De madura a madura y tiro por que me toca.

Viaje de recreo, de descanso y para despejar y limpiar mi cabeza. Ese era el primer y único motivo, lo que pasa que una cosa es lo que uno quiera y otra lo que suceda en realidad.

Era por la tarde y mi avión salía del aeropuerto Adolfo Suárez barajas de Madrid con destino a Bogotá, al aeropuerto de El Dorado Internacional. Seguía no encontrándome bien, todo por una donación de sangre que hice, como he hecho con anterioridad en infinidad de ocasiones. Mi pensamiento era que me había pillado mal cuerpo, porque me encontraba con flojera. Mientras esperaba embarcar, en un aeropuerto totalmente distinto al de otras veces, no había casi gente. Recordaba las palabras que me dijeron varios amigos, “Lo mismo debías aplazar el viaje, ves al médico…” y una que me llegó de alguien que me dijo… “Ten cuidado con donar con tanta frecuencia…”

Ya estaba decidido y seguro que con más de diez horas de vuelo me daría tiempo a descansar y estar perfecto para cuando llegara. El vuelo era directo a Bogotá, donde vería a unos amigos míos y luego otro vuelo hasta Santa Marta, un lugar que ya conocía y muy bonito. En el avión un Airbus A350-900 me tocó en el primer asiento el C, por lo menos era espacioso e iría cómodo. Nada más embarcar a quien vi primero era una azafata preciosa, me saludó y lo poco que hablamos no me permitió saber si era española o de qué país podía ser.

A pesar de no encontrarme en mis mejores momentos, eso no me impidió hacer un “chequeo” visual de la azafata en cuestión. 1,70 de estatura, el color de pelo engañoso, había muchas posibilidades de que fuera teñido, castaño muy oscuro con unos reflejos cobrizos y le llegaba por los hombros. Ojos grandes y de un verde cristalino e intenso. Buena figura, a pesar de que el uniforme le sentaba fatal, no a ella sola, es que para mi gusto era feísimo. Caderas con una bonita forma, culito respingón y el pecho, difícil de saber con exactitud el tamaño, porque como digo la ropa no invitaba a ello, pero como mínimo de mediano a grande. Manos bonitas y grandes y lo que se veía de las piernas, parecían estilizadas, en resumen estaba de muy buen ver y se notaba que era deportista o por lo menos se ejercitaba con asiduidad.

Recibía a todo el mundo con una sonrisa muy bonita, aunque me dio la sensación de tristeza y su edad era de unos 35 años como máximo. Me fije en sus manos y las llevaba muy bien cuidadas. Me llamó la atención que en la mano derecha llevara un anillo que podía ser de casada y en la mano izquierda uno típico de compromiso. El que me llamara la atención es porque creía que no podían llevar adornos en las manos, alguien me lo comentó. Se terminó el embarque y el avión según mis cálculos no iba ni a la mitad. Salvo que a última hora hubieran llegado deprisa y corriendo más personas.

Sueltan el rollo típico de información antes de despegar. Me fijo en la azafata y no para de jugar con su anillo de la mano derecha, la veo pensativa, con la mirada perdida, mientras su compañera le dice algo. Ya estamos en vuelo y empieza el ajetreo de las azafatas y un azafato que veo también. Tengo el estómago revuelto, ahora mismo no podría tomar nada. La compañera de la azafata me ofreció algo para tomar y forzando una sonrisa rechacé su ofrecimiento. Siento que me viene algo de sudor. Me limpio la frente con un pañuelo de papel y no tarda en llegar la azafata de la sonrisa triste.

- Hola, me llamo Alejandra (Me di cuenta que me lo dijo al entrar ) veo que no se encuentra bien del todo. ¿Qué está… mareado?**

  • Hola, me llamo Carlos y tranquila, no me pasa nada es que no es uno de mis mejores días.

- ¿Es la primera vez que vuela? (Muy diplomática para saber si es que estaba muerto de miedo )**

  • Jajaja… no que va, vuelo bastante y una de las cosas por las que voy a Colombia es a tirarme en paracaídas. No es miedo, es que no me encuentro bien, pero se pasará.

- ¿Pero qué es lo que no va bien?

  • El estómago que lo tengo como revuelto. ( No quise darle más explicaciones, pero en ese momento era lo que más me molestaba )

Se levanto y se fue, al rato vino con un comprimido pequeño, diciéndome… “No nos está permitido, pero esto es lo que tomo yo, cuando me siento igual, es motilium, le asentara el estómago” , nunca lo había tomado pero me dio confianza y me entrego una botella de agua. Me lo tome y después de tenerla tan cerca, pude ver unos ojos bonitos llenos de tristeza. Era la tercera vez que volando me llamaba la atención de una manera significativa una azafata. Me puse los auriculares y me puse a oír música. La puse bien alta para que nada me distrajese de mi relajación.

