De novio a esclavo financiero
Esta es mi historia real, mis inicios, de como mi novio consiguió despertar en mi el Amo que llevo dentro, hasta hacerlo mi esclavo financiero.
Esta la primera vez que cuento mi historia, y por eso debía ser mi primer relato. Mis comienzos como amo financiero, si, has leído bien, amo financiero, aunque un poco peculiar. Siempre hubo alguien que nos hizo abrir los ojos al mundo que hay en nuestro interior, ese lugar oscuro donde habitan nuestras pasiones y fantasías, y que algunas personas como yo consiguen hacer realidad. A ese alguien le dedico este relato, y allá donde este espero que sepa que le recuerdo todos los días y que le echo mucho de menos.
He omitido datos concretos para preservar la intimidad porque esta historia es totalmente real. Es mas un relato de amor que de sexo explícito, como se acostumbra en esta web.
Actualmente tengo 42 años, vivo en una ciudad del norte de España, y como todos, tengo un pasado mas o menos glorioso. Soy homosexual, alto, delgado, guapetón, ni plumas, ni ambientes, y actualmente no tengo pareja. Aunque tengo mi trabajo y vivo bien, siempre tengo algún esclavo financiero que cumple con mis deseos cuando lo necesito, pocos, pero buenos.
Mi historia arranca unos años atrás, en una ciudad del sur de España donde me fui a estudiar a la universidad. Soy de un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce y salir del armario, en aquellos tiempos, era muy complicado.
La ciudad y mis 18 años fueron una liberación para mí, sentir el anonimato y una independencia con esas edades era todo lo que podía desear.
Compartía un piso con 2 chicos más, heteros por supuesto, con los que nunca llegue a congeniar demasiado, pero con los que se podía convivir tranquilamente. Además, al ser de ciudades próximas, se marchaban los fines de semana y me dejaban el piso para mí solo.
En aquellos tiempos no había internet, ni redes sociales ni whatsapp, ni nada de eso, aunque si era justo cuando aparecieron los teléfonos móviles. ¡¡¡Os acordáis de aquellos ladrillos!!! Jaja.
Para ligar había que ir a bares de ambiente, que a mí nunca me gustaron ni me gustan nada de nada, o a sitios de cruising, que claro, sin saber como encontrarlos, ni internet ni vehículo me costo descubrir. No es que me gusten esos sitios, ni los he frecuentado mucho, pero creo que todos hemos pasado por ahí.
Tuve la suerte de tener uno cerca de mi casa, los baños de la estación de autobuses. Allí descubrí el sexo, si, triste pero real. Pasaba siempre por la calle y algunos días me sentaba en un banco desde donde se podía ver la puerta del aseo, muy discretamente miraba quien entraba y salía, y el tiempo que estaban dentro. Otra cosa no, pero lo de observador y controlador lo llevo en los genes desde siempre, no se me escapa una.
Había un chico, que muy de vez en cuando aparecía a las horas que yo solía ir, cruzamos miradas un par de veces, bueno, ya sabéis a que me refiero. Tendría entonces unos 26 años, aunque yo era mas alto que el y tenia mejor porte, tenia algo que me llamo la atención. Quizás su timidez, su aspecto algo desaliñado… no lo sé, pero no era el típico gay, ni mucho menos.
Un día a mediados de octubre, sábado por la tarde, en el que no había mucho movimiento, nos cruzamos, me miro de esa manera y continúo andando hacia el baño, lo vi entrar y al ver que tardaba, me decidí a seguirlo. Me puse a su lado en el urinario, estábamos solos, sentía como se tocaba, estaba con la cabeza agachada y, de repente, se puso muy colorado cuando se dio cuenta que lo observaba con descaro. No pude ver nada, la verdad. Al verse intimidado y mi falta de experiencia, hizo que se subiera la bragueta y se marchara rápidamente.
Me gustaba mucho, así que salí detrás de él, y ya en la calle le dije “disculpa”, ufff se dio la vuelta y su cara de sorpresa y horror al verme no la olvidare nunca. Me quedé un ínstate bloqueado sin saber que decir, imaginaros un niñato como yo delante de un hombre que probablemente estaba más dentro del armario que yo, y entonces le pedí perdón por haberle intimidado, mientras el callaba y seguía mirándome despavorido.
