De Máximo a Maxine: el nacimiento de una puta
Esta es la historia de un tímido adolescente hétero y virgen, y el intento de transformarlo en una puta de cabaret por parte de una despiadada prostituta trans. Podrá el chico evitar la transformación o sucumbirá a los encantos de la puta profesional?
Máximo tocó el timbre del departamento, con mano temblorosa. Si bien tenía 18 años cumplidos (hacía exactamente una semana), su delgadísima contextura, su débil carácter y su timidez extrema le habían impedido tener relación alguna con una chica durante toda su vida. Nunca supo porqué, pero siempre se había sentido intimidado por las mujeres. Incluso cuando decidió dar este paso, y sabiendo que se trataría de una profesional, la idea de tener que hablar con una mujer le había causado pánico. Todo eso se chocaba con su extrema libido y curiosidad en cuestiones sexuales que, pese a su nula experiencia, se había manifestado ya hacía varios años. Eran frecuentes sus múltiples pajas diarias, que en nada contribuían a su aspecto flaco y demacrado. Siempre buscando nuevo material, navegando en las sugerencias de oscuros buscadores, encontró páginas donde en varias ocasiones había visto mujeres trans. Si bien en un principio la idea no le atraía, a lo largo de varios meses, y sobre todo con el correr de los videos (y de las pajas), la fantasía de coger con una de ellas se había vuelto parte de su arsenal de material imaginativo a la hora de auto-satisfacerse. Llevado por su irracional temor a tener una conversación con una mujer, la idea de llamar a una chica trans en lugar de una prostituta mujer biológica, le había resultado menos inquietante. Por algún extraño motivo, en su cabeza iba a resultar más fácil hablar con una chica trans que con una mujer con concha.
Hurgando en los perfiles de una página web de escorts trans, había encontrado a esta diosa, Sharlene, que incluso decía ser especialista en iniciaciones. Supuso que se refería a iniciar a jóvenes sin ninguna experiencia en temas de sexo. Jamás se le cruzó por la cabeza que hubiese hombres que buscasen ser penetrados por mujeres trans, ni mucho menos que deseasen iniciarse en eso. El ruido de la llave en la puerta, destrabándola, lo sacó de sus pensamientos y lo trajo de vuelta a la realidad, donde estaba parado frente a la puerta del departamento de una prostituta trans, lo que incrementó su ansiedad, exponencialmente.
Lo que vio lo dejó estupefacto. No había palabras para describir esa belleza. Claramente, las fotos no le hacían justicia. Una morocha espectacular, con un rostro casi perfecto, labios carnosos, ojos profundos, con un maquillaje que resaltaba cada detalle de sus facciones casi celestiales, brazos delicados con manos delgadas, tetas maravillosas, con forma de gota perfecta (no como otras que había visto en las páginas que tenían tetas como pelotas que sobresalían), sostenidas por apenas unos mínimos triángulos de tela atados con una tirita, que poco hacían por esconder unas aureolas enormes y redondas, y de cuyo centro se disparaban erectos pezones que pugnaban por perforar esa diminuta tela, una cintura mínima que para el ojo avizor hubiese delatado una cirugía de remoción de costillas, una cadera ancha con nalgas perfectas y redondas, turgentes, completamente al descubierto por una mínima tanga hilo dental que, de alguna forma misteriosa, ocultaba por delante el obvio diferencial que ésta chica tendría con una mujer biológica, nalgas que remataban en unas estilizadas pero fuertes piernas, largas, hermosas, enfundadas en eróticas medias de red de color rojo fuego, que se hundían en unas botas bucaneras con un taco altísimo, era la visión que tenía enfrente suyo. Se quedó mirándola, recorriendo ese cuerpo perfecto con sus ojos. Cada vez que su vista pasaba por la entrepierna, se detenía unos segundos, internamente dudando de que allí hubiera lo que él sabía que seguramente habría. No quería ni pensarlo. A él no era eso lo que le interesaba. De hecho, si lo pensaba demasiado, se arrepentiría. A él no le atraían los hombres, ni tampoco las pijas. Esto era solo por el morbo y por la timidez que le impedía hablar con una mujer biológica, se dijo, intentando convencerse. Volvió a recorrer aquél cuerpo perfecto con la mirada. Ella, entre intrigada y risueña, soltó: “¿no vas a entrar? ¿Te vas a quedar ahí mirándome toda la tarde?” Extendiéndole una delicada mano, lo miró fijamente a los ojos.
Máximo titubeó por un par de segundos, a lo que la chica reaccionó quitando la sonrisa de su rostro. Él supo que tenía que actuar rápido, o tampoco con una prostituta trans podría debutar. Con torpeza, la tomó de la mano que permanecía extendida, y dio un paso temeroso hacia adelante. Ella, haciendo gala de una inusitada fuerza, lo jaló del brazo, haciéndolo tropezar y caer sobre ella misma, que lo contuvo abrazándolo. Completamente sonrojado, quedó aprisionado por los brazos de Sharlene, que clavó sus ojos en los del asustado chico. Así se quedaron incontables segundos, hasta que con su boca, ella buscó los labios del muchacho, que permanecía congelado, con los ojos enormemente abiertos, azorados. La ardiente lengua lo invadió por sorpresa. Él no esperaba esa intrusión en su boca. Nunca la había experimentado. Seguía congelado, sin mover sus brazos ni hacer nada con su boca, salvo dejarse invadir. Ella se apartó, molesta. “¿No te gusto? ¿Estás incómodo? Si querés irte, está bien, andate.” El chico no reaccionaba. En el momento en el que ella iba a soltarlo, él balbuceó: “no, perdón, es que sos mucho más hermosa de lo que pensaba y la verdad es que yo… yo… no tengo… experiencia .” Ella sonrió cálidamente. Era un hermoso halago y la confirmación de que el chico era un ejemplar perfecto. En sus ojos, una chispa se encendió. Volvió a la carga con su beso húmedo y ardiente. Esta vez, el chico trató de imitar lo que ella hacía. Poco después, cuando su propia lengua se debatía con la de ella, en un furioso beso, sintió esas manos delicadas recorriéndole la espalda. Él hizo lo mismo, a lo que ella respondió juntando aún más su cuerpo contra el de él, haciéndolo sentir la presión de sus tetas perfectas contra su pecho, mientras soltaba un ahogado gemido dentro de su beso. Eso hizo que él ganara un poco más de confianza, y una de sus manos bajó un poco más, hasta rozar las nalgas de esa hembra perfecta. Ella hundió aún más su lengua dentro de la boca del chico, que tomó eso como una señal para seguir adelante.
