De profesión canguro (012)

El incesto descubierto

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EL INCESTO DESCUBIERTO.

Tamara abrió lentamente los ojos. Su adormilada mente anotó que estaba en su dormitorio y que el sol entraba a raudales por la ventana, lo que venía a significar que eran pasadas las diez de la mañana. Con un sensual bostezo, se estiró largamente bajo la sábana, desentumeciendo su cuerpo.

Sin ninguna prisa o tarea que hacer, yació boca arriba, acariciando lánguidamente la seda de su corto camisón y rememorando lo ocurrido en casa de la señora Marlowe. El joven Derek no era un chico que cuidara habitualmente, pero sí lo hacía de vez en cuando. A pesar de que estaba metido en los catorce años, su madre no quería dejarle solo cuando hacía un largo doble turno en el hospital del condado. Así que, una vez cada mes y medio o así, si no encontraba otra solución, la señora Marlowe, Elisa como prefería que la llamara, le encargaba quedarse con su chico desde la salida de la escuela hasta enviarle de vuelta al día siguiente.

Tamara comprendió rápidamente el motivo. Derek era un chico majísimo, respetuoso y obediente, pero le faltaba un hervor. Se despistaba a la más mínima, marchándose a los mundos de ficción que hubiera a su alrededor, fuera en la tele, en una película, en un libro, o bien algo que estuviera imaginando en aquel momento. Perdía la concentración con mucha facilidad y eso podía ser un peligro si se quedaba solo en casa. Pero, por otra parte, tratar con Derek era sumamente fácil. No había que estar pendiente de él, ni era un chico que se enrabietara con ella, tampoco era travieso ni pícaro como otros. Se acomodaba a los gustos de Tamara a la hora de ver cualquier programa y solía enseñarle nuevos juegos de rol y aventura con los que pasaban horas jugando los dos.

Tamara había calentado los platos que Elisa había dejado en el frigorífico para ellos y que un entusiasmado Derek devoró a conciencia. Le encantaba la tortilla española con patatas, zanahoria y algo de jamón picado. Tamara se quedó mirando la tele a solas, después de que el chico se fuera a dormir a la habitación de su madre. Tamara utilizaba la cama de Derek cuando se quedaba en casa y el chico dormía en la vacía cama de su madre. Un poco antes de la medianoche, cuando Tamara también se había metido en su cama, la señora Marlowe llegó a casa. No era algo acostumbrado. El hospital se encontraba a más de treinta kilómetros de su casa y para un par de horas libres no solía volver a casa. Así que, intrigada, Tamara se levantó y se puso el batín ya que hacía calor por las noches a mediados de junio y dormía en bragas.

--- Buenas noches, Elisa, ¿ocurre algo? – preguntó la canguro al encontrarse con la madre en la cocina del apartamento.

--- No, no te preocupes, Tamara – le sonrió la mujer. –Me he manchado el uniforme de vómito y creía tener una muda en mi taquilla, pero la verdad es que está aquí, en la secadora. Vuelve a la cama, querida, me cambiaré y me iré enseguida. ¿Se ha portado bien Derek?

---Como siempre. Es un sol.

---Sí, es cierto –contestó su madre y una sonrisa iluminó su rostro.

Era una mujer metida en los cuarenta, de mediana estatura y cuerpo rotundo que su uniforme de enfermera no ocultaba demasiado. Morena y de grandes ojos marrones, de largas y oscuras pestañas que le otorgaban una mirada ensoñadora. Adoraba a su hijo pero nunca hablaba del padre. Tamara no sabía si había muerto o lo habían dejado años atrás, pero el caso es que no había una sola foto de él por la casa. Elisa procuraba no mimar a Derek pero tampoco le privaba de nada y era bastante sobre protectora con él.

---Está bien, me volveré a la cama si no me necesita – dijo Tamara, girándose y dejando que el batín se entreabriera un tanto, mostrando su hermoso pecho un instante.

---Buenas noches, Tamara.

