De Negro a Rosa (10) Final

Al fin florece la Rosa.

Abrí la puerta de la casa, Sandra que estaba en la sala, no pudo reprimir un gesto de sorpresa cuando me vio.

-¡Hermanito! ¡Estas bellísima! Tienes el rostro distinto, ¿Qué te hiciste en tus labios? ¡Que bellas te dejaron las cejas! El maquillaje es perfecto, se ve supernatural.

-Gracias hermanita, dije con un tono de voz cargado de coquetería. -Carolina me llevó a un centro de estética, hicieron un gran trabajo.

-¿Qué le vas a decir a nuestros padres, llegan mañana en la noche y te van a encontrar convertida en una muñeca.

-A eso vine Sandra, a ver como hago. Le contesté. Eran demasiados cambios en sólo dos semanas, estaba seguro que no los comprenderían.

-¿Me prestas una dormilona para dormir?, le dije a mi hermana antes se subir a acostarme.


Papa, Mama,

Esta nota probablemente sea el último contacto que tendremos por algún tiempo.

He decidido darle un rumbo diferente a mi vida, un rumbo que me impediría ser un buen hijo a los ojos de Uds.

Me duele mucho tener que separarme de los dos, pero estoy segura que se esa forma será mejor para todos.

Los quiere muchísimo

Su hija

-Sandra ¡Esto fue la única nota que dejó? Preguntó la madre con angustia en su voz.

-Lo único mama, pero el ya venia desde hace algún tiempito actuando medio "rarito", Uds. no se daban cuenta por que esta siempre muy ocupados en sus propios líos ¿No vistes mi bata de dormir sobre su cama? Anoche el "niño" durmió con ella.

-¿Qué hacemos ahora? ¿Habrá que llamar a la policía?

-La policía no hará nada, recuerda que el muchacho ya es mayor de edad. Respondió el padre sin salir aun de su estupor ante la noticia del drástico cambio de su hijo.

-Mama, recuerda que esta noche me invitaron a cenar en la casa de Carolina

-Si hija, ve, así al menos distraes la mente de esta angustia por lo de tu hermano.

-Tranquilízate mama, seguramente la "niña", la esta pasando divinamente y tu aquí haciendo un dramón.


Al otro lado de la puerta ya se escuchaban algunas voces, sabia que dentro de pocos momentos me llamarían.

Dirigí una mirada a las medias de nylon negro que cubrían mis depiladas piernas, nerviosamente trataba de colocar sus costuras milimétricamente alineadas, alisé mi minifalda negra, miré mis manos con sus uñas acrílicas de color rojo intenso, el mismo tono que cubría mis labios.

Quería lucir bella, perfecta, que no hubiese ni un mínimo detalle del cual avergonzarse.

Impaciente caminaba de un lado a otro de la estancia con mis nuevos tacones altos, repitiendo mentalmente lo que me habían enseñado, "pasos pequeños, un pie delante del otro, balanceando un poco las caderas, punta, tacón, punta, tacón,…" .

Del otro lado de la puerta soñó una campañilla, era la señal que debía entrar.

Alisé mi delantal, tomé la bandeja y entré. A un extremo de la mesa estaba sentada mi hermana, le dirigí una vista furtiva y bajé la mirada.

La voz de la señora Cristina, la cual encabezaba la mesa se escuchó:

-Sandra, ya conociste a nuestra nueva criada, se llama Rosa.