De princesa a esclava de la BBC - I
Os voy a contar una historia anterior de cuando estaba casada desde hacía dos años con un guapo holandés y vivíamos en Amsterdam. El tenía un buen trabajo y yo al trasladarme a vivir juntos allí, deje de trabajar. Al principio todo era maravilloso, yo era su princesa y el mi príncipe, pero el tiempo
De princesa a esclava de la BBC
Capitulo - 1
Os voy a contar una historia anterior de cuando estaba casada desde hacía dos años con un guapo holandés y vivíamos en Amsterdam. El tenía un buen trabajo y yo al trasladarme a vivir juntos allí, deje de trabajar.
Al principio todo era maravilloso, yo era su princesa y el mi príncipe, pero el tiempo va apagando los fuegos y la vida, cuando tu marido siempre esta ocupado y absorbido por el trabajo, se convierte en pura monotonía, las amigas, ir de compras y yo que siempre había sido inquieta y emprendedora, me empezaba a sentir como un simple jarrón bonito.
Hasta que un día le dije a mi marido Brenhard, que necesitaba trabajar, que aquella situación de no hacer nada, me asfixiaba y me aburría.
Cuando le conocí en España, soy originaria de Barcelona y me llamo Alicia, en unas vacaciones, tenía mi trabajo y una activa vida social. Ahora solo era “su esposa” y de momento, yo no deseaba tener hijos todavía, así que le dije que iba a retomar mi trabajo.
Primero no le gustó la idea, pero entendió mi deseo de volver a ser útil por mi misma.
De nuevo volví a contactar con la gente con la que había trabajo en el mundo del Software y finalmente como era conocida por mis buenos trabajos anteriores, me ofrecieron un trabajo de ingeniera de un nuevo proyecto que estaban desarrollando para la Empresa, pero ….., el puesto y el equipo de desarrollo estaban en Londres.
Cuando se lo dije a Bernhard, me dijo que no, que buscase algo más cerca, en Amsterdam mismo o dentro de Holanda para poder seguir viéndonos diariamente.
Encontrar un trabajo así, era casi imposible, además, sentía que necesitaba más espacio para mi, ser más independiente económicamente y también, alejarme de la rutina que estaba soportando.
Le dije que pensaba aceptar el trabajo, y que nos veríamos con frecuencia, solo tenía que tomar un vuelo los fines de semana para estar juntos.
Su enfado fue monumental, porque no deseaba que me fuese a otra ciudad lejos de el, pero como yo ya lo había decidido, y sabía de mi terquedad, no tuvo más remedio que aceptar la situación.
Cuando me acompañó al aeropuerto y nos despedimos hasta el próximo fin de semana en que regresaría para pasarlo en casa, note que estaba triste, pero yo, debo reconocer, que emprender el vuelo era algo que necesitaba, sentirme libre sin estar a todas horas encorsetada entre su familia, mis amigas y la aburrida vida de casada.
Cuando aterricé en Aeropuerto de la City, el más cercano a la ciudad y que usa la gente de negocios, cogí un taxi hasta la Oficina de la Compañía situada en Black-s Rd.
Una vez allí, me pusieron al día de mi departamento de trabajo y mis compañeros, y me indicaron que me alojaría en un apartamento de la Compañía situado en la Zona de Canary Warf, un pequeño dúplex en la planta 16/17 de la Trinity Tower C y que me quedaba bastante cerca del trabajo.
Aliviada por haber escapado de mi dorada jaula en Amsterdam, de nuevo me volví a sentir libre, a respirar por mi misma. Para mi, aquello era lo que deseaba recuperar.
A Brenhard le amaba, pero su control sobre mi, me asfixiaba.
La primera semana de trabajo fue liberadora para mi, hasta que regresé para pasar el fin de semana con mi marido y …., su familia. Lo de siempre.
Cuando de nuevo, cogí el vuelo de regreso a Londres, volví a sentirme libre.