Me había quedado traspuesto y habían pasado dos horas, para mi parecía que habían pasado diez minutos. Estaba mucho mejor, por lo menos las molestias del estómago se me pasaron y hasta tenía hambre. Pronto llego la cena y aunque la comida de los aviones deja mucho que desear, la comí bien, es mas me supo a poco. Me apetecía levantarme a estirar un poco las piernas, ir sentado tanto tiempo, a pesar de estar en un asiento cómodo, me molestaba. Espere a que acabaran de pasar de un lado para otro recogiendo las cosas.

Redujeron la intensidad de la luz y aproveche para ir al aseo. Quedándome de pie un poco. Una de las compañeras de Alejandra se acercó por si necesitaba algo y le dije que no, que era estar de pie cinco minutos para darle un poco de circulación a las piernas. Mientras hablaba con ella, podía ver a su compañera Alejandra otra vez pensativa. Saco de un sitio un móvil, lo miro y me daba la impresión de que estaba a punto de llorar, fueron segundos pero vi en un movimiento, que no miraba una foto, miraba el whatsapp. Ya me funcionaba mejor la cabeza, si es que alguna vez me ha funcionado bien.

Como en este viaje no me llevaba ningún artilugio electrónico, porque quería desconectarme de todo, decidí elucubrar lo que le podía pasar a la azafata. No dejaba de observar, mis primeras opciones… (A) Estaba casada, su marido había fallecido y la vuelta al trabajo la llevaba mal. (B) Su marido la había sido infiel y se había enterado, alguien con “alma caritativa” se lo había enviado por whatsapp. (C) Su propio marido, en vez de hacerlo a la cara, le había contado una infidelidad por whatsapp. (D) Directamente su marido la había dejado por otra. (E) Estaba con su marido en un distanciamiento acordado mutuamente y lo pasaba mal. (F) Su marido la había pifiado en algo grave, por lo menos para ella y el whatsapp era pidiéndole perdón.

Veía gesticular a dos compañeras con ella, los gestos los ademanes, eran los típicos de estar diciéndole a una persona, olvídalo, mándale a la mierda, sigue tu vida… eso me hizo descartar inmediatamente las opciones A, E y F. de las otras tres había un nexo común, una infidelidad. Ahora si lloraba y volvemos a los gestos lo hacía de rabia. Algunas veces el aburrimiento me llega a hacer o decir cosas, que en un estado normal, por lo menos las hubiera pensado antes. Ya era bastante tarde y no se oía nada, Alejandra se levantó, hizo unos movimientos con su cabeza, estirando el cuello y miro hacia donde estaba y se acercó.

- ¿Se encuentra ya algo mejor? Perdone por no haberme acercado antes.

  • Te contesto si me prometes que no me vas a volver a hablar de usted.

- Son las normas, pero ok.

  • Me encuentro mucho mejor, ya solo me queda un poco de falta de fuerzas, pero que voy recuperando.

- Me alegro, pues le dejo, perdona pues te dejo descansar.

  • Espera un momento por favor, que quiero decirte algo.

- Si claro, te escucho. (Intrigada )**

  • Eres joven, bonita y no te lo digo para tratar de seducirte, no. Es para decirte, que hay muchos tipos de dolores, el peor es el que no mata, es aquel que te quita las ganas de vivir. Te lo digo por experiencia, el dolor me ha enseñado muchas lecciones, la indiferencia y el silencio, pocas o ninguna. Cuando una puerta se cierra, otras se abren, fíjate en las que se abren.

Se quedo mirándome fijamente y se marchó sin decir ni una sola palabra. Cuando termine de hablar, no quise añadir la coletilla de… lo mismo no tenía que haber dicho nada o te lo he dicho sin querer hacerte daño o la mejor de todas, no he querido molestar. Porque lo dije desde dentro y no encontraba la necesidad de disculparme. Encendí la luz para leer y saque una de las revistas que había comprado. La primera en toda la frente, el primer artículo interesante, accidentes de avión. Se me escapo una pequeña carcajada, escribían sobre hipótesis de las causas más normales. Acabe el artículo que era interesante. Iba a leer otro artículo y llego Alejandra.

- ¿Eres adivino, jorguín, vidente…?

  • Ni adivino ni vidente y de lo de jorguín, no tengo ni idea de lo que es.

- Brujo, hechicero.

  • Jajaja… no que va.

- ¿Por qué me has dicho antes todo eso?

  • Quiere decir que he acertado bastante. No, no hace falta ser adivino, simple observación.

- Pero es que le sigo amando.

