De recatados a swingers en solo una semana - 03

Bienvenidos al Club. Ni el hábito hace al monje, ni el recato a la monja, y poco a poco el hábito se quedó en el armario...y el recato también.

Esta vez nadie preguntó el plan en el desayuno, de hecho ellos bajaron ya casi listos para ir a la playa, esta vez María José bajó con una camisa de playa y un short pequeñito y la camisa dejaba ver el sujetador azul y Jorge venia con el bermudas y camisa también.

No dije nada pues, y ya directamente conduje hacia la playa nudista, muy tranquila al ser laborable, y sin el griterío de niños. Jorge y yo nos quedamos en bolas directamente, y vi en Clara la intención, pero como María José, no hizo ademán de quitarse la braga, se quedaron las dos iguales, en Toples.

Enseguida Clara se levantó y se quedo mirándonos a ver si nos animábamos a ir al agua. Yo miré a María José, y estaba boca arriba con los ojos cerrados, y dudé un poco, pero Jorge se levantó al instante y se fueron los dos hacia la orilla.

  • No te apetece remojarte?

  • no, hasta que no entre en calor un poco no me atrevo.

  • y a hacer nudismo? Ya ves que aquí casi todo el mundo está en pelotas…

  • Bueno, a lo mejor mas adelante.

  • Se te va a notar todo lo blanco y luego va a ser peor, se te quedará rojo cuando lo hagas, ya se te nota bastante diferencia.

Me miro y me vio con las gafas de sol puestas, con lo que no sabía si la estaba mirándola, y con las dos manos se levantó la parte delantera del bikini, para ver mejor el contraste de lo moreno y lo blanco. Un suave bosquecillo de pelo sobre un alto quedó ante mi vista, y me subí un poco las gafas para ver mejor. Lo tenía recortadito, su piel blanca se traslucía perfectamente y me imaginé como se vería toda la vulva y la rajita sin apenas pelo que lo ocultase.

No pude evitarlo pero el amigo se puso guerrero y desnudo no se podía disimular y cuando se enderezó un poco en la toalla para quitarse las bragas sin levantarse y cerrando las piernas para que no se le viera detalle, el amigo subió hasta lo más superlativo, ya no es que pidiera guerra es que estaba deseándola.

Aunque aparentaba pensar que no la miraba, yo estaba seguro que sabía que no perdía detalle, más que nada por esa timidez en desnudarse y la forma en que se daba la crema por delante del cuerpo, apretando las piernas bien juntas entre sí.

  • Sé buena, compadécete un poco de este pobre hombre que se ha quedado haciéndote compañía, permite que te ponga yo la crema, por fa…

Una sonrisa iluminó su rostro y me ofreció el tarro de crema, tumbándose después, aunque eso sí, todavía con las piernas pegadas y los brazos pegados al cuerpo. Daba igual era el primer paso y ya podía tocarla con una buena excusa, lo malo es que no estaba solo, el guerrero feroz, seguía allí abajo, dando un tremendo espectáculo a todo el que pasaba por delante.

No me importó tampoco mucho si había espectadores, era mi ocasión, mi momento de gloria, fui echándole despacito, de poco a poco, tocando suave y extendiendo con calma: primero el cuello, luego el pecho, de ahí pasé a la teta izquierda. Había que darle bien, con mimo, es una parte muy delicada, y después a la otra, que ya lo pedía, el pezón encogido y arrugado apenas un poquito de marrón de la aureola sobresalía del pecho blanco.

Luego el vientre: ahhh, el vientre. Un poco redondito, hundido por el centro para guardar el ombligo chiquitito, que rompía la monotonía del paisaje, y de ese desierto, al bosque, un bosque raso, que apenas cubría, pero que sobresalía audaz entre el principio de las piernas, y que regué con crema generosamente y estuve casi a punto de regar con otra cosa.

Cuando iba a cubrir la rajita con mi mano embadurnada, no pude mas, no aguantaba ya la tensión y me fui corriendo a la playa con esa cosa que de tan dura ni siquiera se bamboleaba al correr para apagar el fuego con el agua fría.

