya medio en forma se dejaba apreciar, y respondía como debía de ser, e imaginé lo que estaría pasando María José, porque las manos que se separaban de mí estaba claro que iban en busca de otro cuerpo más blandito y apetecible que el mío.

Algo me separó un poco de ella, se había pegado contra la barrera separadora, o alguien la había atraído hacia ella, porque las manos se multiplicaron y al tener mi cuerpo pegado al suyo se advertía como todo su cuerpo era pasto de aquellos tiburones en busca de carne.

Nos volvimos hacia el paso normal, seguimos hasta que parece que deseaba otra vez mas toques o alguien con más fuerza volvía a acercarla, y se tornó a aproximarse un poco y de ahí, casi a la carrera nos dirigimos hacia la salida. De nuevo esa cara roja por el rubor, por su actuación tan atrevida, tan osada para su mentalidad, todavía temblando un poco, yo creo que entre la lujuria desatada que sentiría allí dentro entre tantos hombres deseándola, y algunos toques certeros en sus partes intimas, y además estaba seguro que ella también pudo tener la ocasión y la audacia de agarrar alguna polla que otra con la mano libre.

  • Y nosotros podemos entra y tocar también?

  • Jajajaja, ni se te ocurra, sabes lo que podría pasar allí dentro encerrada entre un montón de hombres ansiosos y sin poder moverte ni hacer nada?

No, no creo que se lo imaginase, o por lo menos no dio señales de asuntarse, pero desde luego yo si lo estaría si la dejo entrar sola, e incluso conmigo, sería una barbaridad.

Seguimos por las instalaciones, una cabina vacía, otra ocupada, y a la tercera me preguntó si podíamos entrar, quería ver cómo eran. Tuvimos mala suerte, estaba muy sucia, alguna toalla arrugada por el suelo, papeles por las esquinas y la papelera llena de mas papeles sucios y doblados. Aun así, quiso verlo todo y que le explicase para que se utilizara. Iba a sentarse pero la pedí que colocase el pareo sobre el borde de la cama donde iba a colocarse, era más higiénico.

  • Quieres decir que aquí…

  • Bueno, aquí vienen las parejas que quieren tener sexo, con otras parejas, o parejas solas, o algo donde puedan estar solos si quieren o esperar a que se una alguien más.

. Pero si está ocupada, puede entrar más gente?

  • Si no quieres que entre nadie, pones ese pestillo, ves, y te cierras.

  • Está muy bien, así puedes hacer lo que quieras con mas discreción, ahí fuera hay mucha gente.

Mientras hablamos de estas cosas, me había sentado a su lado y la besaba con todas mis ganas por todo el cuerpo, mordía suavemente sus pechos pequeñitos y llegaba a su boca, sorbiendo y pegando mi rostro con el suyo, besando sus labios, las orejas los parpados cerrados que denotaban que empezaba a entregarse, y mi mano se iba aposentando entre sus muslos, subiendo hasta que llegaron al tope y se movieron en busca de donde entrar separando las piernas que se resistían a abrirse para mí.

  • Bueno, precisamente en esta… con más discreción no precisamente, te pueden ver a través de los cristales.

Se separó de golpe, asustada y mirando en todas direcciones, no veía nada ni nadie, pero se cubrió instintivamente con una esquina del pareo, levantándose a continuación azorada.

Se había roto el momento, volvía a sus reservas, y no era cuestión de decirla que podíamos ir a otro sitio más discreto. De nuevo recapacité que las prisas no eran buenas y que estábamos dando grandes pasos, el adelanto en su transformación iba muy bien, como ella nunca tal vez se hubiera imaginado, así que la agarré por la cintura y le dije que siguiéramos viendo más cosas y que después nos iríamos a casa ya. Pasamos por un par de cabinas mas, con gente ocupada en revolcarse o tener sexo ya, y hasta pasamos por una en la que había hasta tres parejas, entre ellas nuestros amigos de la otra noche y por supuesto todos intercambiados.

Al llegar a la siguiente no pude menos que parar. Solo se veía a una mujer estirada con las piernas abiertas por completo y un hombre desnudo entre sus muslos, la cara enterrada en sus pechos que besaba y abrazaba con glotonería, a ella apenas se le veía la cara, pero ese pelo y el peinado eran perfectamente reconocible para mí.

