De recatados a swingers en solo una semana - 02

El primer día en la playa. El calor de la playa hizo que el hielo se empezará a romper y poco a poco se iba a ir despertando el interés, aunque ya se veía que había más interés por dejarse pervertir que por pervertir realmente.

Me levanté a las seis como todas las mañanas, no soy persona si no tomo a primera hora un café con leche mientras leo el correo.

Hoy la primera en bajar fue María José, me dio los buenos días, un beso en la mejilla yo le respondí del mismo modo. Venía sin arreglar, igual que estaba anoche, con esa bata ligera que al izarse ligeramente para coger una taza del armario dejaba ver los muslos al completo incluso un triangulito blanco de las bragas que en seguida notó mi amigo de abajo.

  • Que tal habéis dormido?

  • A mí me costó un poco hasta que llegó Jorge y entonces me quedé dormida y él sigue como un tronco; duerme sus ocho horas y anoche os acostasteis algo tarde para su costumbre.

  • Parece que hoy hará buen día de playa y es domingo, así que habrá más gente. Yo pensaba de ir a la nudista que suele estar más tranquila, pero si no te gusta vamos a la de siempre.

  • No, no me importa cuál sea, hemos ido muchas veces a playas nudistas y yo me quito todo, pero siempre vamos solos, nunca con gente conocida, la verdad es que yo prefiero…

  • Como tú quieras, sabes que puedes hacer lo que te apetezca

En eso que apareció Clara y nos dio los buenos días y se sentó con nosotros a tomar café

  • Que tal María José, Jorge todavía duerme?

-  Si como un tronco, ya le he dicho a tu marido.

-  Hoy os puedo asegurar que la playa estará más llena y propongo ir un poco antes y volver también adelantar la vuelta.

  • Por nosotros está bien. De hecho, si queréis podemos ir a la nudista, aunque yo no me desnude del todo.

Y apareció Jorge con cara sonriente por haber descansado plácidamente.

  • Buenos días y disculparme...

Mi mujer le sirvió un café  y le indicó que se sentara a su lado.

Jorge me preguntó:

  • ¿Cuál es el plan del día?

Tardé un rato en responder, no podía concentrarme con el movimiento de la bata de María José, mientras untaba el pan, o agarraba el azúcar y la bata se abría ahora por aquí, ahora por allí, insinuando continuamente la desnudez de su pecho, y aunque ella se tapaba en cuanto sentía mi mirada no podía evitar que yo viese más de lo debido, y hasta me figuré que eso oscuro que vislumbré una vez era el pezón encogido del roce con la tela.

  • En un rato nos iremos a la playa si os parece, aunque pensábamos salir una hora antes y volver para comer en casa y luego siesta reponedora y cenaremos en el club pero no volveremos tarde.

  • Me parece fantástico  - dijo Jorge.

  • Lo que no hemos aclarado es si ir a la nudista más tranquila o a la de ayer…

  • La nudista está bien, ¿verdad niña?

  • Si, pero ya le dije a Armand que no me gusta desnudarme si hay gente conocida, me da corte.

  • Bueno - Dije yo - No hay problema, cada uno esta como desee, además de esa manera estamos todos a gusto, nosotros solemos ir siempre a la nudista y se ve gente vestida, topless, y de todo.

Ya en la playa, mientras ellas colocaban las toallas y todas esas cosas que siempre llevan las mujeres en esos enormes bolsos, nosotros les plantamos la sombrilla, nos quedamos en bañador y nos fuimos al agua. Hacía calor y aunque al entrar se notaba fría, luego estabas en la gloria y nos quedamos hablando los dos cubiertos totalmente por el agua.

  • Sabes… me gustó eso de ponerle la crema solar en la espalda, parece que lo hacéis siempre, no? Ni la preguntaste…

  • Bueno, me lo pidió una vez y ahora cada vez que se da la vuelta de espalda, lo hago siempre igual, ni pregunto efectivamente.

  • Uhmmm, quien pudiera…

  • Quieres decir hacérselo a tu mujer o a la mía?

  • A María José, claro está, a  la mía ya lo hago a veces

  • Ja ja ja, sí, claro. Mira podemos hacer una cosa, cuando veas que se tumba de espaldas, sin decir nada, te pones encima y se lo echas tú.

  • En serio? No te importa?

  • Para nada, siempre que no le eches demasiado, se enfada mucho.

