De puente con Antonia, Lolita y Carlos (i).
Tras enterarse de que Antonia y Carlos cuentan en esta página sus aventuras sexuales, Marisa, la de las lolas, decide invitarlos un puente a un hotelito muy particular y relatarnos ella las aventuras.
Con asombro he constatado que estoy apareciendo últimamente con bastante asiduidad en estas páginas. Mi nombre es Marisa, la amiga de Antonia y de Carlos y más o menos la pareja de Lolita. ( https://todorelatos.com/relato/139555/ , https://todorelatos.com/relato/139658/ yhttps://todorelatos.com/relato/140009/ )
La verdad es que no tenía ni idea de la existencia de esa página y menos, que primero Carlos y después Antonia, se dedicaran a contar nuestras aventuras en ella. Me enteré por Lolita a la cual se lo había contado una amiga suya que es lectora habitual de relatos eróticos, bueno hablando sin tapujos, guarros. Según me contó Lolita, a la vuelta de vacaciones, su amiga le dijo:
- ¡Vaya vacaciones más animadas que te has pegado con tu “tita la de las lolas”, Antonia y Carlos!
- Bueno no han estado mal, pero ¿por qué dices con mi “tita la de las lolas”? –Le preguntó Lolita-.
- ¡Joder que no han estado mal y no has parado de follar con unos y con otros! Y lo de las lolas de tu “tita” Marisa, porque se han hecho ya famosas en la red. ¿Tú no has leído los relatos?
- No sé de qué relatos me hablas.
Para sacarla de su ignorancia, la amiga abrió la página de “todorelatos.com”, buscó los relatos y se los enseñó. Lolita se quedó con la página y conforme llegó a casa encendió el ordenador para leerlos y después del primero no tuvo más remedio que hacerse un dedo para poder seguir leyendo. Cuando llegué a casa me la encontré en pelotas frente al ordenador y otra vez tocándose.
- Lolita, ten cuidado con la pornografía que un día te va a pillar el niño y la vamos a liar.
- No estoy viendo pornografía, la estoy leyendo.
- ¿Cómo leyendo?
- Pues eso, leyendo. Siéntate y lee.
A mí no me gusta ver pornografía, aun cuando en alguna ocasión lo haga para entretenerme. Yo me basto con mi imaginación y mis dedos. Me senté a su lado y empecé a leer. Al cabo del rato estaba también desnuda y pajeándome a lo bestia. Después del segundo relato no pudimos más y nos pusimos Lolita y yo a follarnos, poseídas por el calentón que se nos había metido en el cuerpo.
Cuando nos pudimos tranquilizar después de sendas buenas corridas, seguimos leyendo hasta terminar el tercer relato, cuyos hechos habían transcurrido hacía apenas dos semanas.
- ¡Vaya también con Antonia! –Exclamé-. ¡Deja poco a la imaginación!
La lectura de los relatos me había causado una sensación contradictoria. Por un lado, me había gustado rememorar nuestras aventuras, poniéndome muy caliente, pero por otro lado, Antonia y Carlos podían habernos dicho que todo lo que hacíamos juntos iba a salir en los papeles o bueno en las pantallas.
Me quedé con la sensación de agrado, pero decidí que les iba a dar de su propia medicina. Se lo dije a Lolita:
- Voy a organizar un buen sarao y después se lo voy a contar a todos los calentorros y calentorras de la página esa.
Y aquí va.
Hace unos años mi madre heredó una casona en el campo de una hermana suya. La casa, aun cuando descuidada, estaba en buen estado y a uno de mis hermanos se le ocurrió que porqué no la convertíamos en un hotelito rural de esos con encanto, que seguro que le sacábamos un buen dinero. Después de año y medio de obras contratamos a tres personas para que se encargaran de llevarlo. A los dos años de abrirlo habíamos perdido hasta la camisa y decidimos cerrarlo.
Poco después de cerrarlo apareció una pareja de unos treinta años, Mónica y Manolo, que nos propuso alquilarlo. El alquiler no nos cubría del todo lo que teníamos que pagar por el préstamo, pero al menos no seguiríamos perdiendo dinero. Negociamos con ellos un precio especial para la familia, con la condición que debía ser fuera de temporada.
La pareja pagaba religiosamente todos los meses, al parecer les estaba yendo bastante bien. Un día mi hermana mayor me dijo:
- Marisa, ¿sabes a lo que dedica nuestro hotelito?
- Ni idea –le contesté-, yo solo sé que pagan todos los meses.
- Lo han tematizado y lo han convertido en un hotel para “swingers”.
Fijaros lo tonta que era entonces, que le pregunté:
- ¿Y eso qué es?
- Marisa, desde luego cada día estás más en el limbo. Son gente que intercambian las parejas o que les gusta el sexo en grupo.
Sólo de escuchar que había gente que hacía eso y yo sin que mi marido me tocase me morí de la envidia.
- ¿Tú tienes algún problema con eso? –Le pregunté a mi hermana-.
- Yo mientras que paguen ninguno.
