De puente con Antonia, Lolita y Carlos (y II).

Continúan las aventuras de Marisa y sus amigos. Cada vez hay más amigos y están más desatados.

(Si queréis, leed la primera parte ( https://todorelatos.com/relato/142030/ )  para disfrutar más de esta segunda y última entrega.)

No sé el tiempo que pasó hasta que pude incorporarme después del masaje. Miré hacia Luis que parecía dormido todavía empalmado, ¡qué barbaridad de hombre y de masaje!

Con las piernas temblonas entré en la enorme ducha abierta que había entre las cabinas de masaje. Abrí el grifo con agua templada y la dejé caer sobre mi cuerpo, tratando de sobreponerme al cúmulo de sensaciones y a la excitación que me había poseído. No pasó mucho tiempo cuando entró Antonia con cara de boba.

-              ¿Qué tal te ha ido el masaje? Por lo que he escuchado parece que fantástico.

-              No sabría que decirte. Me he corrido como nunca en mi vida, pero sigo salida. Manolo me ha dado un masaje maravilloso. Desde que empezó se empalmó y se quitó el pareo. Me ha sobado hasta el carnet de identidad, yo he intentado un par de veces echarle mano al nabo, pero no me ha dejado diciéndome que aquello era un masaje y que ya tendríamos tiempo en estos días de hacer otras cosas más interactivas.

-              ¡Qué putada!

-              Marisa necesito una polla dentro.

-              Yo también, me he corrido no sé el número de veces, pero necesito tener una polla en el coño.

En ese momento entró Luis en la ducha. Antonia y yo nos miramos y nos adivinamos perfectamente lo que ambas estábamos pensando. Venía con cara de muerto y su polla morcillona, extraordinariamente apetecible.

-              ¿Cómo estáis guapas?

-              Un poquito mejor que muertas –le respondí-.

-              Pues ya estáis mejor que yo –contestó-.

-              ¡Anda Luis, anímate un poquito y danos una alegría! –Le dije agarrándole del nabo-.

-              Marisa ya has visto que me he corrido como una fiera dos veces seguidas, ¿te crees que no tengo límites?

-              ¡Vas a comparar una paja con una buena follada! –Le repliqué-.

-              Haced lo que queráis, pero vais a tener que reanimarla –dijo Luis incapaz de resistirse a dos mujeres pidiéndole sexo-.

-              Ya has oído Antonia, si quieres follar vas a tener que trabajar –le dije entre risas-.

Antonia se acercó a nosotros y se puso en cuclillas frente a Luis. Le acerqué el pollón a la boca de Antonia, que a duras penas pudo meterse el capullo, estando sólo morcillona. Yo me puse de rodillas y fui chupándole los huevos y metiéndomelos en la boca. De vez en cuando Antonia y yo nos besábamos sin dejar de masturbar a Luis, que empezó a reaccionar con bastante rapidez al trabajo que le estábamos haciendo. Cuando ya estaba en forma le dijimos que se tumbara boca arriba en el suelo, puse la mano en la base del pollón de Luis para que no le hiciera daño a Antonia y ésta, todavía en cuclillas, se la fue metiendo despacito hasta dar con mi mano.

-              Arrggg, por Dios, como necesitaba tener una polla dentro y más esta polla –dijo empezando a dar botes con las manos apoyadas en el pecho de Luis-. Marisa, no se te ocurra quitar la mano que me revienta.

-              No te preocupes que no soy tan mala y, además, donde iba a tener mejor puesta la mano. –Le contesté mientras con la otra mano me sobaba el coño, metiéndome un par de dedos de vez en cuando-.

Antonia no daba muestras de cansancio, estaba cachonda perdida y después de unos pocos de orgasmos, todos podíamos aguantar un buen rato.

-              Ponte tú ahora Marisa, yo te coloco la mano –me dijo Antonia-.

