De plebeyo a noble 3 - La isla

Peter sale en busca de ayuda, yo me quedo con las mujeres. La convivencia empieza mal, pero poco a poco consigo que mejore. (A mi favor)

Gracias a la tensa relación, pudimos dedicar más tiempo a terminar nuestro proyecto de salida de la isla.

Sobre la barca original, construimos una plataforma de cañas fuertemente atadas con troncos ligeros pero fuertes para darle consistencia. A ambos lados colocamos troncos ligeros y cañas para que actuasen de flotadores y estabilizadores, tal como nos había comentado y dibujado Robert tiempo atrás, según modelos que había visto en sus viajes. En el centro, un mástil que sujetaba una vela de hojas trenzadas y tela que podía rollarse en caso de tormenta. La barca original hacía de almacén, donde metimos toda la comida y agua que pudimos, además de la que cabía en la plataforma.

Todos no podíamos ir, puesto que no sabíamos la duración del viaje y podíamos quedarnos sin comida y agua antes de encontrar ayuda. Primero nos planteamos ir los dos hombres porque tendríamos más fuerza para manejar vela, timón o remos, si fuese necesario.

Más tarde lo pensamos mejor, y caímos en la cuenta de que dejábamos desprotegidas a las mujeres, que escasamente podrían alimentarse de frutas, por lo que sería mejor ir un hombre con dos mujeres.

Reunimos a todas y explicamos la situación, terminando diciéndoles que Peter sería el que iría como hombre con más experiencia en navegación y que las muchachas que podían acompañarle, podían ser Judith y Helen, las dos pupilas.

No puedo explicar el lío que se armó tras nuestras palabras. A las muchachas les daba miedo y no querían ir. Caitlin, la madre, dijo que ella estaba dispuesta a ir, pero deberían ir también sus dos hijas. La tutora no estaba de acuerdo en que se fuesen ellas no fuera que luego no enviasen ayuda.

Después de ver cómo discutían durante un buen rato, les dijimos que se pusiesen de acuerdo y nos comunicasen su decisión, pero que si no elegían a dos, nos iríamos Peter y yo, dejándolas solas para que se buscasen la forma de sobrevivir.

Inmediatamente nos marchamos de allí y

las dejamos solas para que decidiesen.

Por nuestra parte, comuniqué a Peter que, si se quedaba la tutora, estaba dispuesto a matarla antes de que la barca desapareciese en el horizonte.

Peter, por su parte, también tenía claro que no iba a hacer el viaje con ella.

Al anochecer volvimos con ellas y nos informaron que irían la tutora con las pupilas Helen y Judith, quedando las otras dos a cargo de Caitlin.

Ultimamos los preparativos, comprobamos toda la carga de comida y abundante cantidad de monedas y una semana después de esto, partieron los cuatro.

Los que quedamos, reanudamos nuestra vida, aunque poco a poco, muy sutilmente, empezó a haber cambios.

Sin apenas darme cuenta, las mujeres empezaron a poner excusas para evitar ayudarme, hasta que llegó un momento en el cual, solamente trabajaba yo para alimentar a las cinco.

Volví a reunirme con ellas y tuvimos nueva discusión la madre y yo, pues ella y sus hijas no debían trabajar y las pupilas que quedaban, tenían que atenderlas a ellas.

-Muy bien. –Dije yo.- Entonces os buscáis la comida vosotras. Yo me marcho.

Y eso hice. Sin prestar oídos a sus protestas, recogí mis cuatro cosas y marché al otro lado de la isla.

A pesar de que el camino era sencillo, como ninguna de ellas había venido en las rondas que realizábamos, eran incapaces de encontrarme.

No dejé de hacer las rondas por la isla, pues siempre aparecía algo, y sobre todo, en días de tormentas: cadáveres con armas y dinero o cajas con los objetos más diversos.

Aquellos días eché de menos unos barrilitos de ron que guardábamos en el antiguo campamento y que no me había podido llevar.

Volví a vivir desnudo, como antes, disfrutando de la naturaleza.

Unos días después de separarme, encontré un cadáver en la playa, que resultó ser el de la tutora, al que me limité a enterrar como venía haciendo con los que había encontrado durante todos aquellos años, sin la menor emoción ni pesar, sino que más bien con desprecio y felicitando a Peter.

Esperé más de un mes, casi dos, para volver a aparecer por la playa donde estaba el campamento, y fue más por las ganas de estar con una mujer que por otra cosa.

Ahora que no tenía a Judith ni a Peter, tenía que espabilar para seguir follando.

Unos días antes de aparecer, estuve observando lo que ocurría, viendo que tenían problemas con la comida.

Se peleaban por pequeñas piezas de fruta que todavía no había madurado siquiera. Las trampas de caza estaban abandonadas, el fuego de la montaña apagado.

Eché de menos a Sandy, pero pensé que estaría dando alguna vuelta o buscando comida.

Las observaba un tiempo y luego retrocedía a un sitio donde no pudiesen localizarme, para pensar en lo que tenía que hacer.

En previsión, me hice con suficiente cantidad de alimentos que guardé convenientemente, me puse una prenda encima y fui hacia ellas como si estuviese dando la ronda habitual, con la idea de lo que quería perfectamente clara.