- Pues yo tampoco, pero por si acaso, no se le digas a mamá.
La verdad es que nunca había hecho uso del hotelito ni de la tarifa especial, pero esta iba a ser la primera vez. Llamé a Mónica para preguntar cuando podíamos ir y las plazas que tendrían libres. Me contestó que cerraban justo antes de la fiesta del 12 de octubre, pero que tratándose de la familia, no tenían problemas en que fuésemos el puente. Ellos habían invitado a una pareja amiga, con lo podríamos ocupar hasta seis plazas.
Hable con Antonia y Carlos y con Laura y Luís para invitarlos en el puente, sin decirles nada de la temática del hotelito. Todos aceptaron encantados y a mí se me empezó a mojar el chocho imaginando los líos que íbamos a tener.
Fue imposible coordinarnos para ir juntos, así que quedamos Lolita y yo con Antonia y Carlos, que irían por su cuenta, para comer el jueves festivo en un pueblo cerca del hotelito. Laura y Luís llegarían por la tarde-noche directamente al hotelito.
Tras una agradable y abundante comida bien regada con buen vino nos fuimos para nuestro alojamiento.
La verdad es que el hotelito, que yo no conocía, estaba muy bien.
Se situaba en un alto de la dehesa con unas espléndidas vistas, era una casona grande, blanca, con cubierta de teja, porches, dos patios y una pequeña piscina.
Nos recibieron Mónica y Manolo en la puerta, ambos eran guapísimos. Mónica es una morena de 1,70 metros de altura, con una cara muy linda y simpática y un cuerpo como para comérsela. Manolo es más o menos de la misma altura que ella, también moreno y guapo de cara y con un cuerpo de gimnasio, sin abusar.
Manolo nos acompañó a nuestras habitaciones. Eran dos habitaciones dobles de buen tamaño con terraza y baño interior cada una, que además compartían una fantástica bañera de hidromasaje a la que se accedía por un pasillo que comunicaba las dos habitaciones. Pensé que, desde luego, el tema “swingers” se lo habían trabajando bien.
Antonia y Carlos, que desconocían la especialidad del hotelito, se quedaron un poco asombrados, aunque no disgustados, de la distribución. Cuando Manolo se fue, les dije para distraerlos que era para poder asignarle la bañera a cualquiera de las habitaciones condenando una de las puertas del pasillo.
- ¡Qué bien nos lo vamos a pasar! –Exclamó Antonia. No lo sabes tú bien, pensé yo-.
- Yo me voy a ir a tomar el sol y dar una cabezada a la piscina –comenté-.
- Baja tú y ahora te acompaño cuando deshaga la maleta –contestó Antonia-.
- Yo primero voy a echarme una siesta en la cama –dijo Lolita-.
- A mí dejadme de piscina, yo voy a dormir al sol en la terraza, que hace una temperatura estupenda. –Dijo Carlos por último-.
Me puse uno de mis biquinis más cortito y con el albornoz de la habitación encima me bajé a la piscina.
En el jardín de la piscina había una mujer mulata de unos cuarenta años con un cuerpo perfecto, como sólo tienen las mulatas, tomando el sol boca arriba en una tumbona, como Dios la trajo al mundo. Debía ser de la pareja que tenían invitada Mónica y Manolo. Me acerqué a ella para saludarla y admirarla de cerca.
- Hola, soy Marisa, acabo de llegar al hotel con unos amigos.
- Hola, yo soy Jazmín. Mi pareja, Jesús, y yo llevamos aquí desde el domingo. Esto es el paraíso. Me alegra que haya otros huéspedes, así estaremos más entretenidos. –Cuando se incorporó para saludar pude comprobar que tenía unas tetas preciosas con unas areolas grandes casi negras, unos pezones negros del tamaño de mi dedo gordo y el chocho rasurado pero no depilado-.
Me acerqué a otra tumbona que estaba próxima a la suya pensando que la mulata no tenía desperdicio, me deshice del albornoz y para no hacerle el feo me quité también el biquini. Por el rabillo del ojo pude ver que Jazmín no me quitaba la vista de encima y que cuando me quité el top del biquini se mordió suavemente el labio inferior como pensando que yo también estaba para comerme. Su mirada y su gesto de deseo bastaron para ponerme chorreando.
Tomamos un buen rato el sol charlando de tonterías. Me extrañó que Antonia no hubiese bajado ya, pero pensé que se habría animado con Carlos o que había decidido echarse la siesta. Como a la media hora se despidió Jazmín y los pocos minutos llegó Antonia roja como un tomate.
Al verme desnuda se quitó ella también el biquini y se sentó a mi lado en la tumbona.
- Marisa vengo como una moto, te voy a contar lo que me ha pasado. Cuando he terminado con el equipaje me he puesto el biquini y he salido a la terraza a despedirme de Carlos. Por curiosidad he mirado por la celosía de la terraza y me he quedado embobada. En lo que parecía el jardín de una habitación he visto a Mónica desnuda con el culo apoyado en el borde de una mesa y las piernas abiertas. Un mulato, también desnudo, y con un cuerpo como para ponerse mala, le estaba comiendo el coño a base de bien, mientras se hacía una paja y ella se comía las tetas.
