De poderosa mujer, a perrita de su amo (II)

Lucía aún no se puede creer que Óscar la follase como una vulgar perrita, pero su cuerpo está deseando volver a esa casa. La orgullosas jovencita aprenderá que ella no tiene el control.

Lucía jamás se había sentido tan humillada y cabreada. Aun se notaba pegajosa por el semen que le habían obligado a untarse por el cuerpo y el olor le hacía tener arcadas. Tenía el cuerpo dolorido de la brutal follada que le acababa de dar Óscar, dejándole el coño totalmente mojado y ardiendo. Miró el reloj del coche y se dio cuenta que su hijo pequeño está apunto de salir de la escuela, por lo que aceleró.

Llegó a la entrada del colegio y vió al resto de madres en la puerta como cada día. Se miró en el espejo retrovisor y las pintas que tenía eran lamentables. El rimel corrido y toda despeinada como una vulgar puta al final de su jornada. No podía dejar que la viesen así, ya que tenía una reputación que proteger, pero su hijo era pequeño y necesitaba que lo recogieran. Estaba a punto de echarse a llorar por la desesperación, cuando vio a su amiga María que tenía un hijo en la clase de su hijo. Aparcó donde no la pudiesen ver y llamó a su amiga.

  • Hola María, ¿qué tal?

  • Hola Lucía, ¿dónde estás? - le contestó su amiga. -Los pequeños están apunto de salir.

  • Necesito que me hagas un favor, ¿puedes quedarte un rato con mi hijo? - le preguntó Lucía. - Estoy mirando un tema de la campaña de mi marido y no llegaré a tiempo.

  • No te preocupes, lo llevaré para mi casa y así juegan los dos un rato.

  • Muchísimas gracias, eres un cielo. Un beso.

  • Un beso.

Lucía arrancó el coche antes de que alguien la viese y se dirigió hacia su casa. Aparcó el coche dentro del parking de su edificio y decidió subir corriendo por las escaleras, hasta su piso para que nadie la viese. Entró en su piso y se dirigió directa al baño mientras se quitaba la ropa por el pasillo. Abrió el grifo de la ducha y se fijó en el espejo, lo rojo que tenía el culo. Lucía tenía un precioso moreno que consiguió durante las vacaciones, pero su redondito culo y las tetas las tenía blancas por el bikini, algo que no le gustaba nada, pero no podía hacer topless en la playa. Pero ahora su blanco culito, estaba totalmente rojo y al acariciarlo con la mano notaba lo caliente que estaba.

Se metió en la ducha y empezó a frotarse con las manos enjabonadas, para limpiarse el semen que aún tenía por el cuerpo. Se sentía sucia y humillada por lo que acababa de sufrir, que no dejaba de repetirse en su cabeza. Maldecía e insultaba al hombre que la había sodomizado como una perra en aquel sofá y le había azotado como a una niña pequeña. Sus manos seguían limpiando su suave piel y al acariciar con sus dedos su entrepierna, una escalofrío recorrió todo su cuerpo, que hizo que la piel se le pusiera de gallina. Lucía no podía entender que le estaba pasando, el cabrón de Oscar la acaba de violar y humillar, pero su cuerpo estaba tan sensible que no se podía contener. Como si sus dedos tuvieran vida propia, siguieron acariciando su entrepierna, lo que hacía perder el control a la joven mientras en agua recorría su precioso cuerpo. Maldecía e intentaba negar lo que estaba ocurriendo con su cuerpo, pero sus dedos ya no solo daban caricias. Empezó a masturbarse recordando cómo la habían tirado sobre el sofá y necesitó apoyar la espalda en la pared de la ducha, ya que sus piernas empezaban a temblarle. La respiración de Lucía empezó a acelerarse y los insultos hacia Oscar empezaron a mezclarse con suaves gemidos.

Sus piernas ya no tenían fuerzas para sujetarla y se fue resbalando por la pared hasta quedar sentada en la ducha con las piernas abiertas. Sus dedos ya no se conformaban con la superficie de su coño, sino que empezaron a entrar dentro de su coño, como hacía la dura polla de Oscar. Gimiendo como una loca sin control, llegó a su límite con un incrible osgarmo que hizo que se arqueara y le temblase todo el cuerpo.

