De macho alfa a puto insaciable 8. Aprende a gozar

Jorge sigue sin saberlo en camino directo a convertirse en un putito complaciente. Esta a punto de caer en la trampa.

  • Venga, chicos, ¿cual ese gran secreto?

  • OK OK, te contamos. Pero no debes divulgarlo –dijo Mario

  • Mira. Para empezar. Están Karen, Melissa y Tania. Lindas, femeninas, gran cuerpo, voz fina. ¿Clarísimo? Capaces de enamorar con sus encantos a cualquier hombre –dijo Álvaro

Yo los miré con cierta ironía, sabiendo que justo por esos encantos es que estaba atrapado en ese trabajo estúpido.

  • Pero sabemos que tienen otros… atributos. Grandes bastante.

  • Bueno y ¿eso que?

  • ¿Nunca te has preguntado cómo pueden ser tan femeninas por fuera y sin embargo tener esa verga y esos huevos? Un hombre con huevos produce hormonas, testosterona, y esas hormonas nos dan los rasgos masculinos. ¿Cómo hacen ellas para tener huevos y al mismo tiempo mantenerse tan femeninas?

  • No sé, la verdad nunca me puse a pensar en eso. De hecho trato de no pensar en ellas ni en su… pene. Pero no sé… igual y no son huevos de verdad

  • Si lo son, o no sacarían leche y… bueno todos hemos visto que efectivamente la sacan –volvieron a decir, implicando nuevamente y de forma sutil lo que ya todos habíamos pasado.

  • ¿Entonces?

  • Bueno. Lo que pasa es que ellas tuvieron un excelente cirujano pero más importante que eso, conocen a un sujeto que les prepara medicamentos especiales. No sabemos quién es pero al parecer trabaja en una farmacéutica o algo asi, un pez gordo. El caso es que ese tipo les da algo que les permite ser como ser.

  • Aun no entiendo a que viene todo eso

  • Ya casi llegamos. Mira. Ese tipo es o era cliente del bar. Te digo que no sabemos quien es. Pero lo que se sabe es que en algún momento se enamoró de uno de nosotros. Se enamoró perdidamente y hasta empezaron a salir juntos –dijo Daniel

  • Y lo quería tanto que finalmente le dio un regalo: Una medicina especial –dijo mario

  • Al parecer el chico tenía problemas para sentirse a gusto con otros hombres. Vaya, que era heterosexual igual que tu y yo y nosotros. El otro wey lo quería mucho y le daba muy buenos regalos, asi que se aguantaba pero igual ambos se daban cuenta que no era… espontáneo –continuó Álvaro

  • Asi que finalmente le preparo esa cosa y todo funcionó bien –terminó Daniel-. La droga que le dio era una especie de afrodisiaco temporal. Le permitía “disfrutar” cuando se veían y luego seguir siendo machito.

  • Oigan eso suena mucho a cuento. De donde se les ocurrió? Y a ver… que pasó con ellos?

  • Pues se dice que al final el muchacho y el cliente se hicieron socios comerciales. El chavo terminó su contrato acá y empezaron a hacer negocio vendiendo la sustancia en varios sitios similares a este.

  • No, no. La verdad no les creo. Eso suena a mucha fantasía –les dije, pensando que me tomaban el pelo.

  • Mira si no nos crees –dijo Daniel, sacando de su chamarra una cajita de metal, de esas para pastillas del aliento. La abrió y vi varias esferitas de color azul -. La llamamos Blue Ball, ya te darás cuenta porqué.

Tomé una de esas esferitas. Era de un azul transparente y en el interior tenía algunas vetas de azul más claro pero opaco. Tenía toda la pinta de una canica común y corriente y así se los dije.

  • Mira, quédate con una y la próxima vez que estés con un cliente trágatela. Que sea unos 10 minutos antes. Y verás lo que te decimos –me retó Álvaro.

  • ¿Y que se supone que va a pasar?

  • Tu descúbrelo. No es nada malo. Además el efecto solo dura una hora. Te darás cuenta cuando haya terminado –me prometió Daniel.

  • Sólo recuerda, no hables con nadie de eso. Ni siquiera con Ale y mucho menos con las chicas.

  • ¿Por qué?

  • Tu conoces a las chicas. Son unas perras. En el fondo ellas disfrutan tenernos atrapados y obligarnos a atender a la clientela. Se enfadarían mucho si supieran que usamos el Blue Ball para sentirnos mejor. Lo que ellas quieren es que padezcamos.