- ¡Hija de mi vida, vaya pedazo de espectáculo!
- Calla y déjame que te siga contando. Mónica desnuda estaba como un tranvía, pero lo espectacular era el nabo del mulato, de unos veinticinco centímetros y gordo que casi no le cabía en la mano.
- Antonia que me estoy poniendo mala.
- Mala te vas a poner ahora. Empecé a calentarme de tal manera que empecé a hacerme un dedo, pero aquello no me bastaba. Le dije a Carlos que se incorporara un poco y le puse el chocho en la boca sin dejar de mirar. Iba a empezar a hablar, pero le dije que se callara y chupara. Mónica y el mulato seguían a lo suyo, hasta que Mónica tuvo un orgasmo entre grandes gemidos y temblores de todo el cuerpo. Entonces se incorporó el mulato y también entre berridos se corrió en el vientre y las tetas de Mónica, soltando unos chorros que si te dan en un ojo te lo salta. Tras escurrírsela encima de ella, cogió el bañador y se fue.
- El mulato se llama Jesús y es la pareja de Jazmín una mulata que estaba tomando el sol en pelotas cuando he llegado y que se ha ido un minuto antes de que llegaras.
- ¡Qué bien informada estás siempre Marisa! Pero espera que ahí no queda la cosa. Yo estaba lamentando que la función hubiera terminado, antes de correrme con los lametones de Carlos, pero cual no es mi sorpresa cuando justo al irse el mulato y sin que Mónica se hubiera movido, sale también desnudo y empalmado como un gorila Manolo.
- ¡Ostia que lío! La que ha debido formarse.
- Eso pensé yo también, pero no. Manolo se puso delante de Mónica y se clavó hasta los huevos mientras le comía la boca y se restregaba por la corrida que embadurnaba su cuerpo. Le ha dado una follada de las que hacen época. Chica que potencia y que movilidad. Yo ya estaba casi a punto con el trabajo que me estaba haciendo Carlos, cuando Mónica ha tenido otro orgasmo, Manolo le ha sacado entonces la polla y se ha corrido también en su vientre y sus tetas. Yo no pude más y me corrí en la boca de Carlos, cayendo desmadejada.
- ¡Pero qué buenos amigos y qué suerte tienen algunas! Uno le come el coño y otro se la folla. Pues Jazmín estaba aquí tan tranquila tomando el sol, mientras su pareja se aliviaba.
- Carlos me preguntó qué había pasado, pero no le he dicho nada, se iba a enfadar por no haberlo avisado. Lo he dejado engorilado, quería que se la chupase, pero le he dicho que había quedado contigo en la piscina y tenía prisa. Se la habrá cascado el pobre a base de bien.
Luego me contó Lolita que entresueños oyó llenarse la bañera de hidromasaje y se levantó a curiosear y a ver si podía pillar cacho. La siesta siempre la pone cachonda. Se asomó a la habitación de la bañera y Carlos se la estaba cascando metido en el agua con los ojos cerrados. Sigilosamente se metió en la bañera le metió la lengua a Carlos hasta la campanilla, le apartó la mano de la paja y se dejó caer hasta el fondo. Follaron un buen rato, se corrieron los dos y se quedaron más tranquilos.
Cuando se puso el sol nos subimos a las habitaciones a cambiarnos para la cena. Yo no es que estuviese caliente, estaba hirviendo, con unas ganas de follar locas. Lamentablemente, como iba justa tiempo no pude ni hacerme un dedo.
Como habíamos dejado abiertas las puertas que conectaban las dos habitaciones escuché que Antonia le preguntó a Carlos:
- ¿Qué has hecho esta tarde cuando te dejé, con lo calentito qué estabas?
- Se me ocurrió llenar la bañera y cascármela como un mono. En eso estaba, cuando apareció Lolita y nos relajamos mutuamente.
- ¡Qué suerte has tenido bribón!
- No te diría yo que no.
Poco antes de las ocho y media bajamos a cenar algo en el mismo hotelito. Antonia se había puesto un vestido rojo bien descotado con la falda por encima de la rodilla, Carlos iba informal en vaqueros y niqui, Lolita con camiseta blanca ajustada y pantalón corto y yo un minivestido con una falda de mucho vuelo que me tapaba el culo lo justo y las lolas algo menos de lo justo. Por supuesto, todos sin ropa interior.
El salón para la cena era multiuso, lo mismo debía servir para desayunar, cenar, tomar una copa o dar una fiesta para los huéspedes. Nos estaba esperando Manolo con una cena fría y unas copas de vino. Cuando entramos nos dijo:
- Sentaros, por favor. Acaba de llegar la pareja que faltaba. Han ido a la habitación a dejar la maleta y asearse. Han dicho que bajarían en veinte o treinta minutos.
- ¿Y Jazmín y Jesús no cenan? –Le pregunté a Manolo-.