Pronto, ambas manos acariciaban y apretujaban las nalgas de la chica, que no paraba de gemir dentro del beso, mientras que con sus propias manos acariciaba el pantalón de Máximo, intentando buscar su erección. Lo que el chico no sabía era que ella buscaba una pija como las que a ella le gustaban, y que se decepcionó al sentir el diminuto tamaño de la de él. Obviamente, Sharlene no hizo ningún gesto ni comentario al respecto, y siguió con sus besos y caricias tal como lo había estado haciendo. Llegado el momento, el Doc tendría cómo corregir ese pequeño problema , pensó Sharlene. Con maestría, ella lo desnudó, mientras continuaba excitándolo, hasta que lo tuvo completamente en bolas y, tomándolo de la mano, lo guió hasta la cama. Allí lo hizo pararse a un lado, y amagó besarlo. El chico cerró los ojos, como esperando sentir los labios de su diosa, pero en lugar de eso ella lo empujó hacia atrás, haciendo que él cayera de espaldas en la cama. Él se sorprendió y abrió los ojos, asustado, encontrando una maliciosa mirada y una enigmática sonrisa en el rostro de ella, que felinamente trepó también a la cama, y se acomodó sobre él. Lentamente, comenzó a recorrerle el cuerpo con la lengua, arrancándole tímidos gemidos de placer. En un momento sintió un intenso dolor en su tetilla izquierda, y vio con sorpresa que ella la estaba mordisqueando. El le imploró que parase, y ella, jocosamente, le contestó: “quiero que tus pezoncitos sean bien sensibles, bebé. Vas a ver cómo te va a gustar.” Ella siguió lamiendo, chupando y mordisqueando, hasta que su pezón (él ahora sintió que estaba bien llamarlo así, aunque siempre hubiese creído que los hombres tenían “tetillas”) estuvo completamente duro y erecto. Entonces ella se cambió al pezón derecho y comenzó el mismo trabajo, mientras con sus dedos le seguía pellizcando el izquierdo. Para cuando el pezón derecho estuvo bien duro y parado, Máximo gemía en forma incontrolable, experimentando un placer que jamás había imaginado, implorando: “chupame las tetitas, por favor”, sin siquiera sospechar que ese pensamiento le hubiese resultado completamente foráneo apenas unas horas atrás. Ella, sonriendo, comenzó a bajar lentamente por su abdomen, hasta llegar a la entrepierna, y se acomodó para chuparle la mínima pija. El chico volvió a cerrar los ojos y se dejó llevar, pero no demoró demasiado en acabarle en la boca, por la increíble mamada que ella le dio. Era la primera vez que le chupaban la pija, y esta diosa lo había hecho tan perfectamente bien que le había hecho explotar la cabeza. La sensación era increíble. Permaneció con los ojos cerrados, jadeando, mientras ella le extraía hasta la última gota. Un segundo después, antes de que él pudiera reaccionar, ella se acostó encima de su cuerpo y selló sus labios contra su boca, retomando uno de esos intensos y húmedos besos. Esta vez, él pudo percibir un dejo de un sabor distinto. Seguramente sería el de su propia leche, pensó, pero en lugar de sentir asco, sintió curiosidad, así que se dedicó a buscar con su lengua, obteniendo diminutos destellos del sabor de su propio semen en la ardiente boca de la puta.
Sus manos habían vuelto a acariciarla, y otra vez masajeaban las nalgas de esa perra perfecta. Casi sin querer, los dedos de su mano derecha se colaron entre los glúteos de la chica, y comenzaron a jugar con su dilatado agujero, a lo que ella respondió con intensos gemidos, profundizando el beso. “Maxi, quiero que me cojas”, dijo ella. “Máximo”, corrigió él, aparentemente molesto por el apodo que no le permitía usar a nadie. Ella sonrió, en silencio, y puso una pierna a cada lado de su cadera, trabándolo debajo de su culo perfecto. Con una sola mano, alineó la diminuta pija con su agujero, y se empaló rápidamente, soltando un profundo gemido. El chico imaginó que iba a ser doloroso, pero pronto se dio cuenta de que ella se había lubricado previamente, así que no sintió ninguna dificultad al penetrarla. Sharlene comenzó un suave movimiento con sus deliciosas caderas, que fue acelerando a medida que aumentaba su excitación. Si bien la pija del chico era mínima, el solo hecho de sentirla adentro suyo era suficiente para excitarla. Un minuto después, lo cabalgaba salvajemente, mientras lo miraba profundamente a los ojos. Sabía, en lo más íntimo de su ser, que en poco tiempo lo habría de transformar en una perra salvaje como ella, tremendamente puta, siempre excitada, siempre deseando pijas, y ocasionalmente transformando a chicos desprevenidos, como éste que tenía entre sus piernas.
Máximo no demoró mucho en acabar nuevamente, soltando copiosas cantidades de leche dentro del culo de Sharlene, que gimió lujuriosamente cuando sintió el tibio líquido entrando en su cuerpo. Lentamente, se acostó suavemente sobre el chico, y comenzó a besarlo nuevamente, esta vez con ternura y delicadeza. Así siguieron durante incontables minutos, hasta que la chica susurró al oído del muchacho: “parece que tenés ganas de más.” Máximo se percató de que su pija estaba nuevamente erecta, y nunca había salido del culo de ella. En un rápido y sorprendentemente fuerte movimiento, ella lo hizo girar, quedando ella de espaldas en la cama, y él sobre ella, en posición de misionero. Al girar, la tanga se le desplazó a un lado, y su enorme y durísima pija asomó entre sus piernas. El chico quedó helado. Había olvidado por completo que estaba con una chica trans y que entre sus piernas obviamente habría una pija. Antes de que pudiera romper su concentración y perder la erección, ella le susurró: “olvidate de eso. Cogeme como antes, que quiero que me acabes otra vez. Quiero ser tu nena.” Máximo no dudó ni un segundo y comenzó a bombearla tal como había visto en los videos que habían poblado toda su adolescencia. En algún momento, sin que él se diera cuenta, ella le había puesto los tobillos en sus hombros, y ahora él podía ver perfectamente su pija entrando en ese culo goloso, y encima de eso los dos huevos de la chica coronados por una inmensa pija bien dura. Intentó ignorarla, pero cuanto más la cogía, más le intrigaba ese pedazo de carne. Nuevamente, tantos años de pajas y privaciones lo hicieron acabar enseguida, cosa que hizo soltando un grave gruñido, arrojándose luego en brazos de ella, sintiendo las enormes tetas de la puta contra sus sensibles pezones.
