De Paga-Fantas a Fuck-Friend - 2 – El Apartamento

Continuación del relato anterior. Cova y yo nos vamos a un apartamento a "rubricar" y celebrar nuestra nueva condición de Folla-amigos

En la primera parte relaté como tuve mi primer encuentro sexual con Cova. Seguimos con lo que pasó aquel mismo día.

Cuando terminamos de comprar y nos cansamos de enrollarnos en el coche nos fuimos a tomar un bocado y reponer fuerzas.

Mientras cenábamos terminamos de hablar de lo que había pasado y el porqué, y me dejó muy claro que mejor que no tuviera expectativas. Éramos amigos y solo amigos. Eso sí, con "dereho a roce". Si a ambos nos apetecía, podíamos enrollarnos y follar y lo que fuera, pero nada de sentimientos, ni obligaciones, ni historias. Cada uno era libre de tener sus ligues novio/as o lo que fuera.

La verdad es que yo no estaba del todo de acuerdo, ya que llevaba muchos años colgado con ella, pero con tal de tener “acceso carnal” pues acepté, y ya vería en que terminaba el tema.

Cuando terminamos le propuse ir a un apartamento que tenían mis padres cerca y que casi nunca usaban, para terminar de “rubricar” el acuerdo. Aceptó, sin sonrojos, sin cortes, si historias ni tonterías.

Llegamos al pequeño apartamento y busqué algo de beber, al final tuvo que ser algo de licor sin hielo ni nada, ya que mis padres aún no le habían dado uso al sitio aquel año. Se tomó la copa de un trago y yo la imité, no hizo falta una segunda copa.

Nos acomodamos en el sofá y empezamos a besarnos. No tenía ninguna prisa y quería explorar a fondo el cuerpo de aquella mujer que tanto me había obsesionado durante tanto tiempo…

Besaba su boca, exploraba con mi lengua, encontré un sitio en su cuello donde se estremecía cada vez que la besaba o mordía.

Mientras mis manos no estaban quietas y recorrían cada centímetro de su cuerpo, deleitándose con todas y cada una de sus curvas… Exploré su trasero, no muy abultado, pero sí muy duro, sus caderas, su vientre, su espalda, y ya, por fin, sus maravillosos pechos.

Le quité el top y me maravillé con su visión, se quitó el sostén con una mirada pícara y me faltó babear. Eran maravillosos. Tan llenos, generosos, con una forma tan magnífica, casi, casi, ingrávidos, aunque sí que eran naturales, nada de silicona por allí. No tengo palabras para describirlos con más detalles, así que os pido que os imaginéis los de Scarlett Johansson, tan solo un poquitito menos grandes. Me abalancé sobre ellos y los besé, los mordí suavemente, y, cuando noté que los pezones se endurecían, los mordí, los lamí, los pellizqué y los chupé suavemente. Ella gemía suavemente y me indicaba si algo le gustaba y quería que lo hiciera más o si quería que parase o que lo hiciera más suave.

Mientras, metí la mano por debajo de sus braguitas y exploré su sexo, ya húmedo, lo fui explorando poco a poco, acariciando su monte de Venus, y los labios externos. Llené mis dedos con sus fluidos y le exploré el interior de su vulva. Apenas noté sus labios internos, pero localicé con bastante facilidad su clítoris.

Empecé a acariciarlo con movimientos circulares, muy suavemente, y ella se estremeció de placer. Quise meter un dedo en su vagina, y la encontré caliente y húmeda. Mientras con mi dedo exploraba su vagina, con el pulgar seguía acariciando también el clítoris, y mientras, no paraba de besarla en la boca, en el cuello o en sus pechos.

Encontré una pequeña zona rugosa dentro de su vagina y la fui acariciando mientras seguía con todo lo demás, creo que se trataba del famoso punto G, porque, tras unos minutos, se corrió y se estremeció muchísimo, su vagina me apretó tanto el dedo que se escurrió hacia fuera.

La dejé que se recuperara, pero volví al ataque, me dijo que si quería follarla ya, pero le dije que aún no. Le quité la poca ropa que le quedaba y me arrodillé ante ella.

Empecé a besarle y lamerle los muslos, por el frente de arriba abajo hasta la rodilla, y luego fui subiendo por la parte interior de los mismos… Realmente tenía la piel muy suave y delicada por allí. Jugueteé un ratito por la zona, pero sin terminar de llegar a su sexo.

Cuando por fin llegué no me apresuré a comérselo, si no que la fui besando por el pubis, el perineo, y toda la parte exterior de su coño.

Ya por fin, le abrí los labios, humedecí mi lengua y empecé a lamerle por dentro, no fui directamente al clítoris, sino que empecé a lamerle todo lo demás. En un arrebato de inspiración metí todo lo que pude mi lengua dentro de su vagina, nunca antes lo había hecho, pero me pareció una buena idea, y, por como ella reaccionó parece que acerté.

