De mí, para Andrea con mucho amor

Mail autentico a mi amante de la web con la que tengo cyber sexo.

Estimados amigos de todo relatos.com, en el presente les envio un mail autentico que hace poco le mandé a una amiga con la cual tengo cyber sexo. Si bien no creo que sea el mejor relato vayan a leer, me gustaría compartir con todos los que visitan esta pagina. El porqué de esto; sencillo, me encantaría que me escribieran para darme consejos y opiniones al respecto. Sin más preámbulos, mi mail a Andrea. Saludos, y que lo disfruten.

Hola andy Linda, cómo estás; supongo, y espero que muy bien. Tengo que decirte que el mensaje que me enviaste la vez pasada fue sencillamente maravilloso. Me encantó que me dijeras todas esas cosas lindas, y que en él pusieras todo lo que tenés ganas de que te haga. Desde ya te digo que para mí tus pedidos son ordenes, y que sin dudar te haría eso y muchas otras cosas más.

A propósito, la otra noche cuando me fui a dormir no pude dejar de pensar en vos, por lo que, inevitablemente, tuve que masturbarme. No sabes lo ricas que se han vuelto mis estimulaciones desde el momento en que te conocí. Si bien no sé cómo sos físicamente, por lo que me has contado puedo decir que tenés un cuerpo divino.

La otra noche, como te decía, acostado en mi cama pensé en que podíamos hacer realidad una de mis más preciadas fantasías.

Mientras no dejaba un centímetro de mi anatomía sin ser explorado por mis manos inquietas, pensaba en que estábamos juntos en una habitación cuyo único amoblamiento era una gran cama sólo para los dos.

Ahí estábamos ambos, besándonos como si el mundo fuera a acabarse al amanecer. Tu boca junto a la mía se fundían en unos tiernos pero apasionados besos. Besos que conjugaban el rico sabor de tus labios, con la dulce miel de tu boca.

En tanto las imágenes se recreaban en mi mente mis latidos fueron en aumento, así como la intensidad de mis caricias. No había parte de mí que no estuviera recubierta de sudor; un sudor que drenaba por mis poros cual manantial vierte sus aguas en un arrollo.

Y ahí, entre besos y más besos, te recuesto sobre es gran lecho en donde nos encontrábamos retozando. Y como por arte de magia, un pimpollo de rosa apareció entre mis manos. Sin más demora aquel suave juguete comenzó a hacer las delicias más osadas que nunca antes te habían hecho.

Recostada como estabas, comencé a acariciarte con los delicados pétalos del pimpollo. Primero por tus mejillas y cuello. Tu respiración se agitaba, y recién habíamos comenzado. El pimpollo iba desde debajo de tu lóbulo derecho, recorriendo todo tu estilizado cuello, pasando por tu garganta, para terminar el recorrido en el lóbulo izquierdo. Y así una y otra vez la senda de los pétalos se volvía a repetir una y otra, y otra, y otra vez

Lentamente las sedosas extensiones de mis dedos abandonaron aquellos lugares para bajar hasta tu pecho. Ahí estaba él, palpitante de deseo. Se dilataba y contraía de tal forma que era imposible no seguir estimulando tu cuerpo sólo a los efectos de hacerte estallar de placer.

Para esto, ni falta hace decir que mis manos eran un charco, y que no había parte de mí que no estuviera mojada por mi sudor. En tanto que mi boca se secaba; y así, seca, pedía a gritos las ricas esencias de tus entrañas. Jugos embriagantes y sabrosos si los hay en este mundo.

El terciopelo de los pétalos acariciaba la base de tu cuello y lentamente, en un movimiento de vaivén bajó hasta tu firmes y sedosos pechos. En un movimiento circular, desde la base de ellos, se fueron desplazando de abajo hacia arriba hasta llegar a tus rosados pezones. Así fue que durante un largo tiempo, entre besos y caricias, el pimpollo pasó de un lado a otro. Primero sobre la izquierda, luego sobre la derecha, y así sucesivamente de un lado a otro.

Tus pechos estaban firmes de la excitación, y tus pezones sencillamente no podían resistir la tensión de la piel que los envuelve. Se encontraban firmes y duros como nunca los sentiste antes. Al tiempo que los rozaba la sensación se transmitía a través de tu rostro totalmente enajenado y en busca de mucho más placer.