No supo cuánto tiempo pasó. Pero fueron los minutos más dulces de su vida. Recostado contra esa diosa del sexo que acababa de darle tres orgasmos increíbles. Sintiendo sus enormes tetas rozándole sus delicados y sensibles pezones. La intrigante sensación de esa enorme pija presionada contra su abdomen. El delicado sabor de los labios de ella entrelazados contra los de él.
Finalmente, se levantó y ella lo guió hasta el baño, donde juntos se dieron una prolongada y relajante ducha, que incluyó enjabonamiento mutuo y jugueteo incesante. Saliendo del baño se secó y comenzó lentamente a vestirse. Ella lo abrazó, besándolo tiernamente y, entregándole la tanga que había usado, le susurró: “tomá, un recuerdo de tu primera vez.” El se sonrojó nuevamente, la besó por última vez, y salió rápidamente del departamento.
Mientras iba sentado en el colectivo, trataba de no pensar en ella, pero todo el tiempo su cabeza volvía a imaginarla desnuda, con ese cuerpo increíble y hermoso pegado al suyo, lo que lo mantenía completamente en erección, pese a los tres orgasmos que había tenido. En un instante, se dio cuenta de que no le había pagado. Inmediatamente, le envió un mensaje de texto, pidiéndole perdón y ofreciéndole llevarle el dinero en ese mismo momento. Sharlene, que había planeado cuidadosamente ese “descuido”, respondió que tenía que salir, pero que lo esperaba al día siguiente a las 11 de la mañana. Máximo aceptó, y continuó su viaje, con la imagen de la chica desnuda cada vez más presente en su cabeza. Al llegar a su casa, continuaba completamente excitado, así que se encerró en el baño, se desnudó y, oliendo la tanga sostenida en su mano izquierda, comenzó a recorrer su propio cuerpo con la mano libre. Cerró los ojos, y se dejó llevar. En algún momento, volvió a abrir los ojos, y se vio en el espejo, la tanga en su cabeza, forzándolo a respirar a través de la tela, por lo que sentía permanentemente el embriagante olor de aquella deliciosa mujer. Su mano izquierda pellizcando alternadamente sus enrojecidos pezones, que se veían inflamados por tanto abuso, mientras su mano derecha lo pajeaba sin parar. La sola imagen de su reflejo lo hizo acabar nuevamente, derramando toda su leche sobre el lavatorio. Se quedó jadeando, mirando la leche fijamente. Recordó el sabor que había sentido en aquel beso pos-mamada. Casi inconscientemente, se untó los dedos y los llevó a su nariz. Temblando, entreabrió los labios y sacó la punta de su lengua, rozando el líquido. En ese momento vio su reflejo en el espejo, y rápidamente metió la mano bajo el chorro de agua, para lavarse. Se sintió asqueado, pero a la vez intrigado. ¿Porqué se le había cruzado por la cabeza hacer eso? Terminó de limpiar el desastre que había hecho, y se fue a acostar, exhausto por el intenso día que había tenido.
El despertador sonó puntualmente a las 7 de la mañana. Máximo se levantó, dispuesto a darse una ducha, vestirse y salir para hacer unos trámites antes de ir a la casa de la puta, para cumplir con su obligación de pago. Mientras se bañaba, no pudo evitar que el roce en sus pezones lo hicieran excitarse al extremo de no poder resistirse a una paja. Mientras el agua se escurría por su piel, sacudió su pija con ansiedad, hasta que acabó copiosamente. Más calmado, terminó de lavarse y se secó frente al espejo. Se afeitó con extremo cuidado, verificando al terminar que no se sintiese siquiera el roce de su mano a contrapelo. Quería tener la piel absolutamente suave, porque aunque sabía que no iba a poder coger con Sharlene nuevamente, ya que no tenía dinero para eso, al menos podía fantasear con besarla. Ya en su habitación, cuando elegía la ropa para vestirse, sus ojos se fijaron en la tanga que la chica le había regalado. ¿Cómo se sentiría de usar eso? ¿Le quedaría bien? ¿Sería cómoda? Sacudió la cabeza, como si hubiese estado pensando en algo insoportablemente malo. Se calzó unos aburridos boxers, su clásico jean y una camisa blanca, que le transparentaba los pezones, que curiosamente ahora estaban siempre erectos. Hasta el roce de la camisa le producía pequeños chispazos de excitación. Se terminó de peinar, y salió rumbo al departamento de la diosa. Todo el proceso le había llevado más tiempo del esperado, así que tenía que ir directamente a la casa de Sharlene.
A las 11 en punto, tocaba el timbre, carcomido por la ansiedad. La puerta se abrió y Máximo quedó deslumbrado. Si ayer le había parecido una diosa, hoy era la madre de todas las diosas. Radiante, espectacular. Solo vestía unas hermosas y delicadas sandalias negras de taco altísimo y una minúscula tanga dorada. Sus tetas se movían libremente, suavemente acariciadas por su deslumbrante pelo azabache ondulado. Sus labios rojo carmesí eran toda una invitación al pecado, al que Máximo no pudo resistirse, así que dio un paso adelante hasta quedar a centímetros de esa diosa y plantó sus propios labios contra la boca de Sharlene, que le devolvió el beso apasionadamente. Recuperando momentáneamente la consciencia, el chico se apartó y balbuceó: “n-n-no, no puedo. Solo me alcanza para pagarte por lo de ayer.” Ella le sonrió con enigmática malicia. “No te preocupes. No te pienso cobrar ni lo de ayer ni lo de hoy. Pasá, estoy muy caliente.” Lo jaló del brazo hacia el departamento, cerrando la puerta violentamente apenas él la traspasó. Lo abrazó y le hundió la lengua en la boca, mientras con su mano comenzó a pellizcar salvajemente los pezones del chico que gemía sin parar, mientras se retorcía de placer. Enseguida le abrió la camisa, y con su experta boca comenzó a chuparle y mordisquearle los pezones, cosa que lo estaba volviendo loco.Tomándolo de la mano, prácticamente lo arrastró hasta la cama, mientras le decía: “vení, Maxi, vení que te quiero chupar la pija.” Al chico no le pareció mal el apodo. Era erótico, sensual, sexy ... Le iba a encantar que todo el mundo lo llamara así. “mmmmm, Maxi, qué bien que estás... dejame chupar un poco más esas tetitas...” dijo Sharlene. Él gemía y aullaba de placer, repitiendo entre jadeos: “chupame las tetas, son para vos.” La chica sonrió, y por dentro supo que ya lo tenía en sus garras. Ahora era solo cuestión de tiempo. Mientras se las chupaba intensamente, lo terminó de desnudar. El chico ya estaba completamente erecto y chorreando presemen. Ella se arrodilló, y mirándolo a los ojos, comenzó a lamerle la pija, desde los huevos hasta la punta, ida y vuelta, en sensuales movimientos, mostrándole al chico todo su arte de puta. En un momento no se pudo resistir más y, abriendo su boca, se la metió toda. El chico cerró los ojos y comenzó un suave movimiento de caderas, como cogiendo la boca de la puta. Ella se aferró a sus muslos, de forma tal que sus manos quedaron casi al borde de las nalgas del chico, que estaba totalmente absorto en la mamada que le estaban haciendo. Con delicada sutileza, sus dedos acariciaron las nalgas, suavemente primero, y ante la falta de reacción en contrario, con lujurioso deseo después. Maxi gimió y presionó aún más su pija contra la boca de la chica, que continuó jugando con sus manos.
