De puta a esclava (2)
Julieta concreta sus sueños. Debe servir a Lord Henry
De Puta a Esclava II
Una vez finalizada la compra, el inglés, (Henry) abonó lo pactado y tomando a Julieta por la cadena que pendía de su collar salió del salón rumbo a su auto, estacionado en el "parking" del lugar. Abrió la tapa del maletero y le ordenó que se introdujera en el mismo. Luego bajó la tapa y puso el motor en marcha.
Julieta estaba con los grilletes con los que había sido exhibida, desnuda y rumbo a un lugar desconocido. Aprovechó la soledad para calmar la excitación que le producía este proceso y se metió el pulgar en la vagina pera hacerse una pajita. Poco después sus músculos se contraían producto del orgasmo alcanzado.
No pudo precisar el tiempo que anduvieron en el auto. Sí pudo apreciar que luego de andar un rato, el auto se adentró por caminos de tierra bastante irregulares. Imaginó que sería alojada en algún lugar alejada de todo lo que había conocido hasta el momento. Pensó en su primo Julio, había cumplido con lo pactado. Podía imaginar que sería un amo severo.
El hombre que la había comprado, previamente a la oferta, había tocado todas sus partes íntimas con un descaro absoluto. Imaginaba que ahora, que era su dueño, abusaría de ella y la humillaría de todas las formas posibles.
Cuando se detuvo el automóvil, el corazón de Julieta comenzó a latir con fuerza. Se abrió la tapa de la cajuela y Henry le indicó que saliera, cosa que hizo con cierta dificultad. Tomando la cadena de su collar la condujo dentro de la casa y la llevó a una habitación que oficiaba las veces sala de castigos, como Julieta comprobaría más tarde.
Una vez en la sala Henry la acercó a un caballete y la hizo doblar sobre el travesaño, apoyando el vientre en la madera.
-Antes de probar tu vagina quiero darte unos azotes en el culo. No quiero que te muevas ni que gimas cuando recibes la vara. Quedarás allí inmóvil. ¿Has entendido bien?-
-Sí señor. No me moveré mientras azota mi culo.-
-Soy Lord Henry, no señor, por lo cual de ahora en más te dirigirás a mí como Lord Henry o Mi Lord.-
-Así será Lord Henry.-
Sin mediar palabra. Henry tomó una vara y la descargó con fuerza en los glúteos de Julieta, que debió morderse los labios para no gritar. Había sido un azote fuerte, que nunca antes había recibido. Casi al instante una raya rojo cereza cruzaba la blanca piel de su culo.
Le siguieron otros azotes similares que le parecieron más soportables. Así llegó hasta las diez marcas que adornaban su trasero.
-Te has portado bien. Ahora separa las piernas que quiero probar tu vagina.-
Julieta separó las piernas dejando la entrada libre y accesible. Lo que ella no había notado era lo lubricado que estaba el conducto. Los azotes le habían calentado no solamente el culo pero también su concha.
Henry no demoró en penetrarla. Se sorprendió agradablemente de lo estrecha que estaba esa parte de Julieta, a pesar de haber recibido pijas de todo tipo y tamaño por su actividad como puta, estaba claro que había cuidado su cuerpo. Gozó la cogida como hacía tiempo que no lo lograba. Por su parte Julieta se esmeró en dar placer a su amo, contrayendo los músculos para rodear el miembro que entraba y salía de su concha.
Cuando Henry vació sus huevos dentro de ella, sintió cómo su vagina era ocupada con semen. Nuevamente, a pesar de su experiencia en ser cogida por distintos hombres, pocas veces había recibido tanto líquido de una sola vez. Julieta se quedó inmóvil esperando nuevas órdenes de su amo.
-Te lavarás la concha y luego que comas algo te encerraré en una jaula. Así pasarás la noche.-
-Como usted indique Lord Henry.- Respuesta que satisfizo a Henry por su sumisión.
Se dirigió al baño a higienizarse. Comió un sándwich que le alcanzó una de las ayudantas de Henry y se dispuso a esperar para ser encerrada. Cuando Henry finalmente se acercó a Julieta, eran las 10 de la noche, procedió a quitarle el collar de su cuello pero esposó los tobillos entre sí y cada tobillo con cada una de las muñecas. De esta manera Julieta quedaba en posición incómoda pero de forma acorde para ser introducida en la jaula en la cual pasaría la noche. Su amo la ayudó a ubicarse dentro de la misma y cerró la puerta con un candado. Se apagaron las luces y Julieta pasaría su primera noche como esclava.
Lord Henry quería tener a Julieta fundamentalmente para gozar de su cuerpo, no era su intención someterla a duros castigos, aunque sí quería reafirmar en ella el sentimiento de sumisión y obediencia.
En la mañana siguiente Julieta se despertó algo entumecida de la posición en la cual había pasado la noche. Estaba cansada ya que demoró mucho en conciliar el sueño y cuando vio la figura de Lord Henry recordó su condición de esclava.
Su amo la sacó de la jaula y la hizo acostar de espaldas sobre el piso y le retiró las esposas que la mantenían encogida.