Yo los vi de nuevo, pensando que me estaban tomando el pelo pero Daniel me guiñó el ojo con complicidad. Decidí que podía confiar en ellos. Éramos casi como compañeros de batalla, casi hermanos. Me habían apoyado y yo a ellos para seguir siendo hombres en ese bar de putos. Podía confiar en ellos, me dije.

Unos días después, el viernes por la noche, decidí usar el Blue Ball. El jueves no quise. Es la noche más floja y no valía la pena. El viernes en cambio, encontré la ocasión perfecta. Un cliente me invitó, un cliente que ya conocía desde hacía rato: El viejo al que hacía unos meses le había hecho la primera mamada de verga de mi vida. Ese viejo flaco y enjuto pero que tenía una verga de 20cm que casi me ahoga. Se llamaba Ruelas y era un cliente regular. Ya en otras ocasiones me había invitado y siempre gozaba haciéndome mamar o metiéndome su tolete en el culo. A estas alturas yo ya había dominado la técnica para poder resistir sus 20cm pero no era nada fácil. Terminaba agotado y con el culo adolorido. Pagaba bien pero a veces me parecía que el costo era excesivo. Esa noche sería perfecta para ver si los efectos del Blue Ball eran ciertos. Cuando recibí la invitación, dejé de servir tragos (esa noche estaba en barra) y discretamente tomé la esferita, que llevaba debajo de mi brazalete (tal como me habían sugerido mis amigos). Me hice el tonto un rato hasta que finalmente acepté la invitación y me dirigí a la habitación donde él ya me esperaba.

  • ¿Cómo te va, zorrita? Hace rato que no te visitaba. Ya extrañabas mi verga, cariño?

El lenguaje vulgar era parte de la propuesta, asi que ya me lo esperaba. Sin embargo, odiaba cuando me hablaban en femenino. Ni modo, debía aguantar.

  • Híncate y acércate a mi, gateando como la perra que eres… Eso, así. Ahora huele bien cómo huele un macho.

Me empujó la cabeza contra su entrepierna. Aun estaba vestido. Por encima del pantalón me hizo inhalar. Pude percibir el olor mezclado a sudor semen y orina aun por encima de la ropa. Me dio asco pero ya lo esperaba. Era un olor penetrante. Se abrió la bragueta y el olor se incrementó. Yo volví a inhalar. Retuvo mi cabeza ahí por varios minutos, restregando sus huevos contra mi cara mientras su verga comenzaba a crecer. Por suerte me acostumbré poco a poco al olor. O mejor dicho… dejo de molestarme. Seguía siendo penetrante y acre pero ya no era desagradable.

  • Inhala profundo, puta –me volvió a decir y obedecí. Esta vez el olor inundó mis pulmones pero en lugar de darme una sensación de asco, me pareció aceptable… hasta agradable. Casi por reflejo volví a inhalar profundamente por segunda vez-. Jajajaja, que putita! Ahora te gusta? Empieza a comer verga.

Me metió la verga, ya erecta, en la boca. Yo empecé a mamar como ya sabía. Afortunadamente ya estaba acostumbrado. Pero ahora pasaba algo diferente. Como una leve sensación de embriaguez, empecé a sentirme bien. Un mareo o una sensación de ligereza. Me sentía desperezado, con energía. Aumenté el ritmo de la mamada con esa energía renovada y el viejo Ruelas reaccionó con un profundo gemido de placer. Mi cuerpo se sentía genial. Ligero y poderoso. Me di cuenta que yo también estaba muy erecto. Eso nunca me había pasado mientras mamaba a otro cliente. No supe si era por estar mamando o simplemente un efecto secundario de esa inesperada energía pero no me importó. Me di cuenta que mi boca estaba ocasionando muy buena reacción en Ruelas y pensé que debía esforzarme más… para obtener una mejor propina, por supuesto.

  • Vaya puta, hoy si te estás esmerando. Que rico me chupas la verga. Siempre supe que sólo necesitabas práctica para ser una buena mamadora de pitos. Uff…. Sigue asi.

Yo proseguía incansablemente. Era casi maravilloso ver cómo podía meterme la verga casi hasta el fondo. Sí sentía reflejo de vómito pero era curioso que a pesar de sentirlo, no tenía necesidad de sacarla. Era como un sufrimiento deseado. Sé que es raro pero sólo puedo describirlo así.