Encontré a la madre, las dos hijas y a una de las muchachas intentando pescar algún pez, pero sin éxito al parecer.

En cuanto me vieron, vinieron hacia mí como podían, pues parecían débiles.

Se habían cambiado de ropas. Entre las prendas rescatadas debieron encontrar unos camisones abrochados hasta el cuello y se vistieron con ellos

-Por favor, queremos comer.

Danos algo de comer. –Dijo la madre, que fue la primera en hablar.

-Si por favor, tenemos hambre. –Decían las demás.

Yo me hice el duro, sabiendo que tenía todos los triunfos en mi mano.

-Lo siento, no estoy dispuesto a trabajar como un esclavo para vosotras. Tenéis toda la fruta que queráis, y en la orilla tenéis cangrejos y moluscos comestibles.

-Pero no sabemos distinguirlos.

Sandy murió hace 5 días con muchos dolores, porque comió algo que la envenenó.

Tenemos mucho miedo a envenenarnos también.

De las frutas que conocemos, solamente quedan las altas que no podemos alcanzarlas, y las bajas ya las hemos consumido.

Haremos lo que tú quieras. Te ayudaremos.

Me hice rogar un buen rato, hasta que la madre repitió por segunda vez:

  • Seremos lo que tú quieras.

-Pues así será. Desde ahora trabajareis todas para mí. Me serviréis y haréis lo que yo diga. Yo me limitaré a hacer las cosas que vosotras no podáis.

Las que no sepáis, yo os enseñaré.

-Lo que tú digas. –Dijo la madre.- ¿Pero puedes darnos algo de comer?

-¡Ah!, otra cosa más.

Todas las noches una de vosotras dormirá conmigo, y cada tres días cambiará por otra. Vosotras mismas decidiréis los turnos, pero todas deberéis pasar por mi cama.

Sin decir nada, me desnudé, quedándome mirándolas fijamente.

-Qu… ¿Que quieres? –Dijo la madre.

-Os quiero desnudas desde ahora y mientras estemos en la isla… A todas.

-Mis hijas no pueden ir desnudas por ahí como…

-Si no lo hacen, no comerán. –Corté yo.

No solo era el morbo lo que me hizo pedírselo, sino que también era para que cuando viniesen a buscarnos, no tuviesen las ropas destrozadas y por la misma que lo habíamos hecho nosotros: que tuviesen que ir con la ropa mojada cada vez que se metiesen en el agua.

Rachel, la muchacha que quedaba, fue la primera en desnudarse, levantando su camisón, sacándolo por su cabeza y dejándola caer al suelo.

Tenía cuerpo de ánfora, culo respingón, casi sin tetas, pero con unos pezones como enormes cacahuetes con cáscara incluida. Seguida a ella, empezó a desnudarse la hija segunda.

-¡Diana!, pero ¿qué estás haciendo? –Exclamó la madre

-Me preparo para comer, mamá. –Y siguió quitándose la ropa, y dejándola caer también.

La madre, viendo la situación, optó por desnudarse también, pero la mayor no hizo mención.

Al contrario, dio media vuelta y se fue al campamento.

Todas iban tapándose con las manos como podían.

Estaban sonrojadas hasta lo indecible, por lo que, con el fin de ponérselo más fácil, di media vuelta y tras decir: “vestíos y seguidme”, me encaminé al lugar donde había dejado la comida y allí pudieron reponer sus fuerzas. Después volví a recordarles las condiciones. Deberían estar desnudas todo el día. Solamente podían cubrirse por las noches, a la hora de dormir. Además, recalqué que “todas” deberían pasar por mi cama. Y que la que no quisiera, debería salir del campamento y buscarse la vida.

Poco a poco, fueron quedando todas desnudas.

Empezó Rachel, le siguió Diana y poco más tarde, lo hizo la madre.

Había llegado por la mañana, y permanecimos allí hasta la noche, comiendo cuando y cuanto tenían ganas. Dormimos todos sobre la hierba y al día siguiente muy temprano, tras acabar con las existencias, volvimos al campamento.

Encontramos a Jessy, la hermana mayor, acurrucada en un rincón y parapetada con todo lo que había en la choza.

En cuando aparecimos, salió corriendo y llorando a los brazos de su madre.

-Mamáaaa. ¡Qué miedo he pasado! No he dormido en toda la noche. Por favor, no me dejes sola nunca.

Su madre la estuvo calmando un buen rato hasta que se serenó.

Cuando ya estaba más relajada, le hablé yo.

-Como comprenderás, aquí no puedes estar si no acatas mis órdenes, así que deberás marcharte y buscar tu propio lugar en la isla. Puedes irte tranquila, con la seguridad de que si alguien viene a buscarnos, te buscaremos y volverás con nosotros.

Nuevamente se puso a llorar abrazada a su madre que la consolaba con suaves palmadas en la espalda.

Por fin volvió a calmarse y se volvió hacia mí, comenzando a desnudarse. No quise hacérselo más difícil, por lo que pedí a Rachel que me enseñase dónde habían enterrado a

Sandy, la enterré en condiciones, a pesar de terrible hedor, y luego fuimos a buscar más comida para todos.

A nuestra vuelta, ya iniciada la tarde, estaban todas esperando tanto para comer como para recibir órdenes.

