De nuevo se desata la pasión

El reencuentro con nuestro amigo Aníval, el cual mi esposa no se podía sacar de la cabeza, pues se la pasaba pensando en su enorme y gruesa verga.

De nuevo se desata la pasión

Casi un año hace que mi esposa y yo participamos en nuestro primer trío HMH, el cual fue sencillamente delicioso y ella gozó como nunca antes la había visto gozar, al igual que mi amigo Aníval y yo.

Desde entonces nuestra vida se hizo prácticamente «normal» y no participamos en ninguna otra clase de relaciones de este tipo, siempre con la esperanza de volver a estar de nuevo con Aníval, la persona con quien experimentamos nuestra primera vez y con quien hicimos una gran confianza, aunque por supuesto que en la cama seguíamos igual o más apasionados, y en nuestras fantasías siempre estaba él presente, ella imaginaba que era él quien la cogía con su gruesa polla y yo me imaginaba que los veía cogiendo y besándose y me excitaba muchísimo, al igual que ella; pero la verdad es que queríamos hacerlo de nuevo en la realidad y los dos nos moríamos de ganas de que volviera Aníval para gozar de lo lindo del sexo en trío, pero sólo con él. El hecho es que múltiples ocupaciones le impedían volver a visitarnos y varias veces había quedado de venir, con lo que mi esposa se ilusionaba y contaba los días para volver a comerse la gran verga de Aníval, pero siempre surgía un inconveniente de última hora y se volvía a aplazar su regreso.

Pero después de tantas vicisitudes y esperas, al fin se llegó el gran día, ¡por fin iba a volver! Mi esposa Blanquita no lo podía creer, de solo pensar en lo que le esperaba se le humedecía toda la cuquita y yo le decía que si se imaginaba lo que íbamos a hacer, que se imaginara que de nuevo le hacíamos una doble penetración y agarraba una calentura de las que a mí tanto me gustan, que se le pone esa cuca toda babosita, sedosita, se le engordan los labios vaginales y cuando la penetro me acaricia de una manera deliciosa y se siente un calor húmedo definitivamente exquisito, que me hace tener unos orgasmos muy fuertes y ricos, e igual, mientras yo me la cojo bien duro, ella por lo general termina dos o tres veces seguidas, cuando nos excitamos imaginando lo que nos espera en el momento que de nuevo estemos con él. Lo cierto es que esta vez era cierto, él volvía. El día acordado nos llamó y lo confirmó, ya estaba en la ciudad y a las 8:00 de la noche nos pasaría recogiendo en su carro.

Ella se encontraba feliz y dichosa y radiante, se acicaló con una dedicación asombrosa, y el resultado fue magnífico: quedó realmente preciosa, con una minifalda a mitad de los muslos, con la cual se veía muy sexy y provocativa, una blusita con una manga destapada y la espalda también a medio descubrir, que le daba un toque de misterio, además era cortica y le dejaba ver su precioso ombliguito, de verdad estaba muy linda, además con unas sandalias altas, de las que tienen tiritas para amarrarse en los tobillos, y unas tanguitas diminutas y además no llevaba sostén. Parecía una chamita (jovencita) aún con sus 33 años encima, de verdad que no los aparentaba para nada. Como la noche estaba un poco fría, llevaba puesta una chaqueta negra, de pana que le daba un toque de elegancia, majestuoso.

En fin, estaba seguro que Aníval iba a estar encantado de cogerse semejante caramelito de mujer y si a eso le agregamos lo caliente, dispuesta y complaciente que es, cualquier hombre quedaría encantado con mi preciosa mujer, que por algo llevamos 15 años juntos y cada día la quiero y la adoro más y soy muy feliz al lado de ella; por eso me gusta complacerla en todos sus deseos y sus caprichos y este era uno de ellas, el poder disfrutar de dos vergas para ella solita, el placer de ser poseída por otro hombre frente a su marido, cuatro manos dispuestas a acariciarla y a hacerla la mujer más dichosa del planeta. Sus fantasías de nuevo serían cumplidas, la larga espera había terminado.

Como siempre, Aníval no llegó puntual, pasaron las ocho, nueve, y las diez y no llegaba, ya ella se estaba impacientando, hasta que nos llamó explicando su retraso y que en 15 minutos llegaba y así fue. Cuando salimos del apartamento la miré y llevaba una cara de gusto y de excitación que, como dice la frase publicitaria de las tarjetas, «hay cosas que el dinero no puede comprar» y esa era una de ellas, esa mirada de placer y de gusto, de satisfacción, como cuando uno le regala a un niño el juguete que tanto ha anhelado. En fin, el corazón también me saltaba de excitación y me daba un hormigueo en el estómago, sabiendo lo que venía, salimos a la calle y allí estaba él.