  • No sé lo que te ha pasado ni pretendo saberlo. Solo te digo una cosa, que no te calienten la cabeza. Haz con tu vida lo que quieras, si quieres seguir con él, pues sigues, que no, pues le dejas. Que alrededor te aparecerán mucha “buena” gente que te asesorara, diciéndote cosas que no se aplicarían ellas mismas.

- En eso tienes razón, todas mis amigas y amigos me dicen lo mismo, déjale y sé que tengo que dejarle, porque no es la primera vez. Lo único que esta vez ha sido destrozador y su silencio de ahora más. Le he escrito muchas veces, veo que lo ha leído y ni una palabra.

  • Podría decirte mucho de ese tipo de silencio y de la indiferencia, pero no es el mejor momento. Tienes que acertar o equivocarte tu sola.

- ¿Que hago hablando de esto con un desconocido? ¿Es que me he vuelto loca?

  • Lo mismo. Jajaja… fíjate que puede ser que sea hasta una aparición. Ahora en serio, se te ven unos ojos bonitos llenos de amargura. Finges muy mal.

- Pues tu tampoco eres un buen actor, que tu cara refleja… (La interrumpo )**

  • No refleja mas, que estar agotado y cansado.

- Jajaja… ahora me rio yo.

  • Ves te has reído y no te ha pasado nada.

- ¿Por qué no me has preguntado que me ha pasado?

  • Porque es algo que no me interesa. Es algo intimo tuyo.

- Me ha llamado la atención una cosa de ti.

  • Estoy en baja forma, solo una cosa… jajaja…

- Si te fijas en todo el pasaje, todos sin excepción, han tenido en sus manos un móvil, un ordenador… todos menos tu.

  • Te lo he dicho, voy de relax, donde voy a saltar hay poca cobertura o ninguna y lo más importante, no quiero que me molesten, que me distraigan.

- Pero tendrás familia, amigos… y si te surge algo que decir… ¿De verdad eres capaz de vivir sin mirar un móvil?

  • Soy muy capaz. Todo lo que me pudiera surgir ya lo deje bien amarradito, hasta un mismo mail programado diez veces para que llegue en su día y en su hora.

- Ves demuestra que tienes un interés por algo. Diez veces… eso es interés de que llegue y si te contestan… ¿Cómo lo leerás?

  • No necesita contestación y tampoco la espero.

- Nada de tecnología, increíble en estos tiempos.

  • No, no es así. Llevo tres GPS para saltar, por si me pierdo en el aire que me encuentren por los menos, jajaja… a todo esto, ¿De dónde eres? Porque no te ubico.

- Soy hispano-venezolana. De padre español y madre venezolana. Ahora vivo fija en España, porque antes pasábamos temporadas en Venezuela, pero tal como están… y tu… ¿De qué parte de España?

  • Nací en Madrid, pero llevo más tiempo viviendo fuera que allí. Ahora mismo vivo en Valencia.

- Jajaja… ¿Valencia ciudad?

  • Si ¿De qué te ríes?

- Que vivo a tres cuartos de hora de Valencia, que mi marido es valenciano.

Una compañera carraspeo y se fue. Se cambiaron de mascarillas y pude ver con detalle, que tenía una cara preciosa. Nuestro único contacto después de eso fue alguna que otra mirada perdida y poco más. El sueño me venció la final y me quede dormido profundamente oyendo música. Me despertó un suave toque en mi hombro y era su compañera para indicarme que me abrochara el cinturón. En otras circunstancias le hubiera dejado mi número de móvil, pero no lo hice y desembarcamos.

Había quedado con un amigo que me recogería, no lo vi por ninguna parte, lo mismo se le complico la cosa y como le avise de mi legada con poca antelación, para que no se pusiera pesado y que me fuera a su casa. Al salir me estaba esperando fuera, que le entendía que no dejaban recibir a nadie dentro. Tuvimos una pequeña “discusión” por lo que había dicho, quería que me fuera a s casa y le explique porque no, lo mismo a la vuelta. Ya que al día siguiente tenía que tomar otro avión para ir a Santa Marta.

Me llevo al hotel y después de dejar mi maleta fuimos a tomar un vaso de chirrinchi una bebida que me gustaba a mí. Era un lugar cerca del hotel. Estaba fuerte y la verdad que me asentó el estómago, me empecé a sentir algo mejor, indudablemente el alcohol tuvo algo que ver. Tuvimos una conversación amena y me hablo de un amigo que estaba buscando una empresa como la mía, para hacer algún tipo de operación. Cambie de tema porque no quería oír hablar de trabajo, lo mismo dentro de unos días.

- Así que cambiando de tema… ¿Cómo está la linda Paola Andrea (Su mujer )?**

  • Ay amigo Carlos… nos divorciamos hace quince meses.