Dejé la comida y pase mi mirada sobre ellas.

Cuando mis ojos se posaron en Jessy, no pude menos que detenerme a admirarla. Ya el día anterior, a pesar el amplio camisón, se marcaban sus pechos bien desarrollados, de pezones grandes que pujaban por hacer un agujero en la tela. Las piernas bien torneadas se mostraban al trasluz de la prenda, así como su cintura de avispa…

Pero en ese momento, al verla desnuda, no pude reprimir que mi polla se pusiese dura y apuntase al cielo.

Sus pechos se mostraban desafiantes, apuntando al frente.

Las aureolas grandes, así como los pezones, que marcaban el centro como flechas clavadas en una diana. Su cintura estrecha hacía resaltar unas caderas redondeadas que daban paso a unos muslos blancos, proporcionados en grosor y que por un lado enmarcaban un coño rodeado de pelo castaño, tirando a rubio y por el otro, daban soporte a un culo redondeado y respingón que me volvía loco.

-¿Eres tú la designada para compartir los tres próximos días? –Pregunté con la esperanza de que fuese la elegida.

-No, la designada es Rachel. –Dijo la madre rápidamente.

-Rachel, chúpame la polla hasta que me corra. Las demás no os mováis para que vayáis aprendiendo lo que me gusta.

Desde ahora, la intimidad no existe.

La muchacha se apresuró a cumplir con la orden, mientras todas se daban la vuelta avergonzadas.

-¡He dicho que miréis cómo se hace! No lo repetiré

Todas ellas rojas hasta lo increíble, miraban cómo lo hacía.

Jessy lo hacía llorando.

Rachel no era buena haciendo mamadas, pero ponía gran interés. No obstante, no tardé mucho en correrme debido a los días que llevaba de abstinencia.

Cuando lo hice, sujeté su cabeza haciéndole tragar toda mi corrida.

Mientras retiraba su cabeza de mi polla entre toses y babas, informé a todas de que debían tragar todo y dejarme la polla limpia con su boca. Rachel, chupó y lamió mi polla entre arcadas, hasta que le di orden de parar.

-Espero de todas vosotras que pongáis interés en todo lo que hagáis, especialmente en lo que se refiere a mí.

Rachel no lo ha hecho mal del todo, pero tiene que mejorar bastante.

Las que tengáis poca práctica o ninguna, probad con alguna fruta para ir aprendiendo.

Y ya más relajado, empecé a distribuir tareas entre ellas, que serían las mismas durante tres días, cambiando, una vez transcurridos, la que quedase libre por la que fuese a ser mí compañera.

La compañera saliente, ocuparía el trabajo liberado.

A Jessy la dejé para que me acompañase a encender de nuevo el fuego y dejarla

cargo del mismo, teniendo que estar pendiente día y noche.

No habló en todo el camino de subida. Solamente sollozaba y se abrazaba con las manos cuando me volvía a mirarla. Harto de tanto lloriqueo, tomé la mala decisión de hacerla situarse delante de mí. Al ir de subida, tenía una perfecta visión de su culo y su coño.

Cuando se inclinaba más para subir algún tramo difícil y abría las piernas, me dejaba una perfecta visión de su coño que se abría y de sus pechos.

Todo eso sirvió para inflamarme más y subir el resto del camino con mi polla como una piedra y con ganas de follarla.

Y lo hubiese hecho allí mismo, pero hubiese sido contra su voluntad y quería que ella consintiese, aunque fuera a disgusto.

Ella era consciente del espectáculo que me estaba dando.

Al principio hacía las cosas más extrañas para evitar enseñarme nada, pero pronto se tuvo que concentrar en la subida, a la que no estaba acostumbrada, y se olvidó de mí, o de esconderse de mí.

Al llegar a la cima, junto a la hoguera apagada, tuvimos que recoger madera seca y húmeda, ir apilándola para organizar la pira y dejar suficiente para ir alimentándola.

La hoguera estaba montada dentro de un pequeño torreón o chimenea, donde metíamos la madera seca en la parte baja y la verde y húmeda arriba.

Conforme se iba secando, caía en la parte baja y se seguía alimentando, aunque la producción de humo no fuese tan grande.

Le expliqué que la seca debía ir abajo y que la húmeda tenía que ser menor cantidad e ir situada encima, le enseñé cuales eran las ramas y hojas que tenía que recoger, en fin, todo lo que necesitaba para mantener la pira.

Durante el tiempo que estuvimos allí, noté que me miraba con atención, lo cual me agradó, pues era síntoma de que tenía interés por aprender.

Recogía madera y hojas a mi lado, preguntando cuando tenía dudas. Nuestros cuerpos se rozaban cuando nos desplazábamos de un lado a otro. Unas veces intencionadamente por mi parte, buscando frotar mi polla por su culo, y otras me pareció que era por parte de ella.

Se la veía hasta más alegre.

Cuando terminamos, la bajada de la montaña le resultó más complicada al no estar acostumbrada, por eso, cometiendo un nuevo error por mí parte, la hicimos agarrándola por la cintura y ella con una mano sobre mi hombro.

Mientras trabajábamos, no me preocupé de nada, pero durante la bajada, el baile de sus tetas y su cuerpo pegado a mío, volvió a ponérmela dura.

