De negro a rosa (6)

Las nuevas experiencias se entremezclan, la confusión y las sensaciones que preparan un nuevo nacimiento

-Hola Luis, ya estamos listas, dijo Carolina con la denotada intención de no dejarlo entrar y salir de inmediato.

-¡Qué apuro que cargan!, ¿Quién es "ese"?.

-No seas tan antipático, es el hermano de Sandra, se viene con nosotras. ¿No es lindo?

-Mmhhmm. Murmuró Luis, con evidente recelo a calificar a un chico como "lindo".

Luis era unos cinco años y diez centímetros mayor que yo, de contextura atlética, sin llegar a ser eso que llaman "corpulento", de su rostro lo que mas llamaba la atención eran sus ojos negros, negrísimos, oscuros, impenetrables

,

con una mirada escrutadora, que era acompañada con un piercing en su ceja derecha.

-¡Hala!, ¡Vámonos! Dijo Carolina abriendo la puerta delantera del auto.

Sentado en la parte posterior del coche con mi hermana no dejaba de observar hacia la parte delantera tratando de encontrar algún indicio del tipo de relación que unía a Carolina con Luis. En una de esas ocasiones fui interceptado por su mirada en el espejo del retrovisor, sonrió divertida y me hizo un guiño de ojos.

Luego de unos 15 minutos llegamos a nuestro destino, una especie de galpón industrial, a sus afueras se agolpaba la gente para escuchar la música que brotaba de su interior, y una larga hilera de gente esperaba por entrar. Seguimos a Carolina directamente a la puerta de entrada, ella pasó altiva saludando al portero.

-Venimos juntos los cuatro, fue todo lo que dijo para que de inmediato la puerta se abriera para nosotros.

Una vez adentro una muchedumbre bailaba en una inmensa pista, a sus costados una buena cantidad de mesas, sofás, poltronas y sillas conformaban variados espacios para sentarse a charlar, en la parte superior del galpón había un semipiso con algunos pequeños locales.

Nos sentamos en una mesa, a mi lado tenia a Carolina, al otro lado estaban Luis y mi hermana, yo miraba deslumbrado todo el ambiente, parecía algo sacado de alguna película de ciencia ficción apocalíptica, era una ambientación muy tecno.

-¿Te gusta criaturita?, sin esperar respuesta, como si la misma no importara mucho por lo obvia Carolina se dirigió a mi hermana –Tu hermanito esta deslumbrado, como que estas vacaciones van a ser todo un aprendizaje para el.

Mi hermana rió traviesa, -bueno ya es hora que vaya aprendiendo algunas cosas.

-¿ y qué cosas crees tu que debe aprender tu hermanito?, mientras decía esto, Carolina tomaba mi mano por debajo del mantel de la mesa, antes de poder sorprenderme por esta acción sentí la mirada de ella directa a mis ojos.

-¿Te gustan mis ojos muchachito?, míralos bien, si no pierdes detalle de ellos veras como cambian de colores. Dijo con pretendida ironía. Mientras tanto fue guiando mi mano por debajo de la mesa, sentí como ambas manos, la suya, la mía, entrábamos por debajo de su falda. Ni siquiera cuando descubrí la ausencia de bragas me atreví a hacer algún gesto que pudiese develar la acción que transcurría por debajo de la mesa, subterránea, ajena al conocimiento de los demás. Mi mano y mis dedos eran sutilmente

tutelados por las ordenes de su propia mano, mis dedos comenzaron a acariciar la desnuda vulva, desnuda hasta el extremo de carecer en lo absoluto de vellos.

-¿No te das cuenta?, comenzaron a cambiar de colores, fíjate como brillan, dijo en alta voz, provocando la risa de todos.

En ese momento bajé la mirada, sin interrumpir el discurrir del contacto con lo mas intimo de la epidermis de Carolina, poco a poco sentí como mis dedos resbalaban con mas y mas facilidad, las secreciones y la humedad se hizo presente. Bajo su guía concentré mi actividad en la parte superior de su vagina, mis yemas acariciaban entre los pliegues de la piel de esa zona. Carolina seguía aparentemente impávida conversando alegremente con Sandra y Luis.

-Deja que te muestro la disco, ¡Vamos!. Me dijo de forma inesperada. De inmediato nos paramos, en ese momento la seguiría hasta el mismisimo infierno, la expectativa de proseguir y profundizar las veladas caricias era un incentivo poderosisimo.

La seguí, subimos por la escaleras de metal, hacia el nivel superior, desde allí podia divisarse el ambiente entero del ambiente. La gente abajo bailaba frenética mientras nosotros, allí arriba, parecíamos unas especies aves de rapiña observándolos para escoger la mejor presa. Aun no sabia adonde me llevaba Carolina.