Unos segundos después, Maxi acabó, soltando un agudo gemido, que lo sorprendió a él mismo. Rápidamente, ella se puso de pie y selló su boca contra la del chico, en un beso que compartió el sabor de la leche. Maxi no se resistió. Continuó besándola como si nada hubiese pasado. Cuando rompieron el beso, fue cuando se percató que ella lo había terminado de desvestir, así que no restaba más trámite que arrojarse sobre la cama. Así lo hicieron, y rápidamente él estaba nuevamente dentro de ella, bombeándole el culo, en esa posición que tanto le gustaba, con los delicados tobillos en sus hombros. Mientras su pija entraba y salía del culo glorioso de la puta, Maxi no podía quitar su vista del enorme pedazo de carne de la chica, que no solo estaba completamente erecto, sino que también chorreaba presemen, y a cada empujón de él soltaba un mínimo chorrito blancuzco. Sharlene gemía y gozaba como toda una perra. “Qué bien la pasa esta puta”, pensó Maxi. Se la veía gloriosa, feliz, plena. Gozaba de tener una pija adentro como un pato goza del agua. Pronto Maxi acabó dentro de ella, pero en lugar de detenerse continuó con un movimiento lento, mientras pegaba sus tetitas a las de la puta y se fundía en un beso con ella. Se besaron durante un rato, en los que su excitación nunca bajó. Ella lo abrazó fuerte y giró de forma de quedar arriba de él, pero sin sacar la pija de adentro de su culo. Enseguida comenzó a cabalgarlo, con su enorme pija golpeándole el abdomen. El estaba delirando de placer, mientras veía aquel enorme monstruo subiendo y bajando, goteando y chorreando sobre su pelvis y abdomen. No pudo resistir mucho más, y llevó lentamente su mano derecha hasta que sus dedos rozaron la cabeza del hermoso pedazo de carne. Sharlene soltó un gemido, que hizo que el chico se asustara un poco, pensando que había hecho algo mal. Ella lo miró, mientras aceleraba la montada, y le ordenó: “dale, tocala, ya se que querés sentirla. Dale, no tengas miedo”, y tomándole la mano, la volvió a guiar hasta la pija. Ahí, Maxi no tuvo dudas, y sus dedos envolvieron aquella maravilla. Sintió por primera vez en su vida lo que era tocar una pija que no fuera la suya propia, y lejos de resultarle desagradable, la sensación le resultó maravillosa. Ahora no solo le bombeaba el culo a esa diosa insaciable, sino que también le pajeaba la pija. No pudo resistirlo más y cuando estaba justo por acabar, sacó su pija del culo de la chica y por la fuerza de su eyaculación chorreó con su leche el abdomen y las tetas de ella, que sonrió y gimió mostrando su placer, e inmediatamente también acabó, chorreando por sobre el pecho de Maxi toda su leche, que él recibió deslumbrado.
Sin importarle lo que obviamente sucedería, la forzó para que ella cayera sobre su torso. Sus tetitas se apretaron contra las de ella, y ambos cuerpos quedaron completamente embadurnados en leche de los dos. Ella sonrió, y empujándolo a un lado, comenzó a lamerle los pezones, para ir aumentando la intensidad hasta que mientras le quitaba los restos de semen de los dos con la lengua, le estaba chupando nuevamente las tetas, él dejándose chupar mientras gemía sin parar. Cuando no quedó nada de leche en las tetas de él, ella le acercó sus propias tetas a la boca, por lo que Maxi, con absoluta dedicación, comenzó a lamer, temerosamente primero, pero cada vez más ansiosamente, hasta que también le chupaba las tetas con total devoción, saboreando a la vez la deliciosa mezcla del semen de ambos. Cuando ya le había sacado toda la leche que le cubría las tetas, Maxi la besó furiosamente, y así estuvieron un largo rato, hasta que la chica le dijo que tenía que prepararse porque pronto recibiría a un cliente. El chico se puso un poco triste, pero entendió que era el trabajo de ella, y se despidió con un ardiente beso, mientras se vestía sin haberse quitado aún los últimos restos de leche de su cuerpo.
Al llegar a su casa, Maxi fue directamente al baño, se desnudó y comenzó a pajearse mientras pellizcaba salvajemente sus pezones, que a esta altura ya estaban hinchados y completamente rojos. Cuando acabó, no dudó en juntar la leche y llevársela a la boca, saboreándola como el manjar que ahora le parecía. Repitió el proceso dos o tres veces, hasta que, extenuado, se duchó y se fue a la cama.