-Separa las piernas para que tu concha quede expuesta.-
Julieta obedeció de inmediato separando y flexionando ligeramente sus piernas, quedando su concha algo abierta.
-¿Con qué frecuencia has sido sodomizada esclava?-
-Mi Lord, he sido sodomizada muy pocas veces. Cuando trabajaba en la casa de putas, generalmente debía mamarla o recibirla en la concha, muy pocas veces por el culo.-
-Mi asistenta te ayudará a limpiar tus intestinos para penetrarte por el culo. Quiero ver cómo te comportas cuando te penetro por el estrecho agujero.-
Poco después la asistenta trajo los elementos para una enema. Hacía mucho que Julieta no se aplicaba una enema y ésta era de un volumen realmente inusitado. Finalmente vació sus intestinos. La asistenta le aplicó una crema lubricante para facilitar la penetración. Poco después llegó Henry a la sala.
-Mi Lord, la esclava está preparada para ser sodomizada. Queda a su disposición.- indicó la asistenta.
-Y tú, ¿estás preparada para ser penetrada por el culo?-
-Mi Lord, será un honor ser sodomizada por su viril miembro. Mi culo está a su disposición.-
Henry estaba mucho más feliz de lo que había supuesto con su nueva adquisición. No cabía duda que Julieta era una puta nata y que llevaba la lubricidad dentro de ella misma.
Primero manoseó sus tetas. ¡Qué firmes eran! Además cuando rozaba sus pezones se hinchaban y ponían duros. Se entretuvo jugando con ellos. Su juvenil cuerpo invitaba a manosearla sin detenerse, magreando las tetas, el culo, todo su cuerpo. Luego le indicó que se inclinara hacia adelante y separara sus glúteos. El ano se veía cerrado pero relajado. Acercó su glande a la entrada y comenzó a empujar.
No era fácil penetrar ese agujero que no se había dilatado ni estaba acostumbrado a ser penetrado. Sin embargo la habilidad de Henry y su insistencia en penetrarla pudo que poco después había traspasado el esfínter. Mientras tanto Julieta permanecía inmóvil, separando sus cachetes y alguna lágrima se deslizaba por su rostro. Le dolía un poco la entrada por su agujero menor.
Henry no era aficionado a la sodomización. Simplemente la practicaba periódicamente para demostrarle a sus esclavas quién era el que mandaba. Su preferencia era correrse en la vagina y eventualmente en la boca.
Si bien gozaba con las mamadas, siempre antes de expulsar su leche, la sacaba de la boca y la metía en la concha de la mujer de turno.
En esta oportunidad Henry la penetró hasta el fondo y comenzó a moverse. Julieta sentía algo de dolor en cada movimiento pero se iba haciendo más soportable. Sabía que ser cogida por el culo era una de sus obligaciones y estaba dispuesta a cumplirla.
Poco después sintió como el líquido caliente y saliendo en espasmos, invadía su recto. Esta era la primera vez que se la cogían por el culo sin preservativo ni protección alguna.
Permaneció en la posición en que estaba hasta que Lord Henry decidió sacarla. No pudo evitar mirar esa pija, que ahora estaba flácida, pensando en que la hubiera hecho gozar más si la entrada hubiera sido por la concha, pero ella no era más que una esclava. A nadie le importaba si gozaba o no. Estaba allí para complacer a Lord Henry, que para eso la había comprado.
-Levántate que saldremos a pasear por el parque.-
-Ponte algún calzado. Estarás con los brazos atados en la espalda.-
Julieta se calzó con lo primero que encontró y se ubicó de espaldas a Henry cruzando sus brazos en la espalda para ser atados. Con una cuerda de algodón se los amarró en la espalda, pasando alguna vuelta de cuerda por debajo de las tetas para levantarlas aun más. Salieron al parque.
El sol compensaba el fresco de la mañana. Julieta caminaba delante mientras Lord Henry la seguía dándole con una fusta algunos azotes en los muslos. Caminaron casi media hora, tiempo en cual la joven pudo apreciar la extensión del campo de su dueño. Se acercaron a un árbol que estaba solitario en el medio del campo.
-Te ataré a ese árbol. Acércate.-
Julieta, obedientemente, se acercó al árbol y luego que le desató los brazos de la espalda, se apoyó contra el tronco. Pasó sus brazos por detrás para ser atados. Henry ató ambas muñecas de manera muy firme. Luego pasó una cuerda con dos vueltas alrededor de su cintura y también anudó las cuerdas por detrás. Repitió la operación alrededor del cuello de Julieta y con los tobillos.
El cuerpo desnudo de la joven estaba a merced de su amo y de los mosquitos que pululaban por el lugar. Henry se acercó y tomó los pezones entre sus dedos apretándolos hasta que una mueca de dolor se visualizó en el rostro de Julieta. Entonces tomó la fusta que lo había acompañado durante el paseo y descargó tres azotes en cada teta. A pesar del dolor y la humillación a que era sometida, permaneció callada.