Este ir y venir, duro un mes o algo así, hasta que decidimos espaciar mis viajes a Amsterdam.
Ahora tendría más tiempo para mi en la City, y no solo el trabajo y vuelta casa.
Sin tener que regresar a Amsterdam los fines de semana, quedamos con dos compañeras de trabajo, para salir el viernes por la noche a tomar algo y conocer Picadilly.
Quedamos para salir esa noche y estuvimos paseando y tomando algo en Picadilly, después una de las chicas dijo de ir al Jazzcafe Candem, una estupenda elección donde gocé del Jazz, de la que soy una enamorada.
Es un local con glamour elegante y con buenos músicos.
En las semanas siguientes fuimos también al Minystre of Sound a deleitarnos con noches intensas bailando House.
Hasta que repetimos nuevamente en el Jazzcafe Candem, un lugar que me embriagaba por su calidez y ambiente.
Y allí conocí a un caballero negro, unos diez años mayor que yo, pero encantador. Alto y atractivo debía medir más de 72 pulgadas, frente a mis solo 65 de las que 6, correspondían a mi zapatos de tacón.
Era un hombre atractivo que hasta su edad, le daba ese toque de clase especial. Se llamaba Martin Jackson y aunque solo parecía 10 años mayor que yo, estaba cerca de los cincuenta, pero bien cuidado.
Un sábado, quedé con Martin para salir a cenar y después dijo que me llevaría a Le Quecum Bar un local de jazz en vivo, donde podríamos bailar si yo lo deseaba, era un lugar auténtico y pequeño, para los amantes de este tipo de música situado un poco alejado del centro en Battersea High Street.
El local era precioso, con ese encanto del pasado, y que si no me lo hubiese recomendado Martin, nunca hubiese descubierto por mi misma.
Tomamos unas copas y después Martin me dijo, quieres bailar jazz conmigo? Dude un instante, porque no era buena bailando jazz, pero el me dijo – “Déjate llevar por mi Becka”! …, “Yo te llevo, tranquila!”
Una invitación así, no podía rechazarse. Yo llevaba un vestido negro de noche, de tirantes elegante y abierto por los laterales
que me quedaba muy bien.
Empezamos a bailar y pronto fui aprendiendo los pasos, guiada por las hábiles manos de aquel maduro profesor de jazz.
Me sentía una mujer nueva, danzando con el, rozando nuestros cuerpos, y sintiendo sus manos guiarme, y enlazarse en mi cintura cuando era necesario.
Alternamos la velada, bailando algunas piezas, tomando algo, y volviendo a bailar.
Observe como Martin admiraba mis blancos pechos, moverse dentro de mi escote, como si quisieran salir de el con los giros y movimientos del baile, ya que no llevaba sujetador, porque me gustaba lucirlos.
Mis pezones se marcaban de vez en cuando en el sedoso vestido negro y yo estaba bailando con un hombre que no era mi marido por primera vez desde que nos casamos, al que se adivinaba que era un gran seductor con clase.
Martin me volvía a hacer sentir hembra más que esposa, más deseada que respetada, y eso me llenaba de felicidad, recuperando esa versión de mujer atractiva que tenía olvidada desde hacía varios años, era como un soplo de nueva vida, de ilusión y felicidad.
Hacía años que no pasaba una velada romántica junto a un hombre, que solo buscaba que me divirtiese y el gozar de mi compañía como mujer sensual.
Me había reencontrado conmigo misma, con aquella chica que flirteaba con todos, antes de verme atrapada por lo que suponía ser novia de Brenhard y después su correcta esposa.
Me dejé llevar por aquel hombre seductor que era Martin, y goce del placer de sentirme guapa y sensual.
Con mis pies un poco doloridos de bailar y mi falta de costumbre de hacerlo, pero muy feliz, nos sentamos a descansar y tomamos una última copa, antes de que Martin, me llevase de vuelta a casa.
