De profesión (p)utillero. 2
Nuestro protagonista se enfrenta a dos futbolista deseosos de disfrutar de su culo.
La garganta llena de lefa caliente, y un nuevo rabo se me ofrece. No puedo resistirme.
Me arrastro hasta Siete, y dejo que su rabo se deslice en mi boca hasta encajarse en mi garganta. Me aprieta fuerte contra él, haciendo que su rabo aun morcillón entre hasta el fondo. Noto como va creciendo, como va ganando volumen, como va ocupando todo mi espacio. Necesito respirar. Forcejeo con él hasta que puedo retirarme a coger aire, pero lejos de separarme de su rabo empiezo una mamada furiosa. Ha venido hasta allí por mí. Quiere disfrutarme. Quiere que le haga disfrutar, y no voy a hacer que se arrepienta.
-¡Para fiera! Buen mamón has pillado. ¡He dicho que pares hostia!
Una bofetada me aleja de su rabo. El ansia por satisfacerle me puede. No era capaz de parar. Me alejo de él. Temo haberle cabreado de verdad. No quiero su enfado, quiero su placer.
-¡A cuatro patas!- Me ordena Nueve. Aparto el montón de ropa sucia del centro de la sala y me pongo en cuatro. Me separa las nalgas con ambas manos y lanza un par de escupitajos en mi esfínter. Se sitúa tras de mí, y apoya su capullo contra mi culo. Presiona. Lento pero constante. Siento como avanza, allanando mi resistencia, me abre, me dilato para él y cuando el dolor empieza a poderme, para. Siento su pubis rozar culo. Está toda dentro. No se mueve.
-Venga tío, fóllale la boca.- Anima a Siete
Siete se acerca lentamente mientras se desnuda. Es un tío de casi dos metros, con barba de varios días, y el cuerpo musculado y cubierto de pelo. Ahora puedo ver su rabo al máximo esplendor, duro y brillante, no tan largo como el de Nueve, pero más gordo. Está chorreando; un hilo de líquido preseminal cuelga desde la uretra, y a mí se me hace la boca agua. No lo puedo evitar e instintivamente saco la lengua. Quiero ese hilo en mi boca, quiero ese rabo y todo lo que salga de él. Me mira con socarronería, mientras juega con el hilo sobre mi lengua. Poco a poco se va agachando y por fin mi lengua entra en contacto con su líquido preseminal. Lo lamo y absorbo con fruición mientras el rabo cada vez está más cerca de mi boca, hasta que tengo delante de mí su polla con una gota maliciosa que me llama a gritos. Saco mi lengua y lo recojo con delicadeza. No quiero tocarle el rabo, aun no me ha dado permiso para hacerlo.
Nueve empieza moverse, noto como su rabo se desliza por mi culo. Entra y sale, sale dejándome vacío y vuelve a entrar, clavándome su pollón hasta el estómago. Un vaivén, cada vez más rápido, que no puedo evitar acompañar con un gemido constante que sale de lo más profundo de mi ser, pero poco dura, ya que Siete, me abre la boca, me lanza un lapo y acto seguido empieza a follarme la boca. Parecen ponerse de acuerdo en el ritmo de las envestidas. Parecen entrar y salir a vez, haciéndome sentir una mezcla contrapuesta de sensaciones desde el vacío absoluto hasta la saciedad.
Los oigo gruñir y bufar, su sudor se desliza por mi espalda, mezclándose con el mío. Los dos rabos me perforan sin piedad, estoy dando placer a dos machos, a dos chulitos, que cuando se cansen de follarme y se marchen, yo tendré que quedarme a lavar su ropa sudada y a lustrar zapas… las suyas y las de todos sus compañeros. ¡Dios, como me gusta este trabajo!
Súbitamente Siete, deja mi boca libre.
-Tío, déjame probar ese culo, yo también quiero follármelo.
-¡Ni de coña!- Replica Nueve, mientras sigue dando cuenta de mi culo.
- ¡Venga macho! Tú ya te has corrido, pero yo estoy apunto, déjame vaciarme en su culo.
-Se me ocurre…
Nueve saca la polla de mi culo y se tumba en el suelo boca arriba, y anima a Siete para que se tumbe en el suelo al revés que él, con las piernas montadas sobre las suyas y rabo contra rabo. Me pongo a temblar. Sé que puedo ser un poco cerdo a veces, y que me gusta sentirme dominado, pero esto es demasiado.
-¿A qué estás esperando princesa? Tu trono te espera.
