De marcha con mi hermana me dieron por el culo
Después de tener sexo con sus padres me voy de fiesta con mi hermana del alma. Es un relato que puede ser continuación del que ya publiqué.
Voy a relatarles seguidamente algunas de las cosas que me acontecieron después de haber probado el sexo con mis maduros vecinos. Ya comenté que, por desgracia, nunca volví a tener relaciones con ellos dos, pero ya me habían metido en el cuerpo el gusanillo de las relaciones extramatrimoniales.
Después del comentario que le hice a mi madre sobre la sesión de folleteo que había tenido con Lola y Manolo, tenía ganas de conocer su experiencia, aunque no sabía cómo plantearle la cuestión.
Un día, Javi me dijo que se iba con los colegas de la facultad a una especie de retiro espiritual durante todo el fin de semana. Hablando con mi amiga Loli, me convenció para aprovechar ese sábado para irnos de marcha juntas. Yo era un poco reticente, pues me parecía que teníamos gustos diferentes, pero al final me convenció. Y quedamos para ese sábado.
Cómo no sabía que hacer ese sábado, por la mañana le pedí a mi madre que me acompañara a ir de compras. Sabía que era algo a lo que no se podría resistir, pues le encantaba ir de compras. Yo pensé en aprovechar y comprar lencería un poquito picante, ya no tanto para provocar a Javi, que no había manera, como para reafirmarme yo misma que era una buena hembra a la que cualquier macho, menos Javi, desearía poseer.
Con mi madre nos lo pasamos genial. Me hizo probar por lo menos media tienda de lencería, mientras yo, desnuda en el probador, mirándome en el espejo me encontré tan apetecible que me excité; tanto que acaricié mi vulva con mis dedos, llegando incluso a introducir uno de ellos en mi coñito, momento en que se me escapó un gemido de placer y mi madre me gritó desde fuera “Oli, ¿Te pasa algo?” Yo le dije que estaba cansada y que no quería probarme nada más. Me dio miedo que, al probarme alguna braguita, la manchara con los restos del flujo fruto de mi excitación.
Después de comer, en mi casa, sentadas las dos en el mismo sofá donde había recibido la mejor follada de mi vida, me atreví a preguntarle como había sucedido lo suyo con aquella pareja. Ella, al principio, se hacía la remolona, pero después de insistir varias veces comenzó a explicarme:
“Oli, no tengo ningún problema en explicarte mi vida sexual. Creo que he sido buena madre y no merezco ser juzgada por las cosas que hice fuera del matrimonio, que tampoco fueron tantas. Te advierto que debes estar preparada para escuchar cosas que igual no te van a gustar o, como mínimo, te van a sorprender. Tu padre siempre ha sido un buen hombre, pero igual que tu marido, demostraba poco interés en tener sexo conmigo. Ya sabes cómo nos educaban en aquella época, por lo que yo pensaba que era una degenerada por tener tantas ganas y él ser tan prudente. Los consejos que le daba a los demás, como por ejemplo a Lola, a mí no me servían. Yo, en pelotas en el comedor y tu padre huía, diciéndome de todo. Luego igual se excusaba y para calmarme me penetraba, casi siempre con la picha medio morcillona, daba dos meneos y se corría. Así me dejó preñada las dos veces. Después de nacer tu hermano hasta aquello se acabó. Yo estaba desesperada y se lo comenté a Lola. Le di mucha pena. Me abrazó y me dijo que ella sabía cómo solucionar aquello. Una mañana Lola me comentó que había hablado el tema con Manolo. Él le dijo que yo le gustaba y que estaba dispuesto a follarme siempre que yo accediera a que Lola estuviera presente en las sesiones. Yo sabía que Manolo era un putero, pero también sabía por boca de Lola que tenía una verga monstruosa y que la manejaba a las mil maravillas. Siempre me contaba como se quedaba medio muerta por culpa de la cantidad de orgasmos que tenía cuando follaban. Le dije a Lola que necesitaba pensarlo. Para mí era como dar un salto al vacío. No sabía que había detrás de la infidelidad y me daba un poco de miedo. Así quedó la cosa. En aquellos días, yo notaba que tu padre ponía especial cuidado en su higiene. Se afeitaba cada día, se duchaba, se