Salimos de aquel local, con la promesa de volver pronto a bailar, y en coche, recorrimos una City iluminada por las luces y el misterio de la noche. Hablando de la esencia de la vida y de cosas banales también
Cuando llegamos ante mi apartamento, yo estaba muy encelada y feliz después de la velada, así que le dije, ¡Sube a mi apartamento Martin, … y tomemos una última copa viendo las luces de la ciudad desde arriba!
¿Te apetece que suba Becka? – me preguntó el, a lo que le respondí - ¡Me encantaría que lo hicieras, no quiero que te vayas todavía!
Aparcó el coche y en el ascensor, apoyé mi cabeza contra su hombro, mostrándole mi felicidad y deseo de seguir la velada.
Una vez en el apartamento, abrí la puerta y entramos. Preparé unas bebidas mientras el me observaba y nos pusimos a mirar la ciudad a través de los grandes cristales.
Deseaba entregarme a el, pero no quería estropear ese mágico momento, pero Martin poniéndose detrás de mi rodeo mi cintura y me apretó contra el, notando entre mi culo, en bulto duro de su polla excitada.
Eché mi cabeza hacia atrás y el me beso apasionadamente en la boca, en un largo e interminable beso de mutuo deseo, y cuando terminó de besarme, ya tenía sus dos manos sobre mis tetas y las apretaba buscando los pezones para excitármelos más de lo que ya estaban, duros y marcados.
Le correspondí rodeando su cintura con mis brazos de espaldas a el, para que supiese que estaba entregada por completo.
El no dudo, bajando mi vestido hasta la cintura, liberó mis encendidas tetas y empezó a hacer que mi coño se humedeciese al instante.
Me las liberó de entre sus manos, y me las aplastó contra el frío cristal, en una sensación que hizo que mis pezones se erizasen más y más.
Con mis tetas contra el cristal y Londres a nuestros pies, terminó de dejar bajar mi vestido hasta los tobillos, quedándome solo con el tanga de tira, las medias de liga y los zapatos de tacón.
Sentí como se separaba de mi, mientras yo gozaba y mantenía los ojos cerrados, para no desaprovechar ni una sola de las sensaciones que Martin me estaba proporcionando.
Cuando volví a notar su contacto contra mi culo, estaba desnudo sin pantalón y de su dura y gruesa polla, caían gotas de líquido pre-seminal, que son dulces como la miel.
Se pegó a mi, sintiendo su polla encajada en mi canalillo y sus muslos, rozando los míos y mientras me besaba el cuello, me dijo – “Becka separa las piernas y apoya tus manos en el cristal” – “Quiero que toda la ciudad vea como te estoy follando”
Eso me excito como una puta, aunque no nos iba a ver porque el había apagado las luces.
Entonces, con sus manos, cogiendo la tira trasera de mi tanga negro, me lo arrancó y me lo dio para que lo sujetase con mi boca.
Esa inesperada rotura del tanga, casi hizo que me viniese un primer orgasmo y sentir el olor de mi coño, con mi tanga cogido con mis dientes.
Sentí su gruesa cabeza recorrer varias veces el camino entre mi clítoris y mi ano ansiosa por sentirla dentro de mi, pero no lo hizo.
Pasó más de un minuto con mis tetas contra el cristal y moviendo el culo de deseo, y el seguía restregando su polla entre mis dos agujeros, pero sin metérmela más de un centímetro y siguiendo con el caliente juego, que había conseguido que por mis muslos, empezasen ya a resbalar gotas de mis jugos.