Se quedó tirada en el suelo de la ducha intentando recuperar el aliento y que su corazón bajase el ritmo que parecía que se le iba a escapar del pecho. Ya más relajada salió de la ducha con mucho cuidado, ya que las piernas aún le estaban temblando y se fue a vestir para ir a buscar a su hijo.

De vuelta otra vez en su casa, ya con su hijo jugando en el salón, el teléfono de la joven madre empezó a sonar. Lucía se quedó sorprendida ya que le salía número oculto.

  • Hola, ¿quién es? - preguntó Lucía.

  • ¿Llegaste a tiempo a buscar a tu hijo? - Lucía reconoció la voz de Oscar.

  • ¿Qué quieres? - le preguntó Lucía que volvía a ser poseída por la ira.

  • Estaba preocupando porque hoy no habías publicado nada en Instagram. - le contestó Oscar con una sonrisa.

  • No puedo hablar ahora, que estoy con mi hijo pequeño. - le contestó con chulería Lucía.

  • Ahora no te las des de madre modelo. - le dijo Oscar entre risas. - Que hace un rato estabas gimiendo como una puta en mi sofá.

Esas palabras de Oscar hicieron que se le pusiese la piel de gallina a la joven y no supiese que responder. Se alejó de su hijo para que no le escuchase hablar por teléfono.

  • Por favor, no me hables así. - le dijo Lucía.

  • Te hablo como te mereces perrita y no olvides con quien estás hablando.

  • Con el hombre que me violó. - le dijo Lucía cerrando la puerta de su habitación.

  • Con lo que disfrutaste dudo que sea violación perrita.

  • ¡No me llames así, cabrón! - le contestó enfadada la joven.

  • Acostumbrate, perrita. - le dijo Oscar más serio. - Es lo que vas a ser, si quieres que guarde el secretito de tu marido.

  • ¿Qué quieres? - le preguntó Lucía con miedo de la respuesta.

  • Mañana al dejar a tu hijo en el colegio, quiero que vengas a verme.

  • ¿Para qué? - dijo Lucía sabiendo que este infierno no había terminado.

  • Me encanta cuando te haces la tontita.

  • No soy una puta.

  • Ponte un vestido corto y no uses bragas.

  • ¿Qué? - le dijo Lucía alucinada por la petición. - No pienso ir si bragas.

  • Tu decides. - le dijo muy serio. - Que mañana me enfade y termines llorando o termines corriendote.

  • No soy una…

Oscar colgó la llamada dejando a Lucía con la palabra en la boca, lo que la hizo rabiar y maldecir a ese hombre. Tenía el corazón tan acelerado, pensando como podía ser que se había convertido en la esclava de aquel friki del que se reía en la universidad. Como hipnotizada Lucía metió muy despacio su mano en su pantalón, donde notó que tenía las bragas totalmente mojadas. No se podía creer, pero se había puesto cachonda al escuchar a Oscar tratandola como una puta y sus dedos como atraídos por un imán empezaron a acariciar su húmedo y excitado coño. Lucía se encontraba en trance, deseando volver a gozar como hizo en la ducha, pero cuando sus dedos estaban a punto de acariciar su ardiente clítoris, su hijo pequeño entró en el cuarto. Como si la hubiesen despertado como un cubo de agua fría, Lucía sacó la mano de sus pantalones y disimulo como si no hubiese hecho nada indecente. La joven madre salió del cuarto con su hijo e intentó no pensar en lo que había pasado, para que no se le notase que estaba caliente como una perra en celo.

El resto del día Lucía se dedicó a ser una madre modelo como hacía cada día, aunque necesitó cambiarse las bragas. Cuando llegó su marido, este sólo le hizo una pregunta, “¿lo solucionaste?”, a lo que Lucía respondió avergonzada con un gesto con la cabeza. El tema no se volvió a mencionar y los dos continuaron como si fuese un día normal en sus vidas.

Al día siguiente Lucía no sabía qué ponerse, parecía una niña pequeña eligiendo ropa para ir el primer día al colegio. Al final se decidió por un vestido fino negro, que le llegaba por la mitad del muslo y unas botas de caña alta con algo de tacón, que le hacían un cuerpo muy sexy. Lo de no llevar bragas no le hacía ninguna gracia, ya que alquien podría darse cuenta y tiene una reputación de madre y mujer modelo que proteger. Las amenazas de Oscar resonaban en su cabeza, pero no iba a dejar que ese hombre gobernase su vida. Se puso unas bragas y se fue a preparar a su hijo para el colegio.