-              A mí no me hace falta, tengo el coño como un túnel del metro –le contesté, mientras me iba metiendo el pollón de Luis, que entró hasta los huevos-. Arrggg, yo también necesitaba esto, las pajas  están muy bien, pero sentir esta barra de carne dentro es insuperable.

Subía y bajaba bien ensartada, cuando estaba abajo restregaba el clítoris sobre el pubis de Luis. Después de diez minutos de sube y baja me corrí de nuevo soltando chorros de flujo. Me tumbé y deje la posición a Antonia que colocó su mano como tope, al poco tiempo se corrió también cayendo como muerta.

-              ¡No me vayáis a dejar así! –Gritó Luis temiendo que se iba a quedar con el calentón-.

-              No cariño, no te vas a quedar así. –Le dije y me puse entre sus piernas, metí su polla entre mis tetas y comencé a moverme y a meterme su polla en la boca cuando podía. No tardó ni dos minutos en ponerme perdida con una corrida tremenda-.

Ya sí nos duchamos y nos fuimos cada uno a su habitación. Yo me dormí como un angelito hasta bien entrada la mañana del día siguiente. No podía con mi cuerpo después de un día tan ajetreado.

Me despertó Lolita haciéndose un ruidoso dedo. No lo pude evitar y le dije:

-              Lolita hija, ¿tú no te cansas?

-              Pues nooooo –me contestó llegando al orgasmo y luego una vez un poco repuesta, continuó:- Marisa, a veces tengo la sensación de que estoy perdiéndome mi juventud sexual.

La miré con cara de no entenderla y le dije:

-              Lolita, tienes veinte años y llevas más polvos de los que yo llegaré a echar en toda mi vida y eso que ahora estoy recuperando el tiempo perdido.

-              Quizás tengas razón y esté un poco obsesionada, pero es que no sé qué va a pasar mañana ¿y si dejo de gustar?

-              Anda Lolita déjalo ya y vamos a desayunar que es tardísimo.-Esta juventud se plantea muchos problemas muy tontos y no se plantea los problemas de verdad, pensé-.

Cuando bajamos ya no había nadie en el comedor, según nos contó Manolo nuestros amigos se habían ido de excursión hasta el mediodía y Jazmín y Jesús estaban en la piscina tomando el sol. Al terminar el desayuno Manolo nos ofreció hacer una visita a las 12:00 a la bodega del hotel. Le dijimos que de acuerdo. O era eso o era irnos a la piscina y a mí no me apetecía mucho.

A las doce nos vimos con Manolo en el patio. Nos condujo a una puerta que daba al mismo patio y la abrió con una llave. Encendió una luz muy tenue y bajamos unas escaleras hasta una sala bastante grande de la que partían lateralmente los pasillos de las estanterías con las botellas. Manolo nos estuvo enseñando los distintos vinos y licores que tenían. Cuando volvimos a la sala, ya acostumbrada a la poca luz, observé que había una reja grande que cogía todo el frente de la sala.

-              ¿Manolo, qué hay detrás de la reja? –Le pregunté-.

-              La antigua prisión del cortijo –contestó-. Está tal y como nos la encontramos.

-              No seas exagerado, el cortijo ha pertenecido a mi familia y nunca he oído que tuviese una prisión.

-              La puerta de la bodega estaba tapiada, nosotros la descubrimos al hacer unas obras complementarias.

Traté de abrir la puerta de la reja, pero estaba cerrada con llave.

-              ¿Tienes la llave para ver cómo era? –Le preguntó Lolita-.

-              Sí, pero no creo que debáis entrar.

-              Que misterioso te estás poniendo –le contesté-.

-              En algún momento de la historia del cortijo, el dueño debió ser un sádico y esa era su sala de tortura.

-              Anda venga, déjanosla ver –insistió Lolita-.

-              Como queráis, pero yo os lo he advertido –dijo finalmente Manolo abriendo la puerta con una llave antigua-.

