De pablo a paula (2)
Segunda parte de mi historia
Ni que decir tiene que en la tienda me lo había pasado genial, al llegar a casa me masturbe recordando todo lo sucedido.
Evidentemente volví por la tienda, siempre a la hora de cerrar y por supuesto vestida de nena. Al final del verano iba dos veces por semana. Se aproximaba la fecha de inicio de la universidad y eso me dejaría menos tiempo libre.
Durante este tiempo tome la decisión de ser algo más que un chico que se viste de chica, por lo que visite a un médico especialista para comenzar a hormonarme. Me aclaro muchas cosas y me saco de errores que había leído en internet. Le dije que pretendía acercarme al cuerpo de una chica pero que al mismo tiempo no quería tomar demasiadas hormonas para que no me afectaran a la potencia de mi pene. Me dijo que era posible, pero que sería mucho más lento el proceso.
En el fondo lo que yo deseaba era tener más apariencia femenina y sobre todo que me creciera un poco el pecho para poder usar la ropa sin postizos y quizás en un futuro me haría un arreglo mamario para aumentar de talla.
Era sábado, me estaba preparando para salir a cenar con mi amante. Se le ocurrió hacer una despedida del verano antes de que comenzaran las clases y no le apetecía hacerlo en la tienda.
Me puse lo más sexi que puede, pero sin parecer una puta. Pensaba que era una ocasión especial. Vino a recogerme a casa cuando cerró la tienda.
Me llevo a un pequeño pero coqueto restaurante del centro de la ciudad. Casi todas las mesas estaban ocupadas por parejas. Cenamos bien, luego fuimos a tomar una copa a un pub de moda y después me propuso ir a bailar.
Yo estaba en una nube, parecíamos una pareja de enamorados. Era una sensación magnifica. Aunque no estábamos enamorados, que conste, era solo sexo. Pero Octavio, que así se llamaba mi amante, hizo que pareciera otra cosa.
En los lentos, bien pegados, me besaba el cuello, jugaba con la lengua en mis orejas y nos comíamos la boca sin ningún disimulo. Estábamos súper excitados, yo notaba su verga dura y el debía notar la mía, aunque no dijo nada.
De repente oí un susurro que me asusto, me emociono y me excito aun más.
-Deseo que seas mía.
Como no sabía que decir que di un profundo beso con lengua.
-Entiendo que eso es un “si”.
Salimos rápidamente del local y fuimos a su casa. En el trayecto no hablamos, solo nos mirábamos y de vez en cuando me acariciaba los muslos.
En el ascensor comenzamos a besarnos y a “meternos mano”, como se suele decir. Ya en casa, me ofreció una copa que tomamos en el sofá y seguimos con el proceso. Nos tocábamos por todos los lados, especialmente las vergas y mis nalgas.
Se levanto del sofá tirando de mí.
-Ven –me dijo-
Me llevo al dormitorio y me dejo en ropa interior.
-Eres divina, chiquilla.
Luego se desnudo completamente. Fuimos así a la cama. Nos besamos otra vez, no sé cuantas veces lo hicimos y las que debían quedar.
Quedo tendido boca arriba, con el pene apuntando al techo. No pude resistirme y me lance a lamerle la polla, los huevos y lo que más le excitaba la zona entre el escroto y el ano. Me esforcé en hacerle la mejor mamada de mi vida. Le lleve varias veces al punto de no retorno, pero lograba parar a tiempo. Bufaba como un toro. Estaba disfrutándolo como nunca.
Por fin no aguanto más y aunque deje de mamarle, se corrió en mi boca, como siempre. Espere un poco a que se recuperara. Le enseñe el semen en mi lengua y por primera vez me lo trague.
Este hecho casi le volvió a poner a tono. Empezó a masturbarme. Me recosté sobre la cama y cerré los ojos dispuesta a saborear esa paja.
Estaba muy a gustito cuando note un cambio sobre mi polla. No me lo esperaba y con la duda en mi cabeza, abrí los ojos para confirmarlo, Octavio me estaba lamiendo y mamando la verga. Creía que moriría de gusto.
Jugó con mi polla, me dijo que no me corriera, que aguantara. Lo hice, aguante y cuando le pareció dejo de hacerlo y me beso repetidamente.
-¿Estas preparada para ser mía? –me pregunto-
-Sí, no, no lo sé –respondí- Solo sé que lo deseo y que quiero que tú seas el primero en entrar en mi.
Me puso a cuatro patas sobre la cama. Se fue hacia mi trasero y comenzó a besarme las nalgas, luego el ano y además lo lamio, me lo mojo todo con saliva y metía la lengua.
Note un montón de nuevas sensaciones, nada que ver con las sensaciones que yo misma me provoca en esa zona. Me derretía. Estaba súper caliente.
-Te voy a poner lubrificante –me dijo-
Note una agradable sensación con el gel.
-Ahora pónmela dura.
Me gire y comencé a tocársela y luego se la mame. Note como se iba poniendo dura dentro de mi boca.
Me la saco y dijo:
-Notaras algunas molestias. Es normal y mas siendo la primera vez, pero si te duele dímelo y paro. No tienes que sufrir.
Vi como se ponía el gel lubrificante.
Se puso detrás de mí, separo una nalga y volvió a ponerme lubrificante.
-Separa las nalgas con las manos.
Lo hice de forma automática, como si llevara tiempo haciéndolo, seguramente fue por la cantidad de veces que lo había visto en los videos porno.
Apoyo la punta en la entrada de mi ano.
-Tranquila, relájate y sobre todo relaja el esfínter y entrara más fácilmente.
La verdad era que si estaba algo nerviosa. Su polla era más gruesa que las cosas que yo misma me había introducido.
Empujo un poco. Mi ano se resistió pero no me dolió. Volvió a empujar, ahora con algo más de fuerza. Ahora si me dolió, pero mordí la almohada para ahogar un grito. Se quedo parado un tiempo mientras me decía:
-El glande ya está dentro.
El dolor pasó y fue como si mi ano se acomodara al trozo de carme viva que le estaba perforando.
Luego dio otro empujón y volvió a parar. Poco a poco, centímetro a centímetro, fue penetrando en mis entrañas. Cuando me dolía mordía la almohada. No sé cuánto tiempo paso hasta que sentí chocar algo en mis muslos. Supuse que eran sus huevos.
-Ya está toda dentro, cielo –me dijo-
-Genial –fue lo único que acerté a decir-
Comenzó a moverse despacio, sin llegar a sacarla del todo. Sentía molestias, perfectamente soportables. Me tocaba la verga y me olvide de las molestias, concentrándome en disfrutar del polvo que estaba echando. Cada vez entraba y salía más fácilmente.
Al cabo de un rato la saco. Hizo que me tumbara en la cama mirando al techo. Subió mis piernas y volvió a ponerme lubrificante, Octavio también se puso.
Volvió a penetrarme, esta vez fue mucho más fácil. Se dejo caer sobre mi cuerpo y mientras que me follaba, nos basábamos como locos. Yo tenía la verga dura como nunca, comencé a masturbarme como podía, ya que él no podía hacerlo. Pero al rato deje de hacerlo, concentrándome en disfrutar de la follada.
Hubo un momento que note como si le hinchara la polla o por lo menos me lo pareció, al poco se corrió dentro de mi ano, bufando de placer.
Por mi parte, el pene seguía duro como un palo. Fui a pajearme para correrme pero en dos o tres movimientos me vacié completamente.
No sé cómo calificar el placer que sentí, así que no voy a hacerlo.