De pablo a paula (5)
Nuevba entrega de mis aventuras.
Deje pasar unos cuantos días antes de volver a la tienda. Quería que Carmen se pusiera nerviosa, ansiosa y deseara verme con impaciencia. Cuando entre, di un saludo en general, ignorándola, dirigiéndome a Octavio. Era ya la hora de cerrar.
Hable un poco con el hombre y nos fuimos a los probadores. Deseaba echar un polvo rápido y sobre todo que la chica se enterara y vaya si se entero. La vi mirar por la cortina. Cuando terminamos ella estaba esperando. Me despedí de la misma manera que salude cuando llegue pasando de ella.
Me llamo al móvil varias veces pero no se lo cogí ni le devolví las llamadas.
Mientras tanto yo seguía yendo al garito y Carlos me comió la polla varias veces aunque yo solo le masturbe una vez, pero hacia con él lo que me apetecía.
El viernes de esa semana, pase de nuevo por la tienda, repitiendo la forma de actuar que la vez anterior. Cuando salí de los probadores, me acerque al mostrador y con mí mejor sonrisa le dije a Carmen:
-Mañana te espero en mi casa cuando cerréis la tienda.
Y me marche sin darle opción a contestar.
El sábado me prepare, me vestí con mis mejores galas y previamente prepare la cena. La esperaba sobre las diez de la noche ya que no tenía coche y usaba el autobús.
Me sorprendió el timbrazo del portero automático, mire el reloj y aun faltaban veinte minutos para la hora que la esperaba. Debió coger un taxi.
Cuando abrí la puerta de mi apartamento estaba sonriente pero como venía de trabajar no estaba arreglada, llevaba ropa cómoda.
Nos besamos en la mejilla y cuando cerré la puerta le acaricie el pelo y la bese en la boca. Nos sentamos un rato en el sofá, hablando de cosas intrascendentes.
-Ve a mi dormitorio –dije al rato- y ponte la ropa que está en la cama.
Se levanto y fue hacia el sitio indicado. Me quede esperándola. No estaba segura de lo que haría al ver la ropa, tardo un poco en salir. Cuando lo hizo se quedo en la puerta y me dijo:
-¿Esto es lo que soy para ti?
Estaba vestida de criada, de criada sexy. Era una especie de body negro, semi trasparente, que dejaban sus pechos sueltos, unas medias también negras y un delantal blanco. No la deje bragas, quería que se sintiera desnuda. Otra vuelta de tuerca sobre Carmen.
-Eso y mucho más –le respondí- Te queda bien el uniforme.
Me senté a la mesa.
-En la cocina esta la cena –le dije- tráemela.
Puso cara de enfado, pero obedeció sin rechistar. Puso la bandeja en la mesa y aproveche para acariciarle un muslo y rozar su sexo. Estaba empapada.
-¿Te acuerdas de lo te dije que eras?
-Si Paula –dijo- una perra caliente.
-Las perras se ponen a los pies de sus dueñas –respondí, dando un nuevo apretón a la tuerca-
Se arrodillo apoyando el culo en los talones. Vi odio en sus ojos y alguna lagrima. Se le corrió el rímel.
Comencé a cenar como si nada. De vez en cuando le daba algo de comer. No quería matarla de hambre.
Una vez termine, me levante y le indique que hiciera lo mismo. Le pase la lengua por los surcos de sus lágrimas. Eso le gusto.
-Llévate la bandeja y friega los platos.
-Como digas Paula –respondió-
No tenía especial interés en que fregara, pero si quería algo de tiempo para poner nueva ropa en la cama. Cuando salió de la cocina yo ya estaba en el sofá. Le indique que se sentara junto a mí. La abrace y apoyo la cabeza en mi hombro.
-Cuando obedeces todo va bien, ¿te das cuenta, Carmen? –Dije- estoy contenta.
-¿Eso lo que quieres?
-Claro.
Me miro y me beso con pasión. Ya era mía.
-Vamos a salir a divertirnos. En mi cama tienes ropa para que te cambies.
Note alivio en su cara. Igual pensó que iba a ir a si vestida. Se fue rápidamente.
-Ah y maquíllate
-Vale, vale, Paula.
Yo estaba tan excitada como ella, tenía la polla bien dura, pero aun no era momento de tener sexo.