Pasamos Lolita y yo. No se veía nada de lo oscuro que estaba, pero al momento escuchamos la puerta de la cancela cerrarse de nuevo con nosotras dentro, los pasos de Manolo subiendo la escalera y luego apagando la escasa luz y, por último cerrando la puerta de arriba.

-              ¿Pero Manolo que haces? –Le grité, pero ya no pudo escucharme pues había cerrado la puerta de arriba-. ¡Joder, este hombre se ha vuelto loco! Lolita, ¿tú puedes ver algo?

-              Yo que voy a ver Marisa, si esto está como boca de lobo.

Gritamos pidiendo que nos abrieran, pero era casi imposible que alguien nos oyera desde fuera de la bodega. Después de berrear un rato, nos sentamos en el suelo a esperar no sabíamos qué.

Debió pasar más de una hora cuando volvimos a escuchar abrirse la puerta de arriba e inmediatamente se encendió una potente luz en la sala donde estábamos, que nos cegó momentáneamente.

-              Manolo no ha tenido gracia la encerrona. –Dije sin verlo. No me contestó nadie.-

Cuando nuestra vista se adaptó a la luz ya pudimos ver lo que había en la sala de la prisión y era cierto que podía dar cierto repelús. Las paredes estaban llenas de argollas, cadenas y grilletes. Al fondo se distinguía una cruz de San Andrés con sus grilletes para manos y pies. Delante de la cruz lo que parecía ser un potro de tortura y a su lado dos cepos para cabeza y manos, con una banqueta cada uno en sentidos contrarios, para que se pusiera de rodillas el reo.

-              ¡Joder que desagradable! –Dijo Lolita. Sin embargo, a mi me empezó a despertar mi vena masoquista y empecé a ponerme cachonda pensando en las guarrerías sádicas que me podían hacer allí.-

-               Manolo, haz el favor y ábrenos, que ya está bien de encierro –dije sin ver todavía a nadie-.

Al otro lado de la reja apareció una especie de monje franciscano con un hábito marrón con capucha que no permitía verle la cara.

-              Lamento informaros que eso no es posible. –Dijo el supuesto monje en un tono de voz de ultratumba.- Estáis aquí presas por vuestros pecados de la carne, por vuestra lujuriosa vida.

-              Y nos tiene que tocar a nosotras, cuando esto está lleno de guarras igual que nosotras. –Le solté al supuesto monje-.

-              Vuestro pecado de la carne es mucho peor, vosotras, además de guarras, sois bolleras. –Me contestó el monje-.

-              Bolleras del todo no. Nosotras no le hacemos ascos a nada. –Dijo Lolita-.

-              Si queréis salir de aquí, debéis recibir primero vuestro castigo. –Sentenció el monje, se retiró de la luz y dejamos de verlo-.

Pasó un buen rato sin que viéramos al monje ni se escuchara a nadie.

-              ¿Qué quieres que hagamos para poder salir de aquí, que empieza a hacer frío? –Preguntó Lolita al vacío-.

-              Eso está mejor –dijo el monje acercándose otra vez a la luz-. Poneros cada una en uno de los cepos-.

-              ¿Y qué pretendes hacernos monje diabólico? –Preguntó Lolita ya metida en el papel-.

-              Vamos a castigaros y a follaros.

-              Haber empezado por ahí –le contestó Lolita, poniéndose de rodillas en la banqueta y situándose en el cepo. Yo, viendo que la cosa prometía, me coloqué también en posición, como el monje nos había indicado-.

Lentamente la parte alta de los cepos fue bajando hasta dejarnos inmovilizadas. Tanto Lolita como yo llevábamos unos pantalones bastante cortitos y camisetas de tirantas, ambas sin sujetador. Así que nuestros culos en pompa y nuestras tetas por delante debían lucir estupendamente. El monje abrió la puerta de la cancela y sacó de su bolsillo unas tijeras de buen tamaño. Con mucha parsimonia se acercó a mí por detrás. Noté un intenso frío en los muslos y el ruido de las tijeras. ¡El hijo puta me estaba cortando los pantalones y la camiseta que los estaba estrenando!