Cuando ella se daba cuenta de mí estado, enseguida se las cubría con la mano libre al tiempo que se sonrojaba.

Cuando llegamos al campamento, ya estaba anocheciendo. Yo había recogido algunas frutas y bayas comestibles por el camino, y esa fue nuestra cena.

Después de comerlas, nos fuimos a dormir.

Rachel y yo a mi choza y las demás a la otra.

Al día siguiente, el fuego se había apagado porque Jessy no había querido hacer nada. Estaba enfadada, sin decir el porqué.

-Jessy. Te has dejado apagar el fuego y eso supondrá un castigo. Ahora sube inmediatamente y vuelve a encender la hoguera.

-¡No me da la gana!

¡No tengo necesidad ni obligación de obedecerte!

Si quieres fuego, ve y enciéndelo tú. –Y dando media vuelta, se metió en la choza.

-Por favor, Rachel, sube tú que sabes cómo funciona y llévate a Diana.

Ambas hicieron gesto de partir rápidamente hacia la montaña, pero se detuvieron curiosas cuando yo me dirigí a Caitlin:

-¿Qué crees que debo hacer ahora?

-Por favor, déjala tranquila, ya entrará en razón.

Mientras tanto, yo haré sus labores.

-¿Y quién hará las tuyas?

Si quieres entra e intenta convencerla. Si se somete, la castigaré y no pasará nada más, si no, la expulsaré del campamento y no volverá aunque lo pida de rodillas.

La madre entró en la choza y no sé qué le diría, pero poco después salían las dos. Jessy con la cara llorosa y una imagen desvalida que la hacían parecer más bella.

Si antes me había impresionado, ahora me dejaba sin habla. Cada segundo me gustaba más, hasta el punto de pasar por alto el castigo prometido.

-Id cada una al trabajo que tenéis encomendado.

Cuando Jessy se dio la vuelta para encaminarse con Diana hacia la montaña y vi su culo, no me pude reprimir.

-Espera.

Que Diana y Rachel suban juntas y tu Jessy, ven aquí.

Tuve que apresurarlas, pues todas querían enterarse de lo que iba a pasar.

Cuando nos quedamos solos, me senté en una de las piedras más grandes que teníamos alrededor del fuego, para sentarnos a comer, y le indiqué, con un gesto, que se recostase sobre mis piernas.

-¡Estás loco! ¿Cómo se te ocurre semejante barbaridad? …

-Te he prometido un castigo. O lo aceptas o… -Y le señalé la salida.

Llorando, totalmente roja y muerta de vergüenza, se arrodilló a mi lado y se recostó sobre mis piernas. Cuando sentí sus tetas rozando mi muslo, se me puso dura al instante y rozando su vientre.

-Eres un cerdo. –Dijo ella, al tiempo que yo empezaba a pasar mi mano, despacio, por su hermoso culo, en una suave caricia.

ZASSSS.

Mi mano cayó con fuerza medida. Ni mucha ni poca, mientras con la otra la sujetaba presionando contra mis pernas

-AAAAYYYYYYYYYYYY.

Repetí los golpes varias veces, hasta completar cinco fuertes palmadas.

Seguidamente acaricié los cachetes golpeados, bajando hasta sus muslos y subiendo de nuevo a su culo.

Pensé que me iba a correr sin

tocarme, solamente por acariciarla y sentir mi polla contra su cuerpo.

Al principio gemía dolorida, pero poco a poco sus gemidos cambiaron de tono.

Seguí con las caricias, contento porque al bajar el tono de su queja, me daba a entender que estaba aceptando el castigo. Lo que no me esperaba fue que mi pierna, que quedaba bajo su coño, se empezase a mojar.

Al bajar mi dedo por su culo y llevarlo hasta su coño, descubrí que estaba totalmente empapado, al tiempo que un gemido escapaba de su boca.

-MMMMMMMMMMMMMMM

¡Estaba excitada!

Seguí recorriendo con movimientos circulares, desde la base de su clítoris, duro e hinchado, hasta la entrada de su vagina, donde metía ligeramente la yema de mi dedo. Sus gemidos fueron aumentando poco a poco.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMM

MMMMMMMMMMMMMMMMMM

La mano que apoyaba en su espalda, la sustituí por el antebrazo completo, haciendo que ésta quedase sobre su culo, para seguir con el suave masaje en sus glúteos y su ano.

Unos pocos segundos más bastaron para que

su respiración, movimientos pélvicos y gemidos me avisasen de que estaba al borde del orgasmo.

Solo tuve que tomar su clítoris entre mis dedos, haciéndole una mini masturbación, para que saltase en un fuerte orgasmo, creo que el primero de su vida.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Sus piernas atraparon mis dedos en su coño durante un buen rato, hasta que pasaron los efectos del orgasmo, momento en el que se relajó, dejando caer su peso sobre mis piernas.

Dos suaves palmaditas sobre su culo hicieron que quedase arrodillada y sentada sobre sus piernas a mi lado. Su mirada no se levantaba del suelo.

Su cara estaba totalmente roja.

-Ahora irás a la montaña, junto a tu hermana, para hacer el trabajo que te corresponde y que Rachel baje para ayudarme a pescar.

Hoy te quedarás sin comer. No bajarás para hacerlo. ¿Alguna pregunta?