cambiaba de ropa interior, cosa que no era tan habitual entonces. Una mañana, fui a poner una lavadora. Saqué los primeros calzoncillos de tu padre y me los encontré totalmente manchados en la zona del pene. Me extrañó. Cogí otros y estaban tiesos en la zona del ano, y así unos cuantos más. Yo sabía de qué eran aquellas manchas: era semen reseco. Decidí espiarlo. Un día me fui a la parada del taxi y me escondí tras unos setos que allí había. Tu padre dejó pasar un par de clientes, hasta que llegó un señor trajeado. Le abrió la puerta, subió y se fueron. La misma historia, con el mismo señor, se repitió durante los siguientes cuatro días que les espié y durante aquellos cuatro días, las manchas en los calzoncillos de tu padre seguían apareciendo. Manolo estaba en paro entonces, le comenté el tema y, como en las películas, decidimos seguir a tu padre y al señor trajeado. ¿Sabes dónde fueron aquel día? Al parque ese donde por las noches trabajan las prostitutas y los travestis y por el día va la gente que quiere esconderse de sus parejas. Tu padre se bajó del coche, abrió la puerta para que saliera el señor. Le desabrochó los pantalones, se agachó, le agarró la minga y se la metió en la boca. Manolo se tapaba los ojos. Él que tan putero era, viendo como su amigo y vecino resultaba ser un maricón, porque en aquel tiempo no se era gay ni homosexual. Se era maricón. Me pidió que nos marcháramos, pero yo no me quería ir. El señor del traje hizo levantar a tu padre, lo llevó hasta un árbol cercano e hizo que se bajara los pantalones.
El señor le bajó los calzoncillos, le puso el culo en pompa, se lo estuvo comiendo un rato mientras se pajeaba y a su vez, tu padre también se pajeaba. Al final, el señor, enculó a tu padre. Empezó a follarlo mientras tu padre gemía como una perra, pidiéndole que le diera más fuerte. Al final, con unos fuertes empellones, el señor se corrió en el culo de tu padre. Se la sacó, se limpió el rabo con un pañuelo y tu padre se subió los calzoncillos y los pantalones. Imagino que por eso me los manchaba. Debería tener el culo lleno de la leche que le había soltado el señorito. Volví a casa con Manolo, llorando, aunque él trataba de consolarme. Aquella misma noche, de la rabia que tenía y las ganas de vengarme de tu padre, le pedí a Lola que me follaran los dos. La mañana siguiente, cuando tu padre se marchó para ser la putita de su trajeado señor y vosotros os marchasteis al colegio, me arreglé un poquito y me fui a casa de Lola y Manolo. Me estaban esperando. Lola me abrió la puerta. Llevaba una de sus típicas batas, ¿te acuerdas?, sin abrochar. Llevaba un sujetador enorme de color negro, ya sabes que pedazo de tetas tiene, y unas bragas negras que le llegaban a la cintura. Yo me había puesto unas braguitas blancas caladas, y un sujetador blanco con unas florecitas bordadas. Lola me dio la mano y me llevó hasta la habitación. Manolo estaba en calzoncillos, tumbado en la cama boca arriba. Se me fueron los ojos a su paquete porque le había oído tantas veces a Lola hablar de la bestia, que no quería perder tiempo. Lola tenía razón. Manolo tenía un bultaco inmenso. Seguro que ya estaba empalmado. Se levantó, vino hacia mí. Me quitó el sujetador mientras me besaba en la boca y me metía la lengua buscando chupar la mía. Lola me bajó las braguitas, que si quieres que te diga la verdad ya las tenía mojadas. Mientras Manolo sobaba mis tetas y pellizcaba mis pezones, Lola frotaba sus dedos por toda mi húmeda raja y masajeaba mi clítoris. En un momento dado, mi vecina me metió un dedo dentro del coño. Suspiré de placer y entonces me metió otro. En ese momento tuve mi primer orgasmo. Tenía tantas ganas. Lola sacó sus dedos empapados de mi vagina y se los llevó a la boca de Manolo. Qué bien sabe esta guarrilla dijo Manolo y Lola le reprendió por tratarme de forma vulgar, (eso me sonaba a mí). Luego, Manolo se sacó la verga del calzoncillo, se sentó en la cama, abrió las piernas y me pidió que se la chupara. Nunca se la había chupado a tu padre, pero, desde luego, seguro que no la tenía tan rica como la de Manolo, (te