De niña a mujer. En la piscina
Por primera vez siento a mi tío dentro de mí
Agradezco los cariñosos comentarios en todos mis relatos. Es por esos comentarios por los que merece la pena continuar creando historias cada vez más trepidantes. Un besazo para todos.
Mi tío me había enseñado ya el sabor de la vida adulta. Él temía que, al ser yo tan joven, hacer algo más conmigo pudiese ser negativo para mí. Pero yo no quería ser virgen. Estaba loca por ser una mujer y no podía ni quería entender que en un hombre pudiesen más los reparos morales que la pasión hacia mí, que intentaba verme a mi misma como una chica bastante guapa y en la flor de la vida. A la mañana siguiente de aquella sesión en que me enseñó a chupar, me trató como si no hubiese pasado nada. No le sorprendí mirándome con lascivia ni ningún otro gesto erótico y anunció a mi madre que tenía pensado irse esa misma tarde.
Pensé que yo lo habría echo muy mal y que tenía que esmerarme para retenerle. Ahora, a la vista de los años comprendo que solo quería protegerme con su fría actitud.
Antes de comer mi padre nos propuso al resto de familia que nos bañásemos en la piscina. Y yo pensé que esa podría ser mi ocasión para tentar al tío Jorge.
Mi piscina tiene forma de medio donuts, y en el agujero hay una especie de isla con un árbol; en el otro lado tiene una amplia escalera de obra donde pueden sentarse varias personas. Por eso si estás en la escalera y hay gente bañándose al otro lado de la isla no te ven desde allí.
Yo decidí aprovechar esas circunstancias y tratar de quedarme en la escalera con mi tío.
No fue difícil. Mi padre y mi madre solían besarse y abrazarse en la piscina, dado que son una pareja muy unida y mi tío estaba relajado en la escalera.
Yo llevaba un bikini de lo más infantil de color rosa, con un pequeño volante en la parte de abajo. Era un bikini odioso para mi gusto pero la ropa me la compraba mi madre, así que me tenía que aguantar con eso e intentar tentarle al margen de mi vestimenta.
En un momento estaba allí a su lado, en la escalera y él estaba sentado con los ojos cerrados.
El agua le cubría hasta debajo del pecho que tenía rizos negros divertidos, como caracoles.
Me puse a pocos centímetros sobre su cuerpo, pero sin rozarle, flotando sobre el agua, y comencé a acariciarle el pecho con las manos mojadas.
Me miró un poco asustado y me dijo:
-¿Qué estás haciendo?
Le contesté con una sonrisilla de lo más inocente:
-Juego a echarte agua, con mis padres también hago eso, veras como es agradable, no seas tonto.
Él decidió ignorarme y volvió a cerrar los ojos. Yo le acariciaba el pecho pero dejaba que mi mano bajase cada vez más y procuraba que mis piernas le rozasen ligeramente el bañador dentro del agua.
Al principio procuraba que los roces pareciesen casuales, pero poco a poco fui abriendo las piernas y sentándome sobre él sin dejar de moverme ni de acariciar su pecho, sus brazos las caricias, el agua, nuestras pieles resbaladizas y brillantes. Yo notaba que mi vagina se humedecía y así el agua, por dentro y por fuera se apoderaba de mi cuerpo excitado y vibrante.
Notaba que su pene se endurecía bajo el bañador y yo lo apretaba contra mi vagina, separados solo por las telas. Me movía hacia adelante y hacia atrás, sin dejar de jugar, de echarle agua, de mojarme el pelo dejándome caer ligeramente hacia atrás.
Acaricié con mi boca húmeda su cuello mientras me sentaba sobre él, aprisionándolo con mis muslos.
Él entonces me acarició la espalda con sus grandes manos, dándome escalofríos.
Me sujetó por la cintura y me comenzó a mover hacia arriba y hacia abajo con fuerza, hacia adelante y hacia atrás.
Se masturbaba utilizándome como si fuese una manejable muñeca. Con la fricción de la tela. El calor de mi cuerpo. La tersura de mi piel.
Su pene me rozaba el clítoris, los labios mayores y menores. Me golpeaba como llamando a la puerta de mi ser.
Dirigí mi mano a su bañador y acaricié su miembro por fuera de este. Agarrándolo. Masturbándolo.
Mis padres nadaban muy cerca y podrían aparecer de un momento a otro. Ahora mi tío había abierto los ojos sin parar de moverme y de restregar su cuerpo contra el mío.