Entonces se me ocurrió decirle que si dábamos un paseo o nos tomábamos un café y hablábamos un rato. Él se puso más colorado aun y seguía callado sin decir nada, hasta que salió mi carácter “hombre, un café como dos amigos, nadie sospechara nada” y mirando a una terraza que había cerca le señale con el dedo. Asintió tímidamente con la cabeza y fuimos en silencio al bar, yo creo que más nervioso que él.
Nos sentamos y empecé a hablar, a contarle mi vida y como había llegado hasta allí, pronto el, al ver que era una persona discreta empezó a relajarse y soltarse un poco. Una de las cosas que le dije, era que buscaba alguien, un amigo, para entrar y salir con discreción, me quedaba colgado los fines de semana y me apetecía algo mas de lo que había en aquellos baños, y por supuesto, si había feeling pues mejor. El no me conto mucho, evidentemente, seguía reticente, pero bueno, cosas muy superficiales, que era un currela (electricista) y hacia chapuzas por ahí, que no tenía pareja y vivía con sus padres destrísimo del armario.
En un arranque le dije si quedábamos para tomar algo por la noche, yo pensaba que después de ese café me tomaría por un idiota y no querría saber de mi… y, efectivamente, muy educadamente me dijo que había quedado. Llamo al camarero, me agarro fuerte del brazo para que no pagara y me invito al café, se despidió de mi y me dijo que ya nos veríamos otro día.
Me fui realmente desilusionado a casa, sentía que había quedado como un idiota y empecé a pensar que era demasiado joven y bobadas de esas. Aun no entendía muchas cosas y reacciones de este mundo.
La semana siguiente transcurría como siempre, de la universidad a casa y así sucesivamente, y mientras tanto ojeaba por la estación por si volvía a verle. Hasta que, el sábado siguiente por la mañana, cuando volvía a casa del super por la calle y a la altura de mi portal, zas, de frente, cara a cara. Nos miramos, y nos quedamos parados, en ese momento y después de sentirme rechazado, no sé porque, le salude tímidamente con la mirada y me gire para abrir la puerta. Entonces fue el quien me llamo, me di la vuelta y se me acerco.
Primero se disculpo por haberme dejado colgado el sábado anterior, nunca había hecho algo así con nadie, a lo cual le respondí que lo entendía y que no pasaba nada. Después se sorprendió que viviera ahí, tan cerca de la estación, esta claro que iba a darse una vuelta por allí. Y después, me pregunto que si estaba ocupado y si quería tomar un café. Yo no entraba en mi cuerpo y le dije rápidamente que sí, entonces le propuse que yo le invitaba en mi piso, así podríamos hablar más tranquilos, titubeo un poco y acepto, muy educadamente se ofreció a ayudarme a subir la compra a casa.
En aquel momento empezó nuestra relación, nos sinceramos muchísimo, y yo me lance al ataque. Había que romper el hielo y en eso yo siempre lleve la iniciativa.
A el no le importaba que yo fuera mas joven, aunque era mas bajo que yo, dábamos el pego de dos colegas. Poco a poco, fuimos superando prejuicios juntos y afianzando nuestra relación. Empezamos a salir, nos gustaba muchísimo, a sitios hetero siempre claro, y a disfrutar de nuestra sexualidad. Lo pasábamos muy bien juntos, congeniamos mucho y alcanzamos ese punto de complicidad y camaradería que hizo que me enamorara perdidamente de él.
Pasaban los días y semanas, llevábamos un ritmo frenético, sobre todo los fines de semana, el siempre se metía conmigo porque al estar en la universidad pensaba que era un niño bien, aunque me las veía muy jodido para llegar a fin de mes con lo que me pasaban mis padres y los gastos cotidianos.
Pronto tuve que pararle un poco los pies, aunque nunca llegamos a discutir por eso, generaba tensión, yo no trabajaba, normalmente siempre pagaba él y casi no me dejaba hacerlo a mí. Todo eso me hacía sentir mal y pensar qué pensaría que me estaba aprovechando de él. Después de esos momentos me quedaba con una mala sensación.