Al otro día, al levantarse, se miró el cuerpo, extrañado por las sensaciones y creyó notar que sus tetitas habían crecido de tamaño. “Debo estar imaginando cosas”, pensó, pero la idea de que fuese cierto le encantaba. Volvió al baño, y tomando su afeitadora, se metió en la bañera bajo la ducha y comenzó a quitarse el mínimo vello que cubría su delicado cuerpo. Cuando terminó, se miró al espejo. Más allá de estar completamente suave y terso, su cuerpo tenía algo distinto. ¿Había adelgazado? No, no era eso. Sus dedos buscaron sus pezones, y pudo comprobar que estaban más grandes, y muy sensibles. Apenas pellizcó uno, soltó un gemido agudo, casi femenino. Abrió los ojos enormemente. Se quedó jadeando, por la intensa descarga eléctrica que eso le había generado. Volvió a hacerlo, esta vez mirándose en el espejo. La sensación era maravillosa. Y claramente, podía notar que sus tetitas ahora sobresalían de su pecho, pero lo más notable es que las aureolas, antes pequeños círculos del tamaño de una moneda, eran ahora mucho más grandes, de un color más oscuro. En su centro, los pezones ya no eran mínimas puntitas, sino que parecían pequeños tamborcitos, casi como minúsculos dedales. Continuó pellizcándoselos, acariciándolos, gimiendo y jadeando, hasta que acabó. Sin darse cuenta, su otra mano había buscado su pija y lo había pajeado. Sin dudar, juntó toda la leche con sus dedos y, llevándosela rápidamente a la boca, se la tragó. Se enjuagó, y volvió a su cuarto. Cuando iba a ponerse el bóxer, vio la tanga que Sharlene le había regalado.
Fue irresistible. La tomó en sus manos y la miró fijamente. ¿Cómo es que una pieza tan diminuta podía esconder la terrible pija y los huevos de Sharlene? Intrigado, pasó primero una pierna y luego la otra por las mínimas tiritas que hacían las veces de elástico. Al subirla, una sensación increíble se apoderó de sus piernas, lo hizo temblar y casi caer al piso. Su pija se puso inmediatamente erecta. Sin dudas que tendría que pajearse nuevamente antes de salir. Si no, iba a ser imposible esconder la erección. Volvió al baño, subió como pudo la tanga hasta que el hilo dental trasero se hundió entre sus nalgas y se miró al espejo. Las sensaciones lo sobrepasaban. Era terriblemente excitante sentir el roce de esa prenda, pero ¿acaso su culo estaba más redondo? Su piel completamente libre de vello alguno contrastaba contra la mínima tanga, que no podía contener su erección ni sus huevos. Tal vez, Sharlene tenía algún truco. Podría ir a visitarla y preguntárselo. Acariciando sus tetas, jugando con sus pezones, e imaginando la pija dura de Sharlene, Maxi se hizo otra paja. Juntó con destreza toda la leche, y la lamió de sus dedos, delicadamente, sin dejar de mirarse al espejo. Su reflejo dejaba ver cuánto estaba disfrutando de ese momento. Se acomodó los genitales como pudo dentro de aquél mínimo triángulo, y volvió a su habitación. Buscó un jean que le marcara bien el culito, pero no encontró nada. Del fondo de su cabeza, surgió una idea. Fue hasta la habitación de su hermana, y hurgó en los cajones de su ropa. Allí encontró un jean elastizado de tiro bastante bajo. Decidió probárselo. Al hacerlo, vio que el elástico de la tanga era levemente visible por sobre la baja cintura del pantalón. Sonrió, pícaro, imaginando las miradas que atraería por la calle, y luego revolvió hasta que encontró una blusa blanca, que dada la diferencia de talles le quedaba extremadamente ajustada al cuerpo. Claramente, sus pezones resaltaban como faros en la noche, estirando levemente la tela. Volvió a mirarse al espejo, y no podía creer lo seductor que se veía. Le mandó un mensaje a Sharlene, avisándole que salía para allá. La chica respondió con un lacónico: “te espero”, seguido de dos corazones.
Al abrir la puerta, la que quedó sin palabras fue Sharlene. “Guau, estás genial. ¡Mirá cómo te queda ese pantalón!”, exclamó, tomándolo de la cintura y haciéndolo girar para admirar descaradamente su culo. Maxi sonrió, y flexionó la cintura para sacar cola, mostrando sus nuevos e incipientes atributos. “¿Te gusta? ¿Me hace buena cola?”, preguntó, ilusionado, el chico. “Me encanta”, exclamó ella, volviendo a girarlo, para quedarse ensimismada mirándole las tetas. Sin darle tiempo a nada, lo tomó de la cintura y lo besó profundamente. Al igual que el día anterior, ella solo vestía una tanga, que apenas cerró la puerta apartó para dejar al descubierto su enhiesta pija. Maxi no dudó y comenzó a sobarla con su mano derecha, mientras que la zurda pellizcaba los pezones de la jadeante puta. Rompiendo el beso, ella lo miró a los ojos y le dijo: “¿querés probarla? ¿Querés saber qué se siente al chuparla? Dejame que te enseño.” La cara del chico irradiaba felicidad. Con delicadeza, ella lo guió hasta arrodillarse, y con instrucciones simples y con extrema dulzura, lo fue guiando para que lamiera primero, besara después, y finalmente comenzara la primer mamada de su vida. Menos de un minuto después, el chico chupaba su primera pija adquiriendo experiencia y destreza rápidamente, metiéndose aquel enorme pedazo de carne completamente dentro de su golosa boca. Cuando Sharlene acabó, Maxi no soltó ni la más mínima gota. La chica lo ayudó a pararse, y antes de besarlo, le susurró: “felicitaciones. Acabás de chupar la primer pija de tu vida y lo hiciste genial. Naciste para chupar pijas. ¿Te gustó?”. Maxi no dudó en mover la cabeza afirmativamente, con una sonrisa entre tierna y seductora, como si de un juego se tratase. “Vení, vamos a la cama”, dijo Sharlene, y lo llevó a la habitación.
“No puedo creerlo”, exclamó, al bajarle el jean y encontrar la tanga que le había regalado el primer día. Si bien el chico no había sabido cómo ocultar sus genitales, la sola visión del cuerpo delicado y depilado, con la tanga y la blusa que le marcaba las tetas, fue demasiado fuerte para Sharlene. “Qué linda que estás, no puedo parar de mirarte. Quiero comerte toda.” Maxi se quedó helado. Le estaba hablando en femenino. “Soy un chico”, tartamudeó él. “¿Estás segura? Acabás de mamar una pija como toda una experta, estás completamente depilada, hasta la entrepierna, tenés puesta una tanga hilo dental, usás un jean elastizado de mujer y tus tetas se aprietan contra la blusa ajustada que tenés puesta, con los pezones implorando que los muerdan. Para mí ya no sos un chico. Pero si querés que te trate de chico, no tengo problemas”, dijo Sharlene, intentando la psicología inversa. Por el momento, no le dio resultado, ya que Maxi respondió: “sí, prefiero que me trates de chico, gracias.” La puta asintió y sonrió, sabiendo que poco faltaba para sacar de adentro de Maxi la perra que sabía que se moría por salir.