Se los señalé a María José, que se les quedo mirando, hasta que algo en el hombre le resultó familiar y abrió su boca con los ojos abiertos en una cara de sorpresa infinita. Estrujó mas mi mano, creo que con furia, y yo rápidamente me apreté contra ella y le susurré al oído que solo viese a una pareja cualquiera, a nosotros dos en cualquier momento de la sala oscura y que solo atendiera a lo felices que se les veía. Noté que se relajaba ligeramente y dando unos toques en la puerta nos hicimos ver desde la cristalera.

Nos sentamos a su lado en la cama, ellos con total naturalidad seguían tocándose más suavemente y se notaba su excitación o más bien, se veía perfectamente en el chochito de ella, empapado, y el pene de él enorme y con un hilillo viscoso saliendo de la punta. No se les veía azorados ni culpables, todo era natural, pero la cara de María José aun estaba confusa y medio enojada.

Rápidamente me acerqué a ella y junté nuestros labios. Tal vez como revancha o para no mirarles, me lo devolvió con furia en un beso largo y húmedo. Caímos sobre la cama nuestros cuerpos pegados y mi pene entre sus piernas, abrazándonos con furia y deseo. Se fue tranquilizando, las caricias eran más suaves, los jadeos cortitos, y su cara ruborizada por su excitación, entregándose. Vislumbre de reojo como la otra pareja se levantaba despacito y cogidos de la mano se retiraban y abriendo la puerta desaparecían, tal vez para dejarnos solos o más bien para no cortarnos unos a otros.

Ella también los vio salir y se entregó un poco más,  mientras yo besaba y acariciaba sus tetas, deslizaba mi glande por toda su rajita notaba los labios de su vulva como se abrían al paso de mi pene y al llegar a su clítoris apretaba más fuerte y le daba tres o cuatro empujones al tiempo que ella gemía, hasta que en una de las bajadas el glande se introdujo levemente por todos los fluidos almacenados y se salió nuevamente. Estuve a punto de empujar y meterla de nuevo, pero con maestría su mano la rescató de ahogarse dentro de ella y jugaba con mi capullo en el umbral de su vagina, dando vueltas y más vueltas, mientras nos besamos y nuestros cuerpos, piel con piel, se restregaban al son de una música chill out que sonaba de fondo.

La puerta se abrió y otra pareja entró, tumbándose a nuestro lado, las manos de él se aposentaron en el culo de María José, y la mujer bajando un poco empezó a succionar el pene aun flácido del hombre. Nosotros seguimos a lo nuestro, y de nuevo volví a encontrar un intruso introduciéndose en mi campo: cuando mi pene que aun estaba en la entrada de aquella gruta mojada ya por los fluidos de ambos fue casi desalojado por otro que quería participar en el juego. Ella se dio cuenta por supuesto de que ya no era yo, separó su cara de la mía y los dos pensamos lo mismo nos incorporamos, agarramos las toallas y cogidos de las manos salimos del cuarto oscuro.

Cerramos la puerta con suavidad y me la quedé mirando, nuestros cuerpos ya separados y un poco calmados, aunque mi pene seguía inmenso y dando todavía pequeños golpecitos en sus muslos.

  • Menos mal que hemos salido, casi hemos cometido una locura - dijo ella.

  • A mí también me pasa he estado a punto de perder la cabeza. Pero… que habrías hecho si hubiera empujado un poco mas hace un momento?

  • Anda vamos, no preguntes lo que ya sabes, vamos a ver dónde anda la parejita.

Y seguimos deambulando por los pasillos, yo con más dificultad que ella por la erección de caballo que exhibía, mientras me llevaba de su mano. Les vimos en el jacuzzi, más tranquilos también, no tan juntos como hace un rato, charlando tranquilamente y les hicimos una seña de que ya era hora.

De nuevo en la ducha contemplé como se iba frotando con las manos por todo el cuerpo mientras el agua caía mansa y con esos gestos, casi mecánicos iba desechando la suciedad y supongo que las sensaciones vividas un rato antes. Quise ayudarla a secarse, y con una sonrisa me rechazó, pero ya en los vestuarios me regalo una especie de striptease a la inversa, colocándose la ropa con la misma malicia que si se la estuviera quitando: primero las braguitas, que se subió muy despacio, para ir colocando los bordes, ajustar el bajo entre los pliegues de la vulva y haciendo que se marcasen perfectamente los labios abultados, signo de que aun seguía excitada, luego el sujetador, que después de abrochar, iba estirando por arriba metiendo un poco los dedos para ubicar el pecho redondito bien dentro, a veces sacando todo, o dejando ver el oscuro pezón, para al fin colocarse el vestido por arriba, con la cabeza tapada por él, y con unos movimientos serpenteantes, hacer que fuera descendiendo hasta la cadera, y ahí, bajarlo con parsimonia hasta que sus muslos quedaron ocultos hasta la mitad y el vestido en su sitio.