En cuanto sentí que tomaba un tamaño decente  vi que los otros dos jugaban un poco más allá, ajenos a todo. Jorge la sujetaba por debajo del agua, imagino que las manos en sus caderas, o ya directamente en el culo  de ella, y ella tenía sus manos en los hombros, y daban saltitos según les mecían las olas. Hacían buena pareja, y sentí algo, no sé muy bien qué.

Regresé, donde seguía medio tumbada en la arena - alguna vez tendrás que ponerte en pie, vamos al agua

Otra vez esa media sonrisa y sin más se sentó para auparse y me tendió la mano para que la ayudase. Debí ser un poco brusco, porque casi de golpe quedó pegada a mi pecho. Y el amigo dio otro salto de placer, y yo no sabía si aprovechar la situación, y juntarme más a ella, o tumbarla de nuevo y empezar lo que tantas ganas tenía. Fueron unos segundos escasos, pero cuando ella se separó un poco, nos dirigimos hacia el agua, aunque sin soltarle la mano.

Jorge y Clara seguían algo más o menos por donde antes, apenas se veía lo que hacían, pero no cabía duda de que se lo pasaban bien y estaban más juntos que antes. Sentía cierto rubor, o celos al ver a Clara jugar con Jorge,

Hice caso omiso, era algo instintivo pero estaba superado hacia tiempo, de hecho creo que mas que celos era excitación al verla con otro hombre, pero siempre suponía un pequeño sobresalto en mi mente verla en esas situaciones.

Se soltó de mi mano para nadar un poco, y una ola un poco más fuerte la cubrió y revolcó, con un gritito; me apresuré a ponerme a su lado, y otra ola la arrojo contra mí, quedando su espalda pegada a mi pecho. No te preocupes - la dije – aquí estas segura.

Bueno, segura en cuanto a ahogarse, porque en lo demás no estaba muy claro, ya que el contacto de su culo redondito contra mi vientre de nuevo me levantó los ánimos a mí y a mi amigo, que quedó pegado a su raja, pugnando por meterse entre ambos cachetes como un refugio de paz. La agarré por debajo del pecho, sintiendo las tetas golpear mis brazos cuando el agua nos subía y bajaba, acerqué mi cara a su pelo mojado, y le susurré

  • Quieres que te ayude a nadar? te sujeto mientras lo intentas?

  • Uhhmmm, con que me vas a sujetar? No será con esto?

Y según hablaba, medio ahogada, agarró mi polla con su mano y la apartó de la zona peligrosa.

  • Con eso me gustaría, pero en serio, si quieres te ayudo para que no te hundas cuando viene la ola.

Total, que retozamos como los otros dos un buen rato, veía sus tetas rebotar delante de mis vista, o se sumergían y ocultaban de momento para mostrarse de nuevo brillantes por el agua, o el culo algo blanquito, al que yo manoseaba cuando se tumbaba para intentar nadar un poco sin conseguir más que ponerme más burro y excitar mi imaginación mientras pensaba como sería hacerlo allí, dentro del agua.

Mi mente volvió a la realidad cuando se presentaron los otros dos, desnudos los dos y haciendo ya juegos de a cuatro, más inocentes y relajados, como también mi amigo se relajó y parecía más normal cuando salimos del agua para tumbarnos antes de recoger para regresar a casa.

No tardamos nada en comer, estábamos en el jardincito, bajo el parasol, pero el calor y el vino no se complementaban bien así que tomamos el café en el sofá, refrescado por el aire acondicionado.

Después de la comida, las mujeres se retiraron dijeron que unos minutos solo, para descansar y de nuevo nos quedamos los dos hombres tomado el café y charlando. Directamente le solté:

  • Espero que no te moleste que te diga que me gusta tu mujer…

  • Bueno, jajaja, y a mí la tuya, claro está

  • Sabes que me ha dejado darle la crema solar por delante y no ha dicho nada?

  • Eso es buena señal, que acepte tu mano encima es todo un triunfo.