lo puedo asegurar, pensé yo para mí). Manolo me estuvo follando la boca. Me la metía hasta ahogarme. Yo no paraba de babear. Mientras tanto, Lola estaba tumbada en el suelo, colocó su cabeza entre mis piernas y empezó a comerme el coño. Me puse muy cachonda. Me tragaba el rabo de Manolo hasta sus pelotas. Al final, dio un berrido y se corrió en mi boca. En mi boca no cabía tanta leche. Tragué lo que pude, pero una buena parte se derramó por mis labios cayendo sobre mis pechos. Lola dejó de comerme el chocho para lamer los restos del semen de su marido que se desparramaba por mis tetas. De paso, aprovechaba para mordisquear mis pezones, que estaban totalmente tiesos. La polla de Manolo no había perdido nada de dureza. Impresionante, desafiante, dura como el hierro, ligeramente torcida y con el capullo apuntando para arriba. Lola me tumbó en la cama, me abrió las piernas, levantándomelas hasta dejarlas a la altura de los hombros de Manolo. Él apuntó la verga hacía mi raja, me frotó la pipa con ella y me la metió hasta el fondo con un fuerte golpe de cadera. Luego, empezó a sacarla y meterla a un ritmo endiablado. Me moría de gusto. No te miento si te digo que me corrí por dos o tres veces mientras Manolo me follaba sin parar. Te he de decir también que mientras Manolo me daba caña, Lola se había sentado sobre mi cara. No sabía cuándo se había desnudado, no la vi porque yo estaba en el cielo en aquellos momentos. Primero me plantó el coño empapado en la boca. La primera impresión que me causó el olor de la vagina de Lola fue de repulsión. Intenté girar la cara, pero ella se apretó contra mi boca. No tuve más remedio que sacar la lengua y pasarla por los labios de su coño una y otra vez. Lola gemía con la comida de coño que le estaba dando, mientras ella se morreaba con su marido que no paraba de follarme. En un momento dado, Lola me planto el culo en la boca. Me dio una arcada. Ella volvió a plantarme el chumino en la boca. Al final se meó de gusto en mi boca. Menudo orgasmo había tenido la tía. Yo me había corrido ya tres o cuatro veces, no lo sé porque perdí el sentido. Manolo me sacó la verga del coño. Seguía teniéndola dura como el acero. Me puso a cuatro patas. Lola se colocó debajo de mí, de forma que hacíamos un sesenta y nueve. Ella empezó a comerme el coño, otra vez, y yo hice lo mismo. Entonces noté la lengua caliente de Manolo en mi culo. Me la metió dentro. Sentí un ligero escozor más fuerte cuando introdujo uno de sus dedos. Me escupía en el ano mientras me metía y sacaba un dedo, luego dos y luego tres. A partir de ahí dejé de notar dolor, quizás porque Lola me estaba comiendo maravillosamente el chocho. Manolo me advirtió que me iba a partir el culo y así hizo. Me metió la polla por el culo, primero poco a poco y luego empotrándome contra el coño de Lola. La cosa acabó con Lola corriéndose nuevamente en mi boca, yo en la boca de ella y Manolo llenándome el culo de semen. Te he de decir que fue una de las sensaciones más placenteras que he tenido, sentir la leche caliente de Manolo, llenándome el intestino. Luego nos adecentamos un poco los tres y volvimos a cada uno a su casa”
Le dije a mi madre que mi experiencia con aquella pareja de vecinos había sido muy parecida a la suya. Que lo gocé como nunca lo había hecho y que cada noche soñaba con volver a ser follada por la enorme verga de Manolo.
“Me lo creo Oli. Yo volví a follar con ellos unas cuantas veces. Mentiría si te dijera que no me encoñé, con los dos, pero más con la tranca de Manolo, claro está. Hasta que se enteró tu padre. Un día, le dejé mis bragas llenitas del esperma de Manolo a su vista. Se puso como una fiera. Quería pegar a Manolo y entonces le dije que él también debería probar la picha de Manolo, que seguro que era mucho más gorda que la del señorito que se lo follaba a él en el parque. A la semana tu padre ya había encontrado otro piso y en un mes estábamos viviendo allí. Tu padre siguió teniendo sus rollos con quien quisiera y yo, pues también tuve que hacer de las mías. No nos hemos vuelto a acostar nunca. Nunca me ha vuelto a tocar”.