- Han preferido quedarse en su habitación. Han pedido champán y fresas. -Como se van a poner estos de follar, pensé-.
Hablando de follar. Yo estaba impaciente para que llegasen Laura y Luís. Con un poco de suerte a ver si conseguía calzarme a Luís esa noche. La verdad es que tenía un calentón del quince.
A los poco minutos llegaron Laura y Luís. Laura llevaba un vestido verde de tirantes corto y descotado también, al menos, sin sujetador. Luís un pantalón ajustado que le hacía un paquete escandaloso y camisa. Tras los besos de rigor nos sentamos todos en un par de sofás y seguimos picando y bebiendo vino,
El grupo era un poema. Luís miraba alternativamente hacia mis lolas y hacia la boca de Lolita, era claro lo que tenía en la cabeza. Antonia no le quitaba ojo al paquete de Luís, he de decir que yo tampoco. Laura miraba a Antonia y Carlos, yo creo que le daba igual tirarse a una al otro o a los dos. Y Lolita nos miraba a todos, ella no le hace ascos a nada.
Sobre las diez y media se despidió Manolo dejándonos la botella después de servir.
Como suele ocurrir en los países latinos, la televisión había estado puesta toda la noche con el volumen muy bajo, aunque ninguno le hubiera prestado la más mínima atención. Pero al cabo del rato de irse Manolo, Carlos llamó nuestra atención señalando a la televisión y exclamando:
- ¡Coño, ha empezado la sesión golfa!
Miramos todos hacia la tele, que debía tener por lo menos 50”, y, en efecto, se veía de espaldas a una mujer negra o mulata, que estaba buenísima, saliendo desnuda de la bañera. Tenía un culo hermoso, tipo pera, y respingón, debía estar duro como una piedra. Se secó en profundidad y sin volverse se puso un camisón blanco transparente tan corto, que no le llegaba a tapar su impresionante culo y salió del cuarto baño.
Cambió el plano a una habitación, que parecía ser la un hotel de esos con encanto. La chica, siempre se espaldas, descorchó una botella de champan, sirvió dos copas y se acercó a una cama en la que estaba un hombre con el torso desnudo y tapado hasta la cintura, también negro o mulato, al que tampoco se le veía la cara. Debían tener la televisión encendida pues, aun cuando no se veía, se percibían los cambios de luz de la pantalla.
- ¡Aquí va a haber lío y mucho! –Exclamó Carlos-.
La verdad es que ninguno necesitábamos ver porno para calentarnos, pero nos habíamos quedado embobados mirando la tele. La escena tenía el encanto de lo doméstico y de lo furtivo, era como si la vieras al asomarte sin querer a una ventana.
La chica le pasó una copa y brindaron. Ella dejó su copa en la mesita de noche y tiró de la sábana hacia abajo, dejando a la vista la polla del mulato que, pese a estar morcillona, tenía un tamaño considerable. Ella se agachó, mostrando de perfil una teta bastante grande y nada caída, y empezó a chupársela lentamente.
En el salón la cosa se caldeó todavía más de lo que ya estaba. Luis se tocaba el paquete por encima del pantalón, Carlos había pasado un brazo sobre el hombro de Laura y le sobaba las tetas y Lolita se había metido una mano en la entrepierna. Antonia y yo mirábamos alternativamente a la televisión y al bulto que le iba formando a Luis con el manoseo.
Yo ya no podía más, puse la mano sobre el bulto de Luis, que retiró la suya, y comencé a sobárselo. La tenía en estado de semierección, pero fue ganando dureza con los primeros achuchones. Cuando se le puso como un leño no le cabía en los pantalones y decidió solucionarlo bajándoselos. La polla salió como un resorte haciendo ruido cuando le dio contra el vientre. La descapullé, estaba mojada de líquido preseminal y comencé a hacerle una paja muy despacio para que no se animara demasiado y se terminara la fiesta antes de lo deseable.
De pronto cambió el plano en la televisión y lo que vimos nos dejó paralizados. Se les vio la cara a la pareja ¡y eran Jazmín y Jesús! Pero eso no fue lo más impactante, ¡nos estaban viendo a nosotros en la televisión y la retransmisión era en directo!
- ¡Ostias! –Dijo Carlos-. ¿Qué coño está pasando aquí?
En ese momento apareció un rótulo en la televisión que decía: “Circuito cerrado de televisión sin grabación de imágenes”. Aquello nos tranquilizó un poco, pues temimos que íbamos a quedar inmortalizados para disfrute de quién sabe qué pajilleros. El hotel debía tener cámaras en todas partes, que manejaban Mónica o Manolo o ambos, ya que alguien tenía que cambiar de cámara para variar el plano.
Tras la sorpresa inicial, la situación empezó a darnos mucho morbo. Estábamos viendo en directo el lote que se estaban dando Jazmín y Jesús y ellos se estaban animando con el lote que nos estábamos dando nosotros. La polla de Luis, que había decaído momentáneamente, volvió a todo su esplendor. A Antonia debía ponerle que la miraran, porque se levantó y se quitó el vestido quedándose totalmente desnuda, se volvió a sentar, se abrió de piernas y comenzó a hacerse un dedo sin quitar ojo a la televisión. Carlos le bajó el vestido a Laura, dejándole sus hermosas tetas al aire y Laura metió la mano por la bragueta de Carlos, sacándole el nabo que ya estaba como un palo. Yo por mi parte, sin dejar de pajear a Luis, me subí la falda y me llevé la otra mano al chocho.