Como el apartamento era pequeño, la rubia niñera la escuchó rebuscar en la secadora, ubicada en la cocina, y después entrar en su dormitorio, sin duda para cambiarse. Sin embargo, Tamara percibió el murmullo de una conversación, aunque no sus palabras. Pensó que Derek se había despertado al entrar su madre. Los murmullos continuaron unos cuantos minutos más y los muelles de la cama resonaron seguido de unas contenidas risitas.

Un largo silencio se adueñó del apartamento. Tamara se imaginó que la madre esperaba que el niño se durmiera de nuevo, quizás sentada a su lado. Pero el quejido que escuchó a continuación indicaba otra cosa, aunque proviniera de una madre y de un hijo. Para Tamara no hubo dudas que se trataba de un lamento placentero que se había escapado de la garganta de la señora Marlowe.

Cediendo a la curiosidad, Tamara se levantó con cuidado de no hacer ruido y volvió a colocarse la bata. Asomó la cabeza por la puerta, atisbando en la penumbra del pasillo. Más allá, a su derecha, la luz de la cocina estaba encendida, iluminando una franja de pasillo. Descalza, pisó el suave parquet con mesura, desplazando lentamente su peso de un pie a otro, avanzando así hacia el dormitorio. A mitad del recorrido, se escuchó un nuevo bufido, esta vez mucho más definido, que le recordó a la rubia los sonidos amorosos que solía hacer su cuñada Fanny cuando ella le devoraba la vulva.

“No puede ser”, se dijo mientras se acercaba a la puerta. “No pueden estar haciéndolo… ¡son madre e hijo!”.

Entreabrió la puerta del dormitorio con muchísimo cuidado. Sabía que a un lado se encontraba un armario con una de las puertas recubierta de un gran espejo, así que si tenía suerte, podría ver lo que ocurría sobre la cama sin tener que abrir la puerta apenas.

La imagen de la madre espatarrada sobre la cama, con el uniforme totalmente desabrochado, la impactó. Elisa gemía como un cachorrito mientras que mantenía una de sus manos sobre la cabeza de su hijo, quien se afanaba como un jabato devorando el coño de su madre y parecía tener mucha pericia, según pudo ver Tamara.

--- ¡Deja, deja, Derek! – susurró Elisa, alzando la cara de su hijo por la barbilla. El rostro de ella estaba enrojecido y la rubia supo que se había corrido en abundancia por la respiración jadeante.

--- ¿Lo he hecho bien, mami? – preguntó Derek, sin dejar de besar los gruesos muslos maternos.

--- Como siempre, cariño, pero ahora debo irme…

--- ¿Ya? – el tono del chico estaba lleno de desencanto.

---Sí, lo siento – Elisa acarició la suave mejilla del chico. –Seguiremos mañana, cuando te recoja del colegio, ¿quieres?

---Claro, mami.

---Anda, dame un beso que me marcho.

El niño se subió sobre el opulento cuerpo de su madre e introdujo su lengua bien adentro de la boca femenina. Elisa no dudó en succionar el suave apéndice de su hijo durante un buen minuto. Tamara decidió volver a su dormitorio más rápido de lo que había llegado hasta allí. Metida de nuevo bajo la sábana, esta vez totalmente desnuda, se estuvo masturbando mientras escuchaba a la madre cambiarse en el cuarto de baño y marcharse. Tamara mordió la almohada al correrse mientras imaginaba que Derek lamía espléndidamente su vagina.

A la mañana siguiente, mientras Derek desayunaba, Tamara no dejó de mirarle de reojo. El chico se tragaba sus cereales inmersos en leche pero ella solo veía aquellos labios atareados sobre la vagina de su madre. ¿Cuánto tiempo llevaría haciéndolo? Por lo que había podido ver, el chiquillo tenía bastante experiencia. Notó sus pezones inflamarse nada más imaginar lo que aquella madre había podido enseñarle y a qué tierna edad.

La mano de Tamara acabó por subir el corto camisón de seda Siena por encima de sus caderas y un dedo se esmeró sobre el excitado clítoris. No solía llevar bragas para dormir en casa, por supuesto.