-He…

He dejado de ser virgen, ¿verdad? Ahora soy una mujer marcada.

-Sigues teniendo tu virgo intacto.

Otra cosa es que hayas perdido la inocencia al conocer el placer del sexo, pero eso no lo notará nadie si tú no quieres. ¿Algo más?

No dijo más, se levantó y fue a la montaña, mientras yo me dirigía a la playa con los instrumentos de pesca.

Cuando vino Rachel, me encontraba en la playa, junto a las rocas, preparando la red, después de haber capturado algunas piezas con el arpón. Todavía tenía la polla dura, a pesar de estar trabajado sin descanso para que me bajase la calentura. Se arrodilló en la arena, ante mí y se metió la polla en la boca para hacerme una mamada, sin que yo le hubiese insinuado nada.

Primero se metió la punta, pero luego se dedicó a lamerla, recorriéndola en toda su longitud y circunferencia, y haciendo lo mismo con mis huevos. Yo la urgí a que fuese más rápido.

-Venga, métetela ya y hazme una buena mamada.

-Espera un poco. -Me dijo- La tienes mojada del mar y tengo que quitarle primero el sabor a sal.

-Pues date prisa que estoy que no puedo más.

Todavía siguió un rato lamiéndola por todos los lados, hasta que por fin, volvió a meterse la punta en la boca, realizando una suave succión intermitente que hacía que el borde del glande entrase y saliese de sus labios, haciéndome una caricia todo alrededor que me hicieron soltar las primeras gotas de mi corrida.

Entonces se la metió hasta o más profundo de su garganta y continuó con sucesivas salidas y

entradas al tiempo que la iba acariciando con su lengua.

No pude resistirme nada a su experto trabajo y mi gran excitación, corriéndome a los pocos minutos tras meterla hasta lo más profundo, tragando ella y volviendo a limpiarla como hacía siempre.

Pero no por eso bajó mi excitación. La recosté sobre la arena, junto a la orilla, y me puse a comerle el coño. Lo hubiese hecho con avaricia, pero no quería que se corriese demasiado deprisa para que disfrutara más.

Me dediqué a pasar la punta de mi lengua por la entrada de su vulva, húmeda también por el agua del mar y algo de su incipiente excitación, pero a mí me gustaba el sabor y la estuve recorriendo un buen rato, incluso después de que sus labios se abriesen y estuviese recorriendo su interior, desde la entrada de su vagina al clítoris.

Luego, empecé a meterle la lengua todo lo que podía y a follarla con ella en movimientos rápidos de entrada y salida.

Al mismo tiempo, presionaba con mi nariz sobre su clítoris y la movía ligeramente de lado a lado y con rapidez.

-Siii. Me voy a correeeeerrr.

Siiii.

Siiii. Me vieneeeee.

Me corrooooo.

A pesar de su corrida, no dejó que apartase mi cabeza de su coño, pidiendo más y más y que no parase.

Seguí con el mismo tratamiento un rato más, pero me faltaba e aire y tuve que subir mi boca a su clítoris y meter dos dedos en el coño para follarla con ellos.

Cuando ya estaba a punto de correrse otra vez, me detuve, la hice ponérmela dura otra vez, cosa que consiguió rápidamente, y la follé allí mismo, sobre la arena húmeda, con las olas que iban chocando contra mis cojones y un morbo que a los dos nos excitaba.

A los pocos minutos, Rachel lanzó un fuerte gemido, anunciando su orgasmo, que fue seguido del mío cuando me dejé llevar al sentirlo.

Trabajamos hasta que el sol se situó en la posición del reloj que considerábamos de medio día y nos fuimos a comer con todo lo que habíamos pescado. A la comida no bajó Jessy, pero si su hermana que observé que ocultaba algo de comer y se lo llevaba, pero hice como que no lo había visto.

Por la noche, cenamos todos juntos. A Jessy se la veía natural, conversando animadamente con todos, pero evitando mirarme directamente y poniéndose roja cuando nuestras miradas coincidían.

Cuando ya el fuego eran solamente brasas, tomé de la mano a Rachel y nos fuimos a mi choza, donde volvimos a follar

nuevamente.

Al terminar, le pregunté y me contó algo de su vida. Era prostituta desde los 16 años, cuando su padre la vendió al prostíbulo para sacar algo de dinero que luego gastó en borracheras.

Había hecho de todo, incluso su padre vino a follársela unas cuantas veces, cuando tenía dinero suficiente.

Su madre no se atrevió a discutir su venta. No salía de casa, siempre con heridas y dolores de las palizas que le daba el padre cuando llegaba borracho, que era un día sí y otro también.

Un día recibió a un joven cliente que se corrió antes de meterla, le cayó bien y lo entretuvo hablando, mientras manipulaba su polla, hasta que se le puso dura otra vez y follaron tranquilamente, como dos enamorados.

Ahí tuvo su primer orgasmo y él fue su primer amor.

Unos meses después, el muchacho le pidió al dueño que la dejara libre y como era hijo de una familia influyente, la dejó marchar, pero no pasó un día para que se presentaran los guardias a detenerla por haber robado dinero al dueño. Aunque ella lo negó, la llevaron al prostíbulo y buscaron en su habitación, encontrando una bolsa de monedas que el dueño reconoció como suya.