Como era muy tarde y no había posibilidad que nos vieran los vecinos, tuve la gentileza de subirla a ella en la parte delantera del auto, junto a él, para que pudieran saludarse como es debido y yo me subí en la parte de atrás, a disfrutar del espectáculo. Allí mismo él nos saludó, me dio cortésmente la mano y me la apretó con cariño y a mi esposa la besó en la boca, abrazándola con pasión, gesto totalmente correspondido por ella, que prácticamente se abalanzó sobre él y se lo quería comer con la boca, mientras él le decía lo mucho que la había extrañado, las ganas que tenía de cogérsela y todas las veces que se había masturbado pensando en ella, en nosotros.

Ella por su parte también le contó lo mucho que lo había pensado, como se imaginaba que él se la cogía con su grueso güevo y lo mucho que también había extrañado sus caricias, sus palabras y por supuesto, su herramienta, siempre dura y dispuesta. Yo desde atrás los veía complacido y excitado, me encantaba verlos así, ansiosos, deseosos. Mientras iba manejando, ya en camino al motel que siempre íbamos, un paradisíaco motel de montaña, en los andes, precioso, muy bien decorado y el lugar perfecto para la pasión prohibida, Aníval pasaba sus manos por las piernas de mi esposa, y ella se estremecía y sutilmente abría más las piernas, en claro gesto de complacencia, para facilitarle la labor y lograr que sus dedos llegaran a su rica cuquita, que a estas alturas seguramente estaría encharcada y palpitante, a sabiendas de la cogida tan deliciosa que le esperaba.

Él poco a poco logró llevar sus dedos a su vagina, por debajo de la falda, protegida por la pequeña tanguita que llevaba puesta, de color negro, como a él le gusta, y por eso ella se la había puesto, para complacerlo en todos los detalles. Él hizo a un lado la tela que le estorbaba para llegar a su objetivo y suavemente empezó a acariciarle la pepita y a tomar entre sus dedos los pliegues de sus labios vaginales, suaves, preciosos que los tiene ella, y luego a poner la punta de sus dedos al frente de su ardiente agujero, mientras ella levantaba complacida las caderas, esperando que le introdujera, al menos por el momento, sus dedos en su hambriento sexo.

Por fin logró hacerlo y ella exclamó un ¡ahhh! de gusto que me estremeció de placer a mí también, imaginando el gusto que le estaba dando Aníval con sus caricias, ya que de verdad os digo que disfruto muchísimo cuando ella siente placer y esa es una de las razones por las cuales me encantan estas aventuras sexuales tan prohibidas por la sociedad, para verla gozando y gritando de placer y que mejor que un trío para ello. Así estuvo un rato Aníval acariciando su cuquita, sus piernas, sus senos, de repente se acercaba y le daba un beso, en algún semáforo que nos detuviéramos y ella lo miraba con lujuria y ansiedad, de que de una vez por todas llegáramos al motel, para dar rienda suelta a la pasión desbocada que los tres sentíamos en ese instante.

Ella por supuesto no se quedó quieta y respondió a las caricias de su amante visitante buscando con sus manos el objeto de todos sus sueños, el pene de Aníval que tanto gusto le había dado y que tanto había imaginado volverse a comer y por fin lo iba a tener para ella solita, entre sus piernas. Ansiosa por volverlo a ver, mi esposa se agachó en la silla en las piernas de nuestro amigo y buscó ansiosamente entre sus piernas la verga de él, bajándole la cremallera al pantalón y haciendo a un lado sus interiores, logró encontrar el pene anhelado, que se encontraba como una roca, grande, grueso, duro, imponente, y que saltó como impulsado por un resorte, mostrando en la cabeza un brillo delatador de lo excitado que se encontraba de imaginar la mujerzota que se iba a comer y que tanto placer le iba a brindar.