Supongo que se me estaría cayendo la baba viendo aquello, como a los dos tipos que recién salían de la ducha cuando comenzó todo y se quedaron ahí mirando el espectáculo, babeando e hipnotizados, las pollas que estaña flácidas al salir del agua, apuntando hacia el techo y los dedos nerviosos tocándose, excitados y expectantes.Era curioso y morboso ver hacer eso a una mujer que yo sabía que hace un par de días le daba vergüenza desnudarse en público.

Ya en casa, sentados en el salón y con la luz tenue de las confidencias y la copa en la mano, fuimos narrando un poco la noche y lo que habíamos visto y sentido. Clara no decía mucho, solo un pene muy oscuro que había agarrado en el jacuzzi, para ella era más o menos sucesos que ya habíamos vivido juntos en otras ocasiones, pero Jorge estaba asombrado por muchas cosas, y sobre todo por lo excitante y morbosos de las situaciones vividas con Clara y todo lo visto en aquel sitio. María José asintió, diciendo que en realidad era un lugar en que los sentidos se veian atrapados por esas escenas tan eróticas, o sensuales, por la libertad de la gente, y narró como casi había aceptado en la cabina que ellos habían abandonado un rato antes a la polla de la otra pareja, como la había sentido aproximarse a su culo, adentrarse un poco y alcanzar su coño empapado sin que se le ocurriera apartarse ni ponerse a chillar despavorida.

El rostro se le iba enrojeciendo mientras contaba esto, supongo que ella también quería presumir de experiencias y sobre todo lo que había vivido, y cuando contó la larga y movida travesía por el cuarto oscuro y como había sido manoseada de nuevo, su mano se había apoderado de mi pene y lo apretaba, subiendo y bajando, sin darse cuenta de ello tal vez, pero poniéndome de nuevo en un estado de excitación total.

La otra pareja veía todo esto, Clara aprovechó para pegarse  a Jorge y bajar también su mano para entrar en su breve slip, y él la abrazó y su mano también iba descendiendo mientras María José seguía contando con pelos y señales, sus sensaciones.

Al acabar estábamos ya abrazados, ella se dio cuenta de cómo me había puesto, y siguió con el masaje, y yo estaba que ya no podía más. Miré a Clara y como puestos de acuerdo, se levantó con Jorge dirigiéndose a nuestro dormitorio. Los seguimos, María José casi montada sobre mí, sus piernas en mis caderas mientras yo la sujetaba por el culo y la dejaba caer suavemente en la cama.

Y allí volvimos a tocarnos y retozar, unos pegados a los otros, tocándonos y rozándonos los cuatro hasta que estuvo claro como tenía que acabar esa velada tan apasionada. Cuando sentí el cuerpo de Clara cerca de mí, me acerqué mas a ella, casi encima, sin soltar a María José, y cuando noté que Jorge colocaba el cuerpo sobre su mujer, aprisionando mi mano que seguía jugando en el vientre de ella, con el pene grueso e impaciente , la retiré y nos dedicamos cada uno a nuestra pareja.

Durante un rato muy largo jugamos al amor, pero las sensaciones clásicas eran aumentadas hasta cotas insospechadas al sentir el movimiento de los otros, oír su jadeos y gemidos casi en nuestras caras, sentir su respiración, y el chapoteo de las pollas entrando y saliendo, los cuerpos golpear en los embates, y de vez en cuando el contacto de otra piel, de otro cuerpo rozando el nuestro, húmedo y caliente, la respiración acelerada y el momento del estallido final, casi al unísono los cuatro, hasta que todos los ruidos cesaron, se hizo un silencio casi total en el que solo se oía respirar fuerte, como el ritmo iba bajando y al final el relajo y la quietud en aquella cama.

No sé como quedamos tumbados, ni donde estaba cada uno, pero al estirar mi mano, encontré otra que venía a mi encuentro, y así, con la mano de María José entrelazada con la mía, quedé profundamente dormido.