Con desazón vio como Lord Henry se retiraba. Estaba claro que la dejaría inmovilizada y a merced de las alimañas quién sabe hasta cuando. Estuvo a punto de gritar para que la desatara, pero se contuvo. Ella ponía su cuerpo a disposición de Lord Henry y debía soportar todo aquello que él quisiera hacerle. Ella había consentido ese párrafo del contrato (recordaba el texto completo) que decía:
Mi Amo y Señor también podrá castigarme o imponerme penitencias por el solo placer que ello le cause, como único motivo del mismo.
Estaba claro que era dentro de lo pactado.
El andar desnuda por el parque, más las ataduras que ahora la inmovilizaban la habían excitado un poco con la consiguiente humedad de su concha. Esa humedad y posiblemente los olores propios del flujo hacía que los mosquitos se posaran en los carnosos labios vaginales con frecuencia. Sentía las picaduras, en las partes más sensibles de su cuerpo pero nada podía hacer para evitarlo.
Lord Henry la estaba torturando sin violencia, simplemente dejaba que los mosquitos hicieran la tarea por él. Otra de las preocupaciones de Julieta era si tantas picaduras no imposibilitarían que por la noche Henry no pudiera cogerla y fuera tan doloroso o molesto para ella que no llegara a gozar del polvo.
El sol estaba dando de lleno sobre su cuerpo. Era la primera vez que se exponía totalmente desnuda. El calor hacía que se humedeciera aun más el pubis. Así depilado como estaba, también tomaría el color rosado propio de la exposición al sol.
Ya caía la tarde cuando divisó la figura de Henry que seguramente vendría a buscarla. Estaba con hambre y sed.
-¿Cómo has pasado tus horas de penitencia esclava?-
-Mi Lord, si usted ha disfrutado de mi castigo, yo estaré feliz de haber contribuido.-
-Veo que los mosquitos te han picado cerca de la concha. ¿Sientes la molestia?-
-Sí Mi Lord. Las picaduras se hacen sentir.-
-Bien, es lo que yo quería. Ahora volveremos a la casa, pero antes quisiera azotarte en el vientre con una vara de mimbre.-
-Será un honor ser azotada con una vara de mimbre manejada por Mi Lord.-
Sin demorar más Henry tomo una vara flexible y le aplicó cuatro azotes debajo del ombligo. Si bien casi de inmediato aparecieron las cuatro rayas rojas, Julieta lo soportó sin dificultad. Luego comenzó a desatarla y se encaminaron de regreso a la casa.
-Cuando lleguemos, te bañas, comes para saciar tu apetito y te preparas para pasar la noche en mi cama. Por supuesto estarás encadenada pero me prestarás servicio varias veces en la noche.-
-Como usted ordene, Mi Lord.-
Cuando Julieta entró en la recámara de Lord Henry quedó impresionada. No solamente por el tamaño de la cama sino también por algunos adminículos que había: cadenas, grilletes, cuerdas y varios elementos similares.
Su amo le ordenó que se acostara en la cama y le colocó una cadena alrededor de su cintura que fijó a uno de los barrotes del respaldo.
-Primero quiero una buena mamada, hasta que esté casi a punto de correrme. Vamos, abre la boca.-
Julieta obedeció de inmediato. Su lengua acariciaba la glande mientras sus manos tomaban la pija. No demoró mucho hasta que estuviera dura. Poco después Henry la retiró de la boca y la introdujo en la concha. Ambos estaban muy calientes y no pasó mucho tiempo hasta que Julieta se corrió en una de sus mejores orgasmos y poco después Henry hizo lo propio.
-Ahora descansaremos un poco. Acércate que quiero tener tus tetas entre mis manos.-
Julieta se acercó poniendo su cuerpo a disposición de su amo, quién tomó los pezones y comenzó a jugar con ellos.
-Ya es el momento que comiences la mamada nuevamente. Te va a costar un poco más ponerla dura, pero quiero que la chupes hasta que mi leche llene tu boca.-
De inmediato la joven se puso la flácida pija de Henry en su boca, mientras éste buscaba el agujero del culo para introducirle un dedo.
Julieta sentía una sensación nueva para ella. Mientras tenía su boca ocupada con el viril miembro, el dedo índice de la mano derecha de Henry hurgaba en el culo y con la mano izquierda le masajeaba la concha. Era una experiencia nueva para ella.
Así estuvieron hasta que el pene de Lord Henry estuvo próximo a descargarse de nuevo. Julieta continuó con su tarea dispuesta a recibir en semen en su boca, cosa que ocurrió poco después. La cantidad fue relativamente reducida por lo cual no fue una cantidad grande que debió tragar.
Finalizada la segunda corrida, le quitó la cadena de la cintura y ambos fueros al baño a lavarse, preparándose para, usar uno y ser usada la otra.
Varias veces en la noche Henry se despertó y magreó el cuerpo de Julieta que a una orden de él, volvía a introducirse la pija en la boca. Dos veces más durante la noche se la metió en la concha, pero dejando solamente pequeñas cantidades de semen cada vez. Así finalizaba la segunda noche como esclava y primera a servicio de su amo.
Nuevas experiencias le aguardaban en el futuro.
Continuará.