Abracé a mi madre. Ahora entendía muchas cosas de nuestra vida familiar. Cosas que no entendía cobraron sentido, como el desprecio con el que mi padre trataba a mi madre en muchas ocasiones. Le planteé incluso la posibilidad de divorciarse, pero me dijo que, si estaba loca, a su edad…
“Ya que estamos de confidencias Oli quiero decirte, porque sé que él no te lo va a contar, que tu hermano Jorge, también nos ha salido homosexual. Lo descubrí por casualidad, de la misma forma que descubrí a tu padre: al meter sus calzoncillos en la lavadora. Ya ves hija, como ha salido nuestra familia: los machos, los dos maricones y nosotras, las hembras, las dos unas putas”.
No me ofendió el comentario de mi Madre, seguramente porque estaba cachonda del relato de su aventura con nuestros vecinos y por rememorar lo que me a mí misma me había sucedido con nuestros vecinos.
Después que mi madre se marchó a su casa me preparé para salir de fiesta con mi amiga Loli.
Bien duchada, bien perfumada, estrenando conjunto de ropa interior. Loli iba más extravagante, toda vestida de negro, llevaba incluso una gorra que le daba cierto aspecto de marimacho. Estuvimos cenando en una pizzería que acababan de abrir en el barrio y era el sitio de moda del momento. Después de allí nos fuimos a un bar de copas, donde yo daba un poco el cante, pues imaginaos en los tiempos de la movida una tía vestida casi como una monja, que eso es lo que me había dicho Loli, cuando me llevó al lavabo de la pizzeria, me desabrochó la blusa hasta la altura de mis tetas y me sacó el sujetador, dejando mis domingas al aire.
Ya llevábamos un rato allí, bebiendo y fumando cuando entró un negrito alto y fortote, con una especie de cazadora tejana, llena de tachuelas, sin mangas y sin abrochar, a modo de chaleco, enseñando todos sus pectorales y barriga. Loli se levantó corriendo, fue hacia él y le plantó un buen morreo al chico. A él debía gustarle Loli pues la agarró con fuerza de los cachetes del culo y la apretujó contra sí. Después de separar sus bocas, Loli lo arrastró hasta donde estaba yo. “Te presento a Pedro Manuel, pero puedes llamarle Toro, ya te contaré porqué” me dijo Loli. El Toro aquel, me agarró del cachete del culo, igual que había hecho antes con Loli, sobándomelo bien y metiéndome la lengua en la boca me dio un buen morreo. “Joder Loli que buena está tu amiga. No me imaginaba que las pijas me pusieran tan cachondo” le dijo a mi amiga. “Me llamo Oli” le dije yo a él. El me cogió la mano, se la llevó a la boca para besármela y me dijo “Encantado señorita Oli”. “Señora” le respondió Loli indicándole con el dedo mi anillo de casada que nos habíamos olvidado de esconder. “Me encantan las casadas, tienen muchísimo morbo y son mucho más perras. Suelen ir muy calientes porque están mal folladas. Seguro que tu amiga tiene ya las bragas mojadas, Loli”. Me pareció muy arrogante, pero tenía razón. El morreo que me había pegado me había dejado temblando. “¿queréis que nos vayamos?” preguntó el Toro. Loli, se levantó, recogió nuestras cosas, me dio la mano y me arrastro con ella fuera de aquel garito. Caminamos como unas cuatro o cinco manzanas hasta que llegamos a un portalucho. El chico abrió la puerta y subimos unas escaleras muy empinadas y estrechas. Al llegar arriba, abrió la luz. Un cuartucho con una mini cocina, un pequeño baño con un retrete, un lavamanos y una mini ducha y por todo el mobiliario una mesa con dos sillas, un armario y una cama de matrimonio sin hacer. Toro sacó del armario dos vasos, no tenía más, y una botella de licor. Echó en los vasos, le ofreció un vaso a Loli y otro a para mí. Yo no quería beber más, ya estaba un poco aturdida y lo rechacé amistosamente. “Uy que fina es tu amiga nena, dijo el negrito. Anda, desnúdala y vamos al lío”. “¿Cómo?” dije yo mirando a Loli. “Ven cariño, que lo vamos a pasar muy bien”, me dijo ella. Loli me sacó el pantalón y la blusa dejándome en braguitas y con mis pechos totalmente al aire. “Los tiene bien tiesos ya tu amiguita. Se ha debido poner ya cachonda sabiendo lo que le espera”. Que desagradable me estaba resultando aquel tío, pero ya sabéis de mi anterior relato que, cuando me tratan como a una cualquiera me excito. El tío comenzó a sobarme una teta, pellizcando mi pezón, mientras con su otra mano se sobaba el paquete por encima del pantalón tejano que llevaba. En esos momentos yo ya sentía como mi flujo empezaba a traspasar la tela de las bragas. Me giré a un