No puedo moverme, es imposible que esas dos pollas me entren a la vez.
-¡Siéntate de una puta vez! Como me tenga que levantar a por ti, te reviento a hostias.
Los gritos de Nueve hacen efecto y me acerco hacia ellos. Decido colocarme mirando a Siete, no podría mirar a Nueve a la cara si finalmente no consigo empalarme. Me pongo en cuclillas, y antes de intentarlo, escupo en mi mano y pajeo ambos rabos lubricándolos bien. Me coloco sobre mi “trono” y empiezo a bajar. Los primeros centímetros entran solos, ya que solo es el rabo de Nueve, algo más largo que el de su compañero. Sigo bajando y ahí está el otro rabo, luchando por hacerse un hueco y entrar en mí. Me concentro en respirar y dilatar, hasta que lentamente, voy venciendo la resistencia y el segundo rabo entra en mi culo. Me muevo muy despacio, sin parar de bajar. Me centro en la mirada de Nueve, tiene los ojos abiertos como platos y cara de alucinado; me parece que no soy el único que se estrena en la doble penetración.
Después de lo que me ha parecido una eternidad, por fin las tengo dentro y me siento sobre sus pubis. Empiezo a moverme, arriba y abajo, con una cadencia cada vez mayor. Hace un rato me follaba un dedo gordo y me parecía la leche, ahora que me follan dos pollones a la vez ya no se ni que pensar. La cabalgada cada vez es más salvaje. Ya no siento dolor, solo hay placer. De nuevo los gemidos se apoderan de mí, y de mis dos machos empaladores. Parecemos una jauría de animales en celo descubriendo nuevos límites.
No puedo evitarlo, pero estoy tan al límite que en una de las estocadas me corro sin siquiera tocarme. Mi leche sale disparada empapando el abdomen, el pecho e incluso manchando la cara de Siete. Para mi sorpresa saca la lengua y se relame los labios, recogiendo la leche que allí había caído, a la vez que empieza a rugir y a convulsionarse, se está corriendo con furia, mientras sigo moviéndome, quiero que mis machos sigan disfrutando, aunque yo ya me haya corrido. La corrida de Siete ha despertado algo en Nueve, que no puede evitar unirse al club, y poniéndose rígido se vacía de nuevo en mi interior.
Voy bajando el ritmo, despacio hasta que paro y me quedo sentado sobre mis hombres. Estamos empapados en sudor, me tiemblan las piernas, pero me siento mejor de lo que me he sentido en mucho tiempo. Me levanto y de mi culo abierto sale un mar de lefa que cubre ambos rabos. No necesito que me digan nada. Me arrodillo y empiezo a lamer. Lamo el rabo de Nueve, hasta dejarlo brillante, recogiendo y tragando todos los resto de leche que encuentro, después me centro en Siete, repitiendo la operación, me encargo también de recoger mi leche, subiendo por el abdomen musculoso de Siete, su pecho y acabo lamiendo los restos de corrida de su cara, cuando de pronto me agarra la cara con ambas manos e introduce su lengua en mi boca. Nos fundimos en beso apasionado, largo y húmedo.
-¡Maricones de mierda, iros a un hotel!- Nos grita Nueve mientras se dirige a las duchas, Siete le sigue y les oigo bromear mientras se duchan.
Me limpio como puedo, y desnudo como estoy, vuelvo a mi tarea y empiezo a separar la ropa para empezar a poner lavadoras. De repente me llueven un par de toallas húmedas, mientras mis machos empiezan a vestirse.
-Bueno maricona, el próximo partido es en casa, e imagino que sabes que no podemos permitirnos muchos tropiezos para mantener las opciones de ascenso.
-Sí.- Es lo único que me atrevo a decir, me da vergüenza hasta mirarlos a los ojos.
- Pues apunta en la agenda que después del partido, cuando se hayan ido todos, tenemos una nueva cita. Y te aviso ya, seremos tan indulgentes, como beneficioso sea para nosotros el resultado. ¿Entendido?
-Sí.- Mi respuesta queda ahogada por el portazo que dan al salir. Me quedo solo. Ha sido el mejor polvo de mi vida. Y ahora a por el próximo partido. El resultado… Del resultado depende su benevolencia hacia mí.
No sé qué quiero. No sé si que ganen y tener un polvo tranquilo disfrutando de ellos, o que pierdan y enfrentarme a dos machos cabreados, deseando desquitarse.
-¿Qué coño quiero?