Luego ya fue todo seguido, cárcel, juicio y condena a más cárcel, de donde la sacaron la congregación para enviarla a las colonias a trabajar.

A la mañana siguiente, Jessy no estaba para desayunar. Me dijeron que había madrugado y había subido pronto.

No bajó a comer y su hermana le llevó comida. A la noche estuvo totalmente en silencio, y se retiró a dormir nada más cenar.

Esa noche tocaba cambio de pareja y cuando me iba a dormir, pregunté:

-Hoy toca cambio de turno. ¿A quién le toca ahora?

-A mí. –Dijo rápidamente la madre al tiempo que se ponía en pie.

Le hice un gesto con la mano para que fuese a mi choza y…

Vuelta a empezar.

Entramos.

Ella delante, yo la seguía. Tenía buen cuerpo, los pechos grandes algo caídos y el culo sorprendentemente duro. En general, todavía tenía una figura capaz de excitar a muchos.

Me coloqué tras ella, con mi polla,

que empezaba a crecer, apoyada en la raja de su culo.

Puse mis manos en sus costados y fui subiendo hasta rodear sus pechos, Mientras, con mi boca besaba su cuello, su hombro y mordisqueaba su lóbulo.

Sus generosos pechos, descansaban en mis manos, mientras con las yemas de mis dedos rozaba los pezones.

Cuando yo esperaba un suspiro, me dijo:

-Tenemos que hablar, antes de nada.

-¿Hablar? ¿De qué?

-De mis hijas.

-¿Qué les pasa?

-Como sabes, soy la esposa del gobernador de Botany Bay y mis hijas son hijas suyas también y por tanto, somos una familia importante.

Tanto Jessy como Diana están destinadas a casarse con hombres importantes, de las mejores familias del territorio, por eso es muy necesario e imprescindible que ambas permanezcan vírgenes y puras hasta su matrimonio.

Para ello, quiero hacerte una propuesta.

-Tú dirás-

-Respondí intrigado.

-Cuando les toque el turno a ellas para estar contigo, yo las sustituiré. Conmigo podrás tener las relaciones que quieras y calmar tú necesidad, pero no arruines su futuro. ¿Estás de acuerdo?

-No.

Yo no estoy calmando mi necesidad con tus hijas y contigo.

Estoy abusando de vosotras, igual que abusasteis de mí, y al igual que vosotras, de la forma más placentera para mí.

Pasaréis todas por aquí, y yo haré lo que me dé la gana. Y como siempre, si estáis conformes perfecto, si no, solamente tenéis que marchar,

construir vuestra vivienda en otro lugar y buscar vuestra comida.

No obstante, si consigues encandilarme para que no tenga necesidad de otra…

-Mi marido nunca ha tenido queja de mí.

Siempre he estado dispuesta cuando él ha querido hacer uso del matrimonio.

Me acordé de los gustos violentos de algunos clientes de mi madre y le dije:

-Mis gustos son algo extraños y violentos. Me gusta infligir castigos a las mujeres con las que follo.

Dudo que tú puedas aguantar eso.

-Sí, ya he oído hablar de eso.

El marido de mi amiga Catherine Collingwood, el conde de Wiltshire tiene tus mismos gustos.

Alguna vez nos ha contado algunos detalles en nuestras reuniones semanales y, al parecer, debe gustarle mucho. Estoy dispuesta a que hagas conmigo lo que quieras.

No entendí mucho de lo que me decía, por lo que le respondí:

-Pues veamos qué sabes hacer. –Dije mientras alargaba las manos para seguir acariciando su cuerpo, pero ella, se dio la vuelta entre ellas e inmediatamente se subió a la cama, colocándose a cuatro patas y abriéndose el culo con las manos.

-Te pido que tengas cuidado, porque no tengo aceite para que entre más suave.

Yo me quedé mirando la situación, reconozco que como un tonto, porque no entendía nada. Contaré que

la cama la hicimos clavando tres ramas profundas en la cabecera y otras tantas en los pies, formando un cuadrado y uniendo todas ellas con ramas atadas sobre las que colocamos cañas también atadas, con lo que creamos una plataforma con tres patas en la cabecera y otras tres a los pies que cubrimos con hojas, trozos de lona de las velas y telas de hamacas de barcos naufragados. Era una cama grande, diseñada para los tres y donde dormíamos después Peter y yo.

-¿Qué haces? –Le pregunté.

-Estoy preparada para que hagas uso de mí.

-Pffffffsssssss. Baja de la cama y ven a mi lado.

Ella, desconcertada, hizo lo que le mandé. La hice colocarse de espaldas a mí, para poder acariciar sus pechos con tranquilidad y tener su coño a mi alcance.

La abracé por la cintura, haciendo presión con mi polla en su culo, volviendo a situarnos como al principio. Nuevamente recorrí su hombro con suaves besos, subí por su cuello hasta el lóbulo de su oreja. Al tiempo, una mano recorría su costado hasta llegar de nuevo a sus pechos para estimularlos con suaves caricias y frotar sus pezones con las yemas de los dedos.

-¡Que sensación más extraña! –Dijo.

Yo seguí, sin prestar atención a sus palabras, acariciando su vientre y bajando poco a poco la otra mano hasta su coño.

