De madre ejemplar a Putica 2

Lina termina lo que comenzó en el restaurante. Decide convertirse en una nueva mujer, preparada para vivir las experiencias más excitantes y bizarras.

Para entender este relato, por favor vayan a De madre ejemplar a Putica.

Tomada del pelo como estaba, con las tetas al aire, Marcos me llevaba tomada del pelo hacia el baño del restaurant. Chorreaba hasta las rodillas, era imposible el poder que él tenía sobre mí, todo lo que sabía hacerme, en lo que podía convertirme.

Una vez entramos al baño él cerró la puerta, y me dobló sobre el lavamanos. Frente a nosotros estaba un enorme espejo por el cuál podíamos vernos sin problema. Con su mano me levantó la cabeza y me hizo vernos frente al espejo. Con la otra mano se quitaba el pantalón y sacaba su miembro, el cual había guardado después de la mamada que le había hecho.

Puso sus dedos sobre mis labios, me apretó la boca y me los metió adentro de ella. Que rico se sentía chuparle uno, dos, tres dedos, sentía como si fuesen pequeñas versiones de su pene, que tanto placer me había dado mamar hacía solo un momento. Los chupe, los succioné, pasé mi lengua por ellos, mi saliva salía de forma incontrolada. Cuando estuvieron muy húmedos y cuando mi cuquita también estaba dilatada a más no poder, bajó su mano hasta ella y la empezó a sobar.

El placer que me dio me hizo recostarme sobre el lavabo, las piernas me fallaron y casi me desplomo. Primero pasó la mano por la cuquita, palpando lo mojada que estaba, inmediatamente jugó con mi ano. Pasaba sus dedos en círculo alrededor de él, abría las nalgas y ponía un dedito en la entrada, me tenía loca ese maldito. Después, sin preámbulo –no había necesidad-, introdujo su pene de una sola vez, con fuerza, con determinación, como un macho… no me preguntó cómo lo quería, ni si me dolía, solo quiso meterlo. Él sabía que yo era su puta y ya no había nada que yo pudiera hacer para decirle que no. Ya sabía que yo le pertenecía y que no había nada más por decir.

Las embestidas fueron brutales, Mientras me cogía duro y delicioso, me nalgueaba y me hacía verme a mí misma teniendo placer. Yo solo podía gemir… gemir y gemir. En algún momento perdí la visión, solo cerré los ojos y disfruté del momento. Cuando volví a abrirlos, después de unos cuantos minutos de inexplicable placer, exploté. Mis piernas flaquearon y me recosté sobre el lavabo para no caerme. Fue uno de los orgasmos más intensos que he tenido en mi vida, no supe qué dije, no supe cómo gemí, solo supe que cuando el orgasmo terminó abrí los ojos y lo que vi fue una imagen que jamás olvidaré. Mi labial corrido por mi cara, yo sudada por todo mi cuerpo, mi peinado destrozado, y una cara de felicidad que solo te la da haber sido una mujer bien cogida. Lo que vi fue una mujer que sabía disfrutar del sexo y que había encontrado un macho que la cogiera bien, lo que vi fue una puta y una perra… y me encantó.

Sin avisarme, como ya estaba acostumbrada, de repente se detuvo. Fuertemente me arrodilló frente a sí y me dio una estampada brutal de leche adentro de lo boca. Chupé como loca, como si fuese una ternera, no dejé derramar ni una sola gota. “Mírame” me dijo, levanté los ojos y le di la mirada que estaba esperando. La mirada de una mujer segura de sí misma, excitada y dispuesta a complacer al hombre que la había hecho llegar al cielo.

Tragué todo lo que me había dado, y me levanté. Él tenía los ojos cerrados y apenas podía respirar, traspiraba placer y satisfacción por cada poro de su cuerpo. Unos instantes después, cuando se hubo recuperado me dijo: “Voy a hacer de ti una mujer diferente. Quiero que tengas la vida que te mereces”.

Se puso de nuevo la ropa y salió del baño. Un par de minutos después salí yo, ya arreglada, y noté que no había nadie en el lugar. Solo éramos él y yo  Él estaba en nuestra mesa, bebía agua y había pedido algunos aperitivos.

Me senté junto a él y me dijo: “Lina, lo que pasó hoy es el nuevo capítulo de tu vida. Yo sé que mucha gente ha abusado de ti, que te han utilizado y engañado. Eso pasó porque tu fuiste boba, no supiste quién eras ni qué hacer con quien eras. Eso es algo que cambiará conmigo. Quiero que esa Lina que se despertó hoy, sea la Lina de todos los días. Quiero que todo el mundo sepa que has cambiado, que ahora eres tu quien tiene el poder, la seguridad, la confianza. Tu cambiarás a partir de hoy, y lo harás porque te lo mereces mi amor”.

No supe qué responderle, sabía que tenía razón. Muchísimas personas habían abusado de mí, de una forma u otra, mucha gente me había engañado y estafado, y aún así yo había prevalecido… y ahí estaba, este hombre que apenas había visto una sola vez en mi vida y que me decía que la energía sexual me iba a llevar lejos.

No sabía que responderle, pensé en decirle que eso había sido solo un momento de pasión, que yo no era así, que era la primera vez que lo hacía, pero por algún motivo no sentía vergüenza de haberlo hecho. Además, yo sabía que no era esa la respuesta que él quería, él estaba satisfecho con la Lina que había conocido… y yo también. Qué decirle? Solo pude responderle lo que me salió del corazón: “sin saberlo, he estado esperando por este momento, siempre había querido ser diferente pero nunca había creído que podía serlo… ahora, que he conocido a otra yo que no sabía que existía, me doy cuenta que puedo ser una mujer nueva. Quiero ser feliz, merezco ser feliz. Quiero sentirme deseada, amada, adorada, quiero que me miren en la calle sin sentirme abusada, quiero que me miren en la calle y saber que yo tengo el control de mí misma”. Después de eso, solo pude decirle, “Marcos, te presento a la nueva Lina”.

Nos despedimos con un hermoso beso en la boca y él me llevó a mi casa. Al día siguiente, boté a la basura o doné la mayoría de cosas que tenía, ropa y recuerdos incluidos, una nueva mujer había nacido… ¡y qué mujer!