Entonces eran vísperas del puente de diciembre (ese año fueron cinco días), por supuesto me quedaba colgado allí y además tieso por los preparativos de navidad y las salidas. Así que el domingo anterior, estando en casa, me propuso ir esos días a un cortijo que tenia su familia cerca de un pueblo en medio de la montaña, ya que su padre le había pedido que hiciera una pequeña reparación allí. A mi me encanto la idea, porque allí no saldríamos mucho y tendríamos sesión extra de chimenea, sofá y mantita. Prepárate porque pasare a recogerte el miércoles por la mañana temprano, me dijo antes de despedirnos.
Aquella mañana se sorprendió mucho cuando paro el coche cerca de mi portal, ¿porque llevas esas dos bolsas? me pregunto, yo le respondí que había preparado algo de comida y había echado algunas cosas para desayunar… Su cara cambio de repente, no sé si su expresión era de disgusto, decepción o frustración, esa mala sensación recorrió mi cuerpo como cuando llegaba la hora de pagar. Fui todo el viaje en silencio, no paraba de darle vueltas a la cabeza, no entendía nada y me daba una vergüenza enorme afrontar ese tema. Siempre había sido muy abierto de mente, además a el le gustaba mucho eso, y nunca repare en hablar de todo, hasta ese momento.
Llegamos al lugar, y aun teníamos cinco días por delante, descargamos todo y me enseño el cortijo. Rápidamente él se percató que algo no iba bien, me sentía muy angustiado y que estuviera tan callado, rápidamente llamo su atención. Era el momento de aclarar algunos temas.
¿Qué te sucede? ¿Estas bien? ¿te has mareado por el camino? me pregunto; no, yo… yo..., y empecé a balbucear. Y en un momento de total sinceridad, le dije “me siento muy mal, no puedo seguir tu ritmo de vida, yo no trabajo y no tengo dinero, intento esforzarme para que no pienses que estoy abusando de ti, trabajas mucho y me siento avergonzado por eso… Esta mañana, y con toda la buena intención del mundo, he cogido cuatro cosas de casa, lo mejor que tenía para compartirlo contigo, y siento que no te ha gustado nada. Necesito aclarar esto contigo, por favor, ayúdame”. Su cara se torno a sorpresa, y de nuevo el silencio.
Y yo ya me vine arriba “No me importa que pagues tu o si quieres hacerme algún regalo, si es lo que deseas perfecto, a nadie le amarga un dulce, pero necesito aclararlo. Que no sea porque yo no quiera pagar, por favor dime algo… estoy siendo sincero contigo” Dios, nunca me había sentido así de mal, hablar de dinero me podía muchísimo.
Me dio la espalda y agacho la cabeza unos instantes, en un momento que para mí fue eterno. De repente se acercó y me abrazo muy fuerte, pude ver como sus ojos brillaban, entonces levanté su barbilla y vi cómo le caían dos lágrimas, y una extraña sensación de pánico que le hacía temblar. Ahora si que no entendía nada, empecé a acariciarle mientras le preguntaba si se había enfadado, aunque sabía que había algo más detrás y eso me preocupaba mucho.
Nunca me había mostrado sus sentimientos ni siquiera me había dicho que me quería, era mi primera relación y siempre pensé que era su timidez o sus prejuicios, pero había momentos que valían mas que todo eso… miradas, caricias, sonrisas, que me hacían volverme loco y me compensaban con creces. Aunque siempre tuve una extraña sensación de que había algo que no terminaba de cuajar, creo que había dado en la tecla, así que opte por callarme y dejar que el me dijera algo, si es que quería contármelo en ese momento, mientras nos fundíamos en ese largo abrazo.
“Yo lo pagare, es mi obligación hacerlo” me dijo con la voz entre cortada. “¡Cómo!, ¿tu obligación? por favor, no entiendo nada”, le respondí exaltado. De repente agarro mi cabeza y la acerco fuertemente a la suya mientras sus lágrimas brotaban “te pertenezco, quiero que lo hagas, que no te cortes conmigo, que me humilles…, mi amo no paga, es mi obligación hacerlo, cuidarte, que no te falte de nada… todo…, todo lo que quieras y más”. No salía de mi asombro, en ese momento llegue a pensar que estaba loco y me aparte, el corriendo se arrodillo a mis pies y entre lagrimas me conto lo que le sucedía.