Sharlene siguió besando y acariciando al chico, que nuevamente se había entregado a gemir y dejarse hacer de todo por la puta. Instantes después, ella le chupaba las tetas ansiosamente, mientras Maxi gemía y se retorcía, implorando más y más, su voz cada vez más aguda, más sedosa, más seductora. Cuando estaba totalmente ido, Sharlene buscó su pija y comenzó a chupársela, solo para encontrarse con que acabó en menos de 30 segundos. La puta tragó toda la leche con angurria, y se recostó al lado de Maxi. En un susurro, le dijo que debía irse porque pronto llegaría un cliente, así que por más que estuviese desilusionado, el chico debía marcharse. Para entusiasmarlo, le regaló varias tangas, un par de corpiños, excitantes medias de red con ligas y portaligas haciendo juego, y un labial rojo fuego. Además, le explicó cómo esconder sus genitales, para que pareciera que no tenía nada entre las piernas. Maxi la besó ardientemente, se despidió, y se fue, caminando aún más femeninamente de lo que lo había hecho al llegar. Al verlo, Sharlene supo que no faltaría mucho para transformarlo en una puta más, siendo él mismo quien rogase por la transformación.
Maxi entró a su casa ansioso por probarse toda la lencería que Sharlene le había regalado. Se encerró en el baño, y allí comenzó a jugar, primero ocultando sus genitales, tal como había aprendido y luego probándose las tangas, las medias, los portaligas y los soutiens. En algún momento, tomó el labial rojo y se lo aplicó. Al mirarse al espejo, una deliciosa chica de pelo corto le devolvía la mirada. Se excitó sobremanera. Rápidamente liberó su pija de la prisión en la que la había puesto y comenzó una paja violenta. Al acabar, no desparramó ni una gota, y tragó todo, juntándolo con la lengua, directamente de sus dedos, lamiéndolos hasta dejarlos impecables. Buscó los cosméticos de su madre, porque los de su hermana eran de colores demasiado chillones, muy de adolescente, y él quería parecer una puta, no una nena. Se delineó los ojos primero, luego se aplicó máscara, después sombra de ojos, finalmente se sacó todo y comenzó en el orden correcto, usando base, corrector, lápices de cejas, delineador, etc., etc. Para cuando terminó, una mujer con aspecto de puta barata lo miraba fijamente desde el espejo. Nuevamente extrajo su pija y se pajeó, y nuevamente engulló toda la leche. Se desvistió y se metió a la ducha. Allí estuvo por un largo rato. Cuando salió, eran casi las 10 de la noche, pero su calentura era extrema. Buscó rápidamente en su computadora por algún bar o boliche gay en la zona, y luego de calzarse una de las tangas negra de encaje con hilo dental que Sharlene le había regalado, el jean de tiro bien bajo de su hermana, que dejaba ver la cintura de la prenda interior y la blusa ajustada que marcaba sus ya notorias tetitas, partió rumbo al local.
Maxi se despertó sobresaltado en su cama. Eran más de las 11 de la mañana, y ¡tenía que estar en lo de Sharlene! El ni siquiera pensó en que jamás había concertado la cita, sino que la necesidad de estar ahí a esa hora había sido implantada en su mente. Así que por más que se hubiese acostado tardísimo, después de la agitada noche en el boliche, tenía que apurarse para cumplir, pero además quería ir para contarle todo lo que le había pasado. Se acomodó nuevamente los genitales, se calzó una tanga roja, el ajustadísimo jean de cintura muy baja que dejaba ver todo el elástico de la tanga y el nacimiento de sus nalgas y una diminuta remera que no le cubría el abdomen, pero que marcaba bien el contorno de sus turgentes tetas, y se dio cuenta de que el roce sería irresistible. Decidió que sería mejor usar el corpiño, además porque los pezones resaltaban mucho con esa remera. Se aplicó delineador, máscara y labial, y buscó entre las sandalias de su hermana, hasta que encontró unas de tiritas, rojas, y con un taco de5 centímetros, que le levantaban bastante la cola, y así partió para la casa de Sharlene.
Al abrir la puerta, la puta quedó tan sorprendida como el propio Maxi había quedado el primer día. “Hola, amooooor”, dijo Maxi en un tono dulce y femenino. Entró al departamento bamboleando marcadamente sus caderas, un paso delante del otro, rozando con su prominente culo la cintura de Sharlene, que lo miraba azorada. Sacándole la puerta de la mano, la cerró, y se lanzó a los brazos de la sorprendidísima puta, que le devolvió el beso apasionadamente. Acto seguido, Maxi se quitó la ropa para quedar solo con la lencería, bajo la ardiente mirada de Sharlene, que solo pensaba en coger ese culo pomposo que se le presentaba. “Ayer a la noche estaba tan caliente que me fui a un bar gay, y después de un rato un chico me llevó al dark room, me hizo arrodillar y chuparle la pija. Después que me acabó en la boca, vino otro y después otro y otro... Perdí la cuenta. Cuando ya me dolía la mandíbula, me volví a casa. Casi estaba amaneciendo, por eso me dormí y llegué tarde, divina. ¡Perdón!” Mientras hablaba, movía las manos con gestos delicados pero bien exagerados, tocaba los brazos de Sharlene y soltaba risitas. “Estás increíble. Súper-sexy. Nunca hubiese imaginado un progreso tan rápido. Si hasta tetas tenés, ya”, dijo aún sorprendida Sharlene. “¿Viste? ¿Te gustan? Espero que me crezcan más, porque así son medio patéticas”, comentó jocosamente Maxi. Iba a seguir hablando pero Sharlene lo tomó de la cintura y le cerró la boca en un profundo beso. Rápidamente, la mano de Maxi extrajo la erecta pija de la tanga de Sharlene, y se arrodilló a chuparla. La puta lo paró en seco: “vamos a la cama, tengo otra idea.” Maxi la miró por unos segundos hasta que entendió de qué se trataba. Unos instantes después, se ponía en cuatro patas sobre la cama, arqueando la espalda y ofreciéndole su apetitoso culo a la puta, que luego de lamerle el agujerito hasta dilatarlo, le hundió la enhiesta pija hasta el fondo.