Al verlo mi mujercita se relamió los labios y se dispuso a besarlo, diciendo lo mucho que le gustaba, lo grande que estaba y cuanto había esperado por ese momento. Al instante ya tenía entre sus labios toda la verga de Aníval, con una pasión y una furia salvaje, parecía que se lo quisiera comer de verdad, aunque, claro, yo desde atrás, asomado por un lado del asiento de Aníval, no tenía un campo visual muy grande, pero sí podía ver la preciosa cabellera negra de mi adorada mujercita, clavada entre las piernas de su amante, prácticamente devorándole el güevo, mientras yo, su esposo, me complacía viéndola en esos ajetreos. Para mí era una imagen supremamente sensual, qué mamada le estaba dando, en plena vía pública, con los vehículos pasando al lado de nosotros, pero la oscuridad y los vidrios semi-ahumados de su auto nos protegían un poco, sin embargo, no nos importaba, si alguien nos veía, mejor, que se excitara también con el espectáculo y que pusiera a volar la imaginación con la escena.

Desde allí podía ver como su cabellera se movía con el vaivén de su boca arriba y abajo, como lo chupaba, como un caramelo y Aníval se deleitaba y exclamaba lo mucho que le complacía sentir esos tiernos labios en su polla, esa caliente boca en su portentoso aparato, que casi no le cabía en la boca, pues se veía el esfuerzo que debían hacer sus labios para albergar semejante cosa tan gruesa, y eso era precisamente lo que a ella más le gustaba, sentirse llena por completo, tanto su boca como pronto su cuca.

Ya cuando íbamos llegando, él le hizo un gesto a ella de que se detuviera, que lo iba a hacer acabar y quería era echarle toda su leche pero en el coño, hasta dejárselo repleto de semen y eso sería cuando por fin llegáramos al hotel. Ella entonces se levantó y me miró con cara de lascivia, de lujuria, de excitación y me dijo: ummm qué rico está, me muero de ganas de que me coja con ese bichote tan grueso y grande! y me guiñó el ojo con un gesto de complicidad y yo llegué y me le acerqué y la besé con pasión, en su boca húmeda por los jugos lubricantes de Aníval, que se confundían con nuestra saliva y sabía a puro sexo, era muy excitante, sentirla así.

Entonces yo me escondí en la maleta del carro, a la cual se podía llegar por el respaldo de las sillas traseras, ya que en estas ciudades tan mojigatas, no permiten a más de dos personas en un motel. Entonces me escondí y cerré la compuerta y los perdí de vista pero podía escuchar sus jadeos y gemidos, especialmente los de ella, que me excitaban, imaginando qué le estaría haciendo, cómo la estaría acariciando, mientras esperaban su turno en la fila de carros que también se disponían a entrar al motel, muy concurrido a aquellas horas de un fin de semana. Me tenían como loco de la excitación las exclamaciones de ella de gusto, pues ya sin el temor de tener que manejar y acariciarla y seguro que un poco más cómodo por no estar ante mi presencia, se dedicaron a acariciarse y besarse con delirio, con ardor, tratando de compensar un poco el tiempo tan largo en que estuvieron separados y a sabiendas que después que todo pasara de nuevo iban a separarse por otro amplio tiempo, entonces había que sacarle el máximo provecho a aquellos preciosos minutos en que estaban juntos.

Al fin entramos al motel y yo pude salir de mi escondite. Aníval me entregó las llaves de la habitación, para ir abriendo mientras él cerraba el garage y yo me adelanté y atrás venía mi adorada esposa Blanquita, tomada de mi mano y con una cara de vicio que me encantaba.

La miré y le pregunté que como se sentía y me dijo que estaba que explotaba de la excitación y que ansiaba que él se la cogiera y que luego los dos la penetráramos por sus dos agujeros, tal y como tanto lo habíamos soñado, me apretó con ternura la mano y mirándome a los ojos simplemente me dijo: gracias, papi, me haces muy feliz y te quiero mucho, mucho, mucho, a lo que yo le respondí que igualmente la amaba muchísimo y que quería verla gozando como nunca, como una perra en celo, que se sintiera como toda una puta, como una hembra con ganas de macho, que se desinhibiera por completo y que no le diera pena conmigo, que además quería que cada vez que fuera a tener un orgasmo que lo gritara bien duro, que se quejara todo lo que quisiera y con ganas, con pasión, para gozar también escuchándola y disfrutar con su placer ya que eso me vuelve loco y de verdad que me encanta oírla quejarse mientras me la estoy cogiendo o en este caso, mientras se la coge Aníval. Nos ubicamos en la habitación descargamos nuestras pertenencias y yo me ubiqué en una silla al lado de la cama, mientras que Aníval llegó y abrazó a Blanquita con pasión y de nuevo empezó a besarla y a darle lengua con unas ganas terribles, que demostraban lo mucho que también él había ansiado ese momento, mientras mi esposa le correspondía con igual o mayor pasión y mientras yo los veía todo excitado, con el pene a punto de reventar de lo duro que estaba.