De alguna forma la excitación era tan grande que debía atenuar la estimulación. Por lo qué, casi con dolor bajé con el pimpollo hasta tu vientre agitado. Tu respiración se hacía cada vez más intensa, y eso se podía ver reflejado en tus jadeos continuos, y en la forma en la que tu pecho y vientre se contraía y dilataba una y otra vez sin cesar.

Sin más ni más, entre besos y caricias propiciadas por los pétalos del pimpollo, un gran orgasmo invadió todo los rincones de tu cuerpo. No había parte de tu cuerpo que no haya experimentado semejante sensación. Casi como movimientos convulsos toda tu anatomía vibraba de placer; placer que llegaba a punto de convertirse en un éxtasis de sensaciones en cada uno de los centímetros de tu bello cuerpo.

Sin esperar a que éste pasara, continué con las caricias. Tu bajo vientre parecía llamarme, sin embargo, no hay mejor cosa que hacer durar mucho el juego previo. Por lo que casi obviando esa divina parte me dirigí hacia tus firmes y torneadas piernas.

Empezando por los muslos, pasando por las rodillas y terminando por las pantorrillas, las caricias y besos no se hicieron esperar. Claro la esta vez no iba a perder la oportunidad de satisfacer uno de los fetiches que tengo, y éste la adoración que tengo por los pies.

Bajando por el empeine llegué hasta la punta de tus deditos. Uno a uno sintieron la tibieza de mis labios, así como las caricias de mi traviesa lengua que jugaba con ellos mientras vos no parabas de disfrutar de aquel delicioso banquete de placer.

Sin esperar demasiado, pero deleitándome lo suficiente, volví por el mismo camino. Subí por tus bellas piernas basando cada centímetro de ellas y sin dejar que una tuviera algo que la otra no. Así fue que llegué al lado interno de tus muslos; besos apasionados me hicieron presa de uno de los manjares que más disfruto en una mujer.

Suavemente mi lengua iba llegando a ese divino lugar que ya para todo esto estaba rebosante de jugos. Tus labios se encontraban hinchados y brillantes por las grandes cantidades de jugo que los recubrían. Al tiempo que mis ojos no podían separarse del panorama que brindaba tu rosado y erecto clítoris.

La imagen invitaba a comerlo a besos, sin embargo, el juguete que tanto había servido para darte placer aun se encontraba al alcance de mi mano. Sin más rodeos comencé a acariciar ese rico botón del placer con los pétalos del pimpollo de rosa. Mientras acariciaba los pliegues de tu divina vulva, el suave capullo se enjugaba con las sabrosas esencias que de tus entrañas brotaban a raudales.

El espectáculo para mis ojos era sencillamente arrobador, mientras recargabas una de tus piernas sobre mi hombro, al tiempo que dejabas ver cómo se abría tu vulva babeante de jugos a la espera de mi traviesa lengua. Con tu pierna sobre mí, y el pimpollo en mi mano, no se me ocurrió otra cosa que degustar el sabor de aquel capullo. Sin demora lo llevé a mi boca. ¡¡¡Hummmmmm, yummy, yummy!!! Qué rico era tener eso en mi boca. La suavidad de los pétalos mojados con tus esencias era un manjar delicioso del que sólo yo era beneficiario. Claro que no iba a disfrutar solamente yo, por eso te hice participe del placer que me daba ese manjar; así es que en lugar de chupar ese pimpollo, lo comencé a lamer delante de tus ojos para que vieras lo mucho que disfrutaba de él.

Era tanto lo que me gustaba tenerlo en mi boca que en cuanto tus jugos se acababan, inmediatamente lo pasaba por tu vulva en busca de más de ese delicioso jugo que tanto disfruto saborear.

Imagínate que para esto yo ya no podía más. Llevaba más de hora y media masturbándome y aunque sentía cómo mi semen empezaba a buscar un escape, las ganas de seguir dándote placer aunque más no sea en mi pensamiento me hacía que perdurar más de lo que imaginaba. Sin embargo, mi mano ya esta toda enjugada de mis jugos preseminales, así como la otra llena de sudor que desparramaba y refregaba por todo mi pecho y abdomen.