-              ¡Me los vas a pagar, hijo puta! –Le grité indignada-. ¡Que los estoy estrenando, coño, y no ando con recursos como para comprarme ropa cada día!

-              ¡Calla zorra del demonio! –Dijo el monje y me soltó un cachete en el culo con toda su fuerza-.

-              Tú ves, esto ya me gusta más –le dije después del cachete-. Pero vas a tener que ir al gimnasio más a menudo, porque no tienes fuerza, maricón.

El monje, impasible, siguió cortando la camiseta hasta dejarme en pelotas. Luego hizo lo mismo con Lolita, pero como a ella todavía le pagan la ropa sus padres, no protestó. Después de dejarnos desnudas, volvió a desaparecer el monje.

Al poco rato comenzó a sonar un lúgubre coro claustral y entraron en la sala cuatro monjas o cuatro individuas disfrazadas de monjas, a las que no podía ver la cara por tenerlas tapadas con el hábito, cogió cada una un pequeño látigo de los que había en la pared y se colocaron dos al lado del culo de Lolita y entiendo que las otras dos al lado de mi culo. Cesó el triste coro y el monje empezó una cuenta en la que con cada número una monja nos daba un zurriagazo con el látigo en el culo. El juego podía parecer cruel, pero a mí, que soy masoquista, me parecía una mariconada.

-              Zorras, si esto es todo lo que sabéis hacer, dejad a otras que de verdad sepan. –Les grité para cabrearlas y que dieran más fuerte-.

-              Marisa cállate que a mí no me gusta que me zurren –dijo Lolita-.

Las monjas seguían a lo suyo y yo estaba cada vez más caliente por la situación. Lo de los cepos me parecía estupendo, había sido una de mis fantasías preferidas durante años. Me imaginaba atrapada por el cepo, castigada y follada mientras otros y otras miraban sin intervenir, sólo masturbándose a mi costa.

En uno de los latigazos, a una monja se le fue un poco el hábito hacia atrás y pude verle la cara era Laura. ¡Qué hijas de puta, así que se habían confabulado las cuatro contra Lolita y contra mí! Bueno contra mí no, porque yo me lo estaba pasando en grande.

Volvió a sonar el lúgubre coro y las cuatro guarras dejaron los látigos donde estaban antes y salieron parsimoniosamente de la sala. Lolita y yo, con los culos ardiendo, nos quedamos expectantes por lo que sucedería a continuación.

-              ¿Cómo estás? –Me preguntó Lolita-.

-              Yo en la gloria Lolita, en la gloria. Se supone que ya nos han castigado, pero falta lo de follar, a ver si no se les olvida.

Volvió a sonar el coro y aparecieron cuatro sombras vestidas con un hábito que parecían penitentes de Semana Santa. Se colocaron dos delante de mí y supongo que los otros dos delante de Lolita. Al poco se despojaron de los hábitos, menos del capirote de la cabeza. Al menos los dos que yo podía ver estaban empalmados como frailes carmelitas. ¿Cómo creían que yo no iba a reconocer aquellas pollas? Los dos de delante de mí eran Carlos y Jesús. ¡Otros hijos de puta que querían pasarlo bien a nuestra costa!

-              Lolita, ya ha llegado lo de follar.

-              ¡Cállate zorra! –Me dijo Jesús justo antes de meterme la polla en la boca-.

A la misma vez que se la mamaba a Jesús, me atacaron por detrás y me metieron una polla de buenas dimensiones, pero no era la de Luis, así que debía ser la de Manolo. Estuvimos un buen rato de mete-saca, al cabo del cual empecé una sucesión de orgasmos que debió excitar al personal femenino, porque oía como gemían las guarras de mis amigas, que debían estar haciéndose un dedo. Mi fantasía estaba más que colmada. Jesús se corrió en mi boca y Manolo en mi coño. Saciados los cuatro monjes salieron de la sala.