No tardaron mucho en aparecer nuestras esposas, las dos sin la parte de arriba del bikini, con el pecho al aire y morenito, lo que demostraba que efectivamente, solía quitárselo. María José hizo mención a que casi todo el mundo iba desnudo, solo unos pocos llevábamos bañador, no sabría decir si le gustaba que fuéramos con bañador o mejor sin él. Sin mediar palabra me lo quité y les dije a todos que yo lo llevaba en la mano, pero que si les molestaba me lo ponía y las dos profirieron una carcajada y Jorge hizo lo mismo y la carcajada fue aún mayor.

María José dijo que a estas alturas no se iba a asustar por nada, pero ya puestos le gustaba tener un par de penes apuntándole en su punto de mira. Nos reímos todos por la ingenuidad de la frase y ellas siguieron tomando el sol, mientras nosotros colocábamos las toallas para tumbarnos a su lado.

TTras unos minutos las dos se pusieron boca abajo, Jorge y yo como ya lo habíamos hablado antes cuando estábamos en el agua, esperamos a que se colocaran un poco y cerraran los ojos y nos acercamos a ellas.

Jorge comenzó su tarea con Clara yo me embadurné bien las manos con crema solar y empecé por el cuello, justo como me había dicho él que lo hacía cada día y no se dio ninguna cuenta. Continué repartiendo por la espalda y notaba como se tensaba cuando le acariciaba los costados con el masaje, sobre todo la zona de los pechos y también por toda la columna, me puse de rodillas y me senté encima de su culo y el masaje se tornó más profundo y placentero y noté como una erección estaba a punto de explotar.

María José enseguida se percató de ello y al ritmo del movimiento de mis manos ella movía el culo y el roce en mi sexo me excitaba todavía más. Jorge llevaba un bañador más holgado y podía disimular su erección, yo llevaba uno de natación y en el paquete se podía leer el remitente y el destinatario, pero seguimos con el masaje, eso sí me di la vuelta para masajear las piernas de espaldas a ella y me levanté de donde estaba sentado para poder llegar a sus pies. Los limpié de arena primero y los llené bien de crema. Noté como le gustaba particularmente cuando le ponía crema entre los deditos, luego fui siguiendo por los tobillos y las pantorrillas y al llegar a la zona donde flexa la rodilla sentí como ella soltó un sonido gutural de placer.

Llegado ese momento me puse a un lado, donde ella no miraba: ahora le tocaba el turno a sus piernas y ella las abrió ligeramente para que tuviera mejor acceso a la cara interna de sus muslos.

Allí el masaje se tornó más suave, no buscaba sus músculos, buscaba la suavidad de su piel, las yemas de mis dedos solo rozaban su piel y de vez en cuando con toda la palma de mi mano me abría camino subiendo hasta sus inglés; fue allí donde puse más dedicación, en esa línea blanca que dibujaba la frontera entre donde llegaba o no llegaba el sol y prestando un poco de atención asomaba algún que otro pelito de esa zona algo más blanca entre el elástico de la braga. Allí los roces con las yemas de los dedos y la imagen que se me quedó grabada hizo que la segunda ola de la erección se pusiera de manifiesto y percibí como ella se movía como por simpatía de mi excitación, mientras con la palma de mi mano seguía recorriendo una y otra vez la cara interna de sus muslos.

No tuve más remedio que dar por terminada la sesión e irme urgentemente a refrigerar el tubo de escape, que tenía cierto peligro de explotar. No tardó en reunirse conmigo Jorge, quien me reconoció haberle pasado lo mismo y los dos nos compadecimos el uno del otro, aunque en el fondo a los dos nos había gustado la experiencia. Le pregunté para tantear:

  • Tenemos que repetirlo mañana, pero esta vez por delante

  • Si, ha estado bien, aunque me ha sabido a poco.

  • Bueno, ya hemos roto el hielo, es el primer paso y no han dicho nada, porque yo estoy seguro de que se han dado cuenta de que nos hemos cambiado…

  • a lo mejor debemos tantear si se han molestado, y lo  hablamos después porque creo que vamos avanzando, no?

Ya le hablaba como un compinche en esa tarea de hacer que se soltase, o desinhibiese más.

Recogimos las toallas para regresar a casa. En el coche las conversaciones fueron más fluidas, aunque ninguna de las dos mencionó ni dio señales de haberse dado cuenta del cambio de masajista playero, en el viaje anterior estábamos como más cortados y la confianza poco a poco iba aflorando: era ya el tercer día que estábamos juntos.