- ¿Y no me lo has dicho hasta ahora?

  • ¿”PA” que? Ya lo sabes ahora. Fue de mutuo acuerdo.

- ¿Y cómo os va?

  • Ella se quedó la casa de Santa Marta y se fue a vivir allí, aunque ahora está visitando a nuestra hija en EE. UU. Y yo me quede con la casa de Chapinero, la que tu conoces, la vendí y me compre una por la zona de Niza, si te gustaba la otra, esta te gustara más. Es un poco mas grande.

- Alberto, ese cambio de forma de vestir, el tinte del pelo y sobre todo el injerto capilar, me dicen que no andas solo.

  • Jajaja… así es, mira, a ver qué te parece ( Me enseño una foto en el móvil )

- Si es guapa.

Alberto rondaba ya y si no me equivocaba mucho cerca de los 65 años si es que no los tenía ya. La nueva mujer, pareja o novia, estaría en los cuarenta y pocos. Exuberante como el gustaban a él. No sé si era como Paola Andrea que era liberal como su marido, en su día y hace muchos años habíamos realizado algún trio. Me estuvo contando las “habilidades” amatorias de su pareja y cuando acabo nos fuimos.

Me fui a dormir porque a la mañana siguiente tocaba madrugar y tomar un avión a Santa Marta. Por la mañana en el desayuno me encontré con Alejandra, vestida de azafata. Los dos estábamos sin mascarilla, lo único que ella estaba con sus compañeras y lo único que hicimos fue mirarnos. Me fije más detalladamente en ella, llevaba una trenza larga que hacía que su cara se viera más bonita, unos ojos preciosos y una boca voluptuosa, ¿sería que se había puesto algo en los labios?, su figura parecía espectacular, pero con ese uniforme era difícil saber la verdad, porque no le quedaba bien a ninguna. Lo que si se veía bonitas las piernas y al ser alta, se las veía sospechosamente largas, porque la falda le llegaba unos dedos por debajo de la rodilla. Me fui a Santa Marta y mi viaje de relax, fue muy accidentado. Mas de un susto en los saltos, pero merecieron la pena, aunque quede echo un Cristo.

Llame a Alberto y quedo en recogerme y me tocaba esta vez ir a su casa. La verdad una casa mucho más bonita que la otra. Cuando llegamos aparte del servicio no había nadie más, ni su mujer. Después de enseñarme su casa y donde dormiría yo, nos fuimos a beber un poco y a ponernos al día. Llego su mujer, la oímos llegar y con una voz suave le llamo preguntando donde estaba. Nos pusimos en pie y al verla me quede un poco descolocado. Salome, así se llama, es de 1,65 unos 55 kg. Piel morena, melena morena, una 100 de pecho y un culito exuberante, con una forma perfecta y pensé enseguida que todo eso era debido a la cirugía. No aparentaba ser la de la fotografía que me enseño Alberto.

Alberto mientras ella iba a su habitación, me conto donde la conoció, en un gym que ella llevaba y que él iba de forma habitual. No quería decir nada, pero era una pareja de esas que uno ve y se dice… estos no encajan, pero… cada cual hace lo que quiere y lo que le apetece con su vida. También me conto que estaba empeñada en tener un hijo y aquí fue cuando me confeso… “Amigo, esto ya no es lo que era (señalándose la entrepierna) he perdido todo el fuelle, está más tiempo en descanso que ‘trabajando’ un desastre, ni la pastilla azul hace mucho, pero Salome es muy comprensiva” mi respuesta fue la lógica, si había ido al médico y me soltó una jerga medica de lo que le habían dicho, me lo resumió en que era por culpa de la circulación de las piernas, algo de lo que siempre tuvo serios problemas y a eso había que sumarle el tabaco, el alcohol y casi seguro que algo más.

Llovía y paraba y había demasiada humedad. Hizo una aparición espectacular, con un topo ajustado sin sujetador y lo unió que me hacía falta un capote de torear porque menudos pitones se le marcaban y a eso había que sumarle los pantalones cortos de mezclilla que se había puesto, que hacían algo más que realzar el culito. No quería mirar por no ofender a mi amigo, después de lo que me había contado. Vi la cara de Alberto, todo orgulloso de tener esa mujer y en ese orgullo le descubrí un brillo como el que tuvo l primera vez que tuve algo con su exmujer.

Alberto ceno muy poco y se despidió dándonos las buenas noches. No me esperaba esa reacción y el dejarnos solos, no es que estuviera preocupado, porque había dos mujeres del servicio por medio haciendo sus labores. Me dijo de tomar un licor y se lo acepte, no quise ser grosero. Me hizo levantar y nos fuimos a una zona que era una terraza con una cristalera, con luz tenue pero de un color morado intenso de luces led y varios puff tirados por los suelos y una mesa baja. Ese tipo de asientos no me hacen gracia, sobre todo por mis piernas, pero me acople.