lado para localizar a Loli. Estaba ya medio desnuda, quitándose las bragas la muy puta, que era la única pieza de ropa que le quedaba. Vino hacía nosotros, contoneándose y bamboleando sus enormes pechos, que eran clavaditos a los de su madre, pero más turgentes. Ahí supe que acabaría comiéndome a Loli. Si su madre me había sabido a gloria, ella mucho más. Loli se colocó detrás de Toro, le sacó el chalequillo y comenzó a acaríciale el pecho. Él, con una mano sobaba mi teta, pellizcaba mi pezón y bajaba hasta buscarme el coño, presionando mi húmeda raja por encima de la braga; con la otra estaba sobando el coño de Loli, metiéndole los dedos y follándola con ellos. Loli gemía como loca de placer. Yo también. Creo que Loli no tenía suficiente con los dedos que el negrito le follaba el coño. Le desabrochó el pantalón y se lo bajó. Brutal. El chico no usaba calzoncillos y al bajarle el pantalón apareció, como un resorte, un rabo como el de un caballo. El chico me hizo el gesto de que quería que se la comiera y eso hice. Me agaché, la agarré con la mano y me la metí como pude en la boca. Al momento llegó Loli y compartimos aquel falo tan enorme. Loli me miraba y sonreía. “Hoy vas a saber lo que es que te folle un hombre de verdad Oli”. “Menos mal que te hice caso Loli y ya he practicado un poco”. “Nena, no me digas que le has puesto los cuernos a tu marido. Vaya con Santa Olivia, que puta que nos ha salido”. “Callaos ya zorras y chupadme la polla. Ensalivadla bien que os entre con placer”. Obedecimos. Toro se cansó de la situación. La tenía bien tiesa para entonces. Me agarró por las axilas, me levantó en vilo y me tiró contra la cama. Caí en blando, eso sí. Toro se vino hacia mí, me separó las piernas, se colocó de rodillas entre ellas, llevó sus manos al elástico de mis bragas y dando un tirón me las arrancó. A quien le importaban en esos momentos que eran nuevecitas. Una vez me tuvo en pelotas y bien abierta, me la ensartó hasta el fondo de mi coño sin ningún miramiento. Tampoco hacía falta, la verdad. Él tenía la polla babeada por la comida que le acabábamos de hacer y mi coño chorreaba. Loli se colocó en postura de sesenta y nueve encima de mí, colocándome el chumino en la boca y con su lengua chupeteaba mi clítoris al mismo tiempo que la polla de Toro que entraba y salía de mis entrañas. No tardamos en corrernos. Loli fue la primera. Se corrió en mi boca y luego fue Toro, quien bufando y sin molestarse en preguntar si tomaba anticonceptivos, se corrió abundantemente llenándome el coño de leche caliente. Ahí fue cuando yo me corrí, abrazando a Loli que estaba encima de mí, lamiendo mi raja y disfrutando del semen de Toro que salía por mi rajita. Cuando el mozo sacó la verga de mi vagina, seguía igual de tiesa y dura que antes de follarme. Entonces fue Loli la que se tumbó en la cama, Toro la despatarró y la empotró con el pollazo que le metió. La empezó a taladrar mientras ella no dejaba de gemir y gritar. Yo no quería quedarme al margen y subiéndome encima de la cara de Loli, le planté el coño en toda la boca. Ella sacó la lengua y empezó a hurgar en el interior de mi vagina. Se tragó todos los mecos que el africano había soltado en el interior de mi útero. ¡Como movía la lengua mi amiga! Me corrí en su boca en un abrir y cerrar de ojos y ella también lo hizo al son de la follada del chico, quien también se estaba corriendo ya en el coño de Loli. Me dejé caer rendida en la cama, junto a Loli. Cuando Toro la desensartó, continuaba teniéndola tiesa y dura. “Venga niñas, que la fiesta no ha hecho más que comenzar, Ponte a cuatro patas pijita y tú Loli, trabájale el ano, que la vamos a estrenar” dijo el chico. “De estrenar nada, guapo, te aseguro que en este culito ya ha entrado una minga y te digo también que más gorda que la tuya”. Loli me miró con cara de sorprendida. Yo creo que entonces adivinó quién me había desflorado el culito, pero nunca me dijo nada más al respecto. “Da igual, Toro te va a reventar el culo de todas maneras, dudo que mañana puedas hacer caca” se rió Loli. Loli comenzó a meterme la lengua en el orificio anal, Toro sacó un botecito que yo creí que sería vaselina y comenzaron a untarme bien el ano, por fuera y por dentro, metiéndome los deditos. Cuando ellos lo creyeron conveniente, Toro se subió encima de la cama. Golpeó mi culo repetidamente con su polla, que estaba dura como el acero. Luego encajó el glande en mi agujero y se dejó caer enterito sobre mí.