-              ¿Lolita cómo estás? –Pregunté-

-              Ahora en la gloria Marisa, en la gloria, ¡qué polvazo!

-              Ves como no tienes que preocuparte, que estando rodeadas de buenos y libidinosos amigos los polvos vienen solos.

Se abrieron los cepos y pudimos incorporarnos. La puerta de la sala estaba abierta y también la de arriba de la bodega. En pelotas como estábamos salimos al patio. Al salir la claridad nos deslumbró. Cuando recuperamos la visión nos estaban esperando todos, también en pelotas, con una copa de vino en la mano. Lolita se giró hacia mí y después de darme un beso en la boca, dijo:

-              Feliz aniversario Marisa. Te quiero.

-              ¿Me tenías preparado este regalo? –Le pregunté antes de darle un morreo de cuidado-.

-              Claro, ha sido ella la que te ha preparado esta pequeña fiesta para las dos. –Dijo Antonia acercándose para darnos un beso y una copa de vino-.

-              Enhorabuena y que duréis muchos años más. –Brindamos todos juntos-.

-              Habrá que prepararse para comer, ¿no? –Dije para no emocionarme demasiado por el detalle que habían tenido con nosotras, pero en especial conmigo-.

-              Un momento, por favor, antes que os disperséis. -Dijo Manolo y continuó:- Desgraciadamente esta es vuestra última noche en el hotel. Mónica y yo tenemos la costumbre de dar una fiesta especial de despedida a nuestros huéspedes y más si, como vosotros, también son amigos. Nos vemos todos a las ocho de la noche en el comedor, para tomar algo y prepararla, ¿de acuerdo?

Todos gritamos que de acuerdo y nos dispersamos hacia las habitaciones para asearnos y salir a comer a Cazalla.

Comimos juntos los seis, volviendo reiteradamente sobre el tema del montaje de la sala de tortura y de las monjas y los monjes castigadores. Después de comer seguimos charlando en diversos bares del pueblo, degustando sobre todo el producto local, el anís de guindas. Lamentablemente, ni habría ni era la ocasión para jugar un sex-dómino, aunque también nos acordamos bastante de las buenas sobremesas que nos había dado el juego.

A las ocho en punto nos reunimos todos, menos Manolo en el comedor. Habían preparado una cena fría y unos vinos. Mientras picábamos algo tomó la palabra Mónica.

-              Os cuento un poquito de que va la fiesta. Hace algo de tiempo compramos para el hotel una liquidación del attrezzo que guardaba una productora española de películas de los años setenta. Con ese material damos unas fiestas temáticas de la leche. Hoy hemos decidido utilizar el attrezzo de la película  “Las Amazonas”, un clásico calientapollas de los años setenta. En cada una de vuestras habitaciones encontraréis la indumentaria y el resto del material necesario para la performance. Cada uno tiene su personaje asignado. También os hemos dejado propaganda original de la película para que veáis  como debéis vestiros. No debéis usar más ropa ni más cosas que las que os hemos dejado y cada uno debe actuar según su personaje. No hay más reglas que pasarlo bien. ¿Alguna pregunta?

Nadie preguntó nada, las cosas estaban bastante claras.

-              Pues entonces, la fiesta empieza aquí a las nueve en punto, no retrasaros.

Desde luego, había que reconocer que Mónica y Manolo se curraban bien el negocio. No podíamos perderlos como inquilinos.