En la televisión Jazmín y Jesús veían como nos habíamos animado con ellos, mientras Jazmín sequía comiéndosela a Jesús. Pero las sorpresas no paraban. A los dos o tres minutos apareció Lolita en la habitación de la pareja, que la recibió con entusiasmo. ¡Joder con Lolita, no se perdía una la muy pendona! Sin salirse del plano se quitó la camiseta y el pantalón, quedándose desnuda, cogió una de las copas, se sirvió champán y se sentó en la cama a mirar a la pareja, a mirarnos a nosotros en la televisión y a hacerse un dedo.
Me quité el vestido, me puse de rodillas entre las piernas de Luis y empecé a lamerle el nabo desde el capullo hasta los huevos. Antonia se acercó a nosotros y le puso el chocho en la boca a Luis, dejándome el culo bien cerca para que se lo sobara. Durante ese tiempo no pude seguir lo que pasaba en la habitación de Jazmín y Jesús ni ver lo que estaría haciendo Lolita.
Comerle la polla a Luis estaba bien, pero yo necesitaba un nabo dentro y lo necesitaba ya. Me puse de espaldas a Luis, que gemía cada vez más fuerte, le cogí la barra de carne y me la metí hasta los huevos, ¡joder que gusto! Laura y Carlos estaban haciendo el perrito sin quitar ojo ambos de la tele.
En la televisión Jesús estaba boca arriba en la cama con Jazmín ensartada y comiéndole el coño a Lolita, mientras que ellas dos se besaban, se sobaban las tetas y de reojo nos miraban en su televisión.
Necesitaba correrme y aceleré el ritmo de bombeo. Me gusta follar estando arriba, porque así marco yo el ritmo, aunque también me gusta follar debajo para dejarme hacer, bueno, también me gusta follar a cuatro patas o de lado o … En fin, que como os habréis percatado me gusta follar de cualquier manera. Luis bramaba como un toro y yo notaba como no iba a tardar en correrse. Antonia soltó un grito que indicaba que se estaba corriendo, Luis, que no había parado de sobarme las lolas gritó también y me inundó el chocho. Yo al notar los chorros en mi interior me corrí también dejándome caer en la espalda de Antonia.
Yo no sé como terminarían los demás, pero yo terminé saciada. Me levanté, pillé mi ropa y una copa y desnuda como estaba, me fui a la habitación a dormir o eso creía yo. Mientras me aseaba para acostarme puse la televisión y allí estaban dale que te pego Jazmín, Lolita y Jesús. Acostada, mirándolos, me hice un dedo y me quedé dormida tras volver a correrme.
Me despertó Lolita cuando llegó al amanecer también desnuda, con la ropa en la mano y una copa de champán. Cayó muerta en la cama y yo salí a la terraza de la habitación a fumarme un cigarrillo. Desde allí vi a Jesús que en albornoz se dirigía hacia el comedor. Al rato salió con una taza de café en la mano y entró en el SPA del hotel. Pensé que esa era mi oportunidad. Me puse el tanga con tirantes que me había regalado Antonia en su casa y el albornoz y me fui primero a por un café y después camino del SPA a ver si pillaba uno mañanero.
En el comedor estaba Mónica, que me preguntó:
- ¿Qué tal lo pasasteis anoche?
- Muy bien. Las cadenas de televisión aquí son más amenas que las de Sevilla.
- Me alegro que lo pasaseis bien, seguro que hoy encontráis nuevas actividades para divertiros.
- Que no te quepa duda –le dije mientras salía con la taza de café-.
Entré al SPA esperando encontrarme a Jesús solo, pero no, la muy zorra de Laura se me había adelantado y estaba en el jacuzzi con él. Bueno, pensé, más vale un polvo compartido que nada.
- Buenos días –saludé-. Hola, soy Marisa – me presenté a Jesús-.
- Hola, soy Jesús, encantado de conocerte. –No lo sabes tú bien, pensé-.
- Que temprano Laura, si cuando me acosté te quedaste todavía en el salón.
- Es que me gusta aprovechar los días de vacaciones y nada como un baño de burbujas para empezar bien la mañana, sobre todo si es en buena compañía. –Dijo mirando a Jesús-.
Las burbujas y la agitación del agua no me permitían ver bien debajo del agua, pero yo hubiera jurado que estaban desnudos.
El SPA estaba puesto con bastante buen gusto. Además del circuito de agua se veían dos cabinas que debían ser para masajes y una única ducha con cuatro rociadores entre las cabinas de masaje, abierta al resto del SPA. La intimidad brillaba por su ausencia.
- Marisa, el agua está estupenda, ¿no te apetece un baño? –Me dijo Jesús amablemente-.