Lucía se despidió de su hijo en la puerta del colegio y un nerviosismo se apoderó de ella. Mientras iba conduciendo hacia la casa de Oscar solo pasaban por su cabeza imágenes de lo que había pasado ayer. Una vez aparcado su coche dentro del chalet, Lucía se quitó las bragas, ya que no quería dar ninguna excusa a Oscar para que la castigase, ya que lo único que su cuerpo quería era volver a gozar como hacía antes de conocer a su marido. Se iba a quitar las gafas, pero decidió dejarlas, ya que se veía más sexy, ya que le hacían cara de niña buena.

Oscar le abrió la puerta y la joven entró quitándose la chaqueta corta de cuero, para lucir lo bien que le quedaba el vestido. Lucía estaba muy excitada y solo quería que ese hombre la volviese a follar. Oscar la agarró por el pelo y empezó a meterle la mano por debajo del vestido. Los dedos iban subiendo por el muslo de Lucía, excitandola cada vez más, hasta que llegaron a su coño y un suspiro se escapó de la boca de la joven.

  • Y luego dices que no eres una perrita. - le dijo Oscar enseñándole los dedos mojados de jugar en su coño. - Estás muy cachonda.

  • ¡Es lo que querías! - le contestó Lucía restregando su culo sobre la dura polla de Oscar.

Lucía quería tener el control de lo que estaba pasando, ya que su orgullo no le dejaba volver a ser humillada como el día anterior. Se giró y comenzó a besar a Oscar, mientras su mano acariciaba el paquete del hombre que parecía que iba a estallar en esos ajustados pantalones.

  • Vamos a tu habitación. - le susurró a Oscar al oído. - Quiero que me folles.

Lucía con una sonrisa en la cara de lujuria se separó para ir hacía la habitación. Pero en cuanto le dio la espalda, Oscar la agarró del pelo y la obligó a ponerse de rodillas. Lucía se quejó por el daño que le había hecho al tirarla al suelo y al mirar a Oscar a la cara, reconoció la cara de enfado que le puso ayer antes de sodomizarla contra el sofá.

  • Me gusta que seas una perrita cachonda, pero el que da órdenes soy yo. - le tiró fuerte del pelo para que le mirase.

  • Perdón, perdón.

  • ¡Enseñame que sabes hacer con esa boquita, a parte de decir tonterías! - le ordenó Oscar empujándole la cara contra su paquete.

Esta era una de las razones por la que Lucía quería tener el control, ya que no le gusta chupar pollas y se quería librar. Sólo le había chupado la polla a unos pocos hombres y nunca lo había disfrutado, ya que siempre los hombres intentaban correrse dentro de su boca. Lucía empezó a desabrochar el pantalón y a sacar la polla de Oscar, que le sorprendió ya que era más grande que la de su marido. Sin soltarla del pelo, Oscar le empujó la cabeza para que empezase a chuparle la polla y le marcó el ritmo de la mamada.

Lucía notaba como la polla de Oscar iba creciendo dentro de su pequeña boca y poniéndose cada vez más dura. Sin ninguna piedad la polla entraba hasta la garganta de la joven, lo que le daba arcadas y le impedía poder respirar. El hombre disfrutaba viendo la cara de Lucía a la que le caían lágrimas que estaban corriendole el rímel de los ojos. Sin duda las gafas le daban un aire de niña buena que estaba excitando mucho a Oscar y empezó a aumentar la velocidad de las embestidas en la boca de la joven. Lucía no podía seguir el ritmo y las arcadas no la dejaban respirar.

Oscar le sacó la polla de la boca y la joven cayó como un trapo al suelo intentando recuperar el aliento. Sin dejar tiempo a Lucía para recuperarse, Oscar la agarró del brazo y la arrastró hasta el salón.

  • ¡Quítate la ropa! - le ordenó Oscar mientras se desnudaba. - ¿O quieres que te la arranque?

Sabiendo que Oscar no bromeaba con sus amenazas, empezó a desnudarse y en cuanto se quitó la última prenda, Oscar la empujo bocabajo en la mesa del salón. Con la rodilla le obligó a separar las piernas, mientras se colocaba un condón y con la misma brutalidad del día anterior, le empezó a meter su dura polla por el coño. Al sentir la polla entrando en su estrecho coño, Lucía se arqueó e intentó escaparse de la sodomización que le esperaba. Con firmeza Oscar la agarró por la nuca y le empujó la cara contra el frío cristal de la mesa. Empezó a follarla con unas embestidas tan fuertes, que la mesa empezó a moverse por el salón. La respiración de la joven empezó a acelerarse y suaves gemidos empezaban a salir por su boca.