  • Pensaba haberte pedido que nos hicieras una foto así, en la playa desnudos los dos, pero luego se me ocurrió que a lo mejor se enfadaba.

  • Seguro que si, o se hubiera vestido

  • Lastima, pero me hacía ilusión verme así, los dos desnudos y juntitos, jajaja

  • La podemos hacer ahora, si te hace tanta ilusión

  • Como ahora? Qué quieres decir?

Bueno, me explicó que la siesta duerme poco pero muy profundo y que si no la tocamos ni hacemos ruido, podíamos ir al dormitorio, me tumbaba a su lado en bolas y él nos hacia la foto, con mi teléfono, y así la tenía yo guardada y la podía poner incluso de salvapantallas.

Le vi tan dispuesto que me di cuenta que lo decía en serio y que era una oportunidad perfecta si conseguíamos que no se despertase, de modo que nos fuimos casi de puntillas al dormitorio, a media luz, y allí estaba, de nuevo medio tapada con la sabana y la respiración pesada y regular. Yo me fui bajando el bermudas y las zapatillas, mientras el retiraba la sábana. Estaba tumbada de espalda, las piernas estiradas, y con solo unas bragas como vestimenta.

Me fui tumbando despacio, reptando hasta llegar a su lado, y casi pegado a ella pasé mi brazo por encima como si estuviera agarrando su pecho. Jorge hizo una o dos, luego bajé la mano hasta casi tocarle el culo, mas fotos, y por fin fui bajando despacio por sus muslos hasta donde llegó el brazo mientras Jorge seguía dándole al clik.

Salimos furtivamente, yo con el pantalón y las zapatillas aun de la mano, y Jorge la volvió a cubrir con la sábana.

Pasamos por delante de nuestra habitación y asomé un poco la cabeza para ver cómo estaba la cosa por allí. Dormía plácidamente.

Cuando volvieron las chicas un buen rato después, Jorge preguntó si hoy no habría pase de modelos y ellas dijeron que ni hablar, aunque Clara fue un poco más allá y dijo algo de la igualdad entre hombres y mujeres y se fue hacia la habitación y vino con seis modelos de calzoncillos para hombre y se los enseño a María José y entre ellas decidieron cuales debíamos de ponernos cada uno y el orden del pase. Nos fuimos hacia su espalda pudorosamente  e iniciamos el desfile: ellas elegirían  el modelo que mañana luciríamos en el club.

Nos pusieron hasta música el típico “You can leave your hat on” y empezamos a pasar por delante de ellas, luciendo el tipo. Jorge llevaba un modelo azul marino era muy holgado pero a pesar de ello marcaba un buen paquete y a mí me habían otorgado el modelo elefante con trompa, lo que provocó la risa de las señoras que se atrevieron hasta cogerme de la trompa. El siguiente pase fue casi en cueros los dos, eran calzoncillos heavy y también causamos risas, esta vez con jadeos de las damas. Y por últimos bajamos con los más pequeños, unos minis de color azul para Jorge y el verde para mí, los dos marcaban la excitación que todo aquello nos estaba produciendo y las dos gritaban estos, estos, las risas se sucedían y nosotros dijimos que esos no y ellas que si, Jorge dijo, bueno vale y sonaron hasta aplausos.

Entre abrazos y risas acabó aquella sesión y a continuación les propuse el plan para hoy: cenaríamos algo a las 9 y después una visita nocturna a un monasterio cercano muy bonito.

Mi idea era descansar hoy de club y que María José entrase más en confianza, que se desinhibiese un poco y para ello era mejor dejar que lo fuera reposando, o incluso que llegase a desearlo, y preferí algo inocente y normal y ya pensaría algo para la noche.

Así lo hicimos y nos gustó mucho éramos pocos y nos contaron la historia y más que un monologo fue un diálogo puesto que preguntábamos al guía y el nos informaba, pero al salir se levantó viento y refrescó, de modo que decidimos volver a casa.