Él miraba hacia la isla y yo le miraba a él. Le besé el cuello. Le besé en los labios y no se resistió.
Acarició mis incipientes pechos y me comenzó a besar con pasión, devorándome mientras continuaba jugando con la fricción de la tela.
Yo sentía un horno en mi interior. Y el agua intensificaba las sensaciones.
Llevó una de sus manos a mi braguita y la apartó hacia un lado de mis labios mayores. Dejando así libre la entrada.
Comenzó a acariciar mi clítoris con sus dedos mientras me estampaba una y otra vez su polla separada por la tela.
Esta incluso se introducía un poco a las puertas de mi vagina con alguno de sus movimientos.
Lentamente introdujo un dedo en mi vagina. El agua, al arrastrar mi abundante flujo hacía que resultase doloroso. Pero estaba tan excitada que el pequeño dolor incrementaba el placer.
Yo movía mis caderas para que aquel dedo entrase lo máximo posible y besé su boca húmeda mientras introducía mi mano en el interior de su bañador.
Toque la suave piel de su glande y pase mi mano a lo largo de su pene. El agua pasaba entre mis dedos y me hizo gracia la idea de que su verga era como una serpiente de río.
Su pene, liberado del bañador, estaba a escasos centímetros de mi vagina. Él sacó su dedo de mi interior y me aproximó con sus fuertes brazos más aún a su cuerpo.
Su piel contra mi piel. Mi respiración entrecortada. El corazón disparado. Mis padres a apenas unos metros de nosotros. El pene de mi tío, veinte años mayor que yo, rozaba, ahora sin barreras la entrada de mi cuerpo.
Yo trataba de hacerlo entrar, ejerciendo presión hacia abajo. Pero él me contenía, aunque continuaba jugando a rozar. Yo notaba como luchaba contra sí mismo para no clavármela de golpe
.
Le dije susurrando:
-Métemela.
-Eres muy pequeña. Eres virgen- balbuceó.
-No. No lo soy- mentí- no tengas miedo. Quiero que me folles ahora.
Él suspiró y separó con sus dedos mis labios mayores mientras dirigía su pene directamente a la entrada.
Me la ensartó bruscamente, en un furioso arrebato. Y yo comencé a cabalgarle desbocada.
A causa del agua el rozamiento era mayor. El dolor era mayor. Yo sentía como se rompían distintas barreras en el interior de mi vagina. Su polla entro rápidamente. En tres tramos. Tres punzadas de dolor. Tres veces en que mi vagina se estrechaba.
Yo saltaba sobre él. El agua salpicaba. Su pene era enorme para mi tamaño. Llenaba todas mis paredes, sin dejar espacio y pensé que tal vez me estaría hiriendo por dentro. Mi cuerpo era pequeño y el suyo gigante.
Pero yo estaba fuera de mí y no me importaban las consecuencias. Esa polla de hombre era mía. Y yo estaba encima, moviéndome como amazona. Movía mis caderas. Contraía mis músculos.
Subía y bajaba sin parar.
Me ensartaba. Me atravesaba y yo iba a desfallecer.
Escuché como el agua se movía detrás de nosotros. A la altura de la isla. Me quedé por un segundo paralizada.
Pero entonces él me dijo al oído:
-Me corro.
Yo sentí verdadero pánico ante la idea de quedar embazada. Le dije en voz bastante alta:
-¡No!,¡no!
Mientras yo le gritaba aquello él hizo un movimiento brusco abrazándome y lanzándose, conmigo aferrada a su cuerpo, hacia debajo del agua.
Yo no comprendía lo que pasaba. Solo sentía que de pronto no podía respirar. Que estaba repentinamente bajo el agua. Que su pene se agitaba dentro de mí. Que me estaba llenando de semen con violentas estocadas mientras con una mano se subía la parte de atrás del bañador. Mi cabeza salió a la superficie y él gritaba:
-¡Te pillé, te pillé!
Mi bikini había vuelto por sí solo a su posición normal y mis padres nos miraban perplejos.
Mi tío me tiró agua a la cara y yo le seguí el rollo:
-¡Qué malo eres!, ¡ahora verás!
Mi madre, alegremente comenzó a jugar con nosotros. Evidentemente, no se había dado cuenta de nada.
Pero mi padre continuaba petrificado. A un par de metros de nosotros. Con un rostro completamente sombrío. Absolutamente inquietante.