Su mente volvió a los pasos que había dado la mañana anterior tras dejar a Derek en el colegio. En vez de dejar el juego de llaves en el recibidor, como en otras ocasiones, lo había deslizado en su bolso. Se pasó por una tienda de componentes informáticos y compró dos pequeñas cámaras inalámbricas. Después regresó a casa y Fanny le dio una lista de compras para hacer, pero también se llevó el portátil con la mochila. Tras hacer la compra, aparcó cerca del apartamento de la señora Marlowe, ubicado en la sexta planta del edificio, y subió.

Sabía que Elisa no acabaría su turno hasta las dos de la tarde, así que se tomó su tiempo para instalar las cámaras, una en el dormitorio de la madre y otra en la del hijo, convenientemente camufladas y buscando el mejor ángulo. Las interconectó con su portátil y lo programó para que empezara a grabar a partir de las dos y media. Dejó el portátil abierto dentro de la despensa de la cocina y se marchó.

Almorzó con Fanny y volvió a aparcar a la vista del apartamento de los Marlowe. Con los nervios a flor de piel, esperó dentro del vehículo hasta que vio el coche de Elisa meterse en el garaje subterráneo. Comprobó la hora y se inquietó al ver que apenas eran las dos y diez. Se preguntó si habría dejado suficiente margen pero ya no era posible hacer nada para remediarlo. Pasó el tiempo imaginando qué estarían haciendo madre e hijo. ¿Se estarían duchando juntos? Quizás no habrían podido esperar y estarían retozando en el suelo del recibidor, follando como viles conejos. Se rió y acabó mordiendo una de sus uñas. Estaba loca por subir…

Tamara se retorció sobre la cama, rodando hasta quedar de bruces, con un brazo bajo su cuerpo y la mano entre sus piernas, calmando el intenso ardor. El orgasmo liberador aclaró su mente y, con una sórdida sonrisa, se reprendió ella misma por lo zorra que se comportaba últimamente. Reconocía que, últimamente, estaba siendo mucho más depravada y perversa, regodeándose con inclinaciones más… cómo definirlas… ¿escatológicas?

Solo pudo aguantar media hora metida en el coche. Sus muslos goteaban, la excitación desbordaba su ropa interior. Su mente estaba llena de imágenes de incestuosa perversidad. Ni siquiera pretendía acostarse con la madre, y por supuesto aún menos con el hijo; solo quería verlos en pleno pecado, regodearse en su insana relación…

Subió en el ascensor y ni siquiera se paró a pensar al introducir la llave en la cerradura, incitada por su lujuriosa mente. Tuvo mucho cuidado de no hacer ruido al entrar y se quedó estática en el recibidor, intentando averiguar donde se encontraban madre e hijo. Por lo pronto, tanto la cocina como la salita estaban vacías, así que eso significaba que seguramente estaban liados en uno de los dos dormitorios.

Una exclamación juvenil llegó hasta ella desde el dormitorio materno, algo parecido a un “oooh, mami” casi acallado de inmediato, pero sumamente revelador. Volvió en silencio sobre sus pasos hasta la puerta de entrada y la abrió para cerrarla normalmente, haciéndola sonar. Taconeó hasta la mitad del pasillo en donde preguntó por Elisa en voz alta, pero siguió caminando hacia el dormitorio donde llamó con los nudillos antes de abrir.

La señora Marlowe estaba demasiado entretenida como para haber escuchado los pasos y la voz de su canguro. Ella y su hijo yacían desnudos en un perfecto 69, la madre encima, el hijo debajo, y justo en el momento en que Tamara abrió la puerta, Derek eyaculaba todo un surtidor que su madre intentaba limpiar a lengüetazos. Elisa se quedó atónita, la lengua fuera, la mejilla llena de semen, al ver la aparición de la rubia.