Tardo en salir y no sería por la ropa que se tenía que poner. Solo era un mini vestido rojo y unas sandalias de taconazo de lo que yo usaba en determinadas ocasiones. Sin ropa interior.
Se acerco al sillón.
-¿Te gusta? –le pregunte-
-Parezco una puta barata.
La agarre del mentón y mirándola fijamente a los ojos le dije:
-Mi puta, que no se te olvide, solo mi puta y de barata nada, eres una puta maravillosa.
Alegro la cara. Era completamente mia.
Mientras que bajábamos en el ascensor no pude contenerme y la bese salvajemente. La apreté contra la pared, le metí mano por donde pude y comprobé una vez más que estaba súper mojada, era una chica muy caliente y como me ponía eso. Había dudado de mi bisexualidad pero con ella estaba claro que no había ningún problema.
Ya en el coche seguimos besándonos, me toco la verga por encima del tanga y bufó.
-Está muy dura, ¿por qué no me follas? –dijo-
No le conteste, pero comencé a mastúrbala. Empezó a jadear y poco después a gemir. Estuve tentada de penetrarla allí mismo, pero no era ese el plan. Me contuve como pude. Vi su cara de disgusto. Era momento de otro apretón a la tuerca.
-No te cabrees –le comente- tus orgasmos son míos y yo decido cuando los tienes.
Arranque el coche y salimos rápidamente del garaje, tenía prisa por llegar a pub.
Era pronto cuando llegamos. Elegí una mesa de las altas, discreta. Nos sentamos y pedimos algo de beber.
-Carmen este es un club de travestis –comencé a explicarle- aunque también vienen chicos y chicas. Quiero que conozcas cosas nuevas.
-Ah, bien, no hay problema –respondió-
Me saludo algún conocido/a y al cabo de un rato vi que entraba Carlos. Se dirigió a la barra a por una copa y enseguida vino a saludarme.
-Hola Paula, me alegro de verte.
-Yo también me alegro, Carlos –respondí- Esta es Carmen, una amiga muy especial, es mi puta.
Mire a la mencionada y vi cómo me sonreía.
Se saludaron con un beso en la mejilla.
-No te preocupes Carmen, Carlos quiere compartir tu puesto de puta.
Esta frase provoco que los dos se pusieran rojos y mirando al suelo, humillados y avergonzados. Iba todo según lo había previsto.
Charlamos un buen rato y pedimos otra copa. De vez en cuando tocaba los muslos de Carmen y ella hacía lo mismo con los míos. Subía mi mano, no hizo falta que le tocara la vagina para notar que estaba húmeda.
-Carlos –dije de pronto- Mi puta es muy caliente. ¿Por qué no le alivias de su calentura?
Inmediatamente se metió bajo la mesa y acaricio y beso los muslos de Carmen. Era digno de ver la cara de la chica.
-No, no, no –acertaba solo a decir-
-¿Qué quiero de ti? –pregunte-
-Que sea obediente.
-¿De quién eres? –pregunte-
-Tuya –respondió sin dudar-
-Pues ahora quiero esto.
-Como digas Paula.
-No te corras sin pedirme permiso –le conmine- pero goza, perra.
-Me gusta que me llames perra, ¿Por qué, Paula?
-¿No lo sabes? –le respondí-
-Sí, lo sé.
-Quiero oírlo, Carmen.
-Porque soy una perra, Paula –dijo entre gemidos-
-Me voy a correr….
-No tienes permiso.
-Por favor, me corro.
-Aguanta.
Era precioso ver su cara y los esfuerzos que hacía para aguantar. Carlos debió darse cuenta y creo que aflojo un poco su trabajo sobre el clítoris.
Otras dos veces le negué el orgasmo mientras que el chaval seguía lamiéndola. La gente miraba la escena, al principio fue algo discreto pero luego no se cortaban y estaban pendientes.
Pensé que era momento de irnos a seguir la fiesta en otro sitio.
-Te puedes correr cuando quieras -le dije en el oído-
Tardo segundos en hacerlo, parecía que hacia muecas con la cara, incluso durante un momento puso los ojos en blanco, se mordía los labios para no gritar.
Cuando termino salimos del garito con Carlos, al que le hice señas de que viniera.
-Síguenos en tu coche –dije al muchacho-