Entonces él la fue desnudando poco a poco, bajándole su falda mientras le besaba los senos y ella alzaba un pie y luego el otro, para ayudarle en su tarea, mientras le acariciaba la espalda, los brazos o cerraba los ojos para disfrutar de sus caricias. Entonces ella se agachó as sus pies y dirigió de nuevo su atención a su güevo, dispuesta a seguirlo mamando, ya con mejor luz para poder verlo mejor. Yo preparé la cámara fotográfica y me dediqué a buscar los mejores ángulos para captar aquellas excitantes escenas, entre mi esposa y su amante, con quien me era infiel, pero con mi consentimiento y de verdad que yo también lo estaba disfrutando. Así empezó ella a mamárselo con ganas, se lo metía en la boca, le pasaba la lengua por la cabeza de su pene, por el tronco, le acariciaba las bolas con la lengua mientras con la mano lo masturbaba lentamente, hasta que Aníval no aguantó más y la tomó de la cintura, la alzó, la besó con pasión y la atrajo hacia sí con gran ímpetu, mientras preparaba su colosal herramienta y se la colocaba entre las piernas cerradas de mi muñequita rica (creo que mejor debo decir «nuestra» muñequita, porque debo confesar que varias veces se lo he dicho, la tienes a tú disposición, para que hagas con ella lo que quieras, es toda tuya y por mí no te preocupes, has de cuenta como si yo no estuviera) y ella con desesperación de sentir su cosota adentro, también colaboraba pero claro, así parados no es fácil lograr una penetración, entonces él le alzó un poco una pierna y logró que su verga quedara al frente de los labiecitos vaginales de mi amor, brillantes por sus jugos de excitación y entonces él la agarró de las nalgas, las cuales apretaba con morbo y pasión, y la empujó sobre su polla, doblando un poco sus piernas y alzándola en vilo logró penetrarla así, parados y cuando ella tuvo la verga de él en su interior, pegó un grito de placer que me estremeción y puso una cara de satisfacción, como para el recuerdo y él empezó a decir, ¡ahh que cuca tan rica, como deseaba tenerla así y darle güevo hasta cansarme, qué delicia! y ella decía: ¡sí papi, así, ensártame con tu güevo tan rico, que me llenas toda y me haces muy dichosa, qué gusto ummmmmm! Mientras yo los observaba desde la silla, me desvestí yo también y quedé con mi pene al aire, totalmente enhiesto, sin habérmelo tocado siquiera, no quería adelantar nada, el placer había que regularlo y teníamos toda la noche por delante, sin embargo sin masturbarme, el pene lo tenía en total erección, palpitante y cabeceando de gusto y excitación, esperando con paciencia mi turno y tomando algunas fotos de las escenas que más eróticas me parecían.

Aníval mientras seguía clavándo su voluminoso aparato en la cuca de mi mujer y desde donde yo los observaba podía apreciar claramente como sus labios vaginales se dilataban al máximo, para poder albergar una verga del tamaño de la de Aníval, no sé muy bien de calcular medidas pero fácilmente le pongo unos 22 ó 24 cm y realmente muy grueso, casi como una lata de refresco, se veía deliciosa su cuca repleta de güevo, como a ella le gustaba y ella quejándose y gimiendo de gusto, qué escena, realmente por ver esas imágenes ya podía decir que «eso pagaba la entrada», haciendo alusión a un espectáculo teatral, pero la diferencia es que yo estaba en palco preferencial y estaba presenciando un estreno único e irrepetible: mi mujer poniéndome los cuernos en mi propias narices, con mi total complacencia y con un hombre con una herramienta mucho más grande que la mía, que es de tamaño medio, unos 16 cm y un poco delgada, nada que ver con ese güevo tan grueso de Aníval y precisamente eso era lo que quería, verla gozar con otro hombre, que le llenara la cuca bastante y que la pusiera a sentir placer ante mis ojos, que ella cuando goza es todo un espectáculo sexual de primera y estaba satisfaciendo mis fantasías y las de ella y Aníval gozaba sabiendo que se cogía a la mujer de otro, delante de su propio esposo y que la ponía a gozar como nunca y por supuesto que lo excitaba muchísimo la situación. Así esuvo un rato cogiéndosela, sostenida en los aires los dos frente a frente, pero por supuesto que nadie aguanta mucho rato así, sosteniendo a la mujer, así sea delgada como mi muñeca, que pesa como 48 k y mide 1,65 cm, y sus medidas son aproximadamente 88 de busto, 62 de cintura y 91 de cadera, de verdad que está muy buena, me parece que tiene una figura esbelta y preciosa y en la calle la molestan mucho cuando pasa, lo cual me hace sentir muy orgulloso. Entonces Aníval, con ella montada encima de él, totalmente unidos por sus sexos y sus bocas, abrazados, ella en una actitud de total entrega, penetrada en su vagina hasta lo más profundo y él como todo un macho cabrío, poseyendo a la hembra con furia y desesperación.