El muy cabrón me metió en el culo más de la mitad de su polla, que era tan grande que no me cabía entera. En esa postura empezó a culearme, viaje va, viaje viene, pero el muchacho se cansaba. Me la sacó, Me tumbó boca arriba, me puso las piernas bien para atrás hasta dejar bien alzado mi culo que seguía bien abierto y volvió a ensartarme. Loli se tumbó a mi lado, con la almohada bajo su culo. De esa forma su coño, aun abierto y lleno de esperma quedaba fácilmente trabajable para Toro, quien volvía a follarla ahora con los dedos. Mientras a mí me daba por el culo, le metía los dedos a tal velocidad a Loli que ella gemía como nunca le había oído a nadie. De repente, Loli comenzó a orinarse. De su conejo salió un chorro disparado y llegó a salpicarnos a Toro y a mí. Eso debió poner cachondo al chico, porque con un par de estocadas de polla, en las que yo creo que llegó a insertármela completamente, se vació en mi culo llenándomelo de su semen y permitiéndome volver a sentir aquella sensación tan placentera de notar el calorcito del semen llegándome hasta el intestino, tal como mi madre había comentado, que hasta en esto nos parecemos. Sin embargo, él no había parado de meterle los dedos a Loli en el coño y ella, otra vez, volvió a chorrearnos con su corrida, (eso lo sé ahora). Yo estaba muerta y Loli también, pero el Toro aún tenía marcha. Me la sacó del culo, morcillona, se colocó a horcajadas sobre mi cara agarrándosela con la mano. Yo sabía lo que quería y no me iba a negar. Era lo único que me faltaba. Empecé a hacerle un buen trabajito bucal. Lamía su glande y su tronco, sin importarme que hiciera unos breves momentos su polla había trajinado mi culito. La picha de Toro creció y volvió a ponerse dura en mi boca. Loli la sujetaba y la metía en mi boca como una vulgar mamporrera. Cuando el muchacho estuvo a punto, ella misma sujetó mi cabeza para impedir que la descarga del negrito saliera de mi boca. Me la comí enterita y no me desagradó. Ahora sí, nos quedamos tumbados los tres en la cama. Luego de descansar una hora más o menos, Loli me dijo que nos teníamos que marchar. Fui a vestirme, pero era imposible ponerme las bragas. Aquel bestia las había destrozado cuando me las arrancó. “Regálame tus bragas amiga pija, quiero tener un recuerdo tuyo. Nunca me había follado a una pija tan puta. Como lo he gozado. Loli tu amiga me pone muy cachondo, Tráetela cuando quieras nena”. “Lo siento chico, me han costado una pasta y algo tendré que hacer con ellas”. Realmente me acordé en esos momentos de mi madre, del día que le plantó las bragas llenas de esperma de Manolo, delante de la cara de mi padre. No estaría mal que yo hiciera lo mismo con Javi, a ver si reaccionaba un poco y se dedicaba a darle un poquito de sexo a su señora. Ahí fue cuando también pensé “Oli, cuando llegues a casa, revisa el cesto de la ropa sucia. A ver cómo están los gayumbos de Javi.
Volví con Loli a casa y aquella noche dormimos las dos juntas, no sin antes habernos dedicado durante un buen rato a darnos placer. Mi hermanita.
Y esta es otra historia sin continuidad. Nunca más volví a hacerlo con Toro. Vaya nombre.
Espero que les agrade. Aunque no sea muy original es lo que pasó. Espero sus comentarios.