-Te prometí un regalo, ¿Recuerdas?. Entramos a un pequeño local de tatuajes y piercing.

-¡Hola!, quiero hacerle un tatuaje a esta criaturita., sin darme tiempo siquiera a manifestar la mas pequeña duda.

-Date la vuelta, indicándome que debía darle la espalda al tatuador. Acercándoseme por la espalda me susurró al oido, -No temas no te dolerá mucho. Mientras jalaba un poco la liga de la pantaleta por detrás, tanto para recordarme que estaba vistiendo bragas, como para hacérselo evidente a quien tendría la tarea de marcar mi piel.

Dibujando algo en un papel dijo, –Quiero que le tatues esto atrás, abajo en la rabadilla.

-¡Pero!

-Shhhhh, tu verás te va a gustar mucho, confia en mi, susurró de nuevo en mi oreja, tomando mi mano de la misma forma como lo había hecho momentos antes y reactivando el recuerdo del contacto con su húmeda vulva.

-Buena se la vas a poner, fue el comentario del artista.

-Tu tranquilo. Me dijo. Es algo simple, es una sorpresa, después me lo agradecerás, tu veras como te va a gustar, ahora bájate un poco los pantalones, inclínate un poco para que puedan trabajar mas cómodos.

Bajé mis pantalones y bragas dejando totalmente expuesta la zona limítrofe entre mi espalda y mi ano, apoyé mis brazos en la mesa que tenia enfrente arqueando así un poco mi cuerpo de modo de facilitar el acceso a la zona por Carolina escogida. Una sensación incomoda, casi de miedo me invadió al sentir el contacto de las viriles manos del tatuador sobre las posterioridades de mi cuerpo, cerré por una fracción de segundos mis ojos. Al instante comenzó, mientras la punta del instrumento decoraba mi piel y el zumbido característico penetraba mis oidos, Carolina me miraba directamente, sus ojos mostraban el mismo brillo, disfrutaba mientras tallaban mi piel.

-Listo, ya esta, cómprale una pomada con vitamina A y D, y se la echas sobre la zona, que no lleve sol allí por un mes y lo tendrá perfecto para toda su vida. Dijo el Tatuador. Dirigiéndose a Carolina,

Traté de ver la zona en cuestión, pero mis contorsiones no alcanzaban al ángulo necesario para divisar el trabajo realizado.

-Tranquilo que te quedó bello, vamos súbete los pantalones, ¡Vamos a bailar!.

El baile era mas bien un ritual de seducción, Carolina se acercaba tanto a mi que podía sentir su respiración sobre mi rostro, giraba alrededor de mi cuerpo, sentía ahora su respiración en mi nuca, sus manos acariciaban mi cuerpo, subían por mi abdomen hasta llegar a mi pecho, rodeaban mis caderas, atravesaban traviesas por mis glúteos acariciando en su recorrido toda mi espalda, daba vueltas y mas vueltas en torno a mi, me miraba, sonreía, se reía, me acariciaba, me cautivaba. Estaba hechizado.

-Echate un poco para allá, dijo Carolina a Luis sentándose a su lado en el banco, cuando retornamos a la mesa. -Ven, aquí cabes. Me dijo. Quedamos los tres medio apretujados en el mismo banco.

-Ví que te estaban tatuando arriba hermanito, ¿Qué te pusistes? ¿Un Dragón? ¿O tal vez una rosa? , dijo riéndose de mi predicamento.

-Es una sorpresa, el ni siquiera lo sabe. Dijo Carolina mientras posaba su mano en mi muslo como invitándome a tomarla, su gesto me llenó de alegría, en ese momento me sentía absolutamente dichoso, ni siquiera los comentarios cargados de ironía de Sandra podían alterarme, tanto así disfrutaba la cercanía de Carolina.

Su mano comenzaba a sonsacar a la mía para recomenzar nuestro erótico y encubierto juego, la deje guiar mi mano, mientras mirada sus ojos, con la picara chispa que ya descifraba como una señal inequívoca de su excitación. En esta oportunidad mi mano, comandada por los deseos de Carolina se posó sobre una extremidad, tardé al menos dos o tres segundos para que mi mente interpretara que esa sensación sólo podía provenir de la verga erecta de Luis. Hice un intento por retirar mi mano, pero Carolina con firmeza la sujeto, obligándome a rodear con mis dedos el falo erguido.

Me miraba fijamente diciéndome –Sabes que debes agradecerme el regalito, criaturita.

