De profesión (p)utillero

Los placeres de un nuevo puesto de trabajo, le llevan a descubrir un mundo desconocido.

DE PROFESIÓN  (P)UTILLERO

Asco de crisis. Estudiar tantos años para acabar engrosando las listas del paro.

Solo he conseguido encadenar trabajos de mierda, y desde hace ocho meses ni eso. Espero que mi suerte cambie y poder encadenar otro curro más, que nada tiene que ver con mi formación. Mi amigo Miguel se muda a la capital con su mujer y les ha hablado bien a sus jefes para ver si tengo la opción de quedarme con su puesto de trabajo: Utillero. Tuve que mirar en internet que coño era eso, ya que de futbol no tengo ni idea.

Me reúno en el campo de futbol de mi pueblo con uno de los directivos. Recorremos varios pasillos bajo las gradas mientras me explica que están jugando en tercera regional y que este año hay posibilidades de ascenso. Al final de uno de los pasillos una puerta nos conduce al vestuario. Nos sentamos en un banquillo y me dice que esa será mi zona de trabajo. Apenas 25h semanales, el día del partido y un par de días más para preparar las equipaciones y el material necesario, sobre todo los días que juguemos fuera. Mis dominios se extienden a una pequeña lavandería anexa y un almacén de material. No es el trabajo soñado, pero coño, es un sueldo, habrá que darlo todo por el equipo.

Un apretón de manos sella el acuerdo. Empiezo el viernes que viene, estaré tres días con Miguel para aprender los quehaceres de mi puesto antes de quedarme solo.

Miguel me dice que tenga paciencia. El equipo no tiene los recursos de los grandes equipos, y la equipación debe durar toda la temporada, y eso unido a que los jugadores son chicos jóvenes, dan como resultado que en caso de victoria, recolectar toda la ropa del vestuario puede ser un poco locura.

El sábado hay partido, me presentan al equipo y hay que reconocer que están buenos los cabrones. Esperamos tras el partido a que él último jugador haya salido para entrar a recoger el vestuario. Joder con los niñatos ¿Qué hace una media de futbol en la taza del váter?

Abrazo un montón de ropa sudada para meterla en la lavadora y el aroma a macho invade mi nariz, no puedo evitarlo, y mi rabo salta como un resorte, Miguel está trasteando en el almacén y no puedo evitar hundir mi cara en el montón de  pantalones, slips, camisetas y calcetos sudados y aspirar ese olor de Dioses… me parece que me va a gustar este trabajo.

SABADO

Mi primera semana solo. Voy a acabar de planchar y empaquetar las equipaciones, incluidas las botas que tuvimos que lustrar a mano la semana pasada, las cuales no se libraron de alguna esnifada cuando Miguel no estaba conmigo… que buenos pajotes me he hecho esta semana.

Mañana jugamos fuera y tengo que asegurarme de que todo el material suba al autobús con nosotros.

DOMINGO

Mientras los jugadores calientan, coloco las equipaciones de cada uno en su casillero y acabo justo cuando vienen a cambiarse para el partido. Joder, ¡hay cada rabo! No puedo evitar lanzar miradas disimuladas y salivar como perro en celo.

Como jugamos fuera y el autobús sale enseguida, mientras los jugadores se duchan voy metiendo en las bolsas las equipaciones a toda velocidad. Si mañana estoy solo pienso cascarme un buen pajote sobre la ropa antes de lavarla.

LUNES

¡Bingo! Estoy solo en el campo de futbol. Extiendo la ropa sudada y las botas en un montón en mitad de la lavandería, me desnudo y me pongo unas medias, unas botas y un pantalón sudado. Me lanzo sobre el montón de ropa, me pajeo despacio, mientras deslizo la ropa sobre mi torso y mi cara. Disfruto del tacto de la microfibra sobre mi polla. Un calceto en mi boca y una zapa sobre mi nariz. Aspiro profundo mientras me pajeo con furia hasta correrme en uno de los mejores orgasmos de mi vida.

Unos aplausos. Levanto la cabeza aterrado.

-          Joder, vaya espectáculo.

Es el número nueve, un tío de unos 23 años, alto y moreno. Me mira con una media sonrisa en la cara.

Hago amago de incorporarme y me grita un -¡quieto!- que me deja paralizado.

-          Vengo a recoger la cartera que deje en la taquilla ¿Y qué me encuentro? Un cerdo revolviéndose en su cochiquera. ¿Así que eres una maricona que disfruta con el olor de macho? ¿Lo has disfrutado?

No me atrevo a hablar.

-          ¡Contesta coño!

-          Sí.

Si fuera posible sonrojarme más de lo que ya lo estoy, lo haría.

Nueve camina hacia mí, muy despacio coge una bota del montón y desliza la puntera por mi abdomen, recogiendo mi corrida.

-          ¡Lame!

Abro la boca y sin pensarlo me trago la puntera, relamiendo y degustando los restos de mi corrida.

Me fijo en su entrepierna, y un bulto considerable ha crecido en cuestión de segundos. Sus ojos brillan en una mezcla de satisfacción y excitación. Se agacha lentamente, hasta que su cara queda a un par de palmos de la mía.

-           Bien, bien, bien

Puedo sentir su aliento en mi cara.

-           Parece que el sustituto de Miguel va a dar más juego de lo que pensaba. ¿Cuál es tu límite?