Finalmente el viejo me ordenó detenerme y voltearme. Codos en el piso, cabeza al suelo, nalgas levantadas, él procedió sin demora a meterme su fierro.

Lancé un grito. Nunca se tomaba la molestia de lubricarme. Me la metía casi en seco. Sentí esa cosa entrando en mi interior, forzando a mis entrañas, poco mas de la mitad. El viejo estaba tan excitado que casi la sacó de inmediato y la volvió a meter, un poco más. Sacar y meter de nuevo. Al cuarto intento entró toda. Cosa rara, yo grité los dos primeros pero el tercero y el cuarto casi no dolieron. Empezó a bombearme y en lugar de la sensación de presión y fricción (o mas bien, junto con ellas), empecé a sentir algo que nunca había sentido. Un calor que emanaba y aumentaba con cada vergazo. Dentro de mi, algo estaba reaccionando. Como un cosquilleo, pero continuo y agradable. En una de esas metió la verga con el ángulo un poco diferente y me golpeó en un punto específico. Sin esperarlo, una oleada de placer nació en ese mismo punto y se extendió por todo mi cuerpo. Lancé un bufido de placer. Yo había estado gimiendo desde antes, con ese estilo bien actuado que casi todos mis clientes se creían. Pero ese bufido fue diferente. Yo lo sabía. Era auténtico. Y los que le siguieron también. A cada estocada en ese mismo punto, mi cuerpo reaccionaba. Mi verga saltaba. Mi corazón se aceleraba. El calor crecía y yo bufaba con auténtico gozo. Me dio cierto vértigo

  • Eso puta, eso. Disfruta la verga de tu macho. Venga, dime cómo la disfrutas.

  • Si, por favor, dame tu verga bien duro –dije, siguiendo el guión que yo ya dominaba. Sólo que esta vez, en medio del extraño vértigo y calor que me estaba provocando esa cogida, yo mismo no estaba seguro lo que decía. Me estaba abandonando al placer que me provocaba -. Siiii por favor, por favor, dame más.

  • Te voy a llenar la cola de leche, para que estés bien alimentada, perrita. ¿Quieres eso?

  • Si por favor, lléname o has lo que quieras pero no te detengas –pedí, casi deseando que fuera verdad. Para ese punto realmente quería que siguiera más tiempo.

Desafortunadamente no fue asi. Mis palabras le dieron el impulso que faltaba y se vació en mi interior con un fuerte alarido. Y como era su costumbre, casi de inmediato sacó la verga para desparramar su semen por todo mi culo y espalda. Involuntariamente, yo maldije para mis adentros, al pensar lo rico que estaba pasándolo.

Lo demás no tiene caso platicarlo. El viejo Ruelas se limpió y se despidió, dándome un 20% más de dinero del acordado.

Yo volví al bar después de asearme. Daniel se acercó discretamente.

  • Usas “eso”, ¿verdad?

  • ¿Que? No se de qué hablas –mentí

  • Hombre, se nota cuando lo has usado. Y asi lo puedo comprobar –dijo, acariciando suavemente mis huevos. Mi piel se erizó e inhalé profundamente -. Ya ves, lo sabía, estas en estado excitado gracias a “eso”. Debes aprovechar. El efecto no dura tanto.

Casi como si lo hubiera planeado, en ese momento recibí una nueva propuesta. Otro cliente que quería cogerme. Ese cliente incluso mandó una foto de su verga. Era grande. Quizá no tanto como la de Ruelas pero sí mas gruesa. La vi. Y recordé el estremecimiento que la verga del viejo me había causado bajo los efectos del Blue Ball. Daniel me miraba con complicidad. Al carajo, pensé. Le devolví la sonrisa, dando a entender que sí, que él tenía razón. Acepté la invitación y fui casi corriendo al encuentro de esa verga gorda… es decir, del cliente…

Cuando terminé con el cliente, yo sabía que el efecto había pasado. Ya no sentía esa sensación de ligereza y de energía. Tampoco me sentía mal. Sólo normal. Demasiado normal. Daniel me preguntó.

