De ocho a ocho y media - por Superjaime

Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.

En verano María se asoma al balcón todos los días a las ocho de la tarde. Siempre con el mismo ritual. Se presenta con su vestido de verano y con sus sandalias. Le duran poco, enseguida se descalza. Es entonces cuando vuelve a entrar y a los cinco minutos regresa a la terraza para gozo de mi interesada mirada. Con la cara y el pelo mojado pero con su vestido de verano, siempre de tirantes.

Debe de regresar de sus clases particulares. Creo que ha suspendido alguna que otra asignatura en la universidad. Pero es lista, yo no la conozco, pero os aseguro que es lista, sólo hay que mirarla todos los días a las ocho de la tarde en su balcón con su vestido de verano y descalzándose de sus sandalias para saber que es lista.

Es además una mujer de costumbres. Todos los días a las ocho y cinco de la tarde, con su cara y pelo mojado, se deja caer en su hamaca. Coloca los pies en la barandilla y mira a la calle un rato, luego al infinito y luego piensa en mi. Yo no la conozco pero os aseguro que con esa mirada sólo puede pensar en mi

Y yo también en ella. Me fijo en sus pies rosaditos; en sus nalgas y cintura que hacen quedar bien a su vestido de verano y en sus pechos en forma de pera. Yo no la conozco pero sé que sus pezones son pequeños y de piel de bebé, del mismo color de la planta del pie. Sé también que su rajilla la tiene húmeda, por el calor, sí, pero luego por pensar en mi. Al igual que sé que cuando el sudor también alcanza la tierra de nadie que existe en toda cara entre nariz y labios, sus axilas al aire, el pliegue de sus tetas o sus muslos es porque no deja de pensar en mí. Como también todos los días a las ocho y veinticinco se roza su vientre imaginando que soy quien lo hace. Y como ese sudor se convierte en flujo y esos roces en una acto de amor que María me dedica a mí.

También sé que ella sabe que yo de ocho y veintinueve a ocho y media me masturbo pensando en ella. Y además le agrada, aunque regrese al interior. Y es que mañana a las ocho, María, volverá a asomarse al balcón