No respondo, simplemente le miro fijamente, sin parpadear, sin desviar la mirada. De repente me da una bofetada y me abre la boca con fuerza y suelta un lapo en las profundidades de mi garganta. Lo saboreo, lo disfruto y sin que él tenga que decir nada, lo trago, mientras se ríe con fuerza.

-          ¡Menudo guarro estás hecho! Vamos a doblar la apuesta. Abre la boca.

Desabrocha su bragueta y deja salir un rabo morcillón, de tamaño considerable. Apunta a mi boca y empieza mear. No puedo creer que un tío tan morboso me esté puteando así. Esto debe ser lo más parecido al paraíso.  Intento tragar todo lo que puedo, es una meada intensa y salada, pero el tío tenía la vejiga a punto de reventar, y no puedo evitar que rebose y empape el montón de ropa sudada que hay debajo de mí. Noto como el calor de la meada empieza a extenderse por mi espalda y no puedo evitar revolverme para sentir como esa meada me envuelve por dentro y por fuera. El tío se sacude las últimas gotas en mi cara y se sienta en un banquillo, se quita las zapas y los calcetos y estira las piernas mientras saca su móvil.

-          ¡Lame perra!

No necesito que lo repita y me arrastro hasta que mi cara queda a la altura de sus pies, esnifo y el aroma a tío, a sudor, que me pone aún más cachondo, saco la lengua y lamo con ganas, lamo como fuerza, lamo para complacerle, quiero que le guste, quiero que me pida más. Deslizo la lengua del talón a los dedos, de un pie a otro, chupo los dedos, me meto el pie hasta la garganta, quiero, deseo, que lo esté disfrutando tanto como yo. Pero no hay reacción en su cara, trastea con el móvil y de pronto lo oigo hablar.

-          ¡Tío, vente para el campo!... Que si coño… El nuevo… Una cerda… Que no te vacilo tío, vente… Espera que te paso una foto de cómo lo tengo ahora… Venga, la ves y te vienes.

Oigo el disparador de la cámara, pero no me atrevo a mirar.

-          ¡Desnúdate!  Así, ahora chúpame bien chupado el dedo gordo del pie derecho. Hazme gemir.

Me arrodillo ante el de nuevo, esta vez completamente desnudo y me meto su dedo en la boca y chupo. Chupo y lamo con fruición. Trago como si fuese su polla, la polla más perfecta del mundo, juego con mi lengua, lo ensalivo bien, y me parece oír algún gemido. ¡Le gusta!

-          Ahora quiero ver cómo te metes ese dedo por el culo. Quiero que cabalgues mi dedo, quiero que te folles con mi dedo.

Me pongo en cuclillas sobre su pie, guiando su dedo contra mi culo, lo siento presionar, y me dejo caer, dejo que me profane. No es la follada que esperaba, pero me hace sentirme inferior, y ese sentimiento cada vez me gusta más. Él empieza a mover el pie, arriba y abajo despacio, mirándome atentamente, sin perder detalle, creo que le gusta mi cara de placer.

Repentinamente quita su pie de mi culo, se pone en pie y se desnuda del todo para volver a sentarse. Aunque ya lo he visto desnudo ahora puedo verle en detalle. Es muy moreno, y fibrado, tiene algo de pelo que le desciende desde el ombligo hasta perderse en una maraña que envuelve su rabo. Tiene unos pezones pequeños, pero parecen muy duros, enmarcados en unos pectorales perfectos. Se adelanta un poco en banco, dejando que sus magníficos huevos queden suspendidos en el aire.

-          Túmbate boca arriba, y cómeme los huevos perro.

No pierdo un segundo y tomo posiciones. La vista desde el suelo es magnífica. En primer plano esos grandiosos y peludos huevos colganderos y de fondo una polla bien dura, de unos 21 cm que está liberando sus primeras gotas preseminales. Me incorporo un poco, y dejo me mi lengua roce el testículo izquierdo que está algo más abajo que el otro, lo acaricio con delicadeza, deslizando la lengua hacia el otro. Abro la boca y dejo que entren, primero uno y luego el otro. Los chupo, juego con mi lengua, haciéndolos deslizarse por mi boca. Sus gemidos me indican que voy por buen camino. Una mano se aferra a su polla y empieza a pajearse, cada vez más rápido. Yo aumento el ritmo de mi comida de huevos. No va a tardar en correrse, y yo estoy tan cachondo, que no estoy lejos de una nueva corrida.

-          ¡Cómemela cabrón!

Me doy la vuelta y me la trago hasta el fondo. Me agarra del pelo con violencia follándome la garganta, rápido, violento. Unos lagrimones se deslizan por mis mejillas, apenas puedo respirar, pero no me importa. Él está disfrutando, eso es lo que importa. Su respiración cada vez es más agitada hasta que llega el momento que aplasta mi nariz contra su pubis, enterrando su rabo en lo más profundo de mi garganta. Se corre entre alaridos de animal salvaje. Siento su rabo palpitar en mi garganta y su caliente leche deslizarse hacia mi estómago.

Lentamente libera la presión de sus manos, retiro la cabeza para coger aire, y le miro agradecido. Me acerco de nuevo a su rabo, y recojo las últimas gotas de su corrida con la lengua para disfrutar de su esencia.

-          ¡Cabrones, anda que esperáis!

Número Siete me mira desde el umbral de la puerta con el rabo fuera del pantalón. Se lo que tengo que hacer.