Ya por fin, empecé a lamerle el clítoris, combiné varios tipos de movimientos con la lengua hasta que di con el que más le gustaba, ella me ayudó guiándome no solo con sus gemidos, sino también dándome leves indicaciones con sus manos, desviando levemente mi cabeza hasta que alcanzaba el lugar que ella quería que le comiese. También decía, ¡chupa!, ¡muerde! y cositas así.

Volví a meter un dedo en su vagina y volví a buscar aquella zona de antes. La encontré y la volví a acariciar. Me picó un poco la curiosidad, y, sin dejar de comérselo, le metí otro dedo más, entró sin problemas y exploré un poco con los dos. Intenté meter tres, y entraron, pero noté que no estaba del todo cómoda y los saqué y volví a meter solo uno, y a ratos, dos.

Tras un ratillo trabajándomela de aquella manera, me indicó que me la follara fuerte con mis dedos y que la mordiera. Se estremeció otra vez y gritó: ¡¡¡DIOS!!! Los músculos de su vagina se empezaron a convulsionar y terminaron apretando tanto que mis dedos volvieron a escurrirse fuera. Se había corrido otra vez.

Descansamos un rato, pero ahora me tocaba a mí disfrutar. Cova me agarró por mi miembro y me llevó a la cama. Me tumbó sobre ella y empezó a devolverme los favores que le había hecho hasta ahora. Empezó a lamerme el pene, me chupó las pelotas y pasó su lengua juguetonamente por mi perineo. Yo tenía miedo de explotar en cualquier momento y me puse a pensar en cualquier cosa, con tal de aguantar.

Se puso a horcajadas sobre mí y vi como mi pene desaparecía dentro de ella. Empezó a cabalgarme y yo aproveché las ventajas de la postura para volver a recorrer su cuerpo con mis manos. Apreté sus nalgas, subí por sus caderas y busqué sus pechos. Ella se inclinó para que pudiera chuparle los pezones.

Cuando creí que me iba a correr paró de moverse y me apretó fuerte la base del pene. Desaparecieron mis ganas de correrme y, tras un minuto, volvimos al lío, le pedí que se tumbase ella en la cama y, en la clásica postura del misionero empecé a follarmela. No es que sea la mejor postura del mundo, pero me permitía follarla, besarla y acariciarle el pecho. Quise probar varias cosas, así que, después de unos momentos, hice que se tumbara de lado, me puse de rodillas sobre la pierna que quedó abajo, le puse la otra cruzada sobre mi cuerpo y mi hombro y empecé a follarmela otra vez, lo bueno es que tenía acceso a su pecho y a su sexo. Cambiamos otra vez, y me la follé un poco al estilo perrito. Ya por fin, intentando que mi pene no saliera, hice que se tumbara bocabajo con las piernas cerradas. Es casi como darle por detrás, y mi pene quedaba apretado entre su vagina, sus muslos y sus nalgas. Le pedí que intentara tocarse ella, y, empecé a darle cada vez con más brío. Para mi sorpresa noté como estaba casi al borde del orgasmo otra vez, así que intenté durar lo más posible. Ya por fin, estando apunto de correrme, noté como ella se corría de nuevo, y, seguidamente, lo hice yo, inundándola con mi leche justo antes de que su vagina me expulsara con sus apretones.

Nos quedamos en la cama recuperando fuerzas. Este fue uno de los mejores polvos, si no el mejor, que he tenido nunca, y supongo que de los suyos también. Pocas veces he conseguido que una mujer se corriera tantas veces en una sola “sesión”.

Le pregunté si siempre le pasaba aquello cuando se corría, que casi salía disparado fuera de ella, y me dijo que solo cuando tenía orgasmos muy intensos, lo cual me alagó. Caí en la cuenta de que no habíamos usado protección, pero me tranquilizó y me dijo que llevaba "algo" puesto. No especificó, pero supuse que era un diafragma o un DIU.

Me dijo: "Siempre y cuando me prometas que con el resto del mundo te pones un abriguito en tu cosa, conmigo lo podrás hacer a pelo. Pero no me la vayas a jugar. Somos amigos y hay confianza, si haces alguna cosa rara, pues te pones un condón hasta que estés seguro de que no tienes nada".

  • ¡¡Guay!! Y acepte, por supuesto.

Aquella noche repetimos la actuación al menos un par de veces más, probando todas las cosas que se nos pasaba por la cabeza. No fueron tan brillantes como esta primera, pero conseguí que disfrutara de una manera o de otra todas las veces.

Espero que os haya gustado este relato, pronto más…