- La verdad es que sí, en cuanto termine el café me meto en el jacuzzi. –Le contesté mirándole el torso que salía del agua-.
Me di prisa con el café y cuando los dos me miraban me quité el albornoz, quedándome con la guarrada del tanga con tirantes. A Jesús se le descolgó la boca cuando me vio. El culo se me veía entero, del chocho casi se me veía el inicio de la raja y las lolas enteras menos las areolas y los pezones. Con el cuento de cómo entrar en el jacuzzi me di un par de vueltas para que pudiera mirarme bien.
Me senté frente a ellos sin meterme demasiado en el agua, para que pudiera ver bien mis lolas. Jesús estaba todavía más bueno en vivo que en la televisión. Guapo y con un torso musculado, pero no excesivamente. Por el movimiento del brazo de Laura estaba segura de que le estaba haciendo una paja bajo el agua. Tenía que intervenir o me quedaría mirando que bien se lo pasaban ellos. Disimuladamente giré un poco el mando del tapón de desagüe. Ellos estaban tan a lo suyo, Laura a pajearle y Jesús a mirarme las lolas, que no se dieron cuenta de que el agua iba bajando lentamente. A los dos minutos empezó a verse el capullo de Jesús, era hermoso: gordo, cabezón y negro. Poco después ya se veía la mano de Laura que, en efecto, le estaba haciendo una paja. Finalmente ya no quedaba casi agua en el jacuzzi y pude ver que Jesús también estaba haciéndole un dedo a Laura, que estaba desnuda.
Cuando se dieron cuenta de que no había agua les importó un pimiento y siguieron a lo suyo. Yo me decidí a intervenir. Me puse de rodillas, me acerqué a Jesús y le puse las lolas a la altura de la boca. Él no pudo resistirse y con la mano que tenía libre me apartó los tirantes del tanga y se tiró a comerme los pezones. Le apreté la cabeza contra mis lolas para que no pudiera retirarse. Laura empezó a sobarme el culo, pero sin soltar a su presa. Cuando Jesús se había dado ya un buen lote de chupar y mordisquear me agaché y me metí su polla en la boca. Estaba dura como una piedra y llena de líquido preseminal. Sustituí su mano por la mía en el chocho de Laura y el aprovechó para empujar mi cabeza contra su polla para que se la comiera más. Laura se levantó y dándole la espalda a Jesús sacó su polla de mi boca y se la fue metiendo lentamente en el culo.
Me incorporé para ver la follada, mientras mis dedos empezaron a entrar y salir de mi coño. Volví a agacharme para chupar el chocho de Laura y los huevos de Jesús. Ambos me lo agradecieron con dos profundos gemidos. Estuvimos así unos minutos hasta que Laura se corrió soltando chorros de flujo que fueron a dar a mi cara y mis lolas. Se dejó caer a un lado y yo aproveché para levantarme y de cara a Jesús metérmela entera en el coño. Tenía una polla deliciosa para mi tamaño. Mientras yo subía y bajaba él aprovechaba para estrujarme y comerme las lolas.
- ¡Me corro, me corro! –Gritó.
Aceleré el ritmo para correrme a la misma vez y así fue, cuando sentí sus chorros en mi interior me corrí como si llevara un año sin hacerlo.
Al cabo de unos minutos volvimos a llenar el jacuzzi para relajarnos todavía más de lo que nos habíamos quedado. Le pregunté entonces a Jesús:
- ¿Oye, cómo es eso del circuito cerrado de televisión?
- Ah, es un invento estupendo de Mónica y Manolo, que anima mucho el hotel cuando no hace tiempo para estar fuera de la habitación. Todo el hotel está lleno de cámaras que se ponen a funcionar en cada habitación, cuando enciendes la televisión en ella. Es un circuito cerrado y por cable, para que no pueda piratear, y no existe ningún soporte para grabar las imágenes. Lo que sucede en cada habitación se emite por un canal distinto que coincide con el número de la habitación. Los últimos canales son las zonas comunes.
- Qué bien pensado, ¿te gustó lo que viste ayer?
- ¿En qué canal, en el del salón o en el de tu habitación? –Contestó Jesús con cierta guasa-.
- Que canalla, yo pensé que no me observaba nadie.
- Cuando saliste del salón le pregunté a Lolita quién eras. Me dijo que su novia y que seguro que no te ibas a ir a dormir directamente, así que cambiamos de canal y no nos decepcionaste en absoluto.
Tras tan estupendo despertar, el día anterior habíamos quedado en ir al pueblo a dar una vuelta y comer. Camino de la habitación vi un anuncio con un teléfono en el que ofrecían masajes para los sentidos. Pensé que me apetecía un masaje por la tarde y llamé. Quedamos a las seis en el SPA.
Cuando llegué a la habitación Antonia, Lolita y Carlos salían del jacuzzi con caras de haberse quedado muy satisfechos. Les conté lo de los masajes.
- ¿Antonia, te apetece venir? –Le pregunté-.