Continuando con mi relato, la imagen que de mi mente salió me dio tanto gusto como sorpresa. Imaginaba que en un ataque de excitación me envolvías con tus piernas de modo que no pudiera moverme. Luego tus brazos hicieron lo suyo, y finalmente de tus labios salieron las más excitante palabras: "hasta que no me hagas el amor no te suelto"

Sin demora alguna me recargué sobre tu hermosa figura y sin más ni más busqué tu sexo para penetrarte. Y ahí estabamos, gozando como unos posesos de los roces de nuestras partes. Te lubricaste tanto que no fue difícil entrar en vos, así como tampoco salir. Sólo que el salir de tu interior hacía que mis ganas por estar nuevamente dentro de ti aumentaran sobre manera cada vez que estaba fuera.

Las poses se sucedieron una tras otra, pero de las que más recuerdo fueron cuando te encontrabas encima de mí. Ver cómo tus pechos se movían al ritmo en que entraba y salía de ti mi pene me hacían excitarme mucho, mucho más. Luego, recuerdo que te pusiste en cuatro para mí. Lo mejor de ello fue que no hizo falta que te lo pidiera. Sola te pusiste así para mí. Era sensacional verte así, total mente abierta para mí a la espera de mis envestidas. Lo deseaba, lo deseaba mucho, pero más deseaba sentir los pliegues de la piel de tu ano con mi lengua. Eso es algo que siempre te digo cada vez que no encontramos en el chat, y que en mis fantasías es mucho más intenso de lo que te imaginas.

Ahí, ahí estaba yo lamiéndote cada parte de esa intima zona con mi enjugada lengua, enjugada con tus sabrosas esencias que seguían brotando de ti como un grifo abierto. Un poco servían para lubricar tu ano, y otro, para beberlas hasta el éxtasis.

Y así, en cuatro, como estabas, tome mi miembro entre mis manos y lo acomodé para entrar nuevamente en ti. Tu vulva estaba tan caliente que casi podía sentir que me quemabas. Mientras que la suavidad de tu interior invitaba meterme cada vez más adentro de ti.

En un momento me pediste que me quedara quieto, que vos querías hacer lo tuyo, y con movimientos circulares de tu cadera comenzaste a acariciar con tus entrañas todo alrededor de mi miembro. Tus movimientos hacían que me pusiera cada vez más duro, al tiempo que sentía cómo tu cavidad acariciaba mi endurecida… No resistiría por mucho más tiempo. El meneo de tus caderas me permitía ver tu ano moverse de tal forma que me sentía extasiado de placer. Entre el rozamiento y las imágenes mi cabeza no aguantaría mucho más tiempo aquellas escenas estremecedoras.

Así imaginé que estuvimos por más de una hora. Era inevitable, me iba a venir en cualquier momento; tanto en mi fantasía como en la realidad. Sin más, comencé a acariciarme mucho más fuerte y rápido, así como en mis pensamiento te daba envestidas cada vez más fuertes. La sensación era increíble, era casi como estar con vos. La escena era tan vívida que no discernía entre la realidad y la fantasía. Tus gemidos casi podía oírlos, eran tan fuertes y claros que no cabía duda de que algo de mí estaba con vos en algún lugar.

No había mucho más que hacer, nos estábamos por venir los dos. Tus movimientos bruscos y entrecortados daban la impresión de que el momento era inminente. Mientras que yo sentía cómo pene empezaba a hacer erupción. Eso me permitió imaginar que me derramaba dentro de ti sin ningún reparo. Tus gemidos se mezclaban con los míos al tiempo que los dos nos buscábamos para terminar nuestra intima noche en un fuerte y apasionado abrazo. Al tiempo que nuestras bocas se buscaron la una a la otra para demostrar cuánto habíamos disfrutado el uno de las caricias del otro.

El éxtasis hizo de nuestro cuerpos masas sin fuerzas siquiera para levantarnos a darnos un baño. De modo que no hubo más que besos y caricias que fueron la antesala de un reparador sueño. Abrazados en uno al otro nos encontró la mañana para otro placentero momento en el que nuestras almas se fundieron a través de nuestros cuerpos.

Bueno amorcito, espero que te haya gustado lo que escribí para vos, tanto como a mí lo que me dedicaste en tu último mensaje. Besos y hasta la próxima.

P.D: en mi próximo mail te voy a relatar lo que sucedió esa mañana.

P.D: no quiero ser pesado, pero necesito una fotografía tuya para poder hacerme una idea física de tu cuerpo, y así de esa manera escribir muchos más relatos para vos.

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