Salome llamo a una de las chicas y le pidió algo que no entendí. Al rato vino con una cachimba y se puso a prepararla, no sé qué le ponía, lo que sabía que no iba a fumar y cuando me ofreció le dije que gracias pero que no. Dudo que hacer hasta que le dije que continuase. Según fumaba la notaba más “decidida” y provocadora. Se movió para sentarse junto a mí y cada vez que podía me tocaba el muslo hablando, pero de momento más que para hacer algo, era un tanteo. Sospechaba lo que pasaba, pero como no lo había hablado con mi amigo, no quise meter la pata, por eso en cuanto acabe mi licor, fui yo el que di las buenas noches.

Me fui a mi habitación y después de hacer lo que hago todas las noches, me puse solo un pantalón de pijama, por si entraba alguien y no me quede desnudo, no estaba en mi casa. Desde que llegue a la habitación había pasado casi una hora, no llegaba. Estaba leyendo un libro y se va abriendo la puerta lentamente. Es Salome y se ha cambiado de vestuario. Ahora lleva un salto de cama corto, muy corto, de color ámbar y trasparente. La bata la llevaba abierta y con su color moreno de piel le quedaba perfecta. Se le trasparentaba todo y si se había cambiado, era muestra de que su marido lo sabía.

Al acercarse a la cama y mientras se quitaba la bata, se dio cuenta de mis moratones y arañazos en mi torso que era lo que en ese momento se veía. Me levante a por preservativos y al verme la espalda, solo dijo un “OOOHHH” me acarició la espalada… “¿Te duele?” y mi contestación… “Tú me vas a quitar los dolores” y después de eso nos besamos, baje las cintas de su salto de cama, cayendo al suelo y quedando desnuda. Sus pezones además de super grandes, eran de los más oscuros que había visto.

Salome no se anduvo con rodeos, me gusto eso, llevo sus manos hacia mi polla la toco y me bajo los pantalones. Se le escapo un “UUUMMMM…” y le puse mis manos en sus hombros, para luego suavemente empujarla hacia abajo y no tuve que hacer ningún esfuerzo, se agacho y pude ver cómo me lamia mi polla, tenía una lengua prodigiosa y lo hacía con ansia, un ansia que la hacía más hermosa viéndola. No sabía si era verdad lo que me había contado mi amigo, pero a ella se la notaba con muchas ganas. Para mí no era mi mejor momento, porque me dolía todo al moverme, nunca había estado de esa manera, ni en alguna caída de moto que he tenido.

Poco a poco se me iba olvidando todo y me tenía cardiaco, la levante y la hice ponerse en la cama, la muy puta se puso de rodillas meneando su gran culo y me decía… “Mi esposo me ha dicho que te gustan, ¿Te gusta el mío?” Y ella misma se lo azoto un par de veces. Me acerque y esta vez quien la azoto fui yo y bien duro que tenía su culito. Parecía una piedra y el sonido al azotarla era sonoro, Salome gemía en plan zorra y me estaba provocando. El coñito le chorreaba y me decía… “Mi cuca lleva mucho abandonada, ¿Te gusta?” no le contestaba a lo que preguntaba, me limitaba a hacer lo que quería.

Si ella había sido buena con su lengua, iba a ver ahora como lo hacía yo. me agache por detrás y su coñito era todo oscuro, por lo que destacaba el rosado de dentro. Empecé a lamer y ella a gemir, los gritos se oían por todos los lados, no sabía si era siempre así o se lo estaba dedicando a su marido. La tumbe boca arriba y atrape el clítoris con mis labios, que era como todo lo suyo desorbitado, su respiración era tremenda, su clítoris era mío y lo que le hacia la estaba dejando al borde del orgasmo, por eso empecé a follarla con mis dedos y en segundos tuvo un orgasmo descomedido.

Me decía que necesitaba beber algo, que le pasara algo. Ni caso, me puse un preservativo y ella quería que me lo quitara, tampoco la hice caso, me fui hacia ella y la penetre, sacándole un placentero gemido, los que me gustan a mí. Levante sus piernas, las puse sobre mis hombros y mi intensidad fue de menos a más, hasta alcanzar un ritmo frenético y ella ya no decía nada, solo gemía y respiraba como con dificultad. Tenía facilidad para correrse, porque no me había puesto al cien por cien y se corrió de nuevo. Me pidió casi suplicando… “Cógeme poniéndote encima, por favor” y le di el gusto, lo hicimos en la posición del misionero, nos morreamos sin parar y sin bajar el ritmo de mi follada.