- Yo ya he reservado uno para mí sola y dado por un hombre. No te enfades Marisa, pero una vez fuimos Carlos y yo a darnos uno juntos. Nos lo dio una chica y estuvo muy bien, pero yo me quedé con las ganas de que me lo dieran a mí sola y además que fuera un hombre. Así que hoy me voy a dar el gusto.
- ¿Y tú Carlos, te apuntas?
- A mí la verdad es que no me gustan mucho los masajes. Te ponen pringado de aceite.
- ¿Puedo ir yo? –Preguntó Lolita-.
- Lolita, ya sabes que me gustas mucho y te quiero mucho, pero nosotras nos vemos todos los días y hoy prefiero un poco de variedad. –Le contesté dándole un piquito-.
Nos fuimos los seis en dos coches al pueblo, Cazalla de la Sierra. Dimos una vuelta por el centro, muy bonito por cierto, entramos a visitar una bodega de su famoso anís de guindas y probamos todas sus especialidades. Total que a la una y media ya teníamos todos un puntito curioso. Comimos en un buen restaurante y echamos una larga sobremesa.
A las cinco Antonia y yo nos levantamos para irnos hacia el hotel. Luís nos preguntó que por qué nos marchábamos tan pronto. Le contamos lo del masaje y él dijo que también le apetecía. Lo invité al mío y nos fuimos en un coche. El resto se quedó disfrutando de la tarde y del anís.
A las seis estábamos entrando los tres al SPA, sólo con el albornoz. ¡Que día de SPA llevaba! En cada cabina había un nombre puesto. El de Antonia en la que tenía una camilla y el mío en la que tenía un futón. Dentro de la cabina de Antonia la estaba esperando Manolo vestido solo con un pareo a la cintura. En la nuestra nos esperaba Mónica también sólo con un pareo a la cintura, tenía unas tetas preciosas más bien grandes y con unas areolas como una galleta maría.
- Qué bien, sois vosotros los que dais los masajes. –Le dije sin quitar ojo de sus tetas-. Ha venido Luis conmigo, ¿hay algún problema?
- En absoluto, me encanta dar masajes a parejas. Pasad, quitaos los albornoces y sentaros en el futón.
Cuando Luis se quitó el albornoz y Mónica vio lo que calzaba se le puso una sonrisa de oreja a oreja. Pero también tengo que decir que cuando yo me quité el albornoz, la sonrisa le creció más todavía.
- Os voy a dar un masaje sensorial. Se trata de que alcancéis un estado de excitación que os haga descubrir sensaciones que nunca hayáis tenido con esa intensidad. Por eso, es importante para el éxito del masaje que comencéis ya excitados. Acercaos el uno al otro, acariciaros, besaros y sentiros en comunión antes de que empiece el masaje propiamente. A mí no debéis tocarme, yo sólo soy un instrumento para exacerbar vuestros sentidos, pero el deseo debe ser entre vosotros.
Luis y yo nos arrodillamos de frente el uno al otro. Comencé yo acariciándole el pecho y el vientre, mientras acercaba mi boca a la suya. Él me devolvió el beso y se dispuso a acariciarme la espalda y el culo. Sin dejar de besarnos pasé mis manos al interior de sus muslos y pegué mis lolas a su pecho. Aquello estaba dando un gran resultado, tener a Mónica a nuestro lado mirándonos, me producía muchísimo morbo. Yo tenía el chocho empapado y Luis estaba completamente empalmado. Me acerqué más a él y le atrapé la polla entre mi vientre y el suyo, notaba como se me mojaba el vientre con el líquido que Luis generaba debido al calentón.
- Bueno, yo creo que ya estáis bien para empezar el masaje, sino creo que no voy a poder. –Dijo Mónica y continuó:- Tumbaros boca abajo uno al lado del otro y abrid bien las piernas.
Muy bueno tiene que ser el masaje para que supere lo bien que estaba con Luis, pensé. Mientras cambiábamos de postura, Mónica se quitó el pareo quedándose totalmente desnuda. Tenía un culito delicioso y debía estar también excitada porque su depilado chocho estaba bien abierto, rosado y brillante de los flujos.
- Luis, voy a empezar con Marisa. Si quieres puedes incorporarte, observar y tocarte. –Dijo Mónica-.
Giré la cabeza para observar a Luis, que se había incorporado y se estaba tocando su empalmada polla. Mónica comenzó a verter un aceite muy denso sobre todo mi cuerpo, desde el cuello hasta los pies. Una vez bien embadurnada por detrás fue pasando sus manos por mis piernas de los pies hacia el culo, con especial insistencia en el interior de mis muslos. Después me cerró las piernas se puso a horcajadas a la altura de las rodillas se agachó y presionando con fuerza, fue pasando una y otra vez sus grandes tetas desde mi culo hasta los hombros. Notaba la dureza de sus pezones, que casi me arañaban. Luis no paraba de sobarse el nabo y los huevos, que como pelotas de tenis, los tenía apoyados en el muslo.
- Túmbate boca abajo ahora Carlos, que voy a empezar contigo.