Para los que no lo sepan, “Las Amazonas” fue una coproducción italo-española de principios de los años setenta del pasado siglo. La película es lo que antes se llamaba en Andalucía un “miguelico”, es decir, una mierda de película. El argumento ya os lo podéis imaginar: un pueblo guerrero formado sólo por mujeres en tiempos del imperio romano, al que inculcaban el odio y la repugnancia hacia los hombres, pero que para perpetuarse necesitan de una cosita de ellos. Por si algún lector tiene especial interés en profundizar en el tema, que no se lo recomiendo, os dejo el enlace a youtube del “miguelico” https://www.youtube.com/watch?v=0k1mBsAc5y4

Siguiendo con nuestra historia, bastante más interesante que la película o al menos más corta, cuando subimos Lolita y yo a la habitación vimos que nos había tocado a mí de reina y a Lolita de mi hija, la princesa. Mi vestido era de tirantes, blanco, largo hasta los pies y entallado bajo el pecho, completado con unas sandalias tipo romano de esas que se cogen con unas cintas a las pantorrillas. El de Lolita era también blanco, muy corto, dejando un hombro al descubierto. Se completaba también con unas sandalias del mismo tipo. Naturalmente, no habían dejado ropa interior, es decir, que iríamos ligeritas.

Entre las cosas que nos habían dejado había un folio con la descripción de la escena que daba comienzo a la fiesta: la reina Antiope y su hija esperan en palacio la llegada de Las Amazonas guerreras, que han batallado contra los romanos haciendo varios prisioneros; el resto de la performance estaría dirigido por la reina Antiope, es decir, por mí. Si todos los días del puente me los había pasado como una reina,  ¡cómo me lo iba a pasar esta noche que lo sería de verdad!

A las nueve bajamos Lolita y yo. Íbamos las dos deslumbrantes. En la puerta del comedor estaba ya el resto de la gente. Ellas con un atuendo similar al de Lolita, complementado con una especie de coraza de cuero, un arco y un carcaj en bandolera y una lanza, todas preciosas. Ellos con el típico uniforme romano de faldita, y coraza y las infaltables sandalias. Mónica nos dijo que pasáramos nosotras y todos ellos entrarían un poquito después.

El comedor estaba despejado de mobiliario, sólo una tarima rectangular pegada a la pared del fondo con dos sillas, una más grande, como si fuera el trono y otra más pequeña al lado, y la tarima redonda que se utilizaba como pista de baile a un lado. Lolita y yo nos fuimos hacia la tarima del fondo. Yo me senté en la silla grande y Lolita en la otra.

Al momento entraron Mónica y Jazmín, después los chicos con las manos trabadas por delante del cuerpo y por último Antonia y Laura. Tomó la palabra Mónica reclinándose:

-              Reina Antiope, hemos logrado dar caza a estos cuatro hombres que merodeaban el campamento, ¿qué debemos hacer con ellos? Os propongo matarlos como lo que son, perros.

-              Enhorabuena mis fieras guerreras por apresar a estos perros sarnosos que, sin duda, pretendían satisfacer sus bajos instintos con vosotras. –Contesté metiéndome en el papel-. Aprecio tu propuesta brava guerrera, pero hoy es una noche propicia para la procreación y debemos mantenerlos un rato más con vida.

-              Como ordenes reina Antiope –contestó Jazmín-. ¿Tú dirás como debemos proceder?

-              Vendadles los ojos primero para que no ensucien la sala del trono con sus lascivas miradas.

Mónica fue al estante de la cubertería y cogió cuatro servilletas grandes, entregándoselas al resto de las ardientes guerreras. Ellas liaron las servilletas y se las colocaron sobre los ojos.

-              Hijas, debéis tener mucho cuidado con los hombres, son fieras hambrientas de sexo, sólo pretenden saciar sus sucios deseos y luego controlarnos para su placer. Pero en esta noche oscura serán ellos los dominados, los que nos entregarán lo único que no podemos tener por nosotras mismas.

-              ¿Madre, no estarás proponiendo que nos mancillen esos salvajes? –Dijo Lolita, también en su papel-.

-              ¿Conoces tú otro modo de mantener vivo a nuestro pueblo para la eternidad? –Le contesté-.

-              No madre, pero lo que propones es repugnante. Sólo la idea de que uno de esos perros me toque me enferma.