  • ¿De vuelta a la realidad? Al principio hasta te deprimes cuando se acaba el efecto, pero piensa que esa es la mejor ventaja. “Eso” sólo tiene un efecto temporal. Cuando pasa vuelves a ser el mismo de siempre. No te vuelves adicto ni desarrollas tolerancia. Basta volver a tomar una dosis y tendrás otra hora y pico de buenas sensaciones

  • En serio no lo creía. Pero es cierto. El Blue… “eso” te hace sentir muy bien –corregí a medio camino -. ¿Y todos lo usan?

  • Si. ¿ahora entiendes por qué no tomamos alcohol? No es necesario cuando usas “eso”.

  • OK OK; ya me convenciste. Pero ahora dime, ¿Dónde consigo más?

  • Ahh, bueno, pues es que esa es la parte difícil, amigo. Sólo hay dos formas de conseguirla. Una es negociando con alguno de los chicos que tenga un stock guardado. Y la otra… bueno, resulta que esa es la opción B.

  • ¿Qué? ¿En serio?

  • Es correcto. Cuando quedas en primer lugar, la opción B consiste en un frasco grande lleno de “eso”

  • Puta madre y yo que no sabía eso.

Ahora entendía porque todos los ganadores del concurso escogían la opción B. Lo que te hacía sentir esa cosa era delicioso. Demasiado bueno para perderlo. Y por otro lado, si así ibas a disfrutar tu trabajo, ¿Qué importaba perder la oportunidad de un mes menos de contrato?

  • Debía saberlo antes. Que cabrones ustedes que no me dijeron, eh?

  • Bueno, ya, disculpa. Tómalo como una novatada. De hecho, si quieres aún puedes tomar la opción B

  • ¿Cómo?

  • Habla con el ayudante de Alex. Él puede arreglar para cambiar a la opción B. Obvio te volverían a meter el mes que te quitaron pero vale la pena. Además, te soy sincero, hermano. Nos caería muy bien que tomaras la opción B. A nosotros ya casi se nos acaba. Usualmente compartimos entre amigos. ¿Tú entiendes?

Esa misma noche me acerqué al ayudante de Alex, ya cuando casi todos se iban. Muy discretamente lo llevé a un lado.

  • Oye, quería pedirte algo. Ves que la otra ves yo fui el ganador de la semana. Quería pedirte cambiarme a la opción B.

  • Eso no se puede, escoges una y listo. Tu escogiste la A, fin de la historia. Podrás escoger la B si ganas nuevamente.

Me cabreó que el tipo se pusiera asi pero decidí negociar.

  • Mira, sé que se puede cambiar. Me lo han dicho. Dime que hace falta para cambiar de opción.

  • Umm… pues se podría pero hay un costo que pagar –me dijo y sutilmente se llevó la mano a la entrepierna -. Nada que no puedas pagar, o que te disguste…

El ayudante de Alex era un tipo bajo y delgado, sin ningún atractivo y gris. Era muy callado y se limitaba a cumplir su trabajo. En las veces que Alex nos entrenaba en las coreografías o que nos “preparaba” corporalmente (entiéndase, cuando nos depilaba o nos cortaba el cabello), el ayudante rara vez hablaba. Que ahora ese tipo insignificante estuviera chantajeándome me indignó. Yo no necesitaba esa droga para ser un buen chico de compañía. El hecho de que hubiera llegado a primer lugar sin ella lo demostraba. Pero pensé en Daniel y en mis amigos. Era obvio que ellos necesitaban el Blue Ball para trabajar cómodamente y sentirse bien. No podía ser tan egoísta.

  • De acuerdo, ¿Qué tengo que hacer?

  • Arrodíllate y abre grande, jajajaja Seguro escuchas mucho eso, ¿no?

Obedecí. El tipo se sacó la verga. No estaba mal. Para ser tan bajo (1.60), tenía buen equipo, al menos 17cm. No estaba circuncidado. Me acercó la verga y un olor de orina y esmegma me llegó de inmediato. Alejé la cabeza por reflejo.

  • Vaya, el niño es delicado, ¿verdad? Bueno, te la pondré fácil –dijo sacando algo de su bolsillo-. Tómate esta.

Me dio una dosis de Blue Ball, lo cual me confirmó que efectivamente él tenía acceso a la droga. Mientras empezaba el efecto, sacó mi contrato de su escritorio. Era el último que yo había firmado, donde me quitaban un mes. Lo destruyó y en cuestión de minutos había redactado en su computadora e impreso uno nuevo. Lo firmé mientras empezaba a sentir nuevamente esa agradable sensación de ligereza y placer

-¿Ya listo, putito? Ahora si abre grande –dijo, tomándome de la cabeza (aunque tenía que estirarse un poco) y haciéndome arrodillar de nuevo.