-MMMMMMMMMMMM No sé qué me pasa. Tengo sensaciones extrañas.

Cuando sus pezones estaban duros como piedras, su coño bien húmedo y mi polla lista para follarla, le pedí que se acostase en la cama.

-OOOOHHHH.

¿Ahora es cuando te pones violento?

-¿Cuándo qué…?

¡Ah!.

Eso luego, ahora voy a follarte.

Se subió nuevamente a la cama, colocándose de rodillas, con la cara sobre el grueso mullido, y separándose los cachetes del culo con las manos.

Yo me coloqué tras ella y recorrí con la punta desde su culo hasta su clítoris.

-MMMMMMMMMM Me gusta tu forma de tratarme.

-Pues todavía no he empezado.

Llevé la punta a la entrada de su coño y se la metí con un ligero empujón.

Entró con mucha suavidad, pero ya no pude meter el resto.

-AAAAAAAAAAAYYYYYYYY.

PERO QUE HACES.

TE ESTÁS EQUIVOCANDO.

Me dijo mientras saltaba hacia adelante.

-¿Cómo? ¿En qué me estoy equivocando?

-Me la estas metiendo por donde me dejarás embarazada.

Tienes que meterla por detrás.

Yo me eché a reír y la hice acostar boca arriba, tendiéndome a su lado.

-Cuéntame cómo follabas con tu marido. –Le pregunté, mientras recorría su cuerpo acariciando sus pechos y su coño por encima.

-Antes de casarnos, mi madre y sus amigas y también alguna tía, me aconsejaron que fuese sumisa y complaciente ya que mi marido era el que llevaría todas las iniciativas durante la noche de bodas y por siempre jamás. También me hablaron de que siempre debería utilizar el camisón en nuestras relaciones, y de las obligaciones matrimoniales que tenía una esposa. El mismo día de la boda, mi madre me dijo que, cuando mi marido me pidiese sus derechos, tenía que acostarme boca arriba y abrir bien las piernas, que él ya sabía lo que tenía que hacer y solo tenía que hacerle caso. Pero que, sobre todo, siempre conservase la decencia y llevase el camisón puesto.

MMMMMMMM. Me gusta lo que me haces.

-Sigue contando

Y continuó:

-Cuando llegó la noche de bodas y mi reciente marido vino a mi habitación con una botellita que dejó en la mesilla, yo me coloqué como me había dicho mi madre, pero él me dijo que así todavía no. Esa era la postura para dejarme embarazada, pero que esperaríamos unos días para ello. Me hizo poner de rodillas con la cabeza apoyada en el colchón y levantó mi camisa de dormir hasta los riñones…

-OOOOOOHHHHHHH…

¡Cómo me gusta lo que me haces…!

-Recuerdo que le pregunté.

-Esposo mío, ¿esto es decente?

Te estoy mostrando mi cuerpo desnudo.

-Todo lo que hagas con tu marido, es decente. –Me respondió

-Después se puso a untarme en el ano un aceite que era el contenido del frasquito, metiendo los dedos a pesar de mis quejas por el dolor. –No te quejes tanto ni te preocupes, que solamente duele al principio. Luego te gustará. – me decía, pero el dolor era horrible…

-UFFFFFFFF… Mmmmmm.

-Sigue, no te pares. –Tuve que pedirle.

-Es que siento unas sensaciones que no había tenido nunca.

-Ya lo sé, pero no te pares.

  • Por fin, introdujo su sexo en mi ano, produciéndome todavía mayor

dolor.

Yo enterraba la cara en el colchón y mordía la tela para amortiguar los gritos y que no le molestasen. Esa vez me pareció que estuvo horas, pero realmente no debió de ser más de un minuto.

Suuuuu…. MMMMM… fri mucho esa noche, mientras él entraba y salía de mi culo, hasta que, por fin, la metió todo lo que pudo y descargó toda su esencia en el interior. Inmediatamente se salió y se fue a su habitación, mientras yo me quede llorando durante toda la noche, AAAAAAAAAHHHHHH ¿Qué me has hecho? ¿Qué me pasa? AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH.

Con sus últimas frases, me había dedicado a frotar

y presionar alrededor de su clítoris hasta que le vino un orgasmo intenso.

La dejé recuperar y cuando lo hizo, le volví a pedir que siguiera contándome su historia y prosiguió.

-¿Qué es lo que me has hecho? Nunca había sentido esto.

-Te ha disgustado.

-No. Todo lo contrario. Me ha encantado. ¿Puedes hacer que lo sienta otra vez?

-Sigue contándome y veremos. –Dije volviendo a acariciar su cuerpo.

-A la mañana siguiente permanecí en mi habitación todo el día, poniéndome paños de agua caliente en el ano. Por la noche vino otra vez y me hizo el mismo daño o más que la anterior y eso se repitió durante toda la semana.

Mientras entraba y salía de mí, no paraba de decir –OOHHH Que estrecha eres. Cuanto voy a disfrutar contigo. – y aumentaba la velocidad de sus movimientos, incrementando a la vez mi dolor.

-Todo eso duró una semana, al final de la cual ya soportaba bastante bien el acto. Prácticamente no tenía dolor, pero tampoco el placer que me anunció el primer día.

A la semana siguiente me encontré indispuesta y tuve que informarle muerta de vergüenza.