En algunos momentos me hacía daño con sus manos, mas con sus uñas y eso me desconcentraba un poco, no tenía mi espalda y mi torso para toqueteos. Se debió de dar cuenta porque dejo de hacerlo y lo tuvo que notar en mi forma de follar. Esta vez nos corrimos con poca diferencia. Me estaba quitando el preservativo lleno con mi corrida, cuando va y dice que se marcha, dejándome a medias. Me fui a la ducha y deje caer el agua fría sobre mi espalda y pecho, lo que me relajo enormemente.

Al levantarme lo hice con la idea de follarme ese culo antes de irme, que me marchaba por la tarde. Fui a desayunar, con intención de prepárame yo mismo el desayuno, pero una mujer me dijo que de eso nada, que `para eso estaba ella, le dije lo que quería y cuando me lo trajo a la mesa, le pregunte por Alberto y me respondió que don Alberto había salido, que la señora estaba todavía durmiendo y precisamente apareció Salome. Se había cambiado su forma de vestir, traía solo una bata no muy decorosa para que la pudiera ver nadie que no fuera su marido y la mujer que me sirvió el desayuno se le quedo cara de estupefacción cuando la vio. Le trajo el desayuno y hablábamos de mi viaje, de a qué hora salía el vuelo y de su duración.

Estaba sentada a mi lado y de lado, cruzo las piernas, dejando ver un poco mas allá de sus muslos. No me corte… “Si sigues así, te voy a follar aquí mismo, que ayer me quede con más ganas” , esperaba que me hubiera dicho, aquí no, compórtate, vamos a otro sitio… lo que hizo fue sonreírme descaradamente y pidiendo guerra. Pues si era lo que quería la iba a tener. Acabamos de desayunar, primero me levante yo y luego lo hizo ella, que se estiro sobre la mesa para coger un sobre, lo hacía lentamente y provocando. Le dije que a mí no se me provocaba y colocada así, le subí su bata trasparente y le deje el culito al aire. Se lo azote con más ganas que la noche anterior.

Se la acabe quitando y ahora sí, me decía de irnos a la habitación, pero no quise. Había desayunado pan con aceite, cogí la aceitera y le deje caer un chorrito por el canal de sus nalgas, para metérselo con mis dedos en su culito. No tenía dudas ese culito no era virgen. Saque de mi bolsillo un preservativo que llevaba preparado por si acaso y me puse a follar su culito. Veía su cara por medio de un espejo y era un poema, como el meneo de sus tetas grandes. Ya tenía mi polla metida entera y la folle con mi ritmo habitual. Nos pilló la señora que nos sirvió el desayuno y se marchó corriendo. Me gustaba como lo disfrutaba, como movía su culito y como esta vez me pedía más. Hasta que se corrió igual que por la noche, sin cortarse, como se deben de correr todo el mundo, olvidándose de todo y dejándose llevar.

Una vez que se corrió nos fuimos a su habitación, que a Alberto le gustaba tenerla como a mí, con muchos espejos. Nos desnudamos y follamos por todos los sitios, con la visión de nuestros cuerpo en los espejos. Me duche por segunda vez en la mañana, lo hicimos juntos y me hizo una gran mamada en la ducha, corriéndome en su boca y me gusto su cara de puta mientras lo saboreaba. Me baje antes que ella y ya estaba Alberto, que leía un periódico. No comentó nada de su mujer ni de mí, me entrego una bolsa de papel con varios licores que me fue a comprar y que sabía que, aun no bebiendo alcohol, era uno que me gustaba.

Me llevaron los dos al aeropuerto y no se quedaron porque no se podía, en la despedida Alberto me aseguro que en el momento que pase el COVID-19 visitarían España, que ya me avisarían. Nos despedimos efusivamente, pero cuando lo hice con su mujer, lo hice igual, pero guardando las formas. Pise la entrada del aeropuerto y me vino a la cabeza la azafata, cruce los dedos porque coincidiera de nuevo con Alejandra, pero no sonó la flauta. El viaje de regreso lo hice mejor que el primero. Me pase todo el viaje durmiendo como un bebe. Me desperté cuando llegamos, ni cene ni nada.

Quería haber aprovechado el viaje de vuelta, para ir organizándome en los nuevos frentes que tenía que acometer, algunos agradables y otros no tanto. En Madrid envié mensajes e hice llamadas para tener todo organizado al llegar a Valencia. Una vez en Valencia quede en tener una comida que era de conocidos, pero iba a tener un toque pequeño de trabajo, lo justo. Tenía ganas de esa comida porque era con personas que me agradaban. La comida fue muy en lo personal y lo profesional. Me levante para ir al aseo. Había caminado un poco cuando me di cuenta que no había cogido la mascarilla y no se a los demás, pero es peor que quedarte desnudo en mitad de la calle. Gire en redondo y fui por ella y sorpresa, estaba Alejandra en la mesa de al lado.