--- ¡Oh, lo siento mucho! – exclamó esta, girándose y cerrando de nuevo la puerta, salvo que la sonrisa que pintaba su rostro no desaparecía,

La señora Marlowe salió, atándose una bata a toda prisa sobre sus desnudeces y limpiándose la cara con la manga. Alcanzó a Tamara en la cocina, encontrándola aturdida y con el rostro sumamente enrojecida. La niñera no había dudado en pegarse ella misma dos buenas bofetadas para enrojecer su cara.

--- Yo… yo… lo siento mucho, de verdad. Solo venía a entregarle sus llaves… me las había llevado sin querer en el bolso… yo no quería…

La señora Marlowe, tan roja como ella, alzó una mano, cortando sus balbuceantes disculpas. Intentó clavar una intimidante mirada sobre la joven pero no pudo aguantar el tipo. La vergüenza y el miedo revolvían su estómago, a punto de hacerla vomitar. Se derrumbó en una silla de la cocina, tapándose el rostro con las manos y sollozando fuertemente.

--- ¿Mami? – preguntó suavemente su hijo desde el pasillo. Se había puesto los pantalones pero estaba descalzo. Tenía cierta expresión tensa que crispaba su dulce boca.

---Vuelve al dormitorio, Derek –le pidió Tamara cuando fue consciente que la madre era incapaz de hablarle. – Mami y yo tenemos que hablar sobre todo esto, de adulto a adulto.

Derek pareció tranquilizarse algo al ver la sonrisa de Tamara. Asintió y regresó al dormitorio de su madre. Tamara tomó otra silla y la acercó a la que usaba la señora, quien dijo algo que la rubia no pudo entender.

---No comprendo lo que…

---No soy una degenerada –repitió Elisa apartando las manos de su rostro.

---No soy quien para reprocharle nada –el tono de Tamara sonó conciliador y la mano que colocó sobre el hombro de la señora ayudó a dar esa impresión.

---Nos queremos –la enrojecida mirada de Elisa pareció implorarle comprensión. –Es amor verdadero.

---Pero es tu hijo, Elisa – murmuró Tamara.

---Lo sé, lo sé… pero es más fuerte que mi moral, que la sangre…

--- ¿Cuánto tiempo lleváis acostándoos?

---Desde que tenía ocho años…

--- ¡Ocho años! – se asombró Tamara. –Pero… con esa edad no…

---Derek siempre fue muy precoz – dijo la madre, tomando un papel de cocina para limpiar lágrimas y mocos. –Le enseñé a… contentarme con su lengua primero.

---Claro, ya he visto que está muy desarrollado para su edad.

Elisa asintió con la cabeza y casi sonrió.

---En eso ha salido a su padre.

---Vaya…

--- ¡Por Dios, Tamara, no puedes hablarle de esto a nadie! ¡Por favor! ¡Me quitarían a Derek! – el estallido histérico surgió de repente cuando Elisa atenazó las muñecas de su niñera.

---Tranquilízate, mujer. No pretendo haceros daño… cálmate…

Elisa se fundió en un fuerte abrazo, sollozando nuevamente.

---Estoy dispuesta a marcharme de aquí si es necesario. No podría soportar que me lo quitaran, Tamara… ¡Me moriría!

---Está bien, está bien… guardaré el secreto, lo prometo.

---Gracias, muchas gracias – Elisa besó ambas mejillas, realmente agradecida.

---Pero… quisiera comprender vuestros sentimientos, eso que os ha llevado a la cama –Tamara la miró fijamente. La vio dudar y finalmente ceder.

---Sentirme abandonada por su padre me marcó profundamente. Soportar su engaño, el repudio de mis padres, los murmullos de mis amigos… fue demasiado para mí. Derek tenía años y medio por entonces y huí de Cardiff para venir a Derby, donde un amigo me consiguió un traslado de enfermera. Fue duro al principio, me sentía muy sola y me horrorizaba iniciar una nueva relación, ni siquiera me atrevía a tener una cita para cenar.

Tamara palmeó el dorso de la mano de la mujer, animándola a continuar. Deseaba meter una mano bajo su falda y acariciarse con disimulo, pero no se atrevió.