Yo me incorporé para poder disfrutar de la escena, repitió la misma operación con Luis, que gemía quedamente cada vez que Mónica le pasaba las tetas por la espalda. Yo no podía evitar tocarme, el principio del masaje me había puesto a mil.
- Volved a incorporaros y excitaros entre vosotros.
Volvimos a la postura inicial, pero ya sin tonterías. Le eché mano al nabo de Luis mientras le comía boca. Él metió su mano entre mis muslos y sus dedos en mi raja. Un minuto más y me corría sin remedio.
- Parad y tumbaros ahora boca arriba u os vais a perder lo mejor del masaje. Ahora voy a empezar con Luis para que le de tiempo a recuperarse.
Me senté sobre mis piernas a observar. Mónica volvió a verter aceite sobre Luis que no podía tener la polla más gorda ni más dura. Después de masajearle los dedos de los pies, las piernas y los muslos le cerró las piernas, se sentó sobre ellas y le fue pasando las tetas primero por los huevos y la polla y después por todo el pecho hasta llegar a su barbilla. Yo seguía tocándome y Mónica me dijo, bésalo. Lo estaba deseando, me tiré sobre él y le metí la lengua hasta la campanilla. Mónica se cogió las tetas y fue sobándole a Luis los huevos con los pezones. Luis gritó y se corrió entre tremendos espasmos sobre la cara y las tetas de Mónica.
- No he podido evitarlo –se disculpó Luis-.
- No te preocupes, no va ser la única vez –le contestó Mónica-. Ahora tu Marisa, ¿a qué te hubiera gustado hacérselo tu? Pero ahora yo soy vuestra médium, vuestra conexión sexual.
Me tumbé boca arriba. Mónica volvió a verter aceite de masaje sobre mi cuerpo. Con las manos fue extendiéndolo y masajeándome con fuerza. Tenía las tetas cubiertas de la lefa de la corrida de Luis. Después de unos minutos de masaje Luis fue capaz de incorporarse, tenía la polla todavía como un palo y no paraba de tocársela. Mónica me sobaba las tetas con fuerza y luego bajaba por el vientre hasta mi monte de Venus. Yo estaba muy caliente, por no decir hirviendo. Mónica me abrió más las piernas y empezó a pasar sus pezones por mi clítoris, que lo tenía del tamaño de un dedo chico. Grité, me corrí soltando chorros de flujo que fueron a parar a sus tetas y caí medio adormecida.
- Ya habéis soltado vuestras tensiones, ahora os toca subir a una mayor excitación. –Dijo Mónica incorporándose y continuó:- A partir de ahora no podéis tocaros el uno al otro. Volved a tumbaros boca abajo y tu, Luis, pon tu miembro hacía atrás entre tus piernas.
Obedecimos y nos pusimos mirándonos a la cara de lado. Mónica se situó de rodillas entre nosotros a la altura de nuestros culos. Mónica nos acariciaba a cada uno con una mano desde la espalda hasta los muslos. A los pocos minutos se detuvo en nuestros culos y con dedos de cada mano nos fue sobando el ojete hasta que consiguió introducirlos del todo. Con los dedos dentro de nosotros inició un movimiento circular a la misma vez que a mí me metía el dedo gordo en la raja y a Carlos le masajeaba la próstata.
¡Dios que placer sentía con aquellos dedos dentro moviéndose! Mira que desde que me separé me habré hecho dedos, por no hablar de los que me ha hecho Lolita, pero aquello era otra cosa. En aquel momento se oyó un grito agónico de Antonia, seguido de varios gritos más que debieron durar al menos dos minutos, ¡qué corrida se estaba pegando la jodía! Saber que Antonia se había corrido como una fiera me puso todavía más excitada, si es que era posible. Al poco tiempo Mónica dijo:
- Meted una mano bajo vuestro cuerpo y masturbaros.
Al hacerlo dejamos el culo todavía más en pompa y mejor colocado para el masaje que nos estaba dando Mónica. Luis tenía la cara de estar en otro mundo mejor que el terrenal, la misma que debía tener yo. Tenía la palma de la mano agarrando y girando el capullo. Yo sobaba mi clítoris lentamente. Mónica aceleró sus movimientos y nosotros los nuestros.
Notaba como me venía un orgasmo gigante, como no recuerdo haber tenido otro. Todo se aceleró cuando Luis, gritando, empezó a correrse otra vez. Con cada chorro que soltaba volvía a gritar, hasta veinte gritos le conté. Yo empecé a correrme y digo empecé porque creo que tuve cuatro o cinco largos orgasmos seguidos. Las piernas me temblaban hasta el punto que todo mi cuerpo se movía solo. La cosa sólo paró cuando Mónica sacó sus dedos de mis agujeros y yo quedé como muerta sin poder mover un músculo.
- Espero que hayáis disfrutado y recordad que yo sólo he sido una interconexión entre vuestros deseos. Ahora os dejo para que podáis descansar y ducharos. –Dijo Mónica cogiendo su pareo y saliendo de la cabina-.
Continuará…