Me alegre de verla y ella por su sonrisa me trasmitió que también. Hubo un pequeño impase hasta que me presento las personas con las que compartía la mesa y entre ellos estaba Gustavo, su marido. Enseguida pensé que se habían arreglado con el problema que hubieran tenido. Unos de los de la mesa, me dijo… “Disculpa que no pretendo avasallarte, pero tú no eres Carlos…” le confirme que si y me soltó un rollo, porque teníamos unos conocidos en común de Madrid. De entrada me pareció muy subidito y el trato hacia mí fue de superioridad, la cara de su mujer era de apuro.

Al día siguiente hice unas gestiones para que me dijeran quien era el que teníamos amigos en común, porque él y el marido de Alejandra eran socios. Tenían una empresa de material de oficina, te surtían desde tóneres o un paquete de folios, hasta muebles y abastecimiento de agua, refrescos… y por lo que me dijeron, como otras muchas empresas por culpa del COVID-19 tenían un bajón en sus ventas. A la persona que pregunte, nos unía una amistad importante y por eso me conto que le había llamado el otro preguntando por mí, que no le dio muchos datos y solo le dijo en lo que trabajaba y una vez lo supo, le pidió que intermediara para que tuviera una reunión con ellos, pero que le dijo que en eso no se metía y me aviso que no descartase que se quisieran reunir conmigo.

Esperaba que Alejandra me llamara pero no se produjo esa llamada y tampoco la llamada de su marido ni amigo. Invite a unas parejas a mi casa en el campo y también vendrían Ray y Daniela. Entre las parejas que vinieron había una que solo conocía a la mujer y desde hacía muy poco. Valentina de mas de 35 años y menos de 40, una mujer llamativa y espectacular, pero si tratabas de “entrarla” que lo hice, esquivaba bien la situación. Era graciosa, su acento y parte de su léxico, la hacían mas atrayente, era argentina y su marido español, Santiago de 42 o 43 años. Que resultó un tío simpático y divertido.

En su estancia Valentina haciendo ejercicio tuvo un pequeño problema en la pierna derecha. Varias personas dijeron que le diera un masaje, que era muy bueno… no dije nada porque vi que se puso nerviosa y no sabía que contestar. Santiago la remato diciéndole que si, que se lo diera. Aquí ya no me quede callado… “Valentina, si tienes un bañador te lo pones y te lo puedo dar” y me contestó con algo de mal tono, que no llevaba bañador. Se fue a preparar y mientras los hombres preparamos todo para que ella se encontrara más tranquila. Se lo daría delante de todos, pero poniendo un biombo para que no la vieran y le ofrecí a Santiago que él se quedara con nosotros, rechazándolo y diciendo… “Que va, que va… si estamos entre amigos y ella sabe defenderse, jajaja…” Valentina al oírle respiro con cara de pocos amigos.

Valentina llevaba un top y una toalla en la cintura. Todo normal o casi normal mientras mande que se tumbara boca abajo. Mi polla se puso durísima cuando vi su culo, llevaba un tanga que dejaba ver casi todo su culo, de buenas ganas se lo hubiera mordido. Fui muy “profesional” poniéndole la toalla que le tapara el culito. En cuanto la toque para saber dónde le dolía exactamente, se quejó y protesto. No lo hizo en bajito y su marido que es muy cachondo… *“Carlos cuidado con mi niña, no seas muy brusco… jajaja…” ella solo dijo entre dientes… “Serás boludo…” y no hice ningún comentario. Con tanto movimiento se cayó la toalla y no me moleste en recogerla, porque estaba con las manos pringadas de crema suavizante para no dañar la piel con el masaje.*

Valentina ya estaba relajada y después de pasar de su gemelo hacia su muslo, la note más “nerviosa” pero sin protestar. Con la excusa de poder hacerlo mejor, le dije que abriera un poco las piernas, solo un poco y fue obediente. Nosotros no hablábamos, porque lo intente un par de veces y no obtuve respuesta. Al otro lado del biombo todo eran risas y un poco de “escandalera” Santiago no paraba de contar chistes. Quise jugármela y me la jugué. Empecé a rozar con el canto de la mano y como quien no quiere la cosa, parte del coñito de Valentina. Lo hice que en un principio pareciera accidental. En el primer roce a ella le dio una pequeña contracción y como seguí con el muslo no me dijo nada.