---Derek siempre fue muy alegre y cariñoso. Animaba totalmente mi vida y yo se lo devolvía siendo la mejor madre del mundo, pero a medida que iba creciendo, notaba ese inusual candor, esa pequeña merma en su intelecto que lo aniñaba profundamente. Eso hizo que me volcara mucho más en él, en darle todo el afecto que podía faltarle por culpa de su padre.

---Y eso llevo a lo otro, ¿verdad?

---Así es. Estábamos los dos solos y Derek se había acostumbrado a dormir conmigo, en mi cama. Se acurrucaba contra mí y me susurraba cuanto me quería, que era la mejor mamá del mundo, y finalmente se ponía a mamar de mis pechos con mucha suavidad. Por supuesto que no sacaba leche alguna, pero era como un gran chupete para él y a mí… a mí me ponía en órbita todas las noches.

La señora enrojeció un tanto al pronunciar aquellas palabras pero Tamara no pudo constatar si fue por vergüenza o debido a su libido.

---Me acostumbré a esas peculiares e inocentes caricias. Había noches que estaba tan excitada que empezaba a masturbarme con Derek aún abrazado a mi cuerpo. Él parecía estar encantado con esos roces, con mis callados suspiros, y se dejaba achuchar cuando acababa frotándome contra su cuerpecito caliente.

Las imágenes que el relato provocaba en la mente de Tamara eran muy libidinosas, terriblemente excitantes.

---Llegó un momento que no pude soportarlo más y le enseñé a lamerme de todas las formas y por todas partes. Derek estaba muy contento de hacerme feliz y yo aún más. Quizás por eso mismo fue muy precoz, por todo lo que aprendió a hacerme… las horas que pasábamos excitados, acariciándonos… El hecho es que a los diez años, su pene ya respondía a pesar de ser aún infantil, pero dos años después ese pequeño pene se había convertido en toda la tranca que has visto. Entonces, tuve que tomar precauciones para no quedar embarazada, por supuesto.

---Y desde entonces, habéis estado follando como escocidos, ya veo –terminó Tamara, haciendo que Elisa asintiera suavemente. -- ¿Cada noche?

---Cada noche, cada tarde, y si me apuras cada mañana si no me ando lista. Mi Derek es incansable. Apenas veo la tele y menos leer –murmuró la mujer, sintiéndose en el fondo orgullosa de su retoño.

---Eso es algo más de lo que se suele decir de la pletórica juventud –bromeó Tamara. -- ¡Que envidia!

---Estoy preocupada por cómo se va a tomar Derek todo esto –replicó Elisa, sin hacer caso al comentario de la niñera rubia.

--- ¿A qué te refieres?

--- Derek es un poco simple pero no tonto.

---Por supuesto.

---Sabe que lo que hacemos él y yo no es algo… normal, que no debe ir diciéndolo en el colegio o a sus amigos. Tú nos has sorprendido y le caes muy bien a mi niño –la señora Marlowe dejó la frase en suspenso, mirando a Tamara.

--- ¿Qué quieres decir? –Tamara pestañeó. Era cierto que no entendía dónde quería llegar su patrona.

---Derek me ha comentado en otras ocasiones lo bonita que eres. Ahora que nuestro secreto también es tuyo podría considerarte de la familia y, con ello…

--- ¿Querer acostarse conmigo? –la idea explosionó en el cráneo de Tamara. -- ¡Ni de coña! ¡Lo mío son las mujeres y punto!

--- ¡Ey, a mí no me mires que no me van las tías! – exclamó Elisa, agitando un dedo ante la rubia. Ambas se rieron, descargando parte de la tensión contenida.

---No te preocupes, Elisa, prometo no relevar nunca vuestra relación –pronunció solemnemente Tamara.

---Gracias, eres toda una amiga –le tomó la mano la madre.

---Pero sí me gustaría pedirte algo, digamos a cambio.

---Tú dirás –Elisa enarcó una ceja, en espera.

---Quiero veros…

--- ¿Vernos a Derek y a mí en la cama? –preguntó la señora en un falsete, tomada por sorpresa.