Dentro ese momento de confesión y clímax, y es cierto que hasta ahora no había hablado de sexo explícito, recuerdo perfectamente como tuvo una enorme erección que incluso llego a manchar su pantalón.
Me costo mucho entender lo que pasaba por su mente e intentare explicarlo de la forma más clara posible. Él, era muy esclavo, necesitaba pertenecer a un amo y entregarle su fetiche, su dinero, y de esa manera hacerle feliz. Tenía una enorme excitación dándolo, porque sentía que era su obligación hacerlo y creía que nunca sería suficiente, y era el derecho del amo exigirlo. Como un auténtico fetichista, tenía una entrega que no podía controlar y si, era su forma de demostrar adoración, sumisión, incluso amor hacia su amo. Reconozco, a día de hoy, el enorme esfuerzo que hizo al confesarme aquello, se que hay muchas personas que sienten eso u otras cuestiones y se sienten avergonzadas o atormentadas por no poder llevarlas a cabo o no encontrar a la persona adecuada.
En ese momento, yo necesitaba digerir lo sucedido, así que como sabía que él tenía que hacer el trabajo, un poco serio le dije que mientras lo terminaba me daría un paseo por el campo y que ya hablaríamos al medio día.
Sali muy apresuradamente, estaba aturdido y lo primero que pensé era en todos los detalles que se me habían escapado, como por ejemplo las noches de sexo cuando después de tomar unas copas, el las pagaba y mientras yo me atormentaba él se ponía a mil en la cama. O las malas caras cuando yo insistía mucho y pagaba. No sabia que hacer en ese momento, la verdad, sentía una gran responsabilidad porque lo que me pedía era muy serio. Siempre había fantaseado con encontrar un hombre que estuviera forrado y esas cosas, pero esto lo superaba y además cuanto más lo pensaba más me excitaba, porque lo que siempre me ha gustado es el control y el sentirme poderoso, también ser el centro de atención, y aquello era algo que encajaba. Sentí que cada uno tendría su parte, aunque estaba realmente enamorado de él, no os imagináis cuánto.
Llegue al pueblo, y me tome un café en el único bar que había, entonces empecé a pensar en nuestra relación, ahí empecé a darle forma y a hacerlo realidad…
Cuando volví, no dije nada, él estaba muy serio también, seria sobre la una del mediodía. Estaba terminando de recoger las herramientas y de limpiar la zona de la reparación. Decidí pasar de largo y esperarle en el sofá del salón. Había un ambiente muy incómodo en la casa, vi como muy sigilosamente se fue directo a la ducha. Cuando termino de asearse se sentó a mi lado.
En ese momento le dije lo que había pensado al respecto. Lo primero fue dejar muy claro que aquello seria un pacto entre nosotros, un juramento. Yo sería su amo, ante lo cual el sonrió enormemente y se arrodillo ante mí impaciente mientras asentía con la cabeza en señal de respeto, y el sería mi esclavo financiero por voluntad propia hasta que yo lo decidiera, y si algún día rompíamos no sería motivo para echarnos en cara nada ni reclamación ninguna. Por supuesto, solo seria mi esclavo y de nadie más. El amo no pagaría nunca, tendría derecho a pedir y exigir cuanto, como y cuando desee y el esclavo la obligación de satisfacer a su amo, aunque sea humillante para él. “Sera una demostración de nuestro amor… yo pidiendo y tu pagando” recuerdo perfectamente esta frase, cuanta inocencia...
Él ni siquiera pestañeo, decía si a todo y volví a sentir su excitación desbordante, entonces le pedí que se desnudara. Efectivamente, estaba totalmente empalmado y húmedo.
A partir de ese momento, quizás fue lo más difícil, cuando realmente empecé a tomar posesión de mi esclavo, porque teníamos que empezar a hablar de dinero, y yo ahí no podía venirme abajo. Tenia claro que si no era firme nuestra relación se acabaría en ese instante. Curiosamente, empecé a excitarme yo también.
