De pablo a paula (6)
Continua la noche de sexo
El trayecto hasta casa nos calmo un poco.
Cuando llegamos a casa hice que se desnudaran. No estaban nada cómodos desnudos uno delante del otro. Era gracioso.
Me senté en el sofá y les indique que se arrodillaran delante de mí. Carlos quedo a mi derecha y le ofrecí un pie. Comenzó a lamer los dedos, uno a uno.
Carmen miraba la escena como alucinada pero al cabo de un rato su vista se dirigió hacia mi cara. No sé qué pretendía, pero si sabía lo que yo deseaba.
-Carmen quítame la sandalia –dije-
Una vez que me la quito, le puse el pie cerca de su boca. No necesite decirle nada. Inmediatamente empezó a lamer mis dedos. Eso sí, antes vi una sonrisa en su cara.
Me canse pronto de estas actividades, no eran desagradables pero tampoco me ponían especialmente pero les mantuve casi media hora lamiendo. No se quejaron, pero en Carlos si note cierta desgana, seguramente provocada por el cansancio. Evidentemente se lo dije.
-Que va Paula –trato de negarlo- me encantan tus pies.
-Pues no lo parece –conteste con cierto grado de enfado en la voz-
Le separe dándole un puntapié en la boca.
-Carmen aquí –y di una palmada en el sillón-
La bese con pasión, ya he dicho que la niña me gusta mucho, además quería incentivar a chico.
Indique a Carlos que se tumbara sobre mis piernas y comencé a palmearle las nalgas. Espaciaba las nalgadas con un beso a Carmen. Le puse el culo bien colorado y sentir como su polla se ponía dura sobre mis muslos fue genial.
Le aparte de mí y cayó al suelo. Ordene a Carmen que se sentara en su boca para que le presionara bien mientras que el joven lamia su coño. Yo me acerque a la chica y le puse la verga en los labios. Se la metió en la boca.
Al rato cambiamos de posición. Me puse de rodillas, Carlos me comía la polla y Carmen los huevos y el culo. Eso me puso como cinco motos.
Volvimos a cambiar, Carlos en el centro, Carmen debajo, haciendo un sesenta y nueve y yo me dedique al trasero del muchacho. Tenía el ano cerrado. Lo humedecí y metí un dedo, me di cuenta que no era un culo virgen, pero si con poco uso.
Estábamos muy excitados. Había llegado el momento de follar. A Carlos le apoye en el borde del sofá. Lubrifique su culo y luego mi verga. Carmen miraba extasiada.
Comencé a penetrarle. Me costó un poquillo de trabajo pero la sensación era sumamente agradable al tener el esfínter con poco uso. Una vez que la tenía clavada a fondo, dije:
-Carlos ahora Carmen se va poner en posición para que la penetres.
Se separó del sofá, la joven se medio tumbo, con las piernas bien abiertas y hacia arriba, dando todas las facilidades que podía.
Formado este pequeño trenecito comenzamos con el mete saca. No muy rápido ya que si no se podía perder la “formación”.
Al rato entre los gemidos escuche la voz de Carmen.
-Carmen, permiso para correrme.
-No, aguanta.
Volvió el concierto de gemidos. Luego fue Carlos el que dijo que se corría, por supuesto que no le deje.
Yo fui la primera en llegar, como debe ser. Después fueron ellos, la joven, con desesperación, suplicaba que la dejara correrse, la deje. Pero el muchacho no dijo nada, se corrió sin poder contenerse.
Al preguntarle el motivo se justificó diciendo que el sentir mi semen dentro de su culo fue demasiado y no pudo controlarse.
-Sabes que eso tiene un castigo, no has sido obediente.
-Lo siento Paula –fue lo que se ocurrió decir-
Me quede mirándole con desprecio.
-A ver Carmen que castigo crees que merece este despreciable ser.
-No sé, eso es cosa tuya –dijo mirando al suelo-
El ser despreciable se postro a mis pies, suplicando perdón. Le deje unos segundos y de una patada le aparte.
Le agarre del pelo y le puse de pie. Entre Carmen y yo le retorcimos los pezones. Gritó de dolor, pero su verga se puso dura, aunque hacía nada que estaba vacía. Cogí un periódico que tenía a mano y comencé a golpearle en la polla mientras que le insultaba. No eran golpes fuertes pero suficientes para que se le bajara. Luego le retorcí el escroto, apretando bien, mientras le decía:
-No quiero oír gritos.