-              Hemos de sobreponernos por el futuro de nuestro pueblo. –Dijo Antonia y continuó:- Yo ya he sentido en mi interior el vomitivo contacto de sus horrendos miembros contra nuestra intimidad más preciada, por eso te solicito reina, que ya estén preparados y el contacto dure lo menos posible.

-              Estoy de acuerdo. Primero han de quedar desnudos, pero sólo mi hija y yo misma podemos tocarlos, nuestra sangre real nos protege de su contacto. Vamos hija, al lío.

Bajamos de la tarima y los fuimos desnudando uno por uno. Les desabrochamos las falditas, que cayeron a sus pies y les soltamos las hebillas de las corazas, retirándolas luego. No llevaban nada debajo, así que se quedaron como sus madres los trajeron al mundo. Sólo Luis tenía una erección muy incipiente, pero los demás no estaban ni morcillones. Luis hizo intención de tocarme, pero le solté un manotazo en la polla y se le quitaron las ganas.

-              ¿Qué haces perro? ¡Cómo se te ocurre intentar tocarme! –Le dije a voces-. La próxima vez que lo intentes te capo.

Volvimos a la tarima y nos sentamos. El espectáculo tenía su guasa, los cuatro con los ojos vendados, maniatados, desnudos y con sus pollas caídas. Decidí putearlos un poco.

-              Ya veis, bravas guerreras, la poca valía de los machos que habéis traído. En ese lamentable estado no pueden ofrecernos nada. –Les dije a las chicas y continué dirigiéndome a ellos-. Perros, preparaos entre vosotros para poder ofrecernos lo único valioso de vuestra asquerosa raza, ¿no creeréis que nos vamos a ensuciar nosotras?

Los chicos estaban un poco desorientados y se quedaron como antes.

-              Guerreras, golpeadles con las lanzas hasta que estén preparados –le ordené a las chicas-.

Las chicas no se hicieron de rogar y comenzaron a zurrarles en el culo y en la espalda. Luis y Carlos optaron por la autoestimulación, sobándose el paquete y Jesús y Manolo optaron por las caricias mutuas. Jesús se arrodilló delante de Manolo y empezó a chuparle la polla, mientras él también se tocaba el paquete. Me estaba poniendo bastante la mamada que Jesús le estaba dando a su amigo y a ellos también debía ponerles porque a los dos se les pusieron duras como una piedra en pocos minutos. Luis y Carlos iban como podían. Decidí forzar un poco la situación, fui junto a Carlos y lo puse de rodillas frente a la polla de Luis.

-              Perro, chupa que se que te gusta. –Le dije acordándome de la chupada que le había dado a la falsa polla de Antonia, cuando estuvimos en su casa-.

La idea dio resultado y al rato ya estaban los cuatro con las pollas como palos.

-              Hijas, ahora es vuestro turno. Desnudaros, poneros a cuatro patas en aquella tarima y estimulad vuestros tesoros.

Las chicas, siempre tan obedientes para lo que les convenía, una vez desnudas, se colocaron en círculo sobre la tarima y comenzaron a sobarse de dos en dos. Antonia le metió mano a Jazmín, que le devolvió el favor inmediatamente y Laura y Mónica hicieron lo mismo. Yo creo que les hacía falta poca estimulación, porque sus chochos brillaban desde el principio.

-              Hija, es el momento de tu gran sacrificio por nuestro pueblo. Ve ensartando a nuestras guerreras con el monstruoso miembro de esos perros. –Le dije a Lolita-.

-              Madre no me pidas eso.

¡Joder que no se lo pidiera! Saltó como un resorte de la silla y con mucha parsimonia, primero cogió por del nabo a Manolo, lo llevó detrás de Laura, apuntó y lo empujó y luego hizo igual con Carlos y Mónica, Jesús y Antonia y Luis y Jazmín, quedándose allí, por si a alguno se le salía y no atinaba con la cueva del tesoro sin ver. Los gemidos y los jadeos fueron progresivamente ganando en intensidad.