Bajé mi mirada, no quería que mi hermana se enterara por ningún motivo que en este momento tenia en mis manos el miembro en erección de otro hombre, si ella o mi familia se enterara seguro seria un escándalo. Traté de disimular las situación

-Claro Carolina, te lo agradezco mucho. Mientras tanto, su mano sobre la mía, me impulsaba a comenzar un lento recorrido arriba y abajo del pene de Luis. Sabia que Luis me estaba observando mientras en secreto lo masturbaba, no me atreví a levantar la vista ni a mirarlo ni a el ni a Carolina.

-Entonces Luis, nunca me contestastes la pregunta, ¿Verdad que el hermanito de Sandra es bello?

-Feo no es, fue en esta oportunidad la respuesta de Luis, mientras sabia me contemplaba con sus penetrantes ojos.

-Oye hermanito, que popular has resultado ser, hubiese sabido y se los habría presentado antes, hasta celosa me haces poner. Dijo Sandra mientras reia.

Debajo de la mesa yo proseguía, siempre bajo la guía de Carolina la estimulación del ajeno falo, después de unos momentos pude sentir, como algunas gotas de semen goteaban de su punta, mientras tanto Carolina y Luis charlaban como si nada ocurriese.

La sensación de masturbar a otro hombre era una sensación extraña, no era similar al acariciarme mi mismo pene, no sólo se sentía mas grande, duro y templado, sino que incluso sentía una inequívoca percepción de estar tocando un objeto que no había tocado nunca en mi vida. Como si se tratara de una herramienta distinta a la mía, como sin en ella hubiese algo de lo que la mía carecía. La sentí endurecer mas y mas, sabia que el momento de la explosión estaba cerca. Unos segundos antes de la eyaculación Carolina retiró su mano, dejándome solo cuando Luis alcanzó el climax.

Carolina se acercó a mi, como queriendo susurrarme algo al oido, -Lo hicistes muy bien, criaturita, ahora chupa. Acercándome dos de sus dedos a mi boca e introduciéndomelos en la boca , sentí tanto el sabor del semen de Luis en ellos como el

Mordisco de Carolina en el pabellón de la oreja.

Al finalizar de chupar los dedos, levanté la mirada, buscaba a mi hermana, era obvio me había visto chupar los dedos. ¿Qué estaría pensando?, en ese instante tuve la certeza de que ella sabia todo lo que estaba pasando. La miré.

-"Hermanito, hermanito, tienes que aprender que importa mucho mas lo que tu sientas que lo que puedan pensar los demás"

, recuerdas que te lo dije el otro día en la casa, no lo olvides, nadie es quien para juzgarte. Me digo mientras me hacia un guiño con sus ojos.

Carolina se acercó y me beso en los labios, este vez no fue una suave caricia, su lengua invadió mi boca, se paseó por ella con total descaro, como queriendo tomar posesión de mi interior.

-Escucha a tu hermana, verás que nos va "super". ¡Déjate de tantos complejos y relájate!

-Chicas, chicas ya esto se puso demasiado romántico para mi gusto, como que llegó el momento de irnos dijo Luis.

Al Llegar a la casa de Carolina, nos dijo, bajense, esta noche duermen aquí, ya es muy tarde para que Luis los lleve.

-¿Me quedo yo también?, preguntó Luis.

-¡Estas loco!, mañana llega mi madre y si ve a un hombre durmiendo en la casa me mata.

Al oir esta ultima aseveración de Carolina me sentí confundido, ¿Yo si iba a dormir en su casa y Luis no?. Yo era tan hombre como Luis ¿O no?, debe ser que como yo soy el hermano de Sandra no se ve tan mal reflexione, quizás era una excusa de Carolina para deshacerse de Luis, ya no sabia ni que pensar, esa noche en mi interior tenia una especie de coctel emocional. En todo caso me sentí feliz y algo aliviado de no tener que compartir el resto de la noche con Luis.

En su habitación Carolina encendió un porro, fuimos pasándonos la colilla mientras bromeabamos, estaba ya mucho mas distendido, mas relajado, me reía de cuanta tontería decían las chicas. Era ya tardísimo cuando Carolina nos dijo, ya es hora de dormir, mañana llega mi madre, y debemos pararnos temprano.

-¡El tatuaje!, ¡muéstrame el tatuaje hermanito!

-Date la vuelta , cariño para que tu hermana vea el tatuaje, quítate los pantalones, no vas a dormir con ellos.

-¡OHH! Dios mío, Carolina. ¿Cómo se te ocurrio?

-¿No vas a decir no se le ve divino?

-¿¡Que es!? ¿¡Que es!?, dije con impaciencia

-Míralo tu mismo, me dijo Carolina llevándome hacia el gran espejo adosado a la pared.

Allí en la zona que acababa mi espalda y comenzaban mis glúteos en esa especie de frontera erótica se veía nítidamente tatuado un símbolo, ♀ , el símbolo que identifica el género femenino.