Entonces se dirigió a la cama, la depositó allí suavemente y siguió dándole güevo con pasión y ella alzó sus piernas sobre él y se las colocó en sus nalgas, haciendo presión como para que se lo metiera aún más adentro, si es que eso fuera posible.

Así siguió un rato, enterrándole su vergota en la cuca de mi esposa, alzándole una pierna como para que yo pudiera ver como le entraba y entonces se la sacaba por completo y su cuca se cerraba y quedaba un pequeño orificio, escurriendo jugos blancos, espesos, provenientes de los dos, allí mezclados, y su verga se veía desafiante, imponente, mirando hacia arriba, seguro molesta por haber sido sacada del lugar en donde estaba gozando tanto y ella le decía: no la saques papito, métemela bien duro mi amor, hasta el fondo que me encanta! y entonces él volvía a arremeter contra su coño, que tenía que abrirse más de la cuenta para poder albergar en su interior semejante cosota, y se veía que ella lo gozaba de una manera, que impresionaba y que me tenía alelado de placer.

Se podía escuchar cuando entraba y salía, sus jugos chapoteando por el movimiento de sus cuerpos y luego se besaban y él movía las nalgas con desespero, con fuerza, para luego hacerlo más lento y bajar su cabeza a sus senos y se metía un pezón en la boca y ella gemía entonces más duro y luego se metía el otro y ella: aaaay, qué rico, papi, como me haces gozar, me fascina que te me comas las tetas, qué gusto, por Dios! Así estuvo bombeándola un rato, hasta que pude ver como las facciones de mi preciosa compañera se desdibujaban de gusto, y gritó de una manera sensacional, que se venía, decía: aaayy, así, así, Aníval, que me voy a venir, me vengo, aaaaaggggghhhh y ese grito yo creoq ue lo escucharon en todo el motel, me dio un estremecimiento de gusto, todavía hoy escribiendo estas líneas me recuerdo y se me para el güevo y me excito y ya estoy pensando terminar aquí para darle una buena cogida a mi esposa, mientras le leo lo que escribí, para que se recuerde de lo que gozó aquel día y que esperamos se vuelva a repetir muy pronto, además le mostraré las fotos que tomé aquel día, que poco las vemos, por cuestiones de seguridad.

Bueno continuando, resulta que luego de que ella acabó, él se paró de encima de ella, sin aún terminar y la dejó así, con las piernas abiertas toda cogida y con una expresión de gusto y satisfacción que yo creo que ni chupándose un limón se le quitaría, entonces me hizo señas que quería que yo me la cogiera, porque claro que a él también le gusta mucho vernos cogiendo, entonces yo, con mi verga dura como una piedra me instalé entre las piernas de mi amada, ocupando el sitio que hace poco había ocupado el amante de mi esposa y lo coloqué en la entrada de su mojada vagina, le acaricié los labios con mi polla y lentamente se lo fui metiendo, poco a poco y pude comprobar como se sentía un poquito más amplia, claro, después de albergar allí semejante cosota, no era para menos, sin embargo el placer era muchísimo e igual sentía una buena fricción y empecé a moverme y ella me abrazó con desesperación y me atrapó entre sus brazos y me besó con pasión, diciéndome que había sido muy rico y que seguía excitada, que estaba muy rico también mi pene, que la cogiera así, bien duro, como a ella le gustaba y yo, obediene, empecé a darle duro por esa cuca, que chorreaba sus jugos de su anterior acabada y era tan fuerte la sensación, que en pocos minutos ya sentía que me venía, pero me aguanté y seguí dándole, mientras Aníval nos miraba con gusto y se masturbaba lentamente, y nos tomaba también fotos.