---Sí, deseo veros hacer el amor como madre e hijo.

--- ¿Por qué? Eso es algo muy íntimo…

---Desde que os sorprendí… me siento muy… excitada – Tamara bajó la mirada, reforzando su juego. –Tengo las bragas todo manchadas, Elisa… solo quiero sentarme a vuestro lado y mirar cómo os amáis… os besáis…

--- ¿Has tenido alguna relación incestuosa, Tamara? –preguntó la señora con suavidad.

---Bueno, no de esa clase… pero llevo varios años metiéndome en la cama de mi cuñada Fanny. ¿Cuenta como tal?

---No, no – se rió Elisa. -- ¿De veras, con tu cuñada?

---Sip.

---Está bien – dijo Elisa poniéndose en pie. –Veamos lo que se puede hacer. Por mi parte… no hay problema, pero tenemos que hablar con Derek y ver lo que piensa.

---Por supuesto –asintió Tamara, siguiéndola hacia el dormitorio.

Derek las estaba esperando con ojos tristes. Sabía que algo se había roto tras años de rutina en la cama de su madre. Ahora había alguien más que sabía lo que hacían, pero, al mismo tiempo, esa persona era Tamara, la hermosa y dulce Tamara que compartía juegos de rol con él, que comprendía sus mundos mágicos, y, ahora… conocía su amor por mamá.

Los tres se sentaron en la cama y Elisa le habló de la promesa que Tamara había hecho y lo que quería a cambio. Derek sonrió, aunque con las mejillas encendidas. Si Tamara quería verlos, él estaba dispuesto, ya que a su madre parecía alegrarle la presencia de su niñera. Lo que aún no podía entender su poca experimentada mente era lo excitada que estaba su madre de tener a alguien mirándola follarse a su niñito.

Para Tamara la experiencia supuso mucho más de lo que había imaginado. Contemplar aquel espectáculo de profundos besos que dejaban extasiados y jadeantes tanto a madre como a hijo, antes de pasar a llevar la sedienta boca de Derek entre sus muslos, acabó de anegar las bragas de Tamara, obligándola a desnudarse completamente. Se encontraba echada a su lado, de costado, con una mano en la mejilla y la otra acariciando y apartando el oscuro cabello de Elisa para poder ver mejor su cara de placer. Casi sintió envidia de aquella lengua que extraía implacablemente todo el jugo de la vagina que la había parido.

Estaba masturbándose como una loca cuando vio a la madre colocarse de bruces, la almohada bajo su vientre, e implorarle a su hijo que la sodomizara con cuidado. Tamara acercó todo lo que pudo su rostro al de Elisa para aspirar sus jadeos mientras su hijo culeaba sobre ella con pasión. Finalmente, cuando Derek penetró de nuevo a su madre, la cuarta vez, manoseando con fuerza sus senos desde atrás, Tamara dejó escapar un chorrito de pis mientras se penetraba con varios dedos.

--- ¡Mierda, me estoy meando de gusto! –exclamó entre dientes.

--- ¡HAZLO! – casi chilló Elisa a su lado, presa del paroxismo. –Hay un plástico… sobre el colchón… quiero verte mearte y sentir la leche de mi niño en mi coño… méate guarrilla…

Y Tamara, con una sonrisa casi beatífica en los labios, profirió una larga meada como colofón de aquel extraño encuentro.

Tamara sonrió, aún con el camisón arrugado y remangado sobre su cintura. No solo había conseguido asistir al acto incestuoso, sino que también lo había grabado. Recuperó las cámaras y el portátil a la primera ocasión y aún tenía que volcar la grabación en su diario. Toda una hazaña conseguida.

Escuchó la puerta de la calle cerrarse y los característicos pasos de Fanny. Se levantó de la cama y sonrió, sacándose el camisón por la cabeza. Desnuda, se dirigió contoneándose hacia la cocina. Ahora Fanny se encargaría de quitarle el ardor que aún arrastraba.

(CONTINUARÁ)