Entonces, ya no pude más y de dije – “Martin fóllame ya por favor!” “Métemela te lo ruego”
Y el me respondió – “No pienso follarte, hasta sentir como te corres deseando que te folle y sintiendo mi negra polla, jugar con tus hoyos de puta blanca” – añadiendo – “Entonces, cuando sienta como te estremeces como una perra en celo” ¡”Te la meteré muy profunda y te follaré hasta inundarte con mi cremosa y caliente miel” “y te volverás a corres como una perra en celo”
Sus palabras sucias y sentir como aquella gruesa polla, esperaba el momento, jugando con mis hoyos, martirizándome sin parar, hizo que me corriese como una vulgar zorra……… ¡Ahhhhh …., ¡AAAhhhhh …., ¡Oh Yeahhhhh…..! ……
Y en ese momento, justo en ese en que mi coño sentía un fuerte orgasmo que subía por mi espalda, de un culo empujón, hundió su gruesa y dura polla en mi coño, hasta que sentí como su pubis se estrellaba contra mi culo y sus bolas contra mi coño.
Entonces empezamos a follar de verdad, yo empujando hacia atrás sacando culo y le clavándome una y otra vez su polla hasta el fondo, y entre gemidos de placer de ambos ¡Ummm…, ¡Umm…, ¡Agggg…!Toma puta! …!..... Ahh, Ahh, Ahh, y el ¡plasss, plasss, plasss…!, del choque de nuestros sexos, me volví a correr como una perra en celo de nuevo…. ¡Ahhhhh…. ¡Oh yeah, my black male, fuck me, fuck meeeee…!
Sentí por fin, como numerosos chorros de su cremoso y caliente semen, se estrellaban contra el fondo de mi útero, y me inundaban con su caliente miel…..
Mientras se vaciaba dentro de mi, sentí como uno de sus mojados dedos de semen y flujo, me lo metía en el culo, al instante lo sacó y me metió dos, que empezó a remover dentro de mi ardiente culo.
Entonces, saco su negra polla de mi coño de zorra, y sacando sus dedos de mi culo, empezó a empujar con su polla y tras una pequeña resistencia inútil de mi ano, lo atravesó ¡Aaaa… ¡Ayyyy”!...., hundiéndome aquella polla de casi 8 pulgadas en mi culo, y cogiéndose de nuevo a mis caderas, mientras me daba de vez en cuando alguna palmada bastante fuerte, ¡Plass, Plasss, Plass, diciendo - ¡”Vamos puta, cabalga!, cabalga! me empezó a dar una follada de culo memorable.
Como se había corrido hacía un instante, yo me corrí dos veces más, mientras me sodomizaba, hasta que el también fue capaz de descargar una segunda, aunque menos abundante carga de caliente semen, dentro de mi culo.
Creí morir de placer con mis orgasmos y aquel duro rabo de casi 8 pulgadas dentro de mi, dios! ….. nunca hubiese imaginado, que Martin, aquel hasta hace pocas horas, elegante y educado caballero, guardase tanto placer dentro de el para llenar a una hembra como yo…….
Mis piernas me flaqueaban. Me la saco del culo, y tras darme unas sonoras palmadas de aprobación ¡Plass..!Plassss! me cogió en brazos y me llevó hasta la cama donde me tiró desnuda y goteando semen y placer, y el se tumbó sobre mi inmovilizándome en un caliente y vicioso abrazo por parte de los dos.
¡Me miró a los ojos y me dijo – “Eres una hembra adorable y te voy a estar follando toda la noche! – Yo me reí llena de placer ¡¡”Ja, ja, ….ja!” mientras el empezaba a comerme el cuello y la boca, preludio de que estaba hablando en serio y que esa noche, me iba a dejar dormir poco a pesar de tener unos 15 años más que yo, y de que podía ser casi su hija por mi edad……..,
Aquella noche, Martin me estuvo follando sin parar hasta que ya era casi de madrugada y mi boca, mi culo y mi coño, estuvieron horas, recibiendo uno detrás de otro, sus embestidas de gran macho negro……….., al final, terminamos agotados y nos dormimos, pero ……….
…….. una inesperada sorpresa por parte de Mike, me esperaba al despertar.