-              Hijas, aguantad el sufrimiento que tanto os hace lamentaros. Y vosotros perros, no se os ocurra correros dentro las guerreras. La primera corrida es para limpiar vuestros sucios conductos. Las siguientes serán las buenas. Avisad cuando estéis listos y mi hija recogerá vuestra podredumbre.

-              Madre me propones un gran sufrimiento, pero aquí estoy por nuestro pueblo ¿dónde quieres que recoja su detritus?

-              En la parte de tu cuerpo que quieras. –Lolita se desnudó para prepararse-.

Las chicas estaban encantadas con la follada que le estaban dando. Jazmín estaba especialmente ruidosa y habladora:

-              ¡Madre mía que polla tiene este hombre! ¡Dame duro negro, métemela hasta el fondo! ¡Muévete más, que me duela la pepita de los golpes de tus huevos! ¡Dios que gusto!

Hasta que con un grito agónico se corrió por primera vez, pero aun así seguía:

-              ¡No pares, no pares, sigue, que me voy a correr otra vez!

Y se corrió por segunda vez, lo que produjo un efecto en cadena en todas ellas. Yo tenía un calentón encima que no podía con él, me tocaba por encima de la túnica como si estuviera poseída. El primero en pedir los servicios de Lolita fue Carlos. Lolita se puso en cuclillas frente a él y en dos jaladas le llenó la cara de semen. El de Manolo fue a las tetas y sin jaladas. Jesús la bañó entera y Luis remató el trabajo en la cara que había empezado Carlos.

-              Guerreras, limpiad a mi hija con vuestras lenguas, que la podredumbre ya está desactivada.

Lolita se tumbó en el centro de todas ellas y en un minuto de lamidas por todas partes, además de correrse Lolita, la dejaron limpia como una patena.

-              Hijas, ahora escoged cada una al perro que queráis y reanimadlo para la ceremonia de engendramiento, pero no copuléis todavía con ellos.

Mónica se tiró a por Luis y Antonia a por Manolo, las dos tenían las ganas acumuladas desde el masaje del día anterior, Jazmín pilló a Carlos y por último Laura a Jesús. El ruido de las mamadas y los gemidos llenaba la sala. Cuando todos volvían a estar más o menos presentables de nuevo, me miraron las chicas a ver cómo seguía la fiesta. Ese fue mi momento de gloria.

-              Guerreras, primero va a ir menda, que para eso soy la reina y todavía no he catado. Soltadles las manos y quitadles las vendas de los ojos. –Hubo cierto murmullo de rebelión entre ellas, pero aguantaron el trance. Continué:- Lolita, haz los honores y ve trayéndomelos de dos en dos.

Me quité la túnica. Lolita ya había entendido lo que quería y primero tumbó a Jesús en el suelo boca arriba, yo me ensarté su polla en el coño y luego Manolo me la ensartó por el culo. Como no quería estropear el trabajo de reanimación que habían tenido que hacer las chicas, les dije que se movieran rápido. Me corrí en un par de minutos y le pedí el cambio a Lolita, que esta vez puso a Carlos debajo, yo me puse boca arriba y me metí su polla en el culo, Luis atacó mi chocho. Al rato de mete y saca rapidito me volví a correr y quedé destrozada sobre el escenario. Desde el suelo como pude, les dije:

-              ¡Hijas, follar a discreción, que yo ya no estoy “pa na”!

Me despertó Lolita, muy de madrugada, cuando ya no quedaba nadie en el comedor. Me llevó a la habitación y me preguntó si ponía la televisión. La miré, me di la vuelta en la cama y le dije que hiciera lo que quisiera, pero bajito.

A la mañana siguiente, con un dolor de chocho y de culo que no podía soportar, nos despedimos de todos, prometiendo que al año siguiente teníamos que repetir. Yo dije que de acuerdo, pero con una película de Alfredo Landa y Gracita Morales.