Maxi gimió de placer. Era la primera pija que le metían y le encantaba. Comenzó a jadear, a gemir y a mover sus caderas acompasadamente, al ritmo que Sharlene le imponía. Estaba gozando como nunca en su vida, con una pija enorme cogiéndole el culo. La puta le susurró al oído, al tiempo que incrementaba el ritmo de la penetración: “¿viste que yo sabía que eras toda una puta ? No podés resistirte a una pija. Querés que te cojan, ¿no, puta? Querés que te llenen ese culo con pijas y te den bomba hasta llenarte de leche, ¿no? Querés ser una puta como yo, que se la cojan todos los días, ¿no?” Maxi, jadeando cada vez más salvajemente, estalló en un grito: “siiiiiiiiiii, quiero ser puta como vos. Quiero tener muchos machos cogiéndome. Que me den pija y me llenen de leche. Que me hagan su puta. Que me acaben en las tetas, en la boca o en donde quieran. Ayudame, por favor. Ayudame a ser como vos”, fueron las últimas palabras de Maxi, el chico gay. Había nacido Maxine, una nueva puta trans. Sharlene bombeó despiadadamente hasta que le acabó dentro, haciendo que la nueva putita sintiera por primera vez una inmensa descarga de leche dentro suyo. Maxine respiraba entrecortadamente, y se retorcía de placer, acariciándose las tetas, pellizcándose los pezones y jugueteando con su engordada pija. Segundos después, sintió un intensísimo orgasmo, el primero de muchos, muchísimos, que su culo le proporcionaría en su vida.
Después de una ducha, Sharlene la ayudó a maquillarse completamente, le prestó una peluca rubia de largo pelo lacio, y la vistió con la lencería más erótica que Maxine hubiese visto jamás. Luego le puso unas sandalias rosa de taco altísimo y le enseño a caminar con ellos. En un momento, cuando Maxine pensó que iban a coger de nuevo, Sharlene le dijo que pronto llegaría un cliente y que sería fantástico que la nueva putita se quedara para atender a su primer cliente e ir adquiriendo experiencia. Le prometió que si lo hacía bien, por la noche la llevaría al cabaret donde a veces ella trabajaba, por las noches. La nueva puta se entusiasmó con la idea de ayudar a su amiga a atender al cliente, así que rápidamente decidió quedarse. Sharlene sabía que el cliente no tendría problemas en estar con ella y con Maxine, aunque fuese principiante, porque se llevaba un 2x1 inesperado. Además era una buena experiencia para la nueva putita, ya que éste cliente tenía una pija enorme pero no era muy exigente. Cuando el hombre tocó el timbre, las dos putas le abrieron la puerta, y lo recibieron con ardientes besos y caricias. El hombre se quedó sorprendido al principio, pero no tuvo objeciones en cogerse a Maxine, que aunque aún mantuviese algún que otro rasgo masculino, lo compensaba con toda la actitud de una auténtica puta en celo.
Sharlene dejó a la putita actuar. En segundos, Maxine estaba de rodillas, con el grueso pedazo del cliente en la boca, chupándosela como toda una experta, haciendo gala de habilidades que ni ella misma sabía que tenía. Desde un costado, la experimentada puta apreciaba cómo su discípula le practicaba una garganta profunda a un obeso maduro que superaba los 50 años, mamándolo sin siquiera dudar un segundo de que eso era lo que deseaba hacer. Era realmente excitante ver la dedicación y devoción que la putita le ponía a la mamada, y pronto Sharlene no pudo ocultar su enorme erección. Sin decir palabra, se ubicó detrás de Maxine, y le apartó la tanga, alineando su durísima pija con el culo ardiente de la nueva chica. Susurrándole al oído, le dijo: “sos irresistible, puta. Preparate que te voy a coger mientras se la chupás al cliente. Me calentás mucho. Creo que sos una perra perfecta.” Maxine se llenó de orgullo y redobló sus esfuerzos con la mamada al cliente, al que rápidamente le sacó la leche, mientras Sharlene le cogía furiosamente el culo, y por la extrema calentura que tenía le acababa adentro rápidamente.
Maxine se tendió en la cama, al lado del cliente, y jaló la mano de Sharlene, que cayó a su lado, jadeante. La putita no le dio tregua y se lanzó a besarla profundamente, mientras acariciaba la pija del cincuentón para excitarlo. Cuando sintió que el tipo ya estaba nuevamente al palo, soltó a su mentora, y se montó sobre el maduro, empalándose en su pija en un movimiento rápido, y comenzó a cabalgarlo, mientras miraba seductoramente a Sharlene, invitándola a darle la pija en la boca. La puta experta no pudo resistir semejante embate de seducción, y se paró con una pierna a cada lado del cliente, dejándole la pija a escasos centímetros de la boca de Maxine, que engulló todo el pedazo de carne y realizó una mamada experta. En medio de semejante cuadro de lujuria, se escuchó la voz del cliente: “qué buena puta conseguiste”, dijo, mirando a Sharlene, y agregó: “¿de dónde la sacaste?”. Exultante, Sharlene respondió: “no lo vas a creer, pero hace apenas cuatro días era un chico hétero virgen, que jamás había imaginado coger con hombres. Ahora es toda una puta. Mi creación. Mi puta. Esta noche, la voy a llevar al cabaret para que el Doc la ponga en tratamiento.” Maxine gimió de placer, sabiendo que lo que acababan de decir de ella era completamente cierto, y con hábiles movimientos de sus músculos hizo acabar al cincuentón, al tiempo que tragaba la leche de Sharlene, y experimentaba un intenso orgasmo anal.
Después de un rato, despidieron al cliente, y se quedaron besándose, acariciándose y cogiéndose mutuamente. Maxine estaba exultante. Había atendido a su primer cliente, y no solo lo había hecho bien, sino que lo había dejado deslumbrado. Sentía que para ésto había nacido. Que ser puta era lo que siempre había deseado, que su hambre de pijas era altamente conveniente para su deseo de prostituirse permanentemente. Imperceptible para ella era el cambio de su realidad de aquella en que apenas cuatro días atrás ninguno de esos pensamientos le eran propios, aunque ahora estuviese convencida de que sí lo eran. Sharlene había realizado un excelente trabajo, transformando a un tímido chico hétero en una desenfrenada puta de cabaret. Cuando cayó la noche, ni el recuerdo quedaba ya del tímido chico. Ansiosa, Maxine apuró a Sharlene para ir al cabaret, para que le presentara al famoso Doc.