Jorge y yo preparamos la barbacoa, mientras ellas se fueron a duchar para quitarse la arena y la sal y a la vuelta nos sentamos todos a la mesa. Cayeron dos botellas de Rioja que me había regalado un cliente por navidad y tras el café  nos tomamos unos licores lo que ayudó a calentarnos todavía más.

Clara llevaba una lucha a brazo partido con el sujetador, pero al final ganó la teta y se salió en varias ocasiones; Jorge siguió el partido como un locutor deportivo. Solo le faltó gritar gol cuando se le escapó por arriba. María José estaba más relajada y solo hacía miraditas pero cada vez que me miraba notaba como los pitones de sus pechos se erizaban y el muñeco de allí abajo se ponía más tieso.

Al acabar la sobremesa mi mujer dijo que se iba a dormir la siesta, estaba algo mareada al igual que María José y se fueron todos, mientras yo recogía un poco los platos y los llevaba a la cocina.

Jorge apareció al rato para ayudarme y me dijo que no iba el aire acondicionado en la habitación, o que él no sabía ponerlo, así que le dije que acabara de recoger él y yo me acercaba mientras tanto a comprobarlo.

Sí, hacía bastante calor en esa habitación. Recibía el sol por la tarde y aunque las persianas estaban casi bajadas era como una sauna al no soplar nada de aire. Me acerqué al aparato para ver qué pasaba, el termostato se bloqueaba a veces y había que girarlo un par de veces hasta que sonaba el click. Al pasar miré hacia la cama y estaba María José desnuda y tapada parcialmente por la sabana, y se apreciaba una vista trasera en la que se dibujaba en blanco la silueta de su bikini y aquellas dos montañitas gemelas separadas por el surco de su culo.

Estaba muy quieta y no pude seguir hacia el aparato del aire, quedé parado allí, observándola dormida y desnuda. Respiraba pesadamente, y eso me hizo pensar que no me había oído entrar, de modo que me recreé un poco más en la estampa que tenía ante mis ojos, acercándome todo lo que pude para deleitarme mejor con sus curvas, con la piel morenita por arriba y en la señal difusa del blanco en el culo, en sus muslos redonditos y deseé acariciarla, me entraron unas ganas irreprimibles de tocar ese cuerpo allí expuesto ante mí.

Y No se me ocurrió otra cosa que acariciarle el culo, retiré un poco más la sábana y en ese momento hizo un movimiento para acomodarse y abrió un poco más las piernas: la visión desde los pies de la cama era muy excitante, con muchísima suavidad, las yemas de mis dedos jugaban con su ingle, pasaba de abajo hacia arriba, mis dedos rozaban sus pelitos recortados y la excitación no tardó en llegar. Mi dedo medio rozaba los labios de su vulva y la excitación iba en aumento.

En ese momento decidí parar o no respondía. Manipulé un poco el termostato, el aire arrancó y el sonido hizo que se moviera en la cama, por lo que me asusté un poco. La cubrí ligeramente con la sábana, mientras al salir de la habitación acercaba el dedo a la nariz. Me encantó su olor y no dudé en chuparme el dedo degustando ese sabor delicioso entre salado y ácido, pero esa imagen del culito blanco de María José se quedó grabada en mi mente.

Jorge y yo hablamos durante ese tiempo de lo que hicimos en la playa, y los dos coincidimos en que ellas se habían percatado del cambio, pero que habían decidido o aceptarlo, o callar, y que en cualquiera de los dos casos, no era mal síntoma.

Un buen rato después se fueron despertando y bajando al jardín, para acabar de hablar sobre los preparativos para la noche. Mientras nosotros oíamos y callábamos entre incrédulos por la conversación y excitados por el tema, ellas fueron barajando opciones de ropa interior, de colores, de vestidos largos o cortos, de escotes, de perfumes, de cómo perfumarse y en qué zonas era mejor, incluso en las íntimas, de si decidían quitarse el vestido y ponerse cómodas, qué llevar, si un body o un chal.

Y cuando ya lo tenían decidido y bajaron a mostrarnos primero la ropa interior y luego los diversos vestidos y se apartaban dentro de casa para cambiarse y regresaban con unas bragas negras, ahora blancas, ahora rojas, nos mirábamos y el calor se notaba en el ambiente, no solo en el aire, e intentábamos colocarnos para disimular el bulto que se iba originando entre las piernas sin que pudiéramos evitarlo.

