De niña caliente a Puta barata.
Se colocaron sus manos sobre mis nalgas, las estaba estrujando, con completo descaro las subió a mis tetas, amasándolas con vehemencia, yo para esos momentos estaba hecha una alberca
Comenzaré pro contarles que esta historia es de cuando iba en secundaria, en ese entonces solía medir 1.55 soy de carnes firmes, siempre he tenido un buen par de tetas, pero mi mayor atributo son mis piernas y mis nalgas, herencia de mi abuela, que aún a sus casi 70 años tiene unas piernas y un culo de envidia; bueno, prosigo, soy morena clara en términos infantiles “Café con leche” (uhm… leche) ojos grandes y unos labios por lo que me han dicho, bastante besables.
Ese día recuerdo que llevaba el uniforme del colegio en ese entonces tenía 15 años, iba en secundaria de gobierno, como toda niña coqueta le había subido un par de cm extras a mi falda quedando está a medio muslo, las medias las llevaba como siempre desalineadas, pero ambas hasta arribita de la rodilla y sujetas claro, como toda buena zorrita, por un liguero blanco a juego con ellas. La camisa del cole, con el emblema grabado la llevaba ligeramente abierta, dejando ver el inicio de mis pechos que son bastante prominentes (36 C en ese entonces) , habían ya dado las 3, la verdad no tenía ganas de subir al metro, menos porque a esa hora estaba más que recontra lleno, pero inevitablemente era mi único medio de transporte ya que me había quedado sin efectivo.
Como suponía, tras pasar la barra de seguridad me encontré en ese mar de gente que tanto odiaba, más en días como ese que llevaba el uniforme formal. Pero bueno, no podía quejarme. Tomé fuerte mi mochila y me dejé llevar por la muchedumbre hasta la estación, donde me tocaría esperar a lograr entrar en uno de los vagones. Para mi sorpresa, el metro que pasó justo después de mi llegada venía ligeramente vació y no tuve problemas en adentrarme, el único pero que podía tenerle es que se llenó de manera excesiva, terminé contra la puerta contraria a la que ingresé, quedando completamente pegada a la ventana.
Había respirado hondo y me dije a mi misma que en la próxima parada trataría de darme la vuelta, ustedes saben, para evitar ese manoseo que suele prendernos hasta hacernos estallar. Justo estaba por lograr mi cometido cuando sentí dos manos delgadas sobre mi cadera, y su aliento con un olor a tabaco, su barba rozaba mi cuello cuando su profunda voz irrumpió mi cabeza –No te moverás cariño… te quedas como estabas.- Dicho eso, me hizo retornar a mi postura, una parte de mi anhelaba quitarse, pero otra deseaba quedarse, terminé escuchando a mi lujuria y me quedé quieta, esperando a ver que hacía.
Se colocaron sus manos sobre mis nalgas, comenzando a estrujarlas con suavidad, mientras se amontonaba más la gente intentando ingresar a los vagones, llegó el momento que yo había estado esperando, sentí su dura erección sobre mis muslos, se clavaba caliente, pero podía notar que seguía envuelta en su pantalón. Sonriendo a medio labio pasé una de mis manos hacia atrás para desabotonarle el cierre, una vez hecho comencé a palparlo para medir sus dimensiones, no era muy grande, pero sí bastante grueso, en ese momento, mi boca se hizo agua, deseando tragármelo completo… él ya estaba estrujando mis nalgas y con completo descaro las subió a mis tetas, amasándolas con vehemencia, yo para esos momentos estaba hecha una alberca. Sin decir más, la mano que mantenía pegada a mi culo se coló entre mis bragas comenzando a meterme dos de sus dedos, sacando de mi boca un par de suspiros.
Para mi suerte ese día la línea tenía un par de fallas por lo que entre las estaciones Hidalgo y Revolución se quedó parado, de hecho, las luces se apagaron por un momento (creo que podemos atribuírselo a que en ese momento comenzó un ligero y pequeño terremoto), en ese momento, no sé de que manera se las ingenió para de una sola embestida meterme su verga dura hasta el fondo del mi mojada panochita, ahogo mi gemido con una de sus manos, justo en ese momento el transporte volvió a la normalidad, recorriendo hacia Tasqueña.
Comenzó a moverse mientras que de alguna manera sacó un objeto que no logré identificar hasta que sentí como mis bragas se partían en dos y me eran retiraras. Cada vez su vaivén aceleraba entonces me dijo jadeante –Linda, bajo en la que sigues, vienes?-
Sin pensármelo dos veces asentí con la cabeza, ya era más mi lujuria y mis ganas de coger que mi razón. Me abrazó contra su cuerpo y dio un par de embestidas finales corriéndose adentro de mi, cosa que me sorprendió a sobre manera, aunque no me preocupó (tomo la píldora) me sacó del metro con él manteniendo una mano en mi panocha, yo lo cubría con mi mochila, pero me era incómodo el caminar mientras el me masturbaba. Saliendo de la estación, me dijo que vivía cerca, que si íbamos a su apartamento o que si mejor nos divertíamos en algún hotel. Me lo pensé un par de segundos cuando accedí a acompañarlo a algún hotel. Me cogió duro clavando dos de sus dedos en mi vagina, y me halo con él por un parque, medio baldío, y a medio camino me dijo con voz autoritaria: Aquí esta tu hotel puta barata. En ese momento entré en pánico, la verdad es que jamás me habían tratado así. Me hizo arrodillarme delante de él y con fuerza me sujetó de la cabeza comenzando a follarme por la boca, su verga me lastimaba, era demasiado gruesa, y llegó a producirme varias arcadas. Estuvo así yo creo que media hora antes de correrse y hacerme beber su semen. Al terminar su corrida sentí como algo desconocido recorría mi garganta. El muy hijo de puta me estaba haciendo tragar sus meados… yo con muchísimas ganas de vomitar y sintiendo más de una arcada. Cuando terminó de mearse y yo de vomitar dejó a mi lado un billete de $500 y se largó.
Mi primer relato, espero que les guste ;3 Es dedicado a un amigo que me pidió algo referente a este fetiche tan poco común. Bebé, un beso y un abrazo que este va para ti.