¿Cuánto cobras?, ¿Cuánto dinero tienes en el banco?, …, si y así unas cuantas preguntas más. La verdad es que tenia unos buenos ahorros y no ganaba nada mal, por los trabajos que hacia le pagaban bien y siempre le llamaban. Además, vivía en casa de sus padres y salvo el coche y salir por ahí, pocos gastos más tenía. No tenía aún muy claro hasta donde podía llegar con él, es verdad que mi intención no era arruinarle ni nada de eso, pero si alcanzar el equilibrio para disfrutarlo y salvar nuestra relación.
Así, que pase al ataque, le pedí que dijera si o no a una serie de pagos que debía realizar. “Pagaras el alquiler de mi piso… 25.000 pesetas, el día uno de cada mes y cada factura que me llegué” En ese momento pensé que me había pasado, pero entonces el me respondió un rotundo “Si amo” y se levantó con enorme erección en busca de su pantalón, de ahí saco su cartera y de nuevo arrodillado empezó a sacar los billetes uno a uno hasta contar 30.000 pesetas, después me los dio. “Espero que también tenga para sus gastos semanales Amo” No me lo podía creer, estaba excitadísimo yo también.
En ese momento le pedí que se levantara y nos fuimos a la cama, no aguantaba más. Tuve el mejor sexo de mi vida, para él también fue increíble porque seguía manteniendo la erección después de haber eyaculado. Cuando terminamos, nos incorporamos y me susurro al oído “¿le preparo la comida a mi amo?”, entonces decidí empezar a tomar el control de la situación… “No, iremos a comer al pueblo, hoy tenemos que celebrar el primer día de nuestra nueva relación" y su cara se ilumino y me dedico una enorme sonrisa.
Nunca se había comportado así, la verdad es que parecía otra persona. Toda esa timidez y frialdad se había esfumado por completo, podía percibir su sensación de alivio y relajación al haber dado ese paso y que yo le aceptara tal cual. Si, creo que era realmente feliz y se sentía realizado.
Después de comer y pedirle que pagara efusivamente, nos volvimos al cortijo, seguíamos muy excitados. Y así pasamos el resto de días de aquel puente inolvidable.
Las dos semanas siguientes, y después del desembolso que había hecho, decidí que solo pagaría las salidas de fiesta. El día de antes de marcharme a casa por las vacaciones de navidad, decidimos quedar para tomar algo y despedirnos. Le note algo exaltado y le pregunte que le pasaba. Me conto que ese día le habían pagado un par de trabajos, llevaba no recuerdo si 40 o 45.000 mil pesetas en el bolsillo. En ese momento entendí que antes de marcharme debía tomar mi tributo y dejarle algunas instrucciones. Le dije que se fuera al baño, que preparara una cantidad importante de ese dinero y lo metiera en un bolsillo de su chaqueta junto con sus calzoncillos.
Y así lo hizo, volvió rojo colorado con la chaqueta colgada del brazo para que nadie se diera cuenta de la enorme erección que escondía, jaja, se sentó a mi lado y se quedo en silencio extasiado. Muy discretamente metí mi mano por debajo y toque su pene erecto, después me miro y agacho la cabeza.
Por supuesto que al rato fui al baño a por mí tributo, mientras el me esperaba con las piernas cruzadas intentando disimular. Y esta vez, tampoco me defraudo, había mas de lo que había pedido… también me lleve sus slips, me iba a casa casi tres semanas y necesitaba algo suyo. A la hora de marcharnos del bar, vi como intentaba buscar sus calzoncillos en los bolsillos para volver a ponérselos y esconder aquel bulto, aunque después de dedicarle una malévola sonrisa entendió perfectamente lo que pretendía.
Durante las navidades hablamos algún día por teléfono, recuerdo que yo iba a una cabina que estaba en la otra punta del pueblo. En una de esas conversaciones, le dije que esperaba un buen regalo por su parte, a lo que el se quedo un poco sorprendido. Esa reacción es muy típica de los esclavos financieros, hay que guiarlos y decirles el que, con firmeza, porque si no se bloquean y perderás su respeto. “Dos teléfonos móviles” que en ese momento era el regalo estrella y no eran precisamente baratos, uno para mi y otro para él.