Entonces de repente sentí que Aníbal se me acercaba por detrás y que su boca acariciaba las piernas de mi esposa y llegaba a nuestros sexos unidos y lo sentía allí atrás y era una sensación extraña pero deliciosa, cuando de repente sentí que su cuerpo se acomodaba de manera de poner su verga al lado de la mía. Blanca y yo estábamos cerca a la orilla de la cama y ella estaba boca arriba y yo encima, ella con las piernas abiertas sobre mis hombros y yo clavándola por la cuca.

Entonces él empezó a hacer presión por un ladito y ella empezó a gemir con más ganas aahhhh, así, que rico y el de repente, con gran dificultad pero lo logró, se coló al lado mío dentro de la vagina de mi esposa y yo podía sentir la piel de su pene junto a la piel del mío y las paredes vaginales de la cuca de mi mujer ardiendo, aestiradas al máximo, mientras ella se quejaba y decía que le dolía pero que no se lo fueran a sacar, que estba gozando mucho y que le encantaba sentir nuestros dos penes en su interior, que era lo que más había ansiado todo este tiempo, tenernos alos dos dentro de ella, y así estuvimos un rato moviéndonos, gozándonos, hasta que Aníval me dijo que quería que acabáramos juntos, que le avisara en qué momento iba a acabar y yo le dije que estaba a punto y él entonces aceleró sus movimientos, mientras que Blanquita seguía quejándose (ya llevaba como cinco orgasmos seguidos) y no pude soportar más y me vine en una forma salvaje e impresionante que me da escalofríos de solo recordarme y le dije, ahhh me vengo, mi amor, te voy a dar mi leche y me dijo: sí, qué rico, queiro que me llenen de leche, mis dos machos tan ricos! y yo botando chorros de semen dentro de ella cuando siento que al lado mío salen otros chorros y Aníval empieza a gritar: ahhh así, que cuca más rica, que delicia, que orgasmo uuuufffff, ahhh, que rico se siente así entre tres, ummmm y yo también gozando, y entonces nos aflojamos y nos abrazamos los tres, y así estuvimos un rato, acariciándonos pero ya como con ternura, mientras descansábamos para seguir con la función y la verdad es que la pasamos de maravilla, qué noche! echamos cada uno seis polvos, es decir, ella se tragó 12 lechazos, en su boca, en su culo, en su cuca, que gustazo se dio, le dimos por todos lados, en el jacuzzi, en una silla, en el baño, en la cama y así amanecimos y en la mañana de repente siento que me despiertan unos jadeos y era ella que se lo estaba mamando y yo no me desperté del todo, me hice el dormido a ver que más hacían y entonces él llegó y la agarro de las piernas y la sentó encima de él y empezó a hacerla subir y bajar sobre su dura polla y ella también a cabalgarlo con ganas y, bueno, así quien duerme, no me quedó más remedio que levantarme, ya con el güevo como una piedra y ponerme detrás de ella, acariciarle el culito, meterle un dedo y sentir la polla de Aníval a través de la piel de su cuca y luego me acomodé y se lo hundí hasta el fondo y ella quejándose y gozando, como una loca pero de pasión, como una puta en celo, y nosotros dándonos gusto con semejante hembra tan deliciosa.

Bueno, esa fue la última vez que estuvimos con Aníval y de verdad que los tres la pasamos de maravilla y no vemos la hora de volverlo a repetir, nos dijo que en noviembre volvía y estamos esperando ansiosos que llegue el día (por supuesto que ella es la más ansiosa, que me dice que se muere de las ganas por volver a sentir ese bichote en su interior, que la volvamos a coger entre los dos) y bueno, la verdad es que nos arrepentimos para nada de lo que hicimos y somos muy felices y nuestra relación anda a las mil maravillas, gozamos más del sexo, nos la pasamos calientes los dos, a veces lo hacemos hasta dos y tres veces al día, casi todos los días hacemos el amor y definitivamente, esta relación nos llenó de deseos sexuales y nos ha dado muchas gratificaciones.

Me gustaría que me escribieran y me comentaran que opinan al respecto lasparejas que ya lo han hecho o que les gustaría hacerlo, con gusto compartiremos nuestras inquietudes con ustedes y responderemos a sus preguntas. nuestro correo: nelsonyblanca@hotmail.com