Me dejó tranquila todas las noches de la semana siguiente, pero al sábado, a medio día, al volver de los oficios religiosos me preguntó si ya se me había pasado, y no teniendo valor para negarlo, dije que sí.

-Me acompañó a mi habitación y llamó a mi doncella, diciéndole que me preparase para acostarme, y a mí, que le esperase que venía enseguida.

Al rato vino con su camisa de dormir y me hizo subirme a la cama, pero en lugar de arrodillada, acostada

boca arriba.

-MMMMMMMMMM. Estoy sintiendo otra vez esas placenteras sensaciones.

-Sigue con tu relato. –Le dije yo.

-Esa vez se situó entre mis piernas separadas, ajustó el agujero del camisón a mi entrepierna y se levantó el suyo mordiendo el borde para que no cayese.

En ese momento pude ver su enorme cosa.

Era como un dedo o un poco más de larga y algo más de gruesa.

Con eso era con lo que me había hecho tanto daño.

-Le pregunté si me iba a doler como por el otro lado, contestándome que un poco, pero mucho menos que por el culo.

Mientras lo decía, se la sujetó con la mano, la apuntó a mi interior y se dejó caer sobre mí. Yo grité como nunca y maldijo varias veces. Volvió a levantarse, escupió y embadurnó de saliva su cosa y realizó la misma operación, volviendo a gritar yo de dolor cuando laaaaaaaaaaaahhhhhhhhh Qué gustooooo.

-Si no sigues tú, yo tampoco.

-Sentí mucho dolor cuando entraba, hasta que hizo tope y él se detuvo un momento, para seguidamente volver a dar un fuerte empujón que me hizo volver a lanzar un largo grito, teniendo que decirme que me callara, que no me estaba matando, aunque yo pensaba que sí. MMMMMM.

-Durante todo el acto, estuvo haciéndome un daño horrible, más que por detrás,

además de soltarme sus resoplidos y su frase favorita sobre lo estrecha que era, en la oreja, hasta que resopló más fuerte, la metió todo lo que podía y soltó su esencia, tras lo cual, acarició mi cara mojada por las lágrimas, me dijo: “buena chica, que duermas bien” y se fue a su cuarto.

UFFFFFFF

-El resto del mes, fue casi peor que la primera semana, pues vino todas las noches a mi dormitorio durante seis semanas exactas, haciéndome mucho daño todos ellas, a pesar de que me había hecho con un frasquito del aceite que él había utilizado para mi culo y me untaba bien mi sexo con él, lo que me aliviaba algo, sin embargo, no sé por qué le hizo pensar que a mí me estaba gustando y que lo esperaba ansiosa.

Luego siguió pero una o dos veces

por semana, lo que me resultó más llevadero, pues me daba tiempo para recuperarme. OOOOHHHHHH

-Al mes siguiente, ya no estuve indispuesta y al segundo ya sabía que estaba embarazada. Cuando le di la noticia, una mañana en la que fui al galeno, se alegró mucho y me hizo ir a mi habitación para prepararme, viniendo él al poco rato. Desde ese día pasó a metérmela por detrás, volviendo a hacerme mucho daño, aunque menos que al principio.

Siguió así durante todo el embarazo, pero por suerte, a mí dejó de dolerme, pasando a ser una simple molestia. A su tiempo, nació Jessy, después de dos días de parto. SIIIIIIII.

NO PAREEEEES. ME GUSTAAAAA.

-Pa… Pasé los quince días de recuperación en la cama y una semana más. Después, cuando estaba en el salón del té amamantando a mi Jessy antes de acostarnos, entró él. Venía de pasar dos días en el club de la ciudad, cosa muy habitual en él desde el tercer mes de casados alegando negocios con otros propietarios.

Se quedó mirando como mi hija mamaba de mis pechos, y cuando el ama se la llevó, me hizo ir a esperarle en la habitación, donde reanudó las sesiones por detrás y volviendo a aparecer en mi las molestias, pues lo pechos me pesaban y tenía la parte de abajo dolorida, por la herida que me había hecho el parto al ser Jessy muy grande y todavía no estaba cicatrizada.

OOOOOOOOHHHHHHHH

-Cuando metió su cosa en mi ano, empezó a resoplar cada vez más fuerte, hasta que cayó agotado a mi lado.

Fue la vez que más tiempo estuvo penetrándome mientras yo sufría tremendos dolores y molestias.

Empezó a roncar, pero lo sacudí hasta que se despertó y se fue a su habitación. El resto de mi vida fue igual, excepto que cuando dejaba de estar indispuesta, me la metía por delante durante dos o tres días y luego por detrás hasta el mes siguiente.

MMMMMMMMMM

-Solamente tenía descanso los días que tenía reuniones en el club, que duraban un par de días, tres a lo sumo.

Y así fue hasta que hace algo más de un año fue nombrado gobernador de Port Elizabeth, puesto que aceptó como inicio de la carrera política que pretende llevar. Dejó a su hermano al cargo de nuestra casa y tierras y, cuando estuvo asentado en su nuevo puesto, nos mandó llamar, con el resultado que ya conoces.

MMMMMMMMM.

Cuando terminó su historia, me puse a lamer sus pezones, mientras seguía acariciando su vientre y su pubis.