Llegamos justo cuando empezaba la cena y fuimos los últimos en acomodarnos en una mesa en la que ya había otras dos parejas. Nos presentamos unos a otros, una eran franceses, de Perpiñán concretamente, Claude y Jean Louis, tenían 59 y 62 años respectivamente y llevaban 37 años casados, hablaban perfectamente español,  eran propietarios de una fábrica de paraguas. La otra pareja era de Barcelona, el Ingeniero y ella abogado, eran más jóvenes que nosotros, no dijeron la edad pero estarían en torno a los 50 años, ella tal vez algo menos y hacía 3 años que eran swingers.

Cuando Jorge explicó que ellos no lo habían hecho nunca todos empezaron a darle consejos y que el respeto era nuestra bandera. Jean Louis, nos comentó que eran libertinos desde hacía muchos años y que tenían un apartamento en Cap d'Age, probablemente la población más libertina del mundo, explicándonos todas las anécdotas que les había pasado pero María José prefería preguntar aspectos de la población, la playa y las fiestas que se organizaban.

Clara se levantó para ir hacia el buffet, y como María José y yo estábamos en la conversación, Jorge se levantó para acompañarla. Al poco también fueron la pareja de Barcelona y nosotros seguimos escuchando las aventuras que nos estaba contando Claude: nos decía que los apartamentos están con las puertas abiertas y si está abierta puedes pasar y probablemente te acepten para tener sexo con los que allí habitan y si no quieres sexo, cierras la puerta.

En eso que volvieron ya con los platos llenos, así que nos levantamos y les invitamos a acompañarnos al buffet. Jean Louis se colocó detrás de María José y me di cuenta que el francés la estaba tocando el culo, ella siguió hacia delante y cuando llegó y se giró se quedó de una pieza, vino enseguida hacia mí y me cogió de la cintura como horrorizada por haberla metido mano.

María José pensó que había sido yo y lo tomó como un juego, o una cortesía un poco atrevida y por eso no dijo nada. Le dije que no se preocupara, el código swinger es muy claro en ese aspecto: nada hay prohibido pero si te dicen que no, es un no rotundo y siempre se respeta. Yo ahora mismo podría dar un beso en la boca a Claude y es totalmente lícito hacerlo, pero si ella se niega, no debería insistir y eso siempre se respeta. En ese momento fui yo quien le toque el culo y no dijo nada y lo hice con las dos manos mientras me acerqué a ella diciéndole:

  • ¿Puedo seguir?

  • Es que todavía no se cual es el código para decir que no

Nos reímos los dos y nos dimos un beso.

Volvimos a la mesa y era Clara quien explicaba una experiencia con una pareja conocida que acabaron en el hospital por una inyección para la disfunción sexual del caballero que tuvo una erección durante más de 36 horas y no sabía cómo disimular el bulto que le delataba.

Acabamos de cenar y fuimos a la discoteca, sonaba música latina muy animada, pero el pinchadiscos nos comunicaba que está noche estaba dedicada a las canciones lentas de los años setenta. Cuando se cambió la iluminación por una mucho más tenue y sonó ' Noches de blanco satén" la pista se llenó de parejas y por supuesto estábamos los cuatro entre ellas.

De nuevo cortésmente Jorge se acercó a Clara y yo tomé de la mano a María José y salimos a la pista. No había acabado la canción y ya estábamos pegados como pareja, su cabeza en mi pecho, y los cuerpos juntos; mi mano en su espalda la pegaba a mí con firmeza, sintiendo ese cuerpo blando y voluptuoso contra el mío; La música seguía sonando íntima y suave y nosotros nos mecíamos al compas, unas veces con Clara y las mas con María José.

Les perdimos de vista, debieron alejarse entre las demás parejas y entonces mi mano fue bajando por la espalda hasta llegar a la zona más redonda un poco más abajo, tropezó con el elástico de la braga y siguió descendiendo un poco más, hasta que se llenó por completo de carne suave. Ella levantó un poco  su cabeza en mi hombro y solo me dijo, me encanta como hueles.

Le sonreí y la apreté más hacia mí y le dije que ella me gustaba como sabía. Mi mano se introdujo por el bajo de la falda y ya directamente tocó con suavidad la parte blanda y carnosa, libre de las bragas que metí un poco hacia adentro.

