De pequeña... (2)
La pillada de mis travesuras... relato 100% real
Hola como están queridos lectores? Soy Sandra* nuevamente, primero quiero agradecer la respuesta que obtuve con mi primer relato, la verdad no me lo esperaba y fue muy grato, Les recuerdo que mis relatos son 100% reales y van a relatar mis experiencias sexuales, cambiando los nombres. Esta vez seguiré relatando la pillada de mis travesuras.
Después de las excitantes y turbadoras experiencias que tuve con Mario*, mi mundo empezó a cambiar, si bien yo no sabia a ciencia cierta de que se trataba esa tormenta de sensaciones que me invadían; mi primer orgasmo, del cual yo no estaba plenamente consciente, me impresionó de tal manera que no pude evitar el percatarme de mi propio cuerpo, las caricias en mis piernitas o en mi estomaguito, mi manita bajando hasta mis braguitas y acariciándome mi aun inexperto coñito.
Sentía una necesidad enorme de tocarme a todas horas, y durante la noche mientras me tocaba, debía reprimir alguno que otro quejido para que mi hermana con la cual compartía cuarto y es algo mayor que yo, no se percatara de la situación.
Mis visitas a la casa de Mario continuaron, así mismo las "travesuras" que tanto me entusiasmaban y divertían, pero con menor intensidad, probablemente por el miedo de Mario a ser descubierto.
Cabe aclarar que a pesar de la intensidad de las experiencias con Mario, yo seguía sin saber muy bien lo que pasaba, la necesidad de mi cuerpecito a ser tocado aun me era desconocida.
Pero llegó un día en el que a Mario, a su hermana y a mi nos dejaron, nuevamente, sin mucha vigilancia a jugar a las escondidas. Yo llevaba un pantalón pescador, bastante pegadito pero cómodo al mismo tiempo, y una coqueta blusita que dejaba al descubierto mis hombros, no me vestía para provocarle, pero me pusiera lo que me pusiera parecía agradarle.
Esta vez, nos escondimos en un closet que se encontraba en el cuarto de visitas, el cual no era muy transitado. Cuando me metió en aquella oscuridad, inmediatamente se abalanzó a mi pequeño cuerpecito, dándome besitos en mi cuello, hombros y boquita; pasando sus manos sobre mis tetitas, mis piernas o mi culito, deteniéndose largamente sobre mi conchita que a estas alturas se mojaba y palpitaba en espera de que le pusiera mayor atención. Sin embargo, el espacio no era suficiente y pronto se topó con las dificultades para poder tocar todo mi cuerpo.
Así, intempestivamente, abrió la puerta del closet; estaba desesperado, hasta cierto punto me asustaba y excitaba esta forma de actuar; me acarició vehementemente; mientras me besaba el cuello, sostenía mis nalguitas una en cada mano y las apretaba, las sobaba, las estrujaba; acariciaba mis hombros, mis pechitos, mi conchita; todo con tal desesperación que parecía que la vida se le iba en ello, probablemente por la calentura acumulada de días anteriores.
Esta vez un movimiento en particular llamó mi atención, ya no se limitaba a acariciarme, ahora me restregaba su entrepierna, trataba de bajar lo más posible para alcanzar mi pubis.
Me sentía como una muñequita de trapo en sus brazos, me movía, me acomodaba, me acariciaba, todo tal cual lo deseaba.
Me volteó rápidamente, puedo decir hasta bruscamente; sus manos sobre mis hombros y me restregó ese paquete que ya parecía romper sus pantalones, lo restregaba contra mi paradito culito. Posó sus manos por debajo de mi blusita tocándome los pechitos y pellizcándome, no muy fuerte, mis rosaditos pezones.
Mi respiración se aceleraba y se volvía más fuerte, así como las palpitaciones de mi corazón, el color de mis mejillas y la calentura de mi sexo. Sentía su ardiente aliento en mi cuello y en mis orejas, y mientras me encontraba de espaldas a él, me bajó mis pantaloncitos y mis braguitas de un solo tirón; me sorprendió de sobremanera pero poco tiempo tuve de reaccionar ya que se agacho e inclinándome levemente, de tal forma que mi culito y mi rajita quedaran expuestas al mismo tiempo; hundió nuevamente su lengua en mi infantil sexo.
Pasaba su lengua de arriba abajo, se detenía en mi botoncito, llegaba hasta mi anito; tenía sed, sed atrasada y solo mis juguitos parecían saciarle. Tenía sus manos en mis caderas, luego las pasaba a mis nalguitas para separarlas y así, facilitarle su labor; luego las acomodaba de tal forma que uno de sus dedos acariciara mi anito. Mientras tanto, yo seguía asombrándome por esa oleada de sensaciones. Indescriptible. Quería más, necesitaba más; pero ¿Qué más? ¿Cuál necesidad debía satisfacer? Estaba tan confundida, el calor subía desde entre mis piernas, para apoderarse de todo mi ser; mi boca la sentía tan seca, mi cabeza tan revuelta y mi entrepierna tan húmeda. Cerré los ojos y me deje llevar, me deje sumergir por su lengua en mi rajita, por sus manos sobre mi piel, por su dedo en mi culito.
En eso una de sus manos se apartó de mis nalguitas, supuse que la llevaba a su pantalón para dejar libre su miembro de la opresión a la que era sometido.
Sin embargo, un ruido me distrajo de mis suposiciones y al parecer también distrajo a Mario de sus intenciones; pero no lograba distinguir bien de que se trataba el ruido hasta que abrí los ojos, tenía delante de mí la puerta de la habitación ¡El seguro! En medio de su ímpetu, Mario había olvidado asegurar la puerta de la habitación. En ese momento, para mi todo se volvió como una película en cámara lenta; la manija de la puerta moviéndose, Mario tratando de reponerse y evitar que la puerta se abriera, yo con los pantalones y las bragas abajo, completamente colorada y sudorosa; y la puerta abriéndose, más y más, hasta que dejó ver la figura de la hermana de Mario y mi hermana! Mi hermana de 19 años, en la puerta con los ojos y la boca abierta; se acercó rápidamente y le soltó un bofetón a Mario con tal fuerza, que resonó por largo tiempo aunado al sepulcral silencio que nos envolvía.
Mario salió de su asombro cuando mi hermana me vistió y me alejó de él, de su familia, de su casa.
Mi hermana debió de contar algo a mis padres, ya que me asediaron por un tiempo con preguntas y cuestionarios tratando de averiguar, a lo que yo respondía que solo era un juego, una travesura. Mis padres después de un tiempo se resignaron pues mis respuestas no cambiaban, supongo que esperaban que esta situación no fuera tan grave y con le tiempo lo olvidara, peor no fue así y la exploración de mi cuerpo aumentó. En cuento a Mario, bueno, mis padres dejaron de frecuentar su casa, no dieron razones, y nunca más lo volví a ver.
Bueno espero hayan disfrutado este segundo relato, continuare los relatos de mis demás experiencias, solo espero que me manden sus comentarios, eso me animará más.
Besos Sandra XOX