La ira volvió apoderarse de Lucía, ya que ella quería que la follasen más suave, no como una a una puta barata que le gusta que le sodomicen. Entre jadeos intentaba quejarse a Oscar que le hacía daño, pero este la ignoraba y seguía follandola. El cuerpo de Lucía comenzaba a estremecerse y su respiración se aceleraba, al igual que la follada que le estaban dando.

Oscar le dijo que la iba a soltar, pero como se moviese, no sería su coño lo que le follaría. Esa frase hizo que un escalofrío recorriese el cuerpo entero de la joven, ya que sabía que se refería a su virgen culo. Lucía se agarró al borde de la mesa para evitar enfadar a Oscar y para no caerse, ya que sus piernas le estaban temblando. La joven ya no era capaz de pensar con claridad y muchísimo menos de resistirse, ya que su cuerpo se había rendido al placer y la lujuria.

Tanto la respiración de Lucía, como sus gemidos estaban totalmente descontrolados y Oscar se dió cuenta que su perrita estaba a punto de llegar a su límite. Lucía intentó ponerse de puntillas para levantar su culo y así facilitar que la dura polla entrase y saliese con más facilidad. Sin dejar de follar a Lucía, Óscar deslizó una de sus manos entre sus piernas y empezó a frotar el clítoris totalmente mojado de la joven. Si Lucía ya no era capaz de resistirse con la folla que estaba disfrutando, menos aun que la masturbasen a la vez y todo su cuerpo se estremeció. Lucía intentó taparse la boca para intentar disimular los gemidos. Un fuerte orgasmo estalló en el cuerpo de la joven, que le hizo apretar hasta el último de los músculos de su increíble cuerpo. Los espasmos del coño de Lucía apretaron la polla de Oscar haciendo que se corriese como un loco, clavándole la polla lo más adentro que pudiese, lo que hizo que Lucía tuviese que ponerse de puntillas.

Una vez descargado totalmente, Oscar sacó la polla del coño de su perrita y esta intentó ponerse de pie, pero le fallaban las piernas. Oscar dibujó una sonrisa en su cara, al ver la cara de satisfacción de Lucía, que era incapaz de disimular. La perrita se había portado muy bien, por lo que decidió no obligarla a limpiarle la polla, con que se quitó el condón y se limpió con una servilleta. Al ver aquello, Lucía se relajó, ya que temía que tuviese que chuparsela o untarselo como el día anterior por el cuerpo.

  • Te has portado muy bien perrita. - le felicitó Oscar mientras se vestía.

  • Me duele todo. - se quejó Lucía intentando caminar.

  • No te escuché quejarte. - le dijo entre risas. - No parabas de gemir.

  • ¡Cabrón! - le dijo Lucía mientras caminaba con dificultades hacia su ropa.

  • Puedes marcharte, que tengo que trabajar.

Lucía sin decir nada se vistió rápidamente, ya que lo único que quería era salir de esa casa, ya que la vergüenza se estaba apoderando de ella. Se despidió de Oscar y salió de la casa hacía su coche. Una vez sentada en su coche, intentó relajarse y que su corazón dejase de latir con tanta fuerza. Como un ninja Oscar apareció sin hacer ruido al lado del coche de Lucía, que le hizo dar un bote del susto que se llevó. Lucía bajó la ventanilla.

  • Joder, que susto me has metido.

  • Te has dejado las gafas. - le contestó entre risas Oscar mientras le daba sus gafas.

  • Gracias.

Al girarse Lucía para coger las gafas, se quedó congelada al ver la cara de enfado que tenía Oscar. Esa cara no le gustaba nada a la joven y miró aterrada a donde estaba mirando Oscar. La sangre se le heló al descubrir que lo que Oscar miraba enfadado eran las braga que se quitó al llegar al chalet.

  • No es lo que parece. - le dijo Lucía intentando calmar al hombre.

  • Te dije que no te pusies bragas. - le contestó con una seriedad que helaba a Lucía.

CONTINUARÁ...