Su verga no había perdido la erección. El prepucio se había descorrido la mitad, revelando un glande esponjoso y efectivamente lleno de grumos de esmegma. No era la primera vez que me veía obligado a chupar algo asi. A algunos clientes les gustaba. Pero ya estaba en ello. Abrí la boca y engullí esa verga. Grande fue mi sorpresa a ver que el fétido olor de esa verga en su jugo, incluyendo sus secreciones blancas, lejos de saber mal, tenía un cierto dejo interesante. O mejor dicho, sabía mal. Sabía horrible, acre, añejo. Pero gracias al Blue Ball, ese mismo desagrado me resultaba atractivo, como si fuera algo deseable. Vaya, pensé, de cualquier manera para esto lo quería, pensé y empecé a mamar por segunda vez bajo el efecto de la droga. No tardé mucho, el chico se vino casi de inmediato, lanzando su leche en mi boca. Esa leche, caliente, espesa, tenía un sabor dulce. Un sabor fresco y delicioso, pensé y sin más, use la lengua para dejar ese pene, que ya no me parecía tan asqueroso, limpio y reluciente con mi saliva. Él se dio cuenta que yo estaba empeñado en seguir mamando y me dejó, con una sonrisa irónica en la boca. Cuando terminé, me incorporé y él sacó de una caja fuerte un frasco.

  • Aquí tienes. Tu opción B. Ahora lárgate, puto

Un par de días después coincidió que fue fin de mes. Ese dia nos pagaban. Además de las propinas, yo recibía un sueldo regular, como “barista” del respetable club Brujas Marinas. Parecía chiste pero no lo era, la paga no era mala. Normalmente Alex o su ayudante nos daban el cheque. Estaba terminando mi octavo mes. Debido a haber tomado la opción B, de nuevo mi contrato se había extendido a 13 meses. No importa, pensé. Cinco meses no era tanto y ahora que tenía “Blue”, seguramente podría pasarlos sin problema.

Visité la oficina de Alex. Él no se encontraba, sólo su ayudante, que sonrió al verme llegar.

  • Vengo por mi cheque.

  • No te toca este mes.

  • ¿Cómo que no me toca?

  • No te toca. ¿No te explicaron?

  • ¿Qué cosa?

  • El Blue Ball no se regala. Y no es barato. Ganar el concurso te da derecho a comprarlo, no a recibirlo. El frasco que te di corresponde a 3 meses de tu sueldo.

  • ¿Qué? Eso es excesivo

  • No, no lo es. Además no hay mucho que puedas hacer. Y tampoco te debería importar. Seguro sacas más en propinas dándole el culo a tus clientes que el salario ese.

  • No te metas con mis asuntos. Y si, es cierto, gano más en propinas. De cualquier manera, sólo estaré aquí 5 meses. No necesito el sueldo de 3 meses.

  • Jajaja, pero que dices 5 meses? Según tu contrato te faltan 7.

  • No, es imposible. Les devolví el mes que me habían regalado a cambio de la opción B.

  • Pues si pero es que no es sólo eso. La opción B consiste en un frasco grande de Blue Ball y 3 meses de sueldo Y ADEMAS aumentar 2 meses tu contrato. Creí que lo sabias. Aquí está lo que firmaste. –me dijo, mostrándome una copia del contrato que había firmado hacía unos días.

Quedé boquiabierto. De nueva cuenta me habían engañado. Ya sabía yo que Karen y su grupo eran perras pero creía que los hombres eran más honorables. Era obvio que ese tipejo era igual de detestable. Salí enfurecido del lugar. Siete meses más… Camino a mi casa me fue serenando. Y tomé una decisión. Ahora era cuestión de honor. Debía volver a quedar en primer lugar la próxima semana. Recuperaría mis 5 meses. Y con el Blue, sería más fácil…


Sigue la historia de Jorge. Pronto habrá un nuevo giro. Varias preguntas serán contestadas. ¿Qué tan macho alfa es? (O era?) ¿Puede confiar en sus amigos? ¿Habrá alguna otra trampa? ¿Es el Blue tan inofensivo como dicen?

Cualquier sugerencia es siempre bienvenida.

Saludos