Cuando volví, estaba muy ansioso por verlo, me inventé una excusa para regresar un día antes y tener mi piso libre. Me esperaba en el andén de la estación de autobuses con una bolsa y la chaqueta en su brazo tapando ya sabéis que. Nos dimos un abrazo muy efusivo con discreción y se apresuro a coger mi maleta, no aguantaba mas y me dio la bolsa allí en medio de todo el mundo. Al abrirla vi dos cosas, una caja donde se leía Motorola y un sobre.
Si amigos si, mi primer ladrillo jaja, no me lo podía creer, estaba ilusionadísimo. Me lo habría comido a besos, pero no, me tuve que reprimir hasta llegar a casa. En ese momento no caí en la cuenta, pero el sobre tenia el dinero del alquiler… se había acordado.
Paso el tiempo y seguíamos con nuestra relación, es verdad que cada vez menos intensa, pero con ese punto extra que hacia que el estuviera completamente en mis manos.
Una de las cosas mas bonitas que recuerdo, fue celebrar su cumpleaños, decidí preparar algo especial el sábado siguiente que él no trabajaba. Por supuesto que en su día no le había regalado nada ni él se esperaba nada.
Esa mañana quedamos para desayunar en un bar, cuando impaciente me pregunto que había pensado hacer. Le recordé que había sido su cumpleaños y que no habíamos celebrado nada, entonces decidí que aquel seria un día especial para los dos, una demostración de amor mutuo, algo muy romántico… ¡El mejor regalo del mundo! Le dije, nos iríamos de compras a un centro comercial, necesitaba algo de ropa y así su regalo sería comprarme algo a mí, lo que yo decidiera. Si, como uno de esos pagafantas. Primero se quedo sorprendido por la humillación, aunque inmediatamente después me respondió como siempre hacía, con un rotundo si amo. Ese día lo disfrutamos mucho, recuerdo que me compre varias cosas, y sobre todo, un reloj que aun guardo como oro en paño.
Una de las cosas que le caracterizaba, es que siempre llevaba mucho dinero en la cartera, por su trabajo de electricista, casi siempre cobraba en metálico y además lo necesitaba para comprar los materiales en la ferretería. Me encantaba pedirle dinero y ver como abría la cartera mientras se excitaba enormemente, incluso me la ofrecía para que tomara lo que quisiera.
Podría contaros mil historias más, fue la etapa mas bonita de mi vida. Me cuido mucho y lo pasamos en grande, crecimos juntos. Así estuvimos un par de años más, mientras nuestra relación poco a poco se apagaba. Mi evolución como amo me llevo a verle solo como un esclavo financiero, inferior a mí. Además, necesitaba experimentar y evolucionar, y por supuesto, sin engañar a nadie. Con mi madurez no había espacio para ese tipo de relación sentimental de tú a tú, o novio o esclavo. Él se sentía en plenitud, con su condición asumida y feliz, y cuando le comunique que dejábamos la relación lo entendió perfectamente, aunque me suplicó seguir siendo mi esclavo. Evidentemente nunca le di la libertad, era de mi propiedad.
Le anime a rehacer su vida sentimentalmente con un par de chicos, pero aquello no cuajo. Para el yo siempre estaba por encima y se sentía culpable al estar con otras personas. Compartíamos un secreto, se entregó a mí y decidió que me seria fiel para siempre, y así fue hasta un triste día de 2010 que no olvidare nunca, que desgraciadamente tuvo un accidente de tráfico. No hay un solo día que no le recuerde…
En cuanto a mí, termine mis estudios, tengo un buen trabajo y por ese motivo he vivido en varias ciudades de España, actualmente en una bonita cuidad del norte. Me gusta vivir bien, y no privarme de nada. He tenido varios esclavos financieros, pocos, pero buenos. No tengo mucho tiempo para dedicarles, pero ahí van. Todos ellos diferentes y con distintas sensibilidades.
Si te ha gustado mi relato y quieres ponerte en contacto conmigo, yo encantado, mi mail es amosenordios@gmail.com . Me gusta mucho tratar estos temas y aquellas fantasías y fetichismos inconfesables que nos rondan por la mente. Desgraciadamente también hay personas que no entienden este tipo de relaciones, y pese a que he intentado explicarlo lo mejor que he podido, por favor os ruego que para recibir insultos ahorraros vuestro comentario. Gracias y un saludo a todos.