Pasadas las 11 de la noche, las dos putas entraron al antro. A Sharlene ya la conocían, pero Maxine era toda una novedad. Y vaya novedad. Delgada, con largas piernas calzadas en botas de altísimo taco, medias de red negras sostenidas por un fantástico portaligas, una minúscula minifalda que nada hacía por ocultar las redondas nalgas que escondían un diminuto hilo dental, que por encima de la falda mostraba su elástico negro que en la parte de atrás se encontraba con el hilo que bajaba, enganchándose en un delicado corazoncito de strass. Cubriendo sus pequeñísimas tetas un mínimo top rasado, en intenso púrpura brillante. Pero lo más llamativo era el delicado rostro maquillado al extremo, que resaltaba lo profundo de los ojos, y convertía los finísimos labios en una apetitosa fruta. Al entrar, la nueva putita le regaló una seductora mirada al patovica de la puerta, imaginando que aquél enorme ejemplar de macho la haría delirar de placer si se la cogía. Apenas entraron, Sharlene fue directamente a saludar al barman, a quien le dio un lujurioso beso de lengua. Cuando terminó, se apartó para presentar a Maxine, pero la chica no le dio ni tiempo, y emuló las acciones de su mentora, comiéndole la boca desesperadamente al barman, que retribuyó ardorosamente el beso, manoseando lascivamente a la putita. Sharlene estaba encantada. Había creado una perra en celo.
Minutos después, la experimentada puta llevaba a Maxine de la mano hasta una de las mesas del lugar, donde un atildado hombre de unos cuarenta y pico de años, elegantemente vestido, charlaba animadamente con otros dos. Al ver a Sharlene, el hombre de traje exclamó: “hola princesa! Señores, quiero presentarles a la reina de mis establecimientos. Ella es Sharlene”, y, acto seguido, selló sus labios contra los de la puta, que devolvió el beso con la mayor lujuria posible. A su lado, Maxine solo la envidiaba, esperando su turno para comerle la boca a ese irresistible caballero. Cuando llegó el momento, Sharlene la presentó: “ella es Maxine, nuestra más nueva adquisición. Aunque ustedes no lo crean, hace 96 horas ella era un tímido chico hétero y virgen. Ahora es una puta insaciable, ansiosa de sumarse a las filas de nuestros burdeles.” Los tres hombres aplaudieron, y festejaron alborozados, cosa que hizo sonrojar a Maxine. El atildado hombre la tomó de una mano y la jaló hacia él, haciendo que ella cayera en su regazo. Cuando la tuvo a escasos centímetros, él le susurró: “yo soy el Doc. Supongo que Sharlene te contó de mí. Soy el dueño de todos estos lugares, y también de las chicas. Y ahora vos también sos mía. Para empezar, quiero ver cuán buena puta sos, así que vas a chuparme la pija.” Los ojos de Maxine brillaron, sintiéndose deseada al extremo. Obedientemente se acomodó en el largo sillón donde estaba sentado el Doc, y con sensual destreza extrajo su pija del pantalón, saboreándola primero con la lengua para luego comenzar una erótica mamada. Mientras lo hacía, Sharlene le comentó al Doc que por la tarde, la nueva puta había atendido a un cliente cincuentón y obeso, y que no había tenido prurito en hacerlo. La respuesta del Doc fue contundente: “felicitaciones, me has traído una puta con todas las letras.”
Luego de tragarse toda la leche del apuesto hombre, Maxine se sentó a su lado, y escuchó atentamente toda la explicación. Supo que trabajaría primero en cabarets como ese donde estaban, mientras el Doc le iría haciendo las cirugías necesarias; que si tenía buena aceptación entre los clientes pasaría a alguno de los burdeles de más nivel que el hombre poseía, y que si realmente tenía una performance estelar, podría gozar de un departamento donde atender a su clientela, tal como el que usaba Sharlene. El Doc se quedaría con el 80% de sus ingresos por prostitución, y a cambio le daría las cirugías, vivienda, comida, gastos médicos, ropas, y todo lo que necesitase, para desempeñarse como una buena puta. Le dijo que si alguno de los chicos que trabajaba en el cabaret o en los burdeles quería cogerla, ella no tendría que poner reparos. De todas formas, le dijo que ninguno tenía menos de 20 centímetros de pija, y que todos eran menores de 30 años y de contexturas físicas casi perfectas, por lo que Maxine se relamió, mientras su culo se dilataba imaginándose la pija del patovica de la puerta. Como final, el Doc le explicó que una de sus funciones más importantes sería la de conseguirle nuevas putas, tal como lo había hecho Sharlene con ella misma. Maxine se excitó terriblemente ante esta perspectiva, y pronto estaba sentada sobre la pija del Doc, rebotando y saltando mientras con sus músculos exprimía ese irresistible pedazo de carne, hasta que el apuesto cuarentón le acabó dentro de su ahora hambriento culo.
Seis meses después, Maxine terminaba de retocar su maquillaje frente al espejo de su delicado neceser, que decoraba su amplio departamento, contiguo al de Sharlene. Desde que había comenzado con la publicación de su perfil en la página de escorts trans, tal como se lo había ordenado el Doc, su clientela había aumentado exponencialmente. Había recibido muchísimas cirugías, por lo que ahora se veía tan espectacular como su mentora, o tal vez más. Dio un último retoque a su labial rojo fuego, que resaltaba sus gruesos y carnosos labios, acomodó sus enormes tetas de 120 cm. dentro del minúsculo corpiño, escondió su enorme pija junto a sus cargados huevos dentro de la tanga trucadora, y se calzó las botas bucaneras con taco de 20 cm que manejaba a la perfección. El timbre anunció la llegada de su siguiente cliente, así que la puta caminó bamboleante hasta la puerta, que abrió con la gracia lujuriosa de siempre, mientras asumía la pose que ya sabía que excitaba más a sus clientes, mostrando una misteriosa sonrisa al descubrir que su siguiente cliente era un chico pequeño, de cuerpo súper-delgado, delicado, con una enorme timidez, que bajó la vista inmediatamente al verla. Maxine se relamió los labios, y tomándolo de la mano, lo jaló hacia adentro, para iniciarlo en el camino de su nueva vida de futura puta trans. “Pronto tendré una nueva compañera de piso”, pensó, mientras sellaba sus labios contra los del tímido chico.