Carmen estaba alucinada, trato de que le soltara pero con una mirada me basto para que se estuviera quieta.
Solo emitía sonidos guturales. Comenzaron a flaquearle las piernas. Le solté los huevos y se arrodillo besándome los pies y dijo la frase mágica, bueno eso de mágica me lo pareció después cuando fui consciente de lo que significaba pero consiguió que le perdonara en ese momento:
-Perdón Ama, perdona a este perro.
Le mande a un rincón del salón con la orden de no moverse hasta que yo se lo dijera.
-Tienes que aprender a ser obediente –le dije- Ve a ese rincón, de cara a la pared y no te muevas a hasta que te llame.
Se marcho a cuatro patas al rincón. El rincón del perro.
Carmen y yo fuimos a mi habitación. Me apetecía hacer el amor con ella. Nos tumbamos en la cama y comenzó una sesión de besos y caricias. Luego nos masturbamos.
Hice que su pusiera a horcajadas con su sexo en mi boca. Me gusta saborear su flujo. Luego se giro y quedamos en posición adecuada para un 69, así que podéis imaginar que lo hicimos.
La joven se movió y bajo su culo. El ano quedo en buena posición de lamerlo y lo hice. Primero se lo humedecí y le metí la lengua todo lo que pude. Volví a su vulva y note que tenía más cantidad de flujo. Humedecí mis dedos en su vagina y le metí uno en su ano. Luego intente meter otro. Costaba trabajo y oí como se quejaba. Deje de intentarlo.
Dejo de lamerme la verga, giro la cabeza y me dijo:
-Mete los dos dedos.
-Te va a doler. Lo tienes muy cerrado.
-No importa, hazlo, se que quieres hacerlo y yo quiero que lo hagas. Soy tuya.
Tenía razón. Le metí los dedos con todo el cuidado del que fui capaz. Al principio se quejo de nuevo, pero seguí. Mi lengua en su clítoris y mis dedos en su ano. Se corrió de nuevo. Cuando terminó se recostó junto a mí.
-Si te apetece darme por el culo, hazlo –me dijo-
-Aún es pronto para eso –le conteste- Cuando lo haga será para que goces con ello y ten por seguro que llegara el día que te folle el culo.
-Como digas, Paula.
-Ahora quiero que me cabalgues, que medes todo el placer que seas capaz y también quiero que lo hagas bien, que regules para que llegues y tiene que ser el mejor polvo de nuestras vidas.
Se puso de nuevo a horcajadas sobre mi polla, con la mano la puso en la entrada de su sexo y poco a poco, lentamente, fue bajando hasta que la inserto completamente. Me beso.
Yo tuve una sensación nueva. Me encanto sentir como su vagina se abría poco a poco con el empuje que ejercía ella.
-Te puedes correr cuando quieras, tienes permiso.
-Gracias Paula.
Comenzó a mover sus caderas lentamente. Fue aumentando el ritmo. Luego volvía a ir lenta.
-Perro –grite-
-Si Ama –le oí responder-
-Ven al dormitorio.
Gire la cabeza hacia la puerta. Le vi aparecer a cuatro patas. Se quedo parado viendo la escena con los ojos muy abiertos.
Carmen y yo seguimos follando como si no estuviera mirándonos. Nos abandonamos. Cuando comencé a descargar, la joven había iniciado su orgasmo. Pero sentir mi semen hizo que se moviera como si estuviera loca. Creo que empalmo dos o tres orgasmos.
Rendida cayó sobre mí, inmediatamente la abrace y gire para quedar encima de ella. No quería que saliera semen de su vagina. Llame al perro.
-Vas a limpiar el coño de Carmen.
Subió a la cama y separo las piernas de la chica y con una esmerada dedicación limpió todo lo que había que limpiar, incluso un poco que corría por los muslos.
-Ahora mi polla –le dije-
-Gracias Ama.
Devotamente y con la punta de su lengua me limpio el glande. Luego el tronco y al final los huevos, que no estaban manchados.
-Vete a tu rincón.
Se bajo de la cama y a cuatro patas salió del dormitorio.