Estaba oscuro y solo había una luz violeta al fondo. La abracé un poco más y nos besamos en los labios y ese fue el detonante de más roces, más caricias y más besos. Imagino que en ese momento los dos estábamos pensando lo mismo: irnos al piso de abajo y cometer una locura. Afortunadamente para ambos, se encendieron las luces y volvió la música caribeña; estábamos entonces cuatro parejas, entre ellas Clara y Jorge, que tenían la misma expresión de cara que nosotros y supongo que les habría pasado lo mismo.

Nos encontramos con unos amigos que hacía tiempo que no nos veíamos Laura y Óscar, le di un piquito en los labios a Laura y les presente a María José, ellas se besaron en la mejilla y Óscar le dio otro piquito a María José. Y nos despedimos hasta otra ocasión.

Buscamos por el bar a Jorge y a Clara, estaban allí, tomando una copa de cava. Me pareció oportuno porque no quería tomar bebidas más fuertes, tenía que conducir todavía hasta casa. Miré el reloj y no podía creerlo...

  • ¿Sabéis qué hora es?

  • Ni idea

  • Las tres.

Habíamos estado bailando a oscuras casi tres horas. Decidimos entre todos no bajar al sótano, María José tenía curiosidad, pero yo pensaba que todavía no estaba preparada, nadie insistió en bajar y recogimos nuestras cosas y nos fuimos hacia casa.

Por el camino hablamos más que nunca y hablábamos de aquella música que hace unos minutos habíamos estado bailando. Todos recordábamos aquellos guateques y las canciones de aquellos años. Clara puso la radio y justamente sonó el sorbito de champagne y los cuatro la cantamos dentro del coche, con ganas todavía de seguir la fiesta.

Ninguno teníamos ganas de dormir aún, entre la playa y la siesta, estábamos descansados y alegres así que decidimos tomarnos otra copita de cava y yo propuse simular que estábamos en el club y habíamos avanzado un paso más, el de estar en ropa interior o con un chal.

Ninguna de las dos puso objeción, pero para desnudarse se retiraron a la habitación, regresando casi enseguida con una especie de pareo de gasa muy fina que les tapaba todo el cuerpo justo hasta el principio de los muslos y Jorge y yo bajamos con el pantalón corto del pijama.

Bailamos lo más pegados posibles delante de nuestras respectivas parejas como si fuera lo más natural del mundo. Jorge y Clara ya se besaban en los labios con una total naturalidad y entre son y roce nos empezamos a calentar, no sabría decir si eran ellos los más calientes o si lo éramos nosotros.

Miraba de reojo el sofá y me dieron otra vez ganas de revolcarme con María José, mientras veía como Jorge le manoseaba las tetas a Clara por debajo del chal y yo restregaba mi pierna entre  las piernas de María José.

Con el silencio que se produjo al acabar una canción nos dimos cuenta todos de pronto, de cómo podía acabar aquello y fue María José quien decidió irse primero a la cama. Tras ella se fue Clara y Jorge y yo nos servimos la última copa para acabar la botella.

  • Creo que hoy ha sido un día alucinante, no conocía estos sitios ni había visto a María José tan suelta.

  • La verdad es que para mí ha sido genial, pero dime una cosa: nos has visto en la pista?

  • Ja ja ja, por supuesto, y supongo que tú a nosotros también.

  • Bueno, pero yo ya había estado en estas situaciones antes; que has sentido tú al vernos… tan juntitos?

  • Una excitación enorme, pero además, ese baile hace unos momentos con Clara, sintiendo su cuerpo casi desnudo, ha sido… si no llegamos a parar creo que la hubiera tumbado en el diván sin importarme que estuvierais delante. Perdona, a lo mejor me he pasado un poco.

  • Mira, si no te ha importado ver a María José pasarlo bien conmigo, es que estás ya preparado para el intercambio, otra cosa es lo que piense ella, aunque me ha parecido que no hubiese puesto ninguna traba hoy tampoco.

  • Quieres decir que podríais haberos acostado, por decirlo suave, y yo con Clara? A ella le parecería normal?

  • Pues veras, en mi opinión, si pensar en eso nos sirve para tener una buena sesión de sexo esta noche cada uno con nuestra mujer, el objetivo está cumplido. Nosotros nunca hemos pensado intercambiar con otras personas, acostarnos como tú has dicho suave, pero las cosas a veces sobrevienen sin planearlas.

  • Entiendo. Lo que quieres decir es que eso sirve de precalentamiento, pero que puede llegar el día en que queramos hacerlo con la del otro. ¿y… qué pasará si llega ese día? ¿Vosotros estáis preparados? Yo aun no lo sé…