Era pronto cuando llegamos y nos sentamos en la terraza, allí el viento no soplaba y se estaba a gusto. Yo ya lo había ido pensando en el camino de vuelta, algo que fuera un poco atrevido, pero gradual, que nos divirtiera pero tuviera su picante, y me fui a rebuscar entre los armarios de cosas olvidadas, algún stripoker o aquel del teto.

Todo el mundo aceptó, y coloqué todo en la mesa, saqué unos vasos, hielo y unas botellas y nos dispusimos a pasar el rato antes de irnos a dormir. La idea del juego era ir perdiendo ropa, lógicamente, y al tiempo, hacer alguna cosa sensual o erótica entre nosotros, con lo cual se iría calentando el ambiente e iríamos dejando un poco a un lado los prejuicios. Acabamos todos desnudos menos Clara, que aún conservaba las bragas y habíamos pagado algunas prendas un poco sosas

El juego iba muy lento y empezó a decaer, y además ya era algo tarde así que decidimos emular un guateque de aquellos con música lánguida de nuestra juventud, pero María José puso una limitación: no podíamos tocarnos con las manos; eso significaba que podíamos bailar pegados y rozarnos con todo, pero si alguno en la pareja no quería roce tenia la opción de retirar un poco el cuerpo.

Apagamos las luces y nos pusimos a bailar desnudos. Empezamos normal pero los amigos no tardaron en ponerse en posición horizontal y ellas se apartaban lo que empezó a provocar risas, los hombres íbamos hacia delante y las mujeres hacia atrás. Clara dijo, ahora una canción de descanso, eso significaba que si se podía volver a utilizar las manos. María José se colocó al fondo del salón viendo la silueta de Jorge y Clara gracias a una luz de la farola de la calle.

Estábamos viendo como los dos empezaron a besarse y a Jorge meter la mano por el elástico de la braga, abarcando todo el culo mientras se la iba bajando.

Yo la giré para que no lo viera aunque volvía a darse la vuelta y yo me aprovechaba su distracción para darle algún restregón en el pubis. María José seguía controlando y podíamos ver claramente como bailaban pegados y se acariciaban mutuamente. Clara le tenía rodeado con sus brazos por el cuello y Jorge por el culo.

Sin decir nada empezó a besarme, no dijo nada pero nuestros labios no se separaron hasta terminar la canción. Decidimos acabar la sesión entre risas pero María José estaba pensativa. Y hoy fueron ellas dos las que tras ponerse el pijama se quedaron  charlando y tomando una copa. Estuvieron una buen rato hablando, esperaba que sobre el tema y que la fuera convenciendo y yo me quedé leyendo en la cama, hasta que subió Clara muy poco después y me explicó todo lo que habían hablado.

Le dijo que no acababa de superar los celos de ver a su marido con otra mujer y eso la distraía y no podía concentrarse, que todavía estaba un poco incomoda estando desnuda con nosotros, aunque hubiéramos estado así toda la mañana en la playa, pero que esto era un casa, y que desde luego, no se veía desnuda entre un montón de gente en un club o una cafetería.

Clara le dijo que la cuestión era retomar  de nuevo aquella primera época, aquellos primeros años de deseo mutuo, de entrega sin límites, que era como volver a empezar, pero con la experiencia adquirida y con un amor más reposado, sin aquella ansiedad de pensar si estarías embarazada... y que lo de desnudarse, en realidad había que pensar que estaríamos juntos los cuatro, que pensase que los demás no existían, a no ser que le gustase alguno, o alguna situación, lo que podía servirle para lograr otra vez la ansiedad y la excitación de la juventud, regresar a esos años.

Estábamos hablando con la luz apagada y en susurros y nos estábamos preparando para dormir, cuando de fondo empezamos a oír jadeos y suspiros en la otra habitación, movimientos y ruidos inequívocos. No había duda Jorge estaba descargando toda la adrenalina contenida y que gracias a Clara había almacenado.

Me volví ligeramente para quedar frente a mi esposa y mi mano se dirigió hacia su cadera. Yo también almacenaba algo de adrenalina que tendría que soltar