Luego en la segunda ya no se movió y eso me llevo a ser un poco más directo, para que se diese cuenta de que ya no estaba siendo accidental. Mi polla estaba a reventar. Ya mis caricias eran descaradas del todo y fue cuando le dije que se diera la vuelta. Lo hizo con mi ayuda y se quedó con los ojos cerrados. Le baje un poco el tanga sin obtener resistencia y me puse a tocarle el coñito, que por cierto está ya bien húmedo, mas que húmedo mojado. Me gustaba ver su cara, sus expresiones y como según aceleraba mis caricias en su clítoris, apretaba de forma ostensible sus labios y abrió sus ojos de manera desorbitada.

Agarro mi mano para que parara y lo que hice buen taparle la boca con la mano libre, para que no se la oyera. Valentina me mordió el canto de la mano y amortiguo su orgasmo. Mi excitación era enorme, tanto que le quite el tanga y le empecé a comer el coñito, cada vez se mojaba mas y su respiración empezaba a oírse, por eso pare y recogí la toalla se la di y la mordió, entonces terminar lo que había empezado y cuando se corrió, me atrapo con esos trabajos muslos, hasta casi asfixiarme. Los pezones debían de ser potentes porque cada vez se marcaban mas en el top. Le coloque de nuevo su tanga, le puse la toalla por encima y me acerque para darle un beso pequeño. Pero me metió la lengua hasta la garganta, lo que hizo que nos diéramos un tremendo morreo.

Nos relajamos un poco para que no se nos notara y cuando ya me encontré normal, la deje sola para que se repusiese y me uní al resto del grupo, aunque las mujeres se levantaron y se fueron a hacer compañía a Valentina. Luego se fue a su habitación y sabía que tardaría en bajar, le estaría dando vueltas a lo sucedido, lo sabía porque ya me había visto en situaciones similares. Al día siguiente se marcharían y la semana siguiente cuando nos viéramos, estaría cortada y sin saber bien que hacer. Esa noche me llego a descolocar un poco.

- Espera que quiero hablar unos minutos con vos.

  • Pues tú me dirás, quieres que hablemos aquí en mitad del salón o vamos a otro sitio, ¿Qué prefieres?

- Aquí mismo me viene bien, que voy a ser breve.

  • Si es por lo que ha pasado, no te sientas…

- Para, para… no vayas de listo, ha pasado lo que ha pasado y punto. Hemos sido débiles y es lo que ha pasado.

  • Entonces… ¿Qué quieres?

- Que sepas que se lo voy a contar a mi esposo y no te lo estoy consultando.

  • Tu misma, si crees que tienes que hacerlo, me parece bien.

- ¿¡¡Te parece bien!!?

  • Me parece bien que se lo digas o que no se lo digas. Es decisión tuya y gracias por decírmelo.

- Pues se lo contare, nunca le he sido infiel y no quiero añadir serle una mentirosa.

Sabía que no iba de farol. Porque la note muy segura de sí misma. Me demostró que era una mujer fuerte, con carisma, directa y fiel con su marido, aunque hubiera tenido una debilidad momentánea. Por la mañana cuando me levante, como pasaba siempre, no había nadie levantado y todavía era de noche. Me fui a correr con la fresca del amanecer. Al llegar de correr. Estaban levantadas solo Diana y Valentina. Mientras me preparaba mi desayuno y pelaba mi fruta, entro en la cocina valentina, que busco la excusa de ir a por agua… “Quiero que sepas que ya se lo conté a mi esposo” y seguí a lo mío, eso no le debió de parecer bien o en verdad le extrañó… “¿No me vas a decir nada? ¿No me vas a preguntar nada?” .

No me dejo más remedio que contestarla a sus preguntas… “Es que no sé qué esperaba que preguntara” y con un poco de rabia me replico… “Hombre… pues esperaba un… que le has dicho, que ha dicho el, ¿No te parece?” y sabia antes de contarla que no le iban a gustar mis respuestas… “Mira no te pregunto que le has dicho porque si se lo has dicho, le habrás contado la verdad, lo que sucedió y como eso ya lo sé, para que preguntar y sobre lo que te haya dicho el… pues lo mismo no me lo puedes contestar porque es algo privado e íntimo y porque la verdad que si quisieras que lo supiera, me lo hubieras dicho sin necesidad de preguntar”.

Se quedo sin palabras y eso que era una mujer con recursos, una mujer con argumentos y difícil de vencerla en un debate o conversación. “No sé qué pensar de ti, porque eres un pasota, un degenerado, un despreocupado… no sé, me tienes desconcertada. ¿Quién eres?” , no quise entrar en un debate y le dije que tenía un poco de todo menos lo de pasota, porque en esta vida no paso de nada. Acabe de desayunar de mis ejercicios y después de vestirme, me encontré con Santiago que nos saludamos y lo encontré normal, aunque la procesión fuera por dentro y al haber más gente no quisiera montar un espectáculo